Lectura bíblica: He. 10:19-20; Mt. 3:1-2, 4; Ro. 15:16; Ap. 5:9-10a; 1 P. 2:5; Mt. 28:19; He. 10:24-25; 1 Co. 14:26, 31
Desde 1984 hemos hablado de cómo implementar la nueva manera, y ya han pasado cuatro años y medio. Todos han hablado mucho acerca de esta manera, pero siento que aún nos hace falta recibir más revelación, visión y luz en cuanto a esto. En otras palabras, aún necesitamos ver la realidad interna de esta nueva manera.
Todas las cosas divinas en la Biblia tienen su apariencia externa y su realidad interna. Del mismo modo, cuando hablamos de la nueva manera, hay una distinción entre el aspecto externo y el aspecto interno, y es muy fácil que sólo veamos la manifestación externa de la nueva manera. Tanto en el Oriente como el Occidente, cada vez que la mayoría de hermanos y hermanas han hablado acerca de la nueva manera me ha dado la impresión de que se refieren principalmente a algunos métodos externos. Por ejemplo, pensamos que antes predicábamos el evangelio de cierta manera, y que ahora hemos cambiado de método. Según el entendimiento que tienen los hermanos y hermanas, este nuevo método es la nueva manera. Otro ejemplo es que pensamos que antes nos reuníamos de cierta manera y que ahora hemos cambiado en la manera de reunirnos. Incluso en nuestro servicio, pensamos que antes teníamos cierta práctica y que ahora tenemos otra. Según el entendimiento de los hermanos y hermanas, todos estos nuevos métodos son la nueva manera. En realidad, este entendimiento es equivocado. Es cierto que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, hay determinadas maneras de cumplir todos los mandamientos e instrucciones de Dios. Sin embargo, dentro de todas estas diferentes maneras de hacer las cosas existe una naturaleza interna.
Por ejemplo, aquí tenemos un vaso. Cuando vemos este vaso, de inmediato nos damos cuenta de que sirve para contener un líquido. La forma que tiene nos indica la naturaleza del contenido. Otro ejemplo es el de ir de compras a una tienda. Si usted compra un artículo rectangular, sin duda el vendedor lo pondrá en una caja rectangular. Por lo tanto, en todas las cosas el método debe corresponder con la naturaleza interna del objeto mismo. Según la revelación del Nuevo Testamento y en la experiencia que hemos adquirido de servir al Señor por tantos años, hemos visto claramente que hay cuatro asuntos que son muy importantes en nuestro servicio al Señor.
Lo más importante en nuestro servicio cristiano es la predicación del evangelio. Podemos comparar esto al matrimonio y al hecho de dar a luz. Después que una pareja joven se casa, lo primero que ocurre es que la esposa da a luz. Después que el niño nace, llega a ser el centro de atención de la familia. Si una pareja no tiene hijos, habrá una gran carencia. Los hijos son el centro de atención de la familia. Esto es así no sólo en el Oriente, sino también en el Occidente. Es una ley natural que Dios puso en el hombre. Alabado sea el Señor porque hoy todos somos salvos. En otras palabras, todos estamos casados. Lo que debe seguir es dar a luz. El alumbramiento espiritual es la predicación del evangelio. Pablo dijo: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Co. 4:15). Pablo predicaba el evangelio y condujo a muchos a la salvación. Luego, estos creyentes corintios llegaron a ser los hijos espirituales engendrados por Pablo.
El Señor nos dijo en Juan 15:5 que Él es la vid, y nosotros los pámpanos. La utilidad de la vid no reside en sus flores, es decir, no consiste en que la gente admire las flores. En vez de ello, la utilidad de la vid consiste en dar fruto. Si una vid no produce fruto, está destinada a ser cortada (v. 2). El significado de ser cortado no es que los creyentes se vayan al infierno o se pierdan, sino que perderán el disfrute que tienen de Cristo. Al principio usted es un pámpano que permanece en la vid, y todo lo que la vid es y tiene es su porción y disfrute; pero si usted sólo disfruta y no lleva fruto, perderá ese rico disfrute que tiene de Cristo.
Es algo terrible el ser cortados de la vid. La Biblia dice que la consecuencia de ser cortado es una especie de castigo y pérdida. Para evitar el destino de ser cortados, debemos llevar fruto. Para nosotros, quienes servimos al Señor, lo principal debe ser predicar el evangelio. A largo plazo, dar fruto debe hacerse de una manera óptima. No debemos dar ni demasiado ni muy poco fruto; tampoco debemos dar fruto ni muy rápidamente ni muy lentamente.
Después de que damos fruto, el paso siguiente es el de alimentar. Todas las madres saben que lo primero que un niño recién nacido hace es tomar leche. Por consiguiente, lo primero que una madre necesita aprender es amamantar a su hijo. En el pasado, después de que bautizábamos a las personas, solíamos invitarlas inmediatamente a la reunión del día del Señor por la mañana. Ahora nos hemos dado cuenta de que este método no es muy adecuado. Después de que un niño nace, no le pedimos que venga a nosotros para que se alimente, sino que, en vez de ello, nosotros vamos adonde él está y lo alimentamos con leche. Si no podemos ir a las casas de los nuevos creyentes todos los días, al menos debemos ir cada tres días. Lo mejor sería ir a verlos todos los días. Cuando vamos a los hogares de los nuevos hermanos y hermanas, y les damos el alimento espiritual, es lo que llamamos las reuniones de hogar.
Tanto en el Oriente como en el Occidente, en las iglesias se bautiza a un gran número de personas cada año. Pero año tras año la asistencia en la iglesia no aumenta significativamente. La razón de esto es que la mayoría de los que recién se bautizan mueren muy pronto. Tomemos como ejemplo a la iglesia en Kaohsiung. En 1952 había sesenta personas reuniéndose allí. Ahora, de eso ya han pasado treinta y siete años. Si usáramos sesenta como punto de referencia, y bautizáramos a un número promedio de 200 personas por año, debiéramos haber traído a más de siete mil personas a la iglesia. Pero el número de asistentes en Kaohsiung hoy es solamente cerca de mil doscientos. ¿Dónde se encuentran los otros seis mil? Posiblemente todos ellos han muerto. Esto se debe a que después que una persona es salva, nosotros somos muy fervorosos para recordarle que venga a las reuniones. Si ella no viene esta semana, tal vez la llamemos por teléfono. Puede ser que aún tengamos cierto fervor, pero este fervor no durará mucho, y después de dos o tres meses a nadie le interesará más dónde están estas personas recién bautizadas. Es por ello que les he dicho que en el pasado engendramos a muchas personas, pero después de engendrarlas no continuamos con la alimentación. Y aun, cuando alimentamos a algunos, no lo hicimos de una manera apropiada.
Por lo general concertamos citas con las personas para que vengan a las reuniones. Usamos el teléfono para invitarlas a que vengan. Incluso contratamos taxis para que vayan a recogerlas y traerlas a la reunión, y preparamos ágapes (comidas) para que ellas asistan. Nuestro único pensamiento es que ellas vengan, vengan, vengan. Pero nunca se nos ocurre que nosotros también podemos ir, ir, ir. En el pasado, cuando los nuevos creyentes venían, pensábamos que ellos eran muy atentos y amables con nosotros por haber aceptado venir, que con esto nos habían hecho un gran favor y nos habían honrado muchísimo. ¿Qué tal si ahora cambiamos por completo este pensamiento? En lugar de esforzarnos tanto por invitarlos a que vengan, ¿por qué más bien no les hacemos nosotros el favor y los honramos al ir a visitarlos? En el futuro, tenemos que cambiar completamente este pensamiento. En lugar de presionar a las personas para que vengan a las reuniones, debemos ir a sus hogares y reunirnos con ellos.
Por ejemplo, si diez personas han sido bautizadas, cada uno de nosotros debería escoger hacerse cargo de una de ellas. Lo mejor sería si algunos se disputaran entre sí, diciendo: “Esa persona es mía. ¡Yo quiero hacerme cargo de ella!”. Esto sería una muy buena señal. Espero que nadie sea tan cortés y diga: “Oh, yo no soy capaz de hacerlo. ¡Quédese usted con todas ellas!”. Aunque esto pueda sonar muy cortés, en realidad significa que estamos retrocediendo, significa que le estamos rehuyendo a nuestra responsabilidad. Si cada uno de nosotros acepta la responsabilidad de nutrir a otros, no me cabe ninguna duda de que los creyentes recién bautizados no morirán, pues todos ellos serán sustentados por medio de las reuniones de hogar.
En cuanto a la nueva manera, las dos palabras que me gustan más son “ir” y “casa”. Ir tiene como propósito engendrar hijos, y la casa es el lugar donde se lleva a cabo la alimentación. Tanto engendrar como alimentar son muy importantes. Pero después de engendrar y alimentar, aún se necesita enseñar. Efesios 4:8 y 10-11 nos dice claramente que la Cabeza ascendida en Su ascensión dio muchos dones a los hombres unos de ellos son apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, y otros pastores y maestros. Según el concepto natural humano, pensamos que estos dones son obreros enviados para laborar. Por ejemplo, pensamos que el evangelista es por naturaleza alguien que viaja y predica, y pensamos que ésta es una obra que nosotros no podemos hacer. En realidad, los dones que Pablo menciona aquí tienen como fin el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio, y la obra del ministerio redunda en la edificación del Cuerpo de Cristo. En otras palabras, estos dones han sido dados para perfeccionar a los santos.
Supongamos que yo soy un gigante en el evangelismo. Cuando convoco una reunión del evangelio, se congregan de tres a cinco mil personas para escucharme. Luego, después de la reunión, bautizo a mil personas. ¿Cómo puedo yo solo cuidar a estas mil personas? Tendré que empezar una labor similar a la que se hace en las escuelas para maestros, que consiste en educar de cincuenta a cien estudiantes para que realicen la labor de alimentar. Al final, no seré el único que puede engendrar, alimentar y enseñar. En esto consiste perfeccionar a los santos. El perfeccionamiento mencionado en Efesios 4 se refiere a esta clase de enseñanza.
Todos sabemos que es fácil engendrar un hijo. La labor de criarlo tampoco es muy difícil. Sin embargo, enseñar a un niño puede tardar muchos meses y años. Según el sistema educativo actual, un niño necesita recibir dieciséis años de educación. Sólo después que termina la universidad, podemos considerar que ha acabado exitosamente su adiestramiento. Ser educado de manera exitosa es ser perfeccionado. En lo referente a la educación espiritual, sólo cuando un santo es perfeccionado al grado en que puede desempeñar la labor del ministerio neotestamentario, podemos considerar que ha terminado su educación. La obra del ministerio neotestamentario es nada menos que la edificación del Cuerpo de Cristo. Éste es un término del que no se sabe nada en el cristianismo y es una obra que no se encuentra en ningún lugar en el cristianismo, pero ciertamente se halla en la Biblia. Más aún, el Señor nos ha mostrado que cuando todos los santos, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, son perfeccionados, todos ellos pueden edificar el Cuerpo de Cristo.
La edificación del Cuerpo de Cristo no depende de unas cuantas personas. No depende de los hermanos responsables de una iglesia, ni tampoco de los colaboradores y hermanos que sirven a tiempo completo. En lugar de ello, cada uno de los santos que han sido perfeccionado debería participar en la obra de edificar el Cuerpo de Cristo. Engendrar, alimentar, enseñar y edificar son los cuatro pasos principales en la nueva manera. Cuando cada uno de los santos en la iglesia sepa engendrar, alimentar, enseñar y edificar, el propósito eterno de Dios se cumplirá. El propósito eterno de Dios consiste en obtener el Cuerpo de Cristo, y los pasos que hay que dar para lograr este propósito son: engendrar por medio de la predicación del evangelio, alimentar por medio de las reuniones de hogar, enseñar por medio de las reuniones de los grupos pequeños, y edificar por medio de las reuniones de la iglesia.
En 1 Corintios 14:26 dice: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene enseñanza, tiene revelación, tiene lengua, tiene interpretación. Hágase todo para edificación”. Aquí Dios nos muestra el modelo para las reuniones de la iglesia. Según Efesios 5, los salmos no son simplemente para que los cantemos en la reunión, sino para hablemos sobre ellos. El versículo 19 dice que debemos hablarnos unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en nuestros corazones. Así pues, podemos darnos cuenta de que los himnos no sólo son útiles para que los cantemos o salmodiemos, sino también para que nos hablemos unos a otros con ellos. Por esta razón, en la reunión de la iglesia, antes de cantar un himno, no estaría nada mal que primero dedicáramos un tiempo para hablarnos unos a otros con los himnos. Uno disfruta un sabor cuando canta los himnos, pero el sabor es aún mejor cuando hablamos con los himnos. Hablar con los himnos es una manera de profetizar.
Todos tienen el deseo de profetizar en las reuniones, pero muchos no saben qué decir. La manera más sencilla es escoger un himno y usarlo para hablarnos unos a otros. Cada uno de nuestros himnos contiene una revelación y un mensaje. Cuando ejercitamos nuestro espíritu para hablar con los himnos, expresamos el contenido, la atmósfera y el espíritu de ese mensaje. La meta de profetizar es edificar la iglesia, lo cual equivale a edificar el Cuerpo de Cristo. Si usted habla un poco, si yo hablo un poco, y si todos hablamos un poco, se manifestarán las riquezas de Cristo. No importa cuán bien predique una persona, únicamente expresará sus propios pensamientos. Pero que todos profeticen es tener un banquete al estilo chino, donde cada uno trae un platillo y lo pone sobre la mesa. Las riquezas se exhibirán plenamente ante los ojos de todos. En las reuniones de la iglesia todos deben traer las riquezas de Cristo, todos deben hablar, todos deben escuchar y todos deben ejercer su función.
Lo que Dios desea obtener hoy no es una congregación, sino un Cuerpo. Una congregación es una organización, pero un cuerpo no es una organización, sino un organismo. Los miembros de un cuerpo humano no llegan a existir mediante la organización, sino de una manera orgánica. Del mismo modo, la iglesia de Dios no llega a existir por medio de la organización, sino de una manera orgánica. El cristianismo actual hace mucho hincapié en la congregación; como tal, ciertamente es una organización. En tanto que un orador culto y elocuente venga para hablar persuasivamente, la congregación se mantendrá unida. Pero una vez que se vaya, la congregación no podrá permanecer. Eso es lo que es una congregación o una organización. Lo que Dios desea no es una congregación, sino un Cuerpo. De ahí que Efesios 1:20-23 diga que Cristo resucitó de los muertos y transmitió todas las riquezas de ascensión en los que creen en Él. Los que creen en Él son la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Por esta razón, cada uno de los miembros de este Cuerpo debe realizar la labor de predicar el evangelio.
Mateo 28:19 dice: “Por tanto, id”. El verbo id no se refiere solamente a la pequeña compañía de discípulos. No se refiere únicamente a los ciento veinte que oraron el Día de Pentecostés en el aposento alto; más bien, se refiere a todos los que creen en el Señor. Todos los creyentes del pasado y del presente están incluidos en la palabra “id”. Todos nosotros, quienes somos los discípulos del Señor, debemos ir. Únicamente esto corresponderá a la naturaleza del Cuerpo que Dios desea. Lo que Dios desea no es un solo gigante del evangelio, sino un Cuerpo.
Por consiguiente, la predicación del evangelio debe llevarse a cabo por cada miembro del Cuerpo. Esto es semejante a caminar. Cuando camino, no sólo van mis pies, sino también mis piernas, mis hombros, mi cabeza y todo mi cuerpo. No podemos encontrar ningún lugar en todo el Nuevo Testamento donde el Señor mande sólo a una minoría de creyentes a que predique el evangelio. Lo que vemos es que el Señor da un mandato para todos los creyentes, cuando dice que “toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (vs. 8-19a). Toda autoridad nos ha sido dada. Por lo tanto, cuando nuestros equipos del evangelio salgan a hablar a otros, ellos deben ser muy valientes. No deben tener temor del cielo ni de la tierra. ¡No deben temer a nadie porque el Señor Jesús nos ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra! Por consiguiente, cada uno de nosotros puede predicar el evangelio. No importa con quién nos encontremos, podemos decirle con denuedo: “¡Arrepiéntete, y cree en Jesús!”. Ésta es la manera orgánica de ejercer nuestra función y también del mover orgánico.
La predicación del evangelio en el cristianismo no es un mover orgánico, sino, más bien, un movimiento organizacional. Los pastores contratan a alguien para que venga a predicar mientras todos los demás creyentes se sientan y escuchan. Eso es una organización. Hoy en día nosotros somos los miembros del Cuerpo de Cristo; por lo tanto, todos los hermanos deben ir y predicar el evangelio. Todas las hermanas también deben ir y predicar el evangelio. Todos deben ir y predicar el evangelio. Si lo hacemos, esto ciertamente estará en conformidad con la naturaleza del contenido del Nuevo Testamento. Permítanme decir una vez más que el contenido del Nuevo Testamento no tiene nada que ver con una congregación, con una denominación ni con una organización. Lo que Dios desea obtener es un Cuerpo. En lo que se refiere a la predicación del evangelio, sin excepción alguna, todos los miembros del Cuerpo de Cristo deben predicar el evangelio e ir.
No sólo todos deben predicar el evangelio, sino que además todos deben participar en las reuniones de hogar y en las reuniones de los grupos pequeños. Todos los ancianos saben que, por un lado, ellos desearían que en su iglesia hubiese el mayor número de personas posible; pero, por otro lado, temen que haya demasiadas personas. Esto se debe a que cuantas más personas haya, más problemas habrá, y a veces se hace imposible atender a tantos problemas. Anteriormente, designábamos líderes para que ejercieran el liderazgo. Estos líderes luego se convertían en otro tipo de pastor y predicador. Esta manera no concuerda con la naturaleza de Dios. Ahora cada uno de nosotros es un líder. Por ejemplo, si un grupo pequeño está formado de quince personas, todas ellas se reúnen para hablar y para aprender. Mientras los demás hablan, yo aprendo, y mientras yo hablo, los demás aprenden. Si en el grupo pequeño hay personas maduras, habrá muchas más razones para que todos aprendan. Con el tiempo, no sólo habrá una persona que enseñe, sino que todos enseñarán. Esto es lo que quiere decir el que todos participen en las reuniones de hogar y en las reuniones de grupo.
Si quinientas personas se bautizan hoy, de inmediato quinientos hermanos y hermanas deberían acercarse a reclamar cada uno un bebé. Aunque ellos no hayan sido engendrados por medio de usted, con todo, cuando usted los reclama, es como si los hubiese engendrado. Después de ser alimentados por seis meses, estos nuevos creyentes tendrán una condición estable. Entonces usted los conducirá a las reuniones de los grupos pequeños para que conozca a los miembros del grupo. De este modo, poco a poco ellos también aprenderán a cuidar de las personas y a ayudarlas. Cuando ellos lo vean a usted orando y cuidando de las personas y supliendo su necesidad, aprenderán a hacer lo mismo. Esto es semejante a una gran familia en la que los hermanos y hermanas menores aprenden a hacer lo que hacen sus hermanos y hermanas mayores. Cuando establezcamos un modelo en la reunión de los grupos pequeños, los recién bautizados encontrarán muchas lecciones que aprender. Esto es lo que significa que todos los miembros ejerzan su función juntos. Un grupo pequeño en el que todos los miembros ejercen su función llega a ser un cuerpo. Cada vez que la iglesia avanza en una dirección, todos los miembros actúan juntos en coordinación como un solo cuerpo.
La predicación del evangelio es para todos. Las reuniones de hogar y las reuniones de los grupos pequeños también son para todos. Asimismo, el profetizar es para todos. Cuando todos se reúnen, todos hablan. En cualquier tarea que nos propongamos hacer, siempre se hace difícil antes de empezar a hacerla. Pero una vez que decidimos hacerla, con gozo asumimos la responsabilidad. Nuestra responsabilidad diaria como cristianos consiste en practicar estos cuatro pasos principales de la nueva manera. Tocar puertas para predicar el evangelio y engendrar hijos espirituales es algo que todos deben hacer. Después de que un niño nace, todos deben asumir la responsabilidad de alimentarlo. Y no sólo es necesario alimentar, sino también enseñar. Después de enseñar, falta todavía el perfeccionamiento, y después del perfeccionamiento, aún hará falta el profetizar. Pareciera que estos cuatro pasos imponen exigencias a las personas. Sin embargo, si ustedes no los practican, les será muy difícil ser miembros del Cuerpo de Cristo en el recobro del Señor. La pregunta es esta: ¿qué clase de cristiano quiere ser usted hoy? ¿Quiere usted ser un vencedor o un perdedor?
La nueva manera que el Señor nos ha mostrado se halla establecida en las Escrituras. Todo lo que Él nos manda hacer concuerda con la naturaleza de Su Cuerpo y con los principios del Cuerpo. Por lo tanto, o nos olvidamos de la predicación del evangelio o lo hacemos juntos como un solo Cuerpo. De igual manera, o nos olvidamos de las reuniones de hogar o lo hacemos todos juntos. Aunque usted no pueda cuidar de dos personas cada semana, al menos podrá cuidar de una cada dos semanas. Cuidar de unos cuantos es siempre mejor que no cuidar de nadie. Una iglesia donde todos ejercen su función no sólo engendrará a nuevos creyentes, sino que además los retendrá, sustentará y mantendrá. Al cuidar de los nuevos creyentes no sólo es necesario apoyarlos espiritualmente y en oración, sino también cuidar de ellos físicamente y con respecto a su empleo. Ésta es la manera de perfeccionar a las personas. Al final todos llegarán a ser hijos de una familia de buena educación. Todos los que sean educados en esta vida de iglesia podrán predicar el evangelio y cuidar de los nuevos creyentes. Todos ellos tendrán reuniones de hogar y podrán cuidar de los nuevos creyentes. También podrán tener reuniones de grupos pequeños y retener a los nuevos creyentes y perfeccionarlos, de modo que todos ellos sean edificados juntos. Finalmente, todos podrán profetizar. Mientras estemos dispuestos a practicar estas cosas y cuanto más laboremos en esto, más competentes y diestros vendremos a ser.
Espero que todos los hermanos y hermanas vean que todo esto que les digo es conforme a la verdad hallada en la Biblia. La Biblia nos dice que al predicar el evangelio, no invitamos a las personas para que se reúnan con nosotros, sino que, más bien, nosotros vamos a ellas. El Señor no nos ha enviado a un lugar remoto como África. Mientras estemos dispuestos a tocar la puerta de nuestra tía, esta puerta se nos abrirá. Luego también tenemos que ir a tocar la puerta de nuestro tío. Después que hayamos contactado a nuestros parientes cercanos, aún tendremos que ir a los parientes lejanos. Además de ellos, tenemos que ir a nuestros compañeros de clase y a nuestros colegas. Cuando su tía sea salva, ella a su vez tendrá sus tías a las cuales podrá predicarles. Así pues, esta manera de predicar el evangelio no tiene fin.
Si ustedes deciden tomar la carga del evangelio de forma dinámica, no sólo podrán gustar el gozo y la bendición de la salvación en esta era, sino que también el día en que estén delante del Señor habrá un numeroso grupo de personas detrás de ustedes. Todas ellas serán personas que fueron salvas por medio de ustedes. Ese día ustedes ciertamente estarán llenos de gozo. Por el contrario, si no le predican el evangelio a nadie, ni salvan a nadie aun cuando los vean morir, les será muy difícil darle la cara al Señor. Ese día ustedes no tendrán la oportunidad de hacer lo que no hicieron. El Señor nos advirtió en Mateo 24 que si comemos y bebemos con los que se emborrachan y con los esclavos malos, el Señor vendrá el día que no sabemos, y nos separará y pondrá nuestra parte con los hipócritas (vs. 49-51).
En Su economía neotestamentaria, Dios desea obtener un Cuerpo. Este Cuerpo debe tener nuevos creyentes. Esperamos que se añadan más y más nuevos creyentes a la iglesia. Esto hará que las reuniones sean más elevadas y más ricas. A fin de lograr esto, cada miembro debe ejercer su función. Todos tienen que salir a predicar el evangelio. Después de que las personas sean bautizadas, todos tienen que alimentarlas. No teman que sus piernas se vayan a cansar de ir a las reuniones de hogar. Cada uno de nosotros debe ir a establecer a los nuevos creyentes y luego traerlos a las reuniones de los grupos pequeños. Después de esto, debemos traerlos a las reuniones del día del Señor por la mañana, para que sean atendidos y perfeccionados. Después de medio año, aquellos que estén bajo su cuidado podrán hacer lo mismo que hace usted. Para entonces, se podrá dividir el grupo pequeño para que se repita el ciclo una vez más. Salga de nuevo a tocar las puertas de las personas para conducirlas a la salvación. Establezca más reuniones de hogar y reuniones de grupos pequeños. Al avanzar continuamente de esta manera, la iglesia obtendrá un incremento y se propagará.
La nueva manera no es simplemente un método, pues tiene que ver con cierta naturaleza. La naturaleza de la nueva manera consiste en introducir a Dios en el hombre para que Dios se mezcle con el hombre, y así el hombre pueda llegar a ser el Cuerpo de Cristo. A fin de llegar a este punto, es preciso que ganemos a nuevos creyentes, que los alimentemos y que los guiemos a profetizar. Aparentemente, todas estas cosas son métodos; sin embargo, todos estos métodos concuerdan con la naturaleza interna de la nueva manera. Hoy en día, independientemente de si predicamos el evangelio, alimentamos a otros, asistimos a las reuniones de hogar y de grupos pequeños o profetizamos en las reuniones, cada una de estas actividades son el mover del Cuerpo. Al final, el Cuerpo de Cristo será producido y la economía neotestamentaria de Dios será realizada.