Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Resultado de la dispensación de la Trinidad procesada y la transmisión del Cristo que lo transciende todo, El»
1 2 3 4 5 6 7
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPITULO DOS

EL RESULTADO DEL DISPENSAR DE DIOS EL HIJO: LA PROCLAMACION DEL CUMPLIMIENTO DEL PROPOSITO DE DIOS

  Lectura bíblica: Ef. 1:7-12

  Himnos: #98, #65

BOSQUEJO

  1. Por medio de Su redención—v. 7:
    1. El perdón de los delitos.
    2. Por Su sangre.
    3. Según las riquezas de Su gracia.
  2. Para hacer de los creyentes una herencia para Dios—vs. 8-11:
    1. Por Su gracia abundante—vs. 8-10:
      1. En toda sabiduría y prudencia—v. 8:
        1. La sabiduría es lo que Dios usa para hacer un plan y proponerse una voluntad en la eternidad.
        2. La prudencia es lo que Dios usa para aplicar en el tiempo lo que ha planeado y se ha propuesto.
      2. Para dar a conocer a todos el misterio de Su voluntad—v. 9:
        1. Según Su beneplácito.
        2. El cual El se propuso en Sí mismo.
      3. Para la economía de los tiempos—v. 10a:
        1. Economía se refiere al plan que Dios tiene de dispensarse en Su pueblo escogido.
        2. Plenitud se refiere a la consumación de todos los tiempos en los cuales Dios se dispensa.
        3. Los tiempos se refiere a las edades:
          1. 1) La edad del pecado.
          2. 2) La edad de la ley.
          3. 3) La edad de la gracia.
          4. 4) La edad del reino.
      4. Para hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas—v. 10b:
        1. El resultado del dispensar de Dios por todas las edades.
        2. Especialmente por medio del dispensar divino impartido a la iglesia para que ésta sea rescatada de la muerte y las tinieblas causadas por el desplome universal y para que crezca en vida a fin de que sea sometida a Cristo la Cabeza, en paz y armonía.
    2. Según la designación de Dios, haciendo de los creyentes una herencia electa para Dios—v. 11:
      1. Conforme al propósito de Dios, quien hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad.
      2. Transformando, en la gran salvación de Cristo, a los creyentes en un tesoro (una herencia) para Dios en el elemento de vida de Cristo, para quien han sido redimidos.
      3. Para que hereden a Dios como herencia.
  3. Para la alabanza de la gloria de Dios—v. 12:
    1. En los creyentes que primeramente esperaban en Cristo.
    2. Por parte de los ángeles y de todas las cosas positivas del universo.
    3. Principalmente en el milenio y finalmente en el cielo nuevo y en la tierra nueva.

  El dispensar y la trasmisión son lo más sobresaliente de Efesios 1. El dispensar es efectuado por la Trinidad procesada, y la trasmisión, por el Cristo que lo trasciende todo. Lo que la Trinidad dispensa está destinado a producir los muchos hijos de Dios, la herencia para Dios como Su tesoro, Su posesión personal, y un cuerpo glorificado como la consumación del dispensar de la Trinidad. Eso se revela en los versículos del 3 al 14. En estos versículos vemos los muchos hijos de Dios, la herencia de Dios y nuestro cuerpo glorificado, pero la iglesia no se menciona todavía. Debemos darnos cuenta de que todos estos puntos están destinados a la iglesia, el Cuerpo. El dispensar de la Trinidad procesada produce los constituyentes para la iglesia, pero la iglesia todavía necesita ser formada. La formación de la iglesia no depende del dispensar de la Trinidad sino de la trasmisión que el Cristo que lo trasciende todo efectúa con Su poder que supera y trasciende todo, el cual lo levantó de los muertos, lo sentó en el trono de Dios, sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (vs. 19-23).

  Hace muchos años, me dijeron que el libro de Efesios trata de la iglesia. Cuando asistí a las reuniones de la Asamblea de Hermanos, me enseñaron que Adán y Eva tipificaban a Cristo y la iglesia. Más tarde, conocí el hermano Watchman Nee y llegué a ser uno de sus colaboradores íntimos. El nos afirmó que la iglesia procede de Cristo así como Eva salió de Adán. Esto era una gran ayuda para mí. Es maravilloso ver que la iglesia procedió de Cristo. Pero en aquel tiempo todavía no había entendido completamente el significado intrínseco de este punto cuando estudiaba la Palabra santa. Durante años, me pregunté cómo la iglesia procede de Cristo y cómo Cristo produce la iglesia con Su vida. Finalmente, salí de la China continental y me quedé en Taiwán de 1949 a 1961. Durante ese tiempo, el Señor abrió mis ojos. Vi que la iglesia surge por obra del Espíritu Santo en nuestro espíritu. Sin estos dos espíritus —el Espíritu Santo y nuestro espíritu— no sería posible que la iglesia surgiera. No habría posibilidad de que la iglesia existiera.

LA SANTIFICACION DIVINA PARA FILIACION

  Hemos visto algo adicional acerca de la verdad de la santificación. Esto ha sido un tema importante entre nosotros en el recobro durante los setenta años pasados. Hemos estudiado e investigado eso, pasando mucho tiempo para estudiar lo que los demás escribieron al respecto. Pero no nos quedamos satisfechos con lo que habíamos visto. No fue sino hasta este año, 1993, que vi el significado intrínseco de la santificación. Lo vi cuando la iglesia en Anaheim dedicó un tiempo para repasar nuestro estudio-vida de Hebreos, que dimos en 1975. Ese estudio-vida era muy completo; sin embargo, en aquel tiempo no había visto plenamente cómo la santificación del Espíritu está relacionada con la filiación. En Hebreos 2:10 vemos que el Señor es el Capitán de la salvación de Dios que conducirá a muchos hijos a la gloria. Luego el versículo 11 habla de Aquel que santifica y de aquellos que son santificados. Cuando consideré estos dos versículos, mis ojos se abrieron y vieron que el propósito de la santificación es la filiación. Esta es nueva luz.

  Cuando vi eso, empecé a entender más Efesios 1:4-5. El versículo 4 dice: “para ser santos” y el versículo 5 dice: “para filiación”. Debemos unir estas dos expresiones: “ser santos para filiación”. Esto nos muestra nuevamente que el propósito de la santificación es la filiación. La preposición griega traducida “para” es muy profunda. Significa “resultando en”. Ser santo da por resultado la filiación. La filiación de Dios nos viene por medio de la santificación del Espíritu Santo. La conclusión del capítulo uno de este libro señala que la santificación divina está destinada a la filiación divina. Espero que el Señor tenga misericordia de nosotros para que todos entendamos esto. El propósito de la santificación divina no es la perfección sin pecado ni tampoco un mero cambio de posición. Sirve para la filiación y resulta en la filiación. Lo llamamos la santificación divina porque es un asunto del Espíritu mismo. Es un asunto del Dios Triuno.

  Ahora quisiera presentar una visión completa de la santificación divina como lo revela la Palabra santa. Dios tiene un deseo. Sobre la base de Su deseo, El tuvo una intención con un propósito. Esta es Su economía eterna, Su oikonomía (gr.). Esta economía fue hecha por el Padre, cumplida por el Hijo y llevada a cabo por el Espíritu que la aplica a nosotros. La economía eterna de Dios se lleva a cabo por la santificación del Espíritu. La santificación del Espíritu lleva a cabo el propósito eterno de Dios en cuatro etapas.

La santificación que busca

  La primera etapa de la santificación divina por el Espíritu es Su santificación que busca. Esto se refiere al hecho de que el Espíritu busca al pueblo escogido de Dios que se había perdido. La santificación que busca es plenamente revelada en la segunda parábola de Lucas 15. Allí el Espíritu es comparado a una mujer que busca una moneda perdida encendiendo una lámpara y barriendo la casa (v. 8). Buscó diligentemente esta moneda perdida. Finalmente, la encontró. En realidad, la moneda perdida era el hijo pródigo. Debido a la búsqueda del Espíritu y Su encuentro, el hijo pródigo se despertó. Volvió a sí mismo (v. 17). El tomó la decisión de levantarse y regresar a su padre para pedirle perdón.

  Juan 16 continúa y muestra que el Espíritu que busca es también el Espíritu que convence. El convence a todos los pecadores en cuanto al pecado en Adán, de la justicia en Cristo y del juicio para Satanás (vs. 8-11). El pleno arrepentimiento del hombre es el resultado de la obra del Espíritu que busca y convence.

  En 1 Pedro 1:2 vemos que esta búsqueda y este convencimiento del Espíritu es la santificación del Espíritu antes de la aspersión de la sangre sobre los pecadores arrepentidos. Esto muestra que la santificación que busca precedía nuestro arrepentimiento y nuestro acto de creer en Cristo. En realidad, nuestro arrepentimiento y nuestro acto de creer se debían al Espíritu que busca, al Espíritu que convence. Estábamos perdidos en pecado y entre un montón de pecadores, pero el Espíritu que busca vino a rescatarnos. Como resultado, nos despertamos, nos arrepentimos, volvimos a Dios y le pedimos que nos perdonara. Este es el resultado de nuestra elección y predestinación de parte del Padre en la eternidad pasada junto con la venida de Su Espíritu a tiempo para buscarnos y convencernos. Esta búsqueda, este convencimiento, es la santificación que busca.

La santificación que regenera

  Cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús, el mismo Espíritu, el Espíritu que busca, nos santificó más al regenerarnos. Nacimos del Espíritu (Jn. 3:5) y Dios como el Espíritu entró en nuestro espíritu (Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22). Ahora somos los hijos de Dios. El Espíritu que busca nos despertó y nos dirigió al Padre. Nos arrepentimos y creímos al Señor Jesús. Recibimos a Cristo, y el Espíritu nos santificó más, haciendo de nosotros los hijos de Dios. Esta es la segunda etapa de la santificación divina, la santificación que regenera.

  El Padre nos revistió de la sangre redentora de Cristo, así como el padre que ama puso la mejor vestidura sobre el hijo pródigo cuando éste regresó (Lc. 15:22; He. 13:12). El Espíritu que santifica entró también en nuestro espíritu con la vida de Dios para hacernos hijos de Dios. Ahora tenemos la sangre de Cristo exteriormente y la vida de Dios interiormente. Todos nuestros delitos fueron perdonados por medio de la sangre, la redención de Cristo, y nuestro espíritu fue regenerado. La santificación del Espíritu que regenera se produjo en nuestro espíritu (Jn. 3:6).

La santificación que transforma

  Después de la regeneración, la etapa siguiente de la santificación del Espíritu es Su santificación transformadora. Esto sucede en nuestra alma. Nuestro espíritu regenerado nunca ha sido un problema para nosotros. Nuestros problemas provienen siempre de dos fuentes: nuestra alma (que incluye nuestra mente, parte emotiva y voluntad) y nuestro cuerpo. Si nuestra mente, parte emotiva y voluntad no han sido transformadas, nos causarán muchos problemas. Después de la regeneración del Espíritu que santifica en nuestro espíritu, el Espíritu santificador lleva a cabo Su santificación continua para transformarnos en nuestra alma. Fuimos regenerados, santificados para Dios, en nuestro espíritu, pero necesitamos que el Espíritu santificador obre más para santificar nuestra alma. Esta es la santificación que transforma.

  Esta transformación implica la renovación y la conformación a la imagen de Cristo. Mientras el Espíritu que santifica obra para santificarnos, somos transformados. En 2 Corintios 3:18 se nos enseña claramente que es el Señor Espíritu el que transforma. Esto demuestra claramente que la transformación del Espíritu es la obra que lleva a cabo para santificarnos. Romanos 12:2 enseña que somos transformados por la renovación de nuestra mente. La transformación del Espíritu que transforma renueva primeramente nuestra mente trastornada. Si queremos ser transformados, necesitamos que un nuevo elemento sea añadido dentro de nosotros para desechar nuestro viejo elemento y reemplazarlo por el nuevo elemento. Esta clase de metabolismo resulta en un cambio metabólico dentro de nosotros. Por lo tanto, llegamos a ser otra persona en nuestra manera de pensar, en nuestros sentimientos y en nuestras intenciones. La Biblia enseña que somos transformados del viejo hombre y llegamos a ser el nuevo hombre. Esta es una etapa adicional del Espíritu santificador, la santificación que transforma. Ahora tenemos la santificación que busca, la santificación que regenera y la santificación que transforma, la cual incluye la renovación y la conformación a la imagen de Cristo.

La santificación que glorifica

  Nuestra plena transformación consumará un día en nuestra glorificación. Esto será la obra del Espíritu que santifica para glorificarnos en nuestro cuerpo. Hay otra cosa que nos molesta aparte de nuestra alma; esto es nuestro cuerpo lamentable y vil. La lujuria, las debilidades, la enfermedad y la muerte están presentes en nuestro cuerpo corrupto. Nuestro cuerpo es realmente vil, pero un día seremos glorificados y transfigurados en nuestro cuerpo (Fil. 3:21). Nuestro espíritu fue regenerado, nuestra alma está siendo transformada, y nuestro cuerpo será transfigurado, cambiado en un cuerpo glorioso sin más concupiscencias, debilidades, enfermedades o muerte. Esta es la santificación que glorifica.

  Cuando se produzcan estas cuatro etapas de la santificación divina (la santificación que busca, regenera, transforma y glorifica), seremos glorificados. Seremos calificados para encontrar al Señor. En aquel momento podremos gritar: “¡Hemos sido plenamente santificados!” Ahora nos parecemos a una mariposa que está todavía en el capullo. Finalmente, saldremos del capullo. No andaremos en esta tierra, sino que volaremos. Esta es la santificación que da consumación.

  Ya hemos visto la enseñanza correcta del Nuevo Testamento acerca de la santificación. La santificación es la bisagra del cumplimiento de la economía eterna de Dios. El Espíritu que santifica en la santificación de Dios nos buscó primeramente y luego nos regeneró, haciéndonos hijos de Dios. Cuando un gato tiene cachorros, éstos son gatitos. De la misma manera, Dios nos engendró para hacer de nosotros Sus hijos. Hacer de nosotros hijos de Dios significa hacernos “pequeños dioses”, con la vida y la naturaleza de Dios, pero sin Su deidad. En vida, naturaleza y expresión, somos igual que El, porque nacimos de El. Por lo tanto, no somos solamente los hijos de Dios, Sus herederos, sino también los “pequeños dioses”. Los cachorros, los gatitos, son indudablemente gatos porque pertenecen al género de los gatos. Todo fue creado conforme a su propio género. Sin embargo, el hombre fue creado conforme al género de Dios porque fue creado a la imagen de Dios (Gn. 1:26). Más tarde, nosotros los hombres nacimos de Dios, y no solamente llevamos la imagen de Dios sino que también poseemos la vida y naturaleza de Dios. Por consiguiente, llegamos a ser Dios en vida y naturaleza, pero no en la Deidad. Esto es lo que significa la filiación.

  Ahora podemos entender el significado intrínseco de Efesios 1:4-5. Dios nos escogió para que fuéramos santos, predestinándonos para filiación. Dios se dispensó dentro de Su pueblo escogido para que sea santo como El. Al ser santos, somos hechos hijos de Dios, siendo Dios en vida y naturaleza, pero no en la Deidad. El cumplimiento de la economía eterna de Dios depende de la santificación divina para filiación.

EL RESULTADO DEL DISPENSAR DEL HIJO

  Acabamos de ver el resultado del dispensar del Padre; ahora, queremos seguir adelante y ver el resultado del dispensar del Hijo, el cual declara el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Esto nos es revelado en Efesios 1:7-12. Estos versículos dicen: “En quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de los delitos según las riquezas de Su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría y prudencia, dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo, para la economía de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En El asimismo fuimos designados como herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de Su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo”.

  Mediante la abundante gracia de Dios, Cristo cumplió la redención para nosotros, y esta redención está destinada a perdonar nuestros delitos. Esto es bastante fácil de entender, pero los versículos mencionados arriba están llenos de expresiones y palabras difíciles tales como: misterio, voluntad, beneplácito, propuesto, la economía de la plenitud de los tiempos, y hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas. Debemos ver la revelación intrínseca y el significado de esta porción difícil de Efesios 1.

  Dios, conforme a Su deseo e intención, hizo una economía, y el centro de la economía divina es el deseo de Dios de tener muchos hijos. Dios creó el universo para Sus muchos hijos, pero el hombre cayó. Ahora en este universo permanecen dos cosas horribles: la rebelión de Satanás con sus ángeles y la caída del hombre. Estas dos cosas llevaron el universo a la ruina. Dios creó el universo en un hermoso orden. Pero la rebelión de Satanás y la caída del hombre acabaron con este hermoso orden. Después de la caída del hombre, en la segunda generación humana, Caín mató a Abel, su hermano menor (Gn. 4:8). Todo lo maligno, como por ejemplo el homicidio, la fornicación, el robo, el engaño y la mentira muestran que hoy en día el mundo está en una situación revuelta. Hoy todo está revuelto. Esta situación revuelta ha invadido aun a la iglesia. Algunos rebeldes aun intentaron introducir la situación revuelta de la raza humana en el recobro.

  Pero Dios no abandonaría nunca Su economía eterna. El es constante y muy insistente. Primero, El aplicó Su salvación anticipada a la humanidad, para que ésta pudiese seguir en esta tierra. Luego, El mismo vino para ser hombre. No sólo creó el hombre, sino que vino también a formar parte de la humanidad, para ser uno con el hombre. El llevó una vida humana durante treinta años y medio. Entonces, El fue calificado para ir a la cruz y pasar por una muerte maravillosa, una muerte todo-inclusiva. En esa muerte, El solucionó el problema del pecado, el problema del viejo hombre, el problema del mundo, el problema de Satanás, y aun el problema de la muerte. El solucionó todo problema y acabó con todo lo relacionado con la vieja creación. El descansó durante tres días y luego se levantó.

  En Su resurrección, llegó a ser otra clase de persona. Como Dios en Su encarnación, se hizo hombre (Jn. 1:14). Ahora en resurrección El se hizo Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Dios se hizo hombre para solucionar todos los problemas, para acabar con todas las cosas negativas en toda la tierra y aun en todo el universo. Entonces, como el postrer Adán, el postrer hombre, el fin de la humanidad, se levantó para ser el Espíritu vivificante. El Dios que se unió al hombre se hizo el Espíritu vivificante en Su divinidad y en Su humanidad.

  Mucha gente se opone a esta revelación bíblica. Ellos piensan que los tres de la Deidad son separados y que no podemos decir que el Hijo se hizo el Espíritu. Se preocupan solamente por su teología, y no por el hecho espiritual y divino. La Biblia dice en 1 Corintios 15:45: “fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. El Señor en quien creemos, Jesucristo, quien es el postrer Adán, fue hecho Espíritu vivificante. Pablo dijo que Cristo vive en nosotros, (Gá. 2:20a). Si Cristo no fuera el Espíritu vivificante, ¿cómo podría vivir en nosotros? Cristo vive en nosotros, obra en nosotros, y aun hace Su hogar en nuestro corazón (Ef. 3:17). En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu”. Si El no fuera el Espíritu, ¿cómo podría estar con nosotros en nuestro espíritu? Cuanto mucho, sólo podría estar entre nosotros y no dentro de nuestro espíritu.

  Cuando vine a este país, muchos santos me dijeron que no sabían que tenían un espíritu humano. Hoy en día son muchos los cristianos que no creen que Cristo como el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante, ni creen que tienen un espíritu. No poseen estos dos puntos claves. Sin estos dos puntos claves, no se puede vivir una vida cristiana. La Biblia nos enseña que Dios formó un espíritu dentro del hombre (Gn. 2:7; Pr. 20:27; Job 32:8; Zac. 12:1). La Biblia nos enseña también cómo Dios se hizo hombre y murió para cumplir la redención a fin de acabar con la vieja creación. Luego se levantó. Al levantarse, El se convirtió en otra persona, el Espíritu vivificante, para entrar en nosotros. El se levantó por la mañana. Por la tarde, El regresó a los discípulos y sopló sobre ellos, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn. 20:22). En aquel momento, El era el Espíritu vivificante para que Sus discípulos lo recibieran. Desde aquel momento, los puntos claves de la vida cristiana son el Espíritu vivificante y nuestro espíritu.

  Hoy en día, El es el Espíritu vivificante. El no solamente resucitó, sino que trascendió a los cielos y pasó a través de los cielos (He. 4:14). El Cristo ascendido tiene por lo menos doce posiciones. Cada posición lo califica para ministrar en cierta esfera. En Su ascensión, fue entronizado como Señor de todos y fue designado, asignado, para ser el Cristo de Dios (Hch. 2:36). El es el Líder de todos los gobernantes (Hch. 5:31a). El es el Salvador (Hch. 5:31b). Aunque queramos salvar gente, no lo podemos hacer, pero El lo puede todo. Por ser el Omnipotente, puede salvarnos. Es el Sumo Sacerdote (He. 4:15; 7:26) y el Abogado (1 Jn. 2:1b). Es el Intercesor, aquel que intercede por nosotros (He. 7:25). También es el Mediador del nuevo pacto (8:6) y la seguridad del nuevo testamento (7:22). El es el dador de vida (Jn. 10:10b), el Consolador (14:16-17), y el Dios-Cordero (Ap. 22:1b). El está en los cielos ministrando perpetuamente. El punto clave es que hoy El es el Espíritu vivificante. Si no lo fuera, nunca podría ser el Sumo Sacerdote que ministra a nosotros. Nunca podría ser el dador de vida, ni tampoco el Consolador. El es el Espíritu vivificante que pone en vigencia Su pacto, y lleva a cabo lo que El ha cumplido por medio de Su muerte todo-inclusiva.

  Efesios 1 nos muestra que en El tenemos redención. El nos redimió para Sí mismo. Estábamos caídos en Adán. Allí era donde estábamos. Pero la redención de Cristo nos redimió y nos sacó de ese lugar, y nos introdujo en El mismo como esfera y elemento. En realidad, esta esfera y este elemento son el Espíritu. El es el Espíritu vivificante y El nos redimió, sacándonos de Adán para introducirnos en El mismo como el Espíritu vivificante. Como redimidos de Cristo, todos debemos declarar: “¡Estoy en el Espíritu!” No estamos en la tierra, ni tampoco en los cielos; estamos en el Espíritu. El Espíritu es nuestro lugar. El Espíritu es nuestra esfera. El Espíritu es nuestro elemento. En esta esfera y con este elemento, Cristo está obrando cada día para transformarnos.

  El Espíritu, el cual es la esfera y el elemento, es el Espíritu que santifica y transforma. El nos transforma metabólicamente, haciendo de nosotros un tesoro particular para ser Su posesión personal, Su herencia (Ef. 1:11). Dios quiere heredar algo. El quiere heredar aquellos que eran antes pecadores y que se convirtieron en un tesoro. Hoy en día estamos en el capullo, pero llegaremos a ser una mariposa. Esperamos ser glorificados, y Dios también espera vernos glorificados. Entonces El tendrá un tesoro completo. Esto puede parecer un sueño, pero un día este sueño se cumplirá.

  El Espíritu que transforma nos pone en la posición correcta. Antes de ser salvos, estábamos en una situación revuelta. Estábamos en la ruina de la muerte y de las tinieblas, pero el Espíritu en Su santificación que busca nos devolvió a Dios. Nosotros creímos en Cristo, y el Espíritu siguió santificándonos al regenerarnos. Luego, este Espíritu, que es Cristo mismo, continúa Su obra santificadora para transformarnos cada día, poniéndonos en una posición correcta.

  Puede ser que un hermano hable con su esposa fuera del Espíritu de una manera revuelta. Pero gradualmente, el Señor transforma este hermano para que esté consciente de que su proceder no es el del Señor. El proceder del Señor no está en nuestra carne ni en nuestra mentalidad norteamericana. Su manera está en nuestro espíritu. Finalmente, el Señor trabajará continuamente en este hermano para hacerlo volver a su espíritu. Allí, el Espíritu Santo va a su encuentro para resplandecer sobre él, iluminarlo, y hablar con él de una manera personal. Quizá el Espíritu diga: “De ahora en adelante no hables a tu esposa sin Mi hablar”. Esto pondrá a este hermano en una posición correcta.

  El Espíritu que transforma nos pone paulatinamente en una posición correcta. No sólo somos corregidos o ajustados exteriormente sino también transformados interiormente. El Cristo mismo que está viviendo en nosotros, trabajando en nosotros, y haciendo Su hogar en nosotros nos transforma día tras día. Cuando una persona se muda a una nueva casa, ella hace muchos cambios. Cristo está haciendo Su hogar en nosotros y cambia muchas cosas dentro de nosotros.

  En nuestra vida matrimonial, nos encontramos en un situación confusa la mayor parte del tiempo. La actitud de la esposa hacia su marido quizá no sea la adecuada. Es confusa. Pero cada día el Cristo que vive en nosotros fija Su morada. El nos está transformando, nos está poniendo en una posición correcta. Esta transformación hace de nosotros un tesoro. Dios hace de nosotros Su tesoro al transformarnos.

  Mientras somos transformados, nuestra posición se vuelve correcta, es decir, somos reunidos bajo Cristo, quien es la Cabeza. Es hermoso ver esto. En el recobro del Señor, debemos ser aquellos que aman a Jesús y que fueron reunidos bajo Cristo, quien es la Cabeza. Cuando estamos bajo la Cabeza, no hay tormenta, ni pelea, ni confusión, ni caos. Por el contrario, todo está en buen orden. Nosotros los que amamos a Jesús debemos llevar la delantera para ser reunidos en Cristo nuestra Cabeza. Finalmente todas las cosas en los cielos y en la tierra serán reunidas bajo una cabeza en Cristo.

  Dios lo dio para ser Cabeza sobre todas las cosas, pero hoy en día estas cosas no quieren ser reunidas bajo Su autoridad. Pero nosotros, los que lo amamos, debemos tomar la iniciativa de ser reunidos en Cristo. Todo el universo de hoy está en una situación confusa. Todo el universo debe ser puesto en la posición correcta, bajo la Cabeza. Nosotros los que amamos a Jesús estamos dispuestos en la redención de Cristo a ser trasformados por el Espíritu que santifica para ser puestos en la posición correcta. Esta es la razón por la cual el Señor necesita un recobro. Ente nosotros no debería haber ninguna disputa, pelea ni discusión. Sólo debe haber comunión y sumisión.

  Todo esto se debe al dispensar del Hijo. El dispensar del Hijo en Su redención y Su obra de transformación por medio del Espíritu que santifica da por resultado la herencia preparada como tesoro para Dios. El dispensar del Padre da por resultado un grupo de hijos. El dispensar del Hijo da por resultado que todos nosotros somos hechos un tesoro. Ahora Dios no sólo tiene un grupo de hijos, sino que estos hijos llegan a ser Su tesoro, Su herencia. Muchos de nosotros vinieron a esta conferencia de muy lejos porque queremos ser puestos en la posición correcta. ¿Qué está haciendo el Señor hoy en Su dispensar? El nos está poniendo en una posición correcta al transformarnos en nuestra alma. Esta transformación incluye nuestra renovación y conformación a la imagen de Cristo, lo cual da por resultado una herencia producida para Dios.

EL DISPENSAR DEL HIJO HACE DE LOS CREYENTES LA HERENCIA DE DIOS PARA LA ECONOMIA DE LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS A FIN DE REUNIR TODAS LAS COSAS BAJO UNA CABEZA EN CRISTO

  Cada uno de nosotros ha visto que el punto principal de Efesios 1 es el dispensar triple de la Trinidad Divina procesada. El dispensar del Padre nos hace santos para filiación. Dios nos escogió con el propósito de hacernos diferentes de todo lo demás en el universo, es decir, de santificarnos y hacernos santos con el fin de engendrarnos como hijos Suyos. El segundo aspecto del dispensar es algo complicado. En cuanto al primer dispensar sólo existen dos versículos, pero vemos el segundo dispensar del Hijo en los versículos del 7 al 12.

  Los versículos 10 y 11 son de los más difíciles de entender en toda la Biblia. Estos versículos dicen: “Para la economía de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En El asimismo fuimos designados como herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad”. La economía de Dios será consumada en la plenitud de los tiempos. En la economía de Dios, existen cuatro edades principales, y estas edades son llamadas “los tiempos”. Son la edad del pecado, de Adán a Moisés; la edad de la ley, de Moisés a la primera venida de Cristo; la edad de la gracia, de la primera venida de Cristo a Su segunda venida; y la edad del reino. En estas cuatro edades, Dios obra para recobrar Su creación perdida y hacer que vuelva a Su propósito. Entonces, en la plenitud de los tiempos, la economía de Dios tendrá su consumación. El propósito de esta economía consiste en reunir todas las cosas bajo una cabeza en Cristo, las cosas que están en los cielos y las que están en la tierra.

  El versículo 11 dice que hemos sido designados como herencia. En griego, designados significa “escogido o asignado por porción”. Fuimos designados, marcados y asignados por porción para ser la herencia de Dios como tesoro. En el segundo dispensar de la Trinidad, Cristo nos redimió. En Su redención, El nos redimió para Sí mismo, aun en Sí mismo, y El se impartió en nosotros. Así que, el Cristo que redime se ha convertido en una esfera en la cual disfrutamos del dispensar. El es también el elemento por el cual y con el cual somos renovados y transformados para ser un tesoro, una herencia de valor, para Dios.

  Dios nos creó, pero caímos en pecado, rechazando a Dios la Cabeza. Entonces, llegamos a ser un desastre. Desde la rebelión de Satanás y la caída del hombre, todo el universo ha perdido su orden. Ha caído en las ruinas de muerte y tinieblas. Luego Cristo vino a redimirnos, trasladándonos de Adán a Cristo, y esta redención implica el perdón de nuestros pecados. Después de perdonarnos, Cristo nos hizo regresar a Dios, a Sí mismo. Ahora estamos en Cristo como esfera y elemento. En esta esfera y con este elemento, después de redimirnos, el Dios Triuno está ahora en Cristo como Espíritu vivificante que dispensa Su elemento a nosotros cada día y en cada hora para renovarnos día tras día y transformarnos hora tras hora, haciendo de nosotros un tesoro, una herencia de valor.

  Estábamos en la ruina como enemigos de Dios, pero Cristo nos redimió, rescatándonos de Adán, del pecado y de la ruina. Entonces en esta redención gradualmente, mientras crecemos en Cristo, somos reunidos bajo una cabeza en Cristo. El reunirnos en Cristo es el orden de la iglesia, el orden del Cuerpo de Cristo. En nuestro cuerpo físico, existe un orden. Las cosas no son confusas sino ordenadas. En términos generales, la iglesia establece el orden divino apropiado. Esto llevará a una consumación de la plenitud de las cuatro edades cuando todas las cosas que están en los cielos y las que están en la tierra serán reunidas bajo una cabeza en Cristo. Esto será la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva como lo describe Apocalipsis 21 y 22. La Nueva Jerusalén será la consumación de la iglesia actual.

  En la redención de Cristo, el Espíritu vivificante dispensa en nosotros hora tras hora el elemento del Dios Triuno procesado y redentor en Cristo para renovarnos y transformarnos. Mientras somos transformados, somos regulados y puestos en orden. Este orden es la iglesia. El ser reunidos bajo una cabeza en Cristo lleva a la obra final de reunirlo todo bajo la Cabeza en la plenitud de los tiempos. Esto será el cielo nuevo y la tierra nueva con la consumación de la iglesia como la Nueva Jerusalén, en la cual todo estará en orden bajo una sola Cabeza. Todo el universo será nuevo en ese tiempo. Ser nuevo significa estar fuera de la ruina. Ya no habrá ruina en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. Hoy en día la vida de la iglesia debe ser una miniatura de esta situación.

  El primer dispensar de la Trinidad divina consiste en producir hijos, pero necesitamos que el segundo dispensar nos redima y nos haga volver a Dios en Cristo. En esta esfera con este elemento divino somos renovados, trasformados y puestos en orden. Ahora existe la obra de reunirnos bajo una cabeza en la iglesia, la cual lleva a la obra final y consumada en la plenitud de los tiempos, de las edades, en el cielo nuevo y la tierra nueva. Allí podemos ver la Nueva Jerusalén donde todo estará en orden. Este es el resultado del segundo dispensar del Hijo, que declara el cumplimiento del propósito eterno de Dios.

NOTAS DE CONCLUSION DEL CAPITULO DOS

  El dispensar del Hijo al redimir y transformar a los creyentes da por resultado una herencia de valor, una posesión personal, transformando al pueblo escogido de Dios, con Cristo como elemento de vida, para que sea un tesoro como la herencia de Dios, Su posesión personal. Esto radica en sacar el universo redimido de la ruina en un buen orden, en reunir todas las cosas (precipitadas en muerte y corrupción) bajo una cabeza en Cristo por medio de la edificación de la iglesia como el Cuerpo de Cristo. Esto también es llevado a cabo por el Señor como el Espíritu que transforma (2 Co. 3:17-18), para hacer del pueblo escogido de Dios una nueva creación por la renovación del Espíritu que transforma.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración