
Oración: Señor, te alabamos de nuevo. En esencia eres el segundo de la Trinidad, pero económicamente primero te hiciste carne, luego llegaste a ser el Espíritu vivificante, y ahora eres el Espíritu séptuple intensificado. Te damos gracias porque en cuanto a esencia nunca cambiaste. Desde la eternidad hasta la eternidad permaneces igual. También te damos gracias porque económicamente cambiaste. Cambiaste al hacerte carne. Luego como postrer Adán en la carne cambiaste de nuevo al hacerte el Espíritu vivificante. Como Espíritu vivificante cambiaste de nuevo, y ahora eres el Espíritu siete veces intensificado. Te alabamos por lo que hiciste para efectuar la obra redentora judicial de Dios. Te alabamos por lo que haces para llevar a cabo la obra salvadora de Dios orgánicamente y por lo que haces en Tu intensificación a fin de llevar a cabo la economía de Dios. ¡Cuánto te adoramos! Señor, te pedimos que nos enseñes en cuanto a todo esto. Creemos que ésta es Tu teología completa y perfecta. Señor, salva a Tu pueblo para que sea transformado y llegue a ser los materiales preciosos, o sea, el oro, la plata y las piedras preciosas, y no quede madera, heno ni hojarasca. Señor, tememos y temblamos, pues tenemos miedo de estar en la segunda categoría. Señor, queremos estar en la primera categoría y tener todos los materiales preciosos y transformados. Oramos pidiendo que nos cubras. Señor, Tú eres el Alfa y la Omega. Nos diste un buen comienzo, y ahora te pedimos que nos des una buena conclusión. Amén.
El secreto de la obra intensificada de la salvación orgánica que Dios efectúa es algo además de la salvación orgánica. Como vimos, la salvación orgánica que Dios efectúa tiene ocho secciones, y va desde la regeneración hasta la glorificación. Pero a fin de que la economía de Dios sea completa y consumada, es decir, para que Dios obtenga la Nueva Jerusalén, se necesita algo adicional. El Señor Jesús, después de resucitar y en Su ministerio celestial, estableció muchas iglesias, pero poco después las iglesias se degradaron. Esto hizo que fuera necesario que Cristo, quien había llegado a ser el Espíritu vivificante en la resurrección, se intensificara como Espíritu siete veces intensificado. Esto se revela claramente en el libro de Apocalipsis (1:4; 3:1; 4:5; 5:6).
Muchas veces los cristianos dicen que el ministerio de Cristo tiene dos partes o secciones, a saber: Su ministerio terrenal y Su ministerio celestial. Pero el ministerio de Cristo en realidad tiene tres secciones. La tercera sección de Su ministerio es el ministerio celestial siete veces intensificado. Este ministerio es Su ministerio celestial, pero es un ministerio celestial que fue intensificado siete veces.
La primera sección del ministerio de Cristo fue Su ministerio terrenal. Este ministerio fue efectuado por El judicialmente en la carne desde Su encarnación hasta Su muerte. En Su carne murió por nosotros conforme a los justos requisitos de la ley de Dios.
La segunda sección del ministerio de Cristo es Su ministerio celestial. Este ministerio es llevado a cabo por El como Espíritu vivificante orgánicamente en la esfera mística, desde Su resurrección hasta el final del milenio. El ministerio de Cristo en esta sección es totalmente orgánico, pues El lo lleva a cabo en la vida de resurrección.
La tercera sección del ministerio de Cristo es Su ministerio celestial siete veces intensificado. Este ministerio es llevado a cabo por El como Espíritu vivificante siete veces intensificado, que fue intensificado orgánicamente en la esfera mística, desde la degradación de la iglesia hasta la plena consumación de la Nueva Jerusalén. Ahora Cristo no es sólo el Espíritu vivificante, sino el Espíritu vivificante siete veces intensificado que lleva a cabo Su ministerio celestial siete veces intensificado. La primera sección del ministerio de Cristo fue judicial, la segunda sección es orgánica, y la tercera sección es intensificada siete veces.
Muy pocos cristianos saben que hoy no debemos estar meramente en el ministerio celestial de Cristo, sino en Su ministerio celestial siete veces intensificado. Todos debemos estar en la tercera sección del ministerio de Cristo. Hoy el Señor obra no sólo como Espíritu vivificante sino también como Espíritu siete veces intensificado. Este Espíritu se puede comparar con el brillo del sol mencionado en Isaías 30:26, donde dice que en el milenio “la luz del sol [será] siete veces mayor”. Hoy el Espíritu que nos llena y nos satura es el Espíritu vivificante siete veces intensificado. Todos debemos ver esto y luego orar diciendo: “Señor, te adoro porque Tú como Espíritu siete veces intensificado obras en mí”.
En el pasado algunos han tratado de discutir con nosotros, diciendo que Cristo no puede cambiar y citando Hebreos 13:8, que dice: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. En cuanto a esto diríamos que Cristo no cambió en cuanto a esencia, sino que cambió económicamente. En esencia El es el mismo desde la eternidad hasta la eternidad, pero económicamente cambió de tres maneras, al hacerse carne en Su encarnación, al llegar a ser el Espíritu vivificante en Su resurrección, y al intensificarse para ser el Espíritu vivificante siete veces intensificado.
Al considerar el secreto de la obra intensificada de la salvación orgánica que Dios efectúa, primero debemos prestar atención a la degradación de la iglesia. Si no hubiera existido degradación, no habría sido necesario que Cristo se intensificara siete veces. La intensificación séptuple de Cristo se debe a la degradación de la iglesia.
La degradación de la iglesia ocurrió al final del ministerio del apóstol Pablo, cerca del año 60 d. de C.
Todos los creyentes de Asia le volvieron la espalda a Pablo (2 Ti. 1:15). Le volvieron la espalda no a la persona de Pablo sino a su ministerio.
Himeneo y Fileto dijeron que ya había ocurrido la resurrección (2:17-18). Enseñaron la herejía de que no habría resurrección.
Demas, un colaborador del apóstol Pablo, amó al siglo presente y abandonó al apóstol (4:10). Esto también fue un aspecto de la degradación de la iglesia.
Alejandro el calderero, quien tal vez fue amigo íntimo de Pablo, le causó muchos males y se opuso en gran manera a sus palabras (vs. 14-15).
En la primera defensa del apóstol nadie estuvo con él para apoyarlo, pues todos lo abandonaron (v. 16).
La degradación al final del ministerio del apóstol Pedro también ocurrió cerca del año 60 d. de C.
Los falsos maestros enseñaban herejías que negaban la redención que el Señor había efectuado (2 P. 2:1).
Las personas malignas dejaron el camino recto, es decir, el camino del Nuevo Testamento, extraviándose y siguiendo el camino de Balaam, el cual amó el pago de la injusticia (v. 15).
Los burladores se mofaban, pues no creían en el regreso del Señor (3:3-4).
Los indoctos e inconstantes torcían las enseñanzas del apóstol Pablo (vs. 15-16).
La degradación al final del ministerio del apóstol Juan ocurrió cerca del año 90 d. de C.
Muchos anticristos mentían, negando que Jesús es el Cristo, el Ungido de Dios (1 Jn. 2:18, 22).
Muchos falsos profetas, por el espíritu de engaño, no confesaban que Cristo había venido en la carne (4:1-2, 6).
Muchos engañadores como anticristos, que no confesaban que Cristo había venido en la carne, iban más allá de la enseñanza de Cristo (2 Jn. 7, 9-11).
Diótrefes, quien amaba ser el primero en la iglesia, no recibía a los apóstoles, parloteaba con palabras malignas contra ellos, y prohibía que recibieran a los hermanos y echaba de la iglesia a los que lo hacían (3 Jn. 9-10).
De todo lo anterior podemos ver qué clase de degradación prevalecía. Al final del ministerio de los tres escritores principales del Nuevo Testamento —Pablo, Pedro y Juan— prevalecía la degradación. Por causa de esta degradación el Espíritu vivificante, es decir, el Cristo pneumático, tenía que intensificarse siete veces.
Cristo como Espíritu vivificante fue intensificado para ser los siete Espíritus, el Espíritu vivificante siete veces intensificado (Ap. 1:4; 4:5; 5:6).
En Apocalipsis 1:4 y 5 el Espíritu llega a ser el segundo, el centro, de la Trinidad Divina. La secuencia de la Trinidad Divina mencionada en Mateo 28:19 es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Allí el Padre como fuente es el primero, el Espíritu es el último, y el Hijo es el centro, el segundo. En Apocalipsis 1:4 y 5 la secuencia cambia: “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir [el Padre], y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, y el Soberano de los reyes de la tierra”. Este cambio en cuanto a secuencia revela la importancia de la función del Espíritu siete veces intensificado. Pero en cierto sentido la secuencia no ha cambiado, porque Cristo como Espíritu, quien es la consumación del Dios Triuno, sigue siendo el centro de la Trinidad Divina.
El Espíritu siete veces intensificado, los siete Espíritus, es las siete lámparas que arden delante del trono de Dios (4:5). A causa de la degradación, muchas cosas deben ser quemadas. Pero las lámparas no tienen como fin principal quemar sino iluminar. Cuando las lámparas iluminan, también queman.
El Espíritu siete veces intensificado, los siete Espíritus, es los siete ojos del Cordero enviados por toda la tierra, los cuales escudriñan e inspiran a todas las iglesias y a todos los santos (5:6).
Los siete Espíritus, como los siete ojos del Cordero, son uno con el Cordero. Los ojos de usted no están separados de usted mismo. Cuando mira a alguien, sus ojos le miran, y cuando sus ojos miran a alguien, usted mismo le mira. El hecho de que los siete Espíritus sean los siete ojos de Cristo el Cordero indica que Cristo y el Espíritu son uno. Es una herejía decir que el Espíritu no es uno con Cristo. Del mismo modo que los ojos de una persona no están separados de ella, los siete Espíritus como los siete ojos de Cristo no están separados de Cristo. Los siete Espíritus son Cristo mismo porque son los ojos de Cristo. Los siete Espíritus son Cristo mismo de modo pneumático.
Los siete Espíritus como los siete ojos escudriñan e inspiran. Mientras los ojos de usted escudriñan a una persona, infunden algo de usted mismo en ella. Cristo, con los siete Espíritus como Sus ojos, escudriña todas las iglesias y a todos los santos, y también se infunde en las iglesias y en los santos. Por un lado, tal vez temamos que El nos escudriña, pero por otro, debemos recibirlo y estar agradecidos porque siempre se nos infunde. En realidad, El escudriña y se infunde, porque estas dos cosas vienen acompañadas la una de la otra. Al escudriñarnos, se nos infunde.
Tal vez experimentemos esto al orar. Mientras oramos, el Señor nos escudriña y se nos infunde. Supongamos, por ejemplo, que un hermano habla a su esposa con las palabras correctas, pero con un mal espíritu. Después, cuando ora, el Señor lo escudriña y lo regaña por estar mal con su esposa. El hermano se arrepiente y dice: “Señor, estuve mal con mi esposa, pero me es difícil arrepentirme ante ella y pedirle perdón”. Pero el Señor no sólo escudriña y reprende a este hermano, sino que también se infunde en él. Como resultado de esta infusión, el hermano tiene la suministración suficiente para ir a su esposa, confesar y pedirle perdón.
Cristo, como Espíritu siete veces intensificado, salva a los creyentes de lo relacionado con la degradación de la iglesia.
El Espíritu siete veces intensificado salva a los creyentes de la vida formal de iglesia, la pérdida del primer amor por el Señor, de la capacidad iluminadora del candelero y del disfrute de Cristo como vida, que se experimentó en la iglesia en Efeso (2:1-7). La iglesia en Efeso había perdido cuatro cosas: la vida auténtica y apropiada de iglesia, el primer amor por el Señor, la capacidad iluminadora del candelero y el disfrute de Cristo como vida. Tal pérdida es muy grave.
Algunas de las iglesias del recobro del Señor quizás hayan perdido estas cuatro cosas. En vez de una vida de iglesia verdadera y auténtica, los santos de estas iglesias tienen sólo una vida de iglesia formal. Los santos siguen amándose, pero su amor es muy formal. No tienen el amor verdadero y auténtico por los hermanos. Además, los santos de estas iglesias siguen asistiendo a las reuniones, pero lo hacen de modo formal. Muchos santos tienen esta clase de formalidad. Debemos ser auténticos, y ser auténticos consiste en estar en el espíritu y actuar en el espíritu.
Si perdemos nuestro primer amor por el Señor, no seremos cariñosos con El. Aunque sigamos sirviéndole, seremos indiferentes al servir. Necesitamos ser salvos de la vida formal de iglesia y servir al Señor con un espíritu ferviente (Ro. 12:11).
Los creyentes necesitan ser salvos por los siete Espíritus de la derrota que conduce a experimentar la segunda muerte, descrita por lo que el Señor dijo a la iglesia en Esmirna (Ap. 2:8-11). Los que son derrotados según se describe en los versículos 10 y 11 tal vez experimenten la segunda muerte, el lago de fuego. Por tanto, debemos entender que es posible que una persona salva sufra daño en el lago de fuego como segunda muerte.
Los creyentes necesitan ser salvos de la mundanalidad, la unión matrimonial con el mundo y la enseñanza de Balaam y de los nicolaítas, expresadas en la iglesia en Pérgamo (vs. 12-17).
El Espíritu siete veces intensificado salva a los creyentes de la fornicación, la idolatría, la enseñanza demoníaca y las profundidades satánicas del catolicismo, representados por la iglesia en Tiatira (vs. 18-29). En la Iglesia Católica hoy existen muchas enseñanzas demoníacas, por ejemplo, la enseñanza según la cual uno puede acortar el tiempo que otra persona pase en el purgatorio. Aunque la Iglesia Católica enseña correctamente en cuanto a Dios, Cristo y la redención, esta enseñanza ha sido “leudada” al ser mezclada con prácticas paganas, doctrinas heréticas y asuntos malignos. Muchos de éstos se enumeran en el libro titulado Las dos Babilonias.
Además, los creyentes necesitan ser salvos de la muerte espiritual —el estar muerto y moribundo— del protestantismo, representada por la iglesia en Sardis (3:1-6). La muerte espiritual prevalece en el protestantismo de hoy. Algunos de los que están en las denominaciones son muy buenos, pero la mayoría o está muerta o moribunda.
Los creyentes necesitan ser salvos de la pérdida de la corona, la cual ya fue ganada entre las asambleas de los Hermanos, representada por la iglesia en Filadelfia (vs. 7-13). La palabra Filadelfia significa amor fraternal”. Algunos de los que están entre las asambleas de los Hermanos ganaron la corona, pero finalmente fueron derrotados y quedaron en peligro de perder la corona cuando regrese el Señor. Por consiguiente, el Señor advirtió: “Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (v. 11).
Finalmente, Cristo como el Espíritu siete veces intensificado salva a los creyentes de la tibieza y la escasez de Cristo entre las asambleas degradadas de los Hermanos, representadas por la iglesia en Laodicea (vs. 14-22). Sabemos que la iglesia en Laodicea carecía de Cristo por el hecho de que El estaba fuera, llamando a la puerta (v. 20). Esto indica que tal vez tengamos a Cristo de nombre pero no en la realidad. Necesitamos tener cuidado para que esto no llegue a ser nuestra situación hoy. Todos debemos considerar estos asuntos no con relación a los demás sino con relación a nosotros mismos.
Veamos ahora el medio por el cual los creyentes son salvos de la degradación de la iglesia.
Cristo nos salva de la degradación al hablar. En Apocalipsis 2 y 3 el hablar del Cristo pneumático, ilimitado, siete veces intensificado que comunica la vida a las siete iglesias al principio de cada epístola, llega a ser el hablar del Espíritu vivificante, siete veces intensificado y todo-inclusivo dirigido a las siete iglesias al final de cada epístola universalmente (2:1, 7, 8, 11, 12, 17, 18, 29; 3:1, 6, 7, 13, 14, 22). Al principio de cada una de las siete epístolas Cristo habla, pero al final de cada epístola es el Espíritu quien habla. El hablar de Cristo, entonces, llega a ser el hablar del Espíritu. Con esto vemos que el hablar de Cristo y el del Espíritu son uno solo. Cristo habla a una iglesia local específica, y el Espíritu habla al Cuerpo universal. Con este hablar Cristo nos salva de la degradación de la iglesia actual.
Cristo salva a los creyentes también al participar los santos vencedores que viven en el espíritu, que es atraído por el Cordero (1:10; 4:2; 17:3; 21:10; 14:4). Cristo y el Espíritu hablan, y los santos vencedores responden y dicen: “Sí” al Señor. Los creyentes que responden de este modo serán salvos.
El Espíritu siete veces intensificado salva a los creyentes de la degradación, pero ¿por cuál razón? Para responder a esta pregunta, debemos ver la meta de la obra intensificada de la salvación orgánica que Dios efectúa.
Esta salvación produce a los vencedores a fin de que edifiquen el Cuerpo de Cristo para producir la consumación inicial de la Nueva Jerusalén en la edad del reino (2:7) y para dar plena consumación a la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva (21:2). Al considerar la situación de los cristianos actuales, tal vez nos preguntemos quién edificará el Cuerpo de Cristo. Sin los vencedores, el Cuerpo de Cristo no se puede edificar, y si el Cuerpo de Cristo no se edifica, Cristo no podrá regresar para obtener a Su novia. Cristo regresará no sólo como Salvador sino también como Novio para casarse con Su novia, quien será el conjunto de los vencedores. La edificación del Cuerpo de Cristo se lleva a cabo por los vencedores producidos por Dios en la obra intensificada de la salvación orgánica.
La edificación del Cuerpo de Cristo es efectuada por los vencedores en esta edad para producir la consumación inicial a la Nueva Jerusalén en la edad del reino y para dar plena consumación a la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva.
La obra intensificada de la salvación orgánica que Dios efectúa también tiene como fin preparar completamente a la novia de Cristo, a fin de que el Novio pueda celebrar Su boda triunfal en el milenio para Su satisfacción según Su beneplácito (19:7-9). Juan 3 indica que Cristo es el Novio que viene para adquirir la novia, que se compone de todas las personas regeneradas. Pero ya han pasado casi dos mil años, y la novia todavía no se ha preparado. Los vencedores producidos por la obra intensificada de Cristo edificarán el Cuerpo de Cristo, el cual llegará a ser la novia de Cristo. Por tanto, la boda de Cristo tendrá lugar como resultado de Su obra intensificada.
La obra intensificada de Cristo tiene como fin formar el ejército nupcial para que Cristo derrote y destruya a Sus peores enemigos en la humanidad, a saber, el anticristo y su falso profeta (Ap. 19:11-21; 17:14). Al final de esta edad el anticristo y su falso profeta se levantarán y serán los peores enemigos de Cristo en la humanidad. ¿Quién los derrotará? Estos enemigos serán derrotados por el ejército nupcial de Cristo, formado por los vencedores. Cristo y Su desposada pelearán en contra de Sus enemigos humanos y los destruirán.
Además, la obra intensificada de Cristo tiene como fin atar a Satanás y echarlo en el abismo donde estará mil años (20:1-3).
Finalmente, la obra intensificada de Cristo tiene como fin traer el reino de Cristo y de Dios, el cual será el milenio (vs. 4-6).
La obra intensificada de Cristo dará como resultado final que el Espíritu finalmente consumado como la consumación del Dios Triuno procesado llega a ser el Novio, y el conjunto de los santos vencedores llega a ser la novia del romance universal entre el Dios redentor y Su hombre redimido como conclusión de las Escrituras (22:17).
Las palabras enumeradas a continuación en cuanto al Espíritu compuesto, todo-inclusivo y vivificante que mora en nosotros, también revelan el secreto de la salvación orgánica que Dios efectúa:
A. El Espíritu consumado como segundo Paracleto (el Consolador), Cristo hecho real como el primer Paracleto, cuida a los creyentes, especialmente en cuanto al hecho de que la Trinidad Divina sea el principal elemento de vida en la salvación orgánica que Dios efectúa (Jn. 14:16-18).
B. El Espíritu que mora en los creyentes les ayuda en su debilidad y El mismo intercede al gemir en el espíritu de ellos para que todo coopere para bien a los que aman a Dios a fin de que sean conformados a la imagen de Su Hijo, para que éste sea el Primogénito entre muchos hermanos (Ro. 8:26, 28-29).
C. El creyente que se une al Señor puede experimentarle al máximo, incluso al grado de ser un solo espíritu con el Señor (Dios) (1 Co. 6:17).
D. El Padre fortalece a los creyentes en su hombre interior, conforme a las riquezas de Su gloria, con poder por Su Espíritu, para que Cristo haga Su hogar en el corazón de ellos a fin de que sean llenos hasta la plenitud del Dios Triuno para Su expresión corporativa (Ef. 3:16-19). Cuando Cristo tenga la libertad de hacer Su hogar en nuestro corazón, seremos llenos hasta la plenitud del Dios Triuno y seremos el Cuerpo que expresa corporativamente al Dios Triuno.
E. El apóstol que procuró conocer a Cristo y ganarlo fue capacitado para hacerlo todo en Cristo, quien le revistió de poder por Su Espíritu, que tiene una suministración abundante (Fil. 3:10a, 12; 4:13; 1:19).