Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Reino, El»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

El reino

PREFACIO

  Aunque el reino ocupa una posición muy importante en la Biblia, muchos cristianos no lo han entendido apropiadamente, con exactitud ni adecuadamente. Los mensajes en este libro, dados en una conferencia en Los Ángeles en 1972, presentan principalmente el lado de la vida del reino. Mientras algunos capítulos tocan el lado doctrinal y objetivo, la carga principal es el lado de la vida. Que estos capítulos causen que los hijos del Señor consideren sobriamente su responsabilidad para con el reino y aspiren a hoy en día llevar una vida en la realidad del reino por medio de la vida divina a fin de que puedan entrar en el disfrute del reino en su manifestación con el Señor en la era venidera.

  Anaheim, California, EE. UU. Witness Lee Agosto de 1980

ARREPENTIRSE POR CAUSA DEL REINO

  El primer componente de la predicación neotestamentaria era el reino. El primer predicador en el Nuevo Testamento fue Juan el Bautista, y las primeras palabras que salieron de sus labios fueron: “Arrepentíos, porque el reino...” (Mt. 3:1-2). Así pues, no se trata simplemente de ser pecadores e ir al infierno o de tener paz y gozo. Tampoco se trata de arrepentirse a fin de obtener salvación. Más bien, tenemos que arrepentirnos por causa del reino.

  La palabra arrepentirse significa cambiar de parecer, cambiar de manera de pensar. Significa cambiar nuestra manera de razonar, cambiar nuestros conceptos, ideas, filosofía e, incluso, nuestra teología. Todos tenemos necesidad de arrepentirnos. Debemos arrepentirnos de nuestros viejos conceptos. Arrepiéntanse de la filosofía y de la teología sistemática. Arrepiéntanse de su viejo conocimiento bíblico, de las viejas exposiciones e interpretaciones de las Escrituras. Tenemos que cambiar nuestra perspectiva.

  ¿Por qué es necesario arrepentirse por causa del reino? Porque, independientemente de cuáles sean los conceptos a los que nos aferremos, nosotros mismos no estamos a favor del reino. Tal vez ustedes estén a favor de la educación o de la religión. Quizás estén a favor del cristianismo o de las llamadas iglesias. Puede ser que estén a favor de predicar el evangelio o de extender el campo misionero. Tal vez estén a favor de hacer el bien. Tal vez tengan celo por los dones espirituales o procuren el poder de Dios. No sé a favor de qué estén, pero me temo que no sea el reino. Tienen que arrepentirse. Arrepentirse de lo que son y dónde están. Arrepentirse de lo que hacen y piensan. Arrepentirse de todos sus conceptos. No me importa, y a Dios no le importa, si vuestros conceptos son buenos o malos. Esto no tiene la menor importancia. Siempre y cuando ustedes no estén a favor del reino, lo demás no tiene importancia alguna. Todos debemos arrepentirnos por causa del reino. El Nuevo Testamento es para el reino. Cuando viene la era neotestamentaria, viene el reino. Si usted no está en el reino y no vive para el reino, es necesario que se arrepienta.

LA PREDICACIÓN DE JESÚS

  Juan el Bautista dio inicio a la predicación del Nuevo Testamento al proclamar: “Arrepentíos, porque el reino...” (Mt. 3:2). Después, vino el Señor Jesús y repitió la predicación de Juan el Bautista (4:17). Es lamentable que a los predicadores de hoy no les guste repetir la predicación de otros. Si alguien predicase: “Arrepentíos, porque el reino...”, los demás predicarían algo nuevo. A ellos no les gusta seguir la predicación de otros. Sin embargo, el Señor Jesús se hizo un seguidor. Él siguió a Juan el Bautista. El Señor Jesús no fue el primero en predicar el arrepentimiento por causa del reino, sino que fue el segundo. ¡Qué maravilloso que el Señor Jesús repitiera y diera continuación a la predicación de Juan el Bautista! Ciertamente, esto nos muestra la importancia del reino. Si la predicación del reino no fuera tan importante, entonces el Señor Jesús no la habría repetido. Debido a que Él repitió la predicación de Juan el Bautista, ahora tenemos una prueba contundente de que la predicación del reino es de suma importancia.

LA PREDICACIÓN DE LOS DISCÍPULOS

  El Señor Jesús llamó a algunos de Sus discípulos —no solamente a los doce, sino a por lo menos setenta— y los envió con la comisión de predicar el reino, anunciando que “el reino de los cielos se ha acercado” (10:7; Lc. 10:1, 9). No solamente el Señor mismo repitió y dio continuación a la predicación del evangelio del reino, sino que Él también encargó a Sus discípulos que repitieran dicha predicación.

  Según Lucas, un hombre vino al Señor diciéndole: “Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre”. El Señor le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (9:59-60). Aquí el Señor parecía decirle: “Deja que los muertos se ocupen de las cosas muertas. Si tú quieres ser viviente, tienes que seguirme y predicar el reino de Dios. Deja que los muertos entierren a los muertos, pero los que viven tienen que predicar el evangelio del reino”. Juan el Bautista predicó el reino, el Señor Jesús predicó el reino y a todos Sus discípulos se les encargó que predicasen el reino. Incluso a un pequeño discípulo como el mencionado en Lucas se le instó a predicar el reino. ¡Esto es maravilloso!

EL EVANGELIO DEL REINO

  Cuando el Señor Jesús se aprestaba a dejar a Sus discípulos, profetizó que el evangelio del reino sería predicado en toda la tierra habitada y a todas las naciones (Mt. 24:14). Algunos maestros de la Biblia han enseñado que el reino es algo que corresponde a una determinada dispensación. Ellos enseñan que el Señor vino trayendo el reino al pueblo judío, pero cuando éste le rechazó, Él tomó el reino de nuevo y lo suspendió hasta que llegase otra era. Según tal enseñanza, ésta es la era de la iglesia y no la era del reino. El reino ha sido suspendido y un día vendrá nuevamente. Cuando el Señor regrese, entonces Él traerá consigo el reino que había sido suspendido. Esta clase de enseñanza no concuerda con la palabra pura de Dios. Según la Biblia, el reino de Dios jamás ha sido suspendido. En Mateo 21:43 el Señor Jesús dijo que el reino de Dios sería quitado a los judíos y sería dado a otro pueblo, es decir, a la iglesia. Esto indica que el reino no fue suspendido en ningún momento. Si hubiera sido suspendido, no sería necesario que el Señor, después de Su resurrección, hablara a Sus discípulos por cuarenta días sobre el reino (Hch. 1:3). En mi juventud yo acepté tal enseñanza considerándola maravillosa debido a que suponía que había aprendido algo de la Biblia; pero con el tiempo comprendí que me habían enseñado incorrectamente.

  Mateo 24:14 habla del “evangelio del reino”, no del evangelio de la gracia ni del evangelio de la salvación. Aunque muchos de ustedes han leído varias veces el libro de Mateo, es probable que no se hayan percatado del término “el evangelio del reino”. No obstante el Señor Jesús dijo que este evangelio del reino sería predicado en toda la tierra habitada. La tierra habitada representa todo lugar habitado por el hombre. El evangelio del reino tiene que ser predicado en toda la tierra habitada, para testimonio a todas las naciones. No solamente será predicado a los judíos, sino a todas las naciones. En el griego, la palabra que se tradujo “naciones” en este versículo es la misma palabra que en otros versículos se tradujo como “gentiles”. Así pues, el evangelio del reino debe ser predicado a todos los gentiles. ¡Aleluya! La mayoría de nosotros somos gentiles. Todos tenemos el privilegio de oír el evangelio del reino. Este evangelio tiene que ser predicado en todos los rincones de la tierra habitada. El Señor nos ha presentado este asunto de tal modo que donde quiera que vayamos con el recobro de la iglesia, el evangelio del reino será predicado.

EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS

  En Lucas 4:43 encontramos otro término: el evangelio del reino de Dios. Este versículo nos dice que el Señor Jesús y Sus discípulos predicaron el evangelio del reino de Dios. ¿Se habían dado cuenta de que predicar el reino de Dios no es otra cosa que predicar el evangelio? El reino es el evangelio del Nuevo Testamento. El evangelio del Nuevo Testamento es el reino.

  Tal vez algunos querrán argüir que el Nuevo Testamento habla del evangelio de la vida, del evangelio de la gracia y del evangelio de la salvación. Sin embargo, todos ellos son diversos aspectos del reino. El reino es el centro, el núcleo, y todos los otros aspectos pueden ser considerados como los rayos o las ramificaciones de dicho núcleo. Todos los rayos están centrados en el núcleo. El evangelio de la vida tiene como finalidad el reino, el evangelio de la salvación también, y lo mismo sucede con el evangelio del perdón de pecados. Todos estos son diferentes aspectos del evangelio que tienen como finalidad el reino. El reino es el verdadero evangelio. Es necesario que cambie nuestro concepto. Tal vez antes pensábamos que el evangelio era una cosa y que el reino era otra muy distinta; quizás nos dimos cuenta de que necesitábamos el evangelio, pero probablemente relegábamos el reino al futuro. Esto es completamente erróneo. El reino es el evangelio. Si uno no conoce el reino, entonces no conoce el evangelio de forma completa. Si queremos conocer plenamente el evangelio, tenemos que comprender que el reino es el evangelio todo-inclusivo. El Señor Jesús y Sus discípulos predicaron el reino de Dios como evangelio.

NACER DE NUEVO PARA ENTRAR EN EL REINO

  Puesto que, en muchos aspectos, Marcos es similar a Mateo y Lucas, en nuestro estudio podemos pasarlo por alto y proceder al Evangelio de Juan. Consideremos Juan 3:3 y 5. ¿Acaso el Señor Jesús dijo: “El que no nace de nuevo, no puede ver el cielo o no puede entrar en el cielo”? ¡No! La regeneración no tiene como propósito llevarnos al cielo, si bien esto fue lo que claramente se me enseñó en mi juventud. Se me enseñó que mi vida pecaminosa no era lo suficientemente buena para que yo pudiera ir al cielo y que para entrar en el cielo yo debía tener otra clase de vida, una vida mejor. Se me dijo que el cielo es un lugar resplandeciente, donde no hay nada oscuro; un lugar santo, donde no hay nada pecaminoso; un lugar bueno, donde no hay ningún mal. Pero se me dijo que yo era malo, oscuro y pecaminoso, por lo cual no era apto para ir al cielo. Se me dijo también que si quería ir al cielo, necesitaba otra vida; necesitaba nacer de nuevo. Éste sigue siendo el concepto común hoy en día. Pero estrictamente hablando, la regeneración no tiene como propósito permitirnos entrar en el cielo, sino permitirnos entrar en el reino.

  Si queremos entrar en cierta clase de reino, será necesario que poseamos cierta clase de vida. Si no somos poseedores de la vida animal, por ejemplo, jamás podremos entrar en el reino animal. Si yo pudiera recibir la vida propia de un perro y convertirme en un perro, inmediatamente me encontraría en el reino canino, en el reino animal. Asimismo, si no poseemos la vida divina, la vida de Dios, nos será imposible entrar en el reino de Dios. Si hemos de entrar en el reino de Dios, debemos tener la vida de Dios. Por tanto, el objeto de la regeneración es que nosotros entremos a otro reino, el reino de Dios. Esto es mucho más real para nosotros que una mera dispensación. Esto es el reino de Dios en el cual entramos en virtud de haber nacido de nuevo.

  En otras publicaciones ya hicimos notar que Juan no sólo es un libro sobre la vida divina, sino también sobre la edificación. Pero también debemos decir que es un libro sobre el reino. Tanto la vida como la edificación son para el reino. La vida tiene como propósito la edificación, y la edificación es para el reino.

EL REINO EN HECHOS

  Algunos cristianos afirman que después de ser crucificado y resucitar, el Señor Jesús suspendió el reino, y que otra dispensación, la dispensación de la iglesia, fue iniciada el Día de Pentecostés. En otras palabras, afirman que el reino fue puesto a un lado temporalmente y que se dio inicio a la era de la iglesia. Sin embargo, Hechos 1:3 dice que el Señor Jesús les habló a Sus discípulos acerca del reino durante cuarenta días después de Su resurrección. Más aún, después de Pentecostés, Felipe predicó a los samaritanos el reino de Dios (8:12). Además, Hechos 19:8 afirma que el apóstol Pablo predicó el reino de Dios. En Hechos 20:25 Pablo le recordó a los ancianos de Éfeso que cuando él estuvo con ellos les predicó el reino de Dios. Cuando Pablo estuvo en Roma, él les habló a las personas acerca del reino de Dios (28:23b, 31). A la luz de estos pasajes, ¿cómo se podría afirmar que el reino ha sido suspendido?

EL REINO EN LAS EPÍSTOLAS

  El reino también es revelado en las Epístolas. Romanos 14:17 nos dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Según el contexto de Romanos 14, el reino es la vida de iglesia. La realidad de la vida de iglesia es el reino. Así pues, el reino no es meramente una dispensación ni una esfera; el reino es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. El reino de Dios es algo en el Espíritu Santo; esto es la vida de iglesia. Después veremos que Romanos 12 nos habla de la vida propia del Cuerpo y que Romanos 14 nos habla de la vida propia del reino. En Romanos, la vida del reino es simplemente la realidad de la vida que es propia del Cuerpo.

  En 1 Corintios el reino de Dios se refiere a la verdadera vida de iglesia (4:20; 6:9-10; 15:50). Además, tanto Gálatas como Efesios nos dicen lo mismo: que el reino en el Espíritu es la vida de iglesia apropiada (Gá. 5:21; Ef. 5:5).

  Ahora llegamos a Colosenses 1:13: Dios “nos ha librado de la potestad de las tinieblas”. La potestad de las tinieblas es el reino de Satanás. Dios nos ha librado del reino de Satanás y nos ha “trasladado al reino del Hijo de Su amor”. Todos fuimos trasladados. Estábamos en el reino de Satanás, pero ahora estamos en el reino del Hijo de Dios. ¡Aleluya! ¡Qué traslado! ¿Ha sido usted trasladado? Todos tenemos que testificar con toda confianza: “¡He sido trasladado del reino de Satanás al reino de Dios!”. Olvídense de ustedes mismos y miren al Señor Jesús. Tienen que decir: “¡Aleluya! ¡He sido trasladado! ¡Estoy en el reino de Dios!”.

  Quizás se le haya dicho que el reino de Dios vendrá un día en el futuro y que hoy la era de la iglesia no tiene nada que ver con el reino. Tal vez haya escuchado decir que la era de la iglesia es ahora y que la era venidera, el milenio, será la era del reino. Pero aquí, en Colosenses 1:13, se nos dice que fuimos trasladados al reino. ¿Está usted seguro de haber sido trasladado al reino de Dios? Si hoy es la era de la iglesia y el reino todavía no ha venido, ¿cómo ustedes podrían estar en el reino hoy? ¿Tienen la certeza de que ahora están en el reino? Me preocupa que después de leer este libro ustedes todavía abriguen dudas al respecto. Tal vez comiencen a pensar que es una exageración afirmar que actualmente estamos en el reino de Dios. Tal vez al considerar a su esposa usted piense: “¡Ella es muy rebelde!”, o tal vez al considerar a su esposo diga: “¡No hay amor en él!”. Quizás al considerar a sus hijos diga: “¡Ellos son muy descuidados e irresponsables!”. Independientemente de que usted crea que estamos o no estamos en el reino, nosotros tenemos la palabra pura de Dios. Tenemos Colosenses 1:13. ¡Aleluya! ¡Todos fuimos trasladados al reino del Hijo de Su amor!

  En Colosenses 4:11 Pablo nos dice algo más sobre el reino. Él nos dice que él y sus colaboradores laboraban para el reino de Dios. ¿Qué está haciendo usted en la ciudad donde vive? Todos podemos declarar de manera definida que estamos laborando para el reino.

  En 1 Tesalonicenses 2:12 se nos dice que fuimos llamados al reino. El cristianismo habla de ser llamados al cielo, pero me es imposible encontrar un solo versículo que diga que hemos sido llamados al cielo, aunque sí tenemos un versículo que nos dice que Dios nos llamó a Su reino y gloria. Además, 2 Tesalonicenses 1:5 nos dice que somos dignos del reino. ¡Esto es maravilloso! En 2 Timoteo 4:18 Pablo estaba seguro de que el Señor le salvaría para entrar en Su reino celestial. Pablo no dijo que Dios le salvaría introduciéndolo en las mansiones celestiales, sino en el reino celestial. Después, Hebreos 12:28, afirma que hemos recibido un reino inconmovible. Hemos recibido un reino que jamás será conmovido. ¡Aleluya! Jacobo 2:5 afirma que somos aquellos que amamos a Dios y que somos herederos del reino. Hemos de heredar el reino. Ésta es nuestra esperanza. En 2 Pedro 1:3 se nos dice que Su divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Por tanto, somos participantes de la naturaleza divina (1:4). Esto tiene como propósito proveernos una rica entrada en el reino (1:11). Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, incluso ser participantes de la naturaleza divina, tienen como propósito proveernos una rica entrada en el reino.

El REINO EN APOCALIPSIS

  Apocalipsis 1:9 dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino”. Juan sabía que estaba en el reino. Para él, el reino no era meramente una dispensación en el futuro, sino que él ya estaba en el reino. Por tanto, podía presentarse como “vuestro hermano, y copartícipe vuestro [...] en el reino”.

  Un día el reino de Dios se manifestará. Ello será el cumplimiento de Apocalipsis 12:10. El reino de Dios será manifestado plenamente. El reinado sobre el mundo habrá “pasado a nuestro Señor y a Su Cristo” (11:15). Él reinará como el Rey por siempre y para siempre.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración