
Lectura bíblica: 2 S. 23:2; Hch. 6:10; Ap. 2:7; 22:17
Por muchos años los cristianos han leído 1 Corintios 14, pero no han tenido la manera de llevar a cabo lo que se menciona allí, y como resultado, por siglos la mayoría de los maestros cristianos ha descuidado este capítulo. Sin embargo, algunos sí ofrecieron una definición adecuada de la palabra profetizar, diciendo que era hablar de parte de alguien, proclamar y predecir. Pero no vieron que en 1 Corintios 14 profetizar denota solamente hablar por Dios y proclamar a Dios. Profetizar en este capítulo no tiene el significado de predecir. Esto se demuestra con los versículos 3 y 24. El versículo 3 dice: “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, aliento y consolación”. Profetizar en 1 Corintios 14 es hablar para edificar la iglesia, dar aliento con respecto a la obra del Señor y tener consuelo en nuestra vida diaria. La edificación, aliento y consolación no tienen nada que ver con predecir. El versículo 24 dice: “Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es examinado”. Convencer y examinar a otros, exponer su condición, no es predecir. La mayoría de los cristianos no vieron esto claramente; por tanto, no tuvieron la práctica adecuada en cuanto al profetizar. Los creyentes pentecostales prestaron mucha atención a 1 Corintios 14, pero lo malentendieron, enseñando que profetizar en este capítulo significa predecir.
En 1937 el hermano Nee vio la visión que profetizar es hablar por Dios y por Cristo y es proclamar a Dios y a Cristo. Él vio que profetizar es el factor básico de una reunión de la iglesia en mutualidad, y que no debe haber solamente un orador en la reunión. En 1 Corintios 14:31 se nos dice: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan y todos sean alentados”, y el versículo 24 dice: “Pero si todos profetizan”. Todos podemos hablar, y todos debemos hablar. El versículo 26 dice: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene”. Basado en todos estos versículos, el hermano Nee vio que 1 Corintios 14 se refiere a una reunión en mutualidad en la cual todos hablan y todos escuchan. Sin embargo, en aquel entonces no encontramos la manera de reemplazar el “servicio” matutino tradicional del día del Señor, donde una persona habla y los demás escuchan. Así que, nosotros también hasta cierto punto en nuestra práctica, dejamos este asunto a un lado.
Casi cincuenta años después, en 1984, empezamos a considerar más este asunto, y desde entonces hemos hablado de esto por más de cinco años. Lo hemos estudiado una y otra vez, y creo que el Señor ha tenido misericordia de nosotros y nos ha mostrado la verdadera denotación de profetizar según 1 Corintios 14 y la manera de practicar esta clase de profetizar. De todos los mensajes que he dado sobre este asunto en los últimos cinco años y medio, los primeros tres mensajes de esta serie, titulados: “El conocimiento básico”, “Los modelos” y “Los constituyentes básicos de una profecía”, son los más cruciales. Espero que todos los santos inviertan mucho tiempo para zambullirse en estos tres mensajes y practiquen lo que está escrito en ellos. Si aprendemos a profetizar de manera apropiada, adecuada, según 1 Corintios 14, daremos un gran paso a favor del recobro del Señor. Tenemos el conocimiento básico acerca de profetizar y hemos visto los modelos de profetizar y los constituyentes de una profecía. Sin embargo, hay un obstáculo principal para nuestro profetizar, y todos debemos esforzarnos para vencerlo.
Como hemos visto, profetizar consiste en hablar por Dios y por Cristo y en proclamar a Dios y a Cristo. Hablar de esta manera equivale a cooperar con el Espíritu de Dios y de Cristo, el cual es un Espíritu que habla (2 S. 23:2; Hch. 6:10). La Biblia nos revela que Dios es un Dios que habla. Hebreos 1:1-2 dice: “Dios, habiendo hablado en muchas ocasiones y de muchas maneras en tiempos pasados a los padres en los profetas, al final de estos días nos ha hablado en el Hijo”. Dios no es un Dios mudo; Él siempre está hablando. El hablar más elevado y más grandioso de todo el universo es la Biblia, que contiene sesenta y seis libros del hablar de Dios. La Biblia es el libro de libros porque es el hablar de Dios.
Tenemos un Dios que habla, y este Dios que habla desea tener un pueblo que hable. Dios desea hablar, y Su Espíritu está esperando a que nosotros hablemos. Si todos los millones de cristianos que hay en los Estados Unidos hablasen por Dios y por Cristo cada día, toda la tierra sería revolucionada. No obstante, en sus oficinas y en sus escuelas, son pocos los cristianos que hablan por Dios y por Cristo. El cristianismo tradicional ha hecho que los santos se vuelvan mudos. Cada domingo por la mañana, en las catedrales y las capillas, sólo una persona habla, y todos los demás están en silencio. Esto ha continuado por tantos años que ir a la iglesia simplemente para escuchar a un orador ha llegado a ser una tradición, una costumbre y un hábito entre los cristianos. Todos necesitamos levantarnos y derrocar esta costumbre.
Cuando venimos a las reuniones de la iglesia tenemos que hablar. Hay más de una sola manera de hablar. Gritar, cantar, alabar y orar son diferentes maneras de hablar. Cuando venimos a la reunión debemos venir cantando y alabando. No debemos comenzar la reunión en el salón de reunión, sino en nuestro comedor, nuestra sala o nuestro cuarto. Cuando nos preparamos para ir a la reunión, debemos empezar a cantar, y cuando vamos de camino a la reunión, debemos venir cantando, alabando, orando y gritando. La gente nos debe oír cantar y alabar, no sólo en el salón de reunión, sino también en las calles y en el estacionamiento. Éste es el hablar adecuado. No hay nada de malo con gritar y clamar. Salmos 100:1 dice: “Aclamad con júbilo a Jehová, toda la tierra”. Nuestra vida debe ser una vida llena de gritos de júbilo ante el Señor. Hemos enseñado estas cosas por muchos años, pero hoy, todavía nos falta la práctica de hablar apropiadamente.
El Espíritu siempre está listo y espera hablar con nosotros y a través de nosotros. El Espíritu de Dios, el cual es un Espíritu que habla, desea intensamente que hablemos. En el Nuevo Testamento, Dios opera en el principio de encarnación. Dios no hace nada por Sí mismo, especialmente en el hablar. Él prefiere hablar a través de nosotros y dentro de nosotros. Además, el principio de encarnación no es meramente que Dios obra con el hombre, sino que Dios obra dentro del hombre, y los dos obran como uno solo. Cuando nosotros hablamos, el Señor mismo a quien proclamamos, habla con nosotros y dentro de nosotros. Si no hablamos, Dios no tiene manera de hablar, pero cada vez que abrimos nuestro ser para hablar, el Espíritu, quien está esperando hablar, inmediatamente nos sigue y se une a nuestro hablar. Finalmente, es difícil distinguir si Él o nosotros estamos hablando.
El Espíritu siempre está listo y espera hablar con nosotros y a través de nosotros, pero nosotros no siempre cooperamos con el Espíritu para hablar. Cada vez que asistimos a la reunión tenemos que esforzarnos por hablar. En cierto sentido, no importa si hablamos correcta o incorrectamente, bien o mal. Mientras hablemos, Dios estará contento. A los padres siempre les gusta oír hablar a sus hijos. Si un hijo está callado todo el día, los padres perderán su tranquilidad y se preocuparán por él, pero cuando empieza a hablar, los padres estarán contentos. Por muchos años nuestro Padre que está en los cielos no nos ha visto hablar mucho en las reuniones, y esto debe de haberle perturbado. Si venimos a las reuniones hablando, aun de manera incorrecta, Él estará contento. Hablar incorrectamente es mucho mejor que no hablar. Cuando alguien habla, aun incorrectamente, está aprendiendo a ministrar a otros.
Lo que obstaculiza nuestra cooperación para hablar juntamente con el Espíritu es nuestro hombre natural con nuestra manera de ser y hábito. Nuestro hombre natural, nuestra manera de ser y nuestro hábito forman una “trinidad” engañosa que opera dentro de nosotros para anular nuestra función y nuestra utilidad. Para estar en la iglesia hemos sacrificado mucho y hemos dejado muchas cosas atrás. Sin embargo, tal vez estemos aquí guardando silencio, debido a nuestro hombre natural con nuestra manera de ser y hábito.
El obstáculo que no nos deja cooperar para hablar juntamente con el Espíritu, se puede ver en que no hablamos. En cierto sentido, es sorprendente que entre nosotros, algunos han estado tanto tiempo sin hablar. También nuestro obstáculo es nuestro temor. Tal vez tengamos temor de hablar en una reunión debido a la presencia de ciertos hermanos. Tal temor no es necesario. También nuestras preocupaciones y consideraciones son obstáculos. Un hermano podría preocuparse de que si habla de cierta manera, su esposa podría reprenderlo. Muy a menudo nuestras consideraciones anulan nuestro hablar. Debemos olvidarnos de nuestras preocupaciones y consideraciones y hablar sin importarnos cuál pueda ser el resultado.
Otro obstáculo que impide nuestra cooperación con el Espíritu es que queremos guardar las apariencias. Quizá sentimos que podemos hablar solamente si somos el mejor orador, así que no hablamos porque no queremos quedar mal. Otro obstáculo es que vacilamos. Y otro, es también que no estamos dispuestos a hablar. Tal vez no haya problema ni consideración que nos impida hablar, pero es posible que simplemente no estemos dispuestos a hablar.
Aun si vencemos todos los factores anteriores, es posible que lo que obstaculice nuestra cooperación para hablar juntamente con el Espíritu radique en que hablamos de modo inaudible. Cuando hablamos así, es como si no habláramos a otros, sino a nosotros mismos. Otro obstáculo es que hablamos de modo liviano. Es probable que no haya lógica, raciocinio ni propósito en lo que decimos. Hablar de modo liviano es igual que no hablar en absoluto. Cuando hablamos, tenemos que hablar en serio y de manera lógica.
Otro obstáculo que no nos deja cooperar con el Espíritu es que hablamos sin ejercitar el espíritu. Cuando hablamos en voz baja y de manera aburrida en la reunión, no estamos ejercitando nuestro espíritu. Cuando hablamos, tenemos que ejercitar nuestro espíritu. Otro obstáculo es que hablamos sin sentido espiritual. Un hablar que carece de significado espiritual es algo vacío, como un cascarón sin nada por dentro. El contenido de nuestro hablar debe ser algo que tenga significado espiritual. Otro obstáculo para hablar es que hablamos por mucho tiempo. Aun si hablamos en la reunión, es posible que nuestro hablar sea anulado por todos los factores dichos anteriormente. Si nuestro hablar es anulado, entonces la reunión es vacía, y ya no hay un hablar apropiado en la reunión.
La manera de vencer nuestro obstáculo es ponernos en contra de nuestro hombre natural con nuestra manera de ser y hábito. Si somos personas calladas, tenemos que oponernos a nuestro hombre natural con su silencio; es decir, tenemos que oponernos a nosotros mismos. La manera de vencer nuestro obstáculo también consiste en aprender a tomar la cruz. Hemos sido crucificados en la cruz (Ro. 6:6; Gá. 2:20) y debemos permanecer en la cruz.
La manera de vencer nuestro obstáculo también es ejercitar nuestro espíritu y aprender a expresar lo que queremos hablar por el Señor. Tal vez tengamos algo que decirle a otros acerca del Señor, pero es posible que no sepamos expresarlo. Cuando esto sucede, necesitamos regresar a casa y practicar cómo hablar. Podríamos orar: “Señor, quiero aprender a hablar por Ti. ¿Qué palabra me darás, qué clase de expresión necesito?”. Es posible que no hablemos algo por el Señor porque no sabemos cómo hablar, pero si no regresamos a casa con el propósito de aprender a hablar, tampoco hablaremos la próxima semana. Si verdaderamente tenemos algo que hablar por el Señor, pero no tenemos las palabras, la expresión, o la terminología, no debemos tratar esto de modo liviano. Debemos gastar tiempo para buscar la manera de hablar e incluso debemos ayunar y orar. Si todavía no podemos aprender a hablar lo que queremos a decir, debemos ir a un hermano experimentado y pedirle su ayuda.
Quizá a algunos les parezca que aprender a hablar de esta manera tomará demasiado tiempo. No obstante, para educar a un niño se requiere por lo menos dieciocho años, y aún más si estudia para obtener un título universitario, una maestría o un doctorado. Los Estados Unidos es un país importante en el mundo por causa de su sistema educativo. En este país la educación de un niño se divide en varias etapas: la educación que recibe en casa con su familia, la educación que recibe de su medio ambiente en la sociedad y la educación que recibe en las escuelas. De la misma manera, la gente de la iglesia también tiene una familia espiritual y un entorno espiritual en la vida de iglesia, de modo que todos debemos ser educados y debemos seguir aprendiendo constantemente. No es correcto que alguien esté en la iglesia por muchos años y aún no sepa cómo hablar por el Señor en las reuniones. La única manera de ganar la expresión apropiada para hablar por el Señor es practicar y aprender.