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Mensajes del libro «Revelación y visión de Dios, La»
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CAPÍTULO DOS

EN CUANTO A LA TRINIDAD DIVINA

(2)

  Lectura bíblica: Gn. 1:1-2, 26; Mt. 3:16-17; Jn. 14:9-10; 2 Co. 3:17; Jn. 8:16; Mt. 27:46

BOSQUEJO

    1. Cuatro puntos cruciales en cuanto a la Trinidad Divina:
      1. La coexistencia de los tres:
        1. En el relato del Antiguo Testamento, el Padre, el Hijo y el Espíritu son coexistentes.
        2. En el relato de los cuatro Evangelios, el Padre, el Hijo y el Espíritu son coexistentes.
        3. En el relato de las Epístolas, el Padre, el Hijo y el Espíritu son coexistentes.
        4. Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— son eternos.
      2. La coinherencia de los tres.
      3. La Trinidad esencial:
        1. El Espíritu Santo como esencia de la concepción del Señor Jesús.
        2. El Hijo viene de y con el Padre, y el Padre está siempre con el Hijo.
        3. El Padre está con el Hijo en la crucifixión del Hijo.
      4. La Trinidad económica.

C. Cuatro puntos cruciales en cuanto a la Trinidad Divina

  En cuanto a la Trinidad Divina, hemos visto la revelación del Padre, Hijo y Espíritu en las Escrituras y en los términos teológicos usados a lo largo de las eras. En este capítulo abarcaremos cuatro puntos cruciales en cuanto a la Trinidad Divina: la coexistencia de los tres, la coinherencia de los tres, la Trinidad esencial y la Trinidad económica.

1. La coexistencia de los tres

  En cuanto a la Trinidad Divina, primeramente, debemos prestar atención al hecho de que los tres de la Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— son coexistentes. En la historia teológica había un grupo de personas llamadas modalistas, quienes abogaban por que el Padre, el Hijo y el Espíritu eran tres modalidades del único Dios en la realización de la redención y que, posteriormente, después de haber cumplido Sus respectivas misiones uno tras otro, Ellos regresaron sucesivamente a Su unidad original. En otras palabras, los modalistas creían que el Padre, el Hijo y el Espíritu eran un solo Dios; sin embargo, la manifestación de este único Dios estaba dividida en tres períodos. En el Antiguo Testamento, Él decretó la ley y se manifestó a Sí mismo como el Padre; ése fue el periodo del Padre, donde sólo estaba el Padre sin el Hijo ni el Espíritu. Luego, en Su encarnación, Él se manifestó a Sí mismo como el Hijo; ése fue el período del Hijo, y el Padre dejó de ser. Finalmente, para la inspiración de los apóstoles, Él se manifestó a Sí mismo como el Espíritu Santo; ése fue el período del Espíritu, y el Hijo dejó de ser. En esta enseñanza, el mismo y único Dios aparece en manifestaciones sucesivas y temporarias. Por supuesto, la enseñanza del modalismo es una gran herejía. En los Estados Unidos, algunos pensaban equivocadamente que nosotros enseñamos modalismo y, por lo tanto, nos condenaron diciendo que éramos modalistas. El hecho es que nosotros también condenamos el modalismo.

  La mayoría de los que leen la Biblia, incluyendo algunos entre nosotros, piensan que en el Antiguo Testamento se recalca la obra de Dios el Padre; que en los cuatro Evangelios se recalca la obra de Dios el Hijo, el Señor Jesús; y que desde Hechos hasta Apocalipsis se recalca la obra de Dios el Espíritu, esto es, la obra del Espíritu Santo. No podemos decir que esto está equivocado, ya que es efectivamente lo que nos muestra el registro bíblico. Se puede decir que el período que abarca el Antiguo Testamento es el período del Padre, el período que abarcan los Evangelios, un período corto de poco más de treinta años, es el período del Hijo, y que el período desde el día de Pentecostés hasta la segunda venida del Señor es el período del Espíritu. Sin embargo, a diferencia de lo que enseña el modalismo, esto no equivale a decir que el Padre existió hasta la venida del Hijo y que el Hijo existió solamente hasta la venida del Espíritu. La Biblia indica enfáticamente que el Padre, el Hijo y el Espíritu siempre coexisten.

a. En el relato del Antiguo Testamento, el Padre, el Hijo y el Espíritu son coexistentes

  Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Inmediatamente después de esto, la última sección del versículo 2 dice que “el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”. Esto nos muestra claramente que Dios estaba ahí y que el Espíritu también estaba ahí. Luego, en el versículo 26 donde se revela la creación del hombre, Dios dijo: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza”. Las palabras usadas aquí son hagamos y Nuestra. Con esto podemos ver que no se trata de que solamente el Padre estuviera ahí, y que el Hijo y el Espíritu no. Más bien, los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— existían ahí al mismo tiempo; es por eso que Ellos usaron las palabras hagamos y Nuestra para referirse a Sí mismos.

  No sólo eso, el Antiguo Testamento frecuentemente dice que el Espíritu de Jehová revestía a alguien o venía sobre alguien (Jue. 6:34; 11:29); también habla de la operación, la obra, del Espíritu de Dios (Gn. 1:2; 6:3; Job 33:4; Dn. 5:14). Esto nos muestra que el Espíritu siempre estaba ahí en el Antiguo Testamento.

  Además, aunque no se mencionan las designaciones o nombres: Cristo, Jesús y Jesucristo en el Antiguo Testamento, sí se usa un título especial para referirse al Señor Jesús, el cual es el Ángel de Jehová. En Éxodo 3:2-20, tres designaciones —el Ángel de Jehová, Jehová y Dios— se usan de manera intercambiable. Esto demuestra que el Ángel de Jehová es Jehová y que Jehová es Dios. Éxodo 14:19 dice que mientras Faraón con sus carruajes y jinetes perseguían a los hijos de Israel “el Ángel de Dios, que iba delante del campamento de Israel, se movió y fue a ponerse detrás de ellos”. Este Ángel de Dios es el Ángel de Jehová que se menciona en el capítulo 3. Éxodo 23:20-21 dice: “Ahora Yo envío un Ángel delante de ti, para que [...] te introduzca en el lugar que Yo he preparado [...] pues Mi nombre está en Él”. El Ángel mencionado en todos estos pasajes se refiere al Señor Jesús. Luego, en Jueces 13:15-21 el Ángel de Jehová aparece de nuevo. Él estaba ahí hablándole a Manoa. Al final Manoa le preguntó cuál era Su nombre, y Él respondió: “¿Por qué preguntas por Mi nombre, viendo que es maravilloso?”. Este Ángel de Jehová es el Señor Jesús.

  Por lo tanto, desde el Antiguo Testamento vemos que Dios es Dios el Padre, que el Ángel de Jehová es Dios el Hijo y que el Espíritu de Jehová o el Espíritu de Dios es Dios el Espíritu. Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— existían al mismo tiempo en el Antiguo Testamento.

b. En el relato de los cuatro Evangelios, el Padre, el Hijo y el Espíritu son coexistentes

  Aunque los Evangelios tratan principalmente del Señor Jesús y lo toman a Él como el centro y tema, en estos libros el Padre, el Hijo y el Espíritu también son coexistentes. El cuadro más claro se ve en el bautismo del Señor Jesús. Cuando Él subió del agua, el Padre habló con Él desde los cielos mientras el Espíritu descendía sobre Él como paloma (Mt. 3:16-17). En este cuadro, Aquel que habló desde los cielos era el Padre; Aquel que descendió como paloma era el Espíritu; y el Señor Jesús, quien se hallaba en las aguas, era el Hijo. Este cuadro nos muestra claramente que en la encarnación el Padre, el Hijo y el Espíritu existieron al mismo tiempo. Esto también demuestra que la enseñanza que dice que cuando el Hijo vino el Padre dejó de ser, que cuando el Hijo estaba el Espíritu no estaba, y que cuando el Espíritu vino el Hijo dejó de ser carece completamente de base alguna y, por lo tanto, es una gran herejía.

c. En el relato de las Epístolas, el Padre, el Hijo y el Espíritu son coexistentes

  Luego, en las Epístolas, desde Hechos hasta Apocalipsis, en varias ocasiones el Padre, el Hijo y el Espíritu son mencionados al mismo tiempo. Por ejemplo, 2 de Corintios 13:14 dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— están presentes aquí. Cada capítulo de Efesios nos muestra el hecho de la coexistencia del Padre, Hijo y Espíritu. El pasaje más obvio es 3:14-17, que dice: “Doblo mis rodillas ante el Padre [...] para que os dé [...] el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe”. Aquí, Pablo doblaba sus rodillas ante el Padre para que Él les diera a los creyentes el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu, para que el Hijo, Cristo, haga Su hogar en sus corazones. El Padre está aquí, el Espíritu está aquí y Cristo está aquí; los tres coexisten. Luego en el último libro, Apocalipsis, la palabra de apertura en el primer capítulo dice: “De Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, y el Soberano de los reyes de la tierra” (vs. 4-5). Aquel que era y que es y que ha de venir es el Padre; los siete Espíritus que están delante del trono del Padre son el Espíritu; y Jesucristo es el Hijo. Por lo tanto, los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— son mencionados al mismo tiempo; esto demuestra que Ellos son coexistentes.

  Por lo tanto, desde el Antiguo Testamento hasta los Evangelios, las Epístolas y Apocalipsis hay una revelación sólida de que los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— existen al mismo tiempo.

d. Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu—son eternos

  Los tres de la Trinidad Divina —El Padre, el Hijo y el Espíritu— existen al mismo tiempo; y Su coexistencia es de eternidad a eternidad, siendo los tres igualmente sin principio y sin fin. El Padre es eterno; esto se puede comprobar con Isaías 9:6, el cual se refiere al Padre como “Padre Eterno”. El Hijo también es eterno. Refiriéndose al Hijo, Hebreos 1:12 dice: “Tú eres el mismo, y Tus años no acabarán”; Hebreos 7:3 también dice que Él “ni tiene principio de días, ni fin de vida”, lo cual indica que Él es eterno. Aún más, el Espíritu es eterno; Hebreos 9:14 menciona “el Espíritu eterno”. Por lo tanto, los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— son eternos.

  En cuanto a este punto, debemos saber que en la historia de la iglesia existió otra secta herética, los arrianos. El significado de ser eterno es no tener principio ni fin, ser completo y perfecto, y ser infinito y sin límite. Sin embargo, los arrianos sostenían que aunque Cristo es el Hijo de Dios, Él no era Dios en la eternidad, sino que llegó a ser Dios en cierto momento. Los testigos de Jehová pertenecen a esta secta, la cual se originó con Arrio en el siglo IV. Basándose en Colosenses 1:15b, que dice: “Él [el Hijo del amor del Padre] es [...] el Primogénito de toda creación”, Arrio aseveró que debido a que Cristo es una criatura, Él no tiene la misma esencia (gr., ousía) de Dios, y que aunque el universo y todas las cosas fueron creadas por medio de Él (He. 1:2; Jn. 1:3), Su existencia no es eterna, sino que tuvo un principio. Por lo tanto, Arrio enseñaba que dado que Cristo era una criatura, Él no podía ser igual al Padre. En otras palabras, Arrio afirmaba que aunque el Hijo existió en la eternidad, Él no estaba ahí en el principio, sino que Él fue creado por Dios en cierto punto de la eternidad para ser el Primogénito de toda creación. Este tipo de enseñanza es una gran herejía.

  Es cierto que nosotros creemos que el Hijo es el Primogénito de toda creación, pero nuestra creencia no concuerda con la enseñanza de Arrio, sino con la revelación pura de la Biblia. La Biblia dice que Cristo es el Primogénito de toda creación, no conforme a Su divinidad, sino conforme a Su humanidad. Conforme a Su divinidad, Él es el Dios eterno, el Creador; sin embargo, ya que Él se hizo carne y se puso un cuerpo de carne y sangre, también posee humanidad. Por lo tanto, en el aspecto de que Él es un hombre, tiene humanidad y es una criatura.

  En el Concilio de Nicea, celebrado en el año 325 d. C., el arrianismo fue condenado como una herejía. Es por esto que hasta hoy, casi nadie se atreve a enseñar que Cristo es una criatura. No obstante, en la historia de la iglesia, todavía algunos enseñaron apropiadamente que Cristo es tanto el Creador como el Primogénito de toda creación. Entre ellos figura Robert Govett y su estudiante D. M. Panton a principios del siglo XX; basándose en Colosenses 1:15b, ellos claramente afirmaban que Cristo es el Primogénito de toda creación. Esto concuerda con la revelación de las Escrituras. Si uno no cree esto, cae en la herejía de los docetas, a los cuales 1 Juan 4 hace referencia, quienes no creían que Cristo vino en la carne (vs. 1-3). El docetismo abogaba por que Jesús no era un hombre real, sino que simplemente parecía serlo; para ellos Él era meramente un fantasma. Ellos aseveraban que el cuerpo del Señor Jesús no era un cuerpo real, sino meramente un fantasma. Esto es completamente una herejía; tal herejía socava no solamente la encarnación del Señor Jesús, sino también Su redención y resurrección.

  Nosotros creemos firmemente que el Señor Jesús llegó a ser una criatura mediante la encarnación. Quizás algunos digan que dado que el Señor Jesús se encarnó hace dos mil años, y Adán fue creado hace seis mil años, y puesto que existieron otros seres creados antes de Adán, entonces el Señor Jesús no pudo haber sido el Primogénito de toda la creación. Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Los lectores de la Biblia reconocen que los cielos y la tierra aquí no se refieren meramente a los cielos y la tierra per se, sino que se refieren a todas las cosas celestiales y a todas las cosas en la tierra, a todas las cosas que pertenecen a los ámbitos de los cielos y de la tierra, entre los cuales están los ángeles, las cosas vivientes en la tierra y aun Satanás, ya que él fue el arcángel superior antes de la caída (cfr. Ez. 28:13-15). De acuerdo con la perspectiva del hombre, Satanás puede ser considerado el primero de la creación, porque la Biblia se refiere a él como “Lucero de la mañana, hijo de la aurora” (Is. 14:12), indicando que él fue creado al principio de la creación del universo. Pero ésta no es la perspectiva de Dios. Según la perspectiva eterna de Dios, Cristo es el Primogénito de toda creación.

  Tengo la base para decir esto. Apocalipsis 13:8 dice que Cristo es el “Cordero que fue inmolado desde la fundación del mundo”. En cuanto a la crucifixión de Cristo, sin embargo, la profecía de Daniel 9:25-27 claramente dice: “Desde la salida del decreto para restaurar y reedificar a Jerusalén hasta el tiempo del Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas [...] Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías”. Al Mesías, refiriéndose al Señor Jesús, se le quitó la vida al completarse la semana sesenta y nueve de las setenta semanas. La historia nos dice que la elaboración del decreto para restaurar y reconstruir Jerusalén ocurrió en el año veinte del rey Artajerjes (Neh. 1:1; 2:1-8). Después de siete semanas y sesenta y dos semanas, esto es, cuatrocientos ochenta y tres años, ése fue exactamente el año de la crucifixión del Señor Jesús. Por ende, según la perspectiva del hombre, Cristo fue crucificado hace menos de dos mil años; entonces ¿cómo puede decir Apocalipsis que Cristo fue inmolado desde la fundación del mundo? Ésta es la perspectiva de Dios. De acuerdo con este principio, podemos entender que en la eternidad pasada los tres de la Deidad celebraron un concilio en el cual se decidió que el segundo —el Hijo— de la Trinidad Divina vendría para encarnarse como una criatura. Desde ese momento en adelante, en la perspectiva eterna de Dios, Dios el Hijo había llegado a ser una criatura, incluso el Primogénito de toda creación.

  El Dios Triuno como misterio no solamente es difícil de entender e imposible de comprender, sino que aun la encarnación es un misterio que es difícil de entender. Según la perspectiva del hombre, el Señor Jesús no se hizo carne sino hasta hace dos mil años. Sin embargo, Génesis 18 dice que cuando Jehová vino con dos ángeles a visitar a Abraham, Él tenía un cuerpo físico. Abraham trajo agua para lavar Sus pies y le preparó una rica comida. Casi todos los eruditos ortodoxos de la Biblia reconocen que el Jehová visto allí es el Cristo que vemos en el Nuevo Testamento (Jn. 8:56-58). Aún en una época tan temprana como la de Abraham, Cristo ya había aparecido en forma corporal. Verdaderamente esto es difícil de explicar o comprender. Sin embargo, según la perspectiva de Dios, el Primogénito de toda creación es Cristo. Es por esto que Él también llegó a ser el instrumento, el medio, por el cual toda la creación llegó a existir (Jn. 1:3; Col. 1:16).

  En resumen, los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— son de eternidad a eternidad, siendo igualmente eternos, sin principio ni fin y existiendo al mismo tiempo.

2. La coinherencia de los tres

  Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— no sólo son coexistentes, sino que también son coinherentes. El término coinherente aplicado al Dios Triuno significa que los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— existen uno dentro del otro.

  Primero que nada, esto se basa en lo dicho por el Señor Jesús en los Evangelios. En Juan 14:7-10 el Señor les dijo a Sus discípulos: “Si me conocieseis, también a Mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”. Luego, Felipe le pidió, diciendo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta”. El Señor le respondió: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?”. Simplemente no podemos comprender la respuesta del Señor. ¿Cómo puede una persona estar en otra persona y la otra persona asimismo estar en esta persona? Permítanme demostrarles. A menudo decimos que el esposo y la esposa son uno; esto es correcto. Sin embargo, no podemos decir que el esposo está en la esposa y que la esposa está en el esposo. No obstante, la unidad entre el Hijo y el Padre (10:30) consiste en que el Hijo está en el Padre y el Padre está en el Hijo. Esto ciertamente va más allá de la comprensión de nuestra mente humana.

  Además de Juan 14:10, la misma expresión se puede encontrar en 14:20, 10:38 y 17:21, 23. Estos cinco versículos se refieren al hecho de que el Hijo y el Padre existen el uno en el otro al mismo tiempo. Estos versículos son cruciales para nuestro entendimiento del misterio de que la Trinidad Divina es tres y también uno. Sin embargo, estos versículos mencionan solamente el Padre y el Hijo; el asunto en cuanto al Espíritu es aún más profundo. Podemos decir de un modo general que los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— son coinherentes, pero la relación entre el Padre y el Hijo difiere de la relación que existe entre el Hijo y el Espíritu. La relación entre el Padre y el Hijo es que el Hijo está en el Padre y el Padre está en el Hijo. Sin embargo, no podemos encontrar un solo versículo en toda la Biblia que diga que el Espíritu está en el Hijo o que el Hijo está en el Espíritu. Lo que la Biblia dice es que el Hijo llegó a ser el Espíritu. Por ende, 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”; además, 2 Corintios 3:17 dice que “el Señor es el Espíritu”.

  Hoy en día entre los cristianos existe una frase tradicional errónea acerca de que Cristo está en el Espíritu Santo, esto es, de que el Hijo está en el Espíritu. Debemos ser cuidadosos; de lo contrario, cometeremos el mismo error. Por ejemplo, las últimas dos líneas de la segunda estrofa de Himnos, #215 dicen: “Hiciste en carne redención, / Y como Espíritu la unión”. La línea no se puede escribir como “Hiciste en carne redención, / Y en el Espíritu la unión”. Debemos discernir la diferencia entre estos dos. No quiero decir que sea absolutamente erróneo afirmar que “el Hijo está en el Espíritu”. Tal afirmación, sin embargo, ciertamente no está en la Biblia. Lo que la Biblia dice es que “fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante” y que “el Señor es el Espíritu”. Los expositores de la Biblia están perplejos en cuanto al asunto de que el Hijo es el Espíritu. Muchos de ellos no se atreven a decir que Cristo es el Espíritu. Para evitar problemas o condenaciones, ellos han acuñado el término el Cristo pneumático. Sin embargo, ¿no es el Cristo pneumático simplemente el Espíritu?

  La obra que hacemos para el Señor es transmitir a Cristo a los demás para que le disfruten. Sin embargo, ellos deben conocer quién es Cristo antes de poder disfrutarle. Por lo tanto, cuando hablamos de disfrutar a Cristo, debemos decirles a las personas quién es Cristo; también debemos decirles claramente la manera de disfrutar a Cristo. Esto tiene que ver con la Trinidad Divina. En breve, podemos decir que el Padre y el Hijo son uno porque el Señor Jesús dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30). Sin embargo, aunque el Padre y el Hijo son uno, entre ellos todavía se puede distinguir Yo del Padre. No debemos pasar por alto este punto, porque si lo hacemos, nos convertiremos en modalistas. El modalismo aboga por que Dios, quien es uno, tiene tres manifestaciones en tres períodos diferentes y que las tres manifestaciones no existen una en la otra al mismo tiempo. Las Escrituras nos muestran, sin embargo, que los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— no sólo existen al mismo tiempo, sino que también existen el uno en el otro. Por lo tanto, los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— son uno; Ellos son un solo Dios. Sin embargo, este Dios, quien es uno, también es tres; Él es el Padre, el Hijo y el Espíritu.

  Ya que éste es el caso, ¿cuándo son el Padre, el Hijo y el Espíritu uno, y cuándo son Ellos tres? Los estudiantes de la Biblia a través de los siglos han hecho bastantes investigaciones sobre este punto; nosotros también hemos dedicado mucho esfuerzo al estudio de este asunto. No obstante, nadie ha podido determinar cuándo el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres, cuándo Ellos son uno, y cuándo Ellos son tanto tres como uno. De acuerdo con lo que nos dice la Biblia, solamente podemos decir que Dios es uno, pero que Él tiene el aspecto de ser tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Estos tres se distinguen pero son inseparables. Más aún, estos tres existen el uno en el otro; el primero está en el segundo y el segundo está en el primero, y el segundo, el Hijo, y el tercero, el Espíritu, son uno y el mismo (2 Co. 3:17). Por lo tanto, si el Padre, el Hijo y el Espíritu solamente existiesen al mismo tiempo, Ellos aún podrían estar separados; sin embargo, debido a que Ellos además existen el uno dentro del otro, son inseparables. Es por esto que Dios es triuno; Él es el Dios Triuno.

  Hermanos y hermanas, al presentarles estos asuntos, espero que sean capaces de comprender las complejidades de la Trinidad. Ustedes deben conocer y estar claros acerca de estos puntos cruciales. Dando continuación a lo que los santos vieron en siglos pasados, esto es lo que nosotros hemos visto hasta ahora. La Trinidad Divina es un misterio en el universo; este misterio no es para que entablemos debates teológicos, sino para que lo disfrutemos en nuestra experiencia práctica.

3. La Trinidad esencial

  El tercer punto crucial en cuanto a la Trinidad Divina es la Trinidad esencial. La Trinidad Divina es absolutamente una en Su elemento y existencia; Su esencia es absoluta. Esencia denota naturaleza; esto tiene que ver con la Trinidad Divina en Sí. Hoy en día, existe un grupo de cristianos que no ven que la Trinidad Divina tiene el aspecto esencial y el aspecto económico. Ellos confunden estos dos aspectos y, por lo tanto, causan disputas. Debido a que yo he enfatizado en los Estados Unidos que el Dios Triuno es uno y que el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno, este grupo de cristianos interpretó mi enseñanza fuera de contexto y, por tanto, me condenó por promover el modalismo como Sabelio. Ellos dijeron que cuando el Señor Jesús estaba de pie en las aguas después de Su bautismo, el Padre habló desde los cielos mientras el Espíritu volaba en los aires como paloma; en ese momento los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— estaban presentes, pero Ellos estaban en tres lugares diferentes. Por lo tanto, este grupo de cristianos concluyó que los tres de la Trinidad Divina no sólo son distintos, sino que también están separados. Por ende, ellos cuestionaban el hecho de que nosotros decimos que los tres son uno. Cuando en mi juventud escuché este tipo de hablar, pensé que era muy razonable. Sin embargo, en mi estudio de la Biblia, gradualmente encontré que en cierto aspecto este razonamiento es correcto, pero no en todos los aspectos. De hecho, en cuanto a esencia se refiere, no hay nada erróneo con nuestra enseñanza.

a. El Espíritu Santo como esencia de la concepción del Señor Jesús

  El Evangelio de Mateo no solamente tiene el capítulo 3, sino también el capítulo 28. Es cierto que Mateo 3 contiene un cuadro que muestra que, después de Su bautismo, el Señor Jesús estaba en la tierra, el Padre estaba en los cielos y el Espíritu estaba en el aire. Sin embargo, el Evangelio de Mateo nos dice desde el principio que Dios fue primero engendrado en María por medio de la concepción por obra del Espíritu Santo y luego nació como Jesús (1:18, 20-21). Desde ese momento en adelante, se puede decir que Jesús nació del Espíritu; también se puede decir que Él nació de la virgen María. Esto es porque este Ser maravilloso es un Dios-hombre, que posee tanto divinidad como humanidad. Él tiene humanidad y también tiene divinidad; Él tiene divinidad y también tiene humanidad. Conforme a Su divinidad, Él nació del Espíritu Santo; conforme a Su humanidad, Él nació de una virgen humana. Por lo tanto, el Espíritu Santo no solamente se hallaba en Él, sino más aún el Espíritu Santo llegó a ser la esencia de Su ser.

  Luego, podríamos preguntar: en Mateo 3, después del bautismo del Señor Jesús, mientras el Espíritu Santo estaba fuera de Él como paloma en el aire, ¿tenía el Señor Jesús el Espíritu Santo dentro de Él? Sin duda alguna, el Señor Jesús tenía el Espíritu Santo dentro de Él. No solo eso, Su misma esencia era el Espíritu Santo. Entonces, ¿son dos Espíritus Santos, uno que está dentro del Señor Jesús como Su esencia y el otro que está fuera, en el aire, para descender sobre Él? No, solamente existe un Espíritu Santo. Por un lado, el Espíritu Santo estaba en el Señor Jesús como Su esencia para Su existencia; éste es el aspecto esencial. Por otro, el Espíritu Santo descendió sobre el Señor Jesús al momento de Su bautismo como Espíritu económico para ser Su poder para Su ministerio; éste es el aspecto económico.

b. El Hijo viene de y con el Padre, y el Padre está siempre con el Hijo

  Entre los cristianos, existe también un concepto de que cuando el Señor Jesús descendió de los cielos por causa de Su amor hacia nosotros, Él dejó al Padre en el trono en los cielos, y únicamente Él se hizo carne para estar en la tierra y sufrir por causa de nosotros; por lo tanto, cuando Él estaba sufriendo en la tierra, el Padre estaba muy lejos en los cielos. Sin embargo, Juan 8:16, 29 y 16:32 indican enfáticamente que el Señor Jesús nunca estuvo a solas cuando estuvo en la tierra; por el contrario, el Padre estuvo siempre con Él. Más aún, en 6:46, 7:29, 16:27, 17:8 y 15:26, cinco versículos que se refieren a que el Señor Jesús vino del Padre, la palabra griega traducida “del” es pará, que significa “de con”. Esto significa que el Señor Jesús vino no solamente del Padre, sino también con el Padre. Cuando Él vino del Padre, Él trajo al Padre consigo.

  Así pues, cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él vino con el Padre y el Padre estaba con Él. Entonces, podríamos seguir preguntando: después de Su bautismo, cuando subió del agua y se quedó de pie ahí, ¿por qué el Padre habló desde los cielos? ¿No había venido el Padre ya con Él? ¿No estaba el Padre siempre con Él? Entonces, ¿cómo es que el Padre estaba también en los cielos? Aquí debemos ver los dos aspectos relacionados con la Trinidad Divina: el aspecto esencial y el aspecto económico. Conforme al aspecto esencial, desde el momento en que el Señor Jesús entró en el vientre de María, Él no solamente vino del Padre, sino también con el Padre. Conforme al aspecto económico, al momento de Su bautismo, el Padre todavía estaba en los cielos.

c. El Padre está con el Hijo en la crucifixión del Hijo

  Mientras el Señor Jesús estaba siendo crucificado, ¿estaba el Padre también ahí? Muchos fundamentalistas no se atreven a responder a esta pregunta.

  Ya para el primer siglo se levantó un maestro herético, Cerinto, que era sirio de descendencia judía. Su herejía era una mezcla de judaísmo, gnosticismo y cristianismo. Él enseñó que el creador del mundo estaba separado de Dios y presentó a ese creador como un poder subordinado. Él enseñó el adopcionismo, diciendo que Jesús era meramente el Hijo adoptado de Dios y que había llegado a ser el Hijo de Dios al ser exaltado a un estatus que no era Suyo por nacimiento; por ende, negaba que Jesús fuera concebido por el Espíritu. En su herejía, él separaba al hombre terrenal Jesús, considerado el hijo de José y María, del Cristo celestial, y enseñó que después que Jesús fue bautizado, Cristo como una paloma descendió sobre Él, y luego Él anunció al Padre desconocido y realizó milagros. Más aún, Cerinto enseñó que al final de Su ministerio, Cristo se apartó de Jesús, y Jesús sufrió la muerte en la cruz y se levantó de los muertos, mientras Cristo permanecía separado como un ente espiritual. Finalmente, él también enseñó que Cristo se uniría de nuevo al hombre Jesús en la venida del reino mesiánico de gloria.

  Cerinto aseveraba que Aquel que había sido bautizado y que había muerto era Jesús, y Aquel que había descendido sobre Él para estar con Él era Cristo. Cristo permaneció sobre Jesús solamente por tres años y medio para ser Su poder y autoridad, lo cual le permitía realizar milagros y prodigios para echar fuera demonios y sanar a los enfermos y para tener sabiduría espiritual. Luego, cuando Jesús fue a la cruz, Cristo se apartó de Él. Es por esto que Jesús oró en la cruz: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46). Este tipo de enseñanza es una gran herejía.

  Es cierto que cuando el Señor Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre Él. Y cuando fue crucificado en la cruz, en cierto momento durante esas seis horas el Espíritu Santo sí se apartó de Él, y es por esto que Él oró: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?” (vs. 45-46). Sin embargo, el Espíritu que descendió y se apartó no correspondía al aspecto esencial, sino al aspecto económico. En el aspecto económico, el Espíritu Santo vino y se fue, descendió y se apartó; en el aspecto esencial, el Espíritu Santo nunca abandonó al Señor Jesús de principio a fin, sino que permaneció siempre como Su esencia.

  Además, no fue el Hijo solo quien nació en el pesebre, más bien, fue el Padre que acompañaba al Hijo y estaba con el Hijo. En el mismo principio, el Hijo no fue crucificado a solas en la cruz, sino que también el Padre acompañó al Hijo y estuvo con el Hijo en la crucifixión. Por lo tanto, se puede llamar la sangre que fue derramada en la cruz: “Su propia sangre [la de Dios]”, por medio de la cual la iglesia fue obtenida (Hch. 20:28). Además, 1 Juan 1:7 dice: “La sangre de Jesús Su Hijo [el de Dios] nos limpia de todo pecado”. Esta sangre no es solamente la sangre de Jesús, sino también la sangre del Hijo de Dios. Por esto Charles Wesley escribió un himno, que dice: “¿Cómo será —qué gran amor— / Que por mí mueras Tú mi Dios?” (Himnos, #141). Esto significa que no solamente fue Jesús como hombre quien murió en la cruz por nosotros, sino que Dios también pasó por la muerte en el hombre Jesús. La mayoría de los fundamentalistas no se atreven a hablar sobre esto porque temen tomar parte en una herejía. Sin embargo, la revelación de la Biblia es clara: en el aspecto esencial, el Padre participó en el nacimiento, sufrimientos y muerte del Señor; en el aspecto económico, cuando el Señor fue bautizado, el Padre estaba en los cielos, y cuando el Señor fue crucificado, el Padre lo abandonó. La Biblia, en efecto, revela estos dos aspectos.

4. La Trinidad económica

  En cuanto a la Trinidad Divina, existen dos aspectos: el aspecto esencial y el aspecto económico. El término economía significa “arreglo”, “plan”, “administración”, “manejo”; por lo tanto, denota movimientos, obras y hechos. Todas las obras del Señor, Sus movimientos y Sus hechos pertenecen al aspecto económico. Tomemos la encarnación como un ejemplo. La Biblia no dice que el Señor Jesús se hizo carne o que el Hijo de Dios se hizo carne; dice que Dios se hizo carne. Juan 1 dice que en el principio era la Palabra, que la Palabra estaba con Dios, que la Palabra era Dios, y que esta Palabra que era Dios se hizo carne (vs. 1, 14). En 1 Timoteo 3:15 se hace mención de Dios, y luego el versículo 16 pasa a decir: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Él fue manifestado en la carne”. Esto nos muestra que Aquel que fue manifestado en la carne es Dios. Por lo tanto, el Señor Jesús era Dios quien llegó a ser carne; todas las experiencias que tuvo el Señor en la tierra eran las experiencias de Dios en Él. Éste es el aspecto esencial. Sin embargo, en el aspecto económico, cuando el Señor Jesús fue bautizado, el Padre le habló desde los cielos; cuando fue crucificado, el Padre lo dejó. Éste es el aspecto económico, el aspecto de los hechos.

  En cuanto a la Trinidad Divina, los capítulos del 14 al 16 de Juan son los más misteriosos y también los más explícitos. En estos capítulos el Señor habló un claro mensaje, diciendo: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; [...] Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí” (14:9-10). Pero en el capítulo 17, Él levantó Sus ojos al cielo y oró: “Padre...” (v. 1). Ya que el que le ha visto a Él, ha visto al Padre, y ya que Él y el Padre son uno (10:30), Él no necesitaba orar al Padre, sino que pudo haber hecho lo que hubiera deseado. Entonces, ¿por qué todavía Él oró al Padre? Además, ya que el Padre estaba en Él, ¿por qué Él tuvo que ir tan lejos, en el sentido de que levantó Sus ojos al cielo, en lugar de tomar la ruta más corta al mirar dentro de Sí mismo? Por ende, podemos ver aquí que existen dos aspectos en cuanto a la Trinidad Divina. El Hijo está en el Padre, y el Padre está en el Hijo: éste es el aspecto esencial. El Hijo, quien estaba en la tierra, levantó Sus ojos al cielo y oró al Padre; éste es el aspecto económico. Si uno no ve estos dos aspectos y en vez de ello se aferra tercamente a un solo aspecto, entonces no tiene el entendimiento completo de la verdad acerca de la Trinidad Divina.

  Hermanos y hermanas, respecto a la Trinidad Divina, no debemos debatir ciegamente como el hombre ciego percibiendo al elefante. Más bien, debemos conocer estos dos aspectos, el aspecto esencial y el aspecto económico. De esta manera, cuando leamos la Biblia, podremos ver la revelación completa acerca de la Trinidad Divina, y asimismo veremos también que la Biblia es coherente, sin ninguna contradicción, en esta revelación acerca de la Trinidad Divina.

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