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Mensajes del libro «Terreno de la iglesia y las reuniones de la iglesia, El»
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CAPÍTULO TRES

LAS REUNIONES CRISTIANAS SON UN TESTIMONIO DEL DISFRUTE QUE TENEMOS DE CRISTO EN NUESTRA VIDA DIARIA

  Lectura bíblica: 2 Ti. 4:22; Gá. 6:18; Flm. 25; 1 Co. 6:17; Jn. 4:21-24; Dt. 16:16

  La reunión cristiana, es decir, la manera en que nos reunimos, es un tema muy común entre los cristianos. Sin embargo, en este mensaje veremos algo que no es común. ¿Cuál es la manera apropiada en que los cristianos deben llevar a cabo sus reuniones, y dónde podemos encontrar instrucciones en el Nuevo Testamento que nos digan cómo debemos reunirnos? ¿Es correcta la manera en que se llevan a cabo las reuniones en el cristianismo? ¿Es correcta la manera en que nosotros nos reunimos?

  Tal parece que 1 Corintios 14:26 es la única porción de la Palabra donde podemos encontrar instrucciones en cuanto a cómo llevar a cabo las reuniones cristianas. Conforme a la historia de la iglesia, este versículo fue descubierto por la Asamblea de los hermanos en el siglo diecinueve. La Asamblea de los hermanos se formó alrededor de 1828. Poco tiempo después, según lo que podemos hallar en sus escritos, ellos recibieron luz acerca de 1 Corintios 14:26. Desde aquel momento en adelante, ellos insistieron mucho en que las reuniones cristianas no debían tener un pastor o ministro que enseñase y que fuera el único responsable de llevar a cabo toda la reunión. Más bien, todos los hermanos debían tomar la responsabilidad en cuanto a la reunión, siguiendo al Espíritu Santo a fin de compartir los unos con los otros.

  Sin embargo, después de muchos años de experiencia, llegué a la conclusión de que incluso en este versículo no se ve la manera apropiada de llevar a cabo las reuniones cristianas. Este versículo, más o menos, aborda sólo el aspecto técnico de las reuniones, pues nos enseña algunas técnicas que debemos seguir, pero en un sentido estricto, no nos presenta el camino. ¿Cuál es, entonces, la manera apropiada? Parece que no existen tales instrucciones. No hay nada en el libro de Hechos que nos enseñe el camino. En las Epístolas, Efesios 5:19 dice que cantemos salmos, himnos y cánticos espirituales. Sin embargo, esto se refiere principalmente a la vida cristiana diaria. Aunque este versículo dice que nos hablemos unos a otros, no está muy claro que se refiera a las reuniones. Por tanto, en un sentido estricto, es difícil encontrar algún pasaje en el Nuevo Testamento que nos enseñe la manera en que debemos tener las reuniones.

  ¿Es la manera en que el cristianismo lleva a cabo sus reuniones el camino correcto? Podemos responder rápidamente que “no”. Debemos abandonar el camino del cristianismo, pues es anormal, religioso y proviene totalmente de la tradición; por tanto, debemos renunciar a él. ¿Y qué diremos acerca de nuestra manera de reunirnos? Tenemos que admitir que nuestra manera de reunirnos tampoco es la manera correcta, pues hemos adoptado la manera religiosa. Hemos sido muy influidos por nuestro pasado religioso. Y esto no sólo es la situación de hoy; hace treinta años oí personalmente al hermano Watchman Nee hablar sobre este asunto. En aquel entonces, él intentaba eliminar la reunión de predicación del día del Señor por la mañana. Nos desafió preguntándonos: “¿Qué clase de reunión es ésta?”. A la reunión del día del Señor por la mañana se le llamaba la reunión del mensaje o la reunión de edificación, pero él decía que esa reunión se conformaba meramente a la tradición, ya que tenía como objetivo que los que asistieran escucharan un “servicio religioso”. Él nos dijo que no existía ninguna base en las Escrituras para esa clase de reunión, así que debíamos eliminarla. Esto ha sido enseñado por más de treinta años, pero aún hoy no hemos dejado esa manera de reunirnos. ¡Oh, no podemos imaginarnos cuánto hemos sido influidos por la tradición y por nuestro pasado religioso!

LA REUNIÓN CRISTIANA ES UNA EXPRESIÓN CORPORATIVA DE NUESTRA VIDA DIARIA

  Antes que podamos encontrar la manera de llevar a cabo nuestras reuniones, tenemos que saber en qué consiste una reunión cristiana. La reunión cristiana es una expresión corporativa de nuestra vida cristiana. En otras palabras, es una expresión de la vida cristiana, pero de una manera corporativa. Todos estamos de acuerdo en que la reunión más importante es la reunión de la mesa del Señor. Nosotros los cristianos podemos dejar cualquier clase de reunión, pero una reunión que no debemos dejar es la reunión de la mesa del Señor. ¿Por qué nos reunimos para celebrar la mesa del Señor? Alguien quizás diga que lo hacemos simplemente para recordar al Señor. Si entendemos el significado de la mesa del Señor solamente de esta manera, nuestro entendimiento sigue siendo religioso. La mesa del Señor es un testimonio, una declaración, una proclamación —de manera corporativa— con respecto a nuestra vida cristiana. Vivimos y andamos por el Cristo crucificado, resucitado y ascendido. Él es nuestra vida, y vivimos por Él día tras día. Así que, una vez por semana, en el primer día de la semana, el día de Su resurrección, nos reunimos para testificar acerca de esta clase de vida, es decir, para declarar, proclamar y dar testimonio de una manera corporativa a todo el universo respecto al hecho de que vivimos por el Cristo crucificado, resucitado y ascendido. Con esto, podemos entender que tal reunión es el testimonio corporativo de nuestra vida diaria individual.

  La reunión de oración también es un testimonio, una expresión, de manera corporativa, con respecto a nuestra vida de oración. Si los hermanos y hermanas no oran en su vida diaria, no podrían reunirse para tener una buena reunión de oración. Si llevamos una vida apropiada de oración individualmente, entonces podremos tener una reunión apropiada de oración corporativamente. Con esto, una vez más podemos entender que la reunión cristiana es la expresión corporativa de nuestra vida cristiana.

  Esto también es cierto en cuanto a la reunión para estudiar la Palabra. Si ninguno de nosotros estudia la Palabra en nuestra vida diaria, entonces, cuando nos reunamos para estudiar la Palabra, tendríamos que pedirle a un maestro o a un graduado del seminario que nos enseñara la Palabra. Esa no sería una reunión apropiada de estudio. La reunión apropiada para estudiar la Palabra de Dios debe ser una expresión corporativa de la vida cristiana individual de estudio. Yo estudio la Palabra, usted estudia la Palabra y todos estudian la Palabra en la vida diaria. De esta manera, todos podremos reunirnos para expresar corporativamente nuestra vida de estudio.

  De igual modo, si a ninguno de nosotros nos importan los pecadores y no predicamos el evangelio, ¿quién predicaría el evangelio cuando nos reunamos para celebrar una reunión del evangelio? En nuestra vida y andar diarios, todos debemos predicar el evangelio y ser testigos del Señor ante las personas. Entonces, quizás consideremos que sea necesario reunirnos un día a fin de expresar corporativamente esa clase de vida. Esta es la reunión para la predicación del evangelio. Vemos otra vez que la reunión cristiana es una expresión corporativa de la vida cristiana.

  Lo mismo ocurre con la reunión para dar testimonios. Si nunca testificamos por el Señor, entonces, cuando nos reunamos, todos permaneceríamos callados. Si este es el caso, ¿a quién le pediríamos que testificara? La reunión para dar testimonios también expresa corporativamente nuestra práctica de testificar en la vida cristiana. En la reunión de comunión ocurre lo mismo. Si no tenemos comunión unos con otros diariamente, ¿cómo podríamos reunirnos para tener comunión? Mediante estos ejemplos podemos descubrir cuál es el principio para celebrar las reuniones cristianas. La reunión cristiana es la expresión corporativa de nuestra vida cristiana.

EXPERIMENTAR A CRISTO AL EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU

  La manera en que llevamos nuestra vida cristiana es al ejercitar nuestro espíritu con el fin de experimentar a Cristo continuamente en nuestro espíritu. Al usar la palabra espíritu, no nos referimos simplemente al Espíritu Santo. Más bien, día tras día tenemos que experimentar a Cristo en nuestro espíritu humano. Esta es la manera de llevar la vida cristiana. El que pongamos énfasis en nuestro espíritu humano se puede comparar con el hecho de que enseñemos a los niños pequeños la manera de comer. Un niño pequeño no pone el alimento en su boca correctamente. De hecho, quizás ponga el alimento en su nariz. Parece que el niño no sabe qué es la boca ni dónde está. Por tanto, nos sentimos forzados y obligados a decirle: “Esa no es la manera correcta de comer. Tienes que comer abriendo tu boca”. Decir esto no es ser dogmático; más bien, es muy necesario. Si un niño no conoce la manera apropiada de comer ni sabe usar el órgano apropiado, perderá fuerzas. Lo mismo ocurre con respecto al ejercicio de nuestro espíritu en la vida diaria.

  No podemos encontrar en el Nuevo Testamento ningún pasaje que nos diga que debemos vivir y andar en el corazón, en el alma o en la mente. Ciertamente tenemos que amar al Señor con nuestro corazón y ser renovados en nuestra mente, pero nunca se nos dice que andemos en la mente o que vivamos por la mente; más bien, el Nuevo Testamento dice en repetidas ocasiones que andemos en el espíritu y que vivamos en el espíritu. Esto no se refiere simplemente al Espíritu Santo. En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu”; en este versículo se emplea la palabra tu. La vida cristiana es una vida que consiste en experimentar a Cristo, pero ¿dónde está Cristo para que podamos experimentarle? La Palabra dice muy claramente que Cristo está “con tu espíritu”, y no hay duda de ello. Por tanto, todos tenemos que aprender a experimentar a Cristo en nuestro espíritu.

  Gálatas 6:18 dice: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”. El último versículo del libro de Filemón dice lo mismo: “La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu” (v. 25). La gracia del Señor es el Señor mismo, a quien disfrutamos. Por tanto, la vida cristiana consiste en que experimentemos a Cristo en nuestro espíritu. Día tras día experimentamos a Cristo en nuestro espíritu, y día tras día vivimos en nuestro espíritu y aprendemos cómo andar en el espíritu. Nuestro espíritu es el lugar donde mora el Espíritu Santo y, además, nuestro espíritu es un espíritu con el Señor, quien es el Espíritu (2 Co. 3:17). En 1 Corintios 6:17 dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con él”. Día tras día andamos en este espíritu y vivimos en dicho espíritu a fin de experimentar a Cristo y tener contacto con Él. Esta es nuestra vida. ¿En qué consiste la vida cristiana? La vida cristiana consiste en experimentar a Cristo por medio de nuestro espíritu.

  ¿Cuánto Cristo experimentamos en nuestra vida cristiana? ¿Cuánto ejercitamos nuestro espíritu? Podemos tener muchas cosas buenas, como, por ejemplo, la paciencia. De hecho, tenemos más paciencia de lo que tenemos de Cristo. Quizás tengamos más honestidad de lo que poseamos de Cristo. Esto significa que por lo menos algo de nuestra honestidad no es Cristo. Es difícil que digamos mentiras; somos honestos, pero puede ser que tengamos más honestidad de lo que tengamos de Cristo. Esto indica que cierta parte de la “vida buena” de los hermanos y hermanas no es Cristo. En este caso, nuestra sinceridad y honestidad provienen de nuestro yo, es decir, del alma, y no del ejercicio de nuestro espíritu. Si expreso sinceridad por medio de mi yo, si usted expresa honestidad por medio de su yo, si las hermanas expresan mansedumbre y humildad por su yo, y si muchas de nuestras cualidades buenas provienen de nuestro yo, entonces, cuando nos reunamos, ¿qué clase de reunión tendremos? Tendremos una reunión en la que se expresará el yo, y no habrá comunión genuina.

  Quizás una hermana sea muy mansa, amable y agradable, tal como la estatua de María en una catedral católica. Tal vez otra hermana sea muy humilde, y posiblemente muchos hermanos sean sinceros, fieles y honestos. Pero cuando se reúnan todas estas personas peculiares que están centradas en sí mismas, tendrán una reunión cristiana peculiar, llena de la expresión del yo. En el siglo diecinueve, los que estaban en la Asamblea de los hermanos descubrieron 1 Corintios 14:26, y compartieron este descubrimiento con muchos admirables cristianos que estaban centrados en sí mismos. Hoy, todos se reúnen simplemente para expresar su manera mansa, humilde y sincera. Cuanto más uno participe en esa clase de reunión, más llegará a ser un “sepulcro” y más toda la reunión se volverá un “cementerio” muy silencioso, y donde todo está en orden. Esto se debe a la carencia de una vida cristiana apropiada.

  Si comprendemos el hecho de que para llevar una vida cristiana apropiada debemos experimentar a Cristo diariamente, entonces no nos importará nuestra propia honestidad y mansedumbre. Más bien, estaremos realmente centrados en Cristo. Nos ocuparemos de ejercitarnos con el fin de tener contacto con el Señor. Ejercitaremos nuestro espíritu y viviremos en el espíritu. Mañana y tarde, día y noche, tendremos verdadera comunión con el Señor en el espíritu. De esta manera, constantemente experimentaremos a Cristo como nuestra mansedumbre, nuestra sinceridad y como nuestro todo. Seremos fuertes, vivientes, activos y positivos en nuestro espíritu. Nuestro hombre interior será fortalecido y se llenará de las experiencias de Cristo. Entonces podremos asistir a la reunión llenos de Cristo, con experiencias ricas de Cristo, y con un espíritu fuerte, viviente, activo y positivo. Si todos asistimos a la reunión de esta manera, espontáneamente ejercitaremos el espíritu y ministraremos Cristo a los demás. Esta es la manera correcta de tener una reunión.

REUNIRNOS PARA TRAER EL EXCEDENTE DE LA BUENA TIERRA COMO OFRENDA A DIOS

  Es difícil encontrar un pasaje en la Palabra que incluya esta clase de instrucciones. Sin embargo, si conocemos el Antiguo y el Nuevo Testamento y tenemos cierta revelación de parte del Señor, nos daremos cuenta de que esto es algo que se revela en las Escrituras. La adoración mencionada en Juan 4, en la conversación entre la mujer samaritana y el Señor, no es la adoración individual sino la adoración corporativa. Esta es la adoración que se lleva a cabo en las reuniones. En épocas antiguas, todos los varones del pueblo de Dios tenían que reunirse tres veces al año: en la fiesta de los panes sin levadura, en la fiesta de las semanas (el día de Pentecostés) y en la fiesta de los Tabernáculos (Dt. 16:16). La manera en que se reunían consistía en traer el excedente de la buena tierra y en ofrecer este excedente como adoración a Dios. Este excedente era una especie de símbolo, una representación, de la vida que ellos llevaban. Todos vivían en la buena tierra y laboraban en ella desde el inicio del año hasta el final. Labraban la tierra, sembraban la semilla y regaban las plantas. Posteriormente, obtenían la cosecha y vivían de lo que cosechaban como resultado de su labor en la buena tierra. Finalmente, todos apartaban una parte de la cosecha y adoraban a Dios juntos.

  La buena tierra tipifica a Cristo. Hemos sido salvos por Dios y hemos sido conducidos a Cristo. Hemos sido introducidos en Cristo como nuestra buena tierra. Por tanto, tenemos que laborar en Él día tras día a fin de cosechar algo y vivir de lo que cosechamos de Cristo. Finalmente, nos reunimos trayendo todos esa porción de la cual vivimos. En esto consiste experimentar apropiadamente a Cristo.

  Siempre que el pueblo de Israel se reunía, traían el excedente del fruto cosechado para ofrecerlo al Señor. Ofrecían una parte como holocausto, otra parte como ofrenda de harina, otra más como ofrenda de paz, otra parte como ofrenda por el pecado y otra más como ofrenda de transgresión. Una parte también la ofrecían a Dios como ofrenda mecida y otra parte como ofrenda elevada. Todo lo que traían al Señor como ofrenda, era el fruto de la buena tierra. Una parte de lo que ofrecían era quemada para ser el alimento de Dios, olor fragante que Dios disfrutaba; sin embargo, el resto lo disfrutaban ellos. Si nosotros hubiéramos estado en esas reuniones, habríamos visto una exhibición del rico fruto, el excedente, de la buena tierra. Dios disfrutaba de esas ofrendas, y los que adoraban también disfrutaban de tales ofrendas juntamente con Dios, en la presencia de Dios y unos con otros. Esta era la manera en que ellos se reunían.

  En Juan 4, la mujer samaritana hizo una pregunta acerca de la adoración (v. 20). El Señor Jesús le dijo: “La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (v. 21). La expresión la hora viene significa que la dispensación había cambiado. La hora ha venido para que el pueblo de Dios adore, no en Jerusalén ni con las ofrendas como tipos, sino que adore en espíritu y con veracidad (v. 24). Nuestra adoración hoy no se hace con las ofrendas físicas, sino con la realidad, la cual es Cristo. Hoy tenemos que laborar en Cristo. Tenemos que cosechar muchas riquezas de Cristo y vivir por ellas a fin de tener un excedente para traer a la reunión y adorar a Dios.

  La manera en que el pueblo de Dios debe reunirse es traer el excedente de Cristo a la reunión y ofrecerlo a Dios mediante el ejercicio de nuestro espíritu. Día tras día laboramos en nuestra buena tierra, que es Cristo. Así tendremos experiencias genuinas de Cristo, las cuales podremos cosechar. Vivimos de lo que cosechamos de Cristo, y obtenemos un excedente de lo que hemos cosechado, el cual traemos a la reunión. Entonces, en la reunión le ofrecemos a Dios lo que hemos experimentado de Cristo, para Su satisfacción y también para nuestro disfrute en la presencia de Dios y unos con otros. Esta es la manera en la que debemos reunirnos.

ABANDONAR NUESTRA TRADICIÓN Y NUESTROS VIEJOS CONCEPTOS Y VENIR A LA REUNIÓN DE UNA MANERA VIVIENTE TRAYENDO EL CRISTO QUE HEMOS DISFRUTADO

  En cuánto a las técnicas para reunirse, no hay reglas o reglamentos. No importa qué clase de reunión celebremos —la mesa del Señor, la reunión de oración, una reunión para estudiar la Palabra o una reunión para escuchar un mensaje—, casi siempre nos sentamos y esperamos a que alguien pida un himno. Sin embargo, no hay ninguna enseñanza que diga que siempre debemos comenzar la reunión con un himno. ¿De dónde aprendimos esto? Esto es simplemente una tradición que se ha infiltrado. Si el comenzar con un himno es correcto o no, depende de Cristo y del Espíritu. Por otra parte, ¿de quién aprendimos que solamente los hermanos responsables pueden pedir un himno? ¿Quién nos impuso esta clase de reglamento? No debemos censurar a los hermanos responsables, porque somos nosotros los que actuamos como una “tumba”. Ya que nosotros no tomamos la responsabilidad de la reunión, los hermanos responsables se ven obligados a actuar como el “clero”. Decimos que no tenemos laicado ni clero, pero en realidad, sí lo tenemos. Cada uno de nosotros es responsable de esto. Que el Señor tenga misericordia de nosotros.

  Tenemos que cambiar nuestros conceptos; tenemos que abandonar los viejos conceptos. Este no es un asunto de cambiar simplemente las formas; más bien, es un asunto que depende de nuestra vida diaria. Todos tenemos que vivir por Cristo. Todos tenemos que laborar en la buena tierra y ejercitar nuestro espíritu. Entonces, cuando vengamos a la reunión, no habrá necesidad de esperar. No será necesario que primero se ore o se cante un himno, sino que todo saldrá espontáneamente. La manera correcta de reunirse requiere que tengamos un andar diario apropiado, que experimentemos debidamente a Cristo y que ejercitemos nuestro espíritu. Entonces nuestro espíritu será fortalecido y estará viviente, activo y positivo. Así, al venir a la reunión, oraremos espontáneamente.

  Algunos quizás digan que esta manera espontánea causará confusión. Pero yo no lo creo, e incluso preferiría esta clase de “confusión” viviente a que haya mucho orden en un ambiente donde impere la muerte. Si todos vivimos en el espíritu y experimentamos a Cristo, todo lo que oremos en la reunión será apropiado. La variedad redundará en belleza. Si pudiéramos ir a las fiestas del pueblo de Israel, veríamos allí la variedad de las riquezas del excedente. Si todos oramos a partir de la experiencia que tenemos de Cristo al ejercitar nuestro espíritu, aunque haya variedad, también habrá belleza, y el fluir de la vida divina estará allí.

  Puesto que hemos sido influidos por ciertas clases de reglamentos, simplemente venimos a la reunión a sentarnos. Estamos acostumbrados a hacer esto. No me refiero a que tenemos que cambiar exteriormente; más bien, necesitamos experimentar un cambio en vida y un cambio de conceptos. Entonces seremos verdaderamente diligentes, celosos, activos, positivos, fuertes y vivientes en el espíritu. Como hermanos y hermanas cristianos que somos, tenemos que llevar nuestra vida cristiana de esta manera, día tras día laborando en Cristo y experimentándole en nuestro espíritu. Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu, ser fortalecidos y estar vivientes, activos y positivos en nuestro espíritu, a fin de experimentar a Cristo todo el tiempo.

  Entonces, siempre que vayamos a la reunión, nos daremos cuenta de que es nuestro deber compartir algo los unos con los otros. Deuteronomio 16:16 dice que el pueblo de Dios no se podía presentar ante Jehová con las manos vacías. Tenían que venir a la fiesta con algún producto que habían cosechado de la buena tierra. De la misma manera, necesitamos traer algo de Cristo a la reunión. Así, todos estaremos abiertos a Él, y habrá un camino abierto para que el Espíritu Santo opere entre nosotros. Se expresarán muchas de las riquezas de Cristo y éstas serán ofrecidas a Dios para Su satisfacción y para nuestro disfrute mutuo en la presencia de Dios. Esta es nuestra manera de reunirnos y de adorar a Dios. De este modo, no habrá formalismos, reglamentos, laicado ni clero. Antes bien, todos los miembros vivientes traerán algo de Cristo a la reunión y se lo ofrecerán a Dios ejercitando el espíritu. Esta es la manera apropiada de reunirse.

  Estamos en el camino del recobro, y esta manera de reunirnos es un elemento del recobro del Señor. Tenemos que abandonar la vieja manera de hacer las cosas, así como debemos deshacernos de todos los formalismos y reglas que aprendimos de la tradición y que practicábamos anteriormente. Pongamos nuestros ojos en el Señor y cooperemos con Él. Repito, no debemos simplemente cambiar los formalismos; más bien, tenemos que cambiar nuestro entendimiento, nuestros conceptos y nuestra manera de vivir. Entonces vendremos a las reuniones de una manera viviente, pues tendremos una manera de vida nueva y un entendimiento nuevo.

ASISTIR A LAS REUNIONES CON UN ESPÍRITU VIVIENTE

  Puesto que la mayoría de nosotros provenimos del cristianismo tradicional y aún tenemos ese ambiente alrededor de nosotros, es muy difícil cambiar nuestro concepto acerca de las reuniones. En el pasado hemos predicado el evangelio de una manera viviente a las personas que eran cien por cien gentiles. Tales personas nunca tuvieron ninguna conexión ni relación con la así llamada iglesia cristiana. Cuando fueron salvos, simplemente les compartimos unas palabras breves, y todos supieron cómo ejercer su función. Sin embargo, para muchos cristianos tradicionales, es muy difícil ejercer su función puesto que han sido influidos por su pasado. Debemos esforzarnos por abandonar nuestro pasado y aprender a vivir y andar en el espíritu, disfrutando y experimentando a Cristo de una manera práctica. Día tras día disfrutamos de Cristo, y día tras día le experimentamos en nuestro espíritu. De esta manera, siempre que nos reunamos, lo haremos con un espíritu viviente, satisfecho, refrescado, fortalecido, elevado, positivo y activo, y aportaremos las experiencias que hayamos tenido de Cristo.

  Cuando vayamos a una reunión, no debemos considerar qué clase de reunión es; más bien, debemos considerarla como una oportunidad para adorar, compartir nuestra carga y cumplir con nuestros deberes. Debemos olvidarnos de nuestras consideraciones y simplemente reunirnos unos con otros como cristianos. Esto depende de si estamos en el espíritu o no, si hemos orado en el espíritu y hemos obtenido algo de Cristo o no. Si impartimos a Cristo en otros ejercitando nuestro espíritu, cualquier porción será buena. Esto nunca perjudicará la reunión. Mientras que ejercitemos nuestro espíritu para expresar y ministrar a Cristo a otros, todo estará bien. Eso liberará el espíritu de los demás, introducirá el fluir de la vida divina y se dará comienzo a la reunión espontáneamente.

  Quizás no cantemos un himno al principio de la reunión. Tal vez los hermanos y hermanas simplemente oren, o quizás cantemos himno tras himno. No debemos tener ningún reglamento al respecto, sino sólo prestar atención al fluir de la vida divina. Sin embargo, este fluir depende totalmente de que nuestro espíritu esté viviente. Nuestro espíritu debe estar viviente. Si nuestro espíritu está en una condición de muerte, carecemos de Cristo y no le hemos experimentado, entonces todo cuanto hagamos estará mal. Incluso si todos abren su boca para hablar, aún esto sería incorrecto. De hecho, cuanto más abramos la boca, más habrá un olor de muerte, y no un olor fragante. Todo lo que hagamos, deberá ser algo viviente que proceda de nuestro ser interior.

  Alguien podría preguntar: “¿Qué tal si como hombre caído que soy, fracaso el día de la reunión?”. No solamente tenemos el holocausto, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz, sino que también tenemos la ofrenda de transgresión. Si fracasamos, debemos ir a la reunión con un espíritu humilde a fin de arrepentirnos y confesar ante el Señor. Podemos ejercitar nuestro espíritu contrito y ofrecerle al Señor una oración de confesión, arrepentimiento y lavamiento con la sangre de Jesús. Incluso esta clase de oración introducirá el fluir de la vida divina en la reunión, puesto que es algo viviente, algo de Cristo y una verdadera experiencia de Cristo como la ofrenda de transgresión. Quizás entonces el fluir introducirá muchas oraciones donde se valore a Cristo como la ofrenda de transgresión. Posiblemente muchos continúen orando así: “Señor, te agradecemos que te podemos experimentar como nuestra ofrenda de transgresión”. Eso será algo viviente que se expresará en el fluir.

  Debemos prepararnos antes de asistir a la reunión. Tengo un sentir profundo de que necesitamos cambiar nuestros conceptos y cambiar nuestra manera de vivir. Esto nos ayudará a ser diligentes y fervientes en el espíritu en nuestro andar diario. Entonces, podremos asistir a las reuniones de una manera nueva. Alguien podría argumentar que si dejamos de reunirnos conforme a la manera tradicional, esto causará confusión. Si liberar nuestro espíritu causa confusión o no, eso está por verse. Probémoslo. Si causa confusión, podemos intentar algo diferente. Simplemente sigamos adelante y veamos el resultado. Tengan paz; puedo asegurarles que no sufriremos pérdida al ejercitar nuestro espíritu en las reuniones.

  No sugiero que cambiemos algunos formalismos o reglas; eso nunca da resultado. Más bien, tenemos que cambiar nuestros conceptos y nuestro entendimiento. Tenemos que cambiar la manera en que llevamos a diario nuestra vida cristiana. Tenemos que aprender cómo vivir y andar en Cristo y por Él, a la vez que ejercitamos nuestro espíritu. Nuestro entendimiento y nuestros conceptos deben cambiar, y nuestra manera de vivir debe ser diferente. Entonces, cuando nos reunamos, espontáneamente habrá un excedente de Cristo.

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