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Mensajes del libro «Secreto de la salvación orgánica que Dios efectúa: "El Espíritu mismo con nuestro espíritu" El»
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CAPITULO TRES

EL SECRETO DE LA RENOVACION Y LA TRANSFORMACION

BOSQUEJO

  1. El secreto de la renovación: la cuarta sección de la salvación orgánica realizada por Dios:
    1. Todos los creyentes regenerados fueron creados como un nuevo hombre en Cristo (Ef. 2:15; Col. 3:10); así que, ellos son la nueva creación (2 Co. 5:17 Gá. 6:15).
    2. Pero la nueva creación procede de la creación original de Dios, en la cual muchas cosas viejas deben ser renovadas para que sean hechas nuevas.
    3. De hecho, la creación del nuevo hombre la completó Cristo en la cruz (Ef. 2:15); pero en la práctica, los creyentes, quienes son los miembros del nuevo hombre, deben aplicar lo que Cristo logró siendo renovados en su vida práctica.
    4. La santificación implica renovación, la cual hace nuevos a los creyentes mientras opera en ellos.
    5. La renovación es la continuación del lavamiento de la regeneración—Tit. 3:5.
    6. El medio de la renovación:
      1. El Espíritu renovador (Tit. 3:5) mezclado con el espíritu regenerado de los creyentes en el cual mora Cristo como un solo espíritu que se extiende a la mente de ellos (Ef. 4:23) para renovar todo su ser como miembros del nuevo hombre.
      2. Al andar los creyentes en la novedad de la vida divina en la resurrección—Ro. 6:4:
        1. Despojándose ellos de su viejo hombre, es decir, renunciando a su viejo yo y negándose al mismo (Mt. 16:24)—Ef. 4:22.
        2. Vistiéndose del nuevo hombre, es decir, aplicando lo que Cristo logró al crear el nuevo hombre, viviendo y magnificando a Cristo mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo—Ef. 4:24; Fil. 1:19-21.
    7. Los creyentes son renovados al ser desgastados por los sufrimientos que experimentan en sus circunstancias—2 Co. 4:16:
      1. Que matan el hombre exterior de ellos.
      2. Que renuevan su hombre interior de día en día.
    8. Los creyentes tienen que ser renovados completa y exhaustivamente para que sean en la práctica y genuinamente la nueva creación, la cual es de Dios y para El—Gá. 6:15.
    9. Los creyentes deben ser renovados para ser tan nuevos como la Nueva Jerusalén, puesto que todos serán la parte que lleva la Nueva Jerusalén a su consumación—Ap. 21:2.
  2. El secreto de la transformación: la quinta sección de la salvación orgánica que Dios efectúa:
    1. La regeneración añadió la vida divina a la vida redimida de los creyentes, “injertando” la una en la otra; de este modo, ellos participan de la divinidad de Dios.
    2. La santificación obró en los creyentes, especialmente en su naturaleza, con la naturaleza santa de Dios a fin de cambiar la naturaleza de ellos; por consiguiente, ellos participan de la divinidad de Dios.
    3. La renovación obró en los creyentes, principalmente en su mente a fin de transformarla con la mente de Cristo; por lo tanto, ellos participan de la divinidad de Dios.
    4. La transformación obra en todo el ser de los creyentes por el Espíritu que los transforma, en su espíritu lleno de Cristo, transformándolos a la imagen gloriosa de Cristo, a fin de que participen de lleno de la divinidad de Dios:
      1. Se lleva a cabo por la renovación (Ro. 12:2b), y es el resultado de ésta.
      2. La renovación se lleva a cabo principalmente en la mente de los creyentes (Ef. 4:23), y la transformación, en su alma con miras a transformar todo su ser.
      3. No es una especie de corrección ni calibración externa.
      4. Es una especie de metabolismo, realizado al añadirse el elemento de la vida divina de Cristo al ser de ellos para que expresen exteriormente la imagen de Cristo.
      5. Esto lo logra el Señor Espíritu (el Cristo pneumático), quien transforma a los creyentes en la imagen de la gloria de Cristo—2 Co. 3:18.
      6. Los creyentes deben contemplar al Señor a cara descubierta y reflejarlo como un espejo que lo expresa a El.
      7. Los creyentes deben vivir y andar por el Espíritu (Gá. 5:16, 25) y andar según el espíritu mezclado (Ro. 8:4b), para que la vida divina de Cristo pueda regularlos y transformarlos en la imagen del glorioso Señor.
      8. La transformación debe llegar a su consumación por la conformación, la cual es la madurez en la vida divina que conforma a los creyentes a la imagen de Cristo, el Hijo primogénito de Dios; así ellos manifiestan a Dios en vida, en naturaleza, en su pensamiento, por dentro, y en su expresión, por fuera.

  Oración: Señor, te adoramos con todo nuestro reconocimiento. Reconocemos que Tú eres el Señor de todos, que eres el Dios que habla y que eres el Espíritu que imparte vida en nuestro ser. Señor, te alabamos porque podemos reconocer muchos aspectos relacionados contigo. Señor, al hablar Tu palabra, pedimos que seas un solo espíritu con nosotros y que hables en nuestras palabras, haciendo de nuestras palabras las Tuyas. Señor, queremos ser solo un espíritu contigo. No queremos hacer nada ni decir nada sin ser un solo espíritu contigo. Señor, en estos días, nos enseñas a hablar lo relacionado con una nueva cultura en un idioma nuevo. Señor, pedimos que nos des el nuevo idioma para la nueva cultura. Amén.

  En este mensaje llegamos a las siguientes dos secciones de la salvación orgánica que Dios efectúa: la renovación y la transformación.

I. EL SECRETO DE LA RENOVACIÓN

  La renovación es la cuarta sección de la salvación orgánica realizada por Dios.

A. Un nuevo hombre

  Todos los creyentes regenerados fueron creados como un nuevo hombre en Cristo (Ef. 2:15; Col. 3:10); así que, ellos son la nueva creación (2 Co. 5:17; Gá. 6:15). En Cristo nosotros, los creyentes judíos y los creyentes gentiles, fuimos creados como un nuevo hombre.

B. La nueva creación

  La nueva creación procede de la creación original de Dios, en la cual muchas cosas viejas deben ser renovadas para que sean hechas nuevas. Tal vez nos consideremos personas buenas, pero no importa si somos buenos o malos, pertenecemos a la vieja creación, así que necesitamos ser renovados.

C. La creación del nuevo hombre

  De hecho, la creación del nuevo hombre la completó Cristo en la cruz (Ef. 2:15); pero en la práctica, los creyentes, quienes son los miembros del nuevo hombre, deben aplicarse lo que Cristo logró, siendo renovados en su vida práctica. Necesitamos aplicarnos lo que Cristo ya logró.

D. La santificación implica renovación

  La santificación implica renovación, la cual hace nuevos a los creyentes mientras opera en ellos. Cuanto más somos santificados, más somos renovados. Por consiguiente, ser renovados se basa en la santificación constante.

E. La continuación del lavamiento de la regeneración

  Tito 3:5 dice que Dios “nos salvó ... mediante el lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo”. Esto nos dice que la renovación es la continuación del lavamiento de la regeneración. Primero Dios nos regenera, y luego nos renueva. La regeneración pone el fundamento de la vida divina sobre el cual la renovación edifica la vida divina en el creyente. La regeneración se logra una vez por todas, pero la renovación es un proceso que se efectúa durante toda la vida del creyente hasta que llega a ser un hombre plenamente maduro.

  En la regeneración una vida nueva, la vida divina, es añadida a nuestra vida natural, haciendo que estas dos vidas lleguen a ser una sola. En la santificación nuestra naturaleza distorsionada, torcida y perversa es corregida por la naturaleza santa de Dios. En la renovación, el espíritu mezclado penetra nuestra mente problemática, transformándola en la mente de Cristo (Fil. 2:5; 1 Co. 2:16). Nuestra mente es la fuente de muchos problemas y sin duda necesita ser renovada.

F. El medio de la renovación

1. El Espíritu renovador

  Somos renovados por el Espíritu (Tit. 3:5). Esto se logra al mezclarse el Espíritu renovador con el espíritu regenerado de los creyentes en el cual mora Cristo y el cual es un solo espíritu que se extiende a la mente de ellos (Ef. 4:23) para renovar todo su ser como miembros del nuevo hombre.

2. Al andar los creyentes en novedad de vida

  Nosotros los santos regenerados, como parte del nuevo hombre y como nueva creación, debemos andar en la novedad de la vida divina en la resurrección (Ro. 6:4).

a. Despojándose ellos de su viejo hombre

  Los creyentes tienen que despojarse de su viejo hombre, es decir, renunciar a su viejo yo y negarse a éste (Ef. 4:22; Mt. 16:24), para ser renovados por el espíritu mezclado, el Espíritu renovador con el espíritu regenerado de ellos. Negar el yo y llevar la cruz es aplicarse la cruz.

b. Vistiéndose del nuevo hombre

  Los creyentes también deben vestirse del nuevo hombre, es decir, aplicar lo que Cristo logró al crear el nuevo hombre, viviendo y magnificando a Cristo mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (Ef. 4:24; Fil. 1:19-21). Con la cruz uno se despoja del viejo hombre, y con el Espíritu uno se viste del nuevo hombre. Para vestirse del nuevo hombre se necesita la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.

G. Al ser desgastados

  La renovación ocurre al ser desgastados los creyentes por los sufrimientos que experimentan en sus circunstancias (2 Co. 4:16). Los sufrimientos matan el hombre exterior de los creyentes y renuevan su hombre interior de día en día. La vida humana es más una vida de sufrimiento que de disfrute. Muchos de los sufrimientos que los creyentes experimentan en sus circunstancias se relacionan con su vida familiar, o sea, su vida diaria con su cónyuge, sus niños y sus parientes. Nuestras circunstancias concuerdan con la disposición soberana de Dios, y no podemos escaparnos de ellas. Dios dispone nuestras circunstancias para que poco a poco nuestro hombre exterior se desgaste y nuestro hombre interior se renueve de día en día.

H. Los creyentes tienen que ser renovados

  Los creyentes tienen que ser renovados completa y exhaustivamente para que sean en la práctica y genuinamente la nueva creación, la cual es de Dios y para El (Gá. 6:15).

I. Para ser nuevos como la Nueva Jerusalén

  Los creyentes deben ser renovados para ser tan nuevos como la Nueva Jerusalén, puesto que todos serán la parte que lleva la Nueva Jerusalén a su consumación (Ap. 21:2). Nada de la vieja creación puede ser introducido en la Nueva Jerusalén. Puesto que la Nueva Jerusalén será constituida de los creyentes, éstos necesitan ser renovados completa y exhaustivamente.

II. EL SECRETO DE LA TRANSFORMACIÓN

  La transformación es la quinta sección de la salvación orgánica que Dios efectúa.

A. La vida divina añadida a la vida redimida de los creyentes

  La regeneración añadió la vida divina a la vida redimida de los creyentes, “injertando” la una en la otra; de este modo, ellos participan de la divinidad de Dios.

  Algunos maestros cristianos se aferran firmemente al concepto de una “vida cambiada”. Este concepto se encuentra en la biografía de J. Hudson Taylor escrita por su hijo y su nuera. Según este concepto, la vida cristiana es una vida cambiada, una vida en la cual cambiamos nuestra vida por la vida divina, la vida de Cristo. La enseñanza de la vida cambiada es un gran error. En el Nuevo Testamento no existe una vida cambiada. Es cierto que la primera parte de Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo”. Esto, por supuesto, es cierto: el viejo “yo” fue crucificado juntamente con Cristo, y este “yo” ya no vive. Sin embargo, en este versículo Pablo dice: “La vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe, la fe del Hijo de Dios”. Por un lado, el viejo “yo” fue crucificado; por otro, hay un nuevo “yo”, y el nuevo “yo” vive por la fe de Cristo. Esto no es asunto de una vida cambiada sino de una vida injertada, o sea, dos vidas que han sido unidas al ser injertada una en otra para formar una sola vida. Dios añadió Su vida divina a nuestra vida natural humana redimida, y la injertó en Su vida.

  Por medio de esta vida injertada los creyentes participan de la divinidad de Dios. Los creyentes son mezclados con Dios, y Dios se mezcla con ellos. Como resultado, los creyentes tienen la divinidad en su ser y participan de la divinidad de Dios.

B. Los creyentes son santificados en su naturaleza con la naturaleza de Dios

  La santificación obró en los creyentes, especialmente en su naturaleza, con la naturaleza santa de Dios a fin de cambiar la naturaleza de ellos; por consiguiente, ellos participan de la divinidad de Dios. Cuanto más somos santificados, más participamos de la divinidad de Dios.

C. Los creyentes son renovados principalmente en su mente

  La renovación obró en los creyentes, principalmente en su mente a fin de transformarla con la mente de Cristo; por lo tanto, ellos participan de la divinidad de Dios.

  Tres eventos nos hacen participar de la divinidad de Dios: la regeneración, la santificación y la renovación. La regeneración cambia nuestra vida, la santificación cambia nuestra naturaleza, y la renovación cambia nuestra mente. Estos tres capacitan a los creyentes de Cristo para que participen de la divinidad de Dios. Si entendemos esto, veremos que nosotros como creyentes no sólo somos humanos sino también divinos. Hoy nosotros los creyentes de Cristo somos tanto divinos como humanos. Somos personas humanas y divinas. Puesto que somos divinos y humanos, también somos místicos.

D. Todo el ser de los creyentes es transformado

  La transformación obra en todo el ser de los creyentes por el Espíritu que los transforma, en su espíritu lleno de Cristo, transformándolos a la imagen gloriosa de Cristo, a fin de que participen de lleno de la divinidad de Dios. Ser lleno de Cristo, quien es divino, es ser lleno de la divinidad. Actualmente participamos de la divinidad de Dios solamente en parte, pero cuando todo nuestro ser sea transformado y lleno de la divinidad, participaremos plenamente de la divinidad de Dios.

1. El resultado de la renovación

  La transformación se lleva a cabo por la renovación; es el resultado de la renovación. Romanos 12:2 dice: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. Esto indica que la transformación es resultado de la renovación.

2. La transformación en el alma de los creyentes

  La renovación se lleva a cabo principalmente en la mente de los creyentes (Ef. 4:23), y la transformación, en el alma de ellos con miras a transformar todo su ser.

3. No es corrección ni calibración externa

  La transformación no es una especie de corrección ni calibración externa.

4. Una especie de metabolismo

  La transformación es una especie de metabolismo, realizado al añadirse el elemento de la vida divina de Cristo al ser de los creyentes, para que expresen exteriormente la imagen de Cristo. Esto se puede observar en el semblante saludable adquirido por la nutrición apropiada. La manera de obtener un semblante saludable no es aplicar cosméticos, sino comer alimento nutritivo y digerirlo y asimilarlo metabólicamente. Si comemos bien, el alimento que digerimos y asimilamos nos proporcionará un cambio exterior y visible en nuestro semblante. El principio también se aplica a la transformación. La transformación es asunto del metabolismo interior, el cual da por resultado una expresión exterior.

5. Por el Señor Espíritu

  La transformación se logra por el Señor Espíritu (el Cristo pneumático), quien transforma a los creyentes en la imagen de la gloria de Cristo (2 Co. 3:18). El metabolismo relacionado con la transformación finalmente nos transforma en la imagen de la gloria de Cristo.

6. Contemplar al Señor a cara descubierta

  Los creyentes deben contemplar al Señor a cara descubierta y reflejarlo como un espejo que lo expresa a El. Esto provee la base y la manera por las cuales el Espíritu transformador transforma todo el ser de los creyentes a la imagen gloriosa de Cristo, el Hijo primogénito de Dios, quien expresa a Dios a lo sumo.

7. Vivir y andar por el Espíritu

  Los creyentes deben vivir y andar por el Espíritu (Gá. 5:16, 25) y andar según el espíritu mezclado (Ro. 8:4b), para que la vida divina de Cristo pueda regularlos y transformarlos en la imagen del glorioso Señor.

8. Llegar a la consumación por la conformación

  La transformación debe llegar a su consumación por la conformación, la cual es la madurez en la vida divina que conforma a los creyentes a la imagen de Cristo, el Hijo primogénito de Dios, para que participen plenamente de la divinidad de El. Así ellos manifiestan a Dios en vida, en naturaleza, en su pensamiento, por dentro, y en su expresión, por fuera para disfrutar la filiación divina y participar plenamente de la divinidad de Dios.

  Ahora quisiera añadir algo en cuanto a una nueva expresión que el Señor nos dio: participar de la divinidad de Dios. Estas palabras son muy extrañas y maravillosas. Creo que esto es totalmente nuevo. En la salvación orgánica que Dios efectúa nosotros los creyentes de Cristo podemos participar de la divinidad de Dios. La vida de Dios fue impartida en la nuestra, Su naturaleza está siendo forjada en nuestra naturaleza, Su mente está siendo forjada en la nuestra, e incluso nosotros tenemos Su elemento divino, que es las riquezas de Su vida inescrutable, la cual transforma todo nuestro ser. Por tanto, tenemos la vida de Dios, Su naturaleza, Su mente y todas Sus riquezas como elemento divino, y ahora podemos participar plenamente de Su divinidad. El hecho de que nosotros participemos de la divinidad de Dios significa que El nos convierte en El mismo. El nos hace Dios en vida, naturaleza, en manera de pensar y en expresión, pero no en deidad.

  Que Dios se forje en nosotros de este modo no significa solamente que nos hace santos, y no es meramente hacernos perfectos, victoriosos y espirituales. Dios forja Su vida, Su naturaleza, Su mente y Su elemento en nosotros para hacernos Dios en vida, en naturaleza, en mente y en expresión.

  En cuanto a esto, tengo una carga muy pesada para con ustedes, especialmente para con los colaboradores y los ancianos. Tengo la plena certeza de que ustedes son uno con el ministerio por el recobro del Señor, y lo agradezco. Pero estoy muy preocupado de que tal vez no sepan ni admitan que Dios impartió Su vida en nosotros, que forja Su naturaleza en la nuestra, que forja Su mente en la nuestra y que forja Sus riquezas inescrutables en todo nuestro ser, especialmente en nuestro espíritu y nuestra alma. Finalmente, cuando nuestro cuerpo sea glorificado, seremos igual a Dios en cada parte de nuestro ser. Esto no es un pensamiento humano, sino la revelación divina. Todos debemos ver esto y orar: “Señor, fórjete en mí ricamente, en todo aspecto, o sea, en el aspecto de Tu vida, Tu naturaleza, Tu mente y Tu rico elemento, para hacer todo mi ser —espíritu, alma y cuerpo— igual a Ti”.

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