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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO DIECISÉIS

LA SIEGA DEL CRECIMIENTO, LA TRANSFORMACIÓN Y LA EDIFICACIÓN

  Lectura bíblica: 2 Co. 3:6b, 17, 18; Ro. 12:2, 5; Ef. 4:22-24; Ap. 4:2-3; 21:10-11, 18a, 19a

  Como vimos en el capítulo anterior, 1 Corintios 3 nos habla del crecimiento, la transformación y la edificación. Estos mismos temas pueden ser vistos en el libro de Efesios. Tanto Efesios 2:20-22 como Efesios 4:12-16 guardan relación con el crecimiento, la transformación y la edificación.

LAS PERSONAS DOTADAS PERFECCIONAN A LOS SANTOS

  Las personas dotadas mencionadas en Efesios 4:11, es decir: los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros, existen con la finalidad de perfeccionar a los santos (v. 12). Las personas dotadas no edifican directamente la iglesia, sino que su responsabilidad es perfeccionar a los santos. Como resultado de su obra de perfeccionamiento, los santos serán aptos y estarán equipados para desempeñar su función como miembros del Cuerpo que directamente edifican las iglesias. No es el Señor Jesús ni tampoco las personas dotadas, tales como los apóstoles y evangelistas, quienes edifican las iglesias directamente; más bien, son los miembros que han sido perfeccionados, o sea, aquellos que han sido equipados y hechos aptos para desempeñar su función, quienes edifican directamente las iglesias.

PERFECCIONADOS POR EL CRECIMIENTO EN VIDA

  ¿Qué quiere decir perfeccionar a los santos? Durante los primeros años de mi ministerio yo pensaba que perfeccionar a los santos consistía en dotarlos de alguna capacidad o de un arte espiritual; y basándome en ello procuré adiestrarlos. Con el tiempo aprendí que éste no era el entrenamiento apropiado. Efesios 4:12 habla del perfeccionamiento de los santos, y el versículo 13 habla de un hombre de plena madurez. El versículo 14 nos habla de que ya no debemos ser niños, y el versículo 15 nos insta a crecer en todo en Cristo. Todos estos versículos guardan relación con el crecimiento. Perfeccionar a los santos implica ayudarles a crecer a la estatura de un hombre de plena madurez, para que ya no sean niños, o sea, ayudarles a crecer en todo en Cristo. Según el contexto de Efesios 4, perfeccionar a los santos es simplemente ayudarles a crecer. Como miembros vivientes del Cuerpo de Cristo, los santos necesitan crecer.

  Esto también se aplica al cuerpo humano. Cuando un niño nace, él es una persona completa, tiene todos sus órganos, tiene orejas, ojos, lengua, labios y todos sus demás miembros y órganos. Sería innecesario así como imposible añadir más órganos a un bebé recién nacido pues, en términos orgánicos, es una persona completa. Este niño tiene todos los órganos que sus padres también tienen. No obstante, aun cuando está completo orgánicamente, él no está completo en cuanto al ejercicio de sus funciones y facultades. Por tanto, este bebe necesita ser perfeccionado. Perfeccionarlo implica hacer que él crezca. Después de crecer por el lapso de un año, podrá caminar. Después de cierto periodo de tiempo, comenzará a hablar. Él nació con dos pies y una boca, pero carecía de la capacidad para caminar y hablar. Cuanto más crezca, más será perfeccionado. En otras palabras, él llegará a ser plenamente apto y estará completamente equipado. Aun cuando este niño tiene todos los órganos necesarios al nacer, él todavía necesita la medida adecuada de crecimiento antes que la capacidad de estos órganos pueda manifestarse. Por ejemplo, inmediatamente después de su nacimiento los ojos de un bebé no son muy útiles. Aun cuando tiene ojos, su capacidad para desempeñar su función visual es muy limitada debido a la falta de crecimiento. Con el crecimiento apropiado, los ojos comenzarán a desempeñar su función después de un breve plazo. Los órganos de la vista están ya presentes al momento de nacer, pero la capacidad de ver se desarrolla con el crecimiento.

  ¿Qué significa entonces perfeccionar a los santos en la iglesia? No significa añadirles algo. No debiéramos hacer esto; de hecho, no podemos hacer esto con los santos. Más bien, debemos ayudarles a crecer. Todos los santos tienen que crecer hasta llegar a ser un hombre de plena madurez y dejar de ser niños. Ellos tienen que crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo.

LA MANERA DE CRECER

  ¿Cuál es la mejor manera, de hecho la única manera, de ayudar a los niños a crecer? Todas las madres saben que la mejor manera no es enseñándoles, sino alimentándoles. Es la alimentación, y no la enseñanza, lo que hace que los niños crezcan. Por eso Pablo dijo: “Os di a beber leche” (1 Co. 3:2). Igualmente, ¿cómo podemos perfeccionar a los santos? No debemos enseñarles solamente, sino que debemos alimentarlos. Pablo plantó, y Apolos regó (v. 6). Regar las plantas es alimentarlas. Lo que necesitan las iglesias, que son el reino, para el perfeccionamiento de los santos, no son enseñanzas, sino alimentación. Las madres saben bien que los pequeños son perfeccionados año tras año mediante el crecimiento. Debido al crecimiento ellos pueden hacer muchas cosas; pero esto no significa que esos niños carecían de los órganos necesarios antes que la obra de perfeccionamiento comenzara, sino que ellos simplemente no habían desarrollado su destreza. Estas destrezas son desarrolladas únicamente mediante el perfeccionamiento, y el perfeccionamiento proviene de la alimentación que los ayuda a crecer. Tal alimentación es lo que todas las iglesias como el reino necesitan hoy.

LAS ENSEÑANZAS Y LOS DONES

  Después de escuchar algunos de mis mensajes, algunos se disgustaron y dijeron: “Usted dice que no tenemos necesidad de enseñanzas, dones o normas que nos regulen. Pero ¿no cree usted que las enseñanzas son de alguna ayuda? ¿Acaso no son necesarios los dones? ¿No piensa usted que es bueno tener ciertas ordenanzas?”. Mi respuesta fue, que todo depende de cómo ustedes usen todo ello. Estas cosas están bien si propician el crecimiento, pero lo trágico del caso es que muchos maestros de la Biblia únicamente ayudan a las personas a conocer la Biblia, pero no las ayudan a crecer. Sé esto por experiencia propia, debido a que durante siete años y medio estuve recibiendo la impartición de la mejor enseñanza bíblica disponible y, sin embargo, como resultado de recibir tales enseñanzas durante ese periodo de tiempo, no experimenté ni un poco de crecimiento en la vida divina. Muchos han tenido esta misma experiencia. Tal vez, en algunos casos excepcionales, las enseñanzas bíblicas hayan podido ayudar a crecer a las personas un poco, pero no las ayudaron mucho. Así pues, todo depende de si la enseñanza le proporciona a la gente el crecimiento en vida o no.

  Lo mismo se aplica a los dones. Yo estuve personalmente involucrado en tales experiencias, en especial con las lenguas. Lamento decir que no puedo testificar que las personas que hablaban en lenguas experimentaron el crecimiento en la vida divina. No las critico ni tampoco las menosprecio, pero tengo que ser fiel y honesto y decir la verdad. Ustedes pueden constatar esto entre las muchas personas que actualmente hablan en lenguas; ¿dónde está el crecimiento? Hoy en día las iglesias, como el reino de Dios, necesitan algo que las ayude a crecer en la vida divina. Si hablar en lenguas ayudase a los santos a experimentar tal crecimiento, estaría a favor de ello; pero yo mismo dejé de practicar aquello porque descubrí que no producía crecimiento alguno. Hablar en lenguas puede despertar nuestro corazón y nuestro espíritu, pero una vez que usted ha sido despertado, tiene que inmediatamente tornarse a la vida divina; de otro modo, estará hambriento. No importa cuánto ejerza sus dones, permanecerá hambriento. Hablar en lenguas jamás le alimentará. Tal vez usted diga que le da cierta satisfacción, pero ¿ha crecido?

  Incluso solo el crecimiento no es adecuado. El crecimiento apropiado produce transformación, produce un cambio genuino en nuestro vivir, un cambio metabólico en nuestro ser. La transformación es la verdadera evidencia de nuestro crecimiento. Después de la transformación viene la edificación. El verdadero crecimiento produce la transformación y la transformación tiene como fruto la edificación. Por el contrario, la mayoría de los que hablan en lenguas son muy independientes. Damos gracias al Señor si usted recibió alguna ayuda al hablar en lenguas, pero si se queda allí, podría convertirse en una persona independiente e individualista.

  Sé esto por experiencia propia. Yo estuve involucrado en tales prácticas y vi esto con mis propios ojos. En las reuniones que se celebran para ejercitar los dones espirituales, a la mayoría no les importan los demás; cada uno se preocupa por su propia práctica de los dones. Igualmente, en su vida diaria las personas que suelen hablar en lenguas tienen dificultad en ser uno con los demás. A lo largo de la historia de la iglesia, nadie ha sido más divisivo que aquellos que hablan en lenguas. Casi toda persona que habla en lenguas constituye una división en sí mismo. Pese a ello, entre quienes hablan en lenguas se tiene una especie de certeza de que si todos los creyentes hablaran en lenguas, todos serían uno. Pero esto es superstición, ya que la historia demuestra lo contrario. No podemos encontrar la unidad apropiada entre los que hablan en lenguas. Nuestra necesidad actual es el crecimiento apropiado cuyo fruto es la transformación y la edificación. Esto producirá la unidad verdadera.

EL CRECIMIENTO EN LA VIDA DIVINA

  ¿Por qué el apóstol Pablo escribió 1 Corintios 3 de la manera que lo hizo? ¿Por qué dijo que él plantó, que Apolos regó y que Dios dio el crecimiento? ¿Por qué afirmó que le fue dada la gracia para que, como sabio arquitecto, pusiese el fundamento sobre el cual otros edificarían con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, hierba y hojarasca? Es necesario considerar el libro entero para entender por qué Pablo escribió de esta manera. En 1 Corintios 1:5 y 7, Pablo le dijo a los corintios que ellos poseían todo el conocimiento y que nada les faltaba en ningún don. Pero después, en 1 Corintios 3:1, él les dijo que no podía hablarles como a hombres espirituales, porque ellos todavía eran carnales y niños en Cristo. Es por esto que decimos que el mero conocimiento bíblico y los dones, en sí mismos, no son de ayuda. Los corintios tenían ambos, pero estaban muy carentes de crecimiento en vida. En las iglesias locales ciertamente no somos ni sectarios ni elitistas, pues recibimos todo lo que sea apropiado que proceda del Señor. No nos oponemos al conocimiento bíblico, ni tampoco nos oponemos a los dones. Pero la obra de recobro actual que realiza el Señor no depende del conocimiento ni de los dones, sino del crecimiento en la vida divina. Durante los pasados ciento cincuenta años se han recobrado una serie de doctrinas y dones, pero el crecimiento en la vida divina no ha sido recobrado de la manera adecuada. Hoy en día, nuestra carga actual es el recobro del crecimiento en vida. Es bueno que ustedes posean conocimiento bíblico y que hablen en lenguas, pero no se queden allí. Tienen que avanzar al crecimiento en vida. Ciertamente existe el peligro que quienes poseen conocimiento bíblico se queden allí y que quienes experimentaron los dones se conformen con ello. Es imprescindible que avancen. Es posible que el conocimiento les sirva como puente para pasar de un lado a otro, pero no se queden en ese puente; tienen que avanzar para llegar a la vida.

LAS ESTRUCTURAS BÁSICAS

  El libro de Mateo no enfatiza ni el conocimiento bíblico ni los dones; más bien, pone énfasis en la semilla de la vida divina y en el crecimiento de esta semilla con la consiguiente transformación a fin de producir los minerales útiles para la edificación de la iglesia (Mt. 13). El Señor le dijo a Pedro que él era una piedra, y le anunció que Él edificaría Su iglesia y le daría a Pedro las llaves del reino (Mt. 16). Éstos son algunos asuntos básicos hallados en el libro de Mateo. Las siete parábolas en Mateo, los misterios del reino, son también elementos básicos. Por el contrario, temas como la sanidad y el hablar en lenguas no forman parte de la estructura básica. La estructura básica está conformada por la semilla, el crecimiento, la transformación y la edificación. Ciertamente no me opongo al conocimiento bíblico ni a los dones, pero estoy en contra de que estos asuntos se enfaticen demasiado. A algunos de los que hablan en lenguas no les interesa otra cosa que hablar en lenguas. La iglesia no es una iglesia dedicada a hablar en lenguas, y el recobro del Señor no consiste en recobrar la práctica de hablar en lenguas. Aun cuando hablar en lenguas pueda haber sido de ayuda para algunos, no es un asunto fundamental. Los asuntos básicos son la semilla, el crecimiento, la transformación y la edificación.

EN LAS EPÍSTOLAS

  Lo que es sembrado como semilla en Mateo 13 es desarrollado en 1 Corintios 3. Allí vemos el crecimiento, la transformación y la edificación con los materiales preciosos. El conocimiento bíblico es bueno, pero no debemos quedarnos allí. Todos tenemos que crecer. El Señor está buscando la edificación que proviene del crecimiento en vida, y la transformación por la vida. Ninguna otra cosa logrará satisfacerle.

  La consumación suprema de la Biblia es la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén no encontramos los dones, ni el conocimiento ni las ordenanzas. Allí únicamente encontramos el fluir de la vida, el árbol de la vida, el oro, las perlas y las piedras preciosas.

  Perfeccionar a los santos no consiste simplemente en enseñarles la Biblia o en adiestrarlos para que usen sus dones. Perfeccionar a los santos consiste en alimentarlos y ayudarles a crecer. Si hablar en lenguas y adquirir conocimiento bíblico ayudó a tales personas de alguna manera, damos gracias a Dios; pero estas personas deben avanzar de una manera positiva a fin de experimentar el crecimiento de la vida divina. Perfeccionar a los santos es hacer que ellos crezcan hasta que lleguen a ser un hombre de plena madurez. ¿Ha producido la práctica de hablar en lenguas este crecimiento? ¿Ha producido un hombre de plena madurez? Más bien, aquellos que enfatizan los dones son “niños [...] zarandeados por todo viento de enseñanza” (Ef. 4:14). Entre ellos no está presente el hombre de plena madurez. Ellos no saben cómo crecer en todo en Cristo con miras a edificar directamente el Cuerpo. Efesios 4:15 nos exhorta a que crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. Después, el versículo 16 nos dice que después de crecer en aquel que es la Cabeza, tenemos que ser bien unidos y entrelazados por todas las coyunturas del rico suministro, conforme a la función de cada miembro en su medida. Es de este modo que el Cuerpo, la iglesia, es edificado directamente.

  No seáis distraídos por ninguna otra cosa. Si bien el conocimiento bíblico podría ser de ayuda, no debemos ser distraídos por ello. Quizás los dones pueden ser de ayuda, pero no deben ser una frustración para nosotros. Después de usar estos puentes a fin de pasar de un lado a otro, debemos dejarlos atrás y proseguir para ir en pos del crecimiento en vida que producirá una transformación adecuada y apropiada. Entonces obtendremos el oro, las perlas y las piedras preciosas para el edificio de Dios. La intención de Dios es tener un edificio.

  Mateo no nos habla de los dones ni del conocimiento bíblico, y en 1 Corintios Pablo tiene en menos a ambos. Tampoco en Efesios ni en Romanos se habla mucho de los dones, aunque en Romanos sí se menciona el don de la hospitalidad y algunos otros. Ciertamente necesitamos del don de la hospitalidad. Aunque usted hable mucho en lenguas, si tiene que hospedar a tres visitantes en su casa por un periodo de tiempo, probablemente se ponga en evidencia cuán poco crecimiento tiene. Necesitamos el crecimiento en vida. Para la edificación de las iglesias locales no necesitamos de los presuntos dones; lo que necesitamos es el crecimiento.

EL LIBRO DE APOCALIPSIS

  Ahora veremos la cosecha en Apocalipsis. La semilla está en Mateo, su crecimiento se halla en las Epístolas y la cosecha está en Apocalipsis. El cuadro de la ciudad presentado en Apocalipsis 21 y 22 es muy claro. Aquella ciudad no está edificada con barro o ladrillos. Todas las ciudades que fueron construidas por el enemigo como edificios falsos fueron hechas de ladrillo. La torre de Babel fue hecha de ladrillos (Gn. 11:3), así como también las dos ciudades que edificó el Faraón valiéndose de los esclavos israelitas (Éx. 1:11, 14). Los ladrillos están compuestos de barro más la labor humana. Pero Dios jamás edifica de esta manera. Su edificio está compuesto de oro, perlas y piedras preciosas; no tiene nada de barro ni nada hecho por manos humanas. El edificio de Dios es maravilloso a nuestra vista porque es por completo obra Suya. Ningún hombre puede manufacturar los materiales requeridos para el edificio de Dios. El oro, las perlas y las piedras preciosas son producidos por Dios mismo. Todo lo que forma parte de la Nueva Jerusalén ha sido transformado. En el centro de esta ciudad está el trono de Dios (Ap. 22:1, 3), lo cual denota el reino. El trono representa la autoridad reinante. El gobierno y reinado de Dios están allí. Del trono sale un río de agua de vida que riega toda la ciudad, y dentro del río de la vida crece el árbol de la vida que alimenta la ciudad (vs. 1-2). Este cuadro significa que regar y alimentar produce el crecimiento, la transformación y la edificación. Ésta es la cosecha de la semilla sembrada en Mateo.

UN ANTICIPO

  No es necesario esperar por un periodo de tiempo para que en el futuro lleguemos a disfrutar de ser alimentados y regados, de crecer y ser transformados, y de ser edificados. Nosotros en el recobro de las iglesias que el Señor realiza estamos capacitados y somos privilegiados de disfrutar un anticipo ahora. Claro, todavía no tenemos el pleno disfrute, pero el anticipo del cual disfrutamos indica que viene el pleno disfrute. Las hermanas que cocinan gustan de un anticipo de la comida que preparan antes de que sea servida; así pues, su anticipo es indicio del pleno disfrute que tendrán. En realidad, el anticipo de una comida es exactamente igual al disfrute pleno, sólo que en pequeña escala. No es posible que el anticipo de una comida sea salada y que en su pleno sabor sea dulce. El pleno sabor que tendremos en la Nueva Jerusalén es lo que ahora disfrutamos en las iglesias locales a manera de anticipo.

  El banquete completo incluye el río de la vida, el árbol de la vida, el crecimiento, la transformación y la edificación. ¿Entonces, el conocimiento bíblico y los dones? No están en la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén podemos ver el río de la vida y el árbol de la vida. Vemos el crecimiento, la transformación y la edificación. Vemos una ciudad construida con oro, perlas y piedras preciosas. Esto es todo lo que vemos. Puesto que éstas son las cosas presentes en el banquete completo, no debiéramos añadir ninguna otra cosa a nuestro anticipo. Más bien, debemos disfrutar de todos estos elementos como parte del anticipo. Apocalipsis 21 y 22 nos muestra un cuadro completo del reino como nuestro banquete completo.

LA TRANSFORMACIÓN

  La transformación es crucial para la obra de edificación que Dios efectúa. En el cristianismo se sabe muy poco acerca de la transformación. Incluso si uno escucha a los predicadores más destacados e investiga en las bibliotecas y librerías, será muy poco lo que encuentre sobre el tema de la transformación. ¿Qué es la transformación? La transformación significa que el Señor Jesús, la simiente de vida, con todos Sus ricos elementos es añadido a nuestro ser. Su esencia es el Espíritu todo-inclusivo. Este Espíritu es tanto la esencia del Señor Jesús como Su elemento. Inmediatamente después que usted fue salvo, Él comenzó a impartir Su elemento en usted. Día tras día, en la medida en que usted se abra a Él y le dé la oportunidad, Él impartirá Su elemento a su ser. Las doctrinas no son el elemento de Cristo. Únicamente Cristo, o sea, el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, es el elemento. Tal Cristo como Espíritu todo-inclusivo se imparte en su espíritu, y de su espíritu se expande a todo su ser. Él se expandirá en su corazón, mente, parte emotiva y voluntad. Este elemento de Cristo es verdaderamente un elemento transformador. Una vez que este elemento entra en nuestro ser, algo sucede. Por ejemplo, después que las madres alimentan a sus hijos, el alimento es digerido y asimilado por ellos. El elemento de aquellos alimentos entra en el torrente sanguíneo de esos niños y después penetrará sus células y tejidos orgánicos, haciéndoles crecer.

  El crecimiento siempre está acompañado de metabolismo. El metabolismo no implica un cambio externo, sino un cambio interno que es el resultado de que un nuevo elemento ha sido añadido a nuestro ser. Este nuevo elemento elimina lo viejo y produce algo nuevo. Supongamos que un joven tiene el rostro muy pálido. Si deseo cambiar su apariencia externa, podría aplicar polvos rosados a sus mejillas a fin de cambiar el color de su rostro. Es de este modo que los empleados de una funeraria cambian la apariencia de los cadáveres. Ellos hacen alteraciones cosméticas para embellecer los cadáveres. Pero, no importa cuán bello se vea, continúa siendo un cadáver. Esta clase de embellecimiento o cambio externo no es la transformación. No intenten cambiar la apariencia de una persona al aplicarle color a sus mejillas con cosméticos; más bien, aliméntenla con leche, carne, manzanas y otros alimentos saludables. Después de unas cuantas semanas podrán ver cierto grado de auténtica transformación. En Efesios 3:8 Pablo dijo que él predicaba como evangelio las inescrutables riquezas de Cristo. Esto quiere decir que él alimentaba a las personas con las riquezas de Cristo. En 1 Corintios Pablo dijo: “Os di a beber leche” (3:2). Luego dijo que Cristo es nuestro alimento espiritual y nuestra bebida espiritual (10:3-4).

  En 2 Corintios 3:6 Pablo dijo que la letra mata. La letra se refiere al texto en blanco y negro de la Biblia. La letra mata, pero el Espíritu vivifica. Es imprescindible que obtengamos el Espíritu. ¿Quién es el Espíritu? “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante” (1 Co. 15:45). “El Señor es el Espíritu” (2 Co. 3:17). La Palabra pura dice que la letra mata, mas el Espíritu vivifica. “El Señor es el Espíritu”. ¿Qué debemos hacer, entonces? Simplemente tenemos que abrir nuestro ser continuamente y decir: “¡Oh, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús! ¡Lléname, Señor Jesús!”. Tenemos que abrirnos a Él y dejar que Cristo nos llene. Si uno es fiel para recibirle de manera constante y completa, Él se propagará a nuestro ser interior. Mediante la digestión y asimilación apropiadas, su ser será saturado de todos los elementos nutritivos de Cristo.

  Estos elementos no solamente nutren, sino también aniquilan. Así como con los buenos alimentos obtenemos el poder para aniquilar ciertos gérmenes, el elemento de Cristo también trae consigo cierto poder aniquilador. El poder aniquilador de la cruz se halla en el Espíritu todo-inclusivo de Jesucristo. Cuanto más uno tome al Espíritu en su ser y más profundamente este Espíritu penetre en nuestro ser, más las cosas negativas y que corrompen —la carne, la levadura y las cosas mundanas— serán aniquiladas. Además, uno recibirá el nutrimento, crecerá y será transformado. Mediante esta transformación uno podrá ser conjuntamente edificado con otros. El conocimiento y los dones no pueden transformarnos ni hacer que seamos edificados juntos. Únicamente el Espíritu de vida puede realizar esta obra.

LA FORMA DE LA VIDA

  Dentro del proceso de transformación está el dar la forma de la vida. En toda clase de vida está la esencia de dicha vida, el poder de la vida, la ley de la vida y la forma propia de dicha vida. El elemento de Cristo contiene intrínsecamente el elemento divino; cuanto más disfrute de Cristo al comerle y ponerlo dentro de uno, más el elemento divino saturará nuestro ser. Este elemento, la vida de Dios, tiene una esencia, un poder, una ley y una forma. A medida que crece en nuestro ser, este elemento nos regulará y nos dará cierta forma, conformándonos a la imagen y a la forma de Cristo. Cuanto más seamos transformados, más seremos conformados a la imagen de Cristo. Efesios 4:22 dice que “os despojéis del viejo hombre”. ¿Cómo podremos despojarnos del viejo hombre? Cuanto más nos esforzamos por despojarnos de él, más él regresa a nosotros. Únicamente el elemento de Cristo puede hacer que el viejo hombre sea desechado de nuestro ser. Cuanto más el elemento de Cristo elimina al viejo hombre, más nos despojamos de él. La mejor manera de deshacernos del viejo hombre es comer algo nuevo de Cristo. Esto hará que toda vejez sea desechada. Esto es lo que significa despojarse del viejo hombre. La manera práctica de despojarse del viejo hombre es al ingerir a Cristo. Cuanto más Él entre en nuestro ser, más serán desechados los elementos del viejo hombre.

  El resultado de este proceso será algo nuevo: el Cristo corporativo, Cristo como el nuevo hombre corporativo. El nuevo hombre es la iglesia y es la realidad del reino. Vestirse del nuevo hombre equivale a vestirse del reino; vestirse de la vida de iglesia equivale a vestirse del reino. El reino es la propagación del Señor Jesús. Después que Él entra en nuestro ser, se propaga dentro de nosotros y hace que toda vejez sea eliminada. Entonces estamos en el reino. Efesios 4:24 afirma que el nuevo hombre es creado según Dios. No solamente el viejo hombre es eliminado de nuestro ser, sino que, además, el nuevo hombre viene a reemplazarlo. Este nuevo hombre es el hombre corporativo creado a la imagen de Dios.

  Génesis 1:26 afirma que el hombre fue creado a imagen de Dios, pero únicamente mediante la propagación de Cristo en nuestro ser tendremos la verdadera imagen de Dios y podremos ejercer Su dominio. Si no expresamos la imagen de Dios, difícilmente ejerceremos el dominio de Dios. La imagen de Dios tiene como finalidad el reino de Dios. Si tenemos Su imagen, podremos representarle; llegaremos a ser representantes de Dios. Esto es el reino. Por tanto, la imagen tiene como finalidad el reino.

  Cuando leemos Apocalipsis vemos que en el universo hay un trono y que Dios está sentado en él. Su aspecto es semejante a piedra de jaspe y de cornalina (Ap. 4:2-3). El jaspe es una piedra de un color verde claro que es transparente y resplandeciente, la cual representa a Dios mismo; la cornalina es una piedra de color rojo, que representa a Cristo como el Cordero redentor. En Apocalipsis 22:1 vemos a Dios sentado en el trono y también vemos al Cordero.

  Finalmente, el muro de la Nueva Jerusalén está edificado con jaspe, y la ciudad tiene el aspecto del jaspe (21:11, 18). Esto quiere decir que la ciudad tiene el aspecto de Dios, pues la gloria y el resplandor de la ciudad son la gloria y el resplandor propios del jaspe. Además, de las doce capas de cimientos hechos de piedras preciosas, la primera capa es de jaspe (21:19). Por tanto, la ciudad entera tiene el aspecto del jaspe, o sea, el aspecto de Dios. Esto no solamente implica transformación, sino también conformación. El edificio de Dios, la Nueva Jerusalén, será conforme a Dios y llevará Su imagen.

  Hoy en día hay algunos que enseñan que cada iglesia local debería poseer sus propios rasgos distintivos y tener un aspecto diferente. Pero si leyeran los dos últimos capítulos de Apocalipsis, verían que la ciudad entera, desde cualquier dirección tiene un mismo aspecto. La ciudad tiene una sola expresión y una sola imagen: la imagen y expresión de Dios. La ciudad está orientada en cuatro direcciones; no obstante, su aspecto es uno solo.

  En el mismo principio, hay muchas iglesias locales, pero todas ellas son candeleros de oro. Ninguna tiene su propia expresión, tales como plata, cobre, bambú o arcilla. Sin embargo, hay quienes dicen que cada iglesia local debe ser distinta. Esto es que si una expresa el oro, la otra debe expresar el bambú; si una es de oro, la otra debe ser de cobre. Pero según Apocalipsis 1:12 y 2:1, todos los candeleros son de oro. Si uno fuera a cambiar de posición los candeleros, sería difícil identificarlos. Debido a su orgullo, a las personas les encanta ser independientes, diferentes a los demás e individualistas.

  Juan el Bautista proclamó: “El reino de los cielos se ha acercado”, y el Señor Jesús repitió estas mismas palabras (Mt. 3:2; 4:17). Hoy en día vemos una situación muy diferente. Si uno predicase que el reino de los cielos se ha acercado, otro, rehusándose usar los mismos términos, podría predicar que la iglesia se ha acercado. A la gente le gusta hablar algo nuevo para demostrar cuán hábiles son. Ésta no es la manera que corresponde al reino de Dios. En el reino de Dios todos los candeleros son de oro. Al final, todos los candeleros perderán su identidad. Cuando los siete candeleros son colocados juntos, no se debe notar ninguna diferencia entre ellos. Al final, la ciudad entera de la Nueva Jerusalén expresará la única imagen de Dios y el único aspecto de Dios.

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