
Apocalipsis 17:4 dice: “La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación”. Según este versículo, la mujer está adornada de oro, piedras preciosas y perlas, los mismos materiales con los que se edifica la Nueva Jerusalén. La diferencia es que esta mujer simplemente está adornada con estos materiales. Este adorno es semejante a una capa delgada, es una mera apariencia. Por ejemplo, un ornamento puede tener un baño de oro. El ornamento en realidad no es de oro, sino que simplemente está cubierto por una delgada capa de oro.
Además, la mujer de Apocalipsis 17 tiene en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación. En la Biblia la abominación alude a la idolatría, porque los ídolos son una abominación a los ojos de Dios. La fornicación denota una conducta inapropiada, una relación inapropiada. Aunque el cáliz es de oro, el cual representa la naturaleza de Dios, no está lleno de oro sino de abominaciones y fornicación, es decir, lleno de idolatría y de relaciones inapropiadas.
El versículo 5 dice: “Y en su frente un nombre escrito: misterio, Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”. Esta mujer, Babilonia la Grande, es la madre de muchas rameras. Es muy importante que averigüemos quién es esta madre y quiénes son sus hijas. El versículo 16 dice: “Y los diez cuernos que viste, y la bestia, aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego”. Los diez cuernos se refieren a diez reyes de diez reinos. Dirigidos por el anticristo, estos diez reyes aborrecerán a esta ramera y la dejarán desnuda, devorarán sus carnes y la quemarán con fuego.
Apocalipsis 18:3 dice: “Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de su lujo”. Esto ciertamente se refiere a la Babilonia religiosa, la cual ha embriagado a todo el mundo con su vino. Las palabras “y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de su lujo” se refieren a la Babilonia material, la cual enriquece a la gente. Por lo tanto, la Babilonia religiosa hace que la gente se embriague, y la Babilonia material las enriquece de bienes materiales. La Babilonia del Antiguo Testamento era la Babilonia literal, y la Babilonia del Nuevo Testamento es la Babilonia simbólica. La Babilonia simbólica tiene dos aspectos: el aspecto religioso y el aspecto material. Según la historia, ambas han existido; una Babilonia religiosa y una Babilonia material. A los ojos del Señor, la Iglesia Católica Romana es la Babilonia religiosa, y la ciudad de Roma es la Babilonia material. Incluso Agustín dijo que Roma era Babilonia. Estos dos aspectos de Babilonia se encuentran en el libro de Apocalipsis. El aspecto religioso se encuentra en el capítulo 17, y el aspecto material, en el capítulo 18. Además, ambos están relacionados con Roma, uno con la Iglesia Romana, y el otro con la ciudad de Roma.
La frase de Apocalipsis 18:4, “salid de ella, pueblo Mío”, se refiere tanto a la Babilonia religiosa como a la material. Debido a que Babilonia está por caer, se le insta al pueblo de Dios que salga de ella. No se queden en Babilonia esperando a que ella caiga. Salgan de ella ahora.
Ahora llegamos al asunto de las hijas de la mujer, Babilonia la Grande, la cual se nos describe en Apocalipsis 17. Si la madre de las rameras es la Iglesia Católica Romana, entonces las hijas deben ser las religiones que continúan algunas de las prácticas babilónicas del catolicismo. La madre y las hijas componen una familia de rameras. Aunque en esta familia están la madre y las hijas, no vemos el esposo porque las que fornican no tienen un esposo apropiado. Ellas han estado con muchos hombres, pero ninguno de ellos es su esposo. La madre y las hijas se parecen. Lo que la madre es, también lo son las hijas. Hemos visto que la constitución de la madre es división con confusión e idolatría; por lo tanto, la constitución de las hijas es la misma. Así como las divisiones resultan en confusión, del mismo modo, la idolatría resulta en fornicación. De manera que hay cuatro palabras que describen adecuadamente a la madre de las prostitutas. Éstas son: división, confusión, idolatría y fornicación.
La iglesia no es simplemente el pueblo de Dios, sino también la esposa de Cristo. Cristo es tanto nuestro Dios como nuestro esposo. Con respecto a Cristo como nuestro Dios, debemos adorarlo a Él única y exclusivamente. Todo aquello que tengamos que no sea Él es un ídolo. Pero con respecto al Señor como nuestro esposo, la iglesia no debe tener una relación con ningún otro hombre. Si una mujer tiene relaciones con muchos hombres, comete fornicación. En la Biblia la idolatría y la fornicación están relacionadas. Según Números 25, cuando los moabitas indujeron a los hijos de Israel a cometer fornicación, los israelitas cayeron también en idolatría. Asimismo, cuando Salomón cometió fornicación al tomar centenares de esposas y concubinas, “sus mujeres le inclinaron el corazón tras dioses ajenos” (1 R. 11:4). Además, la iglesia en Tiatira, una prefigura de la Iglesia Católica Romana, estaba vinculada tanto con fornicación como con idolatría (Ap. 2:20). Todo ídolo es un esposo ilegítimo. El Señor es nuestro único Dios y nuestro único esposo. Aparte de Él, no debemos tener ningún otro. Antes bien, debemos ser una virgen pura desposada con nuestro marido (2 Co. 11:2). Amar cualquier cosa que no sea el Señor es practicar idolatría.
A los ojos de Dios, los nombres de las denominaciones, tales como luterano y episcopal, son deplorables. El nombre apropiado de mi esposa es la señora Lee. Sin embargo, supongamos que ella se identificara con un gafete que dice: “Sra. Smith”, y que aunque le aclara a la gente que es la señora Lee, continúa usando ese gafete adondequiera que va. Esto ciertamente causaría confusión; y para mí, su esposo, ello sería un grave insulto. Yo le diría: “¿Qué estás haciendo? ¿Acaso no eres mi esposa? Puesto que eres mi esposa, ¿por qué usas un gafete que dice que eres la señora Smith?”. Supongamos que ella dijera: “Por supuesto que soy tu esposa, y mi nombre es la señora Lee. No prestes atención a este gafete; no significa nada. Yo simplemente me lo pongo por conveniencia”. Aunque pensemos que los nombres de las denominaciones resultan convenientes, en realidad son indicios de fornicación. ¿Por qué lleva usted el nombre de Lutero? ¿Acaso le pertenece a Él? ¿Es Lutero su esposo? ¿Por qué lleva usted el nombre episcopal o metodista? ¿Son esos los nombres de su esposo? El nombre tiene mucha importancia. No trate de disculparse diciendo que los nombres denominacionales son en cierto modo convenientes. Esto es sutil. A los ojos del Señor cada denominación comete fornicación porque adopta un nombre que no es el de Jesucristo. En Apocalipsis 3:8 el Señor Jesús elogió la iglesia en Filadelfia por no haber negado Su nombre. Sin embargo, todas las denominaciones niegan el nombre del Señor, o por lo menos adoptan otro nombre además del nombre del Señor. Es muy grave hacer esto.
Examinen la situación actual del cristianismo; hay división, confusión, fornicación e idolatría. Las hijas de la gran ramera son aquellas que están relacionadas con estos asuntos. Aquellos que aún están en división y confusión, y cometen fornicación, son parte de las hijas de la ramera. La era en que vivimos es muy oscura. En la luz vemos las cosas claramente, pero en la oscuridad no podemos ver nada. La mayoría de los cristianos hoy en día está en tinieblas. Debido a que están en tinieblas, participan en división, confusión y fornicación, sin siquiera percatarse de ello. Sus sentidos han sido embotados; cometen fornicación sin darse cuenta de lo que realmente están haciendo. Cuán urgente es que ellos sean alumbrados. Hoy en día el Señor está hablando. Por medio de Su hablar, Él nos alumbra. En estos días todos estamos siendo alumbrados por Él. Después de leer este mensaje, usted no podrá decir que no entiende claramente lo que es la división, la confusión, la fornicación y la idolatría.
En el mensaje anterior les dije que si le preguntamos a alguien a qué iglesia pertenece estamos haciendo una pregunta divisiva. Mientras usted esté en una división, está en Babilonia. Pero en el recobro del Señor aborrecemos la división y la confusión. Cada vez que me encuentro con un hermano, me siento satisfecho con el hecho de descubrir que es un creyente genuino. Una vez que sé que es verdaderamente un hermano en el Señor, no le hago más preguntas queriendo averiguar si es bautista, presbiteriano o metodista. Hacer preguntas como éstas es ser divisivos. Nosotros no causamos división. Amamos a todos los hermanos cristianos independientemente de si son presbiterianos, bautistas, luteranos, metodistas o episcopales. No soy metodista. Si lo fuera, le preguntaría a un hermano si es metodista o no. Si él lo fuera, lo amaría. Sin embargo, nosotros no somos metodistas ni somos miembros de ninguna denominación. Antes bien, simplemente somos cristianos. En lugar de ser divisivos, amamos a todos nuestros hermanos, incluyendo a los que están en la Iglesia Católica, quienes han sido verdaderamente salvos.
Somos todo-inclusivos y amamos a todos nuestros hermanos. Si yo le preguntara a un hermano si habla en lenguas o no, con ello mostraría que estoy en contra o a favor del hablar en lenguas. Si estoy en contra del hablar en lenguas, querría averiguar si otros hablan en lenguas. De ser así, los condenaría. Esto causa división. Asimismo, si estoy a favor del hablar en lenguas, también querría averiguar si otros hablan en lenguas. De ser así, los amaría porque estoy a favor del hablar en lenguas. Esto también causa división. No nos importa si un hermano habla en lenguas o no. Simplemente mostramos interés por él porque es un hermano cristiano. No somos personas divisivas, sino todo-inclusivas. Cada vez que hagan preguntas para averiguar dónde se encuentra un hermano, estarán siendo divisivos. En las iglesias locales no investigamos a las personas para saber dónde se encuentran. Más bien, recibimos a todos los cristianos. Recibimos a aquellos que hablan en lenguas, como también a los que no hablan en lenguas, a aquellos que tienen el cabello largo como también a los que lo tienen corto. Recibimos a los presbiterianos, a los luteranos e incluso a los católicos. Recibimos a todos los creyentes genuinos. ¡Cuán equivocados están los que nos condenan por tener una mentalidad demasiado estrecha! Al contrario, tenemos una mentalidad muy abierta.
Después de leer estos mensajes acerca de Babilonia, es posible que usted se sienta tentado a condenar a otros por estar en Babilonia. Les recomiendo que nunca hagan esto. No vayan a visitar a sus familiares y amigos que están en las denominaciones para decirles que están en Babilonia. Cuídense de hacer esto.
En la edificación del tabernáculo no se usaron piedras. El tabernáculo fue edificado con oro y madera. El oro representa la naturaleza de Dios, y la madera denota la humanidad de Cristo. Por consiguiente, el tabernáculo como la morada de Dios fue edificado con la divinidad y la humanidad de Cristo. El templo fue edificado principalmente con piedras, aunque también fue edificado en parte con madera. Por tanto, era una combinación de madera y piedra. La madera también se menciona en la reedificación del templo. Hageo 1:8 dice: “Subid al monte, traed madera y reedificad la casa”. Aunque la madera se menciona en Hageo, ésta no se menciona en Zacarías. En Zacarías vemos la piedra cimera (Zac. 4:7), lo que indica que la reedificación del templo se llevó a cabo principalmente con piedras. ¿Cómo podría haber una piedra cimera y no haber también una piedra de fundamento? Y, ¿cómo podría haber una piedra cimera y no haber también una piedra angular? Los edificios que estaban en la buena tierra fueron construidos de la siguiente manera: tenían un fundamento de piedra, una piedra angular que unía las paredes, y una piedra de coronación, llamada la piedra cimera, que cubría al edificio por encima. Así pues, el hecho de que se mencionara la piedra cimera en Zacarías 4:7 deja implícito que había una piedra de fundamento y una piedra angular. Por lo tanto, en la reedificación del templo se usó más la piedra que la madera. Esto lo confirma lo dicho por el Señor en Mateo 24:2. En este versículo el Señor Jesús, refiriéndose al templo, dice: “No quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”. El edificio máximo de Dios, la Nueva Jerusalén, no contendrá nada que sea de madera. Éste será edificado con oro, perlas y piedras preciosas. El edificio de Dios empezó con madera. Poco a poco, las piedras fueron añadidas. Al final, no habrá madera, sino únicamente piedras.
Es necesario que veamos cómo aplicar esto a nosotros hoy. Cuando nos reunimos por primera vez como iglesia local, prácticamente no había ninguna piedra. Simplemente veníamos con el oro y la madera, es decir, con la divinidad y la humanidad de Cristo. En aquel tiempo la edificación de la iglesia dependía solamente de la divinidad y la humanidad de Cristo. El comienzo de toda iglesia local es siempre así. Sin embargo, a medida que crecemos en Cristo y Cristo crece en nosotros, llegamos a estar más vinculados con Cristo y somos más fortalecidos.
En el pasado ustedes probablemente ni siquiera eran madera. Más bien, una bola de algodón. Traten de recordar cuando vinieron a la vida de iglesia. ¿No eran de algodón? Yo todavía recuerdo el día en que vine a la iglesia en 1932. Sin duda alguna, no era más que una bola de algodón. Yo era suave, cálido, amable y bondadoso, y les caía bien a todos. Sin embargo, poco a poco fui cambiando de algodón y me convertí en madera dura. Con el tiempo la madera se petrificó a medida que la vida divina fluía en mí. Este fluir se llevó mi naturaleza de madera y la reemplazó con los minerales celestiales y divinos. Aparentemente, sigo siendo madera; pero en realidad, me he convertido en piedra. Cuando en mi experiencia era una bola de algodón, tenía muy poco que ver con Cristo. Cristo era el oro y la madera con los cuales se edificó el tabernáculo, y yo era una bola de algodón que estaba dentro del tabernáculo. Cuando usted es una bola de algodón, tal vez ame al Señor y crea en Él, pero en términos de la experiencia tiene muy poco que ver con Él. Él sigue siendo Él, y usted sigue siendo usted. Él es el oro y la madera, y usted es una bola de algodón. Sin embargo, con el tiempo, en la vida de iglesia, usted llega a estar más vinculado con Cristo, y Cristo se forja en su ser.
Cuando entremos en la Nueva Jerusalén, ya no seremos bolas de algodón ni trozos de madera, sino que todos seremos piedras preciosas. Todas las piedras preciosas son duras. Lo que se necesita hoy en el recobro del Señor son piedras. De ninguna manera desecharemos a los que son como bolas de algodón. Ciertamente los acogeremos, pero con la esperanza de que cada día y poco a poco pasen de ser algodón a ser madera, y de ser madera a ser piedras. Finalmente, el templo de Dios, la habitación de Dios, será edificado con piedras. El Señor mismo es la piedra de fundamento, la piedra angular y la piedra cimera, y nosotros también debemos ser piedras vivas (1 P. 2:5). El Nuevo Testamento nos dice claramente que el material con que se edifica la iglesia no es la madera, el heno ni la hojarasca, sino el oro, la plata y las piedras preciosas (1 Co. 3:12).
Tengo la certeza de que el testimonio del Señor en Europa será sometido a más pruebas que Su testimonio en los Estados Unidos, porque Europa es el territorio donde están la madre ramera y sus hijas mayores. Las iglesias locales en este territorio deben ser fuertes, y cada una de ellas debe ser una piedra. Cuando Pedro fue traído al Señor, el Señor cambió su nombre de Simón a Cefas, que significa piedra (Jn. 1:42). En Mateo 16 Pedro recibió la revelación de que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, y el Señor Jesús le dijo: “Tú eres una piedra, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18, gr.). Aquí vemos que la iglesia es edificada con la piedra sobre la roca. La única manera en que podemos llegar a ser piedras es que disfrutemos a Cristo y le comamos. Cuando comemos, ocurre un cambio metabólico en nuestro ser. Cuando comemos, recibimos alimento en nosotros. Finalmente, el alimento es digerido y asimilado hasta que se convierte en nuestras fibras. Esto opera un cambio, una transformación, en nuestro ser. No basta con que tengamos la doctrina de Cristo. Debemos abrir nuestro ser, ejercitar nuestro espíritu y recibir a Cristo en nuestro interior. No debemos recibir la doctrina de Cristo en nuestro intelecto, sino recibir a Cristo como Espíritu vivificante en nuestro ser, y permitir que este Espíritu sea el elemento que nos transforme y nos cambie de forma metabólica. Esto no tiene que ver con el hecho de corregir exteriormente nuestro comportamiento, sino con el hecho de experimentar interiormente una transformación en nuestro ser. De este modo llegaremos a ser piedras. Esto es lo que el Señor desea hoy.
No me interesa simplemente enseñarles ni simplemente edificarlos en su fe. Antes bien, hago todo lo posible por ministrarles el elemento de Cristo. No me gusta impartir conocimiento. En vez de ello, prefiero ministrarles al Cristo que transforma. Si ustedes reciben a este Cristo, no volverán a ser los mismos. Cada uno de estos mensajes es una inyección. Después de que hayan recibido estas inyecciones, no podrán ser los mismos, aunque quisieran. ¡Aleluya por las inyecciones de Cristo! Estoy plenamente convencido de que estas inyecciones celestiales nos convertirán en piedras por causa de la iglesia hoy y, finalmente, por causa de la Nueva Jerusalén.