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Mensajes del libro «Terreno genuino de la unidad, El»
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CAPÍTULO OCHO

EL DAÑO CAUSADO AL TERRENO DE LA UNIDAD Y SU PÉRDIDA

  Lectura bíblica: 1 R. 11:6-8; 12:26-32; 13:33-34; 14:22-24; 15:14, 34; 22:43; 2 R. 12:2-3; 14:3-4; 15:3-4, 34-35; 17:5-12, 18-23; 23:29-35; 2 Cr. 36:5-20; Sal. 137:1-6; 1 Co. 1:10-13a; Ro. 16:17-18; Tit. 3:10

  En Deuteronomio 12 Moisés les ordenó a los hijos de Israel lo siguiente: “Destruiréis enteramente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos, sobre los collados y bajo todo árbol frondoso” (v. 2). También les ordenó: “Derribaréis sus altares, quebraréis sus estatuas, quemaréis sus imágenes de Asera, destruiréis las esculturas de sus dioses y borraréis su nombre de aquel lugar” (v. 3). Después que hubieran destruido todas estas cosas, ellos tenían que acudir al único lugar escogido por Dios. Según 1 Reyes, el templo fue construido en Jerusalén, en el lugar que Dios había escogido. El deseo del corazón de Dios era que hubiese un lugar único para Su presencia. Este lugar protegía al pueblo de Dios de la división. Por tanto, Dios manifestó Su sabiduría al exigir que todos los lugares en los cuales las naciones habían servido a sus dioses fueran destruidos y que Su pueblo acudiera al único lugar que Él había escogido.

LA RECONSTRUCCIÓN DE LOS LUGARES ALTOS Y SU SIGNIFICADO

  Aunque los hijos de Israel destruyeron los lugares en donde las naciones habían servido a sus dioses, sobre los montes altos, los collados y debajo de los árboles frondosos; y aunque el templo fue edificado en Jerusalén, finalmente las mismas cosas que habían sido destruidas regresaron. Los lugares altos, los árboles frondosos, las estatuas, las imágenes de Asera y los nombres idólatras fueron restaurados. De hecho, Salomón, el mismo que edificó el templo según el deseo de Dios sobre el terreno de la unidad, tomó la iniciativa de edificar los lugares altos otra vez (1 R. 11:6-8). Él volvió a edificar los mismos lugares altos que Moisés había ordenado que el pueblo destruyera. Estos lugares altos estaban relacionados con la fornicación y la idolatría. El hecho de que Salomón edificara los lugares altos, tenía que ver especialmente con la satisfacción de sus concupiscencias. Él erigió los lugares altos por causa de “todas sus mujeres extranjeras”.

  Erigir un lugar alto es causar una división. Por tanto, el significado de los lugares altos es división. El propósito de Dios con respecto a los hijos de Israel en el Antiguo Testamento era que Su pueblo se mantuviera en unidad a fin de adorarle de una manera apropiada. Para guardar la unidad de Su pueblo, Dios les exigía que acudieran al único lugar que Él mismo había escogido. Los lugares altos, sin embargo, eran un sustituto y una alternativa de aquel único lugar. Esto indica que la división es algo que reemplaza la unidad. El lugar único, Jerusalén, representa la unidad, mientras que los lugares altos representan la división. De la misma manera que toda clase de cosas malignas y abominables estaban relacionadas con la edificación de los lugares altos, así también, en términos del Nuevo Testamento, toda clase de maldades están relacionadas con la división.

LOS LUGARES ALTOS ESTÁN RELACIONADOS CON LA CONCUPISCENCIA, LA AMBICIÓN Y LA IDOLATRÍA

  Según el relato en 1 Reyes, dos reyes, Salomón, un rey bueno, y Jeroboam, un rey malvado, tomaron la iniciativa para erigir los lugares altos. En el caso de Salomón, la edificación de los lugares altos tenía que ver con la gratificación de su concupiscencia. Salomón tenía centenares de esposas y concubinas. A fin de satisfacer sus deseos, erigió los lugares altos. Sus mujeres “le inclinaron el corazón tras dioses ajenos” (11:4). En el caso de Jeroboam, la edificación de los lugares altos se relacionaba con la ambición (12:26-32). Jeroboam deseaba conservar su imperio. Él temía que el reino fuera a regresar a la casa de David si el pueblo continuaba yendo a adorar a Jerusalén, y por eso Jeroboam “hizo también casas sobre los lugares altos” (v. 31). Por tanto, la ambición de Jeroboam fue el motivo por el cual decidió erigir lugares altos. Además, Jeroboam hizo dos becerros de oro y dijo al pueblo: “Ya habéis subido bastante a Jerusalén. Aquí están tus dioses, Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto” (v. 28). Entonces “puso uno en Bet-el y el otro en Dan” (v. 29). Luego “instituyó Jeroboam una fiesta solemne en el mes octavo, a los quince días del mes, conforme a la fiesta solemne que se celebraba en Judá” (v. 32). El mes en que ocurría esta fiesta, “él había inventado según el dictado de su propio corazón” (v. 33). Jeroboam incluso “designó sacerdotes de entre el pueblo que no eran de los hijos de Leví” (v. 31). ¡Cuánta maldad está relacionada con los lugares altos! Éstos estaban relacionados con la concupiscencia, la ambición y la idolatría. Puesto que los lugares altos representan divisiones, esto indica que las divisiones entre los cristianos hoy, están relacionadas con estas cosas malvadas.

  Muchos cristianos no se dan cuenta de que la división está conectada con la concupiscencia, la ambición y la idolatría. La mayoría de los cristianos cuando mucho dirían que las divisiones son erróneas y que no tienen una base bíblica, por lo que no están de acuerdo con ellas. Sin embargo, a los ojos del Señor, la división incluye cosas como la concupiscencia, la ambición y la idolatría. Recuerden que un lugar alto denota algo elevado, algo que se levanta por encima del nivel común. Esto indica que un lugar alto alude a la exaltación de algo. En principio, todo lugar alto, toda división en la cristiandad actual, tiene que ver con el hecho de ensalzar o exaltar algo que no es Cristo. Las cosas que se exaltan no son necesariamente malvadas. Al contrario, pueden ser muy buenas, como por ejemplo estudios bíblicos o enseñanzas bíblicas. Ciertamente es algo bueno enseñar la Biblia. Sin embargo, esos estudios bíblicos pueden estar relacionados con la división. Si ése es el caso, incluso una reunión para estudiar las Escrituras se convertiría en un lugar alto; pues podría conducir a la exaltación de algo que no es Cristo.

  Hoy es común que los cristianos eleven otras cosas en lugar de Cristo. Por ejemplo, algunos elevan la práctica del bautismo por inmersión. Si bien es correcto y bíblico sumergir a las personas al bautizarlas, no es correcto exaltar la inmersión en lugar de Cristo. Hacer esto es erigir un lugar alto para exaltar un método particular de bautismo. La existencia de un lugar alto siempre crea la oportunidad para complacer las concupiscencias o para satisfacer la ambición. Sin embargo, el único lugar escogido por Dios acaba con nuestra concupiscencia y restringe nuestra ambición. Incluso algo tan bueno como estudiar la Biblia, si se exalta más que a Cristo, puede abrir la puerta a la concupiscencia y la ambición. La idolatría siempre le sigue a la concupiscencia. La ambición, de hecho, es una forma de idolatría.

  Cuando los hijos de Israel estaban por cruzar el río Jordán y entrar en la buena tierra, Moisés, debido a su profunda preocupación por ellos, les ordenó que destruyeran los lugares paganos de adoración y que acudieran al único lugar que Dios había escogido. Él les dio esta orden porque sabía que el único lugar escogido por Dios y la destrucción de los lugares paganos estaban estrechamente relacionados con el destino que ellos tenían delante de Dios. Si fueran fieles en destruir los centros paganos de adoración y en acudir al lugar que Dios había escogido, harían lo que es recto a los ojos del Señor; pero si no cumplían con esta demanda, harían lo que es malo a los ojos del Señor. Cuando el pueblo de Dios entró en la buena tierra, ciertamente el pueblo destruyó los lugares altos y los nombres de los ídolos. Finalmente, ellos obtuvieron la victoria en su batalla para someter la tierra. Hombres como Samuel y David son ejemplos de aquellos que siguieron de forma absoluta el mandamiento dado por Dios a través de Moisés.

  Durante el reinado de Salomón el templo fue construido en Jerusalén. Como consta en 1 Reyes 8, la gloria del Señor llenó el templo. La era de la edificación del templo fue una época de oro en la historia de los hijos de Israel. Sin embargo, poco tiempo después de que edificaron el templo, Salomón, bajo cuya dirección fue construido, comenzó a reconstruir los lugares altos. Como hemos indicado, él hizo esto para complacer a sus esposas y concubinas. Esto indica claramente que la reconstrucción de los lugares altos estaba relacionada con la concupiscencia de Salomón. Después de la muerte de Salomón, Jeroboam, el rival de Rehoboam, rey de Judá, construyó lugares altos debido a su propia ambición. En ambos casos la edificación de los lugares altos provocó la ira de Dios.

  El relato acerca de la edificación de los lugares altos dirigido por Salomón y Jeroboam, no es solamente un relato de los hechos históricos. Este relato tiene un significado espiritual y fue escrito para nuestro entrenamiento. “Porque las cosas que se escribieron antes”, dice Pablo en Romanos 15:4, “para nuestra instrucción se escribieron”. Por tanto, lo que se relata en cuanto a Salomón y Jeroboam fue escrito para nuestra instrucción espiritual hoy.

  Existen varios asuntos importantes que no se abarcan de manera exhaustiva en el Nuevo Testamento. Creo que el Señor desea que consideremos estos asuntos a la luz de los tipos y de las figuras presentados en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el Nuevo Testamento no dice mucho referente al daño causado al terreno de la unidad y a la pérdida del mismo; no desarrolla mucho este tema. Solamente estas tres breves porciones de la Palabra hablan de ello: 1 Corintios 1:10-13a; Romanos 16:17-18; y Tito 3:10. Sin embargo, el asunto de la división es presentado de una manera plena y de forma completa mediante los tipos y cuadros del Antiguo Testamento. Así como tenemos que consultar el relato acerca de la Pascua en el libro de Éxodo para tener el pleno entendimiento de Cristo como el Cordero de Dios, así también tenemos que estudiar el relato en Deuteronomio, en 1 y 2 Reyes, y en 1 y 2 Crónicas para entender completamente el asunto de la división, y del daño y la pérdida del terreno de la unidad. Según el relato del Antiguo Testamento, la causa de la división es la concupiscencia y la ambición. Salomón es un ejemplo de lo primero, y Jeroboam es un ejemplo de lo postrero. El Antiguo Testamento también revela que solamente el único lugar escogido por Dios puede acabar con nuestra concupiscencia y ambición. La razón por la cual se recalca tanto el asunto del único lugar escogido por Dios es que únicamente en este lugar no hay oportunidad alguna para gratificar nuestra concupiscencia o satisfacer nuestra ambición.

UNA ADVERTENCIA

  En 1 Reyes 8 Salomón ofreció una oración maravillosa. Salomón, quien escribió el Cantar de los cantares, era muy profundo en los asuntos espirituales. No obstante, en 1 Reyes 11 vemos que el corazón de Salomón “se había apartado de Jehová, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces y le había mandado sobre este asunto que no siguiera a dioses ajenos” (vs. 9-10). Sin embargo, Salomón “no guardó lo que le mandó Jehová” (v. 10). ¡Hasta donde había caído Salomón! Su caída debe ser una advertencia para nosotros. Si no aceptamos la restricción de Dios, al guardar lo que Él ha escogido, también podemos caer como cayó Salomón. De hecho, ésta ha sido la experiencia de varios santos que una vez estuvieron en el recobro del Señor. Ellos parecían ser muy útiles al Señor en la edificación de la iglesia. En cierta etapa, eran el Salomón actual edificando el templo y escribiendo el Cantar de los cantares. Pero debido a cierta concupiscencia, con el tiempo llegaron a ser divisivos. Erigieron un “lugar alto” para satisfacer su propia concupiscencia. Y he observado que lo mismo ha sucedido tanto en China como en los Estados Unidos.

LOS LUGARES ALTOS Y LA AMBICIÓN

  En 1963 algunos grupos cristianos propusieron que nos reuniéramos todos juntos en Los Ángeles. Al comienzo de esta reunión con ellos, di un mensaje acerca de Romanos 14, advirtiéndoles a los santos que las divisiones son causadas por opiniones diferentes. Les dije que todos debemos aprender la lección acerca de la unidad según Romanos 14. No obstante, después de un tiempo muy corto, erigieron por lo menos dos “lugares altos”: un “lugar alto” que elevaba el asunto de hablar en lenguas y otro “lugar alto” que elevaba la enseñanza de la doctrina bíblica; los que estaban implicados en estos “lugares altos”, estas divisiones, no les importaba en lo más mínimo el único lugar que Dios había escogido. Es decir, no tenían un interés genuino por la unidad. Al contrario, solamente les interesaba satisfacer sus deseos, sus concupiscencias. Además, algunos se volvieron divisivos debido a su ambición. Dejaron el recobro del Señor porque ellos tenían la ambición de ser líderes. Dado que su ambición no podía cumplirse en la vida de iglesia, le dieron la espalda a la iglesia y comenzaron a oponerse a ella. Al principio, tenían en muy alta estima al recobro del Señor. Pero simplemente porque no pudieron satisfacer su ambición de ser líderes en el recobro, se fueron y erigieron un pequeño “collado” en donde satisfacer su ambición. Este “collado”, otro “lugar alto”, fue una causa de división.

  Es crucial que prestemos atención a todos los puntos mencionados en Deuteronomio 12. Debemos aprender a temer al Señor nuestro Dios y no hacer lo que es recto a nuestros propios ojos. Más bien, por temor al Señor, debemos hacer lo que es recto delante de Él. Nada nos exige temer a Dios tanto como el asunto de guardar la unidad. Si algunos cristianos establecieran un lugar de entretenimiento mundano, de inmediato condenaríamos esa práctica. Sin embargo, no son muchos los que condenarían con el mismo rigor el establecimiento de una reunión cristiana divisiva. La mayoría a lo más diría simplemente que no está de acuerdo con esa reunión. Otros podrían incluso justificarla, afirmando que ayuda a que las personas conozcan la Biblia y sigan al Señor. Aparentemente, tal reunión está diseñada para brindar ayuda espiritual, pero de hecho, es una división que tiene su origen en la concupiscencia o en la ambición de alguna persona. En dicho “lugar alto” se exalta algo que no es Cristo.

  Cuando fui a Shanghái por primera vez, en 1933, conocí a cierto hermano que era muy activo en la vida de iglesia. Él había entrado a formar parte de la iglesia en 1927 y era uno que buscaba al Señor. Un día el hermano Nee nos indicó que este hermano tenía la ambición de ser un anciano. Finalmente, en 1948, al ver que no pudo satisfacer su deseo de ser anciano, este hermano dejó la iglesia. Él comenzó a reunirse en su casa y contrató a un predicador ambulante, para ministrar allí. Este hermano le dio la espalda completamente a la iglesia. Además, el predicador que había contratado escribió un libro muy extenso en donde criticaba y difamaba al hermano Nee, y propagaba rumores acera de él. Después de estar veintiún años en la vida de iglesia, este hermano dejó la iglesia para erigir cierta clase de “lugar alto”.

NO ELEVAR NADA QUE NO SEA CRISTO

  Si estudian la situación en la que está la cristiandad actual, verán que todas las divisiones son cierta clase de elevación. Es bueno enseñar la Biblia, pero el estudio de la Biblia no debe convertirse en un lugar alto que separe al pueblo de Dios. Esto mismo se aplica en cuanto a la práctica de orar-leer. Ustedes pueden considerar que esta práctica es muy provechosa; sin embargo, no deben elevarlo al insistir que todos practiquen orar-leer en las reuniones. Si elevan la práctica de orar-leer, la harán incluso que ésta sea una causa de división. Tenemos que pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros para que no exaltemos nada que no sea Cristo. Si nuestra actitud sigue siendo de elevar nuestras opiniones o preferencias, erigiremos un “lugar alto”, un lugar de división. Esto es lo que sucedió en 1963 entre algunos de los hermanos que querían mantener aquella reunión unificada en Los Ángeles. Los que se oponían a hablar en lenguas elevaban su actitud y preferencias, y los que abogaban por dicha práctica exaltaban las suyas. Ninguno de los dos grupos estaba dispuesto a considerar mis palabras acerca de cuidar el sentir de los demás; más bien, cada uno deseaba hacer su voluntad. Tal deseo los condujo a erigir “lugares altos”.

  Todos nosotros, especialmente los jóvenes, debemos aprender a no elevar nada aparte del Señor Jesús. Solamente Él debe ser exaltado. En la vida de iglesia no debemos tener ningún “lugar alto”. En lugar de ello, todos debemos estar en el mismo nivel en el cual exaltamos a Cristo.

UN ASUNTO QUE REVISTE GRAN IMPORTANCIA

  Los “lugares altos” que fueron edificados por Salomón y por Jeroboam dañaron seriamente el terreno de la unidad. Si este asunto de los “lugares altos” no tuviera tanta importancia, el Antiguo Testamento no lo mencionaría tantas veces. En 1 Reyes 14:22 y 23 se nos dice que “Judá hizo lo malo ante los ojos de Jehová”, porque “también ellos se edificaron lugares altos, estatuas e imágenes de Asera, en todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso”. La palabra todo usada tanto en referencia a los montes altos como a los árboles frondosos, muestra que esta práctica era común y se había extendido en gran manera. Una vez edificados estos “lugares altos”, no serían quitados fácilmente, ni siquiera por reyes buenos tales como Asa. Aunque Asa hizo lo que era correcto a los ojos del Señor y “quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho [...] los lugares altos no desaparecieron. Con todo, el corazón de Asa fue perfecto para con Jehová toda su vida” (15:12, 14). Las personas pueden haber dado excusas o justificado la existencia de los “lugares altos” al decir que no los usaban para adorar estatuas o imágenes de Asera, sino para hacer sacrificio a Dios y para ofrecer incienso a Él. En cuanto a Josafat, se nos dice que él “siguió en todo el camino de Asa, su padre, sin desviarse de él, e hizo lo recto ante los ojos de Jehová. Con todo, los lugares altos no fueron quitados, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en ellos” (22:43). Además, aunque Joás también hizo lo recto ante los ojos del Señor, no fueron quitados los “lugares altos” durante su reinado, pues “el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos” (2 R. 12:3). Se nos dice repetidamente que “el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos” (14:4; 15:4, 35).

RESTRINGIDOS POR LO QUE DIOS ESCOGE

  Si hubiéramos estado allí en ese entonces, es posible que hubiéramos estado a favor de los que ofrecían sacrificios en los “lugares altos”. Los que iban a los “lugares altos” quizás hayan argumentado que no era conveniente viajar una distancia tan larga a Jerusalén tres veces al año. Los cristianos aún usan esa clase de excusa hoy. Tal parece que para cada división que existe en el cristianismo hay una excusa para justificarla. No obstante, en la época del Antiguo Testamento el Señor no aceptaba nada de lo que era ofrecido a Él en los “lugares altos”. Él consideraba cualquier sacrificio que se ofreciera allí como una abominación a Sus ojos, porque era ofrecido en un lugar de división, en un lugar que abría la puerta a la gratificación de la concupiscencia y daba lugar a la ambición. Únicamente la adoración, las ofrendas y el incienso que se ofrecían en el lugar escogido por Dios eran considerados como verdaderos. Ese lugar acababa con la concupiscencia y no daba lugar alguno a la ambición. Incluso presentar una ofrenda genuina en un lugar distinto del único lugar escogido por Dios crea la oportunidad de complacer los deseos egoístas. Cualquier “lugar alto”, aun en donde se ofrecen sacrificios genuinos, perjudica el terreno de la unidad. Tales “lugares altos” son usados por las personas que, movidas por su concupiscencia y ambición, buscan llevar a cabo sus propios propósitos.

  Por mi propia experiencia que tuve en el recobro del Señor en la China continental, puedo testificar que el único lugar escogido por Dios no nos da oportunidad alguna para satisfacer nuestra concupiscencia ni nuestra ambición. Durante todos los años que pasé en China, estuve bajo la dirección del ministerio del hermano Nee, y en toda mi predicación yo era igual a él. Todos los “lugares altos” fueron derribados, y por tanto no había lugar para la gratificación de la concupiscencia ni para cumplir ninguna ambición egoísta. Lo mismo ocurre con nosotros hoy. Solamente nos interesa exaltar a Cristo. Si nos mantenemos en el terreno de la unidad, este único lugar que Dios eligió, sin elevar nada que no sea Cristo, será imposible tener una división. En el recobro del Señor elevamos a Cristo y sólo a Cristo. Ciertamente hablamos mucho acerca de la vida, pero no exaltamos la vida al grado que hacemos de ella un “lugar alto”. Algunos hermanos de entre nosotros son muy inteligentes y por naturaleza tienen mucha capacidad, pero su agudeza y capacidad deben estar restringidos por el terreno escogido por Dios. Esta restricción los guardará de que exalten cualquier otra cosa que no sea Cristo. Los que estamos en el recobro del Señor podemos testificar que, en contraste con la cristiandad actual, nosotros no tenemos ningún “lugar alto”. En la cristiandad los “lugares altos” se encuentran por todas partes. Todas las denominaciones y los grupos independientes son una elevación, un “lugar alto”. Como hemos indicado repetidas ocasiones, estas elevaciones están relacionadas con la concupiscencia o con la ambición.

LLEVADOS AL CAUTIVERIO

  Según el relato del Antiguo Testamento, después que el terreno de la unidad fue dañado, en realidad, se perdió. Israel, el reino del norte, fue conquistado por los asirios, y Judá, el reino del sur, fue conquistado por los babilonios. Debido al pecado cometido por Jeroboam de erigir los lugares altos, la nación de Israel fue llevada cautiva por los asirios. Dios, en Su ira, optó por echarlos fuera de la tierra santa. En 2 Reyes 17:22 y 23 dice: “Los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados que cometió Jeroboam y no se apartaron de ellos, hasta que Jehová apartó a Israel de Su presencia”. Cuando los Israelitas estaban en la tierra santa, estaban en la presencia del Señor. Pero cuando fueron llevados a Asiria, fueron echados fuera de la presencia del Señor.

  El cautiverio de Israel debería haber sido una advertencia para Judá, pero el reino de Judá no prestó atención a ello. Tal como dice en 2 Reyes 17:19: “Pero ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová, su Dios, sino que anduvieron en las costumbres que Israel había establecido”. Los que estaban en Judá erigieron más lugares altos y le dieron más oportunidad a que entrara la maldad. Esto obligó al Señor a enviar al faraón Necao (23:29-35). Faraón Necao quitó a Joacaz del reino y puso como rey a Eliaquim, a quien cambió su nombre por el de Joacim (v. 34). Joacaz fue llevado a Egipto, donde murió. Puesto que Judá no quitaba los lugares altos, el Señor finalmente les envió al ejército babilónico bajo el mando de Nabucodonosor. Finalmente, el templo fue destruido, y gran parte de las personas fueron llevadas al cautiverio.

  Todos los hijos de Israel, anteriormente, estaban en la buena tierra. Eran un solo pueblo con un centro único de adoración que estaba en Jerusalén. En primer lugar, ellos causaron daño a esta unidad al erigir lugares altos por toda la tierra, y finalmente perdieron esta unidad con la invasión de los asirios y los babilonios. Puesto que el pueblo de Dios fue echado de la buena tierra, el pueblo se convirtió en judíos egipcios, judíos asirios o judíos babilónicos. El terreno de la unidad se perdió por completo.

  En Salmos 137:1-6 se describe el infortunio que el pueblo de Dios experimentó en Babilonia. Ellos estaban en una tierra extraña y no podían cantar los cantos del Señor. En lugar de ello, se sentaban junto a los ríos de Babilonia y lloraban acordándose de Sión. ¡Qué cuadro tan representativo de la situación en la que están los cristianos hoy! La gran mayoría de los cristianos han sido llevados al cautiverio. El terreno de la unidad no sólo ha sido perjudicado, sino que se ha perdido por completo. Muy pocos cristianos entienden en qué consiste el terreno de la unidad. Además, como resultado del cautiverio, muchos de los hijos de Israel incluso olvidaron su propio idioma. Finalmente, llegaron a ser egipcios, asirios y babilonios. Éste es un retrato vivo de la cristiandad actual. Que el Espíritu Santo nos hable más en cuanto al daño que se ha causado al terreno de la unidad y de la pérdida del terreno de la unidad.

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