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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

VIVIR SUJETOS AL GOBIERNO DEL REINO

  Lectura bíblica: Ez. 28:11-19; Is. 14:12-20; Ap. 12:3-4; Ro. 14:17; 1 Co. 3:9, 3:13-15; 5:1-5; 6:6-7, 9-10; Mt. 24:38-51; 25:1-30

  ¿Cuál es el verdadero significado del reino? Un reino es una administración, un gobierno, y el reino de Dios simplemente denota la administración y gobierno de Dios. Desde la eternidad y hasta la eternidad, Dios es el Rey, el Gobernador soberano y todopoderoso de todo el universo. El universo entero, desde la eternidad y hasta la eternidad, es el reino de Dios. Según Ezequiel 28:11-19 e Isaías 14:12-20, uno de los arcángeles, Lucifer, se rebeló en contra de Dios, y un número de ángeles le siguió en su rebelión (Ap. 12:3-4). Después de la creación del hombre, Lucifer o Satanás vino a inducir al hombre a rebelarse también. Debido a estas dos rebeliones: la de Satanás con sus ángeles y la del hombre, el regir y el gobierno de Dios se han visto grandemente interrumpidos, puestos a prueba y atacados. En lugar de estar regidos y controlados por Dios, la tierra ha venido a estar bajo el gobierno y control de Satanás y del hombre caído. Éste es el reino terrenal. En el tiempo en que el Señor Jesús vino a la tierra en Su encarnación, casi toda ella era el reino terrenal, que estaba bajo el control de Satanás y del hombre. El Señor Jesús vino para realizar el propósito de Dios de traer Su reino a este mundo. El propósito de Dios es que la tierra sea controlada por los cielos. Por esta razón, Él necesita traer Su reino a la tierra. Toda la tierra necesita ser puesta bajo el regir y el gobierno celestiales. El Señor Jesús vino para sujetar a la tierra y ponerla bajo el control del reino de los cielos.

  Es por esto que Juan el Bautista clamó: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Era necesario que los hombres se arrepintiesen y se sujetasen al gobierno celestial. Cuando el Señor Jesús vino con el reino de los cielos, Él fue rechazado por el pueblo judío; así que se volvió a los gentiles y estableció Su iglesia entre éstos. Dentro de la iglesia, Él puso todas las cosas bajo el control y gobierno de los cielos. Es en la iglesia donde tenemos el regir y el gobierno celestiales así como la realidad del reino de los cielos. Sin embargo, durante el periodo correspondiente a la era de la iglesia, el reino de los cielos, el gobierno celestial, no se manifiesta de una manera pública, sino más bien, es un regir celestial de una manera muy misteriosa y escondida. Aunque todavía no se ha manifestado, la realidad del gobierno celestial ya está presente. En la iglesia, por lo menos algunos cristianos, están sujetos al gobierno de los cielos, y con ellos está la realidad del reino de los cielos.

  Cuando el Señor Jesús regrese, Él subyugará el mundo entero, y los reinos de este mundo se convertirán en el reino de nuestro Señor. En ese tiempo el reino de los cielos se manifestará de manera pública (Ap. 11:15). El reino de los cielos llegará a ser el poder reinante y gobernará pública y abiertamente, ya no lo hará de una manera misteriosa ni escondida. En la actualidad, el reino de los cielos gobierna dentro de la iglesia de una manera escondida y misteriosa, pero en ese tiempo el reino de los cielos será manifestado en plenitud. El reino de los cielos simplemente significa el regir y el gobierno celestiales. Si usted está en la realidad del reino de los cielos, entonces estará sujeto al control y gobierno de los cielos.

  Cuando el Señor Jesús hizo que el reino de los cielos pasase a la iglesia, Él sacó del mundo un grupo de personas y los trajo bajo el control celestial. Mediante la regeneración todos los cristianos fueron introducidos al reino de los cielos. Esto quiere decir que todos los cristianos, en virtud de su regeneración, fueron traídos bajo el control de los cielos. Éste es un comienzo maravilloso, pero después de tal comienzo efectuado mediante la regeneración, no muchos estuvieron dispuestos a ser regulados por los cielos. Por tanto, si bien el Señor los regeneró y los salvó, ellos se encuentran derrotados. Tuvieron un buen comienzo, pero no tuvieron una buena continuación. Fueron introducidos en el reino por medio de su nuevo nacimiento, pero en la práctica concreta ellos no continuaron en el reino al no estar dispuestos a ser regulados por el gobierno celestial. En la iglesia los verdaderos creyentes fueron regenerados y traídos al reino de Dios; pero de estos verdaderos creyentes, muchos están derrotados y apenas un pequeño número es victorioso y vencedor. Los vencedores son aquellos que están dispuestos a sujetarse al control que ejerce el reino de los cielos. Ellos están dispuestos a vivir, andar y hacerlo todo de acuerdo con las enseñanzas del Señor concernientes a la realidad del reino, detalladas en los capítulos del 5 al 7 de Mateo. Son personas santificadas que han vencido el pecado, su ego, la carne y el mundo, y se encuentran en el proceso de ser transformadas.

  Permítanme darles algunos ejemplos para ayudarles a entender lo que significa estar sujetos al gobierno de los cielos. En una universidad hay muchos estudiantes que no son salvos y también hay estudiantes que son regenerados, cristianos salvos, pero que no son victoriosos ni vencedores, sino más bien son cristianos derrotados. Apenas un pequeño número de cristianos allí son victoriosos y vencedores. Debido a que la mayoría de los estudiantes son indisciplinados, es necesario que la administración de la escuela ejerza cierto control sobre ellos. Pero si usted es un cristiano sujeto al gobierno del reino de los cielos, no debe necesitar que la administración de la escuela ejerza control sobre usted. Si las reglas dicen que las luces de los dormitorios deben estar apagadas a partir de las 10:30 de la noche, no debería ser necesario que alguien venga a hacerle cumplir esta norma. Es posible que los incrédulos y los cristianos derrotados encubran las luces y continúen estudiando hasta las dos de la madrugada. Si usted hizo algo así y estaba sujeto al gobierno del reino de los cielos, ciertamente se arrepentirá e irá a la administración de la escuela para pedirles perdón y ofrecerá pagar por la electricidad consumida. Si usted está sujeto al gobierno del reino de los cielos, no es necesario que nadie lo controle. Pero si todavía tenemos necesidad de que la policía nos controle, esto quiere decir que somos cristianos derrotados. Tenemos que ser personas celestiales sujetas al regir celestial, al control celestial y al gobierno celestial. No deberíamos necesitar ninguna otra clase de control.

  Incluso damas y caballeros muy cultos y educados robarán si se les da ocasión. Esto quiere decir que ellos simplemente están bajo el control de esta tierra, y no bajo el control de los cielos. Si la policía se retirase de cualquiera de las grandes ciudades, ¡cuánta confusión y caos habría allí! Esto se debe a que en la actualidad las personas están bajo el control terrenal y están sujetas a los gobiernos terrenales, pero no están sujetas al control del reino de los cielos.

  Como el pueblo celestial, nosotros tenemos que estar sujetos al control celestial, sujetos al reino de los cielos. Ésta es la realidad del reino de los cielos. El propósito de Dios al regenerarnos es conducirnos a estar sujetos a Su control celestial. Pero muchos de nosotros, después de ser regenerados, no estamos dispuestos a ser controlados por el regir celestial; estamos en la iglesia, mas no en la realidad del reino de los cielos.

  El reino de los cielos pertenece a quienes son pobres en espíritu, puros de corazón, mansos, cuya justicia supera la justicia de los fariseos y que hacen la voluntad de Dios. Todo aquel que vive de este modo está en el reino de los cielos, y el reino de los cielos le pertenece. La Palabra no dice que será de ellos, sino que es de ellos. Cuando somos puros de corazón y pobres en espíritu, el reino es nuestro. Esto quiere decir que ahora mismo estamos en el reino y que ahora mismo estamos regidos por el gobierno del reino de los cielos.

EL REINO ES JUSTICIA, PAZ Y GOZO

  En Romanos 14:17 el apóstol Pablo dice: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Al tomar medidas con respecto a nosotros mismos, tenemos que ser justos; al relacionarnos con otros debemos tener paz; y delante de Dios debemos tener gozo. Si carecemos de alguna de estas tres cosas es porque estamos mal. Esto indica que no vivimos en la realidad del reino de los cielos. Hace muchos años yo pensaba que todos los cristianos eran personas maravillosas, pero ahora sé que muchos cristianos son muy egoístas y no están bajo el control de los cielos. No son estrictos cuando tratan consigo mismos a fin de ser justos; tampoco tienen completa paz en sus relaciones con otros y carecen de gozo delante de Dios y con Dios. Si usted está bajo el control de los cielos, usted se juzgará a si mismo en conformidad con la justicia, se mantendrá en paz con los demás y estará lleno de gozo delante de Dios y con Dios. Este es el regir celestial, el gobierno celestial, y ésta es la realidad del reino de los cielos.

  Tal vez usted sea un miembro de la iglesia que ha sido regenerado y, sin embargo, no está sujeto al control de los cielos. Aunque usted está en la iglesia, no está en la realidad del reino de los cielos. Si es un cristiano derrotado que no vive en la realidad del reino de los cielos, ¿dónde estará cuando el Señor Jesús regrese? En el pasado algunos enseñaron que aunque uno sea un cristiano derrotado hoy, cuando el Señor Jesús regrese será tratado igual que los cristianos vencedores y victoriosos, por lo cual entrará en la manifestación del reino de los cielos a fin de ser uno de los reyes que reinarán con el Señor. Pero esto no es lógico.

EL REINO COMO HERENCIA

  Considere el caso descrito en 1 Corintios 5. Un hermano que se reunía en la iglesia en Corinto cometió un pecado que aun la gente mundana condenaría. Leamos 1 Corintios 5:1 y 5: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se da entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre [...] El tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor”. Cuando el Señor Jesús regrese, ¿esta persona pecaminosa se perderá por la eternidad? ¡No! Pues el versículo 5 dice: “A fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor”.

  Cuando el Señor Jesús regrese, ciertamente el apóstol Pablo será transferido a la manifestación del reino de los cielos y reinará como rey junto al Señor Jesús, pues él ya estaba viviendo en la realidad del reino de los cielos. Pero ¿qué sucederá con aquel hermano pecaminoso de Corinto? ¿Piensan que él vivía en la realidad del reino de los cielos? Él estaba en la iglesia en Corinto, pero no estaba en la realidad del reino de los cielos. Por ser un creyente derrotado y en pecado, ciertamente él no será transferido a la manifestación del reino de los cielos para regir y reinar con el Señor.

  Leamos también 1 Corintios 6:6-7: “En cambio, el hermano va a juicio contra el hermano, y esto ante los incrédulos. Así que, por cierto es ya un fracaso para vosotros que tengáis litigios entre vosotros. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?”. La actitud del Señor con respecto a aquel hermano que estaba en fornicación y con respecto a quienes se defraudaban unos a otros se halla expresada en los versículos 9-10: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os desviéis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los que viven de rapiña, heredarán el reino de Dios”. El capítulo 5 nos muestra que un fornicario sigue siendo una persona salva, pero el capítulo 6 nos muestra que tal persona no puede heredar el reino de Dios. La Palabra no nos dice que esta persona no pueda entrar en el reino de Dios, sino que afirma que ella no puede heredar el reino de Dios. Hay una gran diferencia entre entrar en el reino de Dios y heredar el reino de Dios. Para entrar en el reino de Dios, todo lo que necesitamos es nacer de nuevo (Jn. 3:3, 5). Pero para heredar el reino de Dios, tenemos que vivir en la realidad del reino de los cielos hoy.

  ¿Cuándo será que los vencedores, los victoriosos, heredarán el reino de Dios? Ciertamente será en el tiempo en que el Señor Jesús regrese. Hoy en día el reino no es un disfrute para nosotros, sino un ejercicio. Hoy en día no lo disfrutamos ni lo heredamos, sino que nos ejercitamos. Pero cuando el Señor Jesús regrese, el reino será para nosotros un disfrute. En ese tiempo disfrutaremos del reino y seremos reyes que reinarán con el Señor Jesús. El reino será una herencia para nosotros. Ser salvos y entrar en el reino es una cosa, pero heredar el reino de Dios es otra cosa.

SUFRIR PÉRDIDA

  Cuando el Señor Jesús retorne, el apóstol Pablo heredará la manifestación del reino. Pero, ¿qué sucederá con aquel hermano pecaminoso mencionado en 1 Corintios 5? ¿Heredará él el reino de Dios? ¡No! ¿Qué sucederá con él? La respuesta se encuentra en 1 Corintios 3:13-15: “La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego mismo la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. Cuando el Señor Jesús regrese, el fuego pondrá a prueba toda obra de los hombres. Si la obra de alguien permanece, recibirá a cambio, no la salvación, sino la recompensa. Estos versículos no guardan relación alguna con la seguridad de nuestra salvación, sino que se relacionan con el hecho de si hemos de recibir una recompensa o sufriremos pérdida cuando el Señor Jesús regrese. El versículo 15 dice: “Él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. No deben pensar que siempre y cuando ustedes sean salvos, no tendrán problemas. Ser salvos es una cosa, y otra muy distinta es ser recompensados o sufrir pérdida. Es posible que usted sea salvo y aun así sufra pérdida. Y aunque usted sufra pérdida, todavía será salvo. Una vez salvo, ya jamás puede perderse (Jn. 10:28-29). Pero una vez que somos salvos, podemos ser recompensados por el Señor o podemos sufrir pérdida.

EL REINO COMO EJERCICIO

  Dios usa el reino de los cielos con dos propósitos: primero, para que Sus hijos se ejerciten, y segundo, como una recompensa para Sus hijos. En la actualidad, para nosotros el reino es un ejercicio. No debemos decir que habiendo sido salvos por gracia, ahora todas las cosas son por gracia. Sí, es verdad que tenemos a Cristo como gracia, pero también tenemos el reino como un ejercicio. Incluso en una vida familiar apropiada existen estos dos aspectos. En la Biblia ciertamente se nos presenta el aspecto del disfrute y la gracia, pero también se nos presenta el aspecto del ejercicio y la responsabilidad. Cristo es la gracia, y el reino es el ejercicio. Por Su resurrección, el Señor Jesús nos regeneró (1 P. 1:3). Pero ahora que hemos sido regenerados, tenemos que ejercitarnos en la práctica del reino. No estamos solamente en el hogar de Dios, sino también en el reino de Dios. El hogar es un lugar para la gracia y el disfrute, pero el reino es un lugar para el ejercicio. Muchos cristianos simplemente disfrutan de la vida familiar propia de la familia de Dios, pero descuidan el ejercicio de la vida del reino. El reino de los cielos es usado por Dios para hacer que nos ejercitemos.

LA RECOMPENSA DEL REINO

  El reino de los cielos también es usado por Dios como recompensa para Sus hijos fieles. Si nos ejercitamos de la manera apropiada después de haber sido salvos, disfrutaremos de la manifestación del reino de los cielos como una recompensa. Hoy el reino de los cielos es un ejercicio para nosotros, pero mañana será un disfrute. La gran pregunta es si estaremos calificados para heredar el reino de los cielos. Si bien Dios está lleno de gracia, Él también es muy sabio. Él nos salva por Su gracia, pero en Su sabiduría se vale del reino para hacer que nos ejercitemos; entonces Él nos recompensará con el reino. Si somos derrotados, cuando regrese ciertamente nos castigará, y no disfrutaremos de la manifestación del reino de los cielos como nuestra herencia.

  Ahora leamos Mateo 24:37-44: “Porque como fueron los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues así como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no se dieron cuenta de que venía el juicio hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en el molino; la una será tomada, y la otra será dejada. Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el dueño de casa supiese en qué vigilia el ladrón habría de venir, velaría, y no permitiría que penetrasen en su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”. Estos versículos nos muestran que el Señor Jesús no retornará como una visita, sino como un ladrón, ya sea para llevarnos o dejarnos. Cuando el ladrón viene, siempre se lleva lo que es precioso. Por tanto, si usted es precioso, cuando el Señor Jesús regrese, usted será llevado. Pero si usted es un creyente derrotado, no será muy precioso para el Señor; por lo cual será dejado. Las palabras del Señor fueron: “Estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”.

  Leamos también Mateo 24:45-51: “¿Quién es, pues, el esclavo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a su debido tiempo? Bienaventurado aquel esclavo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel esclavo malo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comienza a golpear a sus consiervos, y come y bebe con los que se emborrachan, vendrá el señor de aquel esclavo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes”. No piensen que el esclavo que fue separado representa a un incrédulo. El hecho de que sea un esclavo da a entender que se trata de una persona salva. Reflexione sobre su propia condición. Usted es salvo, pero ¿es usted un esclavo fiel al Señor? ¿Es usted como el primer esclavo o como el segundo? Si usted es como el primer esclavo, el Señor Jesús lo pondrá sobre todos Sus bienes cuando regrese. Pero si usted es como el segundo esclavo, usted será apartado de Su manifestación reinante y, además, padecerá sufrimientos. Usted llorará y crujirá sus dientes.

LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES

  Esta sección continúa con Mateo 25:1. La palabra entonces al inicio de este versículo denota que el capítulo 25 es una continuación del capítulo 24. La frase Entonces el reino de los cielos indica que lo dicho anteriormente también tiene relación con el reino de los cielos. En el capítulo 25 el reino de los cielos es comparado a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del novio. Cada una de ellas tenía una lámpara, lo cual indica que todas ellas eran regeneradas. Pero cinco de ellas eran prudentes y cinco eran insensatas. Las vírgenes insensatas tomaron sus lámparas, pero no tomaron consigo aceite en sus vasijas. Si bien sus lámparas estaban encendidas, ellas no tenían una porción adicional de aceite. Las prudentes, sin embargo, tomaron aceite en sus vasijas juntamente con sus lámparas. Éstas tenían aceite en sus lámparas y además tenían una porción adicional de aceite en sus vasijas. Claro está que el aceite tipifica al Espíritu de Dios, el cual se halla en nuestro espíritu regenerado. Pero además de esta porción del Espíritu, es necesario que tengamos otra porción a fin de que seamos llenos del Espíritu también en nuestra alma, nuestra vasija. Debemos tener una porción del Espíritu adicional a la que recibimos en nuestro espíritu en el momento de nuestra regeneración.

  El versículo 5 nos dice que tardándose el novio, todas ellas cabecearon y se durmieron. No solamente las vírgenes insensatas cabecearon y se durmieron, sino también las prudentes. Aquí el sueño denota la muerte (1 Ts. 4:15). Esto quiere decir que todas las diez vírgenes murieron. Puesto que el Señor ha demorado en venir todos estos años, un santo tras otro ha fallecido, incluyendo a los que son vencedores. Esto indica que las diez vírgenes no representan a los santos que están vivos, sino a los que ya han fallecido. Puesto que el número que representa a la iglesia es el número doce, y no el número diez, ¿dónde están los otros dos santos? Ellos estaban incluidos en el capítulo anterior. En Mateo 24:40-41 el Señor dijo que dos hombres estarían en el campo y que dos mujeres estarían moliendo. Estos dos representan a aquellos santos que estarán vivos en el tiempo que ocurra el regreso del Señor Jesús. Cuando Él regrese, la mayoría de cristianos habrá muerto. Diez representa a la mayoría de los doce, siendo éste un principio en las Escrituras. En tiempos del Antiguo Testamento diez tribus se rebelaron contra la casa de David, y quedaron únicamente dos: Judá y Benjamín; es decir, la mayoría de las tribus se rebelaron. Cuando el Señor Jesús regrese, la mayoría de los cristianos habrá muerto, y únicamente una minoría estará viva. Las diez vírgenes representan a los santos que ya murieron. Debido a que el Señor ha demorado en venir, todos estos santos cabecearon y durmieron. En 1 Tesalonicenses 4:13-15 Pablo usó la expresión “los que durmieron” para referirse a los que fallecieron. Tenemos que percatarnos que las diez vírgenes representan a la mayoría de los cristianos, los cuales habrán muerto para cuando el Señor regrese. No solamente las insensatas habrán muerto, sino también las prudentes.

  A la medianoche se oyó un grito: “¡He aquí el novio!” (Mt. 25:6). Entonces todas las vírgenes se levantaron y prepararon sus lámparas, lo cual quiere decir que ellas se levantaron en resurrección. Los santos que habían muerto se levantaron y prepararon sus lámparas. Entonces las insensatas les pidieron a las prudentes que les dieran aceite, ya que sus propias lámparas se apagaban, y no tenían más aceite en sus vasijas. Que sus lámparas se apagasen nos indica que éstas estaban encendidas, indicio de que estas vírgenes eran salvas. Aun las vírgenes insensatas tenían sus lámparas encendidas, pero carecían de una porción extra de aceite que pudieran usar. Así pues, se les dijo que debían ir y comprar aceite para ellas mismas. Mientras iban a comprar, vino el novio, y las que estaban preparadas entraron a las bodas con él, y la puerta fue cerrada. Después, vinieron las vírgenes insensatas deseando entrar en la fiesta de bodas, pero la respuesta del Señor fue que Él no las conocía. Las vírgenes insensatas sufrieron una gran pérdida, ya que no pudieron entrar en la fiesta de bodas.

  Cuando el Señor Jesús regrese, todos los santos que murieron serán resucitados, y todos los que estén preparados disfrutarán de la fiesta de bodas. En otras palabras, como labranza del Señor (1 Co. 3:9), ellos habrán madurado y alcanzado el crecimiento debido, de modo que estarán preparados para entrar en la fiesta de bodas del Cordero. La fiesta de bodas no es otra cosa que los mil años del milenio. El día de la boda del Señor Jesús durará mil años. Es probable que su fiesta de bodas haya durado apenas un día, pero el día de la boda del Señor durará mil años. Para el Señor mil años son como un día (2 P. 3:8). El milenio será el día de la boda del Señor, y en ese día se celebrará la fiesta de bodas. Si usted está preparado, si ha madurado, si ha alcanzado el crecimiento debido y es un cristiano victorioso, entonces el Señor le invitará a esa fiesta de bodas. Tal fiesta de bodas también es la manifestación del reino de los cielos.

  Supongamos que usted no maduró ni es victorioso y muere antes que el Señor Jesús regrese. Cuando Él regrese usted será resucitado, y el Señor le dirá que debe ir y comprar aceite. Entonces usted no estará listo para disfrutar de la manifestación del reino de los cielos. Usted no estará preparado para entrar en la fiesta de bodas, por lo que deberá pagar un precio y sufrir algo. ¿Por qué el Señor les dijo a estas vírgenes que no las conocía? En Mateo 25:12 esta palabra griega es traducida como “conozco”, pero en Romanos 7:15 esta misma palabra ha sido traducida como “permito” o “apruebo”. Si tradujéramos esta palabra como “permito” o “apruebo”, Mateo 25 sería fácil de entender. Esto quiere decir “jamás te lo permití”, lo cual significa que el Señor jamás lo aprobó. El Señor no aprobó lo que ellos hacían después de ser salvos. Que el Señor les dijera que no las conocía significa que Él no se los permitía. Ellas hicieron muchas cosas, pero no fue el Señor quien se los permitió. ¿Qué deberán hacer, entonces, las vírgenes insensatas? Ellas tendrán que pagar el precio requerido para obtener una porción adicional de aceite a fin de madurar y estar listas para ser cosechadas.

  Supongamos que una persona cree en el Señor, pero después de haber creído en Él y ser salva, no busca más del Señor y no le ama. En lugar de ello, esta persona vive como cualquier otra persona mundana. Después de veinte años muere sin haber crecido, sin haber madurado. Cuando el Señor Jesús regrese ciertamente juzgará a tal persona. ¿Piensan ustedes que tal persona está preparada para encontrarse con el Señor? El apóstol Pablo ciertamente está preparado, pero aquella persona no lo está. El apóstol Pablo maduró y está listo para ser cosechado, pero esa persona no. En principio, podemos tener la certeza de que el Señor tendrá que tomar ciertas medidas para hacer que esa persona madure y esté lista. En principio, tal persona tendrá que pagar cierto precio para madurar. Aunque el Señor no nos da los detalles, podemos ver que en principio los cristianos derrotados no estarán preparados para disfrutar de la manifestación del reino de los cielos. Ellos tendrán que pagar cierto precio y sufrir pérdida a fin de madurar.

LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS

  La segunda parábola en Mateo 25, la parábola de los talentos, nos muestra el mismo principio. Todos son esclavos, pero a algunos de ellos no se les permitió entrar en la manifestación del reino de los cielos. Leamos a partir del versículo 22: “Acercándose también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; mira, otros dos talentos he ganado. Su señor le dijo: Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero acercándose también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no aventaste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; mira, aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Esclavo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no aventé. Por tanto, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recobrado lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque a todo el que tiene, le será dado, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al esclavo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”. Los esclavos fieles fueron invitados a entrar en el gozo del Señor, pero el esclavo perezoso fue reprendido por el Señor y arrojado a las tinieblas de afuera, donde experimentará el llanto y el crujir de dientes. El esclavo perezoso fue castigado a fin de que madurase y estuviese listo.

UNA SERIA ADVERTENCIA

  El reino de los cielos es el gobierno celestial del Señor Jesús. Después de haber sido regenerados, es necesario que estemos sujetos a este gobierno. Si estamos sujetos a este gobierno, seremos victoriosos y vencedores. Estaremos en la realidad del reino de los cielos y entraremos en la manifestación del reino de los cielos para reinar con el Señor. Pero si somos cristianos derrotados, cuando el Señor Jesús regrese, sufriremos pérdida y seremos castigados a fin de que lleguemos a la madurez. Cuando el Señor regrese, seremos recompensados o castigados de acuerdo a cómo nos hayamos ejercitado en el reino. Si nos hemos ejercitado apropiadamente en el reino de los cielos, el Señor nos recompensará con la manifestación del reino. Pero si no nos hemos ejercitado en el reino de los cielos, el Señor nos aplicará cierta clase de castigo. Esto no quiere decir que caeremos en la perdición eterna, sino que sufriremos algo que nos ayude a madurar. Somos los hijos del Señor, Su mies y Su labranza (1 Co. 3:9). Como mies del Señor, tenemos que finalmente madurar, ya sea en esta era o en la siguiente. Si no estamos dispuestos a madurar en esta era, cuando el Señor Jesús regrese Él nos disciplinará y nos obligará a que maduremos en la era siguiente. Por un lado, tenemos la seguridad eterna, pues una vez que somos salvos, lo somos para siempre. Pero por otro lado, hay una seria advertencia. Hoy en día, el Señor nos da el reino de los cielos como un ejercicio a fin de que seamos examinados. Cuando Él retorne, nos dará el reino de los cielos como una recompensa si nos hemos ejercitado apropiadamente. De otro modo, Él nos disciplinará a fin de que paguemos el precio requerido para madurar. Que el Señor nos conceda Su gracia a todos nosotros.

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