
Lectura bíblica: 1 Co. 3:9b; Ap. 12:10a; 14:1, 3, 4, 14-16; 21:2, 10, 11, 14, 18, 19, 21; 22:1, 2a
La semilla del reino es sembrada en Mateo, brota en Hechos y crece en las Epístolas. En el libro de Apocalipsis esta semilla alcanza plena madurez, la cual es la cosecha con miras a la venida plena del reino. El libro de Apocalipsis presenta la madurez, la cosecha, la venida plena y la manifestación plena del reino. En Mateo 13 vimos que la semilla fue sembrada y en 1 Corintios 3 vimos el crecimiento de esta semilla. “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (v. 6). En 1 Corintios 3 también vimos la transformación; como las plantas fueron transformadas en minerales. La vida de la semilla hizo un cambio metabólico en la planta transformándola en materiales preciosos útiles para la edificación. El oro, la plata y las piedras preciosas son materiales útiles para el edificio de Dios. En 1 Corintios 3:9 se nos recuerda que somos labranza de Dios y edificio de Dios. Como labranza de Dios, cultivamos a Cristo. Aquello que cultivamos será cambiado metabólicamente en materiales preciosos útiles para el edificio de Dios.
En Apocalipsis 12:10 se nos dice que “ahora ha venido [...] el reino de nuestro Dios”. ¿En qué consiste la venida del reino? La respuesta la encontramos en Apocalipsis 14. En Apocalipsis 14:1, 3 y 4 se mencionan las primicias, los ciento cuarenta y cuatro mil. El número ciento cuarenta y cuatro mil es producto de multiplicar doce por doce mil. Recuerden que el doce es, a su vez, producto de multiplicar cuatro por tres, lo cual representa la mezcla de la humanidad con la divinidad. Ahora tenemos doce veces doce multiplicado mil veces. Esto representa la madurez entre la madurez; por lo que, ellos son las primicias para Dios. Jamás debemos olvidar que la semilla es sembrada en Mateo 13, luego crece en 1 Corintios 3 y finalmente la cosecha se lleva a cabo en Apocalipsis 14. Por tanto, tenemos la siembra de la semilla, su crecimiento y la cosecha. ¿Qué es, pues, la cosecha? La cosecha no es otra cosa que la venida del reino, pues Apocalipsis 12:10 nos dice que el reino ha venido.
¿Cuándo comenzó a venir el reino? En Mateo 3 se hizo la proclamación de que el reino se había acercado. Sin embargo, todavía no había venido. El reino comenzó a venir cuando el Señor Jesús vino a sembrar la semilla como el Sembrador, y desde entonces el reino ha estado viniendo. Esta venida es el crecimiento y la propagación de la semilla. Así pues, la venida es el crecimiento y propagación hasta que se alcance la madurez. Esta madurez es la venida plena del reino, es la cosecha.
Con respecto a la cosecha, el asunto primordial son las primicias. Si uno lee Levítico 23, verá que en Su economía, lo primero que Dios obtiene es la cosecha de las primicias. En un campo siempre hay una parte del cultivo que madura antes que el resto y el agricultor siega este fruto como las primicias. Un tiempo después que las primicias han sido cosechadas, el resto madura. Entonces se realizará la cosecha en pleno. Al principio están las primicias y, más tarde, se obtiene la cosecha completa.
La Biblia claramente afirma que el Señor Jesús está con nosotros todos los días hasta la consumación de esta era (Mt. 28:20). Puesto que Él está con nosotros, ¿como vendrá en el futuro? ¿No está Él con nosotros hoy? Ya que Él está aquí, ¿de qué manera vendrá? Esto es algo maravilloso que es imposible de sistematizar. Jamás debemos poner nuestra confianza en nuestros conceptos naturales cuando estudiamos la Biblia. No podrán obtener un entendimiento apropiado de la Biblia en virtud de vuestros conceptos naturales. Por un lado el Señor Jesús está aquí; por otro, Él viene. Esto quiere decir que Él ya vino como la semilla, pero también que Él viene y vendrá como la cosecha. Él ya ha venido como la semilla y ahora continúa Su venida a medida que crece la semilla. Al final, Él vendrá en plenitud como la cosecha. Aunque ya han pasado casi dos mil años, el Señor Jesús todavía no ha venido porque la semilla no ha tenido el crecimiento adecuado. Debido a esta deficiencia de crecimiento, al Señor le es difícil obtener la cosecha.
La venida del Señor no será algo que ocurra súbitamente. Un día el Señor Jesús vendrá, pero no de la manera en que probablemente usted piensa. El Señor Jesús no vendrá meramente desde los cielos, sino que vendrá desde el interior de nuestro ser. Tal vez usted tenga la expectativa de verlo descender de repente desde los cielos; pero tiene que comprender que Él saldrá de usted. Y cuando el Señor Jesús salga de usted, Él no lo dejará. Para todos los incrédulos, el Señor descenderá desde los cielos; pero para nosotros los creyentes, Él no vendrá desde los cielos, sino que saldrá de nosotros.
¿De qué otra manera podríamos interpretar lo que el Señor dijo de que está con nosotros y también, que Él viene? El Señor ha entrado en nosotros, está creciendo en nosotros y nos está transformando al realizar una obra metabólica en nuestro interior. Su venida es la compleción de esta obra de transformación. El Señor no viene meramente del cielo, sino que Él saldrá de nosotros.
Junto con el hermano Watchman Nee hemos considerado todas las escuelas de teología. Laboramos juntos, conversamos y tuvimos comunión sobre todo lo que leímos y de este modo nos ayudamos mutuamente para poder entender todos estos asuntos. Sabemos bien cuál es nuestra posición y qué es lo que el Señor nos ha confiado. Leímos muchos libros sobre la segunda venida del Señor; estudiamos las escuelas de la pre-tribulación y post-tribulación, así como las escuelas pre-milenialista y postmilenialista. También estudiamos las diferentes perspectivas existentes sobre el arrebatamiento: el arrebatamiento parcial, el arrebatamiento antes de la tribulación y el arrebatamiento después de la tribulación.
Por la gracia del Señor y por causa de Su recobro, Él nos ha mostrado Su misteriosa manera de proceder, esto es, que Su regreso no se ajusta a nuestros conceptos. Según nuestro concepto natural, el Señor está sentado en el trono observando y otorgando bendiciones hasta que un día, de repente, aparecerá. Casi todos los libros de teología que hablan acerca de la venida del Señor lo hacen de este modo. Pero el Señor Jesús viene por medio del crecimiento de la vida, no como una aparición que ocurre de repente desde los cielos. Sé que algunos de ustedes querrán citar Filipenses 3:20 donde se nos dice que esperamos que el Señor Jesús venga desde los cielos; pero también tienen que leer Mateo 28:20, donde se afirma que el Señor está con nosotros todos los días. No se imaginan cuánto tiempo hemos dedicado para estudiar estos dos versículos. ¿Cómo reconciliarlos? No podemos hacerlo, es imposible. Sin embargo, es un hecho que el Señor Jesús se sembró en nosotros y ahora está creciendo dentro de nosotros, transformándonos y madurando internamente. Cuando Él esté listo y maduro dentro de nosotros y a través de nosotros, ése será el tiempo de Su venida. Para nosotros Su venida no será un evento que ocurra súbitamente.
Muchos cristianos hablan sobre velar y orar, pero pocos comprenden el verdadero significado de velar y orar. La manera de velar es simplemente crecer en Cristo. Nadie puede velar si no tiene el crecimiento apropiado. Mientras uno crece, vela. Mientras uno crece, acumula una porción adicional del Espíritu todo-inclusivo como aceite en su vasija. Esto es lo que significa velar. Velar no quiere decir que uno lea las profecías, estudie la situación mundial y observe los eventos que están sucediendo en Rusia, Israel y el Medio Oriente. Velar no consiste en leer los periódicos y coleccionar profecías. Si esta es la manera en que usted vela, me temo que un día el Señor Jesús vendrá y usted no se dará cuenta. Velar significa crecer con el Señor Jesús. Uno tiene que orar: “Señor Jesús, tengo que ir a la tienda; ¿vienes conmigo? Voy a salir de compras, ¿me acompañas?”. Si el Señor dice: “No, preferiría quedarme en casa”, uno deberá contestar: “Señor, si quieres quedarte en casa, yo también me quedaré”. Esto es velar. “Oh Señor Jesús, tengo que ir a cortarme el cabello; ¿cuán corto quieres que me lo corte? Soy uno contigo Señor, y lo que a Ti te guste es lo que a mí me gusta”. Esto es lo que significa velar.
Cuando era joven, se me enseñó a velar y orar. Se me enseñó a observar ciertos eventos tales como el retorno de los judíos a Jerusalén y se me dijo que debía orar por ellos. Yo observaba y después oraba. Pero ahora comprendo que velar y orar significa crecer continuamente con el Señor, vivir junto con Él. Sólo entonces uno está en el reino. No solamente uno está en el reino, sino que uno es el reino. A medida que uno crece con el Señor, uno verdaderamente vela y ora. El Señor Jesús está con nosotros, y el hecho de que Él esté con nosotros equivale a Su venida gradual.
En Apocalipsis 14 se revela la madurez entre todas las “madureces”, representada por el número ciento cuarenta y cuatro mil. Algunos serán así. Yo creo que muchos en las iglesias locales serán maduros, pero algunos llegarán a la cumbre de esta madurez. Esta madurez suprema será considerada por Dios los ciento cuarenta y cuatro mil que serán las primicias. Después de esto, viene la cosecha.
Les ruego que reciban todo esto en su espíritu y lo lleven delante del Señor en oración. Verán que ésta es la comprensión acertada del Nuevo Testamento. No es simplemente un asunto de interpretar profecías. Nosotros hemos estudiado las buenas escuelas de interpretación profética. Probablemente algunos de ustedes están familiarizados con los libros de G. H. Pember sobre las grandes profecías. Nosotros también estamos familiarizados con esos libros. Sin embargo, esos libros simplemente contienen las doctrinas en cuanto a las profecías, pero no tienen mucha vida. Lo que el Señor nos ha mostrado en Su Palabra es el camino de la vida. Incluso la segunda venida del Señor está en conformidad con el camino de la vida. Él es la semilla, Él es el crecimiento, Él es la transformación e incluso Él es la cosecha y las primicias. Aquel que le gane a lo sumo estará en la cumbre de la cosecha y será las primicias.
Apocalipsis 14:14-16 nos dice que el Señor segó el trigo. Sin embargo, al final del libro de Apocalipsis, en la Nueva Jerusalén, no hay trigo. En Apocalipsis 14 el Señor Jesús cosechó mucho trigo, pero al final ¿qué pasó con ese trigo? Todo ese trigo se convirtió en oro, perlas y piedras preciosas. En Apocalipsis 14 tenemos las primicias y la cosecha, y en Apocalipsis 21 tenemos oro, perlas y piedras preciosas. El trigo fue transformado. En el capítulo 14 tenemos la cosecha, que es el fruto del crecimiento, y en el capítulo 21 tenemos la transformación del trigo. Éste se convierte en piedras preciosas a través de la transformación tal como la madera se convierte en piedra como resultado de la petrificación. ¿Somos trigo o piedras preciosas? Por un lado, somos trigo; por otro, estamos entre las piedras preciosas. Somos la labranza de Dios, cultivando el trigo, y también somos el edificio de Dios, compuesto por todas las piedras preciosas.
Finalmente, la cosecha del Señor se convertirá en una ciudad. La cosecha de trigo mencionada en Apocalipsis 14 se convertirá en la ciudad descrita en Apocalipsis 21. En la cosecha podemos ver el crecimiento de la vida, pero en la ciudad podemos ver la transformación de la vida. Junto con la transformación ocurre la edificación. El crecimiento sin la transformación no produce edificación alguna. Sin embargo, con el crecimiento y la transformación se produce un edificio, una entidad corporativa: el Cuerpo.
La palabra pura de la Biblia presenta al Señor Jesús como la semilla todo-inclusiva. Así pues, en la ciudad santa tenemos el crecimiento de la semilla, la transformación de la semilla, la madurez de la semilla y la consumación máxima de la propagación de la semilla. La Nueva Jerusalén es edificada con materiales transformados. Esto es el reino. Dentro de esta ciudad no hay nada más que vida: el árbol de la vida crece en el río de vida, el río de vida fluye desde el trono de Dios y del Cordero. La vida es el único camino que tenemos que tomar. Todos tenemos que estar en la misma calle, el mismo camino de vida, donde el agua fluye y el árbol crece. Esto no solamente producirá el edificio de Dios, sino que también lo sustentará por la eternidad. Por la eternidad, el edificio de Dios será sostenido por el fluir de la vida y el crecimiento de la vida. Hoy en día, podemos disfrutar un anticipo de aquello que disfrutaremos en plenitud. La iglesia local es una miniatura del reino de Dios, donde la vida que fluye produce y sustenta un edificio compuesto de materiales preciosos. En el reino hay una sola vida, un solo camino y una sola expresión.
Toda la ciudad tiene semejanza de jaspe, lo cual indica que tiene la semejanza de Dios (Ap. 4:3). En la vida de iglesia también hay una sola vida, un solo camino y una sola expresión. Independientemente del número de iglesias locales que haya, el camino es uno solo porque la vida es una sola y es la misma. Por tanto, también es una única expresión. No debe haber ninguna expresión de su persona o de la mía; no debe haber expresión de la filosofía estadounidense o china. No debe haber expresión de doctrinas o dones. La ciudad únicamente expresa la imagen de Dios. En la vida de Dios se halla la esencia así como lo que da forma. En la esencia de la vida de Dios recibimos también la regulación de la vida. Y finalmente, todos seremos formados a la imagen de Dios. Ya no seremos conforme a nuestro propio género, sino que seremos según el género de Dios. En Génesis 1 tanto la vida vegetal como la vida animal corresponden a su propio género. Pero nosotros no seremos conforme a nuestro propio género, sino conforme al género de Dios, teniendo Su imagen y expresándolo. Todas las iglesias locales deben tener una sola vida, un solo camino y una sola expresión. Esta única expresión no está en cierta doctrina, enseñanza o don espiritual, sino que es Cristo como la vida todo-inclusiva.