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Mensajes del libro «Revelación básica contenida en las santas Escrituras, La»
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CAPITULO ONCE

LA NUEVA JERUSALEN: LA MAXIMA CONSUMACION

(4)

  Lectura bíblica: Ap. 21:3-4, 6-7, 24, 26; 22:2-5, 14, 17

  La Nueva Jerusalén es la consumación de toda la revelación divina. Los sesenta y seis libros de la Biblia llegan a cierta conclusión, la cual es la Nueva Jerusalén. La Biblia comienza con la obra creadora de Dios y concluye con Su edificio. La creación no es la meta de Dios; El creó con miras a Su meta, la cual es el edificio. El pensamiento de la edificación divina se encuentra en toda la Biblia.

EL ANTIGUO TESTAMENTO

  La visión del edificio de Dios primero vino a Jacob. Mientras huía de su hermano, Esaú, él tuvo un sueño. Soñó con la casa de Dios, Betel (Gn. 28:11-19). Más tarde, Dios sacó de Egipto a los descendientes de Jacob y los trajo al monte de Sinaí, donde permanecieron por mucho tiempo. Mientras estaban allí, Dios les mostró el designio celestial de un edificio, el tabernáculo, que sería la morada de Dios en medio de Su pueblo en la tierra.

  Después de que entraron en la buena tierra, Dios quería que ellos edificaran el templo. El Antiguo Testamento es la historia principalmente del tabernáculo y del templo. Estos dos constituyen una sola entidad: la morada de Dios en medio de Su pueblo en la tierra. La historia de los descendientes de Jacob es en realidad la historia del tabernáculo y del templo en el Antiguo Testamento. Estos dos son el centro, el enfoque, de la historia del pueblo antiguotestamentario de Dios en la tierra.

EL NUEVO TESTAMENTO

  En el Nuevo Testamento vemos a Dios encarnado. Dios se hizo carne. Juan 1:14 nos dice que Aquel que se encarnó “fijó tabernáculo entre nosotros”. Juan usó la palabra “tabernáculo” de manera particular, indicando que cuando el Señor Jesús estaba en la tierra en la carne, El era el tabernáculo de Dios. En la tipología el tabernáculo construido en Exodo tipificaba plenamente la encarnación del Señor; el Señor se encarnó para ser la propia corporificación de Dios en la tierra. Esta corporificación era la morada de Dios. Colosenses 2:9 nos dice que la plenitud de la Deidad mora en Cristo corporalmente, es decir, en Cristo con un cuerpo físico y humano. El propio Cristo era la corporificación de Dios, y esta corporificación era el tabernáculo de Dios.

  En Juan 2:19 el Señor dijo a los judíos: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. El cuerpo físico del Señor Jesús era un templo de Dios (v. 21). En Juan 1 tenemos el tabernáculo y en Juan 2, el templo. Las palabras del Señor “en tres días” indicaban Su resurrección. Pablo nos dice en Efesios 2:6 que cuando Cristo resucitó, nosotros fuimos resucitados juntamente con El. Como continuación Pedro dice que mediante la resurrección todo-inclusiva todos nosotros fuimos regenerados (1 P. 1:3). Nacimos de Dios y somos Sus hijos. Esto implica que el templo edificado por el Señor Jesús en tres días, es decir, en Su resurrección, no es algo individual sino corporativo. Por lo tanto, en las epístolas vemos que la iglesia como Cuerpo de Cristo es el templo de Dios. En 1 Corintios 3:16 leemos que los santos son el templo de Dios.

  El Nuevo Testamento concluye con la Nueva Jerusalén, y la Nueva Jerusalén como conclusión de la Biblia se llama el tabernáculo (Ap. 21:3). Juan dijo que no vio ningún templo en la ciudad santa “porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella” (21:22).

  Como ya hemos apuntado, las dimensiones de la Nueva Jerusalén son iguales en longitud, anchura y altura. En tres dimensiones la ciudad mide doce mil estadios (21:16). El principio revelado en la Biblia es que un edificio que tiene tres dimensiones iguales indica el Lugar Santísimo. El Lugar Santísimo en el tabernáculo medía diez codos en tres dimensiones. El Lugar Santísimo en el templo según 1 Reyes 6:20, tenía también tres dimensiones iguales de veinte codos cada una. Por consiguiente, según la medida de la Nueva Jerusalén, la ciudad santa debe de ser el Lugar Santísimo. Si leemos Apocalipsis 21 cuidadosamente, podemos ver que la ciudad santa es a la vez el tabernáculo y el templo.

  El Antiguo Testamento y el Nuevo se centran en el tabernáculo y el templo como morada de Dios. Luego, la conclusión de toda la Biblia, del Antiguo Testamento así como del Nuevo, también es el tabernáculo y el templo. En el Antiguo Testamento el tabernáculo tipificaba al Cristo individual como tabernáculo de Dios, y el templo tipificaba al Cristo corporativo como templo de Dios. Lo que tenemos aquí es Cristo y la iglesia. Cristo es el cumplimiento de la tipología del tabernáculo, y Cristo como Cabeza junto con la iglesia como Su Cuerpo cumplen la tipología del templo. Esto tendrá una consumación final, y ésta será la Nueva Jerusalén, la cual es el tabernáculo y el templo. Aquí tenemos la máxima consumación de la morada de Dios, la cual El ha estado edificando por siglos. Aún más, la Nueva Jerusalén es una composición viviente de todos los santos del Antiguo Testamento, representados por los nombres de las doce tribus, así como todos los santos del Nuevo Testamento, representados por los nombres de los doce apóstoles. Es una composición viviente del pueblo redimido de Dios como Su morada eterna.

CUATRO DISPENSACIONES PARA EL EDIFICIO DE DIOS

  En la vieja creación, antes de la llegada del cielo nuevo y la tierra nueva, hay cuatro dispensaciones. La dispensación de los patriarcas, de Adán a Moisés, era la dispensación anterior a la ley. Se puede llamar la dispensación anterior a la ley o la dispensación de los patriarcas. La segunda dispensación es la de la ley, de Moisés a la primera venida de Cristo. La tercera dispensación es la de la gracia, de la primera venida de Cristo a Su segunda venida. Luego, cuando Cristo venga la segunda vez, la cuarta dispensación comenzará, es decir, el reinado de Cristo que durará mil años. Después de la cuarta dispensación, la vieja creación ciertamente será renovada por completo porque mediante estas dispensaciones Dios habrá cumplido lo que quiere hacer.

  La obra creadora de Dios quedó completa en los primeros dos capítulos de la Biblia. Luego, desde la segunda mitad de Génesis 2, Dios empezó Su obra de edificación. Esta obra se lleva a cabo por todas las cuatro dispensaciones: la de los patriarcas, la de la ley, la de la gracia y finalmente, la dispensación del reino de mil años. Por medio de estas cuatro dispensaciones Dios realiza Su obra de edificación.

LA OBRA DE DIOS: UNA OBRA DE EDIFICACION

  La obra de Dios por todas las cuatro dispensaciones es una obra de edificación. En el Antiguo Testamento vemos la edificación del tabernáculo y del templo, los cuales son el enfoque de la historia antiguotestamentaria. Cuando el Señor Jesús vino, El era el tabernáculo. Después de ayudar a Sus discípulos a comprender que El era el Cristo, Hijo del Dios viviente, inmediatamente reveló que edificaría Su iglesia (Mt. 16:18). Con esto indicaba que El hacía una obra de edificación.

  El pensamiento de la edificación es predominante en la Biblia. Aun en Hechos 4 Pedro dijo a los líderes judíos que ellos eran los edificadores que habían rechazado a Cristo, la piedra viva; sin embargo, Dios lo había resucitado y lo hizo la piedra del ángulo de Su edificio (Hch. 4:10-11). Pedro nos dice en sus escritos que el Señor es la piedra viva, y que todos nosotros como piedras vivas nos acercamos al Señor y somos edificados como casa espiritual (1 P. 2:4-6).

  Pablo también habla de la edificación. Nos dice que El ha puesto el fundamento único, y que nadie puede poner otro. Sin embargo, el problema gira en cómo sobreedificar. Podemos edificar con oro, plata y piedras preciosas o con madera, heno y hojarasca (1 Co. 3:10-12).

  En los escritos de Juan el pensamiento de la edificación predomina más. Cuando Simón fue al Señor Jesús en Juan 1:41-42, el Señor le cambió su nombre a Cefas, una piedra. Más tarde, en el mismo capítulo, el Señor dijo a Natanael que éste vería el cielo abierto, y “a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre” (v. 51). En realidad, el Señor remitía a Natanael al sueño de su antepasado Jacob (Gn. 28:12, 17, 19), indicando que la obra de edificar a Betel, la casa de Dios, estaba comenzando. Luego en el capítulo dos el Señor indicó que edificaría Su cuerpo en resurrección como el templo corporativo de Dios (2:19, 21-22).

  Juan escribe más en el libro de Apocalipsis diciendo que los vencedores serán edificados en el templo de Dios como columnas (Ap. 3:12). Finalmente en Apocalipsis 21 él nos muestra que la máxima consumación de la obra de edificación será la Nueva Jerusalén, el tabernáculo y templo de Dios, edificada con oro, perlas y piedras preciosas, y con los apóstoles como los doce cimientos.

  Observe, pues, que en toda la Biblia sólo un capítulo y medio trata de la obra creadora de Dios. El resto de la Biblia, de la segunda mitad de Génesis 2 al final de Apocalipsis, trata del edificio de Dios. Este edificio es llamado el tabernáculo y el templo una y otra vez en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento y en la conclusión de la Biblia. En el Antiguo Testamento tenemos el tabernáculo y el templo. En el Nuevo Testamento tenemos la realidad del tabernáculo y del templo. En la conclusión de estos dos testamentos se encuentra la máxima conclusión del tabernáculo y del templo.

EL CONJUNTO DE LA FILIACION DIVINA

  Esta consumación, la Nueva Jerusalén, es el conjunto de la filiación divina cuyo fin es la expresión corporativa del Dios Triuno (Ro. 8:23). El Hijo es la expresión del Padre. Nadie le ha visto a Dios jamás, pero el Hijo unigénito le ha dado a conocer (Jn. 1:18). Un padre y sus hijos tienen una sola imagen. Las caras de los hijos son semejantes a la del padre. Jesucristo como Hijo de Dios es la misma expresión de Dios el Padre. No obstante, Dios quisiera tener más que un hijo. Cristo se llama el Hijo unigénito en Juan 1:18 y en Juan 3:16, donde dice que Dios dio Su Hijo unigénito. De Romanos 8:29 sabemos que en resurrección el Hijo único de Dios llegó a ser el Primogénito entre muchos hermanos. El Señor Jesús en Su resurrección mandó a una de las hermanas a ir “a Mis hermanos” (Jn. 20:17), y Hebreos 2:11 dice que El “no se avergüenza de llamarlos hermanos” porque todos nacieron del mismo Padre. La única diferencia es que El es el Primogénito, y nosotros somos los muchos hijos.

Lleva a muchos hijos a la gloria

  El Dios Triuno sigue obrando hoy para llevar a Sus muchos hijos a la gloria (He. 2:10). Nosotros somos hijos de Dios, pero todavía no estamos en la gloria. Así como una oruga se transforma en mariposa, así nosotros somos llevados a la gloria. ¡Aleluya, estamos en camino! Un día todos estaremos allí en la gloria como los muchos hijos de Dios. Romanos 8:18-22 nos dice que toda la creación caída, que está ahora bajo la esclavitud de la corrupción, aguarda con anhelo vernos en la gloria. Esa gloria será la libertad de la gloria de los hijos de Dios, o sea nuestra plena redención (v. 23). Nuestro cuerpo todavía no ha sido redimido, pero un día será transfigurado en un cuerpo glorioso (Fil. 3:21). La plena redención de nuestro cuerpo es la plena filiación. Nuestro espíritu ya nació de Dios, pero nuestro cuerpo todavía no ha sido introducido en la filiación. Todo el universo aguarda con anhelo la última parte de nuestra redención. La creación quiere ver a todos los hijos de Dios llevados a la gloria y disfrutando la plena filiación.

Los hijos, los hermanos y los miembros

  Cristo, antes de Su resurrección, era el Unigénito de Dios, pero mediante la muerte y la resurrección llegó a ser el Primogénito, y detrás de El vienen los muchos hijos producidos mediante Su muerte y resurrección. Ahora, para Dios somos los muchos hijos, para Cristo somos los muchos hermanos, y para Su Cuerpo somos los miembros. Esta es la razón por la cual nos llamamos hermanos. Somos hermanos unos con otros porque somos los hermanos de Cristo y los hijos de Dios unos con otros. Esta es la filiación. Es una entidad corporativa.

La filiación completa

  La Nueva Jerusalén es el conjunto de la filiación divina. Hay una sola filiación divina; todos nosotros estamos en esta filiación. En resurrección seremos varones, incluyendo a las hermanas. En nuestros cuerpos, que pertenecen a la vieja creación, todavía tenemos la diferencia entre los hermanos y las hermanas, pero en resurrección seremos todos varones, hermanos. La plena filiación será completada por medio del arrebatamiento venidero y la resurrección. Cuando estemos allí en la Nueva Jerusalén, eso será el conjunto de la filiación divina. Esta filiación tiene como fin la expresión corporativa del gran Dios, quien es triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu.

PREDESTINADO PARA LA FILIACION

  Esta filiación cumple el deseo de la predestinación de Dios. Efesios 1:4-5 nos dice que antes de la fundación del mundo Dios nos predestinó para filiación. Cuando yo era joven, amaba estos versículos, pero pensaba que Dios me había predestinado para ir al cielo. Luego pensé que fui predestinado para salvación. Probablemente muchos de nosotros teníamos la misma idea. Muchas veces cuando leemos la Biblia, vemos algo en ella que en realidad viene de nuestra mentalidad. La Biblia no dice que Dios nos predestinó para ir a los cielos o para salvación. Dice que fuimos predestinados para filiación.

  Dios tomó una decisión firme antes de la fundación del mundo, y ésa fue hacerle a usted un hijo. Todos los escogidos son pecadores, aun enemigos de Dios, pero Dios tiene la capacidad, mediante la redención, de hacer de usted, un pecador y enemigo Suyo, uno de Sus hijos. Esto es la maravilla de maravillas. Dios nos ha hecho a nosotros, quienes éramos Sus enemigos, Sus hijos.

  Juan dice que a todos los que le reciben a El, es decir, a los que creen en Su nombre, les dará potestad de ser hechos hijos de Dios (Jn. 1:12). Estos nacen de Dios. El vino para ser el tabernáculo (1:14) con el deseo de que nosotros le recibiésemos y así naciéramos como hijos. La intención del Señor Jesús, el tabernáculo, fue que nosotros naciéramos como hijos para ser los componentes del templo venidero (Jn. 2:19, 21-22).

LA FILIACION DE ROMANOS 8

  En Romanos 8 Pablo recalca mucho este asunto de la filiación. Romanos 8 dice: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (v. 14). Dios no nos ha dado un espíritu de esclavitud, sino un espíritu de filiación (v. 15). Su Espíritu da testimonio junto con nuestro espíritu, de que nosotros somos los hijos de Dios (v. 16). Toda la creación aguarda con anhelo esta filiación nuestra (v. 19). Dios ahora nos conforma a la misma imagen del Primogénito, Cristo (v. 29). Somos Sus hermanos hoy, pero no por completo. Estamos en el proceso. Cuando seamos hechos conformes a la imagen del Primogénito, seremos corporativamente Su propia expresión.

UNA EXPRESION CORPORATIVA DE DIOS

  En Apocalipsis Dios sentado en el trono tiene la apariencia de jaspe (4:3). Luego en 21:18 Juan nos dice que el muro de la ciudad fue hecho de jaspe. Estos versículos nos dicen que la Nueva Jerusalén se parecerá a Dios. La ciudad será una expresión corporativa de Dios.

  El hecho de que Dios tendrá una expresión corporativa también se ve en la creación del hombre. Antes de que comenzaran los siglos, Dios nos predestinó para filiación. Luego creó al hombre a Su propia imagen, según Su predestinación, con la intención de que un día este hombre creado sería Su expresión corporativa. Ese día todavía no ha llegado. Cuando se acaben las cuatro dispensaciones —la de los patriarcas, la de la ley, la de la gracia y la del reino— será completa la obra divina de conformarnos a la imagen del Primogénito. Entonces seremos una entidad corporativa viviente que tiene la imagen de Dios.

  La Nueva Jerusalén es el conjunto de todos los hijos como expresión corporativa. Es la composición de todos los queridos santos redimidos por Dios en todas las dispensaciones, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo. Juntos serán los componentes de esta ciudad santa, el conjunto de la filiación divina, y expresarán a Dios corporativamente para cumplir el deseo de Su corazón, según lo indicado en el hecho de que creara al hombre a Su propia imagen. Apocalipsis 21 y 22 son el cumplimiento de Génesis 1:26, es decir, que Dios tenga al hombre que manifieste Su imagen.

DOS CATEGORIAS

  En el cielo nuevo y la tierra nueva hay dos categorías de personas. Una está compuesta de los muchos hijos y la otra, de los pueblos. Cuando estemos en la Nueva Jerusalén, seremos los hijos de Dios, y no los pueblos de Dios.

  En Bretaña hay una familia real. Ellos no son “el pueblo”, sino los que reinan. Santos, ¿han considerado alguna vez que ustedes no son parte del pueblo ordinario? Ustedes son parte de la familia real. Juan nos dice en Apocalipsis 1:6 que Cristo nos ha hecho “un reino, sacerdotes para Su Dios y Padre”. Nosotros somos los hijos del Dios todopoderoso, quien es el Rey de los reyes. Esto nos hace miembros, parientes, de la familia real. No somos solamente hijos de Dios, sino también miembros de la familia real.

  En Apocalipsis 21:3 dice: “Ellos serán Su pueblo”. Luego en 21:7 dice: “El que venza ... será Mi hijo”. En 21:24 se ven “las naciones”. Las naciones andarán a la luz de la ciudad santa. Nosotros, los hijos, la familia real, somos la ciudad santa. Entonces para Dios, Sus hijos pertenecen a una categoría y Su pueblo a otra.

  En Londres me llevaron a ver el cambio de la guardia en frente de la puerta de Buckingham Palace. Aun en la gran ciudad de Londres, hay una “ciudad pequeña” llamada Buckingham Palace, donde vive la familia real. La Nueva Jerusalén será el palacio celestial, espiritual, divino y eterno de Buckingham. Alrededor de la ciudad real están las naciones.

  En el cielo nuevo y la tierra nueva no seremos los pueblos, las naciones, sino los hijos. Los hijos de Dios en Apocalipsis 21:6-7 son los que nacieron de Dios mediante la regeneración (Jn. 1:12-13; 1 P. 1:3, 4, 23; Jac. 1:18). Son edificados juntos por medio de la transformación (1 Co. 3:9-12a; Ef. 2:20-22; 1 P. 2:4-6; 2 Co. 3:18; Ro. 12:2; Ef. 4:23-24). Serán glorificados en plena conformación para ser la expresión corporativa del Dios Triuno (Ro. 8:29-30; He. 2:10; Ap. 21:11). Las naciones que están fuera de la Nueva Jerusalén no son nacidas de nuevo, transformadas ni glorificadas. Somos distintos de las naciones.

Los hijos de Dios

  La categoría de personas que hayan sido regeneradas, transformadas, glorificadas y conformadas serán los componentes de la Nueva Jerusalén. Hoy los creyentes como miembros del Cuerpo de Cristo son los componentes de la iglesia, la cual es la casa de Dios y la esposa de Cristo. La iglesia no es un edificio, sino la composición viviente de todos los miembros vivientes de Cristo. Esta composición es un organismo, y no una organización. Donde se encuentran estas personas, allí está el organismo. Estamos aquí como este organismo, la iglesia. Si nos mudamos a Miami, este organismo estará en Miami.

  En la eternidad estos componentes —los hijos de Dios que hayan sido regenerados, transformados, glorificados y conformados para ser la casa de Dios y la esposa de Cristo (Ap. 21:3, 9)— comerán del árbol de la vida y beberán del agua de vida. Estos serán los dos disfrutes principales, sólidos y básicos que tendrán los hijos de Dios. Apocalipsis 22:14 promete que tendremos derecho a comer del árbol de la vida. En Apocalipsis 22:17 vemos una llamada a beber del agua. Estos serán nuestros disfrutes básicos en la Nueva Jerusalén por la eternidad.

  En aquel entonces serviremos a Dios y al Cordero como Sus esclavos (Ap. 22:3) por la eternidad. También seremos reyes que regirán sobre las naciones, los pueblos, por la eternidad. Apocalipsis 22:5 dice que nosotros reinaremos “por los siglos de los siglos”. Todos los creyentes como hijos de Dios seremos reyes. Los ángeles serán los sirvientes (He. 1:13-14) que nos servirán a nosotros. Ellos son los sirvientes de la familia real, y nosotros somos reyes sobre las naciones. Este es el reino de Dios en la eternidad.

Los pueblos de Dios

  Los pueblos de Dios mencionados en Apocalipsis 21 son el remanente de las ovejas descritas en Mateo 25:31-46. Cuando el Señor Jesús regrese, se sentará en Su trono de gloria en Jerusalén y reunirá delante de Sí a todos los diferentes pueblos de las naciones que hayan quedado vivos. Ellos serán calificados como ovejas o como cabritos, y El los juzgará. Los cabritos, quienes están a Su izquierda, irán directamente al lago de fuego. Las ovejas, a Su derecha, heredarán el reino de mil años, el cual Dios les preparó desde la fundación del mundo. Nosotros fuimos predestinados para filiación antes de la fundación del mundo, pero el milenio fue preparado por Dios para estas ovejas desde la fundación del mundo. Existe una diferencia.

  Este juicio no tendrá lugar en el gran trono blanco (Ap. 20:11), el cual viene después del milenio, sino en el trono de la gloria de Cristo antes de los mil años. El juicio no se ejecutará conforme a la ley de Moisés ni conforme al evangelio de la gracia, sino conforme al evangelio eterno (Ap. 14:6-7). Muchos cristianos nunca han oído del evangelio eterno. No incluye la redención ni el perdón de los pecados. Comprende dos requisitos: temer a Dios y adorarle. Este evangelio será predicado por un ángel durante la gran tribulación, la cual durará tres años y medio. Durante este tiempo el anticristo hará todo lo posible por perseguir a los judíos y a los cristianos. En Mateo 25, según el veredicto del juicio de Cristo, las ovejas tratarán muy bien a los judíos y a los cristianos (vs. 34-36). Pero habrá muchos que seguirán al anticristo y perseguirán a los judíos y a los cristianos. Cristo juzgará como corresponda, y ese juicio se hará en conformidad con el evangelio eterno.

  Las ovejas serán trasladadas al reino milenario para ser los pueblos y los santos vencedores serán los reyes de ellos (Ap. 20:4, 6). Las ovejas serán restauradas a la condición original del hombre, según Dios lo creó, y serán los ciudadanos del reino milenario, donde disfrutarán la bendición de la restauración (Hch. 3:21). La restauración no es la regeneración. Ser regenerado significa nacer de nuevo de otra vida, la vida de Dios, pero ser restaurado significa volver a la condición original de la creación.

  Al final de los mil años Satanás, después de ser liberado, instigará la última rebelión en contra de Dios (Ap. 20:7-9). Muchas de las ovejas se unirán a la rebelión de Satanás, y fuego del cielo los consumirá. El remanente de las ovejas será trasladado a la tierra nueva para ser las naciones (Ap. 21:24). Dios fijará tabernáculo con ellos, los pueblos (Ap. 21:3). Serán gobernados por los hijos de Dios, los reyes (22:5). Para ellos no habrá muerte, ni habrá más lamento, ni clamor, ni dolor, ni maldición (21:4; 22:3a). Serán mantenidos eternamente por las hojas del árbol de la vida (22:2). Comeremos el fruto, pero las naciones disfrutarán de las hojas. Andarán a la luz de la ciudad santa (21:24a). Con sus reyes traerán su gloria y honor a la ciudad. Respetarán la ciudad y la considerarán superior.

UN PANORAMA FINAL

  Los santos redimidos por todas las dispensaciones serán los renacidos, los hijos de Dios, quienes pertenecen a la familia real. Serán los reyes en la eternidad. El remanente restaurado de los incrédulos será los pueblos, las naciones, que andarán a la luz de la ciudad y serán gobernados por los santos. Otra categoría de personas consiste de los que perecerán. Los incrédulos muertos estarán en el lago de fuego (21:8). Esto nos da un panorama general del cielo nuevo y de la tierra nueva.

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