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Mensajes del libro «Vencedores, Los»
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Los vencedores

PREFACIO

  Este libro está compuesto de los mensajes dados por el hermano Witness Lee en Seattle, Washington, del 4 al 7 de septiembre de 1992.

I. LA ECONOMIA DE DIOS

  Nuestro Dios tiene una economía eterna (Ef. 1:10; 3:9; 1 Ti. 1:4). Economía significa plan. Dios tiene un plan eterno. En la eternidad pasada El planeó hacer algo, e hizo este plan según el deseo de Su corazón, según Su beneplácito, para llevar a cabo lo que se había propuesto. Dios tiene un deseo en Su corazón, y El tiene que hacer algo para llevar a cabo lo que desea. Dios tiene un plan eterno, una economía eterna, y tiene la intención de lograr algo.

A. Ser uno con el hombre

  El gran Dios, quien es muy activo y lleno de vida, tiene la intención de ser uno con el hombre, lo cual parece ser muy sencillo; sin embargo esto tan sencillo es muy misterioso. Los doctores en medicina han estudiado el cuerpo humano por muchos años, pero todavía no pueden comprender todos sus misterios. Un médico me dijo que después de estudiar el cuerpo humano, uno no puede negar que debe de haber un Ser todopoderoso en el universo. De otra manera, el maravilloso cuerpo humano no habría podido llegar a existir. El cuerpo humano parece ser muy sencillo; sin embargo, aunque es sencillo es maravilloso. La economía de Dios, que consiste en ser uno con el hombre, también parece ser muy sencilla, pero aunque no es tan sencilla, es de lo más maravillosa.

  Debido a que creímos en Cristo, Dios es uno con nosotros. ¡No olvide que éste es el mismo Dios que es uno con nosotros! Dios mismo está en nuestro espíritu como el Espíritu (2 Ti. 4:22; 2 Co. 3:17). La Biblia dice que Dios mora en nosotros y que nosotros moramos en El (1 Jn. 3:24; 4:13). Eso significa que Dios está en nosotros y que nosotros estamos en El. Nosotros y Dios moramos el uno en el otro. Los teólogos usan la palabra coinherencia para describir esta morada mutua. El Dios eterno como vida eterna está en nosotros, y nosotros estamos en el Dios eterno. ¿Quién puede explicar el hecho de que Dios y el hombre llevan una vida de coinherencia? ¡Esto es algo completamente asombroso!

1. Crea al hombre a Su imagen

  Debido a que Dios quería morar en el hombre, El creó al hombre a Su propia imagen (Gn. 1:26-27). Esto identifica exteriormente al hombre con Dios. Exteriormente, nos parecemos a Dios. Darwin decía que somos descendientes de los monos, pero eso es absurdo. No somos descendientes de los monos, sino hombres creados a la imagen de Dios. De entre millones de cosas creadas por Dios, nada puede compararse con el hombre. Todas las demás cosas vivientes corresponden a su propio género; sin embargo, el hombre corresponde al género divino. Esto se debe a que el hombre tiene la imagen de Dios; él se parece a Dios.

2. Hace al hombre de tres partes: cuerpo, alma y espíritu

  El hombre tiene la imagen de Dios para que pueda ser un recipiente que contenga a Dios, es decir, un vaso que sea lleno de Dios. Esta es la razón por la cual Dios hizo al hombre de tres partes: cuerpo, alma y espíritu (Gn. 2:7; 1 Ts. 5:23). El hombre fue hecho como recipiente para recibir a Dios, y el recipiente debe tener la forma de su contenido. Dios nos hizo con un espíritu para que le recibiéramos, con una mente para que le entendiéramos, con un corazón para que le amáramos y con un cuerpo para que le expresáramos. Así que, tenemos un órgano para recibir a Dios, un órgano para entenderle, un órgano para amarle y un órgano para expresarle, el cual es nuestro vaso exterior. De esta manera, Dios puede ser uno con nosotros, y nosotros podemos ser uno con El.

B. Hacer del hombre Su organismo

  Dios quería ser uno con el hombre para hacer del hombre Su organismo. El Dios espiritual, abstracto y misterioso quiere tener un organismo. Nuestro cuerpo físico es un organismo. Dios quiere tener un Cuerpo, es decir, el Cuerpo de Cristo, como Su organismo.

  Dios hace del hombre Su organismo al ser la vida y el contenido del hombre para expresarse a Sí mismo en la humanidad. Jesús era Dios en humanidad. El era un verdadero hombre, y Dios vivía en El, a través de El y desde El. El era un hombre que en Su humanidad expresaba todos los atributos de Dios. Jesús es tan amoroso y tan hermoso debido a que El es un hombre, pero además Dios vive en El. Dios vive en El con todos Sus atributos para expresarse a través de la humanidad.

  Nosotros los creyentes como seguidores de Jesús somos también hombres que vivimos a Dios, le expresamos y le permitimos vivir a través de nosotros en nuestra humanidad. Nosotros los cristianos no vivimos de acuerdo con nuestra sabiduría ni nuestra astucia; nosotros vivimos a Dios. Es posible que los incrédulos piensen que somos tontos, pero en realidad somos la gente más sabia. Por otro lado, el apóstol Pablo dijo que “somos necios por amor de Cristo” (1 Co. 4:10). Somos insensatos a los ojos de otros porque desechamos nuestra sabiduría humana por causa de Cristo. Somos humanos; sin embargo, vivimos a Dios. Expresamos los atributos de Dios a través de nuestras virtudes humanas.

C. Tener una nueva creación a partir de la vieja creación

  Dios creó el universo y al hombre. Esto es Su antigua creación. Sin embargo, Su intención no es tener una creación vieja. Su intención es tener una creación nueva (2 Co. 5:17; Gá. 6:15).

1. Para impartirse en la vieja creación

  A fin de tener una nueva creación, Dios se imparte en la vieja creación. La vieja creación no tiene a Dios dentro de ella. No tiene la vida ni la naturaleza de Dios; sin embargo, la nueva creación, constituida de los creyentes, quienes han nacido de nuevo de Dios, sí las tiene (Jn. 1:13; 3:15; 2 P. 1:4). Por lo tanto, los creyentes son una nueva creación (Gá. 6:15), no de acuerdo a la vieja naturaleza de la carne, sino de acuerdo a la nueva naturaleza de la vida divina.

  Antes de que fuésemos regenerados, éramos la vieja creación, y Dios no estaba en nosotros. Pero hoy somos felices debido a que tenemos a Dios dentro de nosotros. El es nuestro gozo. La Biblia dice que debemos estar siempre gozosos (1 Ts. 5:16; Fil. 4:4). Sin embargo, la vida humana está llena de sufrimiento y ansiedad. Después de que Job pasó por mucho sufrimiento, dijo que él deseaba no haber nacido (Job. 3:1-13). ¿Cómo podemos evitar no estar ansiosos acerca de algo? En nosotros mismos esto es imposible. Podemos ser libres de ansiedad sólo cuando vivimos en Dios. Dios es nuestra morada. Moisés dijo: “Señor, Tú nos has sido morada de generación en generación” (Sal. 90:1). Dios es nuestro hogar eterno para que moremos en El. El es nuestra morada, y nosotros somos la Suya (1 Co. 3:16; Ef. 2:22). Nosotros habitamos en El, y El en nosotros. Esta morada mutua es la nueva creación, y esta nueva creación es la intención de Dios.

2. Consumar este proyecto en cuatro edades en la vieja creación y por medio de cuatro pueblos de dicha creación

  La economía eterna de Dios consiste en que El se hace uno con el hombre, haciendo que el hombre sea Su organismo a fin de tener una nueva creación a partir de la vieja creación. Este no es un proyecto sencillo. Dios consuma este proyecto en cuatro edades y por medio de cuatro pueblos de dicha creación.

  Según la Biblia, hay cuatro eras en la vieja creación: la era anterior a la ley, la era de la ley, la era de la gracia y la era del reino. Dios obró en la primera era, la era antes de la ley, por medio de la raza de Adán, desde Adán hasta Moisés. El continuó obrando en la segunda era, la era de la ley, desde Moisés hasta la primera venida de Cristo, a través de los descendientes terrenales del linaje de Abraham (Gn. 13:16). El pasó a la tercera era, la era de la gracia, la cual es la era de la iglesia, desde la primera venida de Cristo hasta Su segunda venida, por medio de los descendientes celestiales del linaje de Abraham (Gn. 15:5). Más adelante, El obrará para consumar Su proyecto a fin de tener una nueva creación en la cuarta era, la última era, la del reino de mil años, por medio de los vencedores del linaje de Adán y de Abraham (Ap. 12:5, 11; 14:1-5). Dios usa estas cuatro eras para consumar Su economía.

  A Dios le toma miles de años lograr este proyecto. Desde Adán hasta Abraham pasaron dos mil años, desde Abraham hasta Cristo hubo dos mil años, y desde Cristo hasta hoy han pasado casi dos mil años. Así que, ha habido casi seis mil años desde el tiempo de Adán. Finalmente, vendrá el reino milenario, el reino de mil años. En esto vemos que Dios invierte miles de años en lograr el proyecto de Su economía, la cual consiste en ser uno con el hombre, haciendo de éste Su organismo a fin de que llegue a ser Su nueva creación y a tenerlo a El mismo como el contenido de vida.

  Hoy en día estamos en la edad de la gracia bajo el proceso del proyecto de Dios de tener una nueva creación. Todas las personas serias desean saber cuál es el significado de la vida humana. Salomón dijo en Eclesiastés que todo lo que hay bajo el sol es vanidad de vanidades (1:2-3). Pero gracias al Señor que estamos en Su propósito y que conocemos el significado de la vida humana. Dios nos escogió antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4) y nos llamó en el tiempo para llevar a cabo Su economía eterna a fin de tener una nueva creación. Dios tiene un propósito, un proyecto, y nosotros día tras día, participamos en el proceso de Su proyecto. Espero finalmente poder ser contado por El como uno de los vencedores. Mi meta es ser finalmente un vencedor.

II. EL FRACASO DEL HOMBRE

  Dios se tomará por lo menos siete mil años para terminar Su proyecto de obtener la nueva creación a partir de la vieja creación. Debido que la raza humana le falló, El ha hecho esto a lo largo de cuatro eras.

A. El fracaso de la raza de Adán en la edad anterior a la ley

  Dios creó a Adán, lo cual significa que escogió a Adán y a sus descendientes para que fueran el medio por el cual El produciría la nueva creación. Sin embargo, para el tiempo del diluvio, la raza de Adán había venido a ser carne (Gn. 6:3a). En el tiempo del diluvio, el hombre había venido a ser totalmente pecaminoso y horrendo a los ojos de Dios. Después, en Babel, la raza de Adán vino a ser uno con Satanás (Gn. 11:4-9). El hombre se volvió satánico. Luego Dios escogió a Abraham para tener un nuevo linaje, el linaje llamado.

B. El fracaso de los descendientes terrenales del linaje de Abraham

  No obstante, aun la raza nueva, la raza llamada, los descendientes terrenales del linaje de Abraham, fracasaron. Abandonaron a Dios y Su antiguo pacto (Jer. 2:13; 11:10b), y escogieron a Satanás y su reino (11:10a).

C. El fracaso de los descendientes celestiales del linaje de Abraham

  Abraham tiene dos clases de descendientes. Una clase está representada por el polvo. Génesis 13:16 nos dice que los descendientes de Abraham serían como el polvo de la tierra. Estos son sus descendientes terrenales, los judíos según la carne. La segunda categoría de descendientes de Abraham, según Génesis 15:5, son comparados con las estrellas del cielo. Estos son los creyentes neotestamentarios, los descendientes espirituales y celestiales de Abraham. Gálatas 6:16 dice que nosotros, los creyentes neotestamentarios, somos el Israel espiritual de Dios.

  Los descendientes celestiales de Abraham también fracasaron. Ellos fueron derrotados en cuanto al disfrute del Dios Triuno procesado (cfr. 2 Co. 13:14) y corrompidos por Satanás por medio del pecado, el yo, el mundo y el mundo religioso (1 Jn. 3:8; Mt. 16:24; 1 Jn. 2:15; Gá. 1:4; 6:14). Las últimas epístolas de Pablo y las epístolas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 nos muestran que para el final del primer siglo, la iglesia se había degradado. Así que, el linaje creado fracasó, el linaje escogido de los descendientes terrenales de Abraham fracasó, y los descendientes celestiales de Abraham también fracasaron. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús vino, como vemos en Apocalipsis, a llamar a los vencedores. El llama a los vencedores siete veces en Sus epístolas a las siete iglesias de Apocalipsis 2 y 3 (2:7, 11, 17, 26-28; 3:5, 12, 20-21). El nos llama a nosotros los creyentes, que somos las estrellas del cielo y los descendientes celestiales de Abraham, a ser vencedores.

  Dios sufrió una pérdida con el linaje de Adán. Con los descendientes terrenales de Abraham, Dios sufrió otra pérdida. Y con respecto a los descendientes celestiales de Abraham, Dios también sufrió otra pérdida. Pero con el último pueblo, los vencedores, Dios obtiene la victoria. En el último libro de la Biblia, Apocalipsis, vemos que Cristo ha obtenido un grupo de vencedores, y este grupo finalmente llega a ser un gran éxito para Dios.

D. Cristo llama a los vencedores a salir de los descendientes del linaje de Abraham, con miras a la edad del reino

  Cristo llama los vencedores a salir de entre los descendientes celestiales de Abraham, con miras a la era del reino a fin de consumar la economía de Dios e introducir el reino de Cristo y de Dios (Ap. 11:15). Hoy en día, algunos cristianos están suspirando y gimiendo por la situación lastimosa y derrotada de la iglesia. Aparentemente esto es cierto, pero muy escondido a lo largo de los siglos, ha habido grupos de vencedores. Yo sí creo que entre nosotros hay algunos vencedores. Puedo testificar desde lo profundo de mi ser que algunos de los santos con quienes he servido por muchos años son vencedores. No debemos pensar que la iglesia está totalmente derrotada. Aparentemente está derrotada; pero en realidad no es así. Hay un grupo de santos que están firmes con Cristo, quien los llama a ser Sus vencedores.

  Los vencedores llevan la economía de Dios a su consumación y finalmente traen el reino de Dios. Como vencedores, no vivimos a nosotros mismos; estamos viviendo a Dios. Mientras vivimos a Dios, vencemos toda clase de circunstancias. En 1 Corintios, Pablo exhortó a los santos a que fueran varones plenamente maduros y que fueran fuertes (16:13). Pablo dijo esto no sólo a los hermanos sino también a las hermanas que estaban en Corinto. Todos necesitamos ser ese varón fuerte y plenamente maduro. Debemos olvidarnos de nosotros mismos debido a que Dios está en nosotros. Tenemos que vencer y obtener la victoria sobre todas nuestras circunstancias. Luego tenemos que subyugar nuestro ambiente. Esto es introducir y extender el dominio de Dios, el cual trae el reino de Dios. Es absurdo esperar pasivamente que el reino de Dios venga. Dios necesita muchos vencedores para que venzan las circunstancias y subyuguen el ambiente a fin de que Su dominio sea introducido y extendido para la venida de Su reino.

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