
Lectura bíblica: Ef. 2:21-22; 1 Co. 14:4-5, 12
En este capítulo hablaremos acerca de la obra edificadora de Dios de una manera más específica. Hemos dicho repetidas veces que la obra edificadora de Dios consiste en que Dios mismo sea edificado en el hombre y que el hombre sea edificado en Dios. Sin embargo, aquí queremos prestar atención a algo particular. Dios no sólo desea edificarse en los cristianos individuales ni simplemente edificar a los cristianos individuales en Él; más bien, Su deseo es edificarse en nosotros, una entidad corporativa, así como edificarnos a nosotros corporativamente en Él. Además, Dios desea edificar a todos los cristianos conjuntamente. Por lo tanto, Dios, al llevar a cabo Su obra de edificación, no sólo nos edifica juntamente consigo mismo, sino que también nos edifica a todos conjuntamente unos con otros.
Las Escrituras claramente nos muestran que el edificio universal de Dios es un hombre de grandes proporciones, un hombre universal. La Cabeza de este hombre universal es Dios mismo, y el Cuerpo se compone de todos los redimidos, quienes han sido conjuntamente edificados. Es por ello que la Biblia dice que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y que Cristo es la Cabeza de la iglesia (Ef. 1:22-23; Col. 1:18). Cristo y la iglesia juntos, unidos, conforman un hombre completo. Todo el Nuevo Testamento nos habla acerca de este hombre universal, mostrándonos cómo Dios en Su Hijo es la Cabeza misteriosa, cómo todos los redimidos que han sido edificados por Él en el Espíritu Santo llegan a ser el Cuerpo misterioso, y cómo Él y Sus redimidos son conjuntamente edificados para ser el gran hombre misterioso en este universo.
Este hombre universal no sólo declara la relación que existe entre Dios y nosotros, los salvos, sino que también muestra la relación que tenemos unos con otros. Como miembros del Cuerpo, somos mutuamente coordinados y edificados. No sólo cada miembro es edificado junto con la Cabeza, sino que también todos los miembros son edificados juntamente unos con otros. Es por ello que la Biblia dice que somos el Cuerpo de Cristo y miembros cada uno en particular (1 Co. 12:27). Ya que es así, no podemos estar solos, sino que tenemos que estar juntos. Fíjese en los miembros de su cuerpo físico. Ninguno de ellos está solo, ni ninguno puede estar solo; antes bien, cada uno tiene que estar unido a los demás miembros. De igual forma, como cristianos que somos no podemos estar solos, sino que necesitamos unirnos a los demás cristianos. Recuerden que estar unidos equivale a estar en coordinación, que es a lo que nos referimos cuando hablamos de la edificación.
Las Escrituras también dicen que la iglesia es la casa edificada por Dios y que nosotros somos piedras usadas en este edificio (1 P. 2:5). Así como una casa se edifica con muchas piedras, de igual manera la iglesia como edificio espiritual es edificada con todos nosotros, las piedras vivas. Por lo tanto, este edificio no sólo incluye el que nosotros nos unamos a Dios, sino también el que estemos unidos y coordinados unos con otros.
Por esta razón, cuando la Biblia se refiere a la iglesia siempre nos muestra que la obra de edificación que Dios realiza no sólo nos edifica a cada uno de nosotros individualmente con Dios, sino que también edifica a todos los santos conjuntamente. Por lo tanto, a fin de tener parte en el edificio de Dios, tenemos que ser edificados con todos los santos conjuntamente.
Con base en nuestra experiencia como personas salvas, podemos entender que podríamos ser independientes si en vez de ser cristianos fuésemos cualquier otra clase de personas. Ningún cristiano puede ser independiente. He conocido a algunos hermanos y hermanas que trataron de ser cristianos independientes y vivir solos delante de Dios porque se sentían descontentos con la iglesia y los demás santos de su localidad. Sin embargo, sus intentos siempre solían terminar en un rotundo fracaso. Alguien una vez me dijo: “Hermano Lee, siento que no tiene sentido tener comunión con los hermanos y hermanas aquí; la condición de ellos es lamentable. Además, las reuniones aquí son muy pobres. No recibo ningún beneficio cuando asisto a las reuniones; en vez de ello, la situación muchas veces entristece mi corazón e incluso a veces hace que desprecie a los santos y los condene. Así que siento que lo mejor es que no vaya a las reuniones. Sería mejor que me acerque a Dios y ore delante de Él a solas”. Tal vez esto suene muy razonable, pero todo el que intente hacer esto a la postre descubrirá que el resultado de ser independiente es el fracaso.
Hermanos y hermanas, debemos ver que no podemos ser cristianos independientes. Por débil y pobre que sea la condición espiritual de los hermanos y hermanas de su localidad, si usted se separa de ellos, acabará en una condición aún más débil y pobre que la de ellos. De hecho, acabará en plena miseria. Ese día usted entonces comprenderá que aun la reunión más pobre lo beneficia, y hasta el hermano o hermana más débil y pobre le brinda ayuda. Usted descubrirá que no puede seguir adelante sin ese hermano o hermana a quien usted consideraba completamente inútil. Si usted se aleja de cierto hermano o hermana que, a su parecer, no es bueno para nada, un día comprenderá que es más bien usted, y no ese hermano o hermana, quien no es bueno para nada.
Es ciertamente maravilloso que aun la reunión más débil brinda ayuda a las personas, y que la reunión que tiene menos para dar aún tiene algo que dar a las personas. En tal reunión a usted tal vez le parezca que no ha recibido nada, pero de hecho sí ha recibido algo. Recuerden que esto simplemente se debe a que los cristianos no podemos ser independientes. Dios no solamente está en usted, sino también en mí y en todos los demás hermanos. Él está en todos los que conforman Su pueblo. Usted no puede ser independiente. Una vez que usted llega a ser independiente, pierde la presencia de Dios.
Tomemos como ejemplo mi mano. Si mi mano se hace independiente, de inmediato perderá la presencia y suministro de mi cuerpo. Mi mano es protegida, abastecida y sustentada porque está unida a mi cuerpo. Si se separa de mi cuerpo, no puede ejercer su función porque ha perdido su suministro, su protección y su sustento. Por consiguiente, mientras mi mano está unida a mi cuerpo, aparentemente ella es responsable por todo lo que hace; pero en realidad es mi cuerpo que es responsable por todo lo que hace mi mano.
Cuánto quisiera que los hermanos responsables y los hermanos y hermanas que son colaboradores en todas las localidades conocieran y apreciaran el apoyo y el suministro del Cuerpo. Los ancianos debieran pensar en cómo serían las cosas si sólo hubiera un pequeño grupo de ancianos y no estuvieran los demás hermanos y hermanas de la iglesia. Les pregunto a ellos: ¿aún podrían administrar los asuntos de la iglesia? Esto les permite ver que no es usted quien es competente para administrar, sino que son los santos quienes lo sostienen a usted para que pueda ejercer la administración. Del mismo modo, los hermanos y hermanas que son colaboradores son capaces de llevar a cabo la obra en cierto lugar porque allí hay hermanos y hermanas que los sostienen y los apoyan en su obra. Aparte de este apoyo, ellos no podrían hacer nada. Es debido a esto que yo mismo puedo estar aquí de pie y dar un mensaje. Siempre le doy gracias al Señor por esto y le digo: “Señor, te alabo y te doy gracias; si no fuera por el apoyo de tantos hermanos y hermanas, estaría aquí enmudecido, sin poder hablar mucho”. Recuerden que éste es el principio del Cuerpo. En el Cuerpo todos los miembros se apoyan mutuamente, y ninguno puede estar sin los demás.
Usemos como ejemplo nuestras piernas. ¿Son las piernas las que nos sostienen a nosotros o somos nosotros los que sostenemos nuestras piernas? Es difícil determinarlo. Aparentemente nuestras piernas sostienen el peso de nuestro cuerpo, pero poco nos damos cuenta de que todo nuestro cuerpo también sostiene nuestras piernas. Sin duda alguna, después de estar de pie por largo rato, nuestras piernas se cansarán; pero cuando descansamos, ¿son sólo nuestras piernas las que descansan? No. Todo nuestro cuerpo necesita descanso porque todo nuestro ser está agotado. Esto nos muestra que cuando estamos de pie, aparentemente son nuestras piernas las que sostienen nuestro cuerpo; pero en realidad es nuestro cuerpo el que sostiene nuestras piernas y les provee la fuerza para que lo sostenga.
Les menciono todo esto para mostrarles que la verdadera edificación no es la que se lleva a cabo entre usted y Dios, sino también entre usted y todos los santos. Usted debe ser edificado no sólo con Dios, sino también con todos los santos. Una cosa es segura: cuanto más un cristiano sea edificado y unido a los demás, más fuerte será. Asimismo, cuanto más él se separe y se aísle de los demás, más se debilitará. A veces en la iglesia encontramos a algunos hermanos y hermanas que son como gotas de aceite. Aparentemente están en el agua, pero en realidad sólo flotan en el agua y no son uno con ella. Tales hermanos están en reclusión, en aislamiento. Créanme, un hermano o hermana que sea así, será muy débil. Por otra parte, también hay hermanos y hermanas que están siempre unidos, coordinados y edificados con los demás santos. Tales santos ciertamente serán fuertes.
Una de las verdades cruciales de las Escrituras es la edificación de la iglesia. En el Nuevo Testamento la palabra edificación es una palabra muy importante. Desafortunadamente, en la traducción china de la Biblia, la palabra que significa “edificación”, o sea, una edificación corporativa, en muchos casos se traduce como “edificación individual”. Es preciso que sepamos que existe una gran diferencia entre la edificación individual y la edificación corporativa. Podríamos decir que esta última edificación incluye la primera, pero la primera no es equivalente a la segunda. Usemos como ejemplo un montón de piedras. Antes que podamos usarlas para construir una casa, es necesario hacer pasar a cada una por un proceso. Tenemos que cortar de ellas todos los ángulos innecesarios y limar todas las asperezas. Sólo cuando esto se haya logrado, podrán ser conjuntamente edificadas. Este proceso de preparación de las piedras corresponde a la edificación individual. Por lo tanto, la edificación individual tiene por objetivo la edificación corporativa, y la edificación corporativa incluye la edificación individual.
Sin embargo, hay una clase de edificación en la que sólo vemos la edificación individual. Por ejemplo, si un artesano toma una piedra de jade áspera y trabaja en ella, tallándola para darle la forma de un monito o un caballito a fin de que la gente pueda admirarla, esto es meramente la edificación individual, no la edificación corporativa. Me temo que por años muchos hermanos y hermanas han experimentado solamente la edificación individual, y no la edificación corporativa. También me temo que por todos estos años los colaboradores en todas las localidades han sido simplemente artesanos que han estado tallando el jade. Lo único que han producido son unos cuantos hermanos y hermanas hermosos para que la gente los admire. Uno de estos colaboradores podría decir: “Oh, antes que viniera a laborar aquí, estos hermanos y hermanas no leían la Biblia. Tampoco tenían una comunión espiritual con Dios, y mucho menos sabían lo que es ser disciplinados. Todos eran irascibles y tenían muchos otros problemas. Sin embargo, después que los edifiqué en su fe por cierto tiempo, ahora leen la Biblia, saben tener comunión con el Señor y están aprendiendo a aceptar la disciplina. Oh, miren su condición ahora. ¡Cuán hermosos son! ¡Cuán dignos son de ser alabados y admirados!”. Sin embargo, debemos recordar que simplemente embellecer a alguien a través de la obra de edificación individual no necesariamente lo hace útil. Los monitos y caballitos tallados ciertamente se ven hermosos y provocan nuestra admiración, pero son completamente inútiles para edificar una casa.
Una vez estuve en cierto lugar, y los hermanos allí me hablaron muy bien de dos personas entre ellos, diciendo que tales personas amaban mucho al Señor y eran muy espirituales. Al principio yo no conocía muy bien su verdadera situación, puesto que era la primera vez que estaba allí. Pero después de observarlos un poco en los días que estuve allí, sentí que la condición de ese hermano y esa hermana ciertamente era muy buena y admirable. Al mismo tiempo, sin embargo, me pareció que no habían sido edificados en la iglesia. Si usted tenía contacto con ellos, podía percibir que estaban aislados, que eran excepcionales y que manifestaban el sabor de estar por encima de los demás. Ellos amaban a los hermanos y hermanas, pero no estaban conectados con ninguno de ellos. Vivían solos delante de Dios y tenían muy poca comunión con otros. Según ellos, esto era seguir al Señor en soledad. Ellos incluso sentían que su situación era como la del Señor Jesús cuando estuvo en el huerto de Getsemaní y ninguno podía velar con Él en oración. Esto les permite ver que la condición espiritual de estos dos santos era cuestionable. Aparentemente, eran muy espirituales y muy hermosos, pero en realidad eran inútiles en la iglesia. Más tarde, les dije a los hermanos en un tono un tanto jocoso: “Ciertamente ustedes tienen aquí dos santos muy hermosos. Sin embargo, me parece que es un error que ellos estén aquí. Debieran mejor enviarlos al museo para que la gente los admire allí”.
Hermanos y hermanas, es menester que veamos que unirnos al Señor solamente no es suficiente. Esa clase de unión está descentrada y desequilibrada. También es necesario que nos unamos a nuestros hermanos y hermanas. Independientemente de cuán espiritual usted sea, aún necesita coordinar con los hermanos y hermanas de su localidad. Necesita orar con los débiles y tener comunión con los jóvenes. Más aún, necesita hablar las mismas cosas que ellos hablan. Debe acercarse y brindar apoyo incluso a aquellos que han caído o han vuelto atrás. Sólo cuando usted se una a otros, podrá verdaderamente ser espiritual, fuerte y útil.
En una iglesia local, que es parte del edificio de Dios, no nos preocupa que las piedras no sean bonitas, sino que no estén dispuestas a ser edificadas con otras piedras. Por hermosa que sea una piedra, es inútil a menos que sea edificada. Las iglesias locales necesitan la edificación. Cuando una piedra ha sido edificada en una casa, hay una piedra que la presiona por encima, otra que la sostiene por debajo, otras que la aprietan por ambos lados y una piedra conectada a ella por detrás y otra adherida a ella por delante. En otras palabras, hay piedras por arriba, por debajo y alrededor; hay piedras a la izquierda, a la derecha, en frente y detrás. Estas piedras quizás no sean tan hermosas, pero están firmemente unidas para llegar a ser un edificio habitable. Estas piedras no tendrían ningún valor si fueran enviadas a un museo; pero cuando son puestas como parte de la casa, cada una de ellas es indispensable y útil.
Es preciso que veamos claramente que a Dios no le interesa la simple edificación individual; lo único que Él desea es el edificio. Dios no simplemente quiere que algunos materiales se vean bien individualmente; lo que Él quiere obtener es una casa. La intención de Dios no consiste simplemente en edificar a los cristianos individualmente para que sean una exhibición que despierte el aprecio de los demás; antes bien, Su intención es edificar a los muchos cristianos conjuntamente como casa espiritual para que sean la morada mutua de Dios y el hombre en la cual Dios y el hombre puedan reposar.
Por lo tanto, Efesios 4 nos dice que, habiendo ascendido, el Señor dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas y a otros como pastores y maestros para la edificación del Cuerpo de Cristo (vs. 8, 11-12). En 1 Corintios 14:12 leemos: “Puesto que estáis ávidos de espíritus, procurad sobresalir en la edificación de la iglesia”. Algunas versiones traducen aquí “espíritus” como “dones espirituales”. Esto también nos muestra que el Espíritu da dones a los que están en la iglesia, no para edificar a los creyentes individualmente a fin de que cada uno se vea hermoso, sino para que los creyentes que están dispersos sean conjuntamente edificados. Pablo también dijo que nosotros, como colaboradores de Dios, estamos edificando la casa de Dios (3:9-10). Por lo tanto, vemos que la obra de Pablo era también una obra de edificación.
Lamentablemente, hoy en día son muy pocos los que han visto que Dios desea realizar esta clase de obra, ¡y más pocos aún los que permiten que Dios realice esta clase de obra en ellos! En muchos lugares uno puede ver muchos grupos cristianos donde se reúne un buen número de cristianos, algunos de los cuales son espirituales y fervientes. Sin embargo, difícilmente uno puede ver una iglesia que haya sido edificada. En todo lugar vemos muchos materiales dispersos o amontonados, pero no podemos ver la iglesia edificada. En casi todo el cristianismo de hoy, no vemos una piedra edificada sobre otra (cfr. Mt. 24:2).
Todos debemos reconocer que Dios no está satisfecho con la condición actual del cristianismo. La condición de los hijos de Dios en todo lugar no está a la altura de lo que Dios desea. Lo que Dios desea hoy es una casa, no un montón de materiales. Así como es inaceptable tener un apilamiento de materiales rotos, viejos y de aspecto desagradable, igualmente es inaceptable tener un apilamiento de materiales que han sido tallados muy bien y que han sido trabajados adecuadamente, pero que no han sido edificados. Dios desea obtener una iglesia edificada, no simplemente unas cuantas personas espirituales. Por lo tanto, la obra de Dios hoy es una obra de edificación corporativa, y no una obra de edificación individual. Cualquier edificación individual que recibamos no es simplemente con el propósito de que seamos espirituales individualmente; más bien, tiene la finalidad de que seamos aptos para coordinar y para ser edificados con otros. Si vemos esto, nuestros conceptos cambiarán radicalmente. Ya no procuraremos simplemente ser espirituales individualmente, sino que procuraremos ser coordinados y edificados con todos los santos. Creo que el Espíritu Santo realizará una obra para capacitar a los hermanos y hermanas a fin de que esta visión llegue a ser para ellos cada vez más clara.
A fin de que la iglesia sea edificada, tenemos que tratar el asunto de ser quebrantados. Si queremos ser edificados conjuntamente, todos tenemos que ser quebrantados. Sin el quebrantamiento, no hay edificación. Usted y yo sólo podremos ser edificados conjuntamente cuando hayamos sido quebrantados un poco. Consideren una persona que cultiva árboles. Cuando él realiza un injerto de dos árboles, primero tiene que cortar un poco ambas ramas. Después de esto, las une, las ata y después de cierto tiempo los dos árboles crecerán juntos. Si no son cortados, aun cuando usted ate las ramas firmemente, éstas no podrán crecer juntas. Otro ejemplo es el de edificar una casa. En su mayor parte, toda la madera que es usada tiene que ser cortada, aserrada, diseñada y tallada antes que pueda ser clavada y unida a otras piezas. Del mismo modo, en la edificación de la iglesia, todo lo natural en nosotros debe ser quebrantado antes que podamos ser unidos a otros. Todo lo natural en nosotros, ya sea nuestra capacidad, nuestro discernimiento o nuestro fervor, es inadecuado para la edificación. Sólo podemos ser edificados después que nuestro ser natural haya sido quebrantado.
Una vez fui a cierta localidad y uno de los hermanos de ese lugar me dijo: “Hermano Lee, le doy muchísimas gracias al Señor y lo alabo porque hay dos hermanos aquí que son muy competentes. Ellos tienen mentes muy claras y lúcidas y hacen todo con gran perspicacia. Son muy prometedores”. Siempre que escucho algo semejante, esto despierta mucha preocupación en mi corazón. Y tal como me lo temía, al cabo de un poco más de medio año cuando volví a visitar esa localidad, el hermano que anteriormente había hablado conmigo me habló esta vez de manera diferente. Dijo: “Ay, hermano Lee, nuestra situación aquí es muy difícil. ¿No le dije a usted la vez pasada que teníamos aquí dos hermanos que eran muy competentes? Pues bien, ahora estos dos hermanos se han convertido en un problema entre nosotros. Ellos son verdaderamente inteligentes y competentes, pero simplemente menosprecian a los demás y no pueden ser uno con nadie”.
Una vez un hermano me dijo: “Oh, hermano Lee, doy gracias al Señor y lo alabo, pues recientemente el Señor ha levantado entre nosotros a un hermano que es muy fiel en las ofrendas materiales. Ahora no tenemos necesidades”. Cuando escuché esto, me sentí muy preocupado y, como era que esperar, al cabo de un año me llegaron noticias de que en esa iglesia local ese hermano era el mayor problema. Es cierto que ofrendaba mucho desde el punto de vista económico; pero desde el momento en que él vino, vinieron también sus opiniones. Cuando su dinero venía, sus conceptos también venían. A causa de él, la iglesia sufrió mucho.
Hermanos y hermanas, hay muchas historias similares a éstas. En todos estos ejemplos todas las dificultades se deben a que los santos no han sido quebrantados. Si nuestro ser natural permanece intacto, estaremos llenos de opiniones e ideas y tendremos un yo fortalecido. Estas cosas derribarán la iglesia en vez de edificarla.
Por consiguiente, el requisito para ser edificados es que seamos quebrantados. A fin de ser edificados con todos los hermanos y hermanas en la iglesia, usted tiene que ser quebrantado. Incluso sus cualidades positivas y espirituales deben ser quebrantadas. ¿Es usted alguien que ora constantemente? Necesita ser quebrantado en el asunto de la oración. ¿Es usted alguien que lee la Palabra diligentemente? Necesita ser quebrantado aun en el asunto de leer las Escrituras. ¿Es usted alguien que hace mucho hincapié en tener comunión con el Señor? Necesita ser quebrantado aun en este asunto de tener comunión con el Señor. ¿Recalca usted el asunto de ser quebrantados por la cruz? Necesita ser quebrantado también en este asunto. Me temo que hay algunos que promueven el quebrantamiento de la cruz, pero ellos mismos son más duros que los demás. ¿Promueve usted la predicación del evangelio? Esto también tiene que ser quebrantado. Todas estas cosas espirituales, mucho menos las demás cosas, tienen que ser quebrantadas. Por consiguiente, sus opiniones, sus conceptos, su capacidad, su elocuencia e incluso su amor por el Señor y su práctica de dar ofrendas materiales, todo ello, necesita ser quebrantado. Es sólo cuando usted haya sido quebrantado que podrá ser coordinado y edificado con los demás.
En realidad, los problemas que existen en la iglesia no provienen de los cristianos que son indiferentes, sino de los que son fervorosos; no provienen de los que han vuelto atrás, sino de los que buscan más del Señor; no provienen de los que no ofrendan, sino de los que ofrendan. Los problemas en la iglesia no provienen de los que no tienen ningún talento, sino de los más talentosos, ni tampoco provienen de los que no son elocuentes, sino de los predicadores más competentes. Si no son disciplinados ni quebrantados los que son más fervorosos, buscan más del Señor, le aman, hacen contribuciones económicas, son competentes y pueden predicar el evangelio, entonces cuantas más personas de esta índole se hallan en la iglesia, más problemas tendremos. Éstas son precisamente las personas que causan daño a la iglesia. Ellas son las que causan gran sufrimiento para la iglesia. Son precisamente estas personas las que traen muerte. También son las mismas personas que hacen que la iglesia pierda la bendición.
A veces en una iglesia local dos hermanos son muy competentes, y su predicación es atractiva. No obstante, puesto que ellos nunca han sido quebrantados ni edificados, empiezan a pelearse entre sí desde la plataforma. Así que un hermano da un mensaje hoy para atacar al otro hermano, y al día siguiente el otro hermano da un mensaje para contraatacar. Es posible que sean muy buenos oradores, pero derriban la iglesia. En el pasado, antes que estos dos hermanos vinieran, la iglesia no tenía buenos oradores. Sin embargo, la bendición del Señor y Su presencia estaban allí. Pero ahora, debido a la habilidad de estos dos hermanos para predicar, la iglesia ha sido desolada y la presencia del Señor se ha perdido.
¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos permita ver cuán serio es este asunto! Que el Señor nos dé la disposición de aprender a ser severamente quebrantados en todo, incluyendo nuestro fervor, nuestra elocuencia, nuestra capacidad y nuestra práctica de dar ofrendas materiales. Entonces comprobarán que si Dios hoy está llevando a cabo alguna operación en ustedes, dicha operación consiste en guiarlos a que reciban Su quebrantamiento. Incluso toda la dirección que el Señor les da a ustedes en su entorno es para que sean quebrantados. Es sólo cuando sean quebrantados que podrán ser edificados junto con otros santos. Dondequiera que se lleve a cabo la edificación, allí estará la bendición de Dios; y dondequiera que se lleve a cabo la edificación, allí estará la casa de Dios. En esta casa, tanto Dios como el hombre pueden hallar reposo.