
Lectura bíblica: Gá. 5:25; 2:20a; Fil. 1:19-21a; Gá. 5:16a; Ro. 6:4; 8:4; Gá. 6:16; Fil. 3:16
En este mensaje consideraremos el asunto de vivir y andar por el Espíritu. Este asunto es crucial para los creyentes y también para la vida cristiana. Vivir y andar por el Espíritu incluye tres elementos principales: el Espíritu todo-inclusivo, la muerte todo-inclusiva de Cristo y la resurrección de Cristo que libera y produce vida. Aparentemente, según la letra impresa, estos tres elementos no están relacionados. No obstante, en realidad estos tres forman un solo compuesto. En el Nuevo Testamento el Espíritu es el Espíritu compuesto, incluso el Espíritu que ha sido formado en un compuesto. El ungüento compuesto que se menciona en Éxodo 30 es el mejor símbolo del Espíritu compuesto. Ese ungüento no fue hecho de un solo ingrediente, aceite de oliva, sino que fue hecho de aceite de oliva al cual se le añadieron cuatro clases de especias, formando así un compuesto.
No podemos ver al Espíritu, porque Él es invisible. Nosotros también tenemos en nuestro interior algo que es invisible para nosotros: nuestro espíritu. Estos dos espíritus —el Espíritu y nuestro espíritu— son invisibles y, sin embargo, son sumamente reales. Según nuestra experiencia, hay una parte de nosotros que la Biblia llama espíritu (Job 32:8; Pr. 20:27; Zac. 12:1; Ro. 8:16; 1 Co. 16:18; 1 Ts. 5:23; 2 Ti. 4:22). Además, Dios es Espíritu (Jn. 4:24). Aunque no podemos entender eso, podemos comprobarlo en nuestra propia experiencia debido a que tenemos un espíritu.
En Cristo el Dios Triuno ha pasado por todos los procesos para llegar a ser el Espíritu compuesto y todo-inclusivo. Hoy en día este Espíritu es maravilloso. En Él tenemos al Dios Triuno y en Él también tenemos la humanidad elevada. Sin la Biblia no podemos entender que en el Espíritu, quien es el Espíritu divino, se encuentra la humanidad elevada, la humanidad del nivel más alto. Además, en el Espíritu también está la humanidad de Cristo con Su vivir humano. Todos estos elementos están en este Espíritu. Más aún, en el Espíritu está la muerte de Cristo. Debido a que esta muerte no es sencilla, la hemos llamado la muerte todo-inclusiva. Esta muerte resolvió los problemas y acabó con las cosas negativas del universo, y esta muerte también liberó la vida divina. Necesitamos darnos cuenta de que en el Espíritu tenemos esta muerte maravillosa. Finalmente, en este Espíritu también tenemos la resurrección de Cristo que libera y produce vida.
Gálatas 5:16 y 25 hablan de vivir por el Espíritu y también de andar por el Espíritu. El versículo 25 dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Según este versículo, vivir es una cosa y andar es otra. Para los traductores de la Biblia, es difícil decidir a cuál espíritu se refiere este versículo, si al divino o al humano. Al traducir el Nuevo Testamento, Versión Recobro, tomamos una decisión en este versículo, conforme al contexto. Una manera de leer Gálatas 5:25 en su contexto es interpretar el espíritu en ese versículo como el Espíritu divino. Sin embargo, también es posible interpretar y aplicar este versículo de otra manera. El asunto de vivir tiene dos aspectos. Primero, vivir significa tener vida, recibir vida. En segundo lugar, vivir es llevar cierto vivir. Recibir la vida es una cosa, y llevar cierto vivir es otra. Romanos 1:17 y Gálatas 3:11, citando Habacuc 2:4, dicen que el justo “tendrá vida y vivirá por la fe”. Según estos versículos, primero tenemos vida y luego vivimos. Tener vida ciertamente viene por el Espíritu divino, pero vivir, es decir, llevar cierto vivir, implica nuestro espíritu humano.
Los dos espíritus también están implícitos en el asunto de andar por el espíritu. Sin duda, el andar se realiza por el Espíritu divino junto con nuestro espíritu humano. Estos dos espíritus —el Espíritu divino y el espíritu humano— están mezclados dentro de nosotros; de ahí que llamamos al espíritu, “el espíritu mezclado”. Romanos 8:4 dice que el justo requisito de la ley se cumple “en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Aquí es difícil determinar si nuestro andar debe ser conforme al Espíritu divino o al espíritu humano. En realidad, debe estar en conformidad con los dos espíritus, es decir, con el espíritu mezclado.
La vida cristiana no es sencilla. Cuando yo era un cristiano joven, pensaba que la vida cristiana era simplemente una vida de buen comportamiento. Sin embargo, no debemos pensar que si somos humildes, amables, bondadosos y tolerantes, significa que seamos santos y que vivamos la vida cristiana. La vida cristiana consiste en vivir por el Espíritu y, luego, andar por el Espíritu. Andar quiere decir tener nuestro ser e incluye todo lo relacionado con nuestra vida humana cotidiana. Si estamos tranquilos, debemos estarlo por el Espíritu. Si estamos tranquilos por nuestra propia cuenta, no estamos viviendo y andando por el Espíritu. No es incorrecto estar tranquilo, pero debemos estarlo por el Espíritu. Un cementerio es un lugar muy tranquilo, y ninguno de los que están enterrados hace ruido. Si estamos tranquilos por el Espíritu, no seremos como los muertos enterrados en una tumba; al contrario, estaremos muy activos y muy vivientes.
A fin de vivir la vida cristiana, debemos hacer muchas reducciones. Debemos sustraer nuestra vida natural, nuestro yo, nuestra bondad y muchas otras cosas. Debemos sustraerlo todo hasta que no haya nada más que restar. Entonces, lo que quede será el Espíritu. Mientras tengamos algo que se pueda eliminar, todavía no estamos viviendo por el Espíritu.
Cuando saludamos a otros, lo debemos hacer por el Espíritu. Al considerar esos detalles de nuestro vivir, podemos ver que todos somos muy naturales. Después de saludas a alguien, muchas veces decimos ya por costumbre: “¿Cómo está?”, sin estar conscientes ni tener intención alguna. No decimos tales cosas por nuestro espíritu. Sin embargo, andar, tener nuestro ser, implica todo lo relacionado con nuestro vivir diario. Esto significa que debemos ser personas que viven absolutamente por el Espíritu y que andan por el Espíritu. El apóstol Pablo era uno que practicaba esto. En 1 Timoteo 4:7 Pablo exhortó a Timoteo a que se ejercitara para la piedad. La piedad es la manifestación de Dios (3:16). Así que, necesitamos ejercitarnos para la manifestación de Dios. Cuando saludamos a alguien, debemos preguntarnos: “¿Es esto la manifestación de Dios?”. Si la respuesta es negativa, no debemos hacerlo. Tal vez a algunos les parezca extremado pensar esto. No obstante, en verdad necesitamos ejercitarnos para la piedad hasta este punto.
Cuando nos preguntan: “¿Cómo está?”, la mayor parte del tiempo respondemos: “Bien”. Es posible que tal respuesta no se dé por el Espíritu. Si nos ejercitamos para la piedad, debemos pensarlo dos veces antes de responder a tal pregunta. Al pensarlo, necesitamos considerar cómo contestar de tal manera que nos ejercitemos para la piedad, para la manifestación de Dios. Debemos ejercitarnos hasta tal punto que durante todo el día, todo lo que seamos, todo lo que hagamos, todo lo que pensemos, todo lo que expresemos y todo lo que digamos sea la expresión, la manifestación, de Dios. Ciertamente esto debe hacerse por el Espíritu.
Doy gracias al Señor porque hoy en día el Espíritu divino y el espíritu humano están en un lugar muy definido. Todos nosotros los creyentes en Cristo tenemos un espíritu, y éste ha sido regenerado por el Espíritu divino. De esta manera los dos espíritus han sido ubicados: están en nosotros. Esto es una maravilla. ¡Los dos espíritus están en nosotros! Por lo tanto, dondequiera que estemos, estos dos espíritus están con nosotros. Ellos están ubicados en nuestro interior.
Nosotros, los creyentes, vivimos la vida cristiana ejercitando nuestro espíritu. Debemos aprender a practicar una sola cosa: al hacer algo, no lo debemos hacer precipitadamente. Cuando estamos a punto de contestar a alguien, no le debemos contestar rápidamente; más bien, debemos considerar si le vamos a contestar en nuestro espíritu por el Espíritu divino. En todas las cosas necesitamos considerarlas cuidadosamente. Por supuesto, esto es muy difícil, pero de todos modos necesitamos aprender. Soy chino de nacimiento, y el idioma chino es mi lengua materna. Cuando comencé a estudiar el inglés, encontré que me era difícil dominar la pronunciación. Esto ha requerido muchos años de aprendizaje. De la misma manera, nacimos como seres humanos y renacimos como seres divinos. Ahora, nosotros los seres humanos debemos aprender a vivir una vida humana por la vida divina. Esto requiere mucho aprendizaje porque no sabemos vivir por la vida divina.
Al aprender a vivir una vida humana por la vida divina, la oración es una gran ayuda. Por naturaleza soy una persona rápida. Me es difícil ser lento y considerado. No obstante, después de mucha oración, llego a ser una persona muy lenta y considerada. La oración nos hace ir más despacio. Esto significa que la oración nos hace más espirituales. La oración hace que vivamos una vida humana por la vida divina. Si usted me hace una pregunta acerca de algo, y yo no he orado la mitad del día, probablemente le contestaré rápidamente. Sin embargo, si me habla inmediatamente después de mis oraciones matutinas, seré muy espiritual; no le contestaré muy rápidamente. La oración nos hace ir más despacio porque orar es ejercitar nuestro espíritu, y eso espontáneamente pone a un lado nuestras emociones, nuestra voluntad y nuestra mente. Cuando despertamos nuestro espíritu al orar, venimos a ser personas muy cuidadosas.
No me interesa simplemente enseñar la Biblia. Mi carga es ayudar a los santos a entender lo que Pablo escribió en Gálatas 5:16 y 25 acerca de vivir y andar por el Espíritu. Es muy raro encontrar una persona que viva por el Espíritu y ande por el Espíritu. No debemos tomar por sentado tales versículos como Gálatas 5:16 y 25. Al contrario, debemos procurar entender lo que significa vivir y andar por el Espíritu.
El asunto de vivir por el Espíritu se menciona en Gálatas 5:25. Vivir por el Espíritu equivale a que Cristo viva en nosotros. Aunque todos somos personas, no debemos vivir por nosotros mismos como la persona; debemos vivir por otra persona. La vida cristiana es una vida en que vivimos por otra persona. Mientras vivamos por nosotros mismos como nuestra persona, no vivimos la vida cristiana. Puesto que somos cristianos, no debemos tener una sola persona; debemos tener dos personas. Una persona es nuestro yo y la otra es Cristo. Este Cristo, quien es la persona que vive dentro de nosotros, es pneumático; Él es el Espíritu (2 Co. 3:17).
El Espíritu por quien debemos vivir es Cristo. Puesto que Cristo es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), Él es pneumático. Él no sólo es nuestra vida (Col. 3:4), sino también nuestra persona (2 Co. 2:10). Tal vez sea un poco abstracto hablar de vivir por Cristo como nuestra vida, pero hablar de vivir a Cristo como nuestra persona es algo más definido. Una persona es una cosa muy definida, mientras que la vida es un poco abstracta. Es difícil saber si vivimos por Cristo como nuestra vida o no, pero es muy obvio cuando vivimos o no vivimos por Cristo como nuestra persona. Decir que vivimos por nuestro yo o que vivimos por Cristo, significa que hay dos personas por las cuales podemos vivir. No debemos vivir por nosotros mismos; debemos vivir por otra persona: Cristo.
Vivir por el Espíritu equivale a tener a Cristo viviendo en nosotros (Gá. 2:20a), es decir, vivir a Cristo, el Cristo pneumático en resurrección, para que Cristo sea magnificado en nosotros (Fil. 1:19-21a). Para que Cristo pueda ser la persona en nosotros, Él ciertamente debe ser pneumático y debe estar en resurrección. Antes de Su encarnación, Dios ya era el Espíritu, pero en la etapa anterior a la encarnación, el Espíritu no era el Espíritu vivificante. El Espíritu vivificante, quien es la realidad de Cristo, es el Espíritu después de la resurrección de Cristo. Cristo, el postrer Adán, en Su resurrección fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Hoy en día este Espíritu vivificante es el Cristo pneumático, el Cristo resucitado.
Vivimos a Cristo para que sea magnificado en nosotros. Magnificar a Cristo y vivir a Cristo no son dos cosas diferentes; más bien, son una sola. Vivir a Cristo es magnificarle, y la magnificación de Cristo es la verdadera manifestación de Dios. Sin magnificar a Cristo, sería imposible tener la manifestación de Dios. Cuando vivimos a Cristo, ciertamente magnificamos a Dios.
Vivir por uno mismo puede compararse con el cobre. En contraste, vivir a Cristo puede compararse con el oro. El mejor cobre puede parecerse mucho al oro. En el vivir de algunos santos, puede ser difícil discernir si lo que se ve es la expresión de ellos mismos o la manifestación de Dios. El cobre y el oro se parecen, pero son diferentes en esencia. Debido a su naturaleza tranquila y cuidadosa, es posible que algunos de los santos se parezcan a Cristo en su vivir. Sin embargo, en realidad, puede ser que su vivir no sea el vivir de Cristo, sino su propio vivir. Por otro lado, es más fácil discernir si una persona que es muy activa y comete muchos errores está viviendo a Cristo o se está viviendo a sí misma.
Vivir por el Espíritu es tomar al Espíritu, la realidad del Cristo resucitado, como nuestra persona (Gá. 2:20a). Vivir por el Espíritu equivale a tener a Cristo viviendo en nosotros y a tomar al Espíritu como nuestra persona.
Vivir significa tener vida, pero andar significa tener nuestro ser. Las palabras griegas que se traducen “andar” en Gálatas 5:16 y 25 son dos palabras diferentes y denotan los dos aspectos del andar cristiano.
La primera palabra que se usa en Gálatas 5:16a, denota el andar general de nuestra vida diaria, el cual implica un andar diario, común y habitual. A este andar también se hace referencia en Romanos 6:4, 8:4 y Filipenses 3:17-18. El andar que se menciona en todos estos versículos es el andar general de nuestra vida diaria.
La segunda palabra que se traduce “andar”, la que se usa en Gálatas 5:25, se refiere al andar conforme a las reglas, es decir, andar en fila, en una manera ordenada y regulada (6:16; Hch. 21:24; Ro. 14:12; Fil. 3:16), un andar que toma la meta única de Dios como la dirección y propósito de la vida cristiana, al vivir en la nueva creación (Gá. 6:15-16), al ir en pos de Cristo (Fil. 3:12, 16) y al practicar la vida de iglesia (Ro. 12:1-5; Ef. 4:1-16) a fin de que se cumpla la economía de Dios para la iglesia.
La primera clase de andar es el andar diario para nuestro vivir diario, y el segundo es un andar conforme a las reglas para la iglesia. La iglesia es nuestra meta, y la iglesia también es nuestro propósito. Andamos así y tomamos este camino como regla, porque la vida humana tiene una meta y un propósito, y esta meta y este propósito tienen como fin la vida de iglesia. La vida cristiana tiene dos aspectos. Uno es la vida cristiana diaria, la cual es el vivir normal, habitual y común de nuestra vida diaria, sin tener en vista una meta o un propósito particular. Pero nosotros, los cristianos, no debemos simplemente tener como fin nuestra vida diaria. Nosotros, los cristianos, debemos ser personas para la iglesia. La iglesia es la meta de Dios y la iglesia es el propósito de Dios. Por eso, debemos tener reglas que regulen nuestro andar. Las tres reglas principales para la segunda clase de andar son: vivir en la nueva creación, ir en pos de Cristo y practicar la vida de iglesia para que se cumpla la economía de Dios con respecto a la iglesia.
Hoy en día la mayoría de los cristianos carecen de la vida de iglesia. Tal vez aquellos que no la tienen, se queden en casa por la noche para ver televisión. Sin embargo, nosotros los que practicamos la vida de iglesia tenemos una regla, y esa regla es asistir a las reuniones de la iglesia. Para nosotros, asistir a las reuniones de la iglesia es una regla. Otra regla se encuentra en Filipenses 3, la cual es ir en pos de Cristo. En los versículos 12 y 16 Pablo seguía en pos de Cristo y lo hizo una regla. Esta regla es para la vida de iglesia. Si no vivimos a Cristo ni seguimos en pos de Cristo, será difícil que tengamos la vida de iglesia. Somos estrictos en cuanto a seguir en pos de Cristo para obtenerlo a Él a fin de tener la vida de iglesia.
El vivir de todos los seres humanos tiene dos aspectos: la vida común y cotidiana, y la vida de negocios. Una persona que dirige un negocio o que tiene un empleo debe ir a la oficina todas las mañanas a una hora fija. Así que, debe guardar la regla, la norma, de levantarse temprano todas las mañanas. Además, debe ir a la oficina cinco días a la semana. Luego, los sábados, está libre para quedarse en la cama más tiempo. Los sábados todavía vive su vida, pero no vive para su trabajo. Más bien, vive una vida común y cotidiana. Por lo tanto, toda persona tiene dos clases de vida, una para su vida ordinaria y cotidiana, y otra para su trabajo, para su propósito, su meta.
Nosotros los cristianos también debemos tener dos clases de andar. La primera es el andar general de nuestra vida cristiana todos los días. En esta clase de andar se incluyen cosas tales como vencer el enojo. La segunda es un andar conforme a reglas, un andar en fila, en una manera ordenada y regulada. Esta clase de andar incluye cosas tales como asistir a las reuniones de la iglesia y hablar en las reuniones para la vida de iglesia. En nuestra vida cristiana, tal vez la gente se dé cuenta de que por ser cristianos no perdemos la paciencia. Tal es el testimonio de nuestro andar general y diario. Puede ser que la gente también nos conozca como personas que asisten a las reuniones de la iglesia en las mañanas del día del Señor y en otras noches durante la semana. Éste es el testimonio de nuestro andar conforme a las reglas.
En Gálatas 6:15-16 Pablo dijo: “Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea sobre ellos, o sea sobre el Israel de Dios”. Vivir como una nueva creación andando conforme a la regla de la nueva creación es la segunda clase de andar, el andar conforme a reglas. Hemos sido regenerados para ser una nueva creación (2 Co. 5:17); así que, debemos andar conforme a la regla, la norma, de la nueva creación. Debido a que somos una nueva creación y tenemos una meta, un propósito, hay ciertas cosas que no haremos. La nueva creación simplemente es la vida de iglesia, el Cuerpo de Cristo.
Para tener una meta, un propósito, se requiere que vivamos una vida conforme a reglas. Sin embargo, el segundo aspecto del andar cristiano debe ser sostenido por el primero. Si no tenemos la primera clase de andar, no podemos tener la segunda. Si somos personas indisciplinadas, quienes chismean todo el tiempo, no podremos llevar una vida para la iglesia. El andar nuestro que tiene un propósito, una meta, debe ser sostenido por nuestro andar general y diario.
Andar por el Espíritu es andar en la resurrección de Cristo por medio de Su crucifixión y por el Espíritu compuesto (Fil. 3:10; 1:19b). La resurrección de Cristo, la crucifixión de Cristo y el Espíritu compuesto son una sola entidad. Es imposible separar estos tres. Esto sencillamente quiere decir que el Espíritu compuesto que está en nosotros es la realidad de Cristo como la corporificación del Dios Triuno. Por consiguiente, en breve, el Espíritu compuesto es la consumación del Dios Triuno. En palabras más sencillas, el Espíritu compuesto es simplemente el Dios Triuno procesado y consumado. Este Espíritu nunca puede obrar sin la crucifixión de Cristo. Así que, este Espíritu siempre nos hace morir (2 Co. 4:10-12). Si deseamos tener la primera clase de andar, necesitamos ser crucificados. De la misma manera, si queremos tener la segunda clase de andar, necesitamos ser eliminados, crucificados. La crucifixión siempre nos introduce en la resurrección, y esa resurrección es el Espíritu. Estos tres —el Espíritu, la crucifixión de Cristo y la resurrección de Cristo— siempre van juntos. Andar crucificado, andar en resurrección y andar por el Espíritu, son la misma cosa. Andar por el Espíritu es andar crucificado y andar en resurrección. Estos tres son uno.
Que andemos o no andemos por el Espíritu depende de si estamos crucificados. Sabemos si andamos por el Espíritu al saber si hemos sido eliminados por medio de la cruz o no. Si uno no ha sido anulado por la cruz, aunque le parezca que está lleno del Espíritu, no debe hacer ni decir nada. Sin la crucifixión, el Espíritu no nos llena. Por lo tanto, debemos tomar la cruz inmediatamente para recibir la crucifixión de Cristo. Cuando tomamos la crucifixión de Cristo, estamos instantáneamente en la resurrección, y la realidad de la resurrección es el Espíritu.
Puedo testificar que sigo aprendiendo esta lección todos los días. Rara la vez contesto las cartas inmediatamente después de recibirlas. Cuando recibamos cartas, debemos preguntarnos: “¿Quién las contestará, yo o el Espíritu?”.
Si tenemos la certeza de que hemos sido anulados por la cruz, inmediatamente estamos en resurrección, y la realidad de la resurrección es el Espíritu vivificante. Entonces, todo lo que hagamos lo haremos andando por el Espíritu por medio de la crucifixión de Cristo y de Su resurrección. Ésta es la vida cristiana.