
Lectura bíblica: Hch. 1:14; 2:42; 3:1; 4:31; 6:4; 10:9; 11:5; 12:5, 12; 13:2-3; 14:23; 16:25-26; 20:36; 21:5; 22:17: 28:8
A fin de servir al Señor y a la iglesia, es necesario que estemos en el Cuerpo y que sirvamos en el Cuerpo, y también es necesario que sirvamos en nuestro espíritu humano. Ya hemos abordado estos dos puntos. El tercer punto acerca del servicio es que tenemos que servir en oración, servir por medio de oración.
Si consideramos todos los versículos en el libro de Hechos relacionados con la oración, veremos que los primeros cristianos servían al Señor por medio de oración. Si estudiamos el contenido de todos los versículos, si los leemos y los oramos-leemos, veremos que los que servían tomaron el camino de la oración. Quizás nos sorprenda cuánto del servicio descrito en el libro de Hechos era un asunto de oración. El libro de Hechos es un libro grande, que cubre un período largo, e incluye a muchos servidores: Pedro y los otros discípulos quienes hicieron de Jerusalén su centro y, después, el apóstol Pablo con sus colaboradores quienes tomaron Antioquía como otro centro. En todos los capítulos no se puede encontrar ni un solo versículo que nos muestre que hicieron un plan, algún programa, algún itinerario o incluso una convención o conferencia para hablar acerca de la organización de su servicio al Señor. En cada caso todos los servidores servían de una manera, y ésta se llevaba a cabo por medio de oración. Cada aspecto de su servicio, cada parte de su labor para el Señor se iniciaba por medio de oración. Éste es un punto crucial. No tenían otro camino, no usaban otro método y no usaban ningún otro medio para la obra del Señor, para Su servicio, sino el camino único de la oración. El camino que tomaron fue totalmente diferente del camino que toman las organizaciones religiosas actuales. En los primeros días de la iglesia, los apóstoles y todos los santos servían al Señor por medio de oración. Tiene que impresionarnos este punto crucial: no tenían otro camino, no tenían ningún otro método, ni ningún otro medio, sino la oración.
En cuanto a un asunto práctico entre nosotros, sentimos que el Señor nos está guiando a que algunos de los santos se muden de Los Ángeles a otras ciudades el próximo año, 1970. En nuestra comunión, le hemos llamado a este mover del Señor entre nosotros una migración. Muchos queridos hermanos están listos para mudarse para así extender el recobro del Señor en este país. Sin embargo, tengo una profunda convicción dentro de mí, de que todos tenemos que entender claramente que la migración no es un asunto de organización humana, no es un movimiento en las manos del hombre, sino algo completamente en el espíritu. Necesitamos claridad en cuanto a muchos asuntos prácticos: quién debe quedarse aquí en Los Ángeles para mantener un testimonio fuerte, quién tiene que mudarse a otras ciudades, qué ciudades necesitan ser tomadas y quién debe ir a ésta o aquella ciudad. Realmente creemos que éste es el mover del Señor entre nosotros, pero para cada uno de nosotros debe ser un asunto en el espíritu. La única manera de obtener claridad en cuanto a todos estos asuntos prácticos es por medio de oración, no por medio de organización ni asignación humana.
Aquellos que tienen la claridad de mudarse necesitan orar mucho para conocer adónde deben ir. Nadie sabe lo que es lo que el Señor va a hacer ni nadie puede predecir adónde lo va a guiar el Señor. Todos debemos orar. Sería maravilloso que el Señor nos guiara de tal manera que algunos se mudaran y que de esta manera se cubrieran todas las ciudades principales de este país. Sin embargo, en la etapa inicial, quizás Él guíe a los hermanos y hermanas a cubrir solamente las ciudades principales en la costa occidental. Tal vez en la primera etapa, el Señor guíe a los santos a cubrir sólo algunos de los puntos estratégicos, y después tal vez algunos más en la próxima etapa. Todo este asunto no está en nuestras manos. Estamos en el recobro del Señor y tenemos que abandonar la vieja manera religiosa y ser completamente liberados de la influencia de esa vieja manera de hacer las cosas.
En los asuntos prácticos como éstos que se relacionan con el mover del Señor, no debemos esperar que los que toman la delantera o ninguna otra persona nos diga qué debemos hacer o adónde debemos ir. El camino de organización está mal, y tenemos que ser liberados de su influencia, la vieja manera que se practica en la religión. Debemos regresar a la Palabra pura para ver cuál era el camino que tomaron los primeros cristianos que servían al Señor. No había organización, ni arreglos, ni itinerario, ni planes ni recaudación de fondos. Casi no hubo mención de dinero o finanzas, y nadie controlaba la situación. La conferencia que se presenta en Hechos 15 no se relacionaba con la obra, sino con la enseñanza, la doctrina y la fe de la iglesia.
Si eliminan todos los itinerarios, los programas, los planes, las convenciones, las conferencias, la recaudación de fondos, las conversaciones acerca del dinero y la manipulación de los hombres: si eliminan todas estas cosas, quedaría muy poco en las organizaciones religiosas actuales. Creo que entendemos claramente que no deseamos tomar ese camino en el recobro del Señor. Aunque no tengamos la intención de seguir dicho camino, me preocupa que algo de esa vieja manera de hacer las cosas aún permanezca en nosotros, que nos influya de forma inconsciente y subconsciente. Debido a esa influencia, quizás pensemos que después de un período de entrenamiento en Los Ángeles seremos enviados a otra ciudad. Según nuestras consideraciones, entonces, haríamos de nuestro entrenamiento un seminario, una escuela bíblica o un instituto bíblico. Pero absolutamente, ésta no es la manera en que opera el Señor y no es el camino que estamos siguiendo. El camino del Señor es el camino de oración. Es muy necesario que entendamos de manera profunda que el Señor opera absolutamente por medio de oración.
En cuanto a los asuntos prácticos acerca de quién debe ir a cuál ciudad, quién ira con quién, cuándo será el momento correcto para que algunos vayan, y de qué manera podrán ir, el Señor es quien decide. En cuanto a estos asuntos, simplemente debemos orar. No debemos esperar que los que toman la delantera hagan ciertos arreglos y luego asignen. De hecho, sería fácil que los que toman la delantera asignaran a cierto número de familias a esta ciudad y cierto número a otra ciudad, pero el Señor no opera de esa manera. Realmente tenemos que ser muy impresionados con la necesidad de tomar el camino del Señor. El camino del Señor es absolutamente un camino de oración.
El camino de oración del Señor no es solamente para cuando nos mudemos a otras ciudades a fin de extender el recobro del Señor, sino que también es la manera de cuidar de todos los asuntos como la limpieza del salón de reunión y el arreglo de las sillas para la reunión. Para hacer estas cosas prácticas y cotidianas, necesitamos mucha oración. Sería muy bueno ver que muchos santos sirvan en la iglesia sin ningún tipo de arreglo y sin ser asignados, sino que todos sirven por medio de oración. Que maravilloso sería que todo el servicio se llevara a cabo por medio de oración.
Para servir por medio de oración, es necesario que sirvamos en nuestro espíritu humano. Éste es el asunto más importante. La oración es una actividad totalmente relacionada con el espíritu humano. Tal como la vista depende de los ojos, el oír de las orejas y el caminar de los pies, la oración depende totalmente del espíritu. Servir por medio de la oración significa servir por medio del uso de nuestro espíritu humano. La manera de usar nuestro espíritu humano, de ejercitar nuestro espíritu, es orar. Por tanto, decir que servimos por medio de oración equivale a decir que servimos en el espíritu.
Esperamos que cada miembro sea un miembro que ejerza su función, pero no nos gusta ver que ejerzan su función debido a que fueron asignados por los que llevan la delantera. La manera única de reunirnos y servir es por medio de la oración. Tenemos una gran necesidad de orar cuando servimos juntos. Cuando venimos para arreglar las sillas para la reunión, cada uno de nosotros tiene que venir con mucha oración. Entonces, antes de empezar a arreglar las sillas, necesitamos orar juntos: orar mucho por el arreglo, orar por la manera en que los santos se van a sentar, orar por nuestro servicio, orar por todo lo que vayamos a hacer en el servicio de la iglesia. Existe una gran diferencia entre el servicio que está lleno de oración y el servicio que se lleva a cabo sin oración. Estas dos clases de servicio son totalmente distintas: la primera es un servicio lleno de oración, incluso con mucha oración que se derrama sobre el servicio; y la segunda, es un servicio que sólo consiste en hacer muchas cosas. Existe una gran diferencia entre las dos.
Igualmente, hay una gran diferencia si visitamos a los santos o a los incrédulos llenos de oración o los visitamos con muy poca oración. Sin la oración, el servicio será pobre. Las riquezas, incluso el poder que enriquece el servicio, provienen de mucha oración. Necesitamos apetito por la oración. No sólo tenemos que orar de forma individual, sino que debemos venir para orar juntos. No debemos intentar iniciar nada, comenzar nada, ni hacer nada sin la oración adecuada. Necesitamos aprender a orar adecuadamente.
Si leemos el libro de Hechos, incluso si leemos este libro una y otra vez, quizás nos sorprenderíamos al no encontrar ni siquiera un solo indicio que nos muestre que en los primeros días los apóstoles y los discípulos intentaron usar otro medio aparte de la oración para resolver sus problemas y llevar a cabo su labor. Cuanto más leemos este libro, más nos damos cuenta de que la oración era la única manera, el único camino, que usaron para enfrentarse con todas sus situaciones.
Si estudiamos los versículos relacionados con la oración en el libro de Hechos, encontraremos muchos puntos cruciales en cuanto a la oración. El comienzo del servicio cristiano en todo el universo está escrito en el primer capítulo de Hechos, y ese comienzo dependía totalmente de la oración. Los primeros cristianos empezaron el servicio por medio de oración. “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y súplica con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con Sus hermanos” (v. 14). Todas las palabras en el texto original de este versículo son muy significativas, especialmente porque nos ayudan a entender de qué manera empezaron a orar los discípulos. Este versículo comienza con las palabras todos éstos, lo cual indica que la oración que se llevó a cabo allí, fue la oración de un grupo corporativo, no la oración de personas individuales. Habían ciento veinte personas, incluyendo a los doce discípulos y a los demás. Es importante que se haya mencionado a las hermanas aquí, y una de ellas por nombre. Esta oración que se llevó a cabo en el aposento alto es la oración corporativa, la oración de un grupo corporativo y no de personas individuales.
Aquí vemos dos asuntos que son de especial interés. El primero es que perseveraban en oración, y el segundo es que oraban unánimes. La traducción no es adecuada para poder expresar todo el significado de las palabras de este versículo en el griego original. Ellos se entregaron, se dedicaron a la oración con un espíritu de perseverancia. Ellos perseveraban en la oración. Incluso se entregaron a la oración. Ciertamente podemos darnos cuenta de que lo que indica este versículo no es que oraban ocasionalmente en esos diez días. Realmente creo que en esos diez días no hicieron nada más que orar. Se dedicaron con perseverancia, continuamente y con persistencia a la oración.
Espero que algunos de los hermanos que tienen carga para mudarse a otras ciudades a fin de extender el recobro del Señor se reúnan para dedicarse a esta clase de oración perseverante con miras al mover del Señor.
El segundo punto importante es que los primeros discípulos eran unánimes en su oración. La palabra griega homothumadón que se usa aquí tiene mucho significado. Indica que todos tenían una misma manera de pensar, la misma voluntad y el mismo propósito. Todos eran uno solo, no solamente en un solo espíritu a fin de orar en espíritu, sino que tenían un solo sentir, una sola voluntad y un solo propósito. Cuando venimos a orar para servir en la iglesia tenemos que ser unánimes. Quizás nos reunamos para servir, pero tal vez cada uno de nosotros venga con sus propios pensamientos, voluntad y propósito. Usted tiene su sentir y yo tengo el mío. Usted tiene su voluntad y yo tengo la mía. Usted tiene su propósito y yo tengo el mío. Entonces en la oración quizás nos peleemos. En la oración usted pelea por su sentir, su voluntad y su propósito, y yo peleo por los míos. ¿Acaso puede prevalecer este tipo de oración? Esta clase de oración no puede tocar el trono de autoridad. Cuando nos reunimos para orar, cada uno de nosotros tiene que olvidarse de su propio sentir, voluntad y propósito. Tenemos que adoptar el sentir de Cristo, aceptar la voluntad del Señor y tener carga por el propósito de Dios. Entonces seremos uno. No solamente en espíritu, sino que también tendremos un solo sentir, una sola voluntad y un solo propósito.
Quizás no nos hemos dado cuenta de que el Espíritu Santo ya estaba con los discípulos antes del Día de Pentecostés. Si el Espíritu que mora en los creyentes no hubiera estado con los discípulos, hubiera sido imposible que las ciento veinte personas fueran unánimes en oración por diez días. Es cierto que aún no habían recibido el derramamiento del Espíritu Santo, el bautismo externo del Espíritu Santo, pero en el día de resurrección, cuando el Señor sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”, ellos recibieron el Espíritu de vida que mora en los creyentes (Jn. 20:22). Por tanto, aquí en Hechos 1, antes del Día de Pentecostés, ellos eran muy espirituales. No tenían mucho poder, pero eran muy espirituales. De ninguna otra manera ciento veinte personas hubieran podido tener un solo sentir, una sola voluntad y un solo propósito por diez días.
¡Cuánto necesitamos esta clase de oración entre nosotros! Los hermanos y hermanas tienen que seguir al Señor y reunirse para orar y dedicarse continuamente y con perseverancia a esta clase de oración con un solo sentir, una sola voluntad y un solo propósito. El hombre no debe arreglar las cosas prácticas del servicio y hacer asignaciones; más bien, todo el servicio debe proceder de esta clase de oración.
No sólo los apóstoles, el primer grupo de servidores, oraban de esta manera, sino también el primer grupo de nuevos creyentes, después del Día de Pentecostés, perseveraban en la oración de la misma manera. “Perseveraban en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:42). Ellos perseveraban orando de la misma manera debido a que vieron el ejemplo. Ellos fueron llevados al Señor por un grupo de servidores que oraban de esa manera. Por tanto, después de recibir al Señor, ellos llegaron a ser iguales que los líderes. Los servidores oraban, y los que fueron convertidos a través de ellos, también oraban de la misma manera. En Hechos 1 podemos ver a los servidores que oraban, y en el capítulo 2 vemos a los conversos que oraban.
Si nosotros no somos personas que oran todo el tiempo, nunca podremos hacer que las personas que llevemos al Señor oren continuamente. La clase de persona que somos determina la clase de persona que vamos a engendrar. Las personas que llevemos al Señor, los nuevos conversos, serán un reflejo de lo que nosotros somos. Solamente una persona que ora todo el tiempo puede guiar a otros al Señor y hacer que ellos oren todo el tiempo. Lo que necesitamos ver con esto es que si los hermanos que llevan la delantera en la iglesia no son personas de oración, los demás en la iglesia tampoco serán personas de oración. No importa cuánto exhorten a los santos a que oren, la exhortación de los que toman la delantera queda en la esfera de la doctrina y enseñanza si ellos mismos no oran. Su exhortación no guía al rebaño. En un rebaño, las primeras ovejas siguen cierto camino y todas las demás les siguen en el mismo camino.
En Hechos 4:31 podemos ver una demostración del poder de la oración corporativa. “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”. Por medio de la oración hicieron temblar la tierra, y al orar recibieron poder. Por medio de la oración fueron capaces de hablar la palabra de Dios con denuedo. Temo que muchas veces, cuando los queridos hermanos ejercen sus funciones en nuestras reuniones no tienen denuedo. Las hermanas tratan de disculparse diciendo que son más débiles. Pero no debe haber excusas. Todos nosotros debemos orar adecuadamente a fin de ser equipados y capacitados para hablar en las reuniones con denuedo.
Hechos 6 dice que no es correcto que los apóstoles dejen la palabra de Dios y la oración para cuidar de asuntos relacionados con la comida. Los apóstoles les dijeron de nuevo a las personas que iban a perseverar en la oración (proskarteresomen, la misma palabra que se usa en Hechos 1:14): “Nosotros perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hch. 6:4). Ellos se dedicaron con perseverancia a la oración. Aquí se menciona la oración antes que el ministerio de la Palabra, lo cual indica que la oración es más importante que el ministerio de la Palabra. El poder, la vida y el impacto de la Palabra provienen de la oración. Por tanto, debemos orar antes de ministrar la Palabra, y todos debemos orar antes de venir a la reunión para profetizar. Sin un espíritu de oración, es muy difícil tener un espíritu de profecía.
En Hechos 10 nos debe impresionar mucho que tanto Pedro como Cornelio tenían una hora específica apartada para la oración, un tiempo de oración. Este asunto ya había sido mencionado en Hechos 3:1, cuando Pedro y Juan fueron al templo a la hora de oración. En ese entonces ellos no entendían todo claramente. Al principio, no se daban cuenta de que ya no había necesidad de ir al templo físico. Pero más adelante, en el capítulo 10, Pedro estaba en la azotea, y la azotea era su templo (v. 9). Cornelio oraba en su casa, y esa casa llegó a ser un templo para él (vs. 2-4). Tanto Pedro como Cornelio tenían horas específicas de oración, horas establecidas para orar y guardaban esos tiempos para orar. La visión referente a que los gentiles iban a entrar en el Cuerpo fue revelada a los dos por medio de oración. Por un lado, Cornelio recibió la visión por medio de la oración, y por el otro, Pedro también recibió la visión por medio de la oración. Tenemos que notar que todo este asunto se llevó a cabo por medio de oración.
Debe haber muchos testimonios entre nosotros acerca de cómo el Señor nos ha hablado por medio de la oración y cómo nos ha reunido para servir por medio de la oración. Deseo oír tales testimonios antes de que llegue el momento de partir para otras ciudades, para emigrar. Quizás escuchemos que el Señor ha agrupado a ciertas familias para Su mover, pero no por medio de sus discusiones, sino por medio de su oración. Cosas así han transcurrido entre nosotros en el pasado. Una vez cuando estaba orando, el Señor me habló algo en cuanto a un hermano. Al mismo tiempo, mientras que el hermano estaba orando, el Señor le habló algo acerca de mí y acerca de los dos. Entonces, cuando nos encontramos, descubrimos que el Señor nos había hablado a los dos de la misma manera en nuestra oración. Según este principio, el Señor muchas veces confirma Su hablar al decir lo mismo a dos personas separadamente mientras éstos oran.
Recibí el llamado del Señor en 1925, pero fue sólo ocho años más tarde que me atreví a dejar mi empleo para servir al Señor de tiempo completo. En agosto de 1933 el Señor había arreglado ciertas cosas en mi entorno para obligarme a dejar mi empleo. Me sentía presionado, no sólo exteriormente, sino también interiormente. Tenía carga debido a la necesidad que había a mí alrededor y sentía presión debido al placer que sentía del Señor en mi espíritu. Había un verdadero placer en mi espíritu con la perspectiva de dejar mi empleo. Sin embargo, en aquel entonces, hace treinta y seis años, en la región donde vivía no existía tal situación donde una persona seguía el camino de servir al Señor sin ser contratado por alguien o mantenido por alguna organización. Era bastante difícil considerar tal aventura.
Durante ese mes había una gran lucha dentro de mí. Interiormente me sentía presionado y molesto a tal punto que sentía que no podía seguir adelante, incluso que no podría vivir si no dejaba ese empleo; sin embargo, no me atrevía a hacerlo. Para mí, ese pequeño trabajo era como el pequeño barco para Pedro. Si dejaba el barco, sería el segundo Pedro que saltaba al mar. Por tanto, decidí que no iba a ser tan insensato; me quedaría con el pequeño barco. En las tres primeras semanas de agosto estaba extremadamente molesto y perplejo, y tenía un tiempo de lucha muy difícil con el Señor sobre este asunto.
Después de la reunión de oración el miércoles 23 de agosto, fui a mi estudio y me quedé allí a solas con el Señor hasta la medianoche. En un momento determinado era imposible orar. Pareciera que el Señor me decía: “Hemos terminado de hablar. Si sigues este camino, síguelo. Si no lo tomas, no lo tomes, eso es todo; he terminado contigo. Ya no hay nada más que hablar”. No dije “Amén” a mi oración, con lágrimas simplemente dije: “Está bien, lo seguiré”. Eso fue todo.
El día siguiente presenté mi renuncia y un día después recibí una carta de Manchuria que me invitaban a que fuese a ministrarles. Ésta fue mi primera invitación para ir a un lugar lejano a fin de ministrar la Palabra del Señor. Ésa fue una confirmación clara de mi decisión. Pero fíjense lo que pasó. Cuando regresé de Manchuria a mediados de septiembre, había una carta que me estaba esperando en casa. Tenía la fecha del 17 de agosto, exactamente en medio de esas tres semanas en las cuales yo estaba luchando con el Señor. La carta fue escrita por el hermano Watchman Nee. La había escrito a bordo de un barco en el Mar Mediterráneo en su camino de regreso de Inglaterra a China, y me llegó a mediados de septiembre, después de regresar de mi viaje por el ministerio del Señor a Manchuria.
La carta era corta. No acostumbrábamos escribirnos y había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que nos habíamos puesto en contacto. En el período de un año quizás nos escribimos una o dos veces. De repente una carta tan corta me llegó, escrita exactamente durante el tiempo en que estaba luchando con el Señor. Nunca me olvidaré lo que decía. “Querido hermano Witness, en cuanto a tu futuro, siento que tienes que servir al Señor a tiempo completo. ¿Cuál es tu sentir? Que el Señor te guíe”.
¡Me emocioné y estaba lleno de alegría! Dije: “Señor, Tú me das mucha gracia. Ésta es la segunda confirmación”. Dos cartas confirmaron la renuncia a mi trabajo, primero la de Manchuria, y después la del hermano Nee.
El día que recibí esa carta tomé la decisión de ir a Shanghái a ver al hermano Nee y descubrir por qué había escrito esa carta. Me dijo que un día, mientras estaba en el Mediterráneo estaba considerando ante el Señor el mover del Señor y Su recobro en China. Durante ese tiempo tuvo una impresión profunda dentro de él de que tenía que escribirme esa carta. De esta manera, el Señor le habló a dos personas muy apartadas en cuanto al mismo asunto.
Deseo ver que ocurran cosas así entre nosotros una y otra vez. En el pasado he visto esta clase de sucesos. Cualquier clase de arreglo, cualquier clase de organización constituye un obstáculo en el mover del Señor. Todos debemos evitar este tipo de frustraciones. Por tanto, necesitamos aprender a orar.
Ahora consideraremos Hechos 11:5, donde Pedro nos dice algo bastante extraño: “Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión”. La palabra éxtasis es una transliteración de la palabra griega que se usa aquí. Éxtasis puede definirse como estar muy alegre y con el espíritu de muy buen ánimo. Para entrar en éxtasis uno tiene que estar fuera de sí. Pedro oró y entró en un éxtasis; estaba fuera de sí con gran alegría y con el espíritu de buen ánimo. He tenido muchas experiencias así en el pasado. Todos debemos orar y perseverar en oración hasta el punto en que estemos fuera de nosotros mismos con gran alegría y con un espíritu no sólo de buen ánimo, sino también trascendente hasta alcanzar el tercer cielo. En ese momento, nos olvidaremos de nuestro nombre, de quiénes somos y en dónde estamos. Todos necesitamos esta clase de experiencia.
Si nunca hemos tenido tal experiencia en la oración en la que entramos en un éxtasis, nos pareceríamos al Pedro que vemos en los Evangelios, pero no al Pedro que vemos en Hechos 11. Todos debemos orar, perseverar en oración y liberar nuestro espíritu a tal grado que no sabemos dónde estamos o quiénes somos, sino que estamos llenos de alegría, somos trascendentes, estamos locos e incluso fuera de nosotros mismos. ¿Cómo podemos experimentar eso? La manera única es aprender a orar y perseverar en oración. Cuando nuestra oración nos introduce a una experiencia que podemos llamar éxtasis, ciertamente vendrá la visión. En ese momento, todo nuestro ser cambiará. Nuestros conceptos, nuestro entendimiento de las cosas del Señor, incluso nuestro entendimiento de estas mismas palabras que estamos hablando, será diferente puesto que ya no estaremos escondidos en nosotros mismos, en un yo tan pequeño, sino que estaremos fuera de nosotros mismos. Si caminamos en alguna calle de Los Ángeles, tendremos cierta impresión de la ciudad de Los Ángeles. Pero si la vemos desde el aire, nuestra impresión de la ciudad es bastante diferente. Todos tenemos que estar fuera de nosotros mismos a fin de entrar en la visión celestial y mirar la situación desde arriba. Entonces todo será diferente y todo será claro.
Ahora consideraremos Hechos 12, donde Pedro fue encarcelado y la iglesia estaba orando. “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía ferviente oración a Dios por él” (v. 5). La iglesia oraba, no solamente sin cesar, sino también la palabra aquí significa que oraba con fervor y seriedad. Éste es un verdadero cuadro de cómo servían los cristianos a principios de la era cristiana. No intentaron liberar a Pedro de ninguna otra manera. La manera única que usaron fue orar, orar seriamente, fervientemente al Señor. Entonces vino el ángel, se abrió la cárcel y Pedro fue liberado. “Cuando se dio cuenta de esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando” (v. 12). Me gusta este versículo. Pedro fue a la casa de una hermana, una hermana llamada María, una hermana que también era madre. Espero que todas las hermanas tengan un hogar donde se pueda orar, y espero que todas ustedes sean las madres de los santos más jóvenes. Pedro fue a la casa de María, donde muchos estaban reunidos orando. La oración seria que se hizo para liberar a Pedro es un cuadro de su servicio al Señor.
En Hechos 13 vemos que la manera en que los apóstoles recibían dirección, la manera cómo eran enviados, cómo ellos eran coordinados, consistía por completo en orar y ayunar. “Había entonces en Antioquía, en la iglesia local, profetas y maestros: Bernabé [...] y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (vs. 1-3). Todos debemos prestar toda nuestra atención a este asunto, a fin de aprender esta manera única de servir al Señor. Nadie puede decirnos con quién debemos salir, adónde debemos ir o cuál es la manera correcta de llevar a cabo el ministerio. Incluso la iglesia aquí no puede decirnos estas cosas. Todos debemos orar y perseverar en oración hasta que el Espíritu Santo nos hable en nuestro espíritu y tengamos claridad acerca de cuál es la manera de salir, con quiénes tenemos que coordinar y adónde debemos ir. El camino de oración es la única manera de servir al Señor.
En Hechos 14:23, después de constituir ancianos, los apóstoles oraron con ayunos: “Después que constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”. No sólo oraron con un ayuno, sino con varios, quizás muchos ayunos.
Ahora llegamos al capítulo 16. Era la medianoche y Pablo y Silas estaban en la cárcel. “Hacia la medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos de alabanza a Dios; y los presos los oían” (v. 25). El significado literal aquí es que cuando Pablo y Silas oraban a medianoche en la cárcel, cantaban himnos a Dios. Mientras oraban, los dos apóstoles cantaban himnos a Dios. Quizás no nos parezca lógico que ellos causaran tal disturbio a esa hora con tantos otros prisioneros allí que trataban de dormir. Somos siervos del Señor, y como tales tenemos el concepto que debemos comportarnos adecuadamente y no molestar a nadie. Sin embargo, esa noche en la cárcel Pablo y Silas estaban fuera de sí. En su oración creo que en cierto momento también estaban en éxtasis y comenzaron a cantar himnos. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Hicieron un verdadero alboroto y molestaron a todas las personas. Entonces, repentinamente hubo un terremoto: “Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (v. 26). El primer disturbio fue causado por el cantar de los hermanos, ¡pero el terremoto causó otro más grande! Se soltaron las cadenas, se abrieron todas las puertas, y los prisioneros fueron liberados.
Tenemos que aprender que hay momentos en los cuales no debemos ser muy lógicos, ni debemos portarnos tan bien. Nuestra oración puede introducirnos en un éxtasis que nos causará hacer ruido que puede molestar a otros, e incluso hacerles pensar que estamos locos. Como resultado de la oración, quizás sintamos alguna carga por las universidades. Puede ser que las personas en la universidad se molesten con nuestras canciones. Quizás como resultado de la oración sintamos ponernos de pie en una de nuestras clases y decir algo acerca de Jesucristo. Estos ejemplos no se relacionan con ninguna enseñanza acerca de cómo llevar a cabo una obra en las universidades. Esa clase de enseñanza no funciona. Todo debe proceder de nuestra oración, incluso de la oración que nos introduce en un éxtasis.
En Hechos 20:36 podemos ver que el apóstol Pablo otra vez hizo algo que no era lógico. Todos los creyentes habían ido a la playa para despedirse de él, y después de terminar de hablar, se arrodilló para orar, y todos los demás también se arrodillaron. “Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas con todos ellos y oró”. En el capítulo siguiente, los creyentes fueron a la orilla otra vez con toda su familia para despedirse de él. “Cuando se nos cumplieron aquellos días, salimos y emprendimos la marcha y todos nos acompañaron con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad, y puestos de rodillas en la playa, oramos” (21:5). Cuando vamos al aeropuerto para despedirnos de alguien, ¿alguna vez hemos considerado ponernos todos de rodillas para orar allí mismo en el aeropuerto? Sin duda, eso causaría un alboroto.
En 1935 predicábamos el evangelio en la calle por las tardes, con muchos de los hermanos y hermanas allí. Algunos predicaban de pie, otros mantenía el orden, pero la mayoría de los santos se arrodillaban en la calle para orar. Otra vez en 1946 en Nanking, la capital de China, hicimos lo mismo. Antes de la predicación, muchos hermanos y hermanas se arrodillaban en la calle para orar, para gritar, para clamar al Señor. Incluso mientras se predicaba, muchos continuaban de rodillas allí apoyando la predicación hasta que se terminaba. Ésa fue una demostración maravillosa de la oración que sometió a los espíritus malignos y derrotó al espíritu rebelde.
En verdad, los cristianos deben ser personas entusiásticas, no personas lógicas. Tenemos que estar fuera de nosotros mismos. En un sentido correcto, no debemos ser personas que pasan mucho tiempo en su mente sobria, sino ser personas de oración en un éxtasis celestial. Hacer estas cosas de manera externa para seguir una enseñanza no funciona. Pero si tenemos la oración apropiada en el espíritu, nuestra oración nos introducirá en un éxtasis como en el caso de Pablo y de Pedro. Pablo nos dijo que estaba en éxtasis cuando estaba orando en el templo (22:17).
Después en Hechos 28:8 vemos al apóstol Pablo orar para sanar a una persona enferma: “Entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó”. Ésa no fue una demostración del don de sanidad, sino de una actividad normal de una persona que sirve al Señor. Si es que tenemos un don de sanidad o no, adondequiera que vayamos tenemos que orar por cualquier persona enferma. La sanidad en Hechos 28 no fue algo extraordinario, sino el resultado de la oración normal de un servidor.
Si consideramos todos estos versículos del libro de Hechos, veremos muchos aspectos de la vida de oración para servir al Señor. Podemos orar a cualquier hora, en cualquier lugar y de cualquier manera: en la playa, en el templo, en casa, en la azotea, en la ciudad, solos o con otros, en cualquier lugar, a cualquier hora, a la hora sexta, a la hora cuarta, a la hora novena o a la medianoche. Debemos orar hasta tal grado que la oración nos introduzca en un éxtasis. Si nunca hemos tenido esta clase de experiencia, simplemente tenemos que orar, orar y olvidarnos de nosotros mismos, olvidarnos de nuestro entorno, poner los ojos en el Señor, alabando, declarando, proclamando Su trascendencia y Sus virtudes. Si hacemos esto, sin duda nos encontraremos en un éxtasis.