
Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee en Anaheim, California, desde el 21 de febrero al 19 de junio de 1992.
La vida cristiana es la vida en que los creyentes de Cristo viven a Cristo y le magnifican. Esto se basa en Filipenses 1:20-21a, donde dice: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo”. Pablo dijo que para él, el vivir era Cristo. Esto significa que necesitamos vivir a Cristo. Si añadimos alguna otra preposición a la frase vivir a Cristo, esto cambiaría el sentido. Vivir expresando a Cristo, vivir por Cristo, vivir por medio de Cristo, vivir con Cristo y vivir en Cristo no son lo mismo que vivir a Cristo. Hasta donde sé, nunca he escuchado a nadie usar la expresión vivir a Cristo. Esto describe el hecho de que la vida de Pablo era vivir a Cristo. Él vivía a Cristo porque Cristo vivía en él (Gá. 2:20).
La expresión vivir a Cristo tiene un significado particular. Estamos aquí para vivir a Cristo. No sólo vivimos por Él, con Él, en Él o expresándolo a Él. Vivimos a Cristo, y vivir a Cristo tiene como fin magnificarlo y engrandecerlo a los ojos de los demás. Pablo estaba confinado en la cárcel. Él temía que no magnificaría a Cristo, que no lo engrandecería; él pudo haber hecho a Cristo más pequeño a los ojos de los que le observaban. Pablo deseaba, aun en la cárcel, hacer que Cristo fuera más grande, quería magnificarlo.
La vida cristiana no es meramente una vida ética, buena o moral. Por supuesto, la vida cristiana debe ser ética, moral y excelente. Pero hablando con propiedad, no es una vida ética. Es algo superior a la vida ética. La vida cristiana es una vida que vive a Cristo. En nuestro vivir como cristianos, otros no sólo deben ver nuestra bondad, nuestra ética o nuestra moralidad. Ellos deben ver a Cristo. Nosotros los cristianos debemos llevar una vida en la cual vivamos a Cristo y le magnifiquemos.
Cristo es el centro de la Deidad. La Deidad es la Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— y Cristo es el centro de la Trinidad Divina. Cristo, como el centro de la Trinidad Divina, expresa al Padre y nos es hecho real como el Espíritu (Jn. 14:10-20).
¿Qué significa que Cristo exprese al Padre y sea hecho real como el Espíritu? En los cuatro Evangelios, vemos a una persona maravillosa de nombre Jesús. Él hablaba la palabra del Padre (vs. 10, 24) y hacía las obras del Padre (4:34; 17:4). Él hacía todo lo que hacía el Padre (5:19). Juan 14 muestra que el Hijo es la corporificación y expresión del Padre (vs. 7-11) y que el Espíritu es la realidad del Hijo, o sea, lo hace real a nosotros (vs. 17-20). Cristo es el Hijo y es el Padre (Is. 9:6; Jn. 14:8-9). Él también es el Espíritu (2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45). Cuando estaba en Su ministerio terrenal, muchos sabían que Él era nazareno y el hijo de María. Sin embargo, también era la corporificación del Dios Triuno. Él era el Hijo que estaba con el Padre (Jn. 8:29; 16:32) y por el Espíritu (Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20; 12:28). Él lo hacía todo con el Padre y por el Espíritu. Él expresaba a Dios el Padre, actuaba por el Espíritu y, finalmente, fue hecho real como el Espíritu. En los Evangelios podemos ver al Padre, al Hijo y al Espíritu en una sola persona: Jesús. Éste es a quien necesitamos vivir como nuestra vida misteriosa.
Este Cristo es la vida, la vida única, y no hay otra vida que sea verdadera (Jn. 14:6a). El Cristo que es el Padre, el Hijo y el Espíritu es la vida.
Al final del libro de Mateo, el Señor les mandó a Sus discípulos que fueran y bautizaran a las personas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (28:19). Pero en Hechos y las Epístolas no volvemos a encontrar esta expresión. Hechos dice que bautizaban en el nombre del Señor Jesús (8:16; 19:5), y Romanos 6:3 y Gálatas 3:27 hablan de ser bautizados en Cristo. Esto muestra que Jesucristo es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Bautizar a las personas en el nombre del Señor Jesús y en Cristo equivale a bautizarlas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu. Por lo tanto, Jesucristo es el Padre, el Hijo y el Espíritu.
El nombre completo de una persona en realidad se compone de tres nombres: el nombre de pila, el segundo nombre y el apellido. Esto sigue el ejemplo del Dios Triuno. Un solo Dios tiene tres títulos: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu. Cristo, como corporificación del Dios Triuno, es la vida, la vida única. Ninguna otra vida es la verdadera (1 Ti. 6:19b).
Cristo es la vida eterna, esto es, eterna en cuanto al tiempo, calidad, perfección y cabalidad, y es indestructible e incorruptible (Jn. 3:36; He. 7:16b; 2 Ti. 1:10b). Todo el que cree en el Hijo, Cristo, tiene la vida eterna. La vida que es Cristo, es eterna. Cristo es perfecto, no temporalmente sino eternamente. Cristo también es completo eterna y totalmente. En nosotros los seres humanos no hay nada eterno ni totalmente completo.
Muchos inmigrantes que ingresan a los Estados Unidos tratan de conseguir la residencia permanente, pero ¿quién es permanente? Muy pocos han vivido en los Estados Unidos más de cien años. Tarde o temprano todos se van porque la vida humana es temporal. Para Dios mil años equivale a un día (2 P. 3:8). Así que, a los ojos de Dios cien años sólo es la décima parte de un día. Permanecer en cierto lugar por la décima parte de un día no es estar allí permanentemente. Sin embargo, Dios vive desde la eternidad hasta la eternidad. El salmo 90 habla de eso. En realidad, este salmo fue el primero en escribirse porque fue compuesto por Moisés. En Salmos 90:1 Moisés dijo: “Señor, Tú nos has sido refugio de generación en generación”. Luego dijo: “Desde el siglo y hasta el siglo, Tú eres Dios” (v. 2). Esto significa que Moisés se dio cuenta de que Dios era su morada eterna. Desde el siglo y hasta el siglo, Él es Dios y Él es nuestro refugio. Él es eternamente perfecto y completo. Aunque no podemos morar en la tierra para siempre, ya tenemos una morada permanente en Dios el Eterno.
La vida eterna, Cristo, también es eterna en calidad. En cuanto a la calidad, esta vida es eternamente buena. La calidad de nuestra vida humana, en las palabras de Jeremías, es como cisternas rotas (Jer. 2:13). Todas nuestras cualidades son cualidades rotas. Tal vez seamos inteligentes, pero nuestra inteligencia se ha roto en pedazos. Nuestra vida humana, a diferencia de la vida divina, no es eterna en calidad.
La vida eterna también es indestructible e incorruptible. Nosotros los seres humanos podemos ser destrozados por cualquier cosa y, en nosotros mismos, somos corruptibles. Tengo algunos libros viejos escritos por el hermano Nee. Con el paso del tiempo, se van corrompiendo. Hoy en día no me atrevo a tocar algunos de ellos, por miedo a que se caigan en pedazos. El tiempo desgastó estos libros porque son corruptibles. Nosotros también envejecemos y fallecemos porque somos corruptibles. Nuestra naturaleza es corruptible. Pero Cristo, Aquel que es nuestra vida, es incorruptible.
Cristo es vida para Sus creyentes en resurrección (Col. 3:4a; Jn. 11:25). La resurrección indica que esta vida ha pasado por la muerte. El hombre puso esta vida en la muerte, y esta vida salió de la muerte. Hoy en día Cristo es una vida que está en resurrección.
Cristo está en los creyentes como el Espíritu de vida (Ro. 8:2a, 9b). Él es el Espíritu (2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45). Cuando yo vine a este país hace treinta años, comencé a decirle a la gente que Cristo es el Espíritu. En nuestro himnario hay varios himnos que escribimos acerca de experimentar a Cristo como el Espíritu (véase Himnos, #207 y #242). El hermano Nee escribió algunos de estos himnos, los cuales hacen hincapié en que el mismo Cristo, a quien experimentamos hoy como la vida que vivimos, es el Espíritu (Himnos, #204, #205; Hymns, #492).
Cristo vive en los creyentes para que ellos vivan por Él (Gá. 2:20). Necesitamos entender claramente que no es incorrecto decir que vivimos por Cristo. Pero necesitamos ver que vivir por Cristo significa una cosa y vivir a Cristo significa otra. Cristo vive en nosotros para que nosotros vivamos por Él.
Los creyentes que viven a Cristo, Aquel que vive en ellos, son Sus miembros vivientes y constituyen Su Cuerpo orgánico. Primero constituimos Su Cuerpo, la plenitud de Cristo, quien todo lo llena en todo, como Su expresión (Ro. 12:5; Ef. 1:23). Luego constituimos Su Cuerpo como la plenitud del Dios Triuno, el Dios que pasó por un proceso y alcanzó Su consumación, como Su expresión corporativa en la expresión de Cristo por medio de la iglesia (Ef. 3:19). Éstos son los dos niveles de expresión. Nosotros, como la iglesia corporativa, somos la expresión de Cristo. Luego en la expresión de Cristo hay otro nivel de expresión, es decir, la del Dios Triuno procesado y consumado.
Cuando la iglesia comenzó a existir, eso indicó que Dios había completado Su proceso y que había sido consumado. Antes de encarnarse, Dios nunca había sido procesado. Dios ha pasado por un proceso largo, desde la encarnación hasta la ascensión. En un corto periodo de menos de treinta y cinco años, Él completó este largo proceso. Todos necesitamos hablar del proceso maravilloso por el cual el Dios Triuno pasó.
Él fue consumado al ser procesado desde la encarnación hasta la ascensión. Su obra de producir la nueva creación comenzó a partir de Su encarnación, y esa obra se consumó en Su ascensión. Él descendió del cielo para encarnarse y regresó al cielo en ascensión. Pero después de regresar, Dios era totalmente “diferente”. Tal vez algunas personas se pregunten cómo puede decirse esto, pero existe tal hecho. Antes de Su encarnación, Dios no poseía la naturaleza humana. Pero después de pasar por el proceso de la encarnación, la cual culminó en la ascensión, ahora tiene tanto divinidad como humanidad. Antes de Su encarnación, Él no poseía la muerte maravillosa ni la resurrección trascendente. Pero hoy, después de Su ascensión, esta muerte y resurrección son elementos de Su composición.
La iglesia no expresa a un Dios que no ha sido procesado, sino que expresa al mismo Dios que ha completado Su proceso y ha sido consumado. La iglesia puede expresarlo porque ha llegado a ser lo mismo que Él. Él es divino y humano, y la iglesia es humana y divina. Él posee una muerte maravillosa y una resurrección excelente, y la iglesia posee lo mismo. La iglesia es lo mismo que Él, pero la iglesia no tiene Su Deidad. La iglesia tiene la naturaleza de Dios, la vida de Dios, y la misma muerte y resurrección que Dios posee. La iglesia es lo mismo que Dios en todo esto, mas no en la Deidad. La iglesia como el Cuerpo orgánico de Cristo es la plenitud del Dios Triuno, el Dios que ha sido procesado y consumado. Nosotros somos los miembros vivos de Cristo que constituyen Su Cuerpo orgánico para expresarle a Él.
La vida cristiana también es la vida en que los cristianos viven a Cristo y le magnifican corporativamente en su localidad, como una iglesia local, para ser una expresión local de Cristo como una parte del Cuerpo universal de Cristo. La vida cristiana tiene que ser una vida de iglesia. La vida cristiana no debe ser simplemente una vida cristiana individual; debe ser una vida cristiana corporativa, la vida de iglesia. Dondequiera que usted esté en la tierra, debe participar en la iglesia local que haya allí.
Muchos de los que estamos en el recobro del Señor estamos conscientes de la iglesia. Pero en realidad hay muy pocos cristianos de hoy que toman conciencia de la iglesia. No tienen sensibilidad acerca de la iglesia. Si no hubiera iglesias locales en la tierra, yo no sabría cómo vivir, cómo existir. Todos somos parte de una iglesia local, y toda iglesia local es parte de la iglesia universal, la cual es el Cuerpo de Cristo.
La vida cristiana no consiste meramente en vivir una vida ética con virtudes humanas, como la sal de la tierra y la luz del mundo, para la gloria de Dios (Mt. 5:13-16), sino que consiste en vivir una vida que es Cristo mismo con Sus atributos divinos expresados en Sus virtudes humanas para ser parte de Su Cuerpo orgánico con miras a la consumación universal de la economía eterna de Dios (Ef. 3:8-11). El cristianismo nos enseña que debemos tener virtudes humanas. Debido a que somos cristianos, somos la sal de la tierra y la luz del mundo. El mundo está podrido y corrupto, así que se necesita la sal para matar los gérmenes. El mundo también está oscuro y necesita que la luz lo alumbre. Todo esto es para la gloria de Dios. Ésta es una buena enseñanza, pero debemos comprender que la vida cristiana individual sólo ocupa una parte pequeña de la vida cristiana. La mayor parte de la vida cristiana debe ser la vida de iglesia.
En la vida de iglesia, vivimos una vida que es Cristo mismo con Sus atributos divinos expresados en Sus virtudes humanas. Sus atributos son divinos, mientras que Sus virtudes son humanas. Las virtudes humanas tienen como fin manifestar los atributos divinos, y los atributos divinos han de expresarse en las virtudes humanas. El propósito de esto es que seamos parte de Su Cuerpo orgánico. Nosotros llevamos una vida que es Cristo mismo, no sólo con miras a la vida cristiana individual, sino a la vida del Cuerpo. Nosotros vivimos como partes de Su Cuerpo orgánico para la consumación universal de la economía eterna de Dios.
Recientemente hablé de los conceptos humanos y divinos de Salmos 1 y 2 (véase Estudio-vida de los Salmos, mensaje 1). Vimos que el salmo 1 no se ocupa de la economía de Dios. Éste sólo tiene que ver con el provecho personal del individuo piadoso. Pero el salmo 2 está totalmente centrado en la economía de Dios. Este salmo dice que Dios designó a Cristo como Su Ungido (v. 2). Dios puso a Cristo como Su Rey (v. 6) para heredar todas las naciones y poseer la tierra a fin de obtener un gran reino en la tierra para la economía de Dios (vs. 8-11). Debemos creer en tal Cristo y tomarle como nuestro refugio. También tenemos que amarle y besarle (v. 12). Esto tiene que ver con la economía de Dios. La mayoría de los cristianos solamente piensa en su provecho personal. Para ellos la salvación sólo es un asunto de ir al cielo o perecer en el lago de fuego. No tienen en cuenta la economía de Dios. Pero el salmo 2 revela que Cristo es íntegramente para la economía de Dios. Debemos creer en Él, refugiarnos en Él, y debemos amarle y besarle.
También tenemos que admitir que la mayor parte de nuestras consideraciones se centran en nuestro provecho personal. Tal vez consideremos si vamos a recibir un galardón de Cristo cuando Él regrese o si seremos castigados por Él. No le ponemos mucha atención a la economía de Dios. Todo el libro de Salmos, desde el primer punto hasta el último, revela que Cristo es íntegramente para la economía de Dios. Él murió por nosotros a fin de cumplir la economía de Dios. Él nos salva para llevar a cabo la economía de Dios. Él también vive en nosotros a fin de que vivamos en Él para la economía de Dios. Por esto es que no sólo somos la iglesia, el Cuerpo de Cristo, sino también el reino de Cristo, el reino de Dios. El reino de Dios es el cumplimiento de la economía de Dios. Todos nosotros necesitamos darnos cuenta de que la vida cristiana se vive para la economía de Dios.