
Lectura bíblica: Gn. 1:2b; Jue. 3:10a; Sal. 51:10-11; Is. 63:10-11; Lc. 1:15, 31-35; Mt. 1:18, 20; Jn. 7:39; Ro. 8:2, 9; Hch. 16:7b; Fil. 1:19b; 2 Co. 3:17b, 18b; Éx. 30:23-30; 1 Jn. 2:20, 27
En este mensaje queremos ver la manera en que el Espíritu está compuesto. Espero que tal verdad se infunda en nuestro ser. La vida cristiana está totalmente relacionada con el Espíritu. “Sin el Espíritu, no hay vida cristiana”. Juan 4:24 dice que Dios es Espíritu. Si no conocemos al Espíritu, no tenemos nada que ver con Dios. Si no tenemos nada que ver con Dios, no tendremos la vida cristiana. La revelación del Espíritu en la Biblia es crucial. Mi carga no es enseñar teología ni doctrinas bíblicas, sino ministrar la sana enseñanza acerca de la verdadera vida cristiana. La verdadera vida cristiana está totalmente relacionada con el Espíritu.
En la primera mitad de este siglo, hubo dos maestros prominentes y firmes, quienes enseñaron de la vida interior. Ellos eran Jessie Penn-Lewis y T. Austin-Sparks. Yo diría que fueron ellos quienes concluyeron el movimiento de la vida interior.
Este movimiento comenzó con Madame de Guyón, Francisco de Fenelón y otros del siglo XVII. Éstos se conocen como místicos, y su enseñanza como el misticismo. Madame de Guyón y Francisco de Fenelón nunca salieron de la Iglesia Católica; no obstante, fueron muy notables en la vida interior. Sin embargo, en su experiencia la vida interior era algo misterioso y llegó a ser para la gente algo difícil de experimentar y entender.
En el siglo XVIII William Law, un erudito británico, mejoró los escritos de los místicos, y esto fue una ayuda para los demás. Más tarde, Andrew Murray, un ministro de la Iglesia Reformada Holandesa, quien laboraba en Suráfrica, hizo mejoras adicionales a los escritos de William Law. Andrew Murray fue un orador en la convención Keswick. Lo que escribió fue muy espiritual. Su libro más largo es su exposición del libro de Hebreos, titulado The Holiest of All [El Lugar Santísimo]. Su obra maestra es un libro llamado The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo].
Después de Andrew Murray, Jessie Penn-Lewis fue levantada. Ella recibió ayuda de Andrew Murray y llegó a ser muy notable. Ella enfatizó la muerte subjetiva de Cristo. Su mensaje no se centró en la cruz objetiva, sino en la cruz subjetiva. Algunas porciones acerca de la cruz que se encuentran en el libro El hombre espiritual, escrito por Watchman Nee, principalmente son traducciones de los escritos de la señora Penn-Lewis. La señora Penn-Lewis también fue notable por enseñar acerca de la guerra espiritual. Tal enseñanza se encuentra en un libro titulado War on the Saints [La guerra contra los santos]. La sección del libro El hombre espiritual que trata de la guerra espiritual es una traducción de ese libro. Por lo tanto, la señora Penn-Lewis fue conocida por dos asuntos: la muerte subjetiva de Cristo y la guerra espiritual.
Después de ella, uno de sus colaboradores, de nombre T. Austin-Sparks, fue levantado por el Señor. Él llegó a prevalecer en la enseñanza de los principios y la vida de resurrección de Cristo. Así que, en el primer cuarto de este siglo, la hermana Penn-Lewis recalcó la muerte de Cristo, y en el segundo cuarto de este siglo, el hermano Austin-Sparks subrayó la resurrección de Cristo. Los dos se opusieron resueltamente al movimiento pentecostal. Si usted lee cuidadosamente El hombre espiritual del hermano Nee, se dará cuenta de que el escritor de la sección acerca de la guerra espiritual era uno que se oponía firmemente al movimiento pentecostal. La señora Penn-Lewis consideraba el movimiento pentecostal como una obra completamente demoniaca. El hermano Austin-Sparks también estaba absolutamente en contra del movimiento pentecostal.
Los dos se oponían al movimiento pentecostal, sin embargo, también enfatizaban mucho el Espíritu. El hermano Austin-Sparks no reconocía ninguna reunión como reunión de la iglesia a menos que ésta comenzara con una oración larga que pidiera la guía del Espíritu. Él me dijo a mí que cada iglesia local debe ser establecida por la guía del Espíritu con mucha oración.
Puesto que el Espíritu es abstracto y misterioso, muchas personas hacen a un lado y desatienden la verdad acerca del Espíritu y de experimentar al Espíritu. La denominación Bautistas del Sur, la denominación más grande y más fundamentalista de los Estados Unidos, les recomienda a sus predicadores que no hablen del Espíritu. Ellos ponen énfasis en la Palabra y no en el Espíritu.
En esto podemos ver que todos los que verdaderamente buscan a Cristo, buscadores fundamentalistas y genuinos, tienen problemas con respecto al Espíritu. El factor de división entre los cristianos que son fundamentalistas y espirituales, y que realmente buscan al Señor, no se relaciona principalmente con las doctrinas. El factor divisivo proviene casi exclusivamente de su manera de percibir, entender y experimentar el Espíritu.
Hay conceptos diferentes acerca del Espíritu debido a que el Espíritu es muy misterioso y profundo. Dios es un misterio. El misterio de Dios es Cristo (Col. 2:2), y el misterio de Cristo es la iglesia (Ef. 3:4). El Espíritu también es un gran misterio. Si pudiéramos captar, comprender y aprehender este mensaje acerca del Espíritu compuesto, se resolverían espontáneamente los problemas relacionados con el Espíritu. A fin de recibir adecuadamente la comunión de este capítulo, no sólo necesitamos ejercitar nuestro espíritu, sino también nuestra cordura.
El primer título del Espíritu en el Antiguo Testamento es el Espíritu de Dios. Este título se encuentra en Génesis 1:2. Génesis 1:1 dice que en el principio creó Dios los cielos y la tierra. Luego, el versículo 2 dice que el Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas de muerte.
El segundo título divino del Espíritu que se ve en el Antiguo Testamento es el Espíritu de Jehová (Jue. 3:10a). En Génesis 1 tenemos el título Dios, pero en Génesis 2 encontramos otro título, Jehová, debido a que en este capítulo Dios empieza a tener contacto con el hombre que Él creó. Por lo tanto, Jehová es un título que se usa para referirse al contacto de Dios con el hombre. Esto denota la relación que Dios tiene con el hombre. Cuando Dios tenía contacto con la gente en el Antiguo Testamento, Él era el Espíritu de Jehová.
Salmos 51:11 e Isaías 63:10-11 se refieren al Espíritu de santidad, pero éste no es un título divino del Espíritu. La versión King James traduce el Espíritu de santidad como el Santo Espíritu. Sin embargo, ésta es una traducción incorrecta. Según el hebreo, “Tu Santo Espíritu” en Salmos 51:11 debe traducirse como “Tu Espíritu de santidad”, y en Isaías 63:10-11 “su Santo Espíritu” como “Su Espíritu de santidad”. La expresión Espíritu de santidad en Salmos 51:11 e Isaías 63:10-11 es una descripción y no un título. No hace referencia a la tercera persona de la Trinidad. El Espíritu de santidad se refiere a la naturaleza y esencia de Dios. Andrew Murray señaló esto claramente. El Espíritu de santidad es una descripción de lo que Dios es.
El título el Espíritu Santo no se usa en el Antiguo Testamento. Éste se usó particularmente al comienzo de la economía neotestamentaria: primero en la venida de Juan el Bautista y luego en la venida del Señor Jesús. Estas dos “venidas” en realidad fueron una sola cosa, la iniciación de la economía neotestamentaria. La economía del Nuevo Testamento empezó con la concepción de Juan el Bautista y la concepción del Señor Jesús. Con estas dos concepciones, la Biblia empezó a usar un nuevo título divino, a saber, el Espíritu Santo.
En realidad, según el griego, el título el Espíritu Santo puede traducirse literalmente el Espíritu el Santo. El Espíritu de Dios o el Espíritu de Jehová, es el Espíritu el Santo. El Santo se refiere a Aquel que está separado, Aquel que está santificado. En la economía neotestamentaria, todo debe estar separado para Dios, santificado para Dios, ser hecho santo para Dios. El Espíritu de Dios ahora es el Espíritu el Santo, es decir, el Espíritu Santo. El Espíritu Santo tiene que ver con la iniciación de la economía neotestamentaria de Dios con respecto a las concepciones de Juan el Bautista y del Señor Jesús (Lc. 1:15, 31-35; Mt. 1:18, 20). Cuando la era neotestamentaria comenzó, la Biblia usó un nombre particular para referirse al Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios es el Espíritu el Santo, es decir, el Espíritu Santo.
Juan 7:39 revela que aún no había el Espíritu antes de la resurrección de Cristo. Al traducir Juan 7:39 la versión King James dice que aún no había sido “dado” el Espíritu. El verbo “dar” está en cursiva, lo cual indica que no era parte del texto original. El texto original en griego dice: “Aún no había el Espíritu”. El Espíritu de Dios estaba allí desde el principio (Gn. 1:1-2), pero cuando el Señor Jesús habló en Juan 7, aún no había el Espíritu como Espíritu de Cristo (Ro. 8:9), el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19), porque el Señor no había sido aún glorificado.
Según Juan 7:39, aún no había el Espíritu porque “Jesús no había sido aún glorificado”. Esto indica que la glorificación de Jesús está totalmente relacionada con la existencia del Espíritu. Según Lucas 24:26, Jesús fue glorificado cuando Él resucitó. La resurrección de Cristo, la cual fue Su glorificación, fue como la apertura de una flor. Cuando una flor se abre, tal florecimiento es su resurrección y también su glorificación. La resurrección de Cristo fue el “florecimiento” de Cristo, y ese florecimiento fue Su glorificación.
Juan 7:39 indica claramente que antes de la resurrección de Cristo aún no había el Espíritu. El Espíritu de Dios estaba allí, el Espíritu de Jehová estaba allí e, incluso, el Espíritu Santo estaba allí. Desde las concepciones de Juan el Bautista y de Cristo, comenzó a usarse el término el Espíritu Santo. Pero cuando Cristo empezó a ministrar, la Biblia nos dice que antes de Su resurrección, Su glorificación, “aún no había el Espíritu”.
El tema principal de Juan 14—16 es el Espíritu. El Señor dijo que pediría al Padre que enviara a los discípulos otro Consolador, quien es el Espíritu de realidad (14:16-17; 15:26; 16:13). El hablar del Señor en Juan 14—16 tuvo lugar la noche de Su arresto. Al siguiente día, Él fue crucificado y después de tres días resucitó. En resurrección Él fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En la noche del día de Su resurrección, Él volvió a los discípulos, sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn. 20:22). En aquel momento “el Espíritu” como el Espíritu de realidad comenzó a existir. Esto está claramente escrito en el Nuevo Testamento, pero en el cristianismo nadie le ha puesto atención, excepto Andrew Murray.
Andrew Murray, en el capítulo 5 de su libro The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo], habla del Espíritu del Jesús glorificado, el Espíritu del Cristo encarnado, crucificado y glorificado. En la eternidad pasada Cristo era Dios; Él era divino; Él no tenía nada humano. El elemento humano no estaba en Él en la eternidad pasada. Tenía un solo elemento, es decir, Su divinidad. Pero cuando se encarnó, adquirió la carne, es decir, la humanidad. En Su encarnación llegó a ser un Dios-hombre. Esto significa que llegó a ser una persona de dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana. Como Dios, Él tiene divinidad; como hombre, Él tiene humanidad. Después de Su encarnación, Él es una persona de dos elementos: el elemento divino, Dios, y el elemento humano, el hombre. Por lo tanto, Él es el Dios-hombre que tiene dos naturalezas, la divina y la humana. Él posee tanto divinidad como humanidad.
Mientras vivía en la tierra, era llamado Jesús. Antes de Su resurrección, Él era divino, pero Su humanidad no era divina ni espiritual. Antes de Su resurrección, el cuerpo de carne de Jesús no era glorioso, divino, espiritual, atractivo, maravilloso, espléndido, majestuoso ni excelente. Más bien, según Isaías 53, Jesús era una persona muy humilde, sin parecer ni hermosura ni atractivo (vs. 2-3; 52:14). Pero dentro de Su vaso de barro, dentro de Su humanidad, estaba Dios, quien es divino. Su divinidad estaba oculta en Su humanidad. Su Ser Divino estaba confinado en el vaso de barro de Su humanidad. Así que, Su parte humana, durante los treinta y tres años y medio de Su vivir humano, no era divina, no era gloriosa.
En Su vivir humano, Cristo vivió treinta años en Nazaret en la casa de un carpintero y ministró tres años y medio. Él era un hombre completamente sin gloria y de condición muy humilde. Por esto, muchos lo ignoraban y lo menospreciaban. Algunos de los que lo menospreciaban dijeron: “¿No es éste el carpintero...?” (Mr. 6:3). Él no era un carpintero glorioso y divino. Si lo hubiera sido, se habría convertido en una gran atracción. Todos los judíos habrían corrido a Nazaret para verlo. Pero cuando Él se dio a conocer, su aspecto exterior no era hermoso ni atractivo para que la gente le prestara atención.
Su cáscara humana ocultaba Su divinidad. Esa cáscara no era apuesta, bella ni atractiva. Esto quiere decir que era una persona de dos naturalezas, la naturaleza divina y la naturaleza humana. La naturaleza divina era gloriosa. Una vez, en un monte alto, Él se transfiguró por unos momentos (Mt. 17:1-2). Con excepción de aquel corto tiempo, Su divinidad quedó escondida en Su humanidad treinta y tres años y medio. Pero en el monte de la Transfiguración, la gloria interna que estaba dentro de Él absorbió Su humanidad exterior. Entonces se volvió glorioso. Ese evento prefiguró Su resurrección.
Él se hallaba en una naturaleza divina y gloriosa y en una naturaleza humana muy humilde durante treinta y tres años y medio. Luego murió, y Su muerte rompió la cáscara humana y liberó la vida divina y gloriosa que estaba dentro de Él (Jn. 12:24). Después de tres días, Él entró en resurrección. Cuando Él se encarnó, se vistió de humanidad. Luego, al resucitar, introdujo Su humanidad en la divinidad.
Andrew Murray dijo que cuando Cristo resucitó, santificó Su carne. Esto significa que hizo que Su humanidad fuera divina. Él elevó la naturaleza humana. En Su encarnación, Cristo introdujo a Dios en la humanidad; y en Su resurrección, introdujo la humanidad en la divinidad. Andrew Murray usó la palabra entretejido para describir esto. Cristo, al encarnarse y resucitar, hizo una obra de entretejer. Él entretejió divinidad en la humanidad y la humanidad en la divinidad. Esto puede compararse con un tejido de dos clases de materiales. La seda puede entretejerse con el algodón para producir un textil. No podemos decir que este textil es únicamente seda ni que es únicamente algodón. Es un tejido de seda y algodón. De igual manera, Cristo es el tejido de Dios y el hombre. Él únicamente era Dios antes de Su encarnación, pero después de Su encarnación y por medio de Su resurrección, llegó a ser un Dios-hombre. Dios se hallaba ahora en la humanidad, y el hombre se hallaba ahora en la divinidad. Esto es una especie de tejido. La divinidad fue entretejida en la humanidad, y la humanidad fue entretejida en la divinidad. De esta manera, la divinidad y la humanidad han llegado a ser una tela entretejida. ¡Aleluya, hoy estamos vestidos de esta tela!
Con referencia a la resurrección de Cristo, 1 Corintios 15:45 dice que el postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante. Este Espíritu es la misma esencia, el mismo elemento y la misma realidad del Cristo resucitado. Hoy en día el Cristo resucitado es el Espíritu (2 Co. 3:17). Ésta es la razón por la cual decimos que Cristo es el Cristo pneumático. El Cristo pneumático es Cristo como pnéuma, y el pnéuma es el Espíritu.
Tenemos que comprender que antes de la resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios y el Espíritu de Jehová estaban en el Antiguo Testamento, y luego el Espíritu Santo estaba en los Evangelios. Pero después de Su resurrección, Hechos 16:7b habla del Espíritu de Jesús, y Romanos 8:9 habla del Espíritu de Cristo. Luego Filipenses 1:19 menciona el Espíritu de Jesucristo. El Espíritu de Jesucristo es “el Espíritu”, el cual se menciona en Juan 7:39, el Espíritu del Jesucristo encarnado, crucificado y resucitado.
El Espíritu de vida (Ro. 8:2), el Espíritu de Cristo (v. 9), el Espíritu de Jesús (Hch. 16:7b), el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19b), el Espíritu del Señor (2 Co. 3:17b) y el Señor Espíritu (2 Co. 3:18b) son términos nuevos que hacen referencia al Espíritu en el Nuevo Testamento. El Señor Espíritu es un título compuesto como el Padre Dios y el Señor Cristo. El Espíritu es la consumación del Dios Triuno. Él es el Dios Triuno consumado.
El Dios Triuno fue procesado para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo. El primer paso del proceso del Dios Triuno fue la encarnación. El segundo paso fue el vivir humano, y el tercer paso fue Su muerte. El cuarto paso fue Su resurrección. Después de pasar por el “túnel” de Su proceso, Él llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El Espíritu vivificante es el Dios Triuno procesado y consumado. Este Espíritu, el Espíritu procesado y consumado, es la consumación del Dios Triuno, quien es tanto Dios como hombre y tiene tanto la naturaleza divina como la humana. Dentro de Él se encuentra el elemento de la divinidad. Dentro del Él también está el elemento de la humanidad santificada y elevada.
El Espíritu, después de la resurrección de Cristo, es un Espíritu compuesto, tipificado por el ungüento compuesto para la unción. Éxodo 30:23-25 dice: “Tomarás especias finas: de mirra excelente, quinientos siclos, y de canela aromática, la mitad, esto es, doscientos cincuenta; de cálamo aromático, doscientos cincuenta; de casia, quinientos, según el siclo del santuario, y de aceite de olivas, un hin. Prepararás con ello el aceite de la santa unción, un ungüento superior, preparado según el arte del perfumista. Éste será el aceite de la unción santa”. El ungüento compuesto para la unción que se menciona en estos versículos es un tipo único del Espíritu todo-inclusivo.
El Pentateuco, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, está lleno de tipos. El holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión, son tipos (Lv. 1—7). El tabernáculo también es un gran tipo (Éx. 25:8-9; 40:1-2). En Éxodo 30 también se encuentra el tipo maravilloso y misterioso del ungüento compuesto. Necesitamos ser impresionados profundamente con el significado de este tipo.
El hin de aceite de oliva es la base del ungüento compuesto, y este aceite forma un compuesto de cuatro especias: mirra, canela, cálamo y casia. Estos cinco elementos compuestos llegan a ser un ungüento. Un ungüento puede compararse con la pintura. La pintura no sólo es aceite, sino que es aceite el cual ha formado un compuesto junto con otros elementos. El ungüento de Éxodo 30 es un compuesto de cinco elementos. Dios le dijo a Moisés que formara un compuesto de estos cinco elementos para hacer un “ungüento compuesto”.
Antes de la encarnación de Dios, sólo el elemento divino estaba en el Espíritu. Pero por medio de Su encarnación, Su vivir humano y Su muerte, esta persona llegó a ser el Espíritu vivificante en resurrección (1 Co. 15:45). Su divinidad, Su humanidad, Su vivir humano, Su muerte todo-inclusiva y Su resurrección maravillosa han formado un compuesto en el Espíritu. Cuando era un cristiano joven entre los Hermanos, les oí decir que el ungüento compuesto es un tipo del Espíritu, pero no profundizaron en los detalles. No fue sino hasta el año 1954 que recibí la luz acerca del Espíritu todo-inclusivo según es representado por el ungüento compuesto. Recibí mucha ayuda del libro The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo], escrito por Andrew Murray. Desde 1954 el Señor gradualmente nos ha mostrado más y más detalles acerca del ungüento compuesto.
El hin de aceite de oliva es un tipo del único Dios. Por lo tanto, el Espíritu compuesto es un compuesto que incluye la divinidad de Dios, tipificada por el hin de aceite de oliva. Ésta es la base. Además, las cuatro especias proceden de la vida vegetal. En la Biblia, las plantas representan la humanidad. También, el número cuatro denota las criaturas. En el ungüento tenemos al único Dios con Su criatura, el hombre. Por lo tanto, el Espíritu compuesto está compuesto de la humanidad de Cristo, tipificada por las cuatro clases de especias.
El Espíritu también está compuesto de la muerte de Cristo, tipificada por la mirra; de la dulzura y eficacia de la muerte de Cristo, tipificada por la canela; de la resurrección de Cristo, tipificada por el cálamo; y de la dulzura y el poder (especialmente en el sentido de resistir y repeler) de la resurrección de Cristo, tipificada por la casia.
El Espíritu todo-inclusivo también ha sido compuesto en el Dios Triuno, tipificado por las tres unidades de quinientos ciclos, donde la segunda es partida. El hecho de que la segunda unidad de quinientos ciclos fuera partida tipifica a Cristo como el segundo de la Trinidad Divina, que fue partido, crucificado, en la cruz. El único Dios Triuno, representado por el hin de aceite de oliva y las tres unidades de quinientos ciclos, ha formado un solo compuesto con el hombre creado, quien está representado por las cuatro especias de la vida vegetal.
El número cinco, con los cinco elementos y las tres unidades de quinientos ciclos, indican que el Espíritu compuesto nos capacita para asumir la responsabilidad de las cosas divinas. Los Diez Mandamientos se dividen en dos grupos de cinco mandamientos en dos tablas. Las diez vírgenes mencionadas en Mateo 25 están divididas en dos grupos: cinco prudentes y cinco insensatas. Estos grupos de cinco indican responsabilidad.
Nosotros los seres humanos debemos asumir responsabilidad todos los días. Para cumplir con nuestros deberes, para trabajar y caminar, necesitamos diez dedos en las manos y diez dedos en los pies. Andamos por los diez dedos de nuestros pies y trabajamos con los diez dedos de nuestras manos. Estos dedos están divididos en grupos de cinco. Nuestra mano tiene un pulgar con cuatro dedos. El pulgar puede compararse con el hin de aceite de oliva, y los otros cuatro dedos pueden compararse con las cuatro especias del ungüento compuesto. Cuando Dios, representado por nuestro pulgar, es añadido a nosotros los seres humanos, representados por nuestros cuatro dedos, estamos capacitados para asumir responsabilidad. Con sólo cuatro dedos, sin el pulgar, no podemos agarrar las cosas para asumir responsabilidad. De la misma manera, sin Dios, el hombre no puede hacer nada. El hombre necesita que Dios sea añadido a su ser, tal como los cuatro dedos necesitan que se les añada el pulgar para que la mano pueda asumir responsabilidad. El Espíritu compuesto es Aquel que asume toda la responsabilidad de las cosas divinas.
El ungüento compuesto que se menciona en Éxodo 30 se usaba para ungir el tabernáculo, todos los utensilios del tabernáculo y a los sacerdotes que servían, a fin de hacer que todo fuera santo, separado, santificado para Dios con miras a Su propósito divino (vs. 26-30). Esto indica que todo lo relacionado con las cosas divinas debe ser ungido por el Espíritu compuesto. El Espíritu compuesto, tipificado por el ungüento compuesto, tiene como fin ungir las cosas relacionadas con la adoración y el servicio a Dios y con Su servidores (1 Jn. 2:20, 27). Cuando estamos bajo la unción del Espíritu, podemos cumplir con nuestro deber de asumir responsabilidad por causa de los intereses del Señor.
Nuestra salvación fue el comienzo de nuestra experiencia de ser ungidos por el Espíritu compuesto. Primero, el Espíritu vino para inspirarnos a que nos arrepintiéramos. Nos separó de la gente común para que viniéramos a Jesús. Fuimos atraídos por Jesús, invocamos Su nombre y creímos en Él para ser regenerados por el Espíritu. Después de la regeneración, pasamos por las etapas de la santificación, la renovación, la transformación, la conformación y finalmente la glorificación. Todas estas etapas son etapas de la unción.
En 1 Juan 2:20 y 27 dice que hemos recibido la unción del Señor. Ahora tenemos que permanecer en el Señor conforme a esta unción. Debemos andar, comportarnos, trabajar y centrar nuestro ser conforme a esta unción. Esta unción es la obra y el mover del Espíritu. De ahí que Romanos 8:4 dice que debemos andar conforme al espíritu. Luego Gálatas 5 nos dice que vivamos y andemos por el Espíritu (vs. 16, 25). Si no conocemos a este Espíritu, ¿cómo podríamos vivir la vida cristiana? Sería imposible.
Ahora todos tenemos que preguntarnos dónde está este Espíritu compuesto hoy en día. El Nuevo Testamento revela claramente y recalca contundentemente que tal Espíritu consumado está en nuestro espíritu. Romanos 8:16 dice que el Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. En 2 Timoteo 4:22 se nos revela que el Señor como el Espíritu está con nuestro espíritu. Si queremos vivir la vida cristiana, debemos volvernos a nuestro espíritu y permanecer allí.
En nuestra vida cristiana, no necesitamos esperar hasta que escuchemos una voz de los cielos. La experiencia que tenemos del Espíritu compuesto es misteriosa y aun así muy normal. Él está en nosotros, pero muchas veces no sentimos que esté allí. No obstante, ya sea que lo sintamos o no, Él está en nuestro espíritu. Por lo tanto, debemos permanecer en nuestro espíritu. Entonces andaremos, nos comportaremos, obraremos y hablaremos conforme al espíritu. El espíritu al que se refiere Romanos 8 es en realidad un espíritu mezclado, el Espíritu compuesto mezclado con nuestro espíritu humano.
Es por medio de este Espíritu compuesto que se nos aplica la muerte de Cristo. También es por medio de este Espíritu que se nos aplica la resurrección de Cristo. Cuanto más andamos, vivimos, nos movemos, actuamos y hablamos conforme al espíritu, más estamos en la vida cristiana. Tal vez algunas personas digan que Cristo es vida, pero no pueden decir a otros cómo puede ser vida para ellos. Los mensajes en esta serie sobre la vida cristiana nos muestran la manera en que Cristo como vida puede aplicarse a nosotros.
Todos nosotros necesitamos entender claramente el significado del ungüento compuesto como un tipo del Espíritu compuesto. A fin de tener una revelación clara del Espíritu, debemos entender claramente este tipo. Esto es semejante a nuestra visión del gobierno humano en la tierra. A fin de ver la situación del gobierno humano en la tierra desde el punto de vista divino, debemos entender el significado de la gran imagen humana que se menciona en Daniel 2. Si no entendemos el significado de aquella imagen, no podemos entender el gobierno humano en el sentido bíblico. En Éxodo 30 se ve un tipo del Espíritu compuesto. Éste es un tipo particular y único. Este tipo va más allá de nuestro pensamiento y entendimiento humanos y, sin embargo, puede interpretarse.
Como hijos de Dios, estamos obligados a entender el tipo del ungüento compuesto. Debemos entender este tipo para poder comprender el Espíritu, tal como debemos entender la gran imagen humana en Daniel 2 para poder comprender la profecía acerca del gobierno político en la tierra según la economía de Dios. El significado del tipo del ungüento compuesto de Éxodo 30 es más importante que la creación del universo. Este tipo nos muestra que finalmente nuestro Dios Triuno, después de pasar por todos los procesos, ha llegado a ser este ungüento. Nuestro Dios Triuno procesado y consumado es este ungüento.
Día tras día y momento tras momento, este ungüento está obrando, moviéndose, actuando y hablando en nosotros. Este mover del ungüento, este ungir, nos enseña todas las cosas. Esta unción es el obrar, el mover, el actuar y el hablar del ungüento, y el ungüento es la consumación de nuestro Dios Triuno. Ahora podemos ver que este tipo del ungüento compuesto de Éxodo 30 es maravilloso.
¿Qué es la vida cristiana? La vida cristiana es la acción, el mover, el obrar y el hablar del Dios consumado, tipificado por el ungüento compuesto. En esta vida, tanto Dios como el hombre nos son aplicados. Somos hombres pobres y humildes, pero en esta unción tenemos un hombre elevado, un hombre del nivel divino. En esta unción, también tenemos la muerte de Cristo y la eficacia de la misma, la cual es muy dulce. Fuimos perdonados, justificados y reconciliados con Dios por medio de Su muerte para ser regenerados como hijos de Dios. ¡Cuán dulce es la eficacia de Su muerte según es tipificada por la canela!
Luego en esta unción, tenemos la resurrección de Cristo aplicada a nosotros. La resurrección de Cristo es muy poderosa, especialmente en el sentido de resistir y repeler al enemigo y todas las cosas negativas. Esto es tipificado por la casia, que se usaba en los tiempos antiguos para repeler insectos y serpientes. La resurrección de Cristo resiste toda la oposición y los ataques del enemigo, y repela todos los “insectos” y “serpientes” malignos. La resurrección de Cristo repela todos los demonios y espíritus malignos y especialmente a su príncipe, que es la serpiente antigua, el diablo.
La vida cristiana no es la experiencia de nuestras virtudes humanas naturales. Estas cosas buenas, junto con todo lo malo, pertenecen al árbol del conocimiento del bien y del mal. Sólo la vida cristiana, revelada en las Escrituras como el mover y el obrar del Espíritu compuesto que mora en nosotros, pertenece al árbol de la vida. Espero que la comunión en este mensaje nos dé un cuadro claro de la vida cristiana.