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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO DIECISIETE

LA TRANSFORMACIÓN: UNA SEMILLA EN LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES

  Lectura bíblica: Mt. 25:1-13; 24:40-42; Pr. 20:27; Ro. 9:21, 23-24

  En este capítulo abordaremos la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25:1-13. En esta parábola encontramos algo muy básico, y sin embargo, a través de los siglos los cristianos no han logrado captarlo en toda su extensión. De todas las parábolas del libro de Mateo, la de las diez vírgenes es la más misteriosa. Si ella fuera una parábola desligada del resto de la Biblia, sería imposible entenderla.

  Como vimos en el capítulo anterior, a partir de Mateo 13 el Señor dejó de hablar abiertamente sobre el reino y comenzó a hacerlo en parábolas y de una manera misteriosa. En Mateo 13:10-17 Él dio una razón para hablar en parábolas: las personas religiosas suponían estar de parte de Dios y conocer las Escrituras, pero en realidad ellas no estaban del lado de Dios ni entendían las Escrituras. Por tanto, el Señor comenzó a esconder el reino de tales personas, haciendo que fuese un misterio, y comenzó a revelárselo a quienes realmente tomaban en serio las cosas del Señor, o sea, a aquellos que eran pobres en espíritu y puros de corazón. Únicamente quienes son pobres en espíritu y puros de corazón pueden captar los misterios del reino. Desde Mateo 13 hasta el final del libro, siempre que el Señor habla del reino, lo hace en la forma de un misterio.

  Alabamos al Señor que hoy, por la revelación de todas las Escrituras, no nos resulta difícil entender esta parábola de las diez vírgenes. Podemos tener una interpretación precisa, exacta y apropiada de todos los aspectos de esta parábola. En realidad, la parábola de las diez vírgenes es como un rompecabezas. Este rompecabezas ha sido cortado en muchas piezas misteriosas, y tenemos que encontrar la manera de reunir todas las piezas y hacer que encajen las unas con las otras. Todas las piezas de este rompecabezas están escondidas en las Escrituras. Si sabemos cómo encontrar estas piezas y sabemos reunirlas de manera que encajen entre sí, veremos un cuadro muy claro de la economía de Dios. Ningún otro cuadro en toda la Biblia nos muestra la economía de Dios tan claramente como la parábola de las diez vírgenes.

EN NÚMERO SON DIEZ

  Primeramente, tenemos que descubrir por qué el Señor Jesús usó el número diez. ¿Por qué Él habló de diez vírgenes, y no de quince, doce, ocho o quizás dos? Tal vez ustedes piensen que el número diez simboliza compleción, como en el caso de los diez dedos de las manos y los pies. Pero debemos recordar que esta parábola concierne al reino de los cielos, y el número que simboliza dicho reino es doce y no diez. El número que denota el reino tiene que ser doce, ya que en el Antiguo Testamento el número de tribus del pueblo, las cuales eran representativas del reino de Dios, era doce. Además, el número de los apóstoles en el Nuevo Testamento, los cuales representan a todo el pueblo de Dios, es doce. Así pues, el número representativo del pueblo que conforma el reino es doce. Apocalipsis nos presenta la máxima consumación de la economía de Dios, la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén, se usa casi exclusivamente el número doce: hay doce cimientos, doce puertas, doce perlas, doce apóstoles, doce tribus y son doce las variedades del fruto producido por el árbol de la vida. También tenemos el número ciento cuarenta y cuatro, que es el resultado de multiplicar doce por doce (Ap. 21:12, 14, 17, 19-21; 22:2). Por tanto, doce es el número apropiado para representar el reino de Dios.

  Según la Biblia, el número doce está compuesto de una manera única. No está compuesto de seis más seis, siete más cinco ni cuatro más ocho; sino que este número es un producto de la multiplicación de cuatro por tres. Apocalipsis 21 corrobora este hecho. Allí vemos que la ciudad es cuadrada, lo cual significa que tiene cuatro lados iguales (21:16). A cada lado hay tres puertas, lo cual hace un total de doce (vs. 12-13). El número cuatro en la Biblia representa las criaturas. El hombre es la criatura principal en la creación de Dios, y el número cuatro representa al hombre creado, lo cual nos incluye a todos nosotros. El número tres tiene dos significados; representa tanto al Dios Triuno como a la resurrección. Por tanto, el número tres denota al Dios Triuno en resurrección.

  El número doce no es resultado de una adición, sino de una multiplicación. Si fuera el resultado de una adición, el número sería siete y no doce. En los primeros capítulos de Apocalipsis vemos la adición de tres más cuatro, con lo cual tenemos las siete iglesias, los siete candeleros, los siete sellos y las siete trompetas (Ap. 1:4, 12; 6:1; 8:2). Al inicio de Apocalipsis se suman los números tres y cuatro para producir el número siete; pero al final de Apocalipsis, los números tres y cuatro son multiplicados para producir el número doce. Esto es muy significativo. Por ser la iglesia hoy, nosotros somos el número siete, pues somos las criaturas más el Dios Triuno en resurrección. El Dios Triuno en Su vida de resurrección ha sido añadido a nuestro ser, haciendo de nosotros el número siete. La iglesia es la adición de Dios al hombre. Sin embargo, este es apenas el inicio, pues la adición tiene que ser cambiada en multiplicación. La multiplicación implica mezcla, la mezcla de tres con cuatro, lo cual representa la mezcla del Dios Triuno en resurrección con el hombre. Cuando fuimos salvos, Dios fue añadido a nuestro ser. A partir de entonces, la adición será cambiada por la multiplicación hasta que lleguemos a la multiplicación plena representada por el número doce, esto es, el hombre multiplicado por Dios, el hombre mezclado con Dios. La Nueva Jerusalén es la mezcla corporativa y consumada de Dios con el hombre.

  ¿Por qué, entonces, en la parábola de las diez vírgenes tenemos el número diez en lugar del número doce? Esto significa que faltan dos. El diez representa la mayor parte del doce. Por ejemplo, de las doce tribus de Israel en el Antiguo Testamento, diez se rebelaron contra la casa de David. Únicamente dos tribus, la de Judá y la de Benjamín, quedaron. Así pues, diez de doce representa la mayoría de los doce. También vemos este mismo pensamiento en un caso que se encuentra en los Evangelios, donde diez de los doce apóstoles tenían un solo concepto, y los otros dos apóstoles tenían un concepto diferente (Mt. 20:20-24). Nuevamente, el diez representa la mayoría de los doce, y dos representan al resto. Por tanto, el número diez representa la mayoría del pueblo de Dios.

  Para encontrar a los otros dos que faltan, debemos leer un pasaje del capítulo anterior, Mateo 24:40-42. Estos versículos mencionan a dos varones laborando en el campo y a dos mujeres moliendo en el molino. En Mateo 25 tenemos el número diez, mientras que en Mateo 24 tenemos el número dos. Las palabras de conclusión en estos dos pasajes son casi las mismas: “Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor” (Mt. 24:42; 25:13). Que estas palabras de advertencia sean dadas tanto a los dos como a los diez indica que ambos pasajes forman un par. Las dos personas más las diez vírgenes suman un total de doce, el número completo del pueblo de Dios.

  Cuando el Señor Jesús regrese, los creyentes serán de dos clases. La división primaria es de diez y dos. Es debido a que los dos varones y las dos mujeres estaban trabajando, que ellos representan a los creyentes que estarán vivos cuando el Señor regrese. En cambio, las otras diez personas estaban durmiendo, lo cual indica que la mayoría de los creyentes habrán muerto cuando llegue el tiempo del regreso del Señor. No debemos pensar que solamente las cinco vírgenes insensatas durmieron mientras que las cinco vírgenes prudentes no lo hicieron. La Biblia nos dice que las diez durmieron. ¿Qué significa que los creyentes en Cristo duerman? En 1 Tesalonicenses 4:14-16 se nos dice claramente que cuando se habla de que los creyentes duermen esto significa que ellos murieron. A los ojos de Dios, los creyentes muertos no están verdaderamente muertos, sino que ellos duermen, descansan y están a la espera de la resurrección.

  Esto nos muestra que las diez vírgenes representan a los santos que murieron; tanto las insensatas como las prudentes han muerto debido a que el Novio demoró en venir. Las insensatas murieron y las prudentes también, incluyendo a Pedro, Juan, Martín Lutero y muchos otros santos que también murieron. Ellos estaban esperando y tenían la expectativa del regreso del Señor, pero Él demoró, así que cabecearon todos y se durmieron. Las diez vírgenes representan a los santos que murieron, y los otros dos representan a los santos que quedaron vivos. Cuando el Señor regrese, la mayoría de los santos estará conformada por aquellos que murieron. Los santos vivos serán el resto, representado por los dos.

  Muchos cristianos tienen el concepto de que la muerte resolverá todos los problemas automáticamente. Según este concepto, si ellos creen en el Señor Jesús, ya todo habrá sido resuelto para cuando ellos mueran, independientemente de si han sido necios o sabios, buenos o malos. Ellos piensan que una vez que ellos mueran, se irán al cielo y todo estará bien. Para ellos, la muerte es como una especie de graduación. No importa si terminaron o no su curso; siempre y cuando mueran, ya se habrán graduado. Lamentablemente, este concepto está en la mente de muchos cristianos, pero tengo que decirles que la muerte no resolverá ningún problema. La muerte no hace que automáticamente todo esté bien. Si usted tenía un problema pendiente con el Señor y lo resolvió antes de morir, entonces todo está resuelto; pero si no lo pudo resolver antes de morir, todavía continúa pendiente. Ya sea que usted viva o muera, ese problema sin resolver todavía permanece allí.

  Algunos consideran que las cinco vírgenes insensatas representan a creyentes falsos. Pero esto no es lógico. ¿Cómo podríamos decir que las vírgenes insensatas son falsas? Los padres que tienen varios hijos saben que algunos son sabios mientras que otros son necios. ¿Podría acaso un padre decir que aquellos de sus hijos que son insensatos no son verdaderamente sus hijos? Simplemente no es lógico afirmar que las vírgenes eran falsas debido a que eran insensatas. Todas ellas eran vírgenes en todo aspecto: en cuanto a su naturaleza, su esencia, su nombre y su posición. Todas ellas eran vírgenes; la única diferencia estriba en su conducta. Un matrimonio puede tener varios hijos. Algunos de ellos son sensatos y se conducen apropiadamente; otros son necios y se conducen desordenadamente. ¿Podríamos decir que los que se conducen desordenadamente, que son insensatos, son hijos falsos? ¿Podrían acaso los padres negarse a reconocerlos como sus hijos debido a que son necios? Asimismo, ya sean prudentes o insensatas, las vírgenes son vírgenes.

  Más aún, todas las vírgenes tenían lámparas, y todas las lámparas estaban encendidas. Mateo no dice que únicamente las lámparas de las vírgenes prudentes estaban encendidas, mientras que las lámparas de las vírgenes insensatas estaban apagadas debido a que ellas eran vírgenes falsas. Todas las lámparas estaban ardiendo. ¿Cómo podría un cristiano falso tener una lámpara encendida? ¡Esto es imposible! Mateo también nos dice que todas las vírgenes salieron al encuentro del novio (25:1). Esto quiere decir que todas ellas salieron del mundo a fin de encontrarse con el Novio. No solamente las cinco vírgenes prudentes salieron al encuentro del Novio, sino también las cinco vírgenes insensatas. Por ser un creyente, usted ciertamente tiene la expectativa de encontrarse con el Señor; no obstante, usted debe mantenerse alerta. ¿Es usted una virgen prudente o una virgen insensata? Que usted sea una virgen prudente o una virgen insensata no depende de su mente sagaz, sino que depende de si tiene suficiente aceite en su vasija. Las cinco vírgenes prudentes, además de tener sus lámparas encendidas, habían preparado una porción adicional de aceite en sus vasijas; mientras que las vírgenes insensatas no tenían una porción adicional de aceite. Este único punto es el que determina quién es sabio y quién es necio.

ACEITE EN LAS VASIJAS

  ¿Qué significa preparar el aceite en las vasijas? Alabamos al Señor por mostrarnos tanto el significado de las lámparas como el de las vasijas. En la Biblia hay tanto lámparas como vasijas. Proverbios 20:27 nos dice que el espíritu del hombre es lámpara del Señor. La lámpara representa el espíritu del hombre. Entonces, ¿qué representan las vasijas? Romanos 9:21 y 23-24 nos dicen que nosotros mismos somos los vasos de Dios, hechos para contener a Dios. Como vasos de Dios somos seres humanos con un alma. Nuestro espíritu es la lámpara, y nuestra alma es el vaso o la vasija.

LAS PARTES DEL HOMBRE

  Según la Biblia, tenemos tres partes: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23). En el momento en que fuimos salvos, el Señor vino a nuestro espíritu y fuimos regenerados (Jn. 3:6), pero Dios no podría ser expresado únicamente desde nuestro espíritu. Es por esto que tenemos nuestra alma como una vasija para contener a Dios y expresarle. Génesis 1:26-27 nos dice que fuimos hechos a imagen de Dios. Esto no se refiere a nuestro espíritu, sino a nuestra alma. Debido a que Dios es un Dios de amor, tenemos en nuestra alma un órgano capaz de tomar decisiones. Debido a que Dios es un Dios que piensa, tenemos en nuestra alma un órgano capaz de pensar. Debido a que Dios es un Dios que toma decisiones, tenemos en nuestra alma un órgano capaz de tomar decisiones. La imagen de Dios guarda relación con las diferentes partes de nuestra alma. Somos seres vivientes no porque tengamos un cuerpo o un espíritu, sino porque tenemos un alma. El alma es nuestro ser. A veces en la Biblia una persona es llamada un alma. Génesis 46:27 nos dice que las setenta almas de la casa de Jacob descendieron a Egipto. Un alma es un ser humano, una persona. Estrictamente hablando, nuestra alma es el vaso de Dios, pues nuestro espíritu por sí mismo es incapaz de expresar a Dios. Dios tiene que ser expresado mediante nuestra alma: mediante nuestra mente, emoción y voluntad. La manera en que pensamos debe expresar a Dios. La manera en que amamos y odiamos, lo que nos gusta o no nos gusta, debe expresar a Dios. Las decisiones y elecciones que hacemos también deben expresar a Dios. En nuestro espíritu no tenemos la capacidad para expresar a Dios. Las facultades para expresar a Dios se encuentran en nuestra alma. Por tanto, nuestra alma es el vaso. Según la revelación de la Biblia, esto está muy claro. Nuestro espíritu es la lámpara de Dios, y nuestra alma es el vaso de Dios.

  Muchas veces hemos usado el diagrama de los tres círculos concéntricos para representar el espíritu, el alma y el cuerpo. El espíritu está en el centro, rodeado por el alma, la cual se compone de la mente, parte emotiva y voluntad. La Biblia considera el alma, con sus tres partes, más una parte del espíritu, la conciencia, como las partes que conforman el corazón. El corazón es muy parecido al alma; pero de alguna manera es más grande, puesto que incluye también la conciencia, la cual es una parte del espíritu. Cuando fuimos salvos, el Señor vino a nuestro espíritu. Sin embargo, Él no se ha expandido mucho en nuestra alma, esto es, en nuestra mente, parte emotiva y voluntad. En algunos de nosotros, el Señor Jesús ni siquiera ha podido entrar en nuestra conciencia, ya que está confinado a una pequeña parte de nuestro espíritu. Pero, por lo menos ha entrado a nuestro espíritu al punto de poder iluminarnos y, ahora, nuestro espíritu está ardiendo como una lámpara.

  Antes que fuéramos salvos, nuestro espíritu estaba oscurecido y amortecido (Ef. 2:1, 5). Carecíamos de toda sensación en relación con nuestro espíritu, y parecía que en nuestro ser no había tal espíritu. Cuando escuchamos el evangelio o cuando leímos la palabra del evangelio, algo resplandeció en nuestro interior y recibimos la luz. A medida que esta luz pudo penetrar en nuestro ser, nos arrepentimos e invocamos el nombre del Señor. De inmediato, algo en lo profundo de nuestro ser fue avivado, por lo que comenzó a arder y a resplandecer. Tuvimos la sensación de que en lo profundo de nuestro ser había algo viviente, ardiente y resplandeciente. Esto significa que el Espíritu de Dios había entrado en nuestro espíritu para iluminarnos y vivificarnos (Jn. 3:6).

  Aun cuando nuestro espíritu fue avivado, me temo que nuestra mente no haya sido saturada por el Señor y que Él no haya impregnado plenamente nuestras emociones. Mucho me temo que en ciertos asuntos ustedes hayan rechazado al Señor. E incluso algunos no están dispuestos a orar, debido a que temen que el Señor Jesús los atrape en cuanto a cierto asunto en particular que ustedes alojan en su mente o en sus emociones. Tal vez durante los últimos días algunas hermanas resistieron al Señor Jesús cuando Él intentó expanderse en sus emociones con respecto al amor que ellas sienten por ciertas cosas.

  Todos los cristianos tienen sus lámparas encendidas, pero son muchos los que no tienen ni el deseo ni la intención de acumular aceite en sus vasijas. Ellos son salvos y tienen al Señor en su ser. Aunque tienen su lámpara encendida, tales creyentes no deberían sentirse en paz. Todavía tienen un problema, no tienen suficiente aceite. Ellos tienen aceite ardiendo en sus lámparas, pero no tienen la porción extra de aceite en todas las partes internas de su ser, esto es, en su mente, parte emotiva, voluntad y conciencia. Es maravilloso que tengan aceite en su lámpara, pero todavía persiste un problema muy grave con respecto a sus almas. Tienen al Señor en su espíritu, pero no en su alma.

EL ACEITE

  La mayoría de cristianos comprenden que el aceite es un símbolo del Espíritu de Dios. Tenemos que comprender que el Espíritu de Dios es simplemente Dios mismo. En su libro The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo], pág. 134, Andrew Murray dice: “En el Padre tenemos al Dios invisible, quien es Autor de todo. En el Hijo tenemos al Dios revelado, manifestado y quien se ha acercado a nosotros; Él es la Forma de Dios. En el Espíritu de Dios tenemos al Dios que mora en nuestro ser, esto es, el Poder de Dios que mora en el cuerpo humano y que forja en él lo que el Padre y el Hijo tienen para nosotros [...] todo cuanto el Padre se propuso y lo que el Hijo logró puede ser apropiado y ejecutado en los miembros de Cristo que todavía están en la carne únicamente mediante la continua intervención y operación activa del Espíritu Santo”.[*Nisbet and Company, Ltd., London. Distribuido por Zondervan.] Éste es el entendimiento correcto acerca de estas cosas. El Espíritu de Dios no es otra cosa que Dios mismo aplicado a nosotros. Cuando Dios es aplicado a nosotros, Él es el Espíritu. El Espíritu de Dios es simplemente Dios mismo que llega a nosotros y es aplicado a nosotros. El aceite representa a Dios mismo que es aplicado a nosotros de una manera todo-inclusiva. Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, Él vino a nuestro espíritu como tal aceite, como el Espíritu todo-inclusivo de Dios. En ese momento, nuestro espíritu fue iluminado y ahora está ardiendo. Sin embargo, el Señor todavía está a la espera de que le demos la oportunidad de propagarse en nuestro vaso, esto es, en nuestra mente, parte emotiva y voluntad.

COMPRAR EL ACEITE

  Es relativamente fácil que el Señor entre en nuestro espíritu. Este es un don gratuito. Nosotros simplemente nos arrepentimos, invocamos Su nombre, y Él entra en nosotros. Pero hay que pagar un precio para que Él entre en todas nuestras partes internas. Esto requiere que compremos el aceite. Tener al Dios Triuno como el aceite todo-inclusivo que se expande en nuestras partes internas requiere que nosotros paguemos un precio. Él se expande dentro de nuestro ser a cierto precio, y debemos pagar el precio. Si no pagamos este precio, será imposible que el Cristo que mora en nuestro espíritu se expanda en nuestra mente, emociones y voluntad. Aun cuando tengamos aceite en nuestro espíritu, tenemos que pagar el precio para tener una porción extra de aceite en nuestra alma. Si compramos el aceite hoy, tendremos aceite en nuestras vasijas para cuando el Señor regrese. Entonces seremos aquellas vírgenes prudentes que están listas para participar de las bodas del Cordero.

ASUMIR LA RESPONSABILIDAD

  ¿Por qué las diez vírgenes están divididas en dos grupos de cinco? El significado del número cinco es maravilloso. Nuestros diez dedos están divididos en dos grupos de cinco, y el número cinco se compone, a su vez, de cuatro más uno. El número cuatro, como ya vimos, representa las criaturas, incluyendo al hombre. El número uno representa al único Dios, el Creador. Por tanto, la adición de cuatro más uno representa al hombre, la criatura, más Dios. Esta adición de cuatro más uno también denota responsabilidad. Los cuatro dedos de la mano más el pulgar denota que tenemos que asumir ciertas responsabilidades. Aunque es verdaderamente maravilloso que Dios sea añadido a nuestro ser, tenemos que comprender que la adición del hombre y Dios equivale a asumir responsabilidad. Esto significa que tanto las vírgenes prudentes como las insensatas tenían que asumir ciertas responsabilidades. Ser sabio o necio es su responsabilidad. Usted es responsable de ser una virgen sabia y de preparar una porción extra de aceite en su vasija.

  Debido a que el Novio demoró, todas las vírgenes se quedaron dormidas. Incluso Pablo y Juan están incluidos en este grupo. Debido a que el Señor Jesús ha demorado Su regreso, la mayoría de los santos que habían alcanzado madurez, y que estaban saturados y llenos del Dios Triuno han fallecido. El Señor demora porque muchos todavía no están listos. Esto significa que la cosecha todavía no está madura. El Señor ha estado esperando que madure.

  A la medianoche se oyó un grito: “¡He aquí el novio!” (Mt. 25:6). Podemos comparar este pasaje con 1 Tesalonicenses 4:16 donde dice que habrá una exclamación cuando Cristo venga. El ángel hará sonar la trompeta como un grito a la medianoche. Todas las vírgenes, tanto las prudentes como las insensatas, se levantarán. Esta expresión se levantaron se usa también para referirse a la resurrección (1 Co. 15:52). La resurrección implica levantarse. Así pues, todos los santos que murieron serán resucitados. En 1 Tesalonicenses se nos dice claramente que los santos que estén vivos no precederán a los que murieron, sino que los muertos se levantarán primero para encontrarse con el Señor.

  En términos generales, la cristiandad enseña que si uno cree en el Señor Jesús, ya no tendrá dificultades; es decir, una vez que uno muera, irá al cielo. Sin embargo, si conocemos el misterio del reino, comprenderemos que todavía existe un gran problema. Por ejemplo, consideremos el caso del apóstol Pablo y aquel hermano pecaminoso mencionado en 1 Corintios 5 a quien Pablo excomulgó. Tal vez ustedes piensen que tal persona sufrirá la perdición eterna; pero la Biblia no dice eso. Pablo dijo que él lo entregaba a Satanás para la destrucción de la carne a fin de que su espíritu sea salvo (v. 5). Así que, según la Biblia, aquel hombre seguía siendo salvo. Hoy en día, tanto el apóstol Pablo como aquel hermano pecaminoso han fallecido. Por favor, díganme de manera justa y lógica, cuando se escuche aquel grito en la noche, ¿creen que la condición de ambos será la misma? Antes de morir como mártir, Pablo estaba lleno y saturado del Señor. El Señor había penetrado en todas las partes internas de su ser, y Pablo era una persona completamente madura y estaba listo. Él realmente era una virgen sabia. No solamente tenía su lámpara encendida, sino que también su vasija estaba llena con una porción adicional del Dios Triuno. A Pablo, el Señor Jesús le tiene reservado un galardón (2 Ti. 4:8); pero al otro hermano el Señor le dirá: No te conozco (Mt. 25:12). Esta declaración no os conozco no quiere decir que el Señor no supiera quién es él, pues el Señor conoce a todos. Esta expresión tiene un significado muy especial; si uno considera los otros versículos donde aparece esta expresión, descubrirá que en Romanos 7:15 Pablo dijo: “No lo admito”, o como aparece en otras versiones, “No lo apruebo”. Por tanto, la frase no os conozco también podría traducirse “no os apruebo”. Esto quiere decir que el Señor no los aprobó. Así pues, no es un asunto de caer en la perdición eterna o ser salvos; sino que es un asunto de perder la oportunidad para entrar en la fiesta de bodas del Cordero. Lean Mateo 25 detenidamente. Ésta es la Palabra pura de Dios. Deben tener en cuenta que existe la posibilidad de que ustedes pierdan la oportunidad de participar en el banquete de bodas.

  Con toda certeza, Pablo participará de la fiesta de bodas, pero el hermano caído de 1 Corintios 5 no lo hará. En 1 Corintios 9 Pablo dijo que él corría la carrera. Así también, en Filipenses 3 Pablo dijo que él todavía corría la carrera, que él aún no lo había logrado y que proseguía a la meta. Sin embargo, en 2 Timoteo 4:6-8, poco antes de morir como mártir, él dijo que ya estaba siendo derramado en libación y que le estaba guardada la corona de justicia con la cual el Señor le recompensaría a él y a todos los que aman Su manifestación.

  ¿Cómo entonces podríamos afirmar que siempre y cuando creamos en el Señor Jesús ya no tendremos problemas una vez que hayamos muerto? Ciertamente no es posible tener problemas en cuanto a nuestra salvación, pues fuimos salvos por la eternidad, pero uno podría perder la oportunidad de participar de la fiesta de bodas. La fiesta de bodas nos espera; que uno pueda participar de ella dependerá de si uno es sabio o necio. En otras palabras, depende de si uno está dispuesto a pagar el precio o no. Si uno no paga el precio ahora, pagará el precio en aquel día. Si uno paga el precio ahora, recibirá un galardón en aquel día; pero si uno paga el precio en aquel día, no recibirá tal galardón. Es muy parecido a cuando uno es alumno de una escuela. Si uno estudia bien y completa sus cursos, recibirá un galardón cuando se gradúe. Pero si no ha estudiado bien, fracasa y no se gradúa; entonces tendrá que estudiar de nuevo aquellos cursos que no aprobó. No deben pensar que siempre y cuando sean salvos ya no habrá problemas. Es posible que uno haya sido regenerado, pero todavía es necesario que sea transformado.

  Es mejor ser prudentes y ser transformados antes de morir. Dígale al Señor: “Señor, espero Tu regreso. Si demoras, ayúdame a ser transformado antes de morir. No quiero morir sin ser transformado”. ¿Qué quiere decir ser transformado? Ser transformado es ser llenos del Señor en todas sus partes internas, ser saturados con la porción adicional del Dios Triuno.

  Algunos de ustedes preguntarán: “Después que seamos resucitados y el Señor regrese, ¿todavía tendremos que pagar algo? ¿Dónde hemos de pagar?”. No hagan tantas preguntas. El Señor sabe. Yo no sé. Sin embargo, sí sé, por la Palabra clara dada por el Señor, que después de aquel grito en la medianoche y después que el Señor retorne, Él lidiará con aquellos insensatos que no están listos. Ellos no sufrirán la perdición eterna. Ellos resucitarán; pero después de ser resucitados, se les dirá que vayan y compren aceite (Mt. 25:9). Yo no sé adónde ni cómo, pues el Señor no lo reveló; pero sí sé que esto sucederá. Alabamos al Señor que Él nos reveló esto a manera de advertencia.

  Todos fuimos regenerados y ahora estamos en el proceso de la transformación. Cuánto seamos transformados dependerá de cuán grande sea el precio que estemos dispuestos a pagar. Si estamos dispuestos a pagar el precio, el Señor ciertamente nos saturará, nos llenará, y tendremos preparada una porción extra de aceite en nuestra vasija con la cual estaremos listos para Su regreso.

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