
Lectura bíblica: Sal. 133:1-3; Jn. 17:21-23; Ef. 3:16—4:6; 1 Jn. 2:27; 1 P. 3:7
La verdad tocante a la unidad es grande y profunda. El significado completo de la unidad genuina que se revela en la Biblia va más allá de nuestro entendimiento. Puesto que es difícil entender la unidad revelada en las Escrituras, el Señor Jesús en Juan 17 oró en cuanto a la unidad, en vez de hablar acerca de ella como parte de Su discurso a los discípulos. Creo que el Señor Jesús sabía que Sus discípulos no podían entender el asunto de la unidad. Por tanto, ofreció una oración al respecto.
Juan 17 es una redacción profunda, insondable y misteriosa. Este capítulo es, en sí mismo, una prueba contundente de que la Biblia fue inspirada por Dios. Ningún ser humano pudo haber redactado un escrito semejante a Juan 17. Durante los últimos cincuenta años, he regresado a este capítulo una y otra vez. Sin embargo, debo admitir que he tocado solamente una fracción de la verdad que contiene.
Juan 17:21-23 es una muestra de cuán profundo es este capítulo. En el versículo 21 el Señor oró: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. ¿De qué unidad se habla en este versículo? ¿Qué significa que todos seamos uno como el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre? Ciertamente, esta unidad excede nuestro entendimiento. En el versículo 22 el Señor continúa diciendo: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno”. ¿Cuál es la gloria que el Padre dio al Hijo y que el Hijo nos ha dado a nosotros? Además, ¿qué significa que seamos uno así como el Padre y el Hijo son uno? Algunos pensarán que esta unidad simplemente consiste en que no haya ningún conflicto, discusión ni disensión entre las tres personas de la Trinidad Divina. Según este concepto de unidad, ser uno significa estar en armonía y no tener ningún desacuerdo. Los que entienden el versículo 22 de esta manera, dirían que si un buen número de creyentes se congrega sin que haya entre ellos discusión ni disensión alguna, ellos son uno tal como el Padre y el Hijo son uno.
Este entendimiento acerca de la unidad es demasiado superficial. Ciertamente la unidad aquí no consiste simplemente en individuos que se congreguen en armonía y que estén de acuerdo el uno con el otro. Aquí el Señor dice que nos ha dado la misma gloria que el Padre le ha dado a Él a fin de que podamos ser uno en el Padre y en el Hijo. Esto alude a la unidad que existe en la naturaleza divina y en el Ser Divino. Los tres del Dios Triuno son uno en Su naturaleza y en Su ser.
La unidad de los creyentes en Cristo debe ser esencialmente la misma. El uso de la palabra gloria aquí confirma esto. Puesto que hemos recibido del Hijo la misma gloria que Él recibió del Padre, podemos ser uno así como el Padre y el Hijo son uno. Esto nos muestra una unidad que no es solamente una suma de individuos, sino a una unidad que se relaciona con la naturaleza y el ser intrínseco. De lo contrario, la palabra gloria no se usaría en este versículo. La gloria es el factor de la unidad. Él nos dio la gloria para que todos seamos uno como el Padre y el Hijo son uno. Por tanto, la gloria del Ser Divino es el factor mismo de la unidad entre aquellos que creen en Cristo.
El versículo 23 dice: “Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad”. De nuevo vemos que esta unidad no es simplemente una suma de individuos. Los creyentes no se añaden y se juntan para ser uno. Con respecto a la unidad, el versículo 23 es aún más enfático que los versículos 21 y 22, pues nos habla de ser perfeccionados en unidad. Esto indica que podemos ser uno, pero que nuestra unidad esté solamente en la etapa inicial, y aún no ha crecido plenamente ni alcanzado la perfección.
Aunque podemos señalar ciertas cosas acerca de estos versículos, no podemos entenderlos adecuadamente. Además, aunque los hayamos leído repetidas veces, es difícil indicar cual es el punto principal de cada versículo. Esto comprueba que la unidad por la cual oró el Señor en este capítulo es algo profundo y sobrepasa nuestro entendimiento.
En la Biblia hay cuatro capítulos muy importantes en cuanto a la unidad: Deuteronomio 12, el salmo 133, Juan 17 y Efesios 4, incluyendo la última parte de Efesios 3. Si se separa Efesios 4:1-6 de 3:16-21 se sufriría una gran pérdida y se dificultaría el entendimiento. Sin embargo, es muy provechoso, si leemos todos estos versículos juntos como una sola unidad. La unidad de la que se habla en 4:1-6 está estrechamente relacionada con lo dicho en 3:16-21. Esto lo indica la palabra pues en 4:1, lo que nos muestra que estos versículos del capítulo 4 son el resultado de lo que precede inmediatamente en el capítulo 3. En 3:16-21 Pablo oró pidiendo que el Padre nos fortaleciera por Su Espíritu en nuestro hombre interior para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, fuésemos plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. El resultado de esto es que, según el poder que actúa en nosotros, hay gloria a Dios en la iglesia y en Cristo Jesús. A la luz de todo esto, Pablo declara en 4:1: “Yo pues, prisionero en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”. Como el contexto lo indica claramente, andar como es digno del Señor se refiere principalmente a guardar la unidad del Espíritu. En los versículos del 4 al 6 Pablo además indica que la unidad del Espíritu es el Dios Triuno mismo. Allí Pablo habla del Cuerpo, y de un Espíritu, un Señor y un Dios y Padre. El hecho de que se mencionen juntos el Cuerpo y el Dios Triuno, da a entender que la unidad es en realidad la mezcla del Dios Triuno con los creyentes.
En Efesios 3 Pablo hace referencia a los tres del Dios Triuno. Pablo ora pidiendo que el Padre fortalezca a los santos por Su Espíritu en el hombre interior para que Cristo haga Su hogar en sus corazones. Aquí tenemos al Padre, al Espíritu y a Cristo (el Hijo). Luego en el capítulo 4 Pablo habla del Espíritu, del Señor y del Padre, refiriéndose al Dios Triuno, en relación a la unidad del Espíritu y del Cuerpo. Esto indica que la unidad no es simplemente un asunto de adición, sino que es la mezcla del Dios Triuno con los creyentes. La unidad es la mezcla del Dios procesado con los creyentes.
Muchas referencias en cuanto al Dios Triuno, especialmente las que se encuentran en las Epístolas, indican el proceso por el cual Dios ha pasado. En el Nuevo Testamento el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— se revela claramente en relación a la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección de Cristo. En Mateo 28:19 el Señor Jesús ordenó a Sus discípulos que hicieran discípulos a todas las naciones, bautizándolos “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Antes de la resurrección de Cristo, las personas no podían ser bautizadas en el nombre del Dios Triuno. Solamente después que Dios pasó por un proceso mediante la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección de Cristo, los creyentes podían bautizarse en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu. Ser bautizado, sumergido, en este nombre del Dios procesado es participar en el Dios procesado. Además, en las Epístolas vemos que el Dios Triuno procesado tiene como fin que participemos de Él y le disfrutemos. Finalmente el Dios Triuno se mezcla con nosotros, y esta mezcla es la unidad.
La unidad por adición es muy superficial. La unidad revelada en la Biblia es la mezcla del Dios Triuno procesado con Su pueblo escogido. Si vemos esto, entonces podemos entender con más facilidad la oración del Señor en cuanto a la unidad en Juan 17. La unidad que se menciona en Juan 17 es la mezcla de la divinidad con la humanidad. Sin embargo, no nos referimos a la divinidad por sí sola, sino a la divinidad después de haber pasado por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Después de haber pasado por tal proceso, el Dios Triuno llegó a ser nuestra porción y disfrute. Como el Espíritu vivificante, Él se mezcla con los que creen en Cristo.
Con este concepto de la unidad en mente, volvamos a Juan 17:21. Hemos visto que aquí el Señor oró diciendo: “Que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. Aquí el Señor dice que Él está en el Padre y que el Padre está en Él. Sin duda, esto indica que el Padre y el Hijo están mezclados. Esta mezcla es la unidad entre el Padre y el Hijo. La unidad entre el Padre y el Hijo consiste en que el Padre está en el Hijo y que el Hijo está en el Padre. El Señor oró para que también nosotros fuéramos uno de la misma manera, incluso para que fuéramos uno “en Nosotros”, es decir, en el Dios Triuno.
En el versículo 22 el Señor dijo que la gloria que el Padre le había dado a Él, Él se la había dado a Sus creyentes “para que sean uno, así como Nosotros somos uno”. La gloria es la expresión de Dios. Esta expresión le fue dada al Hijo. El Padre le ha dado la gloria al Hijo a fin de que le exprese en la vida divina. Ahora esta gloria ha sido dada a nosotros por el Hijo para que seamos uno así como el Padre y el Hijo son uno. Esta unidad es la unidad en la gloria divina para la expresión corporativa de Dios.
En el versículo 23 el Señor continúa: “Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad”. Aquí vemos la mezcla del Dios procesado con los creyentes. Las palabras Yo, ellos y Tú se refieren respectivamente a Cristo, a los creyentes y al Padre. El Hijo está en los creyentes, y el Padre está en el Hijo. Ésta es la mezcla del Dios Triuno con los creyentes. El resultado de tal mezcla es que nosotros podemos ser perfeccionados en unidad.
Quizás se pregunten qué significa ser perfeccionados en unidad. El día que creímos en Cristo, entramos en esta unidad. Sin embargo, aún tenemos problemas con nuestro hombre natural, nuestra constitución natural y nuestra manera de ser natural. No obstante, cuanto más experimentamos a Cristo como el Espíritu vivificante, más se reducen todos estos elementos naturales. A medida que estos elementos se reducen mediante nuestra experiencia del Dios Triuno, somos perfeccionados en unidad.
A todos nos debe impresionar profundamente el hecho de que la unidad revelada en la Biblia no consiste en juntar los creyentes para formar una entidad armoniosa. Este concepto de unidad es natural y superficial. Declaramos de nuevo que la unidad es la mezcla del Dios Triuno procesado con los creyentes. Después de haber visto esta unidad tal como se revela en Juan 17 y Efesios 4, debemos estudiar ahora el salmo 133.
Este salmo es tan profundo que es difícil hablar acerca de él. El versículo 1 dice: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía!”. Observen que el salmista utiliza dos adjetivos para describir a los hermanos que moran juntos en unidad. Él dice que es “bueno” y “delicioso”. La razón por la cual se usan dos adjetivos es que en los versículos siguientes se compara el hecho de vivir juntos en armonía con dos cosas: el buen óleo sobre la cabeza de Aarón y el rocío del Hermón que desciende sobre los montes de Sión. Estos dos adjetivos aluden a dos aspectos de la unidad. La unidad es buena y deliciosa: buena como el buen óleo y deliciosa como el rocío que desciende.
De estos aspectos, el primero se refiere a una persona, Aarón; y el segundo, a un lugar, Sión. ¿Alguna vez han visto que la iglesia tiene estos dos aspectos? Por una parte, la iglesia es una persona; por otra, es un lugar. Como persona, la iglesia incluye la Cabeza y el Cuerpo, y como un lugar, la iglesia es la morada de Dios. En otras partes de la Biblia además vemos que la iglesia es la Novia, el nuevo hombre y el guerrero. Éstos son aspectos de la iglesia como persona. De hecho la iglesia tiene solamente dos aspectos principales: el aspecto de la persona y el aspecto de la morada. El óleo y el rocío tienen que ver con estos dos aspectos de la iglesia.
Aunque en el versículo 2 la versión Reina-Valer a al traducir esta palabra hebrea usa la palabra óleo, varias versiones usan la palabra aceite. Este óleo es el aceite de la unción descrito en Éxodo 30. El aceite de la unción es un ungüento compuesto que se forma al mezclar cuatro especias con aceite de oliva. Con este ungüento eran ungidos Aarón, sus hijos, el tabernáculo y todo lo relacionado con éste. Según el salmo 133, este ungüento, este aceite compuesto de la unción, era derramado sobre una persona, Aarón. En contraste con esto, hemos señalado que, el rocío que refresca, riega y satura descendía sobre un lugar: los montes de Sión.
Ni el aceite de la unción ni el rocío que satura descienden rápidamente. El rocío no caía como lluvia, sino que descendía, bajaba, de una manera gradual. Del mismo modo, el ungüento realmente no corría por la barba de Aarón, sino que se extendía lentamente sobre su barba y luego bajaba hasta llegar al borde de sus vestiduras. La raíz en hebreo significa “esparcir” en el sentido de esparcir algo sobre una superficie. También significa “cubrir”, así como uno extiende una cobija o colcha sobre la cama. Por lo tanto, el aceite de la unción que era derramado sobre la cabeza de Aarón, se extendía sobre su barba; no corría rápidamente, sino que el ungüento se extendía suave y lentamente sobre la barba.
Según el mismo principio, el rocío descendía suave y lentamente sobre los montes de Sión. En nuestro himnario hay un himno acerca de “lluvias de bendición” (Hymns, #260). Tales lluvias espirituales tienen cierto carácter pentecostal. Yo aprecio más el ungüento que se extiende lentamente y el rocío que desciende, que las lluvias de bendición. Las lluvias de bendición no tienen nada que ver con la unidad. La unidad genuina se compone del ungüento que se extiende lentamente y del rocío que desciende.
Hemos indicado de manera enfática que la verdadera unidad es la mezcla del Dios procesado con los creyentes. Aunque esto se revela en el Nuevo Testamento, allí no vemos la manera de practicar esta unidad. Pero en el salmo 133 encontramos la manera de practicar esta mezcla. El ungüento, el óleo, mencionado en el versículo 2 tipifica al Dios Triuno procesado, quien es hoy el Espíritu compuesto y todo-inclusivo. Según Éxodo 30, el aceite de la unción es un ungüento compuesto que se formaba al mezclar cuatro especias con un hin de aceite de olivas. Este compuesto tipifica al Espíritu todo-inclusivo, el cual es el Dios procesado como nuestro disfrute. En este Espíritu compuesto no sólo tenemos la divinidad, sino también la humanidad de Cristo, la eficacia de Su muerte y el poder de Su resurrección. En otras palabras, el Espíritu compuesto es el Dios procesado junto con los atributos divinos, las virtudes humanas, la eficacia de la muerte de Cristo y el poder de la resurrección de Cristo. En la vida de iglesia, el Espíritu compuesto nos unge constantemente.
Podemos comparar el ungüento con la pintura, y la unción con la aplicación de la pintura. Cuando usted pinta una silla, es posible que aplique varias capas de pintura, una sobre la otra. A medida que el Espíritu compuesto nos unge, nos está “pintando”, y la “pintura” que nos aplica es el Dios Triuno mismo. En esta “pintura” tenemos la humanidad de Cristo, la eficacia de Su muerte y el poder de Su resurrección. Además, tenemos la divinidad de Cristo y Su vivir humano. A medida que todos estos ingredientes del ungüento nos son aplicados, somos “pintados” con el Dios Triuno procesado y con todos los elementos del ungüento compuesto. La vida apropiada de iglesia es una vida que se lleva en unidad, la cual es la mezcla del Dios Triuno procesado con los creyentes. Mientras permanecemos en esta unidad, somos “pintados” con el ungüento. Cuanto más somos “pintados”, más se eliminan de nosotros nuestra constitución, temperamento y manera de ser naturales. Y lo que queda es la mezcla del Dios Triuno procesado con nuestra humanidad elevada. Ésta es la unidad.
En tal unidad es imposible que haya divisiones o aun disensiones. En esta unidad ni siquiera hay lugar para nuestras opiniones. Aunque es cierto que necesitamos recibir más de esta “pintura” divina, la cual nos introduce en la unidad, al menos hemos experimentado un poco de esto en la vida de iglesia. Por lo menos hasta cierto grado, todos hemos entrado en la unidad.
Cuando estábamos en las denominaciones o en los grupos independientes, nos era fácil ser dados a las opiniones o a las críticas. Pero en la iglesia son subyugados tanto el elemento de la disensión como los factores divisivos. Éste es el efecto de la unidad. Cuanto más se aplica la “pintura” del Dios Triuno procesado a nuestro ser, más difícil es que nos dividamos. Mediante la aplicación de la “pintura” celestial, somos introducidos en la unidad genuina, y no en una unidad superficial que es según el concepto natural. Estamos en la unidad que es el Dios Triuno procesado con el cual ha sido “pintado” nuestro propio ser.
Como hemos indicado, este ungüento, esta “pintura” divina, no corre, sino que se extiende. Para pintar mi casa, yo prefiero usar una pintura que se adhiera a la pared y no una pintura que chorree como agua. Igualmente, cuando nos es aplicado el ungüento, éste se adhiere a nuestro ser interior; no se chorrea. El ungüento que se chorrea con facilidad es semejante a las experiencias del pentecostalismo o del movimiento carismático; tales experiencias pasan rápidamente. Sin embargo, en la vida de iglesia experimentamos las bendiciones espirituales de manera gradual, lenta y suave; pero una vez que las experimentamos, permanecen. Una vez que la “pintura” nos es aplicada, permanece. Después que hemos recibido una capa del aceite de la unción, ésta permanece para siempre en nosotros; nada la puede remover.
La unción no suscita muchos sentimientos en nuestra parte emotiva. En cambio, las experiencias que llegan y se van rápidamente, sí despiertan nuestras emociones; pero éstas no son experiencias normales en la vida de iglesia. En la vida de iglesia experimentamos el ungüento todo-inclusivo que se extiende gradualmente. Por ejemplo, en la reunión de oración de la iglesia podemos recibir una o dos “capas” de “pintura” sin realmente sentirlo. Como ya dijimos, este ungüento contiene muchos ingredientes. Cuánto agradecemos al Señor por Su recobro. Día tras día en la vida de iglesia, todos los ingredientes del ungüento divino están siendo forjados en nosotros. Mediante la aplicación de estos ingredientes a nuestro ser interior, espontáneamente estamos en la unidad; es más, nos es sumamente difícil ser divisivos o aun disidentes. ¡Cuán buena, deliciosa y agradable es la unidad en la iglesia! La única manera en que podríamos ser divisivos es que tomemos una decisión muy firme en contra de nuestro ser interior. Somos uno espontáneamente porque hemos sido “pintados” con todos los elementos de la “pintura” celestial.
El terreno de la unidad es simplemente el Dios Triuno procesado que ha sido aplicado a nuestro ser. Ésta es la unidad en la que nos encontramos hoy. No estamos en una unidad que se logra al juntar a aquellos que creen en Cristo, ya que en esa clase de unidad es tan fácil sustraer como añadir. Sin embargo, una vez que somos introducidos en la unidad que se produce cuando el Dios Triuno se aplica a nuestro ser, es muy difícil que haya alguna sustracción. Esta unidad es totalmente diferente a la unidad del cristianismo actual, pues esa unidad implica añadir y sustraer. Pero la unidad que hay en las iglesias en el recobro del Señor, involucra la aplicación del Dios Triuno a nuestro ser interior.
El ungüento no es para ningún individuo en particular, sino para el Cuerpo. No lo pueden experimentar aquellos que están separados y desconectados del Cuerpo. Según el cuadro que nos presenta el salmo 133, el ungüento era derramado sobre la cabeza, luego se extendía a la barba y bajaba hasta el borde de las vestiduras. Esto indica que si somos individualistas, no podemos experimentar el ungüento. Algunos argumentarán que pueden tener comunión con el Señor a solas en su casa, y sin duda pueden hacerlo. No obstante, el asunto crucial es si somos uno con la iglesia o no. Si somos uno con la iglesia, entonces podemos tener comunión a solas con el Señor adecuadamente en nuestra casa; pero si nos apartamos de la iglesia, nuestra comunión con el Señor será completamente diferente. Esto se debe a que el aceite de la unción no es dado a miembros individualistas, sino que se derrama sobre la Cabeza y el Cuerpo, sino que es para la Cabeza con el Cuerpo. Por tanto, para ser “pintados” con el ungüento, debemos estar en la iglesia. Entonces espontáneamente disfrutaremos la aplicación del aceite de la unción junto con todos sus elementos. ¡Qué maravillosa es la unidad producida por la aplicación de este ungüento!
Según Salmos 133:3, la unidad también es semejante al rocío que desciende sobre los montes de Sión. El aceite de la unción está sobre la persona, Aarón, pero el rocío está sobre un lugar, Sión. El rocío representa la gracia de la vida (1 P. 3:7). La gracia de la vida es el suministro de vida. En la vida de iglesia no sólo estamos bajo la unción, sino que también recibimos el suministro, la gracia, de vida. Mientras somos ungidos, también somos agraciados.
Supongamos que dos hermanos viven en la misma casa para hermanos y no se llevan bien. Sin embargo, al participar de la vida de iglesia, ellos reciben la gracia y el suministro de vida. Espontáneamente, no sólo se soportarán el uno al otro, sino que se amarán con sinceridad. Ésta es la experiencia del rocío, la experiencia de la gracia.
El apóstol Pablo experimentó abundantemente la gracia del Señor. Pablo oró tres veces pidiendo que le fuera quitado el “aguijón” que le afligía. Mas el Señor respondió diciendo que Su gracia le era suficiente. Con estas palabras, el Señor indicó que no le quitaría el aguijón, sino que le suministraría a Pablo Su gracia, la cual es suficiente.
En 2 Corintios 13:14 Pablo bendice a la iglesia con estas palabras: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Este versículo indica que la gracia es el Dios Triuno, quien fue procesado para ser nuestro suministro de vida. Mientras que el ungüento representa al Dios Triuno procesado que se aplica a nuestro ser como “pintura”, el rocío representa al Dios Triuno como el suministro de vida que nos es dado para nuestro disfrute. Así pues, en la vida de iglesia diariamente somos ungidos y agraciados. Somos “pintados” con el Dios procesado y somos también agraciados con el Dios procesado mismo, quien es nuestro suministro de vida. Esta unción y este suministro nos capacitan para vivir en unidad. Según el salmo 133, esta unidad es como el óleo de la unción y como el rocío que riega. Al estar bajo el aceite de la unción y el rocío que riega, experimentamos la bendición de la vida sobre el terreno de la unidad.