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Mensajes del libro «Predicar el evangelio en los recintos universitarios»
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Predicar el evangelio en los recintos universitarios

PREFACIO

  Este libro pequeño se compone de los mensajes dados por el hermano Witness Lee en Anaheim, California, del 24 al 25 de septiembre de 1977.

EXPERIMENTAR EL ESPÍRITU Y EL CUERPO

Experimentar el Espíritu

  Ahora quisiéramos hablar sobre la manera de experimentar el Espíritu y el Cuerpo. La revelación del Espíritu y el Cuerpo debe llevarnos a experimentar el Espíritu y el Cuerpo. Cuando era joven, escuché muchas doctrinas acerca del Espíritu, pero nunca llegué a escuchar que el Espíritu es para el Cuerpo (Ef. 4:4). Los maestros de la Asamblea de los Hermanos eran muy buenos para presentar la doctrina del Espíritu. Incluso ellos vieron los dos aspectos del Espíritu: el aspecto del Espíritu que está “dentro” de nosotros y el aspecto del Espíritu que está “sobre” nosotros. Ellos señalaron que el Nuevo Testamento revela el Espíritu que mora en nosotros y el Espíritu que está sobre nosotros; sin embargo, no vieron que estos dos aspectos del Espíritu son para Cuerpo.

  Dios nos regenera para el Cuerpo, nos santifica para el Cuerpo y nos transforma también para el Cuerpo. Por lo tanto, el Espíritu es el Espíritu de la regeneración, el Espíritu de la santificación y el Espíritu de la transformación. La regeneración, la santificación y la transformación son todas para el Cuerpo. La Biblia también dice que en un solo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo Cuerpo (1 Co. 12:13). En el movimiento pentecostal se habla mucho del Espíritu y del bautismo del Espíritu, pero no se hace ningún énfasis en que el bautismo del Espíritu es para el Cuerpo. En un solo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo Cuerpo. La Biblia también dice: “Un Cuerpo, y un Espíritu” (Ef. 4:4).

  Cuando vayamos a los recintos universitarios, tenemos que ir por el Espíritu. En el libro de Hechos los primeros creyentes hacían todo por el Espíritu. Según la revelación del Nuevo Testamento tenemos que ejercitar nuestra fe para creer que estamos en el Espíritu. En 1 Corintios 12:13 dice que “en un solo Espíritu fuimos todos bautizados”. El verbo en este versículo está en tiempo pasado. El Cristo resucitado y ascendido como la Cabeza de la iglesia ya bautizó en el Espíritu a todos Sus miembros que han creído en Él. Él hizo esto en dos pasos. El primer paso fue el Día de Pentecostés, cuando los creyentes judíos fueron bautizados en el Espíritu Santo (Hch. 1:5; 2:4). El segundo paso lo vemos en la casa de Cornelio, cuando los creyentes gentiles fueron bautizados en el Espíritu (10:44-47; 11:15-17). En estos dos pasos, todos los verdaderos creyentes de Cristo fueron bautizados en el Espíritu Santo para entrar en el Cuerpo único, de una vez por todas y de forma universal. El poder para predicar el evangelio se halla en el Espíritu, y todos fuimos bautizados en el Espíritu. No debemos preocuparnos por el fracaso; debido a que tenemos el Espíritu, tenemos el poder que necesitamos para predicar el evangelio con denuedo.

  En contraste, quisiera hacer notar las deficiencias de la situación actual que impera en el movimiento carismático. En las reuniones carismáticas, a veces se valen de música rock, de dramas y de toda clase de actuaciones para atraer a las personas. Todas estas cosas no son nada más que trucos. El hecho de que se valgan de todos estos trucos muestra que hay una carencia del poder del Espíritu. Si tenemos el verdadero poder del Espíritu, no necesitaremos usar trucos. Los primeros discípulos no usaron trucos; en lugar de ello, tenían poder (Hch. 1:8; 4:33; 6:8, 10). En la isla de Taiwán, no existe ninguna otra obra cristiana que se compare o pueda competir con la obra del recobro del Señor en cuanto a la predicación del evangelio. No usamos trucos, porque el poder del Espíritu siempre está presente.

  El poder del Espíritu se basa en la obra que Cristo consumó. La crucifixión de Cristo, la resurrección de Cristo, la ascensión de Cristo y el bautismo en el Espíritu Santo, todos ya fueron consumados. Todos éstos son hechos consumados en el universo. Por lo tanto, si queremos recibir la redención que Cristo consumó mediante Su muerte en la cruz, no necesitamos ayunar ni orar. Simplemente tenemos que ejercitar nuestra fe para creer en Su redención consumada en conformidad con la Palabra de Dios. Podemos decir: “Señor, te agradezco por Tu obra redentora consumada y por Tu resurrección y ascensión”. Cuando decimos esto por fe, conforme a lo que está escrito en la Palabra de Dios, recibimos la redención, la resurrección y la ascensión. Del mismo modo, debemos ejercitar nuestro espíritu de fe para declarar: “Señor, te agradezco por el bautismo en el Espíritu Santo”.

  El evangelio está constituido de la persona y obra de Cristo. Tenemos que creer que Cristo en Su persona es tanto Dios como hombre, a fin de poder ser nuestro Salvador. La obra de Cristo comprende Su crucifixión, resurrección, ascensión y el bautismo de Su Cuerpo en el Espíritu. Éstos son elementos básicos y cruciales del evangelio que debemos creer. El poder del Espíritu se basa en la persona de Cristo y en la obra que Él consumó. Debemos, por tanto, ejercitar nuestro espíritu para decir: “Alabado sea el Señor por el bautismo en el Espíritu. Este bautismo es mío y ahora mismo estoy en este bautismo”. Debemos ir a los recintos universitarios con esta clase de fe. No importa cómo nos sintamos, lo único que debe importarnos es el hecho consumado. El bautismo en el Espíritu ya fue consumado.

  Hoy en día el Espíritu es omnipresente. Él es como el aire. Para experimentar el aire, no es necesario ayunar ni orar. Así como el aire está en nosotros y nosotros estamos en el aire, de la misma manera el Espíritu está en nosotros y nosotros estamos en el Espíritu. El Espíritu está aquí para que lo experimentemos. El Espíritu está aquí gracias a que la crucifixión, la resurrección y la ascensión del Señor fueron consumadas, y también gracias a que el Espíritu fue derramado. El Señor es el Espíritu (2 Co. 3:17); además, como dice Apocalipsis 5:6, el Espíritu fue intensificado siete veces y fue enviado por toda la tierra. Así que, Él está en todas partes. Para experimentar el bautismo en el Espíritu no necesitamos ayunar ni orar; en vez de ello, debemos creer en este hecho consumado y reclamarlo.

  Quizás algunos argumenten diciendo que Pedro y los discípulos ayunaron y oraron por diez días. Esto es cierto. Sin embargo, ellos ayunaron y oraron antes del Día de Pentecostés. Después que el Espíritu fue derramado el Día de Pentecostés, los discípulos simplemente ejercitaron su fe para entrar en el bautismo del Espíritu cada vez que había alguna necesidad (Hch. 4:8, 31). Cuando ustedes vayan a los recintos universitarios, ejerciten su fe para hablar y laborar en el Espíritu.

  Cualquier propuesta que se haga de emplear trucos para predicar el evangelio es un indicio muy claro de que no ejercitamos nuestra fe. Si yo únicamente ejercitara mi mente al compartir mis mensajes, mi compartir sería muy pobre. Por lo tanto, tengo que ejercitar mi espíritu para creer que estoy en el bautismo en el Espíritu y para que el Señor hable por medio de mí.

  No necesitamos emplear trucos para predicar el evangelio; lo que sí necesitamos es tomar medidas en cuanto a nuestros pecados. Aunque no necesitamos ayunar ni orar, sí necesitamos abrir nuestro ser al Señor y renovar nuestra consagración. Cada día, cuando vayamos a la universidad, debemos decir: “Señor, me consagro a Ti y abro mi ser de nuevo a Ti. Límpiame de todos mis pecados con Tu sangre prevaleciente. Te doy gracias porque eres el Espíritu. Yo estoy en Ti, y Tú estás en mí”. Haga una confesión detallada y aplique la sangre a todas sus situaciones. Luego debe ejercitar fe para creer que el Espíritu está en usted y que usted está en el Espíritu, está bajo el Espíritu que ha sido derramado. Si hacemos esto, tendremos mucha fe y mucho denuedo, y cuando vayamos a los recintos universitarios, notaremos la diferencia.

  Algunos de entre ustedes tienen menos de un año de haber sido salvos. Quizás podrían pensar que son demasiado jóvenes, que no saben muchas cosas y que no tienen mucha experiencia en la vida divina. No deben prestar atención a estos pensamientos; más bien, rechácenlos. He conocido a muchos hermanos que aunque habían sido salvos recientemente eran muy valientes, fuertes y poderosos al predicar el evangelio. También he conocido a algunos que envejecieron en su experiencia con el Señor. Cuando predicaban el evangelio, no tenían ningún poder. Como consecuencia, recurrían a trucos y se valían de su astucia para convencer a las personas. No necesitamos usar palabras astutas; mientras estemos en el Espíritu, debemos ser francos y estrictos con nuestras palabras.

  En cierta ocasión alguien de mi ciudad natal vino a preguntarme: “Hermano Lee, usted predica el evangelio muy bien, pero no debiera hablar de una manera tan franca y estricta”. Yo le dije que aunque él era muy amable con la gente al predicar el evangelio, no había traído a muchas personas al Señor. ¿Debería yo aprender de él? Es posible que yo no hubiera sido amable con la gente al predicar el evangelio; no obstante, había traído a muchas personas al Señor. La eficacia del evangelio no radica en ser amables ni hábiles, ni tampoco en ser francos ni osados; más bien, estriba en el poder. Aquellos que ejercitan su fe para aplicar el bautismo del Espíritu a su predicación del evangelio, tienen poder. Hoy en día el poder se halla en nuestra fe, y nuestra fe tiene una base, un terreno, una posición. La base es la Biblia. En 1 Corintios 12:13 dice: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo”. Así pues, no es necesario emplear ningún truco para predicar el evangelio; simplemente debemos ejercitar nuestra fe, a fin de aplicar la palabra de verdad que nos dice que fuimos bautizados en el Espíritu.

  Ni siquiera tenemos que reclamar el bautismo del Espíritu de una manera religiosa. Sencillamente debemos aplicar el hecho consumado del bautismo en el Espíritu. Cuando yo llego a mi casa, simplemente saco la llave y la uso. La llave ya está hecha y está lista para que la use. Por lo tanto, no necesito decir: “Oh, reclamo la llave. Declaro que la llave es mía y que fue hecha para mí. Esta llave me fue dada y ahora sólo necesito usarla”. Aunque reclamara la llave de esta manera desde la mañana hasta la noche, yo seguiría afuera, en frente de la puerta de mi casa. Todo lo que tengo que hacer es sacar la llave de mi bolsillo y usarla. De igual forma, cuando vayamos a la universidad, simplemente debemos aplicar el Espíritu, ejercitando nuestra fe. Debemos tomar la firme resolución de no hacer nada sin el Espíritu. En la mañana, cuando ustedes estén por salir a la universidad, ejerciten su fe. Pueden orar diciendo: “Señor, te doy gracias porque el Espíritu es mío. Yo estoy en el Espíritu, y el Espíritu está en mí porque así lo dice la Biblia”.

  Necesitamos ser rescatados del concepto de que necesitamos emplear trucos. Este pensamiento tiene que ser erradicado. No necesitamos valernos de trucos tales como música rock, películas o dramas. Los demonios no le temen a estos trucos; antes bien, le temen a nuestra fe. Si ejercitamos nuestra fe, tendremos poder al predicar el evangelio. Hoy en día los siete Espíritus operan a favor de las siete iglesias y también para la administración de Dios. Aún más, los siete Espíritus han sido enviados por toda la tierra. Debemos, por tanto, ejercitar nuestra fe para decirle al Señor: “Señor, estoy en las iglesias, estoy a favor de Tu administración y también a favor de que el evangelio sea predicado, es decir, que Cristo sea enviado”. Esto nos dará la base que necesitamos para aplicar las verdades divinas. El Nuevo Testamento dice que Cristo fue crucificado y resucitado. Él ascendió al cielo, y bautizó a todos Sus escogidos en el Espíritu. Debemos creer en lo que dice la Palabra, debemos ejercitar nuestra fe e ir a los recintos universitarios a predicar el evangelio.

  Permítanme hablar una palabra que los equilibre un poco más. Debemos amar al Señor y Su Palabra, abandonar todo asunto pecaminoso, estar completamente dispuestos a ser limpiados y consagrarnos al Señor, ya que, de lo contrario, nuestra fe no obrará. La razón por la cual no tenemos una fe viva, es que no tenemos una buena conciencia (1 Ti. 1:19). Siempre que haya alguna ofensa en nuestra conciencia, habrá un agujero por el cual se escapará nuestra fe. Si tenemos una mala conciencia, no podremos ejercitar nuestra fe. Pero si amamos al Señor y Su Palabra, si confesamos todos nuestros pecados de una manera detallada para ser limpiados, si aplicamos la sangre a nuestra situación y nos consagramos al Señor, nuestra fe obrará. Una fe fuerte y prevaleciente siempre se origina en una buena conciencia, una conciencia que está libre de cualquier ofensa. Así que, no necesitamos ayunar ni orar; antes bien, lo único que necesitamos es confesar nuestras faltas y consagrarnos al Señor. Entonces podremos aplicar lo que la Biblia dice, ejercitando nuestra fe.

Experimentar el Cuerpo

  El Espíritu es para el Cuerpo. Si en nuestra conducta y en nuestra obra estamos en el Espíritu, el Espíritu nos dirigirá al Cuerpo. Lo primero que debemos entender acerca del Cuerpo es la unidad. El Cuerpo es uno (Ef. 4:4; Ro. 12:5). Las personas que están en las denominaciones y divisiones no conocen ni practican el verdadero vivir que es propio del Cuerpo porque no están en el terreno genuino de la unidad. La unidad del Cuerpo puede ser guardada únicamente en el terreno genuino de la unidad. En el Antiguo Testamento todos aquellos que regresaron a Jerusalén bajo el liderazgo de Esdras y Nehemías pudieron reedificar el templo. No obstante, los que se quedaron en Babilonia no pudieron ayudar en la obra de reedificación debido a que no estaban en el terreno apropiado. Mientras los cristianos permanezcan en las divisiones, quizás puedan disfrutar un poquito del Espíritu, pero les será imposible tener la verdadera vida del Cuerpo. Debemos actuar, conducirnos y laborar en el Cuerpo y con el Cuerpo, sobre el terreno genuino de la unidad.

  Cuando les empecé a compartir a los jóvenes acerca de predicar el evangelio en las universidades, hubo muchos santos de mayor edad que se sintieron excluidos. No entendieron cuál era mi carga. De hecho, los santos de todas las edades son necesarios. Predicar el evangelio es una labor que involucra a todo el Cuerpo. Por lo tanto, no debemos realizar la obra del evangelio de forma individualista, sino llevarla a cabo en el Cuerpo.

  Necesitamos que los jóvenes vayan a las universidades, en especial los que tienen dieciocho o diecinueve años de edad. Todos los jóvenes que están en la vida de iglesia son útiles. Es por ello que debemos laborar con los jóvenes de escuela secundaria. Una vez que se gradúen de la escuela secundaria, todos ellos irán a la universidad donde podrán contactar eficazmente a los jóvenes que recién empiezan la universidad. A los que tienen más de veinticinco años les resulta más difícil contactar a los que están en el primer año de universidad. Es por ello que no son tan útiles ni tan eficaces en la universidad como los santos más jóvenes. Así que, los jóvenes de dieciocho años tienen una puerta abierta para contactar a otros de su misma edad. Una persona es más eficaz cuando contacta a otra de su misma edad. Por ejemplo, alguien que tiene dieciocho años no se sentiría muy cómodo de hablar conmigo, debido a que soy mucho mayor que él; en cambio, alguien de más edad se sentiría muy cómodo de hablar conmigo. La razón por la cual podemos conversar es que somos “aves de la misma especie”. Las aves de la misma especie se comunican fácilmente entre sí.

  Sin embargo, al predicar el evangelio en las universidades, los jóvenes deben coordinar con todos los demás santos. Debido a que tal vez no tengamos muchos jóvenes, necesitaremos muchos de los hogares de los santos para llevar a cabo la coordinación de la obra del evangelio. Cada uno de los jóvenes que va a la universidad necesita un hogar adonde pueda traer a sus contactos. Un joven que haya pescado dieciocho nuevos contactos debe poder llevarlos a todos ellos a los hogares de los santos. Necesitamos que sus salas reciban a todos estos nuevos contactos. De esta manera todas las edades serán útiles; ninguno es demasiado viejo para esta labor. Los santos de mayor edad pueden abrir sus hogares para recibir a estos nuevos contactos. Aunque los santos de más edad abran sus hogares, ellos mismos deben permanecer en un segundo plano, e invitar a algunos santos de edad mediana para que sirvan a los jóvenes en la sala. Esto es coordinación.

  Cuanto más joven usted sea, más se necesitará que asuma un papel más activo en el cuidado de los nuevos jóvenes; y cuanto más edad tenga, más deberá permanecer en un segundo plano. Sería muy bueno si los hermanos de más edad son quienes compran los víveres, cocinan y lavan los platos para servir a los jóvenes y a sus contactos. Por su parte, los jóvenes deben ir a la universidad y los santos de edad mediana deben servir a los jóvenes en la sala de los hogares. Las salas de nuestras casas deben estar llenas del disfrute de Cristo, especialmente como resultado de cantar y salmodiar. Para que haya esta atmósfera de disfrute y mutualidad se requiere mucha coordinación.

  Si todas las iglesias predican el evangelio en la obra universitaria de esta manera, tendremos una vida de iglesia muy eficiente. Una de las mejores maneras en que las iglesias pueden ganar nuevos contactos es enviar a los jóvenes a las universidades. Los mejores “estanques” para el recobro del Señor son los recintos universitarios. Debemos enviar a nuestros pescadores a que pesquen en estos estanques. Luego, los santos de más edad pueden quedarse en casa para preparar refrigerios, refrescos y las mejores cenas a fin de reunir a estos nuevos contactos al menos una vez cada cuatro semanas. Las salas de nuestras casas ciertamente los atrapará.

  Necesitamos que un ejército de jóvenes puedan ser enviados a los recintos universitarios para que traigan más jóvenes; no obstante, todos los santos de edad madura y los de edad mediana también son necesarios. No debemos desanimarnos pensando que somos demasiado viejos para ir a los recintos universitarios. La obra de predicación del evangelio en la iglesia requiere de la participación de todos los santos. Debido a que las iglesias locales en el recobro del Señor están sobre el terreno genuino de la unidad, podemos tener una muy buena coordinación. Todos necesitamos aprender más a fin de tener la mejor coordinación.

  No debemos predicar el evangelio de forma individualista. Tampoco debemos invitar a las personas a nuestros hogares ni debemos proveerles cena actuando de forma individualista. Debemos hacerlo todo en el Cuerpo de manera corporativa. Para ello se requiere mucha comunión y mucha coordinación. Si tenemos la fe para aplicar la verdad contenida en la Biblia, tendremos poder, y si coordinamos en el Cuerpo, nada podrá frustrar nuestra predicación, que será poderosa y prevaleciente. De este modo ganaremos a muchos jóvenes para el recobro del Señor en esta generación. Lo que necesitamos es recibir la revelación del Espíritu y del Cuerpo, y experimentarlas.

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