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Mensajes del libro «Servir en el espíritu humano»
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Servir en el espíritu humano

PARTE I — LA BASE DE NUESTRO SERVICIO

PREFACIO

  Por ser hijos del Señor, necesitamos llevar una vida espiritual apropiada y también necesitamos tener un servicio espiritual apropiado. Este libro contiene mensajes dados por Witness Lee en 1963 y 1969 en Los Ángeles, California, y abarca los tres asuntos cruciales para servir al Señor en la iglesia mostrándonos que para tener el servicio cristiano apropiado debemos servir en el Cuerpo, en nuestro espíritu humano y por medio de oración.

  La Biblia revela que el fundamento de todo servicio cristiano genuino es la iglesia que ha sido edificada. La meta única de Dios consiste en obtener un Cuerpo para Cristo. Él no nos regeneró para que fuéramos unidades completas en nosotros mismos (Col. 3:15), sino para que fuéramos miembros de este Cuerpo único (1 Co. 12:12, 20), el cual es una entidad corporativa, una casa espiritual, un sacerdocio santo y real (1 P. 2:5, 9). Hemos sido colocados en el Cuerpo (1 Co. 12:18) y como miembros debemos ser concertados mutuamente (v. 24), y como piedras vivas debemos ser edificados juntos (1 P. 2:5). Nuestro servicio nunca debe llevarse a cabo de una manera independiente o individualista, sino en coordinación con los demás miembros en el Cuerpo (Ro. 12:4-5). Nuestro servicio debe ser algo del Cuerpo, en el Cuerpo, con el Cuerpo y para el Cuerpo. A fin de entrar en la realidad y sentido práctico de este servicio, se necesita el crecimiento en vida. Sin el crecimiento en vida, la iglesia no puede ser edificada (Ef. 3:21; 4:15-16), y sin que la iglesia sea edificada no se puede tener el servicio genuino.

  Además, sin el Espíritu Santo no tenemos la manera de servir. Sin embargo, para aplicar al Espíritu Santo en nuestro servicio, debemos servir a Dios en nuestro espíritu humano (Ro. 1:9), incluso en la novedad del espíritu (7:6). Cuando fuimos regenerados, nacimos del Espíritu Santo en nuestro espíritu (Jn. 3:6) y llegamos a ser un solo espíritu con el Señor (1 Co. 6:17). Desde ese momento en adelante necesitamos vivir, andar, actuar y servir en el espíritu. El propósito principal de nuestro servicio es ministrar a Cristo como vida a otros; por tanto, mientras servimos al Señor en el Cuerpo, debemos usar nuestro espíritu para tener contacto con el Dios Triuno (Jn. 4:24). En el libro de Efesios, que trata del Cuerpo de Cristo, Pablo habla de nuestro espíritu regenerado en cada capítulo (1:17; 2:22; 3:16; 4:23; 5:18; 6:18). Cuando servimos al Señor predicando el evangelio, orando, ministrando la Palabra, visitando a los santos o pidiendo un himno en la reunión, debemos ejercitar nuestro espíritu. Por medio del ejercicio de nuestro espíritu nos apropiamos del Dios Triuno cada vez que servimos.

  Además, debemos servir por medio de oración. El libro de Hechos revela que los cristianos al principio de la era de la iglesia servían por medio de oración (Hch. 1:14, 24; 2:42; 3:1; 6:4; 10:2-4, 9; 11:5; 12:5; 13:1-3; 14:23; 16:25; 20:36; 28:8). Éste fue el único medio que ellos usaron para llevar a cabo la obra del Señor. Por tanto, todos necesitamos tener un apetito por la oración, ya que sin ella habrá pobreza en nuestro servicio. Necesitamos mucha oración de forma individual y corporativa, y nunca debemos iniciar algo o hacer algo sin ella, y siempre debemos orar en nuestro espíritu (Ef. 6:18). Hoy en día necesitamos la oración prevaleciente, la cual procede del Cuerpo, se identifica con el Cuerpo y se halla en nuestro espíritu.

  Los conceptos y las enseñanzas acerca del servicio que la mayoría de los cristianos han recibido han llegado a ser velos que les obstaculizan la visión y los confunden. Muy pocos han entrado en la realidad del servicio cristiano apropiado. Que el Señor quite todos los velos que tenemos y nos muestre la visión contenida en este libro. Que todos lleguemos a ser aquellos que sirven en el Cuerpo, en nuestro espíritu y por medio de oración. Todos debemos orar para que en estos días el Señor obtenga este servicio único y genuino en muchas localidades en todo el mundo.

  Diciembre de 1984 Benson Phillips Irving, Texas

EL SENTIDO PRÁCTICO DEL CUERPO

  Después de ver la visión del Cuerpo, se preguntarán espontáneamente: “¿Dónde está el Cuerpo?”. Existen muchas organizaciones cristianas y muchos grupos cristianos, pero ¿dónde está el Cuerpo? Muchos cristianos están vagando porque no han visto el Cuerpo. Quizás hablen acerca de la vida del Cuerpo, pero no han visto el Cuerpo. Una vez que hayan visto el Cuerpo, se preguntarán: “¿Dónde está el Cuerpo?”.

El terreno de la iglesia

  La pregunta acerca de dónde está el Cuerpo está relacionada con el asunto del terreno de la iglesia. El hermano Watchman Nee en Pláticas adicionales sobre la vida de iglesia aborda el asunto del terreno de la iglesia en detalle. Les recomiendo enfáticamente que lean y vuelvan a leer este libro hasta que entiendan claramente el asunto del terreno de la iglesia. Entonces sabrán dónde encontrar el Cuerpo. El asunto del terreno de la iglesia es algo muy serio: es un asunto de vida o muerte, y no sólo un asunto de doctrina. Incluso les animo a que lean Pláticas adicionales una y otra vez a fin de que por medio del libro y por medio de estos mensajes puedan ser introducidos a la visión celestial en cuanto al Cuerpo y al lugar donde pueden encontrar al Cuerpo.

Nuestro cuerpo es presentado, nuestra alma es transformada, nuestro espíritu es ferviente

  Supongamos que hemos visto el Cuerpo, que hemos encontrado el Cuerpo y que estamos en la realidad del Cuerpo. En este momento, necesitamos Romanos 12. Este capítulo fue escrito con el propósito de indicarnos lo que debemos hacer. Los dos primeros versículos de Romanos 12 dicen: “Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional. No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”. Primero necesitamos presentar nuestro cuerpo. Después necesitamos que nuestra alma sea transformada por medio de la renovación de nuestra mente. Finalmente necesitamos que nuestro espíritu arda y esté ferviente todo el tiempo (v. 11). El cuerpo necesita ser presentado, el alma ser transformada y el espíritu debe arder y estar ferviente, ardiendo todo el tiempo. Quizás ya haya presentado su cuerpo, pero puede carecer de la transformación de su alma por medio de la renovación de la mente. Además necesita ser ferviente en espíritu. Pero aún se requiere de algo más.

PERDER LA VIDA DEL YO POR CAUSA DE LA UNIDAD

  Si sus ojos han sido abiertos y ven el Cuerpo, si han encontrado el Cuerpo y se dan cuenta de que están en el Cuerpo, será necesario que renuncien a su yo, que pierdan la vida del yo. El yo es un verdadero problema. El yo es la verdadera división, el verdadero pecado y la verdadera secta. Si han visto el Cuerpo, esta visión les exigirá que pierdan la vida del yo, que renuncien al yo. Los cristianos están divididos porque están muy inmersos en su yo. El yo causa división, pero el espíritu une. Por tanto, si renunciamos al yo, si perdemos el yo, y nos volvemos al espíritu, estaremos inmediatamente en la realidad del Cuerpo. Cuando estamos fuera del yo y nos encontramos en el espíritu, estamos en la realidad del Cuerpo. Es necesario que renunciemos al yo, que perdamos el yo. No es suficiente sólo conocer la doctrina de perder el yo; es necesario perder el yo de una manera práctica, abandonar la vida del yo. Necesitamos más oración en cuanto a este punto. Necesitamos orar: “Señor, ten misericordia de mí en Tu Cuerpo para que pueda perder el yo, para que pueda abandonar la vida del yo”.

  Si tiene la intención de discutir con la iglesia o con algunos santos acerca de cierto asunto, debe examinarse a usted mismo para ver si sus argumentos tienen su origen en el espíritu o en el yo. Quizás su punto de vista esté correcto, pero su motivo, el instrumento o el medio que usa no lo esté. Lo correcto debe proceder de la fuente correcta y debe llevarse a cabo con los medios correctos. Un punto de vista correcto no es suficiente. Se necesitan la fuente correcta y los medios correctos. El espíritu es la fuente correcta y el espíritu también es el medio correcto. Si está discutiendo acerca de algún asunto que tiene su origen en el espíritu y se lleva a cabo por medio del espíritu, no hay ningún problema con que discuta. De otra manera tiene que dejarlo. En el Cuerpo todos tenemos que perder el yo.

  Quizás hablemos acerca de la unidad, pero todos tenemos que darnos cuenta de que la unidad genuina no es nada menos que Cristo mismo como nuestra vida de una manera práctica. Cristo es la unidad. Cuando estoy viviendo en Cristo como mi vida y no en mi yo, tengo la unidad y estoy en ella. Cuando todos estamos viviendo en Cristo como nuestra vida, Cristo es la unidad. Si ésta es nuestra condición, entonces tenemos la realidad del Cuerpo, y entonces también estamos equipados para el servicio. Romanos 12 recalca que sin el Cuerpo no podemos servir, pues cada uno de nosotros es solamente un miembro.

  Pedro nos dice que el Cuerpo es el edificio, la casa, y que nosotros somos las piedras vivas. “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P. 2:5). Sin la edificación, las piedras vivas no pueden hacer nada, son inútiles. Las piedras que no son edificadas son inútiles. Las piedras necesitan ser edificadas en una casa que le será útil a Dios. Esta utilidad es el servicio, y esta casa es el sacerdocio.

  Dos palabras griegas diferentes se traducen como sacerdocio. La palabra griega que se traduce como sacerdocio en 1 Pedro 2:5 y 9 significa un cuerpo sacerdotal, un cuerpo de sacerdotes, pero la palabra que se traduce como sacerdocio en Hebreos 7 significa el oficio sacerdotal, la función sacerdotal. La casa espiritual mencionada en 1 Pedro 2:5 es el sacerdocio, el cuerpo sacerdotal y no el oficio sacerdotal. La Concordancia de Strong indica que el significado de esta palabra es fraternidad sacerdotal. Existe la necesidad de un cuerpo sacerdotal, un grupo sacerdotal, a fin de ofrecer los sacrificios espirituales. Si no somos edificados como tal cuerpo sacerdotal, no reuniremos los requisitos para ofrecerle nada a Dios. Por tanto, si no somos edificados, no reuniremos los requisitos para servir. Para el servicio, requerimos del Cuerpo.

SER CONCERTADOS MUTUAMENTE

  Ahora es necesario entrar en más detalles. Los asuntos que estamos considerando no son simples. No es suficiente decir que hemos visto el Cuerpo y que estamos viviendo por Cristo como nuestra vida, y que por tanto tenemos la unidad y que estamos unidos y estamos en el Cuerpo. Tenemos a Romanos 12 y a 1 Pedro 2, pero necesitamos continuar para llegar a 1 Corintios 12, especialmente para fijarnos en una palabra del versículo 24: “Dios concertó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba.” Cuánto aprecio la palabra concertar. Dios concertó el cuerpo. Debemos comprobar en nosotros mismos cuánto hemos sido concertados. Estamos todos aquí juntos, hemos visto el Cuerpo, estamos en el Cuerpo, estamos viviendo en Cristo y por Cristo como nuestra vida, pero necesitamos comprobar en nosotros mismos cuánto hemos sido concertados mutuamente.

  Los que saben cocinar, saben cómo concertar a los diferentes ingredientes cuando cocinan. Concertar va más allá que mezclarse o combinarse. El Amplified New Testament [Nuevo testamento amplificado] proporciona varias palabras para la palabra concertar en este versículo: acoplados, mezclados, armonizados y proporcionar sutilmente las partes del conjunto entero. En la aplicación práctica, el ser concertados significa que una persona rápida necesita estar puesta junto con una persona lenta para que la rapidez de aquélla se pueda concertar con la lentitud de la otra. Entonces en el Cuerpo no habrá nadie ni muy rápido ni muy lento.

  En la iglesia tanto el orgullo como la humildad necesitan concertarse hasta que sólo quede Cristo. Un hermano puede sentir que él es muy humilde y que los demás son muy orgullosos. Cuando su humildad se haya concertado con el orgullo de ellos, no habrá nada humilde ni nada orgulloso en la iglesia. Para algunos de los hermanos y hermanas, es muy fácil ponerse de pie y funcionar en la reunión, y para otros es fácil quedarse sentados y permanecer callados. Estos santos también necesitan ser concertados mutuamente. En estos días tengo muy presente que necesito ser más concertado con todos los santos. No importa cuál sea la característica distintiva suya, necesito ser concertado con ustedes en cuanto a eso. Todos necesitamos ser concertados mutuamente.

  Si no somos concertados mutuamente, no hay posibilidad de que seamos edificados juntos. Si no somos concertados, una persona rápida nunca podrá llevarse bien con una persona lenta, y nunca podría haber edificación entre ellas. Si no somos concertados, no podríamos coordinar con otros. Un hermano es demasiado orgulloso, pero otro es demasiado humilde. Estos dos nunca podrían coordinar juntos a menos que ambos estén dispuestos a ser concertados. Dios no sólo ha colocado a los miembros en el Cuerpo, Él ha concertado el Cuerpo.

  Cuando se cocina, no es suficiente simplemente mezclar ciertos ingredientes para preparar un platillo que tenga un buen sabor. Al preparar ciertos platillos, es necesario concertar los ingredientes para darles un sabor delicioso. Todos hemos sido colocados aquí en la iglesia juntos, pero no habrá ese sabor delicioso si no somos concertados mutuamente. Dios ha colocado a los miembros, cada uno de ellos en el Cuerpo, y también ha concertado al Cuerpo mutuamente (1 Co. 12:18, 24). Nuestra necesidad actual no es simplemente ser introducidos y colocados aquí en la iglesia, sino que también necesitamos ser concertados mutuamente con aquellos que el Señor haya escogido y cuya manera de ser sea bastante diferente a la nuestra. Una y otra vez el Señor nos coloca con la persona adecuada a fin de que seamos concertados en el Cuerpo.

LAS VIRTUDES DE CRISTO PARA LA VIDA DEL CUERPO

  Ahora llegamos a una frase especial en Colosenses 3:15: “fuisteis llamados en un solo Cuerpo”. Leí Colosenses 3 por muchos años sin darme cuenta que todas las virtudes mencionadas ahí son para la vida del Cuerpo: compasión, bondad, humildad, mansedumbre, longanimidad o perseverancia, comprensión, perdón, amor y paz. La frase “fuisteis llamados en un solo Cuerpo” indica claramente que todos estos asuntos son para el único Cuerpo, para la vida del Cuerpo. Nosotros los cristianos, tenemos el concepto natural según el cual debemos ser humildes en nuestro vivir humano. Sin embargo, según la Biblia, la humildad no es para la vida humana, sino para la vida del Cuerpo. La compasión no es para la vida humana, sino para la vida del Cuerpo. En el Cuerpo necesitamos la compasión. En el Cuerpo necesitamos la bondad, la humildad, la mansedumbre, la longanimidad y la comprensión. No debemos pensar que es imposible soportar a un hermano o una hermana. Incluso si sentimos que quedarnos con ese santo en particular es como si entráramos en la muerte, no intentemos escaparnos de esa situación. Lo que el Señor requiere es que hagamos morir nuestra vida natural. Debemos permanecer en dónde estamos para soportar e incluso ser comprensivos, a fin de tomar la copa que el Padre nos ha dado. Pareciera una copa amarga, pero llega a ser muy dulce. Pareciera una copa de maldición, pero llega a ser una copa de bendición. De esta manera veremos la vida del Cuerpo.

  No debemos pensar que a las personas se les hace fácil estar juntas. No importa cuánto nos amemos, cuanto más tiempo pasemos juntos, más nos daremos cuenta de que no sólo necesitamos longanimidad, sino también comprensión y perdón para la vida del Cuerpo. Si permanecemos juntos para llevar una vida de reunión por un período de tiempo, ciertamente nos ofenderemos mutuamente una y otra vez. Ninguno de nosotros es tan santo, tan perfecto, que no puede ofender a otros. Cuando se presenten las ofensas, debemos perdonarnos unos a otros. En vez de quejarnos, debemos perdonar una y otra vez. Colosenses 3:12-13 dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de longanimidad; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tiene queja contra otro. De la manera que el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Yo valoro la compasión más que la misericordia. La compasión es muy tierna. Después de la compasión, el versículo 12 menciona la bondad, la humildad, la mansedumbre y la longanimidad. El versículo 13 continúa con la comprensión y después con el perdón. Después está el amor y le sigue la paz. “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo de la perfección. Y la paz de Cristo sea el árbitro en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo Cuerpo; y sed agradecidos” (vs. 14-15). Si no perdonan a los demás, nunca tendrán paz. En vez de paz, estarán molestos todo el tiempo. Le molestarán las ofensas de los demás y no tendrán la paz como árbitro dentro de ustedes. Pero si perdonan a otros y se olvidan de sus ofensas, si los aman sin importar cuánto ellos les hallan ofendido, tendrán paz. Simplemente recibirán todo lo que los demás les hagan como si fuera algo que proviene del Señor para ustedes, algo que necesitan. No le importarán las ofensas, pero sí se preocupará por todos los queridos hermanos y hermanas. Cuando tengan ese amor, entonces vendrá la paz.

  Todos los asuntos mencionados en Colosenses 3 son expresiones precisas de la vida de Cristo en nosotros. Con tal expresión de Cristo en la práctica, llevamos la vida del Cuerpo. Entonces seremos edificados juntos y reuniremos los requisitos para servir al Señor. Sin la edificación adecuada, todo esfuerzo por alcanzar a otros, por predicar el evangelio, o por ayudar a otros cristianos, será en vano. Solamente cuando reunamos los requisitos, al ser edificados juntos, nos resultará fácil guiar a alguien al Señor o ayudar a otros miembros. Para llevar a cabo el servicio, es necesario que estemos en la realidad del Cuerpo, que seamos edificados, que reunamos los requisitos y que seamos equipados. Por experiencia propia sabemos que estar realmente equipados para pelear la batalla como un servicio para el Señor consiste en ser edificados en el Cuerpo.

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