
Lectura bíblica: Mt. 16:18; 18:17; 1 Ti. 3:15; Ef. 2:19; 1 P. 2:5; Ef. 1:22-23; 3:19b; 2:15; 4:24; Col. 3:10-11; Ef. 5:25, 29, 32; Jn. 3:29; Ap. 19:7; 21:2, 9; 22:17; Ef. 6:11-12; 1 Co. 12:12-13; Hch. 8:1; 13:1; Ap. 1:11-13, 20; 1 Co. 3:10-11; Ef. 2:20
La iglesia es la meta máxima de Dios. La meta de Dios no consiste solamente en obtener muchos creyentes individuales. Su meta consiste en obtener una iglesia corporativa que pueda ser Su casa y el Cuerpo de Su Hijo. Esta iglesia es la expresión de Dios. La iglesia es la casa de Dios que expresa a Dios el Padre y también es el Cuerpo de Cristo que expresa a Cristo, Aquel que es la corporificación del Dios Triuno (Col. 2:9). Lo que vamos a tratar en este capítulo es un extracto de la revelación divina con respecto a la iglesia en el Nuevo Testamento.
La iglesia primeramente es una ekklesía. Esta palabra griega denota una congregación de los que han sido llamados. En los tiempos antiguos, cuando la ciudad convocaba a sus ciudadanos para tener una reunión, esa congregación era llamada una ekklesía. El Nuevo Testamento, comenzando con el Señor Jesús en Mateo 16, usa esta palabra para denotar la iglesia (v. 18). La iglesia es una congregación que Dios llama a Sí mismo. La Asamblea de los hermanos prefiere usar la palabra “asamblea”. Creo que ésta es la mejor palabra, porque la palabra “iglesia” ha sido arruinada.
Cuando crecía en la China, la palabra “iglesia” significaba un edificio que tenía un campanario. Para muchos de nosotros, la iglesia era el edificio. Ahora muchos tienen la misma idea. Dicen que van a la iglesia, dando a entender un edificio. Este concepto es completamente erróneo. Tenemos que abandonar esta idea. La iglesia no es un edificio sin vida; más bien es algo orgánico, algo que está lleno de vida.
La iglesia es una asamblea de personas vivientes, y no un edificio físico sin vida. Sin embargo, considerar la iglesia como una simple congregación llamada, una asamblea, todavía es superficial. Es posible tener una congregación, una asamblea, pero sin vida. Hoy en día hay muchas congregaciones grandes en nuestra sociedad, las cuales carecen de la vida divina.
La iglesia también es la casa de Dios (1 P. 2:5). Al decir esto no queremos simplemente decir que la iglesia es la morada de Dios. Esta palabra griega, óikos, significa no sólo la casa, la morada, sino también la familia. Oikos significa tanto la casa como las personas, la familia, que conforman la casa; por consiguiente, también se puede traducir “familia” (Ef. 2:19).
Ahora la morada de Dios en la tierra es la iglesia, y Dios, como el gran Padre que es, tiene una familia, la cual es la iglesia. Para nuestra vida familiar tenemos una casa, y dentro de la casa tenemos la familia. Para nosotros la casa es una cosa y la familia es otra; la casa es el edificio, y la familia consta de las personas que viven allí. Sin embargo, la casa de Dios y la familia de Dios son una sola entidad. La casa es la familia, y la familia es la casa.
Nosotros, la iglesia, somos la casa de Dios, la morada de Dios. Al mismo tiempo, somos la familia de Dios. La casa de Dios y la familia de Dios son una sola entidad, es decir, un grupo de los que han sido regenerados y llamados por Dios mismo quien mora en ellos. Estos llamados, quienes han sido regenerados por Dios con Su vida y en quienes reside este Dios vivo con todo lo que El es, son la habitación de Dios y Su familia. Esto es más que una asamblea. Es diferente de un grupo u organización de gente. Es algo orgánico, es en la vida divina, en la naturaleza divina y en el Dios Triuno.
Algunos ponen mucho énfasis en la palabra ekklesía, pero no prestan mucha atención al aspecto orgánico de la iglesia. No hablan mucho de que la iglesia sea la familia de Dios. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que la iglesia es orgánica; es la casa viviente de Dios. Pablo dice que la iglesia es la casa del Dios viviente (1 Ti. 3:15) y que esta casa crece (Ef. 2:21). ¿Crece la casa de usted? Nuestras casas no crecen; pierden su valor. ¡Pero la casa de Dios crece! Si algo ha de crecer, tiene que ser viviente. Lo que no tiene vida no puede crecer. Lo que crece es orgánico, tiene vida. ¡Aleluya, nosotros estamos creciendo!
En el año 1964 fui a Plainview, Texas para visitar a un grupo pequeño de santos. Luego en 1965 fui a Waco, Texas, para visitar a otro grupo pequeño. Si yo no hubiera tenido fe, me habría desanimado por completo. Cuando las noticias llegaron a Nueva York, un amado hermano con quien yo colaboraba durante varios años dijo a otro hermano que él no creía que duraran aquellos grupos pequeños que estaban en Texas. En 1968 fui a Lubbock. No vi una iglesia grande; más bien vi algo que requería mucha fe. Por Su misericordia yo tenía esa fe. Luego los santos que estaban en Texas se mudaron a Houston en 1969, y yo fui a visitarlos. La situación era algo animante, pero no del todo. Sin embargo, mis visitas a Irving en 1982 y 1983 me entusiasmaron. Las iglesias han crecido mucho en Texas porque la iglesia es una entidad viviente. Es la casa viviente del Dios vivo. No es una organización; es vida. Por consiguiente, crece por la vida.
La casa de Dios, la familia de Dios, es orgánica, pero en cierto sentido, no es tan orgánica como lo es el Cuerpo. La iglesia es el Cuerpo de Cristo. Es posible que un grupo de cristianos sea una asamblea, pero si no viven en el espíritu, no son la verdadera casa de Dios. Tal vez afirmen que son el Cuerpo de Cristo, pero es posible que no lo sean, por seguir viviendo en la vida natural. Mientras vivamos en nuestra vida natural, no somos el Cuerpo de Cristo.
Cuando yo era joven, oí de dos o tres ancianos que se reunían para hablar de asuntos en su llamada iglesia. Después de un rato uno tiró su Biblia y otro se paró y salió. ¿Acaso aquello era el Cuerpo? No era el Cuerpo, sino la carne caída.
¿Qué es el Cuerpo? Mírese a sí mismo. Su cuerpo es la parte más grande de su ser. Nada puede ser su cuerpo, sino usted mismo. La dentadura postiza no forma parte de su cuerpo; es algo extra y no tiene vida. Nuestros verdaderos dientes están unidos a nuestro cuerpo, no por la organización sino por la vida. Crecen orgánicamente en nuestro cuerpo. Los miembros de nuestro cuerpo son orgánicos; crecen en una unión orgánica con nuestro cuerpo. Todo lo que no esté en unión orgánica con nuestro cuerpo es ajeno a él.
De la misma manera, el Cuerpo de Cristo es un organismo, y no una organización. Un podio, por ejemplo, consiste de pedazos de madera organizados y acoplados. El cuerpo de un hombre, por otro lado, no está organizado; más bien es orgánico y está lleno de vida.
La iglesia no solamente es la familia viviente de Dios el Padre, sino que también es un organismo viviente de Cristo la Cabeza. El cristianismo ha caído tanto que ya está en una condición de organización y no de vida. Hay millones de cristianos en esta tierra. Han sido perdonados mediante la redención de Cristo, lavados por Su preciosa sangre y regenerados por el Espíritu Santo; son hijos de Dios y miembros de Cristo. Pero en realidad lo que se ve en su vida y en su servicio es una organización, y no un organismo. Cristo es orgánico, pero cualquier “ismo” no lo es. Cualquier “ismo”, incluyendo el cristianismo y aun “el ismo de localidad”, es una organización.
La iglesia únicamente debe ser orgánica, un organismo lleno de la vida de Cristo. Todo lo que usted haga debe provenir de la vida dentro de usted. Usted está vivo. Cristo, la propia corporificación del Dios Triuno, vive en usted. No haga nada por su propia cuenta. Hágalo todo por El. No actúe a solas. Actúe por El. A veces cuando tenía la intención de visitar a un hermano, era constreñido porque me daba cuenta de que Cristo no iba a visitar a aquel hermano. Sólo iba yo, es decir, el yo natural, el buen yo, el yo que tiene buenas intenciones; era algo completamente del yo, y no Cristo. Entonces, oraba, dándole al Señor mi actitud, la base, y todo lo perteneciente a la visita. Luego el Señor empezó a ir conmigo. Hay muchos que aman al Señor y que están dedicados a El, pero no se dan cuenta de que deben hacer a un lado su vida natural.
En el nuevo hombre, en la iglesia, no “hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos” (Col. 3:10-11). “El todo” denota todas las personas. Decir que Cristo es el todo significa que El es usted, El es yo, y El es todos los demás que están en la iglesia. Decir que Cristo está en todos significa que El está en todos en la iglesia. El nuevo hombre, la iglesia, no es chino, japonés, francés, inglés, alemán ni americano. El nuevo hombre es Cristo. Por lo tanto, cuando actuamos como chinos, japoneses, filipinos, americanos, ingleses, alemanes, franceses o italianos, ya no somos la iglesia. En el nuevo hombre no puede existir judío ni griego. No puede haber chino ni japonés. En el nuevo hombre no puede haber blanco ni negro. Si usted todavía quiere ser blanco o negro, está acabado con el Cuerpo de Cristo. La iglesia es un organismo. Por consiguiente, debemos actuar en nuestro espíritu, totalmente renunciando a nuestra vida natural.
Muchos cristianos no entienden lo que significa la palabra “plenitud” en Efesios 1:23 y 3:19. Creen que plenitud significa riquezas. Efesios 1:23 dice que la iglesia “es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Gramaticalmente “la plenitud” está en aposición a “Su Cuerpo”; esto significa que el Cuerpo es la plenitud, y la plenitud es el Cuerpo. “Plenitud” no significa las riquezas. En Efesios las inescrutables riquezas de Cristo se mencionan en 3:8. Tenemos que diferenciar entre las riquezas y la plenitud. Estados Unidos tiene supermercados que están llenos de sus riquezas. Las riquezas de los Estados Unidos son sus productos, pero la plenitud de este país es un estadounidense robusto. Esta plenitud es la expresión.
La plenitud viene de las riquezas. Sin embargo, si no comemos y digerimos las riquezas, es posible poseerlas sin tener la plenitud. Cuando comemos y digerimos las riquezas, éstas llegan a ser la plenitud. Si no comemos y digerimos las riquezas, nos quedaremos flacos y bajitos. De la misma manera, la iglesia no solamente es el Cuerpo de Cristo, sino también la plenitud, la expresión, la cual proviene del disfrute de las riquezas de Cristo.
Esta plenitud es la expresión del Cristo universal, Aquel que todo lo llena en todo. Colosenses 3:11 dice que Cristo es el todo y en todos. En este versículo, “el todo” así como “en todos” se refieren a todas las personas. Sin embargo, en Efesios 1:23 “todo ... en todo”, el cual Cristo llena, es algo universal. Cristo es ilimitado (Ef. 1:23; 3:18). Las dimensiones del universo son en realidad las dimensiones de Cristo. ¿Qué tan larga es la longitud? ¿Qué tan alta es la altura? ¿Qué tan profunda es la profundidad? ¿Qué tan ancha es la anchura? Nadie sabe. En Efesios 3:18 las dimensiones de Cristo son inescrutables e ilimitadas. Estas dimensiones son la descripción de Cristo.
Cristo todo lo llena en todo, y nosotros la iglesia, al disfrutar Sus riquezas, llegamos a ser con el tiempo Su plenitud. Si solamente yo tuviera una cabeza, sin cuerpo, no tendría plenitud. La plenitud es mi expresión. Debemos entender que la iglesia como Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo como la expresión Suya.
En Efesios 3:19 vemos que somos “llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. La preposición griega que viene después de “llenos” significa “para, dar por resultado”. Así que, somos llenos hasta la medida de la plenitud de Dios. Somos llenos y el resultado es la expresión de Dios. Aquí la plenitud significa expresión. Pablo dijo que le pidió al Padre que nos fortaleciera con poder por Su Espíritu en el hombre interior para que Cristo hiciera Su hogar en nuestros corazones, y para que conociéramos las dimensiones de Cristo —la anchura, la longitud, la altura y la profundidad— a fin de que fuésemos llenos, de modo que tuviéramos la plenitud de Dios, la expresión de Dios (Ef. 3.14-19).
El libro de Efesios trata exclusivamente de la iglesia, la cual es la casa o familia de Dios (2:19), el Cuerpo de Cristo (1:23) y la plenitud como expresión de Cristo y de Dios (1:23; 3:19). Según lo revelado en el capítulo tres, la iglesia puede ser tal expresión, y no solamente la expresión de Cristo, sino también la de Dios, cuando Cristo haga Su hogar en nuestros corazones a fin de que experimentemos Sus inescrutables riquezas. Mientras le disfrutamos de tal manera, somos llenos de todas las riquezas de Cristo, lo cual da por resultado que Dios sea expresado.
Ahora la iglesia debe ser dicha expresión, la cual proviene del rico disfrute de las inescrutables riquezas de Cristo. Nos pesa la situación entre los cristianos y por ello tenemos una carga. ¿Dónde se encuentra la expresión de Dios? Espero que entre nosotros se encuentre tal expresión. Todos necesitamos orar por nosotros mismos así como hizo Pablo en Efesios 3. Debemos doblar nuestras rodillas ante el Padre para que nos fortalezca en nuestro hombre interior a fin de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, estableciéndose por completo en cada avenida, en cada parte, de nuestro ser interior. Entonces podremos disfrutar Su amor, y podremos tocar y poseer Sus dimensiones. Estaremos llenos de El hasta la medida de la plenitud de Dios, la expresión de Dios. Esto no es una mera asamblea o congregación de cristianos. Esto es un grupo de personas completamente poseídas por Cristo, quienes disfrutan a Cristo a lo sumo y son saturadas por El y llenas de El hasta que lleguen a ser una expresión de Dios.
Todo lo que comemos es lo que expresamos. Cuando yo era joven, a veces visitaba a mis abuelos quienes vivían junto al mar. A menudo comían pescado, mientras que nuestra familia casi nunca lo comía. Cuando iba a la casa de mis abuelos, lo único que podía oler era el pescado. Un día le pregunté a mi madre la razón por la cual todos allí olían a pescado. Mi madre respondió: “¿No sabes que comen pescado todos los días? ¡Es por esto que huelen a pescado!”. Llegamos a ser lo que comemos, y es esto lo que expresamos.
Cuando comemos a Jesús, “olemos a El” (2 Co. 2:15), le expresamos y llegamos a ser El mismo. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es la expresión del propio Cristo a quien comemos. Toda la plenitud de la Deidad está corporificada en este Cristo, y este Cristo es nuestro pan de vida (Jn. 6:48). El dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57). Cuando comemos a Cristo, vivimos por El. Este Cristo es la corporificación del Dios Triuno; cuando comemos a Cristo, comemos al Dios Triuno. Nuestro Salvador, Jesucristo, la corporificación del Dios Triuno, es nuestro maná diario, nuestro alimento diario. Comemos a El, y así le expresamos. Esta expresión es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Con el tiempo ésta es la expresión del Dios Triuno. Podemos ser tal expresión comiendo a Jesús. Permita usted que El sature todo su ser. Deje que El se establezca en cada cuarto, en cada avenida, y en cada rincón de su ser interior: en su mente, en sus emociones, en su voluntad, su conciencia, su alma y su espíritu; en su amor, en sus decisiones, en sus intenciones y en sus motivos. Todo lo que haga tiene que estar lleno de Cristo.
Comer a Jesús es simplemente recibirle y dejar que El sea asimilado en nuestro ser. Comer significa recibir el alimento en nuestro ser; comer a Jesús significa recibirle en nuestro ser. El resultado de comerle es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo y también la del propio Dios Triuno. Esta plenitud es la iglesia. La iglesia no es solamente una asamblea, ni es únicamente la casa de Dios, la familia de Dios, sino que también es el Cuerpo, un organismo de Aquel que vive, el cual finalmente llega a ser Su plenitud y la plenitud del Dios Triuno.
Efesios 2:15 dice que Cristo mediante la cruz abolió “en Su carne la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en Sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre”. Luego en Efesios 4:22-24 se nos dice que debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo hombre. Este nuevo hombre es el Cuerpo de Cristo. Vestirnos del nuevo hombre significa vivir por el Cuerpo. Antes de ser salvos vivíamos en el viejo hombre, en la vieja sociedad, pero ahora somos miembros de Cristo y vivimos en Su Cuerpo. Debemos despojarnos del viejo hombre que tiene la vieja vida social, y debemos vestirnos del nuevo hombre, la iglesia. En el nuevo hombre no hay nada natural, nada judío, nada griego, nada del rango social; todos están llenos de Cristo, así que Cristo es el todo y Cristo está en todos (Col. 3:10-11). En el nuevo hombre sólo hay Cristo. Nuestra vida es Cristo, nuestro vivir es Cristo, nuestra intención es Cristo, nuestra ambición es Cristo, nuestra voluntad es Cristo, nuestro amor es Cristo, y todo lo demás relacionado con nosotros es Cristo. El satura todo nuestro ser.
Este nuevo hombre, según Efesios 4:17-32, vive por la gracia y por la verdad. Estos son los dos factores principales en la vida de este nuevo hombre cuyo propósito es cumplir el propósito de Dios. Dios necesita obtener un nuevo hombre en esta tierra que cumpla Su propósito, que lleve a cabo Su intención.
En Efesios 5 tenemos la iglesia como novia de Cristo (vs. 25, 29, 32; véase también Jn. 3:29; Ap. 19:7; 21:2, 9; 22:17). Cristo se entregó a Sí mismo en la cruz no solamente por usted y por mí como individuos, sino por la iglesia. Cuando pensamos en la muerte de Cristo, generalmente nos consideramos a nosotros como individuos. Sí, Cristo nos amó y murió en la cruz por cada uno de nosotros, pero murió principalmente por la iglesia.
Cristo también alimenta y cuida con ternura a la iglesia (v. 29). Alimentar es dar de comer. Cuidar con ternura significa abrazar con un cuidado amoroso, calurosamente, como una madre abraza a su niño en su seno. Cristo trata a Su iglesia de esta forma tan alimentadora y tierna.
El gran misterio mencionado en 5:32 se refiere a Cristo y la iglesia. El capítulo cinco menciona el amor (vs. 2, 25) y la luz (vs. 8, 9, 13). El amor es la fuente de la gracia, y la luz es la fuente de la verdad. Cuando resplandece la luz, tenemos la verdad. Cuando el amor es expresado, tenemos la gracia. En el capítulo cuatro, la iglesia como nuevo hombre experimenta la gracia y la verdad, pero en el capítulo cinco la novia que satisface a Cristo experimenta algo más profundo y elevado, es decir, el amor y la luz. Como nuevo hombre, la iglesia cumple el propósito de Dios. Como novia, la iglesia satisface el deseo de Cristo. El es el Esposo y la iglesia es Su esposa, la cual satisface el deseo de su Esposo.
En el capítulo cuatro el nuevo hombre cumple el propósito de Dios. En el capítulo cinco la novia satisface el deseo del corazón de Cristo. Ahora en el capítulo seis la iglesia, como guerrero, lucha contra el enemigo de Dios (vs. 10-17).
El aspecto universal de la iglesia se menciona en Mateo 16:18. Cuando Pedro reconoció que el Señor Jesús era el Cristo y el Hijo de Dios, el Señor le dijo que edificaría Su iglesia sobre esa roca. Aquí la iglesia es universal en el sentido de que comprende a todos los creyentes de todas las eras y en todos los lugares, incluyendo a Pablo, a Pedro y a todos los santos de estos veinte siglos (1 Co. 12:13).
En Mateo 18:17 el Señor Jesús menciona el aspecto local de la iglesia. En los cuatro evangelios el Señor Jesús solamente menciona la iglesia dos veces: una vez en Mateo 16:18, en referencia a su aspecto universal, y la segunda vez en Mateo 18:17, en referencia a su aspecto local.
En Mateo 18 el Señor Jesús dijo que si tenemos algún problema que no podemos resolver, debemos remitirlo a la iglesia, queriendo decir la iglesia en cierta localidad. Sería difícil remitir un problema a la iglesia universal. Hoy en día muchos cristianos que aman al Señor sólo se ocupan de la iglesia universal. Según su concepto, mientras sean miembros del Cuerpo de Cristo, eso es suficiente; pero quisiéramos preguntar: ¿dónde está la iglesia en la práctica? Si tenemos un problema que requiere la ayuda de la iglesia, ¿adónde podemos ir? Necesitamos una iglesia local a la cual pertenecer, de la cual recibir ayuda y a la cual llevar nuestros problemas.
Universalmente, la iglesia es una. Pero localmente, las iglesias son muchas. En Hechos 8:1 vemos la iglesia que está en Jerusalén. En Hechos 13:1 vemos la iglesia que está en Antioquía. Luego hay iglesias mencionadas en Hechos 14:23 y 15:41; aquí la palabra “iglesias” es usada porque hay varias ciudades en estas regiones. En Romanos 16:1 vemos la iglesia que está en Cencrea. Tenemos la iglesia en Corinto (1 Co. 1:2). En Gálatas 1:2 tenemos las iglesias que estaban en Galacia; había varias, porque Galacia era una provincia del Imperio Romano antiguo, la cual tenía muchas ciudades. En Apocalipsis 1:4 y 11 vemos las siete iglesias que estaban en Asia. Asia también era una provincia.
El versículo 11 dice: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a Laodicea”. Este versículo revela que la iglesia local equivale a la ciudad local. Escribir a la iglesia que está en Efeso significa escribir a la ciudad de Efeso. Estas son las iglesias locales. Una iglesia local no es un término que se usa por nombre; más bien describe el hecho de que debe haber una sola iglesia en cierta localidad. La iglesia no tiene nombre, así como la luna no tiene nombre. No existe tal cosa como una luna americana o una luna china. La luna en China es la misma luna que se ve en otros países. Cuando está sobre China, es la luna en China. Cuando está sobre Bretaña, es la luna en Bretaña. Es la única luna. Del mismo modo, la iglesia es una; es única. La iglesia es local así como universal.
Estas iglesias locales son candeleros. El candelero es la corporificación del Dios Triuno. ¿Cómo lo sabemos? Primero, la substancia del candelero es el oro, el cual representa a Dios el Padre y la naturaleza divina. Luego, el candelero tiene una forma; no es una masa de oro, sino que tiene una forma definida, la cual representa a Cristo como la misma corporificación de Dios. En tercer lugar, los siete candeleros son los siete ojos del Cordero y los siete Espíritus de Dios (Ap. 5:6; 4:5). Las siete lámparas como siete Espíritus de Dios son la expresión del Dios Triuno. El Espíritu es la expresión, el Hijo es la forma, y el Padre es la substancia de la iglesia, el maravilloso candelero.
Decir que la iglesia es la corporificación del Dios Triuno no es hacer de la iglesia una deidad, un objeto de adoración. Queremos decir que la iglesia es una entidad nacida de Dios (Jn. 1:12-13), la cual posee la vida de Dios (1 Jn. 5:11-12) y disfruta la naturaleza de Dios (2 P. 1:4). La iglesia tiene la substancia divina, manifiesta la semejanza de Cristo y expresa el propio Dios. Puesto que nacimos de Dios, ciertamente tenemos la vida de Dios y poseemos Su naturaleza, y disfrutamos esta vida y naturaleza cada día. Estamos aprendiendo por Su misericordia y gracia a no vivir por nuestra vida natural sino por la vida y la naturaleza divinas. Mientras somos así transformados, se manifiesta la plenitud de Cristo, o sea, Su expresión, Su forma, Su apariencia, y nosotros resplandecemos, no por nuestra propia cuenta, sino por el Espíritu siete veces intensificado.
La iglesia es la corporificación del Dios Triuno, y su propósito es expresarle. Nosotros como miembros de Cristo somos los hijos de Dios que nacimos de El, teniendo Su vida y poseyendo Su naturaleza. Hacemos todo lo posible para vivir por esta vida y naturaleza a fin de ser llenos y saturados de este rico Cristo para ser Su expresión mediante el Espíritu siete veces intensificado.
Esta es la iglesia local. No es simplemente una asamblea exterior. Es algo interior, algo vital, que expresa a Dios mismo. Amados santos, ésta es la meta de Dios.
El fundamento de la iglesia es Cristo, revelado y ministrado por medio de los apóstoles y los profetas. Efesios 2:20 habla del fundamento de los apóstoles y profetas. Este fundamento es Cristo mismo a quien ellos ministraban. Pablo dijo que Cristo era el único fundamento que había puesto. Nadie puede echar otro fundamento (1 Co. 3:10-11). El Cristo que es el fundamento de la iglesia es el Cristo revelado y ministrado por los primeros apóstoles, según consta en el Nuevo Testamento.
Debemos permanecer con este Cristo. No debemos tomar a “otro Cristo”. ¡Cuánto le agradecemos al Señor porque El ha guardado Su santa Palabra en esta tierra, y porque bajo Su soberanía ha sido traducida en muchos idiomas! ¡Qué gran misericordia es ésta! Si la Biblia no estuviera en la tierra, ¡qué oscura sería esta edad! ¡Aleluya! tenemos la Biblia. Es ciertamente una lámpara que alumbra en un lugar oscuro (2 P. 1:19). Ha llegado a ser la luz de nuestra senda (Sal. 119:105), y caminamos en esta luz: la luz de la Biblia.
En 1 Corintios 3:11 se afirma que nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el fundamento que es único en su género, Cristo. Sin embargo, antes de poner un fundamento, se necesita un sitio sobre el cual se puede edificar la casa. El sitio es el terreno, la base, sobre el cual se edifica el fundamento. Luego, se edifica la casa encima del fundamento. La estructura se construye sobre el fundamento, y el fundamento está puesto en el sitio.
La Iglesia Católica afirma que su fundamento es Cristo. Las iglesias presbiterianas y metodistas también afirman que su fundamento es Cristo. Todas las denominaciones afirman lo mismo. No obstante, su fundamento está edificado sobre diferentes bases, diferentes terrenos. La iglesia presbiteriana se edifica sobre Cristo por encima de la base presbiteriana. La iglesia bautista se edifica sobre Cristo pero basada en inmersión en su propia agua. Los metodistas tienen una base metodista sobre la cual se edifica su fundamento, Cristo. Las varias denominaciones andan por el mismo camino. Edifican su denominación en Cristo, pero echan el fundamento en terrenos diferentes.
No nos gusta criticar, pero tenemos que decir la verdad. Me da pena que la Iglesia Bautista del Sur sólo reconoce a los que han sido sumergidos en su agua y por sus pastores. Si alguien ha sido sumergido en otro lugar, a él no le permiten unirse a ellos a menos que reciba la inmersión realizada por el pastor de ellos. Esto hace de la inmersión bautista la base, el terreno, de ellos y hace de ellos una secta, una denominación. La Iglesia de Cristo tiene una práctica semejante, salvo que creen en la regeneración por el bautismo, o sea, que su agua puede regenerar a los que son bautizados en ella.
Antes de que yo fuese a Dallas en 1966, un hermano que vivía en Los Angeles me invitó a su casa para cenar. Mientras comíamos, un hermano me preguntó si yo creía en el bautismo en agua. Dije: “Creo en el bautismo en agua y en el bautismo por el Espíritu también”. El inmediatamente empezó a discutir diciendo que en la Biblia no había tal cosa como el bautismo en agua. Hacía cuarenta años que era cristiano y nunca había oído a un cristiano decir que en el Nuevo Testamento no existía el bautismo en agua. Cuando le remitió a Juan 3:5, donde habla de nacer del agua y del Espíritu, él dijo que el agua mencionada allí era el agua que se encuentra en el vientre de una madre. El creía que todos necesitaban nacer primero de su madre y luego del Espíritu. Nunca había oído tal explicación. El concepto era tan erróneo que me parecía innecesario hablar de ello.
Al día siguiente por la mañana tomé un vuelo para Dallas. En la tarde convoqué una reunión. Mientras yo hablaba, una señora bastante atrevida me hizo una pregunta acerca del bautismo en agua. Descubrí que ella era de la Iglesia de Cristo y que se aferraba al bautismo en agua que se realiza en el agua de ellos. En Los Angeles alguien estaba totalmente opuesto al bautismo en agua, y al día siguiente en Dallas había alguien que se aferraba con todo su ser al bautismo en agua. Así es el caso actual. La gente edifica una llamada iglesia basada en su propio concepto.
Todas las diferentes denominaciones llegaron a existir por los diferentes conceptos en que se basaban. Sus varios nombres —presbiteriana, bautista, episcopal, luterana, metodista, pentecostal y otros— representan los conceptos en que se basan. ¿En cuál base está siendo edificado usted? No diga que la base es Cristo. Todos los cristianos dicen lo mismo. Todas las denominaciones, o grupos, dicen que su fundamento es Cristo. Pero, ¿qué dirán de la base, el terreno, en la cual se pone el fundamento?
¿Cuál es nuestro terreno? Desde el mismo comienzo de la era cristiana, desde los tiempos de los apóstoles, el terreno, la base, ha sido la unidad del Cuerpo de Cristo, mantenida y expresada en cada iglesia local como su localidad (Ap. 1:11). Esto significa que nosotros los cristianos, en cualquier localidad en que nos encontremos, nos reunimos como la iglesia allí. No tenemos otro terreno, otra base, que el de la unidad del Cuerpo de Cristo. Una iglesia local es una expresión de la iglesia universal. Universalmente, la iglesia es una sola, y el Cuerpo de Cristo, el cual es único, se expresa en muchas localidades. En cada localidad donde haya varios santos, éstos deben reunirse como la iglesia allí, no para aferrarse al bautismo por inmersión, ni al hablar en lenguas, ni al presbiterio, ni a cierto método, ni al sistema episcopal, ni a cualquier otro concepto que serviría como base, o terreno, menos el de ser uno con todos los demás que se reúnen allí como una expresión local del Cuerpo de Cristo.
Esta unidad única debe ser el terreno, la base, sobre el cual somos edificados. No debemos ser sectarios; no debemos ser exclusivos. Debemos ser inclusivos, abiertos y amorosos a todos los santos amados. Si son cristianos, son nuestros hermanos. Nuestros hermanos están dispersos; se encuentran en muchas denominaciones. A pesar de esto, seguimos amándoles. No debemos tener una actitud de lucha ni espíritu de combate, oponiéndonos o discutiendo. Eso estaría mal. Siempre debemos mantener un espíritu y actitud de amor para con todos los cristianos. Si tienen el nombre de cristianos y creen en el Señor Jesús, son nuestros hermanos y nuestras hermanas. En las iglesias locales no tenemos ninguna pared. No tenemos cerca. Consideramos que todos los cristianos son nuestros hermanos.
Tenemos que aprender la verdad, crecer en vida y salir a hacer contacto con la gente. Lo que digamos dependerá de nuestro discernimiento. Si la persona no ha sido salva, predicaremos el evangelio. Si descubrimos que es cristiana, podemos presentar la verdad que hemos aprendido. Los cristianos aprecian mucho la verdad. Podríamos presentar la verdad tocante a la transformación como se ve en 2 Corintios 3:18. Luego, si es posible, podríamos ministrarles vida al dar testimonio, al relatarles cómo recibimos a Cristo y cómo le experimentamos como vida. Un testimonio ministrará vida a la gente. No espere llevar a la gente a las reuniones y así aumentar la iglesia. Deje el asunto del aumento en las manos del Señor. Nuestro testimonio no consiste en tener gran número de miembros, sino que está conformado por un grupo de santos que viven en el espíritu, andan conforme al espíritu, y son la expresión viviente de Jesús en la familia, en la escuela, en el trabajo y en la vida de iglesia. Nuestra carga es presentar el evangelio a los que no son salvos, la verdad a los que sí lo son y la vida a los que buscan al Señor. Deje en manos del Señor lo concerniente a la iglesia. Permita que cada persona escoja por sí misma conforme a su discernimiento. Nadie puede manejar el cristianismo. Es demasiado grande. Tenemos que reconocer lo pequeños que somos. Debemos vivir a Cristo y andar en el espíritu, siendo así el testimonio viviente de El. De esta manera beneficiaremos a todos con los que tenemos contacto. No debemos esperar que vengan a nuestras reuniones. Si quieren venir, por supuesto no los rechazamos. Espero que todos entendamos claramente nuestra postura y cómo practicamos la vida de iglesia. Que el Señor nos bendiga.