
Pregunta: Recientemente muchas actividades religiosas e incluso muchas cosas heréticas y confusas han ocurrido en la iglesia de Dios. ¿Cómo podemos ser vigilantes? ¿Cuál debe ser nuestra actitud?
Respuesta: Ésta es una pregunta muy importante. Desde el inicio de los dos mil años de la historia de la iglesia, se ha presentado esta clase de problemas. Según la Biblia, la primera vez que ocurrió un problema de esta índole fue en Filipenses 1, donde Pablo dijo: “Algunos predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad; éstos lo hacen por amor [...] pero aquellos anuncian a Cristo por ambición egoísta [...] ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o con veracidad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo; sí, me gozaré aún” (vs. 15-18). Lo que Pablo dijo no significa que él aprobara dicha situación, sino que, más bien, mostraba que no andaba por el mismo camino que sus opositores.
La confusión religiosa no solamente ha existido en nuestros días, pues incluso desde que empezó la iglesia hace dos mil años ya había confusión. Antes de que la primera generación de apóstoles partiera a la presencia del Señor, la situación de la iglesia ya se había corrompido debido a la debilidad humana. Sin embargo, en aquel tiempo, había un grupo de personas que seguía al Señor con un corazón puro; dichas personas no tenían problemas, y continuaron siguiendo el camino de los apóstoles. Por otro lado, aquellos que tenían un corazón contaminado y motivos impuros siguieron su propio camino, el cual era distinto del camino del Señor. Al seguir su propio camino, ellos usaron el nombre de Cristo como fachada, se llamaron la iglesia, propagaron el evangelio y predicaron la verdad, pero no siguieron el camino de los apóstoles. Ésta era la situación aun mientras el apóstol Pablo vivía en la tierra, y desde entonces ha permanecido igual en los últimos dos mil años.
A principios del siglo IV la iglesia que estaba sobre la tierra había evolucionado a la situación de la Iglesia Católica Romana. En ese entonces la mayoría de los cristianos no tomaron el camino ordenado por el Señor. Sin embargo, hubo algunos que no siguieron el camino de la Iglesia Católica. Cuando estudiamos la historia de la iglesia, tal vez pensemos que no fue sino hasta el tiempo de Martín Lutero, en los siglos XV y XVI, que empezaron las protestas contra la Iglesia Católica; pero, de hecho, incluso en el siglo IV, bajo el nuevo gobierno romano, ya había un grupo de creyentes que se había levantado para protestar. Estos creyentes siguieron con toda pureza lo que se hallaba escrito en el Nuevo Testamento y anduvieron en las huellas de los apóstoles. Desde entonces y hasta el día de hoy esta línea nunca ha sido quebrantada. Cuanto más puros y espirituales eran tales creyentes y cuanto más de cerca seguían las pisadas de los apóstoles, más evitaban darse a conocer públicamente. Más bien, prefirieron permanecer ocultos. Lamentablemente, los ojos de los hombres por lo general se enfocan en las apariencias y en las formas externas. Por tanto, es natural que los estudiantes de la historia mundial presten atención únicamente a la apariencia externa cuando estudian la historia del cristianismo. Debido a que quienes tenían un corazón puro y vivían en la presencia del Señor se negaron a adoptar un nombre para sí mismos de forma pública, fueron ignorados por los escritores e historiadores del mundo.
En los países cristianos del Occidente hay un gran número de cristianos en las denominaciones. Sin embargo, la mayoría de ellos son cristianos nominales, y no son muchos los que han sido verdaderamente salvos. ¿Qué es entonces una denominación? Una denominación es una organización cristiana que ha adoptado un nombre distinto al nombre del Señor. Por ejemplo, un estudiante universitario podría preguntarle a uno de sus compañeros: “¿Crees en Jesús?”. Si responde que sí, la siguiente pregunta será, “¿A qué grupo perteneces?”. Esto nos muestra que el concepto común que tiene el mundo es que toda reunión cristiana debe tener un nombre. Sin embargo, el problema es que una vez que la iglesia se denomina, cae en degradación. Tal vez la iglesia no se haya degradado en lo que se refiere a la vida interior, pero el hecho de que haya adoptado un nombre muestra que se ha degradado.
En cada siglo durante los pasados dos mil años hubo muchas personas que amaron y temieron al Señor y vieron que pertenecían únicamente a Cristo. Como aquellos que pertenecemos a Cristo, a lo más deberíamos llamarnos cristianos. No deberíamos llamarnos por el nombre de Wesley, ni tampoco por el nombre del Martín Lutero; únicamente debemos usar el nombre de Cristo. No debemos ser cristianos que se denominan. Si nos denominamos estamos equivocados. En los pasados dos mil años siempre ha habido un grupo de cristianos que no deseaban otro nombre que no fuera el nombre de Cristo. Si alguno piensa que la cuestión del nombre no tiene mucha importancia, yo le haría esta pregunta: “Si otros llamaran a su esposa señora Lee cuando su apellido es Wu, ¿se sentiría usted contento? O si ella les dijera a otros que es la señora Chang, ¿no se enojaría usted?”. Un nombre tiene mucha importancia porque representa a una persona. Si usted les muestra a las personas una foto suya, es probable que no sepan quién es usted, pero una vez que les dice su nombre, de inmediato sabrán quién es usted. Nunca debemos pensar que no importa si nos llamamos la Iglesia Wesleyana, la Iglesia Episcopal, la Iglesia Presbiteriana, la Iglesia Luterana u otros nombres por el estilo. A los ojos de Dios esto es algo muy serio.
En la Biblia la cuestión del nombre tiene mucha importancia. Refiriéndose al nombre del Señor, Hechos 4:12 dice: “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Romanos 10:13 dice: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo”. Mateo 18:20 dice: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. Juan 14:14 dice: “Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré”. Por tanto, la salvación se obtiene en el nombre del Señor, y la iglesia se reúne en el nombre del Señor. De igual manera, el bautismo está relacionado con el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28:19). Así pues, al leer el Nuevo Testamento, nos damos cuenta de que un nombre tiene mucha importancia.
En el Antiguo Testamento, Proverbios 18:10 dice: “Fuerte torre es el nombre de Jehová; / a ella corre el justo y se siente seguro”. Deuteronomio 16:2 dice: “Sacrificarás la víctima de la Pascua a Jehová, tu Dios [...] en el lugar que Jehová escoja para que habite allí Su nombre”. Isaías 12:4 dice: “Diréis en aquel día: ‘Cantad a Jehová, aclamad su nombre’”. Debido a esto, no deseamos ningún otro nombre que no sea el nombre del Señor. Somos salvos en el nombre del Señor, y en el nombre del Señor bautizamos a las personas y nos reunimos. Por esta razón, cuando empezamos a reunirnos como la iglesia en China hace más de veinte años, nuestras reuniones eran llamadas reuniones en el nombre del Señor. A través de los siglos, muchos cristianos se han reunido en el nombre del Señor. En 1828 el Señor levantó a muchos cristianos en Inglaterra que se reunían únicamente en el nombre de Cristo. Ellos eran un grupo de cristianos escondidos. Para 1850 ellos ya tenían más de ciento ochenta lugares de reunión en Londres, y hasta el día de hoy continúan reuniéndose de la misma manera.
En Francia había también un grupo de cristianos y ellos tampoco se hicieron públicos; simplemente amaban al Señor con toda pureza, fueron disciplinados por el Señor, se sujetaron unos a otros y vivieron absolutamente en el Señor. Debido a que no tenían la apariencia de una organización, el mundo no les prestó atención. Hace treinta años Dios empezó a hacer esta obra también entre los hermanos en China. Algunos hermanos fueron levantados, recibieron esta luz y siguieron este camino. Actualmente, por la misericordia del Señor, estamos dispuestos a seguir este camino. Debido a que seguimos este camino, en muchos aspectos somos diferentes del cristianismo formal, y es por ello que algunos piensan que somos un grupo algo peculiar. Esto se debe a que el cristianismo le ha dado al mundo la idea equivocada.
¿Cómo podemos conocer el camino del testimonio del Señor, y cuál debe ser nuestra actitud para con aquellos que siguen otro camino? A simple vista, otros grupos tienen pastores y nosotros no, y otros grupos le han puesto un nombre a su fraternidad y nosotros no. Sin embargo, no debemos tomar estas cosas como base para distinguir los dos caminos. La base comprende únicamente tres puntos. Primero, está el asunto del nombre. Debemos primero preguntarles a los demás cristianos si ellos se hacen llamar por otro nombre que no es el de Cristo. Mientras tengan otro nombre aparte de Cristo, podríamos poner en duda la vida de esos cristianos. En términos de la vida, la manera en que conducen su servicio definitivamente no concuerda con el camino del testimonio del Señor. Esto es como si la señora Hwang pusiera un rótulo en la puerta de su casa que dice: “La residencia de los Chang”. ¿Cómo podría esto conservar la identidad de la familia Hwang? No importa cómo ella trate de justificarlo, cuando menos podemos decir que el rótulo que ella ha puesto en la puerta de su casa está errado. Si recibimos esta luz, veremos que muchas actividades cristianas son problemáticas. Espero que los hermanos y hermanas tengan claridad respecto a este asunto. En el momento en que adoptemos otro nombre entre nosotros, estaremos tomando el camino errado. Si bien éste es un asunto externo, aun así, no debemos tomarlo a la ligera.
En segundo lugar, está el asunto de la verdad. ¿En qué consiste este asunto? Significa que debemos aceptar lo que dice toda la Biblia; no podemos aceptar nada más ni nada menos de lo que dice la Biblia. Nosotros aceptamos tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo, y aceptamos todas las palabras de la Biblia, incluyendo cada frase, versículo y capítulo. No deseamos ni más ni menos. Tener más es caer en herejía y tener menos es estar carentes. Cuando examinemos a un grupo cristiano, primero debemos usar el nombre como una prueba, y en segundo lugar, debemos usar la Biblia también como una prueba. Debemos averiguar si lo que ese grupo defiende abarca más o menos de lo que dice la Biblia. Por ejemplo, si la denominación presbiteriana insiste en practicar el bautismo por aspersión, esto es hacer algo menos de lo que dice la Biblia. En lo que a la Biblia se refiere, las iglesias presbiterianas están por debajo de la norma; y en lo que se refiere a ellos mismos, han añadido algo más. Por lo tanto, debemos medirnos conforme a la verdad misma y averiguar si estamos por debajo de la norma o si nos hemos excedido de ella.
Nunca debemos enfocarnos en una sola verdad. Por ejemplo, la denominación bautista enfatiza el bautismo, tomándolo como su base. Sucede lo mismo con otras denominaciones, como por ejemplo, las iglesias de la santidad y las iglesias pentecostales. Reconocemos que existen tales cosas como los dones espirituales, el bautismo y la santidad, pero no debemos enfatizarlos más que otros. Por ejemplo, practicamos el partimiento del pan, pero no nos hacemos llamar la “Iglesia del partimiento del pan”. Entre nosotros nos llamamos hermanos y hermanas, pero tampoco nos hacemos llamar la “Iglesia de los hermanos y hermanas”. Aunque es bueno practicar tales cosas, no debemos enfatizarlas por encima de las demás verdades. Debemos enfatizar por igual todas las verdades que se encuentran en toda la Biblia.
Los problemas que se presentan entre los cristianos de hoy incluyen los dones y la verdad. Por tanto, no debemos enfatizar nada que sea menos que la verdad contenida en la Biblia, ni debemos enfatizar nada que sea más que la verdad que está en la Biblia. Del mismo modo, tampoco debemos exaltar ninguna verdad bíblica en particular.
Tercero, además de los asuntos del nombre y la verdad, está el cuestión de la comunión. Nuestra comunión es en el Señor. Siempre y cuando una persona sea salva, podemos tener comunión con ella, sin importarnos si se reúne en una denominación presbiteriana, bautista o cualquier otra denominación. Siempre y cuando pertenezca a Cristo, debemos tener comunión con ella en el Señor. Sin embargo, esta comunión debe tenerse únicamente en el Señor. Por tanto, no podemos invitar a los cristianos nominales para que partan el pan con nosotros. En muchos grupos que supuestamente son cristianos, hay sólo un número muy reducido de personas que han sido verdaderamente salvas. Asimismo, tampoco podemos participar en lo que ellos llaman la “santa comunión”. Debido a que ellos no tienen la vida de Cristo, no podemos participar de su pan, ni podemos afirmar que su supuesta comunión se lleva a cabo en Cristo.
Hemos visto, pues, que para examinar tenemos tres bases: el nombre, la verdad y la comunión. Supongamos que un grupo de cristianos no tiene un nombre especial, acepta todas las verdades de la Biblia y recibe únicamente aquellos que son salvos y no reciben a los que aún no son salvos. ¿No sería esto suficiente? No, aún tendríamos que ver si este grupo es la única expresión de la iglesia en dicha localidad. Una vez que una iglesia local ha sido establecida en una localidad particular, nadie puede venir después a establecer otra iglesia local en la misma localidad, que sea independiente de la primera. De acuerdo con la verdad, solamente hay una sola iglesia en el universo. Por tanto, no importa dónde la iglesia aparezca, sólo puede haber una sola expresión de la iglesia en una localidad en particular. Es equivocado que haya una segunda expresión de la iglesia en la misma localidad. Por consiguiente, después de haber examinado los tres asuntos básicos —el nombre, la verdad y la comunión— debemos investigar todavía el asunto de la expresión única de la iglesia sobre el terreno de la localidad.
Por ejemplo, cuando usted va a Kaohsiung, puede encontrar allí a un grupo de hermanos y hermanas que se reúnen. Probablemente observe que son hermanos apropiados en lo que se refiere a los asuntos del nombre, la verdad, la comunión y que fueron los primeros que empezaron a reunirse allí como la expresión de la iglesia sobre el terreno de la localidad. Al mismo tiempo, ellos tienen comunión con las demás iglesias locales. Esto es suficiente. Su inmadurez o incluso sus debilidades no deben tomarse como base para que nosotros los rechacemos. Espero que todos estemos claros que los primeros tres asuntos que hay que examinar tienen que ver con las pisadas que sigue el grupo, mientras que el último tiene que ver con la unicidad como la expresión de esa iglesia. Si son una verdadera iglesia local, ellos son un grupo de personas que pertenecen a esa localidad y a Cristo; ellos sirven allí y reconocen a todos los que sirven de la misma manera en otros lugares y tienen comunión con ellos. Por consiguiente, son creyentes que siguen el camino del Señor.
Pregunta: Si una iglesia está sobre el terreno apropiado de la unidad y es la única expresión de la iglesia en dicha localidad, pero no tiene comunión con las demás iglesias locales, ¿qué debemos hacer?
Respuesta: Éste es un problema muy serio. Si un grupo es el primero en establecerse en cierto lugar y no tiene un nombre, ni una fe ni una comunión particular que los distinga, pero rechaza a todos los cristianos que no se reúnen con ellos, esta situación indica que ellos son un grupo sectario independiente en esa localidad. Por un lado, la Biblia nos muestra que después de que la iglesia es establecida en una localidad, la administración de esa iglesia local debe mantenerse desde ese día en adelante. Por ejemplo, ni la iglesia en Tainan ni la iglesia en Taichung pueden interferir con la administración de la iglesia en Taipéi. Por otro lado, ninguna iglesia local es independiente. Si una iglesia local es independiente de las demás, debe considerarse un grupo sectario local. Por ejemplo, si determinada iglesia local algún día decide cambiar su local de reuniones, no tiene que enviar un comunicado sobre esto a la iglesia en Taipéi. Sin embargo, no deben pensar que puesto que no tienen que enviar este comunicado, son independientes. Si ellos se consideran independientes, se han convertido en un grupo sectario al declarar su independencia de las demás iglesias. Si una iglesia hiciera esto, habría aparentemente más de una iglesia en el universo. Sin embargo, si una iglesia local reconoce a las iglesias locales que están en otros lugares y tiene comunión con ellas, habrá sólo una iglesia en el universo, y ninguna de las iglesias locales será una secta local. Por consiguiente, además de determinar si un grupo de creyentes fue el primero en reunirse como iglesia local en determinada localidad, debemos también considerar la comunión que tiene dicha iglesia local con las demás iglesias.
Pregunta: Si cierto grupo que se reúne como iglesia local pasa la prueba en lo relacionado con el nombre, la verdad y la comunión, pero debido a que no sabían que ya se estaban reuniendo otros creyentes sobre el terreno local de su ciudad, empezaron a reunirse aparte como iglesia, ¿qué debemos hacer si vamos a esa ciudad?
Respuesta: Si algunos hermanos en una ciudad tienen motivos puros pero no están conscientes de que en otra parte de la ciudad hay otros creyentes sirviendo de una manera pura al igual que ellos, y por esta razón no han tenido comunión con ellos, no podemos decir que estos hermanos estén mal. Sin embargo, si después de enterarse de que existen otros creyentes, estos hermanos rehúsan tener comunión con ellos e insisten en ser independientes, estarán actuando mal. Hay una diferencia entre no tener comunión y no querer tener comunión. Lo lógico es que si los hermanos tienen un motivo puro, el Espíritu Santo dentro de ellos los instará a tener comunión con todos los que han tomado el terreno de la iglesia. Si hay un grupo de creyentes que sirve a Dios en Taipéi y no se han enterado de que hay otros creyentes como ellos que también sirven a Dios en Taipéi, pero después de darse cuenta se rehúsan a tener comunión con esos creyentes, ellos serían un grupo sectario. Además, si llegan al grado de declarar que son independientes localmente, sin lugar a dudas, son sectarios.
Todos admitimos que la iglesia es un gran examen y una prueba. Supongamos que usted hace una sugerencia en Taipéi, y ésta es rechazada por los ancianos. Sería completamente equivocado que usted dijera: “¡Basta ya! Me voy. Ya aprendí todos estos asuntos cuando estuve en Shanghái, así que mi iré y levantaré otra iglesia. La obra que ustedes están haciendo es bastante grande y la que yo haré será más pequeña, pero será exactamente igual a lo que ustedes están haciendo. Ustedes no tienen un nombre, y yo tampoco, ustedes siguen lo oque dice la Biblia y yo también; yo reconoceré a todas las iglesias, incluyendo la de ustedes, aunque, en realidad, estoy molesto con ustedes”. No importa cuánta razón tenga usted ni cuán buenas sean sus ideas, ni cuán eficaces sean sus métodos, el terreno de la localidad ya ha sido tomado por otros. Usted no puede negar este hecho; sencillamente no puede quitarles el terreno de debajo de sus pies. Ellos son legítimamente la iglesia; quizás tengan carencias en cuanto a la visión y experiencia, con todo, son la iglesia. Ellos ya son la iglesia que está en el terreno de la localidad. Por consiguiente, sus palabras no sólo están equivocadas, sino que además están llenas del yo. La iglesia es ciertamente una prueba muy rigurosa para el hombre.
Si deseamos ser libres estaremos en el yo. Desde la perspectiva humana, puede considerarse positivo el querer ser libres sin tener ninguna intromisión de afuera; pero desde la perspectiva divina, esto no es aceptable. En el universo sólo existe una sola iglesia, y en esta iglesia no deben tener cabida las preferencias humanas, sino únicamente las preferencias de Dios, la perspectiva de Dios y el parecer de Dios. Por consiguiente, si una persona puede vivir en la iglesia o no, dependerá enteramente de si ella permite que Dios la quebrante. Por ejemplo, los hermanos y hermanas de la iglesia en Taipéi han recibido mucho mi ayuda y han aceptado casi todas mis sugerencias e ideas. Pero si después de algún tiempo cambiaran de actitud e hicieran caso omiso de mis ideas, ¿qué debería hacer? ¿Estaría bien que yo fuera a otro lugar para establecer otra “iglesia”? Si hiciera esto, me convertiría en una persona sectaria, y con esto demostraría que soy una persona que no ha sido quebrantada y que estoy fortaleciendo mi yo.
Si un día los hermanos de Taipéi llegaran a rechazar mis opiniones, no tendría nada que decir. Cada vez que viniera a Taipéi, tendría que reunirme con los hermanos, partir el pan con ellos y participar en el servicio. Cualquier oportunidad que los hermanos me dieran, sencillamente la aceptaría. Si rechazaran mis ideas, eso no sería para mí un problema. Si no me permitieran hablar en las reuniones de comunión, eso sería una decisión de ellos. Aun si el Señor me guiara a laborar en Kaohsiung, cada vez que regresara a Taipéi, todavía tendría que venir a adorar y a servir en la iglesia de este lugar. No tendría ninguna excusa para establecer otra reunión simplemente porque mis opiniones sean diferentes de las de los demás; esto sería actuar de manera sectaria. Supongamos que algunos de los hermanos y hermanas de Taipéi pelearan por mí, diciendo: “¿Cómo pueden los hermanos tratar así al hermano Lee? Hermano Lee, puesto que ellos lo han abandonado a usted, vayamos a otro lugar y demos a conocer debidamente la luz que está en la Biblia”. Por favor, entiendan que nadie que verdaderamente conoce al Señor, haría nada delante de Él que pudiera causar división en la iglesia y hacerle daño al terreno de la iglesia. Nunca debe existir tal cosa. Debido a que he aprendido esta lección, definitivamente les diría a estos hermanos y hermanas: “Sea como sea, debemos reconocer la iglesia. El terreno sobre el cual ella está sigue siendo el correcto, y ustedes deben tener paz de servir y reunirse con ellos. Ésta es la iglesia; no podemos tomar la iniciativa de establecer otra iglesia”. Si los hermanos y hermanas están de acuerdo conmigo o no, es un asunto insignificante.
La iglesia es un asunto de crucial importancia. Una vez que hayamos entendido claramente este asunto, el siguiente podrá resolverse muy fácilmente, y es el asunto que está relacionado con la actitud que debemos tener para con los cristianos que no son parte de nuestro testimonio. Mientras una persona sea salva y no manifieste pecados que no deben ser tolerados, tales como la idolatría, la fornicación y las enseñanzas heréticas, debemos hacer lo posible por ayudarla. Sin embargo, si se reúne en una denominación o en algún grupo sectario, de ninguna manera debemos reconocer el terreno sobre el cual ella está. Si bien dicha persona es un verdadero hijo de Dios y un hermano nuestro, está sobre el terreno equivocado, el cual no podemos reconocer y en el cual no podemos participar. Si nos ponemos en ese terreno, estaríamos violando la unidad de la iglesia. Sin embargo, no debemos rechazarlo a él como persona.
Pregunta: En nuestro corazón tenemos el deseo de servir a Dios, pero nuestra condición y nuestras aptitudes son insuficientes; ¿qué debemos hacer? Por favor, denos una respuesta franca, pues no queremos desperdiciar nuestro tiempo.
Respuesta: En primer lugar, debemos entender que, con relación a todos los que somos salvos, el periodo que comprende desde que fuimos salvos hasta que vayamos a la presencia del Señor es el tiempo en que debemos aprender a servirle. Nuestro servicio verdadero y eterno lo realizaremos en el futuro, en el cielo nuevo y en la tierra nueva. Por ejemplo, hoy mientras ustedes se educan están aprendiendo; es sólo después de haber trabajado por unos cuantos años que verdaderamente entrarán en el ejercicio de su profesión. Del mismo modo, hoy es el momento que tenemos para aprender a servir a Dios. Sin embargo, eso no significa que una persona puede empezar a servir sólo después de haber terminado de aprender. El tiempo nos provee la oportunidad de aprender; aprendemos a servir a medida que aprendemos y servimos al mismo tiempo. Nadie debe decir que tiene que esperar a que haya terminado de aprender antes de empezar a servir.
En segundo lugar, puesto que el tiempo que tenemos desde nuestra salvación hasta que vayamos a la presencia del Señor es para que aprendamos a servir al Señor, nuestra principal preocupación debe ser servirle a Él, y no comer, hacer ejercicios o entretenernos. Por supuesto, mientras servimos al Señor hoy, aún tenemos que comer y sobrevivir y, por tanto, debemos tener un trabajo. Sin embargo, mientras ganemos lo suficiente para nuestra subsistencia es suficiente. Somos diferentes de la gente del mundo, que además de buscar su sustento, desean algo más. Desean tener fama y fortuna, y también ser alguien importante. Pero nosotros los cristianos somos diferentes; hemos abandonado Egipto y hemos salido del mundo.
Sabemos que Pablo era un líder de mucho talento, que pudo haber hecho algo muy importante en el mundo; sin embargo, él trabajaba con sus propias manos para hacer tiendas (Hch. 18:3). Según nuestro modo de pensar, el oficio de hacer tiendas debió haber sido un sufrimiento para Pablo debido a que su talento era espiritual. Cuando el Señor le proveía lo necesario, él no tenía necesidad de hacer tiendas, pero cuando la provisión no llegaba, humildemente hacía tiendas para ganarse la vida. Les diré esto con franqueza: ninguno que desee servir al Señor podrá ser muy exitoso en su carrera. Si queremos seguir al Señor, tenemos que abandonarlo todo. Pero doy gracias y alabo al Señor porque este camino es muy descansado y la carga es ligera. Por tanto, en nuestro vivir debemos ganar únicamente lo suficiente para cubrir nuestras necesidades. Nuestra principal preocupación debe ser servir a Dios.
Tercero, aunque no hemos recibido el mismo llamado de Saulo de Tarso o de Pedro, por favor tengan claro que Dios nos llama de la misma manera que Él llamó a Saulo y a Pedro. ¿Acaso no hemos sentido el llamamiento del Señor al menos una vez? Aparentemente, el Señor no nos ha llamado de la misma manera en que llamó a Saulo o a Pedro, pero si hemos sentido que el Señor nos ha llamado. Tengo la profunda convicción de que entre nosotros hay un buen número de hermanos y hermanas que han tenido el sentir en su interior que el Señor los ha llamado. Por ahora, lo que importa no es si el llamamiento es grande o pequeño ni tampoco si es intenso o tenue; lo único que importa es que lo hemos percibido claramente. La Biblia dice que mientras tengamos fe, es suficiente, aun cuando ésta sea tan pequeña como una semilla de mostaza (Mt. 17:20). Dios no exige que nuestra fe sea grande. Sucede lo mismo con nuestro llamado: simplemente basta con que hayamos sido llamados. ¿Podría usted decir honestamente que nunca ha tenido el sentir de que el Señor lo ha llamado? Puesto que ha tenido este sentir, usted debe responder a ese llamado. Cuanto más usted responda a dicho sentir, más claro se hará. Pero si no responde, seguirá titubeando.
Cuarto, debemos ver que hoy en día todo es temporal. Si el Señor dispone las circunstancias para que yo haga algo, doy gracias al Señor; pero si no dispone las circunstancias para que lo haga, también lo alabo. A menudo me he hecho la pregunta: si el Señor quisiera que muriera, ¿cómo podría evitar morir? si yo quisiera graduarme de la universidad, y Él no me lo permitiera, ¿qué podría hacer? Hay muchas cosas que no están en nuestras manos. El Señor puede levantar toda clase de circunstancias a nuestro alrededor para alcanzar Su meta. Así que no importa si le respondemos rápida y generosamente, o si nos rehusamos a responderle, o le respondemos de una manera mezquina o le damos problemas, el resultado será el mismo: Él logrará hacer lo que se ha propuesto y sin ningún esfuerzo. Nosotros somos los que sufrimos, los que son quebrantados un poco más, los que son golpeados un poco más y son puestos un poco más bajo presión. Por consiguiente, ninguna de las cosas que tiene que ver con el hombre está bajo su control; nadie puede escoger lo que quiere.
Cada paso que nosotros damos ya ha sido determinado por Dios. ¿Acaso podemos ser la clase de personas que queremos ser? Puesto que nuestro destino está en las manos del Señor, lo mejor es que calculemos el precio que tendremos que pagar y respondamos generosamente al llamamiento del Señor. Llevo ya veinticinco años en este camino, y nunca me he arrepentido de ello. No piensen que sigo este camino ciegamente. No, ciertamente he calculado el precio que tengo que pagar, pero nunca me he lamentado por ello. Cada vez que considero el pasado y reflexiono, inclino mi cabeza y digo: “Oh Dios, el camino por el que me has guiado es el camino que Tú habías destinado para mí. Cuando todas las cosas se hagan manifiestas en el futuro, yo comprobaré que el haber escogido Tu camino no sólo fue lo mejor que pude haber escogido, sino que fue lo mejor que pude haber hecho”. En aquel día todos diremos que el precio que pagamos fue sólo estiércol.
Es un hecho que en los dos mil años de historia de la iglesia, todos los que han seguido al Señor han inclinado sus cabezas, especialmente en su vejez, y han dicho: “Señor, fuiste Tú quien me guió para que tomara este camino”. Todos los que no tomaron este camino al final se lamentarán. Algunos se han lamentado de que el Señor los tocó una vez pero ellos no respondieron a Su llamado, y otros se han lamentado de haber sido muy codiciosos en cuanto a su sustento, no siguieron el camino del Señor. En los pasados dos mil años ha habido muchos que se han lamentado de estas cosas. Por otra parte, todos los que han seguido al Señor con un corazón puro han inclinado sus cabezas al final de sus vidas para darle gracias al Señor y alabarlo. Espero que los jóvenes que están aquí calculen el precio que tienen que pagar. Miles de creyentes han pasado por aquí antes que nosotros y sus pisadas ciertamente son un testimonio.
Cada uno de nosotros debe considerar qué clase de persona desea ser. ¿Queremos ser personas que han sido salvas a medias, cristianos “grises” o ser un cristiano que ama al Señor de forma absoluta? Todo el mundo sabe que las personas que se entregan de forma absoluta a algo, son las más útiles. No podemos ser piedra y madera, ni podemos ser un hombre y una mujer. Si deseamos ser personas mundanas, debemos ser completamente mundanos, y si deseamos ser cristianos, debemos serlo de forma absoluta. Aquellos que son mediocres e indecisos son las personas menos útiles y las más viles. No importa lo que hagamos, debemos entregarnos completamente a ello. El único requisito para un cristiano es el de entregarse a Dios de forma absoluta. Así pues, debemos decidir entre no seguir al Señor o seguirle de forma absoluta.