
Lectura bíblica: Ef. 2:1, 5; Col. 2:13; Jn. 3:6; Ez. 36:26; Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22; Jn. 4:24; Ro. 1:9a; Ef. 6:18; Ro. 8:4-5; 1 Co. 2:11; Gá. 6:1; 1 P. 3:3-4
En este capítulo veremos la condición de nuestro espíritu en sus tres etapas: antes de la regeneración, durante la regeneración y después de la regeneración.
Según Efesios 2:1 y 5 y Colosenses 2:13, nuestro espíritu estaba en una condición de muerte antes de ser regenerados. Aparentemente, estos versículos no emplean la palabra espíritu. No obstante, consideremos nuestro pasado antes de ser regenerados. Antes de la regeneración, nuestro cuerpo no estaba muerto. Si así fuese, habríamos sido enterrados. Antes de ser regenerados, nuestra alma tampoco estaba muerta. De hecho, estaba muy activa y viva. Nuestro cuerpo no estaba muerto, nuestra alma no estaba muerta, y tampoco nuestro corazón estaba muerto, pero estos dos pasajes de la Palabra claramente nos dicen que estábamos muertos. ¿Entonces en qué parte de nuestro ser estábamos muertos? Puesto que tenemos un espíritu, un alma y un cuerpo, debe ser que antes del tiempo de nuestra regeneración estábamos muertos en nuestro espíritu.
Que el espíritu esté muerto significa principalmente que ha perdido su función. Si mis ojos pierden su función, entonces vienen a ser ojos muertos. La función del espíritu es tener contacto con Dios, recibir a Dios y sentir a Dios. Antes que fuésemos regenerados, nuestro cuerpo era muy viviente, y nuestra alma era muy activa con muchas funciones, pero nuestro espíritu estaba dormido, había perdido su función y no podía percibir a Dios. Puesto que había perdido la función de tener contacto con Dios, nuestro espíritu estaba amortecido y dormido.
Según estos mismos versículos mencionados en Efesios y Colosenses, en el momento de nuestra regeneración, nuestro espíritu fue vivificado. Además, Juan 3:6 nos dice que nuestro espíritu amortecido no solamente fue vivificado, sino regenerado. Este versículo dice: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Según Ezequiel 36:26, nuestro espíritu regenerado también fue renovado. Nuestro espíritu muerto se hizo viejo. Todo lo muerto llega a ser viejo; las cosas muertas son cosas viejas, como un árbol muerto y viejo. Ahora en el momento de nuestra regeneración, el espíritu muerto fue vivificado, regenerado y renovado. Vino a ser un espíritu viviente y un espíritu nuevo.
Después de que fuimos regenerados, nuestra conciencia fue purificada y limpiada por la sangre de Jesús, la comunión del espíritu fue avivada, y la intuición del espíritu se hizo sensitiva. No obstante, hay algo más importante que esto respecto a la condición de nuestro espíritu. Después de la regeneración, el Espíritu de Dios está ahora en nuestro espíritu. No sólo el espíritu mismo con sus tres partes ha sido avivado, sino que ahora contiene al Espíritu de Dios, e incluso a Cristo mismo. Romanos 8:16 nos dice que el Espíritu está ahora en nuestro espíritu. Este versículo dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Luego 2 Timoteo 4:22 confirma que Cristo está en nuestro espíritu, diciendo: “El Señor esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros”. Este versículo es tan importante como Juan 3:16, sólo que casi nadie le presta atención. Juan 3:16 dice que Dios amó tanto al mundo, esto es, a la gente de este mundo, que dio a Su Hijo por ellos. Ahora tenemos a Su Hijo. ¿Dónde está Él? Él está en nuestro espíritu.
Algunos amados cristianos, incluso algunos maestros del cristianismo, dicen que el espíritu es igual que el alma. Sin embargo, no podemos hallar ningún versículo que diga que el Espíritu Santo esté en nuestra alma, ni tampoco podemos hallar un versículo diciendo que el Señor Jesucristo esté con nuestra alma. Romanos 8:16 dice que el Espíritu Santo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, y 2 Timoteo 4:22 dice que el Señor está con nuestro espíritu. Ahora entendemos bien cuál es la condición de nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue vivificado, regenerado y renovado, tiene al Espíritu Santo dentro de él y el Señor está con él. Nuestro espíritu se halla en una condición muy saludable y fuerte.
Ahora debemos ver cuál es la función de nuestro espíritu regenerado. Adorar y contactar a Dios es un asunto del espíritu. Juan 4:24 dice: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren”. ¿Hay en toda la Biblia algún versículo que nos diga que debemos adorar a Dios en el alma? Con esto podemos ver que hay una diferencia entre el espíritu y el alma. Esto no es algo insignificante. No es posible ver con nuestros oídos, ni hablar usando nuestros ojos. Esto sería usar el órgano equivocado. Tener contacto con Dios y adorar a Dios es algo que se hace en el espíritu.
Romanos 1:9a dice: “Testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu”. Amar a Dios es algo del corazón, pero servir a Dios es algo que se hace en el espíritu. El versículo 6 del capítulo 7 dice: “Ahora estamos libres de la ley, por haber muerto a aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra”. Este versículo no nos dice que servimos en la novedad del corazón, la mente, el alma ni el cuerpo. Podemos servir a Dios solamente en el espíritu, en la novedad del espíritu. Adorar a Dios es algo que se hace en el espíritu, y servir a Dios también se hace en el espíritu.
También oramos en el espíritu. Efesios 6:18 dice: “Orando en todo tiempo en el espíritu”. El texto griego aquí no tiene artículo, así que espíritu debería estar en minúscula.
También vivimos y andamos conforme al espíritu (Ro. 8:4-5).
Además de esto, 1 Corintios 2:11 dice que el espíritu del hombre sabe. Conocer las cosas de Dios es un asunto del espíritu. La función de nuestro espíritu es adorar, servir, orar, vivir, y conocer las cosas de Dios.
Gálatas 6:1 dice: “Hermanos, si alguien se encuentra enredado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. Restaurar a un hermano es ayudar a un hermano. En principio, éste es un ejemplo de nuestra obra para el Señor. Es necesario que laboraremos para el Señor en el espíritu.
En 1 Pedro 3:3 y 4 se nos dice: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos, sino el del hombre interior escondido en el corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu manso y sosegado, que es de gran valor delante de Dios”. Nuestro embellecimiento debe ser en el espíritu.
Los siete aspectos que mencionamos antes describen la condición del espíritu y representan adecuadamente todos los asuntos del espíritu: adorar a Dios en el espíritu, servir a Dios en el espíritu, orar en el espíritu, vivir y andar en el espíritu, conocer las cosas de Dios en el espíritu, laborar para Dios en el espíritu y ataviarse en el espíritu. ¿Hay algún pasaje en la Palabra que nos diga que debemos adorar en el alma, servir en el alma, orar en el alma, o vivir y andar conforme al alma? Más bien, hay versículos en los cuatro Evangelios en los cuales el Señor mismo nos dice que debemos negarnos al alma, poner el alma en la cruz. Asimismo, ¿Hay algunos versículos que nos digan que podemos conocer a Dios en el alma? Al contrario, 1 Corintios 2:14 dice que el hombre anímico, el hombre del alma y que vive en su alma, no puede entender las cosas de Dios y que tales cosas para él son necedad. Además, no hay versículos que nos digan que ayudemos a los hermanos en nuestra alma.
Por medio de todo esto podemos ver que hay una gran diferencia entre el espíritu y el alma. La enseñanza de la dicotomía dice que el alma y el espíritu son iguales. Sin embargo, éstos no son iguales, no podemos decir que los oídos son los ojos. Los oídos y los ojos están muy cerca el uno del otro, pero no son iguales.
Lucas 1:46 y 47 dicen: “María dijo: Mi alma magnifica al Señor; y mi espíritu ha exultado en Dios mi Salvador”. Esta porción de la Palabra prueba que el espíritu no es el alma. Aquí el alma hace una cosa, mientras que el espíritu hace otra. Además, magnificar es una cosa, y regocijarse es otra cosa. Magnificar al Señor ocurre en el alma, y exultar en el Señor ocurre en el espíritu. No podemos decir que magnificamos al Señor en nuestro espíritu. Conforme al significado correcto de magnificar, esto es algo que se hace en nuestra alma. La mejor forma de recibir las Escrituras es tomar las palabras claras que contiene. Estos versículos son muy claros. Adoramos a Dios en el espíritu, servimos al Señor en el espíritu, oramos en el espíritu, vivimos y andamos en el espíritu, conocemos las cosas de Dios por el espíritu, laboramos para el Señor en el espíritu, e incluso nos ataviamos en el espíritu. Ciertamente, tenemos un alma y hay una función para el alma, pero debemos entender que el espíritu es primero.
Por consiguiente, no podemos decir que el espíritu y el alma son términos sinónimos, que podemos usar cualquiera de ellos de cualquier forma. No, el espíritu es el espíritu, y el alma es el alma. En la Biblia estos dos nunca se usan de manera intercambiable, tal como los ojos y los oídos están muy cerca el uno del otro pero son diferentes.