
Lectura bíblica: Mt. 16:18; 18:17; Hch. 8:1; 9:31; 12:1; 13:1; 14:23; Ro. 16:1, 3-5a, 16, 20; 1 Co. 12:28; Ap. 1:4-5a, 11
Las cuatro columnas del recobro del Señor son: la verdad, la vida, la iglesia y el evangelio. En el Nuevo Testamento la persona más importante es Cristo, y en segundo lugar, la iglesia. Hoy en día el común de los cristianos en cierta medida presta atención a Cristo, pero no presta mucha atención a la iglesia. Aunque a menudo mencionan la iglesia y hablan acerca de ella, el entendimiento que tienen es que la iglesia es sólo un edificio o una organización humana. Sin embargo, la Biblia claramente nos muestra que la iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22b-23). La iglesia fue producida por Cristo, Cristo es la Cabeza de la iglesia, y la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Un cuerpo humano no es una organización, sino un organismo vivo. De igual manera, la iglesia no es una organización, sino un organismo. Como creyentes, nosotros somos los miembros de este organismo.
El cuerpo de una persona, aunque tiene muchos miembros, sigue siendo un solo cuerpo. Los miembros del cuerpo son bellos y hermosos, y son capaces de recibir el suministro de vida. Sin embargo, cuando un miembro es separado del cuerpo, no sólo pierde su vida y su función, sino que además causa espanto. Supongamos que alguien se cortara la mano y luego se la diera a usted. Esto le daría un buen susto. Sin embargo, si la mano permanece unida al cuerpo de dicha persona, podría saludarlo calurosamente con un apretón de manos. Es muy lamentable y terrible que muchos cristianos hoy en día sean como una mano que ha sido cortada del cuerpo. Se han convertido en miembros individualistas que están separados del Cuerpo. Además, por estar separados del Cuerpo, carecen del suministro del Cuerpo y dejan de ser útiles en las manos del Señor.
La Biblia también dice que la iglesia es la casa de los creyentes (cfr. Gá. 6:10). En esta casa Dios es el Padre, y nosotros somos los hijos. De ahí que esta casa sea también la casa de Dios (Ef. 2:19; 1 Ti. 3:15; He. 3:6). Si una persona se queda sin hogar, se convierte en un vagabundo. Muchos cristianos son como vagabundos que no tienen hogar. Prefieren ser cristianos “de la calle” que hijos en la casa del padre. Ya sea que la llamemos el Cuerpo de Cristo o la casa de Dios, nosotros, los creyentes necesitamos la iglesia. Puesto que somos miembros del Cuerpo de Cristo, debemos permanecer en el Cuerpo; y puesto que somos hijos en la casa de Dios, debemos permanecer en la casa.
La Biblia nos revela que el propósito del Señor al salvarnos es edificarnos en la iglesia. Los cristianos a menudo dicen que necesitan edificarse espiritualmente y ayudarse a crecer, pero la Biblia dice que lo que el Señor desea edificar es la iglesia (Mt. 16:18). En la experiencia que he tenido sirviendo al Señor por más de cincuenta años, jamás he visto a un cristiano que, como un individuo aislado de los demás, pudiera edificarse a sí mismo. Cuanto más individualistas seamos, menos capaces seremos de edificarnos a nosotros mismos. Es únicamente cuando estamos en el Cuerpo, en la iglesia, que podemos ser edificados. Cuando estamos en nosotros mismos, lo único que podemos hacer es causar problemas. Cuanto más individualista y peculiar sea un creyente, más lleno estará del yo. Cuanto más individualista y natural sea él, más lleno estará de su manera de ser y de su yo. La peculiar manera de ser de un cristiano y su vida natural no pueden ser eliminadas en ningún otro lugar; es únicamente en la iglesia que los creyentes pueden ser quebrantados. Todo miembro en la iglesia es tanto un suministro como un quebrantamiento para nosotros.
Imaginémonos a una persona de rápido temperamento y que lo único que a ella le interesa es hacer las cosas de forma rápida y eficaz. Aun cuando haya estado casado por veinticinco años, es posible que su esposa aún no haya podido hacerle cambiar su modo de ser. Sin embargo, una vez que viene a la iglesia y es edificado en la iglesia, su temperamento rápido es aniquilado. Aunque quiera hacer las cosas rápidamente, el Señor dispondrá que él tenga que coordinar con una persona de un temperamento lento. Supongamos ahora que hay otra persona de temperamento lento. Es probable que su familia no haya podido hacerle cambiar. Sin embargo, una vez que viene a la iglesia, el Señor encontrará la manera de que haga las cosas más rápidamente. ¡Esto es verdaderamente maravilloso! El Señor dispone que los rápidos apuren a los lentos, y también hace los arreglos para que unos cuantos hermanos lentos quebranten a los rápidos.
Los que son casados saben que los esposos no saben cómo lograr que sus esposas cambien, y las esposas tampoco saben cómo hacer que sus esposos cambien. Si un esposo es demasiado áspero con su esposa, quizás ella se rehúse a cocinar o a lavar la ropa. Es posible que también murmure mucho. Todos los esposos reconocen que ninguno de ellos es capaz de hacer cambiar a su esposa, y lograr que sea una mejor esposa. A los esposos sencillamente les es imposible hacer esto. Por consiguiente, si un esposo desea que su esposa cambie, tiene que traerla a la iglesia. La iglesia es el mejor lugar para que ella sea quebrantada. Del mismo modo, no existe esposa alguna que pueda hacer cambiar a su esposo. La mejor manera de lograr que un esposo cambie es enviarlo a la iglesia.
La iglesia es el mejor lugar donde podemos ser quebrantados. Por ejemplo, si mis pies quisieran caminar, pero mis manos no estuvieran dispuestas a avanzar, estos dos miembros tendrían que luchar y pelear el uno con el otro, puesto que los pies no podrían decirle a las manos: “Como ustedes no cooperan ni están dispuestas a avanzar, nosotros nos separaremos de ustedes”. Esta separación haría que los pies se convirtieran en algo espantoso. Hoy en día algunos cristianos son así de espantosos. Espero que nuestros ojos sean abiertos para ver lo serio que es este asunto. Una vez que nos separamos de la iglesia, perdemos nuestra utilidad y nos convertimos en personas que causan espanto. Por lo tanto, no tenemos otro camino o alternativa; nuestro destino es estar en la iglesia. Ésta es la sabiduría soberana de Dios.
En el recobro del Señor estamos firmes sobre el terreno de la localidad y no podemos escoger una iglesia según nuestra preferencia. El cristianismo actual es como un mercado de iglesias. Esto no está bien. Si usted quiere comprarse un par de zapatos a su gusto, puede escoger entre unos cuantos almacenes de calzado; sin embargo, uno no puede escoger a qué iglesia ir, porque únicamente existe una sola iglesia en una localidad. Si usted se queja de que su iglesia local no es buena y decide escoger otra, por el hecho de no estar satisfecho con ella, tendrá que mudarse a otra localidad. Y en efecto, podría mudarse a otra localidad, pero si usted mismo no ha cambiado, la iglesia allí será aún peor para usted. Finalmente, usted tendrá que mudarse muchas otras veces, y esto lo hará que usted sea un cristiano “de la calle”. Esto es muy lamentable.
Por consiguiente, cuando hablamos de la iglesia, por un lado es algo muy placentero, pero por otro, es muy duro. La primera estrofa de Himnos, #365 dice: “Tu habitación amo, Señor / Bendita iglesia es”. Sin embargo, muchas personas no piensan igual. Dicen: “Oh, Señor, Tu habitación es muy lastimosa. Realmente no puedo vivir aquí más. ¿Por qué no me das una mejor iglesia?”. Finalmente, después que se hayan ido de la iglesia, estos santos estarán sin iglesia y vendrán a ser cristianos vagabundos, miembros individualistas. Pedro es el mejor ejemplo que tenemos de nuestra necesidad de permanecer en la iglesia. En Mateo 16 el Señor le dijo que él era una piedra, y que había tenido que edificarlo a él, como piedra, en la iglesia (v. 18; 1 P. 2:5). Pedro era alguien de temperamento rápido (Mt. 17:24-27); únicamente la iglesia podría quebrantarlo y hacerlo madurar. Todos los que sean tan impulsivos y salvajes como Pedro tienen que permanecer en la iglesia para ser transformados.
Por un lado, el Señor tiene que edificar a los creyentes en la iglesia, y por otro, los creyentes no deben abandonar la iglesia. En Mateo 18 el Señor dijo que si un hermano rehúsa escuchar a la iglesia, debemos tenerlo por gentil (v. 17). Esto no quiere decir que debamos excomulgarlo, sino que debido a la conducta inapropiada de este hermano, no podemos considerarlo un hermano, sino más bien, un gentil. De manera que abandonar la iglesia es una especie de castigo para los creyentes. Por este motivo, en la iglesia debemos tomar con seriedad la disciplina que el Señor dispone para nosotros.
El Señor mencionó la iglesia en el Evangelio de Mateo, pero en ese tiempo la iglesia aún no había sido producida (16:18; 18:17). Sin embargo, según se nos narra en Hechos, en un día tres mil personas fueron salvas y después en otro día fueron salvas como cinco mil (2:41; 4:4). En el capítulo 8 en lugar de llamarse los creyentes de Jerusalén, ellos fueron llamados la iglesia en Jerusalén (v. 1). En Hechos 9:31; 12:1; 13:1; y 14:23, los creyentes de diferentes lugares fueron llamados la iglesia en esos lugares. El capítulo 14 narra que Pablo fue a predicar el evangelio, pasó por muchos lugares, y trajo a muchas personas al Señor. Probablemente en menos de un año Pablo regresó a esos lugares y “constituyeron ancianos en cada iglesia” (v. 23). Aquellos creyentes habían sido salvos por menos de un año y, la Biblia aún los llama la iglesia, e incluso hubo algunos que llegaron a ser ancianos en ese mismo año que fueron salvos.
Según nuestros conceptos nos inclinamos a pensar que un grupo de personas recién salvas no podrían considerarse una iglesia. Pensamos que únicamente podrían reunirse, y que sería imposible nombrar ancianos entre ellos. ¿Cómo podría un cristiano con menos de un año de ser salvo ser un anciano? Sin embargo, Pablo no pensaba de esta manera, pues inmediatamente después de haber predicado el evangelio y de traer a algunas personas a la salvación, él regresó a esos lugares, los llamó iglesias, y constituyó ancianos en cada uno de los lugares adonde fue. Indudablemente, aquellas iglesias eran iglesias jóvenes y aquellos ancianos eran “ancianos bebés”.
Pese a que todos nosotros, cuando somos salvos, somos niños en el sentido espiritual, una vez que empezamos a reunirnos y a vivir la vida de iglesia, espontáneamente empezamos a crecer. La iglesia es un lugar que nos hace crecer. Supongamos que alguien dijera que puesto que ya tiene treinta y ocho años de haber sido salvo, cada vez que asiste a las reuniones, nota que todos allí son niños o jóvenes espirituales, y decide simplemente quedarse en casa. Sin embargo, nunca se ha puesto a pensar que si se queda en casa, vendrá a ser un niño de treinta y ocho años, un “infante viejo”. Por lo tanto, si deseamos crecer, tenemos que permanecer en la iglesia. Una vez que una persona deja de reunirse con la iglesia por tan sólo dos o tres semanas, de inmediato deja de crecer. Si deja de reunirse por dos años, volverá a su condición de niño. Si deja de asistir a las reuniones por otros tres años, prácticamente estará acabado con respecto a su vida espiritual.
Éste es un asunto maravilloso. Aun cuando la condición de la iglesia no sea buena, cuando las personas asisten regularmente a las reuniones, espontáneamente crecen en la vida divina. Nunca piense que el mensaje que se dio en la reunión de la iglesia no fue lo suficientemente bueno, que el compartir estuvo por debajo de la norma, que los cánticos fueron un desastre, y que, por ende, usted preferiría quedarse en casa. Si hace esto, se perderá muchas bendiciones y su vida espiritual se secará. El principio que rige la bendición de Dios es que la bendición de Dios está en el Cuerpo, la iglesia. Por consiguiente, es mejor asistir a la peor reunión de la iglesia que quedarse en casa, porque todo el que se vuelve individualista pierde la bendición del Señor. Si deseamos ser bendecidos, disfrutar de la gracia y crecer en la vida divina, tenemos que asistir a las reuniones de la iglesia. Aun cuando simplemente estemos allí haciendo lo mismo que los demás al orar y al cantar en las reuniones, con todo, creceremos en vida. Por ejemplo, supongamos que hay una iglesia que se parece mucho a la iglesia en Laodicea, pues no es ni fría ni caliente. Cuando las personas vienen a la reunión, se sienten aletargadas, y sólo quieren descansar y dormir. Incluso los ancianos se quedan dormidos en la reunión. Sin embargo, aun si éste fuera el caso, mientras no abandonemos la iglesia, creceremos en vida, ya que la bendición de Dios se halla en la iglesia.
Algunos tal vez pudieran argumentar, diciendo: “Yo puedo leer la Biblia en cualquier lugar. También puedo acercarme al Señor en mi casa”. Eso es cierto, pero si usted abandona la iglesia y decide seguir al Señor en su casa, su búsqueda del Señor ciertamente no va a durar mucho. Tal vez sea capaz de levantarse a las seis de la mañana el primer día, pero el segundo día cambiará su hora de levantarse a las 6:15. El tercer día, cambiará su hora a las 6:45, el cuarto día se levantará a las 7:15, y el quinto día tal vez no se levante ni siquiera a las ocho. Luego, el sexto día tal vez ni querrá acercarse al Señor. Así pues, es imposible procurar el crecimiento en vida aparte de la iglesia. La bendición se halla en la iglesia. Incluso la iglesia más débil es más fuerte que un solo individuo.
La Biblia presta mucha atención a la iglesia. Romanos 16 nos dice que había una diaconisa en la iglesia en Cencrea, Febe, que amaba mucho a la iglesia y la servía de forma absoluta (v. 1). Luego, menciona también a una pareja, a Prisca y Aquila, quienes no sabían nada más que la iglesia (v. 3). Dondequiera que ellos estaban, ellos “manejaban” la iglesia. Cuando estuvieron en Roma, ellos “manejaron” la iglesia allí, y cuando se fueron a Éfeso, también “manejaron” la iglesia en ese lugar. ¿Por qué decimos que ellos “manejaron” la iglesia? Porque adondequiera que ellos iban, la iglesia en esa localidad se reunía en su casa. Debido al amor de ellos por la iglesia, Pablo dijo que tanto él como todas las iglesias de los gentiles les daban las gracias (vs. 4-5a). Muchos de los que leen el libro de Romanos nunca han visto que éste libro concluye con las iglesias locales. El último capítulo de Romanos se enfoca en las iglesias locales. Solamente las iglesias locales pueden llevar a cabo el propósito de Dios y acabar con el enemigo de Dios. Así pues, si hubiéramos estado en Cencrea, habríamos tenido que reunirnos con la iglesia en Cencrea, y si hubiéramos estado en Roma, habríamos tenido que reunirnos con la iglesia en Roma. Asimismo, si hubiéramos estado en Éfeso, habríamos tenido que reunirnos con la iglesia en Éfeso. Únicamente en las iglesias locales le proveemos a Dios una base para que aplaste a Satanás bajo nuestros pies. En otras palabras, únicamente estando en la iglesia podemos vencer a Satanás y aplastarlo bajo nuestros pies. Ésta es la revelación que vemos en el libro de Romanos (v. 20).
En Apocalipsis el Señor Jesús le mostró a Juan que debía escribir a las siete iglesias que gracia y paz les serían dadas de parte de los siete Espíritus que están delante de Su trono (1:4). La mayoría de los cristianos ve únicamente al Espíritu, pero al final de la Biblia se nos habla de los siete Espíritus. Estos siete Espíritus son dados en Su totalidad a las iglesias locales. Por consiguiente, si no estamos en una iglesia local y si no permanecemos en una iglesia de una manera clara y concreta, nos perderemos el suministro de los siete Espíritus. En la iglesia local se encuentran los siete Espíritus, esto es, el Espíritu siete veces intensificado, el cual abastece a la iglesia de una manera siete veces intensificada. Por esta razón, debemos ver que dondequiera que estemos, lo que más necesitamos es la iglesia en nuestro lugar y que esta iglesia es la mejor iglesia para nosotros. Nunca debiéramos escoger conforme a nuestros gustos.
¿Cómo entonces debemos poner en práctica la vida de iglesia? En primer lugar, cada uno de los santos debe nutrir, cuidar y guiar a los nuevos creyentes. En la iglesia hay siempre algunos que son más jóvenes que nosotros, a quienes debemos cuidar. Hemos bautizado a muchas personas, pero por lo general menos del diez por ciento permanecen en la iglesia. En otras palabras, damos a luz cien bebés, pero noventa de ellos desaparecen. ¿A qué se debe esto? A que nadie cuida de ellos. Los santos tienen la idea equivocada de que los ancianos deben asumir la responsabilidad de cuidar a las personas. Sin embargo, sólo hay unos cuantos ancianos. ¿Cómo podrían ellos cuidar de tantos santos? Entonces, puesto que la iglesia es la casa de los creyentes, todos en la iglesia deben asumir la responsabilidad de cuidar de otros.
Antes de partir de este mundo, el Señor nos mandó que fuéramos y lleváramos fruto. Una vez que llevamos fruto, este fruto se convierte en los corderos que requieren de nuestro cuidado. Es por eso que al final del Evangelio de Juan, el Señor dijo a Pedro: “Apacienta Mis corderos” (21:15-17). No debemos pensar que las palabras que el Señor dijo a Pedro eran solamente para él. Pedro es nuestro representante; todos tenemos que cuidar de los corderos. Si predicamos el evangelio a otros, los guiamos para que sean salvos y los traemos a la iglesia para que sean bautizados, no debemos dejarlos solos, sino más bien, cuidarlos. Una madre, después de que da a luz, no abandona a su bebé; todo lo contrario, lo alimenta y cuida de él hasta en los mínimos detalles, por lo menos durante dieciocho años. Al escuchar esto, es posible que algunos piensen que esto es demasiado difícil y no se atrevan a predicar el evangelio. Sin embargo, recuerden que antes de que el Señor le dijera a Pedro que apacentara Sus ovejas, primero le preguntó: “¿Me amas?”. Hoy en día el Señor nos está haciendo la misma pregunta. ¿Acaso no amamos al Señor? ¿No amamos Su iglesia?
Hay un himno que dice así: “Somos para Él, / Somos para Él, / Somos para Su recobro” (Himnos, #385). Todos amamos al Señor, la iglesia, el recobro del Señor; no obstante, es posible que no amemos los corderos, porque alimentar a los corderos es una tarea ardua. Por ello, muchos dicen: “Está bien que nos pidan que prediquemos el evangelio. Si alguien está dispuesto a creer en el Señor, lo traeremos aquí para que sea bautizada. Si no está dispuesto, no lo presionaremos. Sin embargo, después de que sea salvo, no será nada fácil alimentarlo y hacer que sea un fruto que permanece”. Es por eso que aunque todos cantan: “Somos para Su recobro”, todavía seguimos teniendo muy poco aumento y multiplicación entre nosotros. Esto demuestra que en el asunto de alimentar a los corderos, las iglesias son totalmente incapaces de seguir en las pisadas del Señor y de llegar a la norma fijada por Él. No podemos seguir cantando: “Somos para Él, / Somos para Él, / Somos para Su recobro”, mientras el número de santos que ha dejado de reunirse sigue aumentando año tras año. Debemos salir a recobrar a estos santos y traerlos de nuevo a la vida de iglesia apropiada.
En el pasado habían entre mil trescientos y mil quinientos santos en la lista de la iglesia en Taipei, pero sólo quinientos estaban reuniéndose regularmente. Aún había entre ocho y diez mil que no estaban reuniéndose regularmente. Esto es anormal. Estamos muy ocupados predicando el evangelio y bautizando a las personas todo el año, pero después de bautizar a cien, desaparecen noventa en tres semanas. Eso no está nada bien. Tenemos que alimentarlas. No debemos decir que eso les corresponde a los ancianos. Sólo hay unos cuantos ancianos en la iglesia; ellos no pueden hacer mucho. Tampoco debemos decir que todos los demás hermanos y hermanas deben llevar esa carga. Cada uno de nosotros debe decir: “Yo soy quien debe cargar con la responsabilidad de alimentar a otros”.
En primer lugar, tenemos que repasar la información que hemos recolectado de todos los santos. Después debemos formar grupos de doce personas e incorporar a todos a algún grupo. No debemos agrupar a los santos según su condición espiritual, ni debemos designar un líder o hermano responsable en cada grupo. Lo que queremos es que cada uno de los santos que conforman el grupo asuman la responsabilidad. Ya que están en el mismo grupo, deben reunirse juntos. Ellos pueden decidir cuándo y dónde reunirse. Sin embargo, es posible que la mayoría de los santos que están en los grupos no se reúna regularmente. Esto es a lo único que debemos estar atentos. Si éste es el caso, necesitaremos que se levanten algunos hermanos que sirvan a tiempo completo y sirvan en coordinación para cuidar de los santos en dichos grupos.
En cuanto a los que sirven a tiempo completo, necesitamos entender que ellos no son predicadores, sino hermanos que sirven a tiempo completo. Ellos deben dedicar todas las mañanas a estudiar la Versión Recobro del Nuevo Testamento, con las notas de pie de página, las referencias, y también los mensajes del Estudio-vida. Ellos deben ser capaces de leer dos mensajes del Estudio-vida en cuatro horas todos los días. Hay aproximadamente 1.200 mensajes en el Estudio-vida del Nuevo Testamento. Si cada día leemos dos mensajes, podremos leer cincuenta mensajes al mes y seiscientos mensajes en doce meses. Entonces podremos leer todos los mensajes en dos años.
Debido a que la mayoría de los santos no tiene suficiente conocimiento de la verdad, se necesita que los hermanos que sirven a tiempo completo asuman la responsabilidad de exponer la verdad a las personas. Puesto que los hermanos que sirven a tiempo completo tienen que exponer la verdad, ellos deben primero equiparse a sí mismos. Esto es diferente de simplemente dar un mensaje en el día del Señor. Ellos deben hablar a las personas todos los días. Además, quienes sirven a tiempo completo deben ayudar a establecer y a guiar los grupos, y también deben presentar la verdad a los santos que están en los grupos. No sólo deben hablarles en las reuniones de grupos pequeños, sino también a cada uno de ellos individualmente y enseñarles cómo leer la Versión Recobro del Nuevo Testamento y los mensajes del Estudio-vida.
Debemos procurar conocer la verdad al grado en que tengamos los mensajes del Estudio-vida en todas partes en nuestra casa; no sólo en nuestra sala y en nuestras mesas de noche, sino también en los baños. De este modo, los hermanos y hermanas en el recobro del Señor cultivarán una atmósfera en la que todos procuran conocer la verdad. Al mismo tiempo, debemos animarnos unos a otros a no entablar conversaciones ociosas cuando visitamos a las personas. En lugar de ello, debemos compartirles la verdad. Además, cuando nos reunamos unos con otros, en lugar de intercambiar las cortesías de rigor, debemos tener comunión acerca de la verdad haciéndonos preguntas unos a otros y contestándolas. Sólo así los santos experimentarán un avance en la verdad.
Hoy en día la mayoría de los cristianos, incluyéndonos a nosotros mismos, no tiene un conocimiento adecuado de la verdad en un sentido general. Incluso algunos de los ancianos de las iglesias locales no son capaces de explicar claramente la diferencia entre los títulos Jesucristo y Cristo Jesús. Esto muestra que el grado de nuestro entendimiento de la verdad es muy deficiente. Por consiguiente, todos tenemos que aprender desde lo más básico. Todos los que tienen el deseo de servir al Señor a tiempo completo deben dedicar al menos dos años al estudio de la Biblia. Cuando vayan a visitar a las personas, no les hablen palabras ociosas; más bien, compártanles la verdad. De este modo, poco a poco, ustedes podrán edificarlos y hacer que formen un grupo. Entonces, gradualmente, todos en la iglesia disfrutarán cuando vengan a las reuniones, y todos los que vengan a las reuniones estudiarán la verdad y sabrán cómo presentarla, e inconscientemente esto producirá un avivamiento.
Siento una verdadera carga por promover los Estudios-vida en los cinco continentes hasta que todos los santos tengan los Estudios-vida en sus casas. Les aseguro que si todos los hogares de todas las iglesias de la tierra tuvieran los Estudios-vida, se produciría un avivamiento en tan sólo tres o cinco años. La palabra del Señor es vida, poder, espíritu, el agua viva, e incluso el fuego consumidor. Hoy en día la razón por la cual estamos tan fríos y débiles es que no tenemos mucho de la palabra del Señor en nosotros. Cuando entremos en los Estudios-vida y seamos llenos de la palabra del Señor, ésta hará que seamos fortalecidos por el poder que nos da la palabra, y estaremos prendidos y fervientes por la palabra del Señor como el fuego consumidor.
Hace treinta años la mayoría de las iglesias del recobro del Señor fuera de la China continental, se hallaban en el Sudeste asiático, en países como Indonesia, Singapur, Malasia, Tailandia y Filipinas. El número de iglesias en todos esos países era menos de cien. Hoy en día hay por lo menos quinientas cincuenta iglesias en el mundo. Hay más de trescientas iglesias en el Lejano Oriente; nada más en las Filipinas hay aproximadamente ciento treinta iglesias, y más de cien de ellas se hallan en la parte sur de las Filipinas, las cuales se levantaron como resultado de haber estudiado los sesenta temas de Crucial Truths in the Holy Scriptures [Las verdades cruciales en las Santas Escrituras]. Además, hay más de ochenta iglesias en Taiwán, hay veinte en Japón, veintisiete en Corea del Sur, al menos veinte en Indonesia, quince en Singapur y Malasia, y aproximadamente diez en Tailandia. Si calculamos el número total de iglesias en el Lejano Oriente, nos daremos cuenta de que asciende a más de trescientas iglesias.
En cuanto a las iglesias en otros continentes, hay más de noventa iglesias en los Estados Unidos y más de diez iglesias en Canadá; por lo tanto, hay más de cien iglesias en total. Hay aproximadamente sesenta iglesias en Brasil, Sudamérica, y al menos treinta iglesias en Méjico, las cuales suman aproximadamente cien. Así que, en el continente americano hay cerca de doscientas iglesias en total. Además de esto, hay por lo menos veinte iglesias en Europa, en países como Inglaterra, Alemania, Bélgica, Suiza, Francia, Italia, Dinamarca, Suecia, Finlandia y España. En África hay iglesias en por lo menos cinco países —Gana, Nigeria, Libia, Sudáfrica y Zimbabwe— con un mínimo de quince iglesias en total. También hay iglesias en Nueva Zelanda y Australia. Así que en total, sin tener en cuenta las iglesias del Lejano Oriente, hay por lo menos doscientas cincuenta iglesias en los otros continentes. Por consiguiente, hay unas quinientas cincuenta iglesias esparcidas en cinco continentes.
Debemos sentir la carga de promover los Estudios-vida continente por continente hasta que los Estudios-vida estén en todos los hogares de los santos, y cada santo tenga los Estudios-vida interna y externamente. Los Estudios-vida son para enseñar y ayudar a las personas a leer la Biblia. Si usted lee la Biblia, su mente tal vez no sea iluminada aun cuando la lea cien veces. Sin embargo, cuando usted abre la Versión Recobro del Nuevo Testamento, allí encuentra las notas de pie de página que le permiten entender la verdad en pasajes que usted no logra entender. Una vez que la palabra de la verdad le es abierta, usted recibirá revelación. Luego, si lee los Estudios-vida, será iluminado aún más. Una vez que usted haya leído los Estudios-vida, los pocos versículos que haya estudiado le serán completamente abiertos a usted. Efesios consta solamente de seis capítulos, pero el Estudio-vida de Efesios contiene noventa y siete mensajes. Si lee dos mensajes por día, requerirá cincuenta días para terminarlo. Una vez que usted haya leído todos estos noventa y siete mensajes durante esos cincuenta días, el contenido de los seis capítulos, todo el libro de Efesios, cada frase, incluso cada palabra, será muy clara para usted y le traerá luz. En otras palabras, Efesios, un libro tan misterioso y maravilloso, le será completamente abierto.
Ahora bien, con base en la información que hemos recibido de los santos, debemos formar grupos de doce y permitir que los hermanos que sirven a tiempo completo ayuden a los santos; pero no los ayuden a tener un servicio dominical ni a formar una reunión pequeña con ellos, sino para estudiar juntos las verdades de la Biblia. Más aún, también tenemos que derramar nuestro amor. Si el grupo pequeño se reúne en su casa, usted debe preparar los mejores refrescos para ellos. No ame su dinero; sea generoso y prepare las mejores meriendas. Estoy seguro de que todos los santos que no se reúnen regularmente serán avivados al comer de las meriendas que les provea.
Además, cuando ustedes vayan a establecer y guiar a los grupos pequeños, no deben ir a hablar con los esposos primero, ya que ellos son más duros; más bien, hablen primero con las esposas, porque por lo general ellas son más sensibles y están más dispuestas a cooperar. En muchas de las familias que ya son salvas, por lo general los esposos no están dispuestos a abrir sus hogares al principio. Sin embargo, las esposas sí están dispuestas, y son ellas las que acaban por convencer a sus esposos a que abran sus hogares para las reuniones de los grupos pequeños. Por consiguiente, tenemos que hablar primero con las hermanas. Una vez que aviven el fuego en ellas, ellas serán muy fervientes. Luego, dejen que las hermanas sean las que convenzan a sus esposos. De esta manera, uno a uno los santos abrirán las puertas de sus hogares.
La cuarta columna del recobro del Señor es el evangelio. Cada uno de los santos debe abrir su casa para la predicación del evangelio. Cuando vayamos a ayudar a los santos a que abran sus hogares para la predicación del evangelio, no debemos reemplazarlos; en lugar de ello, debemos perfeccionarlos y dejar que sean ellos los que hablen y prediquen el evangelio. Ellos quizás rehúsen diciendo que no tienen el don y que no saben hablar. En ese momento tenemos que ayudarlos. Primero debemos decirles que hablar y luego dejar que ellos hablen conforme a lo que les hemos hablado. La experiencia nos dice que es de esta manera que su ser llega a estar ferviente, y que la reunión se vuelve aún más ardiente. Por consiguiente, la mejor manera de recobrar a los santos que han dejado de reunirse por largo tiempo es animarlos, con mucha insistencia, a que ellos prediquen el evangelio y a que hablen a otros las palabras del Señor. Una vez que empiecen a hablar, se avivará el fuego en su ser.
Todos hemos tenido la misma experiencia. Cuando predicamos el evangelio a las personas, el fuego en nuestro ser es avivado. Algunas personas son frías interiormente, porque no hablan por el Señor ni predican el evangelio. Mientras estemos dispuestos a levantarnos a hablar por el Señor, no importa lo que digamos ni cómo lo digamos, seremos avivados e incluso estaremos encendidos.
Así que, animamos a los santos a que formen grupos pequeños de doce personas cada uno. Esto se basa en las Escrituras. El primer grupo pequeño en la historia de la iglesia estaba conformado por los doce apóstoles que fueron nombrados por el Señor Jesús. Éste fue el primer grupo pequeño en toda la historia. Hoy en día seguimos el modelo establecido por el Señor Jesús al acomodar a los santos en grupos de “doce apóstoles”, a fin de que las iglesias sean llenas de apóstoles. En 1 Corintios 12:28 dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros”. Si somos fieles, todos los santos de nuestra localidad llegarán a ser apóstoles, profetas y maestros en cinco años. Así, en todos los grupos pequeños habrá doce apóstoles, profetas y maestros. Algunos quizás pregunten: “¿Quién se atrevería a decir que es un apóstol?”. Mientras seamos enviados por el Señor para hablar por Él y para predicar el evangelio a nuestros padres, parientes, amigos y vecinos, seremos apóstoles. Si podemos hablar más, llegaremos a ser profetas. Los profetas no necesariamente dan profecías, sino que hablan por el Señor Jesús y lo proclaman. Luego, además de esto tenemos que enseñar a otros; de este modo, nos convertiremos en maestros. Así que, primero somos apóstoles, luego profetas y, por último, maestros. Si todos los santos son así, las iglesias serán fuertes y florecerán, pues abundarán en ellas los apóstoles, los profetas y los maestros.
No obstante, si todos tenemos el deseo de ser apóstoles, profetas y maestros, tenemos primero que aprender las verdades. Si lo que exponemos es la verdad, la obra del Espíritu Santo acompañará nuestro hablar. Entonces, las palabras que hablemos conmoverán a nuestros padres y amigos, y ellos creerán y recibirán nuestras palabras. Después de que hayan creído, tenemos que presentarles las verdades más profundas, y así vendremos a ser profetas, y ellos conocerán más al Señor. Si continuamos hablándoles durante dos o tres años más, nos convertiremos en maestros, y finalmente todos ellos conocerán al Señor y también hablarán lo mismo a otros. Si las iglesias del recobro del Señor se llenasen de esta clase de hablar y de esta enseñanza, ellas serán más fuertes y más ricas, y aumentarán en número y se multiplicarán.
Por lo tanto, necesitamos la verdad, la vida, la iglesia y la predicación del evangelio. Asimismo, necesitamos que todos los santos se levanten para de ser un apóstol, un profeta y un maestro. De este modo, la iglesia será fuerte, rica y victoriosa. Que Dios nos bendiga a todos al recibir esta palabra.