
En años recientes, Dios ha levantado a muchos hermanos y hermanas en diversas localidades, quienes han comenzado a reunirse en el nombre del Señor como resultado de haber visto la verdad concerniente a la iglesia. Estas personas han abandonado tanto las organizaciones formadas por los hombres como sus prácticas, las cuales no son conforme a la Biblia, y han comenzado a reunirse con la finalidad de servir al Señor junto con aquellos que de corazón puro invocan Su nombre. Ciertamente tenemos que dar gracias al Señor por esto.
Si bien estos hermanos —que se hallan dispersos en diversos lugares y que se reúnen en el nombre del Señor— han sido iluminados con respecto a las organizaciones humanas, todavía no poseen un entendimiento lo suficientemente profundo acerca del Cuerpo de Cristo. Aunque han renunciado a todo lo que no tiene cabida en la iglesia, ninguno de ellos lleva de manera plena la vida que es propia del Cuerpo de Cristo. Renunciaron completamente a todo aquello que es negativo, pero, en cuanto a las cosas positivas, todavía tienen una serie de deficiencias.
Así pues, en nuestros días, la necesidad más urgente de quienes se reúnen en el nombre del Señor es la de conocer las verdades que atañen al vivir práctico que lleva el Cuerpo de Cristo aquí en la tierra. La presente publicación, La vida de asamblea, responde a esta necesidad.
Este libro consta de un estudio bíblico que el hermano Watchman Nee llevó a cabo poco después de haber concluido “La tercera conferencia para vencedores”, la cual tuvo lugar en enero del presente año; dicho estudio fue realizado con hermanos de la iglesia en Shanghai y con algunos otros hermanos procedentes de otras ciudades que permanecieron en Shanghai una vez concluida aquella conferencia. Los temas que se trataron atañen principalmente a los aspectos prácticos de nuestro vivir. Las preguntas que se hicieron durante tal estudio, junto con sus correspondientes respuestas, fueron particularmente apropiadas y provechosas.
Este libro está dividido en cuatro capítulos. El primer capítulo trata sobre la autoridad en la iglesia; se puede decir que es un capítulo sobre la administración de la iglesia. En él se nos muestra que la iglesia de Dios no carece de organización, pero dicha organización no se asemeja a ninguna de las organizaciones formadas por los hombres en nuestros días. En la iglesia de Dios no tiene cabida la libertad individual ni tampoco es posible actuar de manera independiente. La iglesia es severa y estricta. Dios no desea que Sus hijos actúen por cuenta propia en esta tierra; Él gobierna Su iglesia por medio de la autoridad que Él mismo estableció en ella. Así como debemos abandonar toda organización humana, también debemos sujetarnos a la autoridad establecida por Dios. Es correcto abandonar toda organización humana, pero sería incorrecto que subvirtiéramos la autoridad establecida por Dios. Aun así, vemos que los creyentes tienen dificultad en mantener la posición que les corresponde y en sujetarse a las autoridades establecidas por Dios. Muchas personas están dispuestas a sujetarse a Dios, pero no están dispuestas a sujetarse a las autoridades establecidas por Dios. Sin embargo, únicamente aquellos que se sujetan a las autoridades que Dios estableció, podrán someterse a Dios directamente. Todo el que no permanece en esta posición de sujeción es un transgresor, y todo el que no se sujeta a la autoridad establecida por Dios es una persona insumisa e inicua.
El segundo capítulo trata sobre cómo practicar la comunión. En este capítulo se nos muestra que hay una sola comunión en el Cuerpo de Cristo. Hoy en día, las iglesias no le dan la debida importancia a este asunto. Son muchos los que creen que siempre y cuando ellos mismos hayan abandonado toda comunión inapropiada, es decir, toda denominación, entonces habrán sido perfeccionados. No obstante, si uno únicamente abandona las prácticas inapropiadas pero no adopta las prácticas apropiadas, aún no ha sido perfeccionado. Más aún, a menos que retornemos a la comunión única, la comunión que es propia del Cuerpo de Cristo, toda otra comunión que practiquemos será impropia y, al dejar las denominaciones, apenas estaremos incrementando la comunión que es impropia. En lugar de practicar cierta comunión local, debemos practicar la comunión del Cuerpo de Cristo. Es imprescindible que tengamos vínculos con todas aquellas asambleas que, en toda la tierra, se reúnen en el nombre del Señor, en lugar de limitar nuestra comunión únicamente a nuestra localidad. Es verdad que los asuntos concernientes a la iglesia local deben ser resueltos a ese nivel, pero la comunión de la iglesia no debe darse únicamente en el ámbito local. De hecho, la comunión de la iglesia no pertenece al ámbito local, sino que es de carácter universal. No solamente debemos disfrutar de comunión entre individuos, sino también entre asambleas.
El tercer capítulo de este libro trata sobre cómo debemos reunirnos. Este capítulo puede considerarse como una especie de educación espiritual para nuestra vida en el hogar. Aquí se nos revela el conocimiento elemental que todo hermano y hermana debe tener con respecto a diversas clases de reuniones en la localidad. Si bien los asuntos espirituales mismos no pueden ser enseñados, es imprescindible que primero se hayan impartido las enseñanzas apropiadas para luego poder llevar la vida apropiada. El vivir apropiado es fruto de haber recibido las enseñanzas apropiadas.
El cuarto capítulo trata sobre los límites que son propios de una asamblea local. En este capítulo se delinean los límites correspondientes a la asamblea local. La Biblia nos muestra que Dios ha determinado que la ciudad es la unidad básica de una iglesia; así pues, los límites de una iglesia local son determinados por los límites de la ciudad en la que se encuentra. Al disponer las cosas de esta manera, Dios hace que se mantenga el equilibrio necesario para la comunión entre las asambleas en diversas localidades, además de eliminar con ello una serie de problemas y confusiones. Ninguno de nosotros debiera elegir al azar entre las congregaciones que se encuentran a nuestro alrededor, ni debiéramos sentirnos libres para reunirnos en cualquiera de ellas; más bien, debemos escoger dónde reunirnos basados en la localidad en la que vivimos. Si vivimos en una determinada ciudad, no debiéramos reunirnos en otra ciudad. Aun si el local de reunión de la otra ciudad nos queda más cerca que el de nuestra ciudad, debemos reunirnos en nuestra ciudad y no en la otra. Si no ponemos esto en práctica, la comunión entre las asambleas carecerá del equilibrio apropiado y, como resultado, habrá confusión. Dios no desea que tengamos libertad de acción. Incluso en lo que concierne a elegir el lugar donde reunirnos, Dios no nos permite tener preferencias carnales ni hacer elecciones en la carne.
Quiera Dios bendecir esta publicación a fin de que ella llegue a ser luz de vida para los hijos de Dios en todo lugar, y no sea una mera colección de preceptos. “A El sea gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Amén.”
Witness Lee Shanghai 10 de septiembre de 1934
(Un estudio bíblico dado en Shanghai del 19 al 26 de febrero de 1934)
Hermanos y hermanas, si bien esta reunión es un estudio bíblico, no podremos leer todas las citas bíblicas al inicio debido a la falta de tiempo. Únicamente leeremos los versículos a medida que vayamos haciendo referencia a ellos. Durante la reunión de los hermanos realizada la noche del sábado reflexionamos sobre el tema que debíamos estudiar en estas reuniones, y estuvimos de acuerdo en que estudiaríamos la vida de asamblea, esto es, la vida que debemos llevar como congregación. Antes de comenzar el estudio de este tema, quisiera que primero nos detuviéramos a considerar la importancia que este asunto reviste.
Durante nuestra última conferencia vimos que en la eternidad pasada, Dios, conforme a Su voluntad, había formulado de antemano Su propio plan. Su meta es obtener un grupo de personas que reciban Su vida y que sean iguales a Su Hijo. Así pues, Su objetivo no podía lograrse simplemente con un Cristo individual, sino que requería del Cristo corporativo. Este Cristo corporativo es la iglesia. De allí que Dios le dé tanta importancia a la iglesia en la era actual. Lamentablemente, los creyentes carnales no son los únicos que no recalcan lo que Dios mismo enfatiza, sino que incluso los creyentes espirituales no hacen hincapié en ello. Estos creyentes siempre hacen que sus obras ocupen el lugar que le corresponde a la iglesia de Dios.
Hoy en día, Satanás hace que los hombres reemplacen a la iglesia de Dios con diversos tipos de obras. Sin embargo, nosotros sabemos que, de principio a fin, el propósito de Dios consiste en obtener el Cristo corporativo, que es la iglesia, en el cual Cristo es la Cabeza y los creyentes son los miembros. Ciertamente, Satanás está decidido a destruir este plan. Y es por eso que Satanás hace que hoy en día los hombres procuren realizar una serie de obras, con la finalidad de que éstas ocupen el lugar que le corresponde a la iglesia.
Hoy en día algunos hacen gran hincapié en predicar el evangelio, pero al hacerlo, ellos reemplazan la iglesia con su predicación del evangelio. Ciertamente hay muchos hermanos muy capaces en lo que se refiere a predicar el evangelio y salvar a los pecadores. Estas actividades son muy loables, pero, si nuestra actividad evangelizadora ocupa el lugar que le corresponde a la iglesia y hace que los hombres jamás se detengan a considerar debidamente la iglesia, entonces habremos sido engañados por Satanás. No creo estar exagerando. El propósito de Dios respecto a la predicación del evangelio no es sino recolectar materiales, piedras, para la edificación de la iglesia. Si la predicación del evangelio se convierte en un sustituto de la iglesia, entonces, es erróneo realizar tal actividad.
Hay quienes fundan misiones, promueven la evangelización de otros países, donan generosamente su dinero, forman concilios nacionales, establecen organizaciones internacionales de evangelización y envían misioneros a otros países; pero, ¿por qué la gente hoy en día únicamente sabe acerca de tales obras misioneras pero desconoce lo relativo a la iglesia? Ello se debe a que —a pesar de que desde la eternidad Dios se ha centrado en la iglesia— en nuestros tiempos los hombres ponen gran énfasis en las misiones. ¡Muchos se han olvidado de la iglesia! El señor Gordon ha dicho: “Dios jamás estableció misiones; Él únicamente estableció la iglesia”. Sin embargo, hoy en día los hombres establecen organizaciones misioneras, organizaciones evangelizadoras, escuelas, hospitales, sociedades filantrópicas, orfanatos, asociaciones caritativas (tal como lo hace la Iglesia Metodista Episcopal, por ejemplo) e incluso escuelas dominicales, con el fin de ayudar a las personas. Todas estas cosas, ¿son buenas o malas? Ciertamente son obras buenas, pero si los hombres hacen que ellas ocupen el lugar que le corresponde a la iglesia de Dios, Dios jamás estará satisfecho. ¿Perciben la astucia de Satanás? El método sutil de Satanás consiste en valerse de obras que Dios usa, para convertirlas en sustitutos de la iglesia, la cual Dios se ha propuesto establecer conforme a Su eterna voluntad. Si nuestros ojos son abiertos, veremos que todas estas actividades deben ser abandonadas y que debemos centrarnos en la iglesia, porque Dios tiene como meta la vida de iglesia, la vida que lleva el Cuerpo de Cristo.
Muchos cristianos dirán: “Nosotros no hemos establecido organizaciones misioneras ni filantrópicas, tampoco organizamos escuelas dominicales ni levantamos escuelas u hospitales”. No seamos tan rápidos en responder. Quizás ustedes no se hayan involucrado en ninguna de estas actividades erradas, pero en un sentido positivo, ¿qué han hecho ustedes? Muchos pensarán: “Basta con que yo sea un cristiano fervoroso, victorioso y santo”. Hermanos y hermanas, permítanme decirles con firmeza: esto no es lo que Dios anhela; no constituye la meta única que Él tiene. Ciertamente no estoy diciendo que ser personas fervorosas, victoriosas y santas no tenga importancia alguna. Estas cosas ciertamente son muy importantes, pero no constituyen la meta final y máxima de Dios. Lo que Dios anhela es la iglesia corporativa, Su edificio, la casa espiritual. Lo que Dios quiere obtener no son fragmentos de ladrillo, baldosa, madera o piedra. Dios anhela obtener un cuerpo, no un dedo o cualquier otro miembro. Lo que Dios anhela obtener es la iglesia. Él desea que Cristo tenga la preeminencia en la iglesia y sea también la Cabeza de dicha iglesia. Aunque todos estos materiales —madera, piedra, ladrillos y baldosas— son necesarios, ninguno de ellos podría ser la meta final de Dios. Ustedes han sido cristianos por muchos años, pero ¿cuánto tiempo han dedicado a reflexionar sobre lo que Dios anhela? ¿Alguna vez se detuvieron a pensar sobre este asunto, esto es, la iglesia? ¿O más bien se han preocupado principalmente por cómo orar, cómo ser libres del pecado, cómo ayudar a los pecadores a ser salvos y cuál es la mejor manera de estudiar la Biblia? ¿Piensan únicamente acerca de estas cosas, o de verdad han reflexionado sobre lo que es la iglesia? Lo que Dios anhela es la iglesia. Todo lo que no sea la iglesia no es la meta de Dios. De ninguna manera estoy diciendo que estas otras cosas no sean buenas, pero sí deseo afirmar que solamente la iglesia puede considerarse como la meta que Dios se ha fijado. Si organizamos escuelas dominicales sólo con miras a tener una escuela dominical, o establecemos orfanatos sólo para contar con orfanatos, o fundamos sociedades filantrópicas con fines filantrópicos solamente o hacemos de nuestra predicación del evangelio un fin en sí mismo, todo eso está bien siempre y cuando dichas actividades no ocupen el lugar que le corresponde a la iglesia. Todas estas cosas no son la iglesia de Dios. Lo que Dios anhela es la iglesia. La muerte del Señor Jesús es por causa de la iglesia, y la venida del Espíritu Santo es también para beneficio de la iglesia. En el Nuevo Testamento, de principio a fin, podemos detectar el siguiente principio: que todo es realizado en beneficio de la iglesia. Por ejemplo, sabemos que el Señor murió por amor a la iglesia. En Efesios dice que: “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a Sí mismo por ella”. El Señor fue resucitado de entre los muertos para estar por encima de todo principado y potestad, y todo está bajo Sus pies a fin de que Él mismo fuese dado por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Es sobre esta roca que el Señor edifica Su iglesia. La obra del Espíritu Santo durante los últimos dos mil años ha tenido como finalidad edificar la iglesia. Dios salva a los pecadores y hace de ellos vencedores con el fin de edificar la iglesia. Es para la edificación de la iglesia que Dios nos da apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Efesios dice que el Señor purifica la iglesia por el lavamiento del agua en la palabra y la santifica a fin de presentársela a Sí mismo una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa y sin defecto. Aquí nuevamente se menciona a la iglesia. El objetivo final de Dios es obtener la Nueva Jerusalén, y la Nueva Jerusalén tipifica a la iglesia. La meta de Dios, según el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, los cuatro Evangelios y Apocalipsis, es obtener la Nueva Jerusalén, para lo cual es necesario que Él obtenga la iglesia. Deseo recalcar esto: si nuestra vida y obra hoy no tienen a la iglesia como meta, es decir, si nuestro objetivo al vivir y laborar no es lograr lo que Dios anhela, habremos fracasado rotundamente. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos libre de nuestra visión tan reducida y limitada, y nos conduzca a compartir Su meta y a enfatizar aquello que Él recalca en las Escrituras.
Nosotros nos reunimos todos los domingos, por la mañana y por la tarde, a fin de escuchar algunos mensajes, y nos volvemos a reunir el domingo por la noche a fin de celebrar la reunión del partimiento del pan. ¿Podemos ser considerados buenos creyentes solamente porque celebramos estas reuniones? ¿O debiéramos procurar ser buenos hermanos y hermanas al esforzarnos por contribuir a las reuniones y ser de beneficio para la iglesia en general? Ahora dejaré el ámbito de lo general para ocuparme de asuntos más específicos. Los principios generales ya han sido abarcados en la conferencia que celebramos hace poco. Ahora abordaremos sólo asuntos específicos y, en lugar de ocuparnos de los principios espirituales, nos concentraremos en asuntos relacionados concretamente con nuestra práctica. Nos limitaremos a tratar los aspectos externos y visibles relativos a la iglesia, pues en esta ocasión no entraremos en las implicaciones espirituales que tales asuntos revisten. En lo que se refiere a Cristo como vida y al Cuerpo de Cristo, podremos tocar esos temas más en detalle en el futuro.
Dios tiene como meta obtener la iglesia. En nuestros días, Él pone dicho objetivo a consideración del hombre. El anhelo final y máximo de Dios es obtener la Nueva Jerusalén. Dios se ha propuesto establecer una sola iglesia, la cual está representada por la Nueva Jerusalén, en cada ciudad. Antes de que la Nueva Jerusalén descienda del cielo, la meta de Dios es que en cada ciudad exista una miniatura de la Nueva Jerusalén. Esto quiere decir que Dios desea establecer una iglesia local en cada ciudad a fin de expresar Su voluntad eterna. De principio a fin, la obra más importante que Dios realiza consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. Para ello, Dios establece una iglesia local en cada ciudad. La iglesia local es una miniatura de la maravillosa iglesia de Dios, o sea, la iglesia es un modelo en pequeña escala que expresa a la Nueva Jerusalén. Así pues, la voluntad de Dios consiste en establecer la iglesia, el Cuerpo de Cristo, la Nueva Jerusalén. Pero el ámbito que esto abarca es demasiado amplio; es decir, ¿cómo podríamos entrar en contacto de manera concreta con la Nueva Jerusalén, esta entidad que pertenece a los cielos nuevos y la tierra nueva? ¿Qué debemos hacer? Esto siempre permanecerá como algo inasible para nosotros. Sin embargo, ustedes pueden venir a Shanghai a fin de cumplir este propósito; en cada ciudad existe una miniatura de dicha entidad, donde Dios ha colocado a Sus redimidos con el fin de unirlos y compenetrarlos para que ellos lleguen a formar una iglesia local y, así, expresen Su voluntad.
Si usted quisiera viajar en un gran barco de vapor a fin de ir a otro país, primero tendría que pedir a los oficiales de la nave que le expliquen cómo llegar hasta su camarote. Una vez que usted se haya subido al barco, es como si hubiera entrado a una gran ciudad, y probablemente no sabrá cómo llegar hasta su camarote. Por tanto, tendrá que pedir a los oficiales del barco que le expliquen de manera detallada cómo llegar a su habitación. Quizás ellos opten por mostrarle un modelo en pequeña escala de dicha nave, el cual tiene la misma estructura externa que el barco real. Probablemente ellos procedan a retirar una sección tras otra de dicha estructura, a fin de mostrarle los diversos niveles que usted tiene que recorrer a fin de llegar hasta su habitación. Después de haber visto esto, usted tendrá un buen sentido de dirección y sabrá perfectamente dónde queda su camarote. La Nueva Jerusalén, conforme al propósito eterno de Dios, es grande, mientras que las iglesias que Él establece en cada ciudad son pequeñas. Las iglesias son manifestaciones en miniatura del propósito de Dios. En este estudio bíblico examinaremos lo que atañe a estas manifestaciones en miniatura. En otras palabras, estudiaremos asuntos relacionados con la asamblea local. Si no hacemos esto, no alcanzaremos a entender los asuntos más amplios y también sufriremos deficiencias en cuanto a los asuntos más específicos.
¡No estoy aquí para acusar a nadie! ¡Yo mismo soy culpable de estas deficiencias! Debemos reconocer que durante todos estos años de evangelismo en China, son muy pocos los que han recalcado aquello que Dios enfatiza. El catolicismo romano ha estado en China por más de trescientos años y, si tomamos en cuenta a los nestorianos, el cristianismo ha estado en China por más de mil años. Aun así, nadie jamás le prestó atención a la manifestación en pequeña escala de la eterna voluntad de Dios. Nosotros hemos hecho lo mismo. Únicamente prestamos atención a nuestra victoria personal sobre el pecado, a nuestras experiencias espirituales prevalecientes, a nuestra obra y a salvar almas; pero todavía no sabemos cómo lograr que, en una determinada localidad, la voluntad de Dios con respecto a la iglesia tenga una manifestación concreta. Que Dios nos agracie y nos conceda entender que nuestra victoria personal sobre el pecado, nuestras experiencias espirituales prevalecientes y nuestra labor por salvar a otros son simplemente asuntos relacionados con la asamblea local, es decir, tales cosas jamás debieran reemplazar a la iglesia. Dios fija Su atención, se centra, en la iglesia local establecida en cada ciudad, y todo lo demás debe estar unido a este eje central. Por tanto, hoy en día nuestra meta no es concentrarnos solamente en tener experiencias espirituales prevalecientes, ni en obtener la victoria sobre el pecado, ni en predicar el evangelio a los pecadores ni en lograr que nuestras oraciones sean contestadas. En lugar de ello, debemos dar otro paso hacia delante y preguntarnos: ¿qué podemos hacer a fin de ser edificados juntamente con los demás hermanos y hermanas?
La región de Fujian es famosa por su cantería. La habilidad de los canteros de Fujian estriba en que saben cómo convertir piedras irregulares y disparejas, en piezas pulidas y homogéneas que pueden conformar un conjunto armonioso. Estas piedras, una vez labradas, difieren mucho de las piedras procedentes de las canteras de Kuling, que son usadas para construir muros irregulares conformados por piedras ásperas y desiguales. Las piedras usadas por los artesanos de Fujian han sido finamente labradas y pulidas para poder encajar entre sí con absoluta precisión. Si bien tales piedras son de diferentes tamaños y formas, ellas han sido unidas y emparejadas una con otra. Así pues, en nuestros días, la pregunta que debemos plantearnos no es si una piedra es mala o buena, pequeña o grande, hermosa o fea, sino, más bien, si esta piedra es una pieza que se acopla bien a las otras piedras y si puede ser usada en la construcción de una casa. Hoy en día, muchos cristianos son bondadosos, y muchos son resplandecientes y hermosos, pero no pueden ser edificados juntamente con otros. Ellos son, o demasiado grandes o excesivamente pequeños, y simplemente no pueden ser entrelazados con los demás creyentes. Todo aquel que ha sido salvo es una piedra viva. Por tanto, la cuestión no es si usted es victorioso o derrotado, poderoso o débil, bueno o malo, sino, más bien, si usted puede formar una sola entidad junto con las otras piedras vivas al ser entrelazado apropiadamente con ellas y formar un solo edificio. Si usted es una piedra que deja hendiduras entre usted y las demás piedras, no será de mucha utilidad en la casa de Dios.
Así pues, estos días nuestro estudio se concentrará en los temas relacionados con la vida de asamblea, esto es, con la vida que llevamos como congregación. Todo lo demás, como por ejemplo las relaciones personales entre los hermanos y el perdón mutuo, ya fue abordado en las reuniones celebradas los domingos anteriores, tanto en la mañana como en la tarde. Todo aquello que tiene que ver con nuestra vida corporativa en general será tratado en mensajes posteriores, los cuales impartiremos domingo a domingo, por la mañana y por la tarde. Pero ahora, concentraremos nuestra atención en cómo han de comportarse los hermanos y las hermanas en las reuniones, tal como les corresponde. Por tanto, hemos decidido estudiar los siguientes temas: la autoridad en la iglesia, la comunión en la iglesia, cómo reunirnos y, finalmente, hablaremos sobre cómo hemos de separar la asamblea local en dos grupos (uno habrá de reunirse en el local ubicado en la calle Wen-teh y el otro en el local ubicado en la calle Gordon) y presentaremos, además, el hecho de que ambos grupos en realidad son uno solo.
Espero que todos comprendan que en esta reunión no queremos que una sola persona dé el mensaje. Pueden hacer preguntas en cualquier momento. Todos los hermanos tienen derecho a hacer preguntas. Eso sí, queremos que cuando hagan preguntas, las hagan en voz alta y con claridad. Si han de ser hermanos apropiados, deben preocuparse más por los oídos de los hermanos que por sus propias gargantas.
¿Cómo es establecida la autoridad en la iglesia? Dios ha establecido a los ancianos y apóstoles como la autoridad en la iglesia. En cada iglesia, Dios establece ancianos; y entre todas las iglesias, Él establece apóstoles. La autoridad de los apóstoles les permite velar por todas las iglesias, mientras que la autoridad de los ancianos les es conferida con el propósito de que velen por sus respectivas iglesias locales. A fin de manifestar Su autoridad en la iglesia, Dios designa ancianos en cada una de las iglesias locales para que ellos representen Su autoridad. También podemos referirnos a estos ancianos como: “los que vigilan”, con lo cual se hace alusión a su autoridad. La Biblia dice que nos sujetemos a estas personas porque ellas representan la autoridad de Dios. Toda autoridad en la iglesia está allí a fin de representar a Dios. Por tanto, a los ancianos se les confiere autoridad a fin de que representen y expresen la autoridad divina. Independientemente de que un anciano sea un buen representante o un mal representante, uno debe sujetarse a los ancianos mientras ellos estén investidos de la autoridad de Dios. Cualquiera que no se sujete a la autoridad de la iglesia, habrá perdido su posición como hermano.
Cuando una iglesia local comienza a reunirse, no hay ancianos. Después, poco a poco, algunos manifiestan ciertas aptitudes propias de un anciano. Hablar de “los ancianos” o de “los que vigilan”, son dos maneras de referirse a un mismo cargo. Mientras que el término “anciano” hace referencia a la persona misma, la expresión “los que vigilan” se refiere a la función que dicha persona desempeña. Más aún, en la Biblia, los ancianos siempre son varios. Jamás se ve el caso de tan sólo un anciano, porque es necesario que los espíritus de dos o tres personas reciban las mismas directivas a fin de que puedan estar completamente seguros de estar haciendo lo correcto. El individualismo no es un principio bíblico y fácilmente nos lleva a errar.
¿Cómo es que Dios establece ancianos? En una asamblea, siempre hay algunos hermanos que manifiestan mayor crecimiento o madurez que otros. Estos hermanos poseen un testimonio superior al resto y están dispuestos a asumir las labores de un anciano. Además, también demuestran ciertas aptitudes propias de un anciano. Como resultado de ello, los apóstoles los designan como ancianos a fin de que velen por los creyentes. La iglesia en Éfeso es un ejemplo de esto. Al comienzo, en Éfeso sólo habían creyentes, los salvos, y no se había nombrado ningún anciano. Pero, después de que los apóstoles les hicieron una segunda visita, podemos ver algunos ancianos en Éfeso. La primera vez, cuando Pablo llegó allí procedente de Antioquía, sólo tenía el propósito de salvar algunas personas. Pero después, él estableció ancianos en cada ciudad (Hch. 14:23). Antes que un grupo de creyentes se establezca como corresponde a una asamblea local, todavía avanza muy débilmente y necesita el apoyo de otros. Pero después que algunos asumen la responsabilidad de velar por ella, los apóstoles pueden proceder a designar a estas personas como ancianos.
A veces, los apóstoles no pueden nombrar a los ancianos personalmente; en tales casos, ellos envían a otros en su nombre a fin de cumplir dicha tarea. Timoteo y Tito desempeñaban esta clase de función. En conformidad con las directivas del apóstol, ellos iban a diferentes ciudades y nombraban a los ancianos, quienes entonces asumían la responsabilidad de las iglesias locales.
Puesto que el nombramiento de los ancianos es hecho con el propósito de que ellos representen la autoridad de Dios, los ancianos deben tener bien en claro que Cristo es la Cabeza y que la iglesia está aquí a fin de dar expresión al beneplácito de Cristo. Así pues, los ancianos deben indagar con respecto a lo que anhela el Señor. Sólo entonces podrán expresar la autoridad de Cristo en las reuniones, y será por medio de estas personas que Dios decidirá avanzar en una determinada dirección o no. Por tanto, todos los hermanos deben aprender a sujetarse a estas personas. Por supuesto, a nadie le gusta ver que se enseñorean de uno. Pero, si bien es cierto que los ancianos no deben enseñorearse de nosotros, a nosotros nos corresponde sujetarnos plenamente a la autoridad establecida por Dios. Desde la eternidad, Dios dispuso dos cosas: la autoridad y la sumisión. Pero muchos creyentes no están dispuestos a someterse a la autoridad. El mundo hoy está lleno de iniquidad, de insumisión. Incluso me temo que el misterio de iniquidad se haya manifestado en la iglesia también. Hoy en día, los padres son criticados libremente por sus hijos, y los esposos se sujetan a la autoridad de sus esposas. Los capataces y los maestros son atacados, sufren oposición y pueden ser elegidos o tachados por los propios estudiantes, y los obreros hacen huelga cuando quieren. Esto se ve cada vez con mayor frecuencia. Es en estos tiempos que los inicuos se manifestarán tal como lo ha anunciado la Biblia. Si no somos cuidadosos y nos negamos a sujetarnos a las autoridades, no estaremos siguiendo a Cristo, sino al anticristo. Si nosotros mismos no somos capaces de sujetarnos a las autoridades, ¿cómo podemos esperar que otros sí lo hagan? Cuando aquellos asalariados de las “presuntas” iglesias vienen a regir sobre nosotros, no podemos sujetarnos a ellos. Pero si Dios ha puesto a una determinada persona en cierta posición y nos ha encomendado sujetarnos a ella, debemos sujetarnos como corresponde. Debemos obedecer a los que velan por nuestras almas, pues desempeñan dicha función como quien ha de dar cuenta de ello (He. 13:17). Por tanto, la sujeción a los ancianos es algo que nadie tiene derecho a subvertir.
Recapitulemos: (1) los ancianos son los que velan por la iglesia, los que vigilan; (2) el cuerpo de ancianos es una entidad plural; y (3) los ancianos son establecidos por los apóstoles o por aquellos que los apóstoles envían con dicho propósito. Sabemos que hoy no existen apóstoles, ni tampoco hay alguno que haya sido enviado por los apóstoles. ¿Cómo es posible entonces que haya ancianos? Después de haber tomado en cuenta una serie de indagaciones bíblicas por parte de los colaboradores y en el curso de las conversaciones que al respecto sostuvimos en la reunión de hermanos, hemos acordado emitir el siguiente pronunciamiento conforme a la Biblia y a la enseñanza del Espíritu Santo: en la actualidad, debido a que es un hecho que no hay apóstoles, no existe posibilidad de que alguno pueda ser nombrado oficialmente anciano. No podemos conferir a nadie el título de anciano. Si alguien tuviera el título de anciano, tendríamos que preguntarnos: ¿quiénes son los apóstoles que han establecido a dichos ancianos? Sin embargo, no estamos afirmando tampoco que no hay quien desempeñe la labor de un anciano. Aunque no tenemos el título oficial de anciano, podemos encontrar personas en diversas localidades que se asemejan a ancianos y que están llevando a cabo la labor que corresponde a un anciano. Así pues, ellos sirven como ancianos de manera extraoficial. ¿Cómo fue posible que este grupo de hermanos haya sido preparado para realizar la labor que corresponde a un anciano? ¿Quién los ha designado como ancianos “extraoficiales”? Ellos han sido establecidos por apóstoles “extraoficiales”.
Hoy en día, es un hecho que no contamos con apóstoles entre nosotros; sin embargo, hay un grupo de personas que vienen realizando la labor que corresponde a apóstoles, labores tales como predicar el evangelio y establecer iglesias. Ellos son los primeros en reconocer que no pueden igualar a los apóstoles en santidad, poder, victoria y obra. Este grupo de personas está realizando la labor de apóstoles en pequeña escala, quizás sólo una milésima parte. Hoy en día, Dios está operando por medio de este grupo de la misma manera en que Él operó por medio de los apóstoles en los primeros tiempos de la iglesia. Antiguamente, los apóstoles establecían iglesias por doquier; hoy, este grupo de personas establece iglesias por doquier. Admitimos que ellos son muy inferiores a los apóstoles y que no son aptos para ser llamados apóstoles. Incluso así, no podemos negar que vienen realizando el trabajo que corresponde a los apóstoles. Así pues, este grupo de personas son los apóstoles de los cuales Dios se vale durante este tiempo de degradación en la iglesia.
Dios salva a los pecadores y congrega a los creyentes por medio de este grupo de personas. Ellos constituyen el grupo más apropiado para guiar a quienes están bajo su cuidado a respetar a ciertos hermanos que se reúnen con ellos y considerarlos como “ancianos”.
Nosotros simplemente ayudamos a los hermanos a sujetarse a estas personas. Tenemos que ser cuidadosos. Si no somos cuidadosos, fácilmente caeremos en el sistema católico de sucesión apostólica o nos conformaremos a la enseñanza de la Iglesia Metodista Episcopal, la cual afirma que los obispos poseen autoridad apostólica. El pronunciamiento que hacemos ahora no sólo se ajusta a la enseñanza de las Escrituras, sino que, además, corresponde plenamente a nuestra experiencia. Por ejemplo, el hermano Chu está laborando en Pu-tung y ha salvado a algunos en aquella ciudad. Si él le pidiera al hermano Hwang que fuera a dicha ciudad a fin de nombrar ancianos, el hermano Hwang no sabría cómo realizar tal tarea, pues únicamente el hermano Chu conoce la situación en esa localidad. Él es quien ha estado guiando continuamente a los creyentes y los ha estado alimentando. Únicamente él conoce la condición espiritual de los hermanos de aquella localidad y se preocupa por sus almas. Únicamente él podría guiarlos a sujetarse a aquellos que habrán de actuar como ancianos entre ellos. Al mismo tiempo, el resto de los hermanos deberá aprender a aceptar la autoridad delegada de Dios.
No podemos negarnos a sujetarnos a las autoridades establecidas. Tenemos que pedir a Dios que nos haga humildes. Si no podemos ser un “anciano”, debemos sujetarnos a quienes son “ancianos”. Debemos aprender a ser personas sumisas. Si nuestra carne ha sido sometida profundamente al juicio divino, consideraremos la sumisión como algo muy bueno y muy sencillo, algo muy dulce. Mientras la carne no haya sido juzgada, la iglesia jamás podrá ser una iglesia apropiada. Pero, si los hermanos han sabido subyugar la carne y están dispuestos a sujetarse, no surgirán dificultades. Por tanto, aquellos que realizan la labor de apóstoles deben guiar a los hermanos a reconocer a aquellos que han de ser designados como “ancianos” y también deben ayudar a los santos a sujetarse a estos “ancianos”.
En la Biblia hay pautas muy claras con respecto a las cualidades que deben poseer los ancianos. Ellos deben poseer dominio propio así como saber gobernar bien su propia familia, y tienen que saber cómo relacionarse con los de afuera. Ellos tienen que haber adquirido convicciones firmes con respecto a las verdades divinas y tienen que ser aptos para enseñarlas. A continuación presentamos una lista de las cualidades requeridas:
(1) Poseer dominio propio. ¿Por qué es necesario que uno posea dominio propio? Si uno no es capaz de regir sobre su propio estado de ánimo, no podrá administrar la iglesia de Dios. No hay nada más difícil que subyugar nuestro propio corazón y nuestro espíritu. Si uno no puede sujetarse a la autoridad de Cristo, no podrá hacer que otros se sujeten a la autoridad de Cristo. En 1 Timoteo y en Tito, las palabras concernientes a que un anciano no debe ser una persona que beba en exceso o que golpee a los demás, hacen referencia al dominio propio que corresponde a un anciano. En pocas palabras, un anciano tiene que ser capaz de ejercer dominio propio.
Además, un anciano tiene que ser esposo de una sola mujer. Todos aquellos que tuvieron concubinas no pueden ser ancianos, porque esto denota que tal persona no puede ejercer dominio propio.
(2) Gobernar bien su propia casa. Si uno no es capaz de gobernar bien su propia familia, no puede administrar la iglesia. Si no es capaz de tener a sus hijos en sujeción, ¿cómo podrá dirigir a los hermanos? El ser anciano es una posición; no es un don. Los maestros, pastores y evangelistas son dones, pero el ser anciano hace referencia a la posición que una persona tiene en la iglesia. Por tanto, tal persona tiene que ser capaz y experimentada. Su hogar es un pequeño laboratorio. Si él no puede hacer que su esposa y sus hijos se sujeten a él en el hogar, y si tampoco sabe cómo ser un buen esposo o un buen padre, no podrá ser un buen anciano en la iglesia. Al encargarle su propia esposa e hijos, Dios lo pone a prueba para ver si es capaz de relacionarse apropiadamente con los hermanos y hermanas.
Al mismo tiempo, para ponernos a prueba, Dios también se vale de nuestro trabajo y todo lo relativo a nuestro centro de labores, ya sea éste una oficina, una escuela o un hospital. Si una persona es eficiente en sus negocios, en la administración de una escuela, en la manera en que se conduce en la oficina o en dirigir a sus hijos y a sus subalternos, podrá administrar bien la iglesia. Si una persona no puede administrar tales cosas, no le será posible administrar la iglesia de Dios apropiadamente.
(3) Tener un buen testimonio delante de los demás. Un anciano representa a la iglesia. A veces un anciano tendrá que tratar con los de afuera en representación de la asamblea. Si no tiene buen testimonio, la iglesia será difamada. Cuando una persona tiene mala reputación pública, no necesariamente significa que sea una persona mala. Sin embargo, si uno posee buena reputación, ciertamente esto habla bien de ella. Por tanto, la buena reputación de una persona es muy importante, mientras que la mala reputación de alguien no reviste mucha importancia necesariamente. En este mundo, los hombres tienen la tendencia a hablar en contra de los demás y son pocos los que hablan bien de otros. Entre los chinos se dice que quienes están sometidos al escrutinio público, están a merced de “diez ojos y diez dedos”. Son muy pocos los que hablan bien de los demás. La mayoría de las personas tiende a dañar la reputación de otros. Si una persona encuentra algo bueno respecto de otra y hace buenos comentarios acerca de ella, ciertamente la persona de la cual se habla debe tener ciertas virtudes. Si un hijo de “Adán”, que es por naturaleza codicioso, egoísta e inmundo, considera a un cristiano un buen hombre, seguramente este cristiano debe de ser una buena persona.
(4) Poseer convicciones firmes con respecto a las verdades divinas. Puesto que la labor de un anciano se vincula con la iglesia y no con una organización de este mundo, es necesario que éste posea convicciones firmes con respecto a las verdades divinas. Para realizar tareas de otra índole, no es indispensable poseer una buena reputación, ni poseer convicciones firmes con respecto a las verdades divinas, ni tampoco es necesario ser aptos para enseñar la Biblia. Pero un anciano tiene que ser apto para enseñar a los hermanos y hermanas. Un anciano es un guardián de la iglesia. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando todos los hermanos quieren predicar? Los ancianos tienen que determinar con ponderación quién debe dar algún mensaje y quién no debe hacerlo. Ellos tendrán que distinguir quiénes son frívolos, quiénes son dignos de censura y quiénes son ineptos. Ellos deben tener la capacidad tanto de alentar a los hermanos como de desalentarlos. Si ellos mismos no poseen convicciones firmes y claras en cuanto a la verdad, pensarán que todos los hermanos son igualmente buenos y que todos pueden predicar. De ser así, ellos carecerán del discernimiento adecuado.
Al mismo tiempo, un anciano tiene que ser capaz de discernir y juzgar. Tiene que ser capaz de juzgar qué clase de enseñanzas deben ser presentadas a la iglesia y qué clase de enseñanzas deben ser rechazadas. Si los ancianos hacen esto, evitarán que los hermanos sean confundidos por los mensajes que reciben. (Para una descripción detallada de las cualidades aquí mencionadas, véase 1 Timoteo 3 y Tito 1.)
(1) Los ancianos son los que velan por la iglesia. La Biblia llama al anciano uno “que vigila”. El que vigila lleva a cabo su labor al observar desde una posición elevada. Su labor consiste específicamente en detectar los peligros que se ciernen sobre la congregación y en percatarse por anticipado de los peligros que pudiesen sobrevenir sobre algún hermano individualmente o sobre la asamblea en su totalidad. Entre nosotros, hay muchos hermanos y hermanas; y cuando ellos se relacionan entre sí, es difícil evitar una serie de problemas, superar ciertas debilidades o flaquezas, permanecer libres de todo pecado, discordia y deshonestidad, pagar sus deudas, estar libres de desgracias y evitar todo escándalo con los de afuera. Cuando surgen estas cosas, los hermanos responsables o aquellos que realizan la labor de ancianos deberán intervenir y encargarse de tales asuntos. Ellos no deben permitir que levadura alguna sea añadida a la asamblea. Estos ancianos extraoficiales tienen que encargarse de todos estos asuntos turbios que pueden surgir entre los hermanos. Ésta es su responsabilidad. Los ancianos deben ir a las casas de los creyentes a fin de indagar acerca de estos asuntos y tomar las medidas correspondientes. Cuando ellos vengan a nuestra casa, debemos acatar sus decisiones, pues son las decisiones del Señor; la autoridad de ellos es la autoridad del Señor.
La autoridad que asume la Iglesia Católica es excesiva. El error de ellos estriba en sus prácticas externas. Sin embargo, en cuanto a la realidad intrínseca, sus propuestas son esencialmente correctas. El problema es que ellos carecen de dicha realidad intrínseca y sólo poseen la forma externa. Pero si ellos poseyeran la realidad intrínseca, estarían en lo correcto. Ellos poseerían la autoridad apropiada si, al ejercer autoridad, estuviesen unidos a la debida fuente.
(2) Los ancianos expresan sus opiniones y emiten una serie de juicios acerca de diversos asuntos. Únicamente los ancianos pueden expresar su opinión con respecto a ciertos asuntos. Ningún hermano puede hablar a su antojo en las reuniones para expresar sus opiniones con respecto a lo que se debe creer o lo que no se debe creer. Cualquiera que lo haga estará subvirtiendo la autoridad de los ancianos. Por tanto, únicamente los ancianos tienen autoridad para juzgar, hacer declaraciones o anuncios dirigidos al público en general y emitir pronunciamientos con respecto a disputas en torno a las verdades bíblicas; ciertamente esta labor no le corresponde al común de los hermanos. Un hermano cualquiera sólo puede hablar en nombre de sí mismo, pero un anciano puede hablar en nombre de la iglesia. Esto es así debido a que este anciano está sujeto a la Cabeza y habla en representación de la iglesia. Esto se relaciona con el orden establecido en la iglesia.
(3) Los ancianos se encargan de las reuniones y de los asuntos relacionados con las hermanas. En la Biblia, únicamente vemos hermanos como ancianos; no vemos que las hermanas sean ancianos. La posición que Dios ha asignado a las hermanas es de sujeción a otros; ellas no están en posición de regir sobre otros. Dios no permite que las mujeres administren la iglesia. En la Biblia, hay diáconos y diaconisas, pero no hay ancianos que sean mujeres. Esto nos muestra que al encargarnos de los asuntos de la iglesia, es voluntad de Dios que el hombre sea cabeza de la mujer. Por tanto, las hermanas deben aprender a sujetarse por la gracia de Dios. Si entre las hermanas algunas pueden servir, ellas podrán realizar la labor que corresponde a dicho servicio. Pero si en algo hay que tomar una decisión, las decisiones tienen que ser tomadas por quienes asumen la responsabilidad de ser ancianos. Por ejemplo, si algunas hermanas desean bautizarse o ser recibidas en la reunión de la mesa del Señor, las otras hermanas pueden testificar en su favor, pero la decisión final corresponde a los ancianos. Es posible que algunas hermanas posean dones y sean muy respetadas por los otros hermanos y hermanas, pero en la Biblia se le da más importancia a la posición y a la autoridad que a los dones, y tiene más importancia lo relativo a la verdad divina que lo relacionado con las capacidades o habilidades que alguien pudiera tener. Supongamos que las hermanas quisieran tener una reunión para hermanas los sábados a las 4:30 p.m. Las hermanas pueden expresar su opinión ante los hermanos responsables y consultar con ellos. Si los hermanos piensan que es apropiado establecer tal reunión, ellos no impedirán que se lleve a cabo y permitirán que las hermanas se reúnan así. Entonces, cuando las hermanas celebren esta reunión, no estarán actuando independientemente sino que lo harán apropiadamente y en unidad. Esto muestra que sus reuniones no son reuniones privadas, sino reuniones de la iglesia.
¿Por qué las hermanas tienen que seguir este procedimiento? El motivo para ello es que las hermanas tienen la tendencia a ser emotivas y son engañadas fácilmente. Los ancianos cumplen la función de proteger a las hermanas. Si todo lo relativo a la iglesia es decidido por los hermanos, las hermanas estarán protegidas y resguardadas al estar cubiertas en su posición, con lo cual se evitarán muchos problemas.
En realidad, todos los problemas que surgen entre nosotros son problemas colectivos, o sea, ninguno de ellos es el problema de un individuo solamente. Los ancianos tienen la responsabilidad de velar por los asuntos relacionados con las hermanas. Al mismo tiempo que las hermanas están firmemente apoyadas en el terreno de la sumisión al sujetarse a la autoridad de Cristo, los ancianos no deben rehuir la responsabilidad que les corresponde por temor a ofender a las hermanas o por no despertar sospechas. Por supuesto, la autoridad de los ancianos tiene ciertos límites. Pero no debemos olvidar que Barac fue a la batalla delante de Débora y cubrió la cabeza de ella (véase Jueces 4:4-7).
(4) Los ancianos se hacen cargo de todo asunto relativo a las reuniones y a la predicación. Los ancianos deben ejercer control sobre los errores que puedan surgir en la iglesia y deben prohibirlos. Por ejemplo, en una reunión puede ser que algunos hermanos se pongan de pie y digan palabras impropias. Sucede que quienes carecen del don de la enseñanza gustan de hablar muchas veces, hasta el punto de parecer adictos a predicar. Mientras que, por otro lado, los que tienen tal don no gustan de hablar y prefieren pasar inadvertidos. Por tanto, cuando los ancianos noten que personas que no son las más apropiadas para conducir un estudio bíblico o para predicar procuran hacer justamente estas cosas, deberán detenerlos. Si algunos hermanos oran, predican o dan los anuncios de manera inapropiada, los ancianos deberán hacerles notar esto después de la reunión, explicándoles sus errores y prohibiéndoles hacer cosas parecidas nuevamente. Si los ancianos no hacen esto, estos hermanos continuarán manifestando tal comportamiento. Quizás ustedes piensen que deben ser pacientes con estas personas, pero los más débiles no podrán soportar a los tales. Por eso, ustedes tienen que asumir la responsabilidad de hablar con estas personas.
Les ruego comprendan que entre nosotros no existe una organización estricta. De hecho, incluso cuando creyentes que todavía no han dejado las denominaciones piden ser admitidos en nuestras reuniones, nosotros los recibimos con los brazos abiertos, pues nuestra puerta está abierta de par en par. Todos los que están en las denominaciones y que son salvos pueden partir el pan con nosotros. Supongamos que algunos de ellos, después de haber partido el pan con nosotros, deliberadamente intentan convencer a algunos de nuestros hermanos y hermanas a unírseles en sus estudios bíblicos en sus hogares, o supongamos que ellos consiguen reunir a varios hermanos y hermanas que vienen reuniéndose con nosotros y hacen que presten oído a sus propias doctrinas. Cuando algo así sucede, es posible que causen división en la iglesia por medio de sus palabras. Toda vez que algo así suceda, cualquier hermano o hermana deberá informar de ello a los ancianos. Por ello, tenemos que esperar que los hermanos responsables anuncien que determinadas personas celebrarán reuniones en sus casas antes de poder asistir a dichas reuniones. De otro modo, tales reuniones en los hogares no debieran celebrarse. Esto no quiere decir que no tengamos libre albedrío. Pero tenemos que sujetarnos a la autoridad y control divinos y saber disfrutar de la libertad que se halla en el ámbito de las limitaciones impuestas a nuestras reuniones. Nuestra familiaridad con ciertas personas frecuentemente hace que al conversar con ellas se permita alguna levadura y, a veces, hasta se forma una división, la cual pone en peligro a toda la masa. Por tanto, los hermanos deben estar atentos a estos asuntos, aprender a sujetarse a la autoridad y no hacer cosas que los ancianos no hayan aprobado.
(5) Los ancianos son los que toman las decisiones con respecto a las reuniones del día del Señor y sólo ellos pueden emitir cartas de recomendación. Ellos son los que deciden si la reunión del día del Señor debe celebrarse en la mañana o en la tarde. Redactar cartas de recomendación es también algo que no cualquier hermano puede realizar. En ciertas ocasiones, tal vez usted escriba una carta recomendando a cierto hermano a los hermanos de otra localidad. Sin embargo, únicamente cartas escritas por los ancianos pueden representar a la iglesia. Esto muestra, una vez más, que los ancianos representan a la totalidad de la iglesia. Ellos son responsables de velar por la iglesia y resguardarla de todo problema. Por tanto, los ancianos tienen que aprender a servir apropiadamente y a ejercer apropiadamente su autoridad, mientras que, por otro lado, los hermanos en general tienen que aprender a sujetarse.
(6) Los ancianos son un ejemplo para los demás. Después que los ancianos han sido designados y reconocidos como tales, deben ser respetados por los hermanos. A la vez, los ancianos deben asumir su responsabilidad con temor y temblor. Ellos deben considerarse a sí mismos como personas que no poseen autoridad. La Biblia nos presenta los dos aspectos de esta verdad de una forma maravillosa. Para los hermanos y hermanas, los ancianos representan la autoridad de Dios y todos deben sujetarse a ellos. Pero los propios ancianos, en sí mismos, no poseen autoridad alguna. Después de haber escuchado acerca de la autoridad de los ancianos, ¿no tememos acaso que los ancianos puedan abusar de su autoridad? ¿Qué pasaría si ellos comenzaran a enseñorearse de nosotros? Sin embargo, Dios les dice a los ancianos: “Por tanto exhorto a los ancianos que están entre vosotros ... pastoread el rebaño de Dios que está entre vosotros, velando sobre él, no por fuerza, sino voluntariamente, según Dios ... no como teniendo señorío sobre lo que se os ha asignado, sino siendo ejemplos del rebaño” (1 P. 5:1-3). Los ancianos no poseen autoridad alguna en sí mismos, sino que están investidos de la autoridad de Dios. Si usted está en Cristo, comprende el corazón de Dios y es capaz de transmitir a otros lo que está en el corazón de Dios, entonces usted es una verdadera autoridad. Así pues, los ancianos no deben enseñorearse del rebaño, sino que deben asegurarse de estar sujetos a la autoridad de Dios y ser un ejemplo para el resto del rebaño. Sólo entonces podrán manifestar su autoridad ante los hermanos y hermanas. Por un lado, los hermanos deben sujetarse a la autoridad de Cristo, la cual está representada por los ancianos. Por otro, los propios ancianos deben darse cuenta de que en sí mismos ellos no poseen autoridad alguna y que son simplemente ejemplos para los demás. (Con respecto a la autoridad conferida a los ancianos, véase los libros de 1 Timoteo, Tito y el capítulo veinte de Hechos.)
(7) En cuanto a acusaciones hechas en contra de los ancianos. En 1 Timoteo se nos dice: “Contra un anciano no admitas acusación si no está apoyada por dos o tres testigos” (5:19). Al respecto, debemos tomar en cuenta dos cosas. Primero, tiene que existir una acusación por escrito. Acusaciones verbales no deben ser tomadas en cuenta, pues muchas veces las palabras dichas por alguien son infundadas y pueden ser fácilmente negadas o cambiadas. Segundo, tiene que haber dos o tres testigos; el testimonio de una sola persona no es digno de confianza. En la Biblia, se requiere la palabra de dos o tres testigos para que estas palabras constituyan un testimonio. Además, son los apóstoles mismos y aquellos a quienes ellos han designado específicamente, quienes deberán estar encargados de evaluar tales acusaciones. Quisiera hacerles notar nuevamente que, puesto que no hay apóstoles oficiales hoy en día, tampoco contamos con ancianos oficiales. Apenas existe un grupo de personas que vienen realizando la labor que hacían los apóstoles al principio. Puesto que estas personas están encargadas de designar a los ancianos, ellas también están a cargo de tomar medidas con respecto a ciertos ancianos.
Los dones de Dios trascienden las fronteras de la localidad, pero la posición que uno ocupe en una determinada localidad está estrictamente vinculada a dicha localidad. Los dones de Dios, tales como los evangelistas, los pastores y maestros, pueden ejercer sus funciones en cualquier lugar, pues estos dones son dados por Dios a toda la iglesia (Efesios 4) y son útiles para todas las asambleas locales. Ninguno de estos obreros puede ejercer dominio sobre ninguna congregación en particular, tal como lo hacen hoy en día los pastores de las denominaciones. En la Biblia no encontramos tal cosa. Si usted puede contribuir a la edificación de los creyentes de Shanghai, también podrá contribuir a la edificación de los creyentes en el norte de Jiangsu. Si usted es un maestro, podrá enseñar la Biblia en Shanghai así como en el norte de Jiangsu, en Nankín o en Jinan. Su aptitud para enseñar no se perderá por el hecho de que usted se haya mudado a otro lugar. Si usted es un evangelista, puede predicar el evangelio en Shanghai así como puede hacerlo en el norte de Jiangsu, en Nankín o en Tianjin. Si usted no puede predicar el evangelio en Shanghai, tampoco podrá hacerlo en otros lugares. Es imposible que haya una persona que no pueda laborar en un determinado lugar, pero que sí pueda hacerlo en otro lugar. Tal capacidad no depende del conocimiento que haya adquirido una persona, sino que estriba completamente en si esta persona ha sido designada por Dios como un don. Si usted posee cierto don, podrá salvar y ayudar a los demás, independientemente del conocimiento que usted haya adquirido. En realidad, la cantidad de conocimiento que usted adquiera no determinará si usted es un don o no. ¿Qué es un don? Un don no es sino la capacidad dada por Dios al Cuerpo de Cristo por medio de Cristo, la Cabeza. Esta capacidad no varía. A manera de ilustración, me gustaría darles un ejemplo. Supongamos que en Shanghai tenemos un hermano que es albañil. Aun cuando él se mude a Nankín, seguirá siendo un albañil. Supongamos que una persona es un sastre muy hábil en confeccionar trajes. Ya sea que esté en Shanghai o en Pekín, esta persona todavía conserva su capacidad para confeccionar buenos trajes. Asimismo, las circunstancias no alterarán ningún don.
Pero esto no se aplica a los ancianos. Ser anciano es por completo un asunto relativo a la localidad. El que es anciano en Shanghai no sigue siendo anciano en Nankín. A causa de las diferencias que existen entre las diferentes asambleas locales con respecto a su condición espiritual, su pasado, sus circunstancias particulares, su nivel educativo y sus costumbres, un hermano puede ser anciano en Shanghai pero tal vez no pueda servir como anciano en el norte de Jiangsu. Es posible que un hermano pueda ser anciano en una aldea, mas no en una ciudad. Éste es un asunto íntimamente relacionado con la localidad. Según la Biblia, los dones pueden desempeñar su función en toda la iglesia, mientras que los ancianos sólo ejercen su función en el ámbito de la iglesia local. Por tanto, aquellos que poseen dones no debieran permanecer en un solo lugar todo el tiempo, sino que deben ir a diversos lugares y distribuir sus dones a los demás. En cambio, un anciano debe asumir responsabilidades todo el tiempo en su propia localidad. Consideremos el ejemplo del albañil nuevamente. Supongamos que usted es capataz de muchos albañiles en Shanghai. Si usted se muda a la ciudad de Nankín, usted seguirá siendo albañil de oficio, pero quizás ya no podrá ser capataz. Usted posee la capacidad de hacer labores de albañilería y esa capacidad permanece con usted aún cuando se haya mudado a Nankín. Pero ser capataz es simplemente una posición; y cuando usted se mude a Nankín, ya no tendrá la posición de capataz. Del mismo modo, la Biblia distingue entre desempeñar un cargo y tener un don. Un cargo y una posición existen en función de la iglesia local, mientras que un don no es dado a una sola iglesia local. Sin embargo, hay un error que se comete muy fácilmente, a saber, que cuando un anciano en una determinada localidad se muda a otra localidad, impone sus opiniones en esa otra localidad también. Esto es incorrecto. No debemos pensar que solamente porque las cosas son hechas de un modo en el norte de Jiangsu, debemos hacer las cosas del mismo modo en Shanghai. Es posible que el nivel educativo y los medios de comunicación, por mencionar algunos, no sean los mismos en el norte de Jiangsu que en Shanghai. Así que, no podemos aplicar el mismo método en dos lugares distintos. Sin embargo, con los dones ocurre algo diferente; si usted es un don en el norte de Jiangsu, también lo será en Shanghai.
Pregunta: Si anunciamos que entre nosotros hay algunos ancianos extraoficiales, los que están en las denominaciones nos dirán que nos hemos convertido en otra denominación debido a que hemos introducido tal práctica. ¿Cómo debemos responderles?
Respuesta: En primer lugar, permítanme preguntarles: ¿qué abandonaron cuando dejaron las denominaciones? Si ustedes mismos no saben qué es lo que han dejado atrás, entonces se convertirán en otra denominación. Según mi entendimiento personal, cuando dejamos las denominaciones, abandonamos dos cosas: (1) abandonamos toda división, tal como las diversas denominaciones que toman diferentes nombres, y (2) principalmente abandonamos el sistema de pastores. ¿En qué consiste el sistema pastoral? Este sistema consiste en introducir en el cristianismo una clase mediadora, tal como la clase sacerdotal del judaísmo. Tanto el catolicismo como el protestantismo han hecho esto.
En los países presuntamente cristianos, los católicos han introducido las enseñanzas del judaísmo. En el judaísmo, se tenía una clase sacerdotal. El cuerpo de sacerdotes actuaba como una clase mediadora. Si un judío común y corriente quería ver a Dios, tenía que hacerlo por medio de los sacerdotes, pues simplemente no tenía forma de ir directamente a Dios. El libro de Jueces nos cuenta de cierto hombre del monte de Efraín llamado Micaía, quien se hizo un efod e invitó a un levita a ser sacerdote sobre su casa (17:1-13). Éste es un ejemplo muy claro. ¿Qué es el judaísmo? El judaísmo consiste en impedir que las personas adoren a Dios directamente. Entre Dios y el hombre, era necesario que hubiera una clase mediadora de sacerdotes. Los israelitas, pues, tenían que acudir a los sacerdotes para poder ver a Dios. Lo mismo sucede en el catolicismo. Dios está en un lado, y el hombre en el otro; no existe comunión directa entre ellos, sino que los sacerdotes sirven de mediadores. En la Iglesia Católica, cada vez que se celebra una misa, un sacerdote tiene que estar presente. Cada vez que se predica algo, los sacerdotes asumen la responsabilidad de hacerlo, y cada vez que se elevan oraciones, los sacerdotes son los encargados de hacer el trabajo. De este modo, los hombres han sido llevados de regreso a la situación que imperaba en el Antiguo Testamento.
El protestantismo se divide en iglesias estatales e iglesias privadas. La Iglesia Anglicana de Inglaterra es un claro ejemplo de una iglesia estatal. En la Iglesia Anglicana se tiene a los clérigos y a los laicos. Los obispos, los arzobispos y los diáconos son todos ellos llamados sacerdotes, exactamente igual que en el catolicismo. El efecto de esto también ha sido el mismo, es decir, introducir el judaísmo. Dios está en la cima, mientras que el pueblo, los así llamados laicos, están abajo. En medio se encuentra el clero, quienes se hacen llamar sacerdotes. Los laicos pueden acercarse a Dios únicamente por medio de la clase sacerdotal, la cual monopoliza todo lo relacionado con los asuntos espirituales.
Entre las iglesias privadas surgidas en el protestantismo (iglesias como la Metodista y la Episcopal), también existe una clase mediadora. Dios está en la cima, mientras que los miembros de la iglesia están abajo; y en medio se encuentran los pastores. Los pastores, pues, constituyen una clase mediadora, que reemplaza a los creyentes y monopoliza todo asunto espiritual perteneciente a los miembros. Por ejemplo, son los pastores los que administran la santa comunión, el bautismo y la predicación. Al hacer esto ellos procuran llenar todas las necesidades espirituales de los miembros de sus congregaciones y, así, se convierten en intermediarios entre Dios y el hombre. Desde los inicios del judaísmo hasta el día de hoy, y en esto se incluyen todas las denominaciones protestantes, Dios siempre ha sido confinado a la cima, mientras que el hombre ha estado abajo, y en medio siempre ha habido una clase mediadora. Si bien los nombres pueden haber cambiado, en esencia, nada ha cambiado.
¿Es acaso esto lo que vemos en el Nuevo Testamento? Pedro afirmó que nosotros somos real sacerdocio (1 P. 2:9). En Apocalipsis, Juan también afirmó que todo cristiano es un sacerdote (1:6). Por tanto, no es necesario que ningún hombre se erija como intermediario entre nosotros y Dios. En otras palabras, todos somos “pastores” y “sacerdotes”. En Hebreos 10 se nos dice que tenemos firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, entrada que Él inauguró para nosotros como camino nuevo y vivo (vs. 19-20). Así pues, intermediarios como los que existen en el judaísmo, el catolicismo o el protestantismo, no son necesarios para que nos acerquemos a Dios. Hoy en día nosotros no somos como los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento, que sólo podían entrar al Lugar Santísimo una vez al año, sino que podemos acercarnos a Dios diariamente por medio de la sangre del Señor. Todos y cada uno de nosotros somos sacerdotes y, como tales, podemos comunicarnos con Dios llenos de confianza todo el tiempo. ¿Qué es, entonces, el cristianismo? ¿En qué consiste el nuevo pacto? Consiste en anular la clase mediadora. Ahora, todos y cada uno de los creyentes somos responsables directamente ante Dios. Jamás debiéramos considerar que alguno de los obreros entre nosotros pertenece a una especie de clase mediadora como la que existe en las iglesias privadas. Entre nosotros no existe tal cosa. Todos nosotros podemos acercarnos a Dios. Los obreros no ocupan posición alguna en la iglesia; Dios se relaciona directamente con la iglesia. Por tanto, dejar las denominaciones es dejar atrás dos cosas: (1) las divisiones y (2) el sistema pastoral.
En cierta ocasión un occidental me preguntó por qué estoy en contra de los pastores. Le respondí que no estoy en contra de los pastores, sino en contra del “sistema pastoral”. Si alguno tiene el don de pastorear, esto es algo que nosotros valoramos. Pero ya sea que alguno tenga o no tenga el don de pastor, no debiéramos hacer de él un sacerdote y, encubiertamente, introducir así un sistema de sacerdotes mediadores. Aun si alguno de nosotros tiene el don de pastorear, no debemos considerarlo como nuestro sacerdote o mediador.
Me temo que algunos hermanos dejen las denominaciones pensando que al hacerlo se verán libres de todo control humano. Ellos quizás crean que, debido a que han dejado las denominaciones, ahora pueden permitirse toda clase de libertades y hacer lo que quieran. Si usted es esta clase de persona, tengo que dirigirme a usted de otra manera: usted no es una persona que ha dejado las denominaciones, sino que ha dejado la iglesia. En realidad, no es que usted haya querido ser libre de toda denominación, sino, más bien, de toda autoridad. Nosotros, en cambio, hemos dejado las denominaciones porque queremos abandonar todas las divisiones y toda clase de sistema pastoral. El propósito de esto no es que nosotros lleguemos a ser creyentes individuales aislados. En lugar de ello, entre nosotros rige la autoridad conforme a lo dispuesto por Dios. Por tanto, sujetarse a los hombres es sujetarse a la autoridad de Dios, y sujetarse a los hermanos es sujetarse a la autoridad de Dios.
En el Evangelio de Lucas consta que el Señor Jesús dijo: “¿No sabíais que en los asuntos de Mi Padre me es necesario estar?” (2:49). Él tenía que ocuparse de los asuntos del Padre pero, al mismo tiempo, Él retornó a casa con Sus padres. En esto consistía la sumisión manifestada por el Señor Jesús. Si nosotros hubiésemos estado en su lugar, probablemente no habríamos actuado así. Es decir, si nosotros hubiésemos podido afirmar que teníamos que estar en los asuntos del Padre, seguramente no habríamos retornado a casa con nuestros padres. Sin embargo, esto sólo hubiese puesto de manifiesto nuestra desobediencia. Estar en los asuntos del Padre incluye estar bajo la autoridad del Padre, lo cual también incluye sujetarse a la autoridad de Dios investida en los padres. Por tanto, cuando nos sujetamos a los hombres, nos sujetamos a la autoridad. No debemos pensar que por haber dejado las denominaciones ahora podemos ser personas libres e insumisas, y que ya nadie puede regir sobre nosotros. Si pensamos de este modo, somos las personas más inicuas de este mundo y llegamos a ser peores que quienes no han dejado las denominaciones, pues estas personas todavía están bajo la autoridad del hombre, aunque carezcan de lo dispuesto por Dios en cuanto a la autoridad. Pero hay quienes ni siquiera se sujetan a la autoridad de Dios. Es cierto que en la Biblia no existen las denominaciones, pero sí se menciona a los ancianos. Nosotros renunciamos a toda denominación, lo cual no aparece en la Biblia; pero no renunciamos a tener ancianos, los cuales sí constan en la Biblia. Aunque las denominaciones tengan ancianos, no debiéramos decir que renunciamos a tener ancianos conforme a las Escrituras debido a que hemos dejado las denominaciones. Ciertamente hay hermanos en las denominaciones; no por ello podríamos decir que renunciamos a tener hermanos simplemente porque hemos dejado las denominaciones.
Pregunta: Los ancianos, ¿son designados por Dios?
Respuesta: En Hechos 20 se afirma claramente que el Espíritu Santo puso a ciertas personas como aquellos que velan por el rebaño. Por tanto, los ancianos son designados por Dios. Lo que los apóstoles hicieron no fue sino dar expresión a las intenciones del propio Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Cómo es que los ancianos deben ser sustentados? ¿Los ancianos deben ser sustentados del mismo modo en que los obreros son sustentados?
Respuesta: Al respecto, no hay ninguna diferencia entre los dos. En la Biblia no se registra el caso de ningún obrero que renuncie a su salario para pasar a formar parte de una clase especial de personas que recibe sustento. Si bien Pedro renunció a su oficio de pescador, Pablo siguió desempeñando el oficio de fabricante de tiendas. Así pues, no hay diferencia alguna entre un obrero que desempeña un oficio y un obrero que no lo hace, pues no es que ellos pertenezcan a dos clases distintas. Si un anciano posee una serie de dones y está tan ocupado en los asuntos de la iglesia que no tiene tiempo para desempeñar un oficio, dicha persona merece doble honra de parte de los hermanos. Pero si un anciano no está tan ocupado, puede muy bien desempeñar un oficio para ganar su sustento y, al mismo tiempo, encargarse de los asuntos de la iglesia. Esto no solamente es cierto con respecto a los ancianos, sino también con respecto a los obreros en general. Aquellos que poseen ciertos dones pueden muy bien tener un empleo y, al mismo tiempo, desempeñar su labor en la iglesia, siempre y cuando su empleo no interfiera con su labor en la iglesia. Yo también espero poder realizar mi labor en la iglesia al mismo tiempo que conservo mi empleo. No digo esto porque sea pobre y no tenga qué comer. Vivir por fe no es algo que nos haga más santos que los demás. Aun así, algunos consideran que vivir por fe es algo extraordinario que sólo las personas extraordinariamente espirituales pueden realizar. El motivo por el cual los cristianos le dan excesiva importancia a quienes viven por fe, es que la fe de los cristianos se ha degradado. En realidad, este asunto no tiene nada de extraño. La iglesia primitiva no consideraba que este asunto tuviese algo de extraño. En realidad, todos los creyentes debieran tener tal fe, y todo aquel que desempeña algún oficio debe vivir por fe. Frecuentemente he tenido el pensamiento de que aquellos hermanos que emprenden negocios tienen más fe que yo. Si ellos no tuvieran fe, ¿cómo podrían abrir un negocio, invertir un capital y hacer los pedidos de mercadería? ¿Cómo saben que la gente comprará sus productos?
En la Biblia, los ancianos son hermanos, los que manifiestan ciertos dones son hermanos, y todos aquellos que no han manifestado algún don también son hermanos. Entre nosotros, por ser todos hermanos, sólo podemos hacer distinciones entre diversos dones y posiciones; jamás debemos hacer diferencia entre aquellos que tienen empleo y los que no lo tienen. Hacer tal clase de distinciones es introducir en la iglesia algo que corresponde a las denominaciones. Aquellos que tienen tal concepto se han olvidado que Pablo confeccionaba tiendas. Por este motivo, nosotros debemos erradicar completamente este concepto. Si un pastor de una denominación, por un lado, sirve como pastor y, por otro, tiene un empleo, provocará malentendidos por parte de los demás. Pero entre nosotros no debiera siquiera existir tal concepto. Esta clase de concepto es un veneno dejado por el sistema pastoral de las denominaciones.
La Iglesia Católica afirma que después que una persona ha sido ordenada como sacerdote, se convierte en una persona santa. Ellos afirman que tal persona tendrá en ella una marca imborrable, la cual le hará diferente de las demás personas comunes y ordinarias. Pero el catolicismo ha olvidado que el apóstol Pablo continuaba ejerciendo su oficio como fabricante de tiendas. Nosotros, los obreros, ciertamente podemos dejar nuestros empleos cuando estemos muy ocupados con los asuntos de la iglesia, y retornar a los mismos cuando tengamos tiempo. No hay nada de malo en hacer esto.
Pregunta: ¿Es permitido que un evangelista abra una escuela por cuenta propia?
Respuesta: Sí. Una persona puede iniciar un negocio o abrir una escuela por cuenta propia. Es probable que Pablo haya abierto un negocio de fabricación de tiendas. Pero él no involucró a todos los creyentes de Éfeso en el negocio de hacer tiendas.
No es correcto que una iglesia administre una escuela, un hospital o una fábrica de bizcochos. Es permisible que algunos hermanos se unan a fin de abrir una escuela, un hospital o una fábrica de bizcochos; pero es un gran error administrar una escuela bajo el nombre del salón de reuniones en la calle Hardoon. No tiene nada de malo que algunos hermanos juntos abran una escuela.
Pregunta: ¿Es verdad que en toda la Biblia, los pastores sólo son mencionados en Efesios 4?
Respuesta: Sí, esto es verdad. El término “pastor” (tal como se usa en la iglesia) sólo se menciona en Efesios 4. [Nota del editor: esta afirmación está basada en la lectura de la Versión Unión de la Biblia en el idioma chino.] Pastorear es un don, cuya finalidad es la edificación de toda la iglesia; es un don que Dios ha concedido a toda la iglesia. Por otro lado, los ancianos son designados por los apóstoles con la finalidad de que ellos administren una iglesia local (conocida en las denominaciones como congregaciones). Sin embargo, los apóstoles no pueden designar dones; ellos jamás podrían designar profetas, evangelistas o pastores y maestros, pues éstos son dones dados por Dios. Supongamos que yo fuese el dueño de una empresa constructora. Yo puedo designar capataces y asistentes de capataz, porque éstos son cargos que una persona puede desempeñar, pero no podría designar albañiles, porque una persona podría no saber cómo realizar labores de albañilería. Por tanto, un apóstol únicamente puede designar a quienes han de asumir algún cargo, en este caso, a quienes han de asumir la posición de anciano; pero un apóstol no puede designar dones, tales como profetas, evangelistas o pastores y maestros, porque todo lo relativo a los dones se halla por completo en las manos de Dios. Es Dios quien designa los dones y es Dios quien da dichos dones a la iglesia. Nadie puede usurpar tales dones ni tampoco podría pelear por obtenerlos. Si usted conoce a alguien que tiene el don de la predicación y usted quiere hacer lo mismo, no es posible. Esto es así porque en 1 Corintios 12 dice que los dones no son algo que los hombres puedan designar u otorgar, ni tampoco que puedan ser obtenidos en conformidad con la voluntad del hombre, sino que ellos son repartidos a cada uno en particular según la voluntad del Espíritu (v. 11). El pastoreo es un don del Espíritu Santo, y Dios lo otorga a la iglesia por medio del Espíritu. Si conocemos a alguien que manifiesta el don de pastorear, ciertamente lo apreciamos. Pero nosotros no podemos designar a cierta persona como pastor, del mismo modo que tampoco podemos designar a cierta persona como albañil. No debemos hacer que los pastores se conviertan en sacerdotes, es decir, en una clase mediadora. Nosotros ciertamente nos opondremos a cualquiera que haga esto. Pero esto no quiere decir que estemos en contra de los pastores en el sentido en que los menciona la Biblia. Nosotros estamos en contra del “sistema pastoral” que perdura en las denominaciones. Por ello tenemos que tener sumo cuidado de no introducir en nuestro medio los inventos de las denominaciones.
Pregunta: ¿Podrían los ancianos ser elegidos por los creyentes?
Respuesta: No. Los ancianos no pueden ser elegidos, pues ellos son designados por los apóstoles. Actualmente, los ancianos son nombrados por quienes vienen realizando la labor que corresponde a los apóstoles. En la Biblia jamás se menciona el método de las elecciones. En el libro de Hechos se usa una sola vez la palabra “encargar”, al referirse al nombramiento de los siete primeros diáconos (6:3). De hecho, estos diáconos primero fueron puestos a prueba por los apóstoles, y sólo entonces fueron nombrados como tales.
Pregunta: En las denominaciones hay muchos pastores, ¿es posible que ni siquiera haya uno de entre ellos que sea un verdadero pastor?
Respuesta: En lo que concierne a ordenar pastores, ningún pastor ordenado como tal por los hombres es un verdadero pastor. En lo que concierne a los dones, es posible que entre aquellos que han sido ordenados por los hombres haya algunos que manifiesten el don de pastorear. Pero nadie puede convertirse en pastor por haber pasado exámenes inventados por los hombres, ni por haberse graduado de un seminario, ni tampoco por haber sido ordenado como pastor o porque se le haya invitado a pastorear. En la historia de la iglesia jamás ha habido tal clase de pastor. Si esta persona es verdaderamente un pastor, tiene que haber recibido el don de pastorear de parte de Dios mismo.
Pregunta: ¿De qué manera el don de pastorear edifica la iglesia?
Respuesta: La expresión “pastor” [según la Versión Unión de la Biblia en el idioma chino] sólo aparece una vez en Efesios 4. En otros pasajes, esta expresión ha sido traducida con una expresión ligeramente diferente. Sin embargo, en el idioma original, es la misma palabra la que aparece en diversos pasajes. Esta expresión que se traduce “pastor” o “pastorear” significa alimentar y resguardar o vigilar. Aquellos a quienes les ha sido otorgado el don de pastorear debieran ser capaces de guiar y alimentar a los creyentes. Ellos deben ser capaces de guiar el crecimiento de los creyentes paso a paso, deben poder examinar y estudiar la Biblia con los demás y deben saber orar con los demás.
Un evangelista es una persona que guía a los demás a ser salvos y que hace que se añadan personas a la iglesia. Un maestro es una persona capaz de impartir la verdad y de hacer que los demás la entiendan claramente. Un pastor es una persona que guía a los demás a avanzar en su vida cristiana; no es necesariamente una persona que sabe predicar, aunque algunos de ellos ciertamente saben predicar. La función de los pastores es la de alimentar a los creyentes.
Pregunta: ¿Es posible que una mujer manifieste el don de pastor?
Respuesta: Los dones son otorgados sin hacer diferencias de género. También las mujeres pueden poseer el don de pastorear. Las hijas de Felipe tenían el don de profetizar.
Pregunta: ¿Pueden las hermanas dar testimonios y predicar el evangelio a los inconversos?
Respuesta: La Biblia no prohíbe esto específicamente, pero tampoco lo promueve. En la Biblia no se menciona ningún caso que pudiera servirnos de ejemplo claramente. Personalmente, yo pienso que si las hermanas hacen algo que las lleve a dejar la posición en la cual están cubiertas, habrán sobrepasado sus límites. La cubierta a la que me refiero no es solamente un pedazo de tela que cubre la cabeza de las hermanas (el cual también constituye una señal importante), sino a la posición que Dios les asignó, posición en la cual ellas pueden permanecer escondidas y sujetas. Incluso los hermanos deben tener sus cabezas cubiertas delante de Dios. Los hermanos tienen la cabeza cubierta al estar bajo Cristo. Cristo es la cabeza de todos, mientras que el hombre es cabeza de la mujer (1 Co. 11:3). Por tanto, una mujer tiene dos cabezas. Por un lado, las mujeres se cubren la cabeza con Cristo, y por otro, ellas tienen la cabeza cubierta por medio de los hermanos. El hecho que una mujer se cubra la cabeza es símbolo de su sumisión a la autoridad de los hermanos y de que ella no actúa de manera independiente. Las hermanas pueden realizar muchas cosas buenas y valiosas, pero tienen que tomar a los hermanos como su cubierta para que la gloria, o la vergüenza, recaiga sobre tales hermanos. Por tanto, es impropio que algunas hermanas vayan por sí mismas a otras regiones en calidad de pioneras de la obra.
En cierta ocasión leí en una revista occidental lo dicho por una hermana: “Yo solía pensar que tenía que hacerlo todo por mí misma y que tenía que avanzar por mí misma. Cuando me enfermé y retorné a mi país natal, descubrí entonces que todo lo que había hecho estaba equivocado y tuve que confesar mis errores a Dios”. Muchos piensan que puesto que Débora fue criada entre los israelitas, en nuestros días también pueden surgir otras “Débora”. ¡Pero no olvidemos que no toda mujer israelita era una Débora! Más aún, Débora misma tomó a Barac como su cabeza. Toda verdadera mujer anhela hacer esto. Toda verdadera mujer honra lo hecho por Dios y honra el lugar que Dios les ha asignado a las hermanas, así como el orden que Dios dispuso para ellas. Debido a que yo no soy una hermana, me resulta un tanto difícil decir estas palabras. Si fuese una hermana, tendría más libertad para decir estas cosas. Las hermanas deben mantenerse siempre en una posición en la que estén cubiertas. Esto no quiere decir que las hermanas no deban laborar. Simplemente significa que Dios ha designado a los hermanos como protectores de las hermanas. Son los hermanos los que deben asumir la responsabilidad de ser la cabeza de las hermanas; toda la gloria, o la vergüenza, recaerá sobre ellos. Esto no quiere decir que los hermanos deban codiciar la gloria de las hermanas; más bien, significa que los hermanos protegen a las hermanas y mantienen el orden establecido por Dios.
Es propio de la naturaleza de las hermanas el permanecer en una posición carente de prominencia. A ello se debe que Pablo recordara a las hermanas que su propia naturaleza femenina les dictaba permanecer en tal posición. Si una esposa ocupara el lugar que le corresponde a su esposo y se convirtiera en la cabeza de su esposo en el ámbito familiar, ¿cómo podría seguir en pie dicha familia? Ciertamente tal familia no podrá subsistir como familia. Y si la iglesia actúa de esta manera, ¿seguirá siendo la iglesia? La mujer virtuosa mencionada en Proverbios trabaja, labora, y espera que sea su esposo quien reciba la gloria en las puertas de la ciudad.
No hay nada más precioso que sujetarse a la autoridad. La relación existente entre un siervo y su amo, un niño y sus padres, una esposa y su esposo, un ciudadano y su país, y una mujer y un varón, debe ser una relación en la que se manifiesta sujeción a la autoridad. Dios le da mucha importancia al asunto de la autoridad, mientras que Satanás le da mucha importancia al asunto del poder. Si una persona únicamente se pregunta si algo puede ser hecho o no, en lugar de preguntarse si algo debe hacerse o no, dicha persona ya ha caído. Por tanto, toda hermana debe permanecer en una posición de sujeción a la autoridad de Dios. La cuestión de la autoridad es la cuestión más prominente y crucial. Lamentablemente, los hermanos y hermanas no le han dado la debida importancia.
Por tanto, según la luz de la Biblia, las hermanas no deben hablar en las reuniones. Si ellas desean testificar o predicar el evangelio ante individuos o ante multitudes, ellas deben hacerlo permaneciendo en una posición en la que se encuentren cubiertas.
Pregunta: ¿Es posible que una sola persona posea dos dones?
Respuesta: Sí, es posible. Incluso es posible que alguno posea tres dones.
Pregunta: ¿Fue Pedro el primer pastor?
Respuesta: Podríamos decir que sí.
Pregunta: ¿Por qué no tocamos el tema relativo a los ancianos anteriormente, o por qué, incluso, no lo dejamos para otra ocasión en el futuro? ¿Por qué tenemos que abordarlo ahora y provocar así malentendidos en el sentido de que nos hemos convertido en otra denominación al tener ancianos?
Respuesta: Hace dos o tres años atrás tocamos el tema de los ancianos. En aquel tiempo, no había surgido nadie que tuviese las características de un anciano. Aquel era solamente un período de transición. La Biblia dice que un neófito no debe ser nombrado anciano. Tiene que haber un período de transición. Ahora, ha llegado el tiempo apropiado en que podemos considerar el asunto de los ancianos. Si procuramos seguir adelante sin establecer ancianos en medio nuestro, corremos el riesgo de convertirnos en una colectividad anárquica.
Pregunta: Quizás haya entre nosotros personas que tienen las características de un anciano; sin embargo, no han sido designados oficialmente como ancianos. Esto se asemeja al hecho de que entre nosotros no se usa el título oficial de apóstol. ¿Es esto correcto?
Respuesta: Esto es correcto. Si alguno les pregunta qué son ustedes, o si ustedes son la iglesia en Shanghai o no, ¿cómo deben responder? Su respuesta debe ser que nosotros no somos la iglesia en Shanghai. Si alguno les pregunta si ustedes son la iglesia en la calle Hardoon, deben decir que no. No debemos admitir que somos la iglesia en Shanghai porque además de nosotros están las capillas de Shou-jin, Mu-re, Chin-lin, etc. Hay, pues, muchos que son salvos y que no se reúnen con nosotros. Tampoco proclamamos que somos la iglesia en la calle Hardoon, porque hay muchos que viven en esta misma calle que no se reúnen con nosotros. Si decimos que somos la iglesia en Shanghai, tenemos que incluir a todos los creyentes que viven en Shanghai. De otro modo, no podemos ser considerados como la iglesia en Shanghai.
Quizás estas personas nos pregunten qué somos, si no somos la iglesia. Nosotros reconocemos que no somos la iglesia; simplemente somos un grupo de personas que se reúnen basados en el terreno de la iglesia. Podemos darles un ejemplo ilustrativo. El templo en el Antiguo Testamento fue edificado espléndidamente. Después, fue incendiado y destruido al punto en que no quedó piedra sobre piedra. Supongamos que en tales circunstancias un hombre de Jerusalén decidiera levantar una tienda sobre los cimientos del templo que fue incendiado. Si los demás le preguntaran a este hombre qué era aquello, él tendría que responderles que no era el templo sino, simplemente, una tienda establecida sobre el terreno del templo. Lo mismo sucede con nuestras reuniones hoy. Si los demás nos preguntan qué somos, tenemos que responder que no somos la iglesia: nosotros no somos la iglesia en Shanghai. Nosotros somos un grupo de hermanos y hermanas en Shanghai que se reúnen basados en el terreno de la iglesia. Somos simplemente personas que se reúnen en conformidad con el principio gobernante de la iglesia, tal como nos es revelado en la Biblia. Nosotros nos hemos propuesto permanecer afirmados sobre el terreno de la iglesia a fin de conservar el mismo. El templo ahora está en ruinas, destruido por el fuego, y nosotros somos apenas una tienda. Todo aquel que tenga cierto grado de discernimiento percibirá la degradación que impera en la iglesia en nuestros tiempos; en lo que concierne a la manifestación externa, todo se encuentra en ruinas. Por tanto, nosotros no podemos autoproclamarnos la iglesia en Shanghai, ni nos atreveríamos a hacerlo. Únicamente anhelamos reunirnos en el terreno de la iglesia basados en la luz que hemos recibido con respecto a ella. No somos la iglesia en Shanghai, pero la manera en que nos reunimos sostiene y sustenta a la iglesia en Shanghai. Aunque nosotros estamos afirmados sobre el terreno en el que se basa la iglesia, incluso así, no somos la iglesia. Por tanto, si bien nosotros no somos el templo, somos una miniatura del templo y estamos aquí para manifestar la vida que es propia del templo. A esto se debe que los ancianos y diáconos entre nosotros lo son extraoficialmente. La razón por la que tenemos ancianos y diáconos es que, aun cuando reconocemos que apenas constituimos una pequeña tienda, estamos establecidos en el terreno que corresponde al templo. Por tanto, tenemos que hacer todo según el modelo del templo.
En la época del imperio babilónico, el templo fue destruido. Después que Nehemías y Esdras retornaron del exilio y reedificaron el templo, los más ancianos entre el pueblo que vieron la gloria del primer templo sabían que el templo reedificado jamás podría igualarse al primer templo. Pero, aun así, personas como Nehemías y Esdras continuaron ofreciendo sacrificios en conformidad con el antiguo principio que regía las ofrendas, aun cuando el nuevo templo no era igual al primer templo.
El templo mencionado en Juan 2 no era el primer templo, sino el templo reedificado. Aun así, el Señor Jesús echó fuera del templo el ganado y las ovejas, afirmando que dicho templo era “la casa de Mi Padre” (v. 16). El Señor hizo tal afirmación debido a que Él mismo estaba en el terreno que correspondía al templo. Si bien el templo ya no era como el primer templo, tanto el terreno del templo como los principios rectores del templo permanecían vigentes. Aunque la estructura externa puede estar derrumbada, el terreno todavía permanece, y sobre este terreno todavía es posible conservar, en menor escala, los principios bajo los cuales se realiza el servicio a Dios.
La nación de Israel estaba compuesta por doce tribus. Sin embargo, Dios dejó establecido que Jerusalén era el único lugar elegido por Él para llevar Su nombre. Así pues, todas las tribus tenían que ir a Jerusalén tres veces al año a fin de ofrecer sacrificios a Dios y adorarle. Más tarde, cuando Roboam fue hecho rey, la nación de Israel se dividió en dos: Judá e Israel. La nación de Judá estaba compuesta por dos tribus y siguió adorando a Dios en Jerusalén. La nación de Israel estaba compuesta por las otras diez tribus y tenía por rey a Jeroboam. Aun así, los israelitas continuaron obedeciendo el mandamiento de Dios de subir a Jerusalén tres veces al año para rendir adoración a Dios. No obstante, Jeroboam tenía temor de que al visitar Jerusalén tres veces al año, los israelitas pudieran sentir simpatía por el rey de Judá y, así, se rebelaran contra él y dejaran de serle leales. Por tanto, Jeroboam estableció un altar en Bet-el —ya que éste era el lugar preferido de los hombres—, erigió un becerro de oro y ordenó al pueblo que adorase allí, en lugar de ir a Jerusalén. En aquel tiempo, un joven profeta reprendió a Jeroboam, profetizó y dio una señal extendiendo su mano en contra del altar en Betel. Cuando Jeroboam escuchó las palabras del profeta, extendió su mano y ordenó prender al profeta, pero su mano se secó y no la pudo recoger (1 R. 13:3-4). Al final, él tuvo que permitir que el pueblo retornara a Jerusalén para adorar. Basándonos en todo esto, vemos que aunque externamente el pueblo estaba dividido, los principios bajo los cuales se rinde servicio a Dios no deben ser abandonados. El Bet-el de los hombres jamás podrá reemplazar la Jerusalén de Dios. Las leyes externas jamás podrán reemplazar lo dispuesto por Dios. Ninguna división política puede alterar los principios divinos. Por tanto, ninguna clase de destrucción externa, fracaso o desolación podrá jamás alterar los principios establecidos por Dios.
Cuando los israelitas dividieron sus territorios, nueve tribus y media permanecieron al oeste del Jordán en la tierra que Dios les prometió, mientras que dos tribus y media prefirieron morar al este del Jordán. Bajo la administración de Josué, estas dos tribus y media se establecieron definitivamente allí, concluyendo la división del territorio de Israel. Pero cuando ellos edificaron un gran altar a orillas del Jordán, toda la congregación de Israel se enteró y se levantó en armas a fin de atacar a estas dos tribus y media, pues pensaron que ellos estaban intentando edificar un altar “además del altar de Jehová nuestro Dios” (Jos. 22:29). No solamente es pecado apartarse de seguir a Jehová, sino que también es pecado ofrecer holocaustos, ofrendas de harina y ofrendas de paz sobre un altar que no sea el altar del Señor. Ante esta reacción por parte del resto del pueblo, las dos tribus y media respondieron que ellos no tenían la intención de establecer otro centro de adoración y que tampoco estaban erigiendo otro altar, sino que simplemente levantaron un memorial como testimonio. Únicamente el tabernáculo de Dios es el lugar apropiado para adorar (Jos. 22). Estas dos tribus y media representan a aquellos que han fracasado espiritualmente. Pero aquellos que han fracasado espiritualmente no pueden alterar el principio de adoración establecido por Dios. Aun cuando, al dividirse el reino, la nación de Israel se hallaba dividida externamente y ya no era el mismo reino sobre el cual David había reinado, todos los israelitas todavía tenían la obligación de adorar en Jerusalén. Por tanto, a pesar de que haya división y muerte en Shanghai, y que la división y el fracaso imperen en las iglesias en todo lugar, y que externamente el panorama sea desolador, nosotros todavía tenemos la obligación de adorar a Dios permaneciendo afirmados en el terreno de la iglesia. Ésta es una cuestión de principios. Y ésta es también la razón por la cual nosotros debemos designar ancianos. A esto se debe que ahora tengamos ancianos entre nosotros, aunque ellos sean ancianos extraoficiales. Nosotros no tenemos ancianos como los que existen en las denominaciones.
Pregunta: ¿Hay ocasiones en las que Dios revoca ciertos dones?
Respuesta: Los dones son otorgados por Dios directamente y son irrevocables. Con respecto a los dones de Dios, podemos adoptar una de las siguientes tres posturas: (1) podemos hacer mal uso de ellos, como en el caso de los corintios; (2) podemos enterrarlos, como se relata en Mateo 25; y (3) también es posible que Dios permita que el ejercicio de cierto don cese. Por causa de la incredulidad humana es posible que algunos dones, tales como el don de profecía, dejen de estar disponibles.
Pregunta: ¿Podemos pedir dones?
Respuesta: Sí. En 1 Corintios 14 se nos dice claramente que debemos procurarlos.
Pregunta: ¿Qué significa decir que podemos hacer mal uso de los dones?
Respuesta: Dios no revoca los dones. El día del juicio, Dios nos preguntará cómo hemos usado nuestros dones. Una persona que hace mal uso de sus dones es uno que, a semejanza de los corintios, hace uso de sus dones para su propia gloria o según su propia manera humana de proceder. Aun así, Dios no retira los dones, pues los dones y el llamamiento son irrevocables (Ro. 11:29). Supongamos que una hermana, estando en la reunión, predica el evangelio y, como resultado de ello, un varón se salva. Puesto que no es lo más apropiado que una hermana predique el evangelio a un varón, uno podría preguntarse: ¿cómo es posible que ella haya podido guiarle a su salvación? Ciertamente podemos aseverar que en este caso se ejerció un don otorgado por Dios, pero que se trata de un uso inapropiado del mismo. Es en virtud del don de Dios que los hombres son salvos. A veces, un predicador del evangelio va donde no debiera haber ido y allí predica el evangelio y, como resultado de ello, unos cuantos son salvos. Sin embargo, esto también es un uso inapropiado de tal don. Casi siempre los que sólo poseen un solo talento son los que tienden a enterrarlo, pues cuanto más consideran ellos que su único don carece de importancia, menos lo ejercitan. En tal caso, los dones cesan porque los creyentes no tiene suficiente fe como para ejercerlos.
Pregunta: ¿Es posible saber si uno tiene un don o no?
Respuesta: Algunas veces sí y otras no, pero los demás saben. En la mayoría de los casos, los demás saben si alguien tiene un don al ver el fruto de su labor. Los propios corintios sabían que entre ellos se manifestaban los dones. Algunos de ellos seguramente sintieron pena por Moisés porque él mismo no supo que la gloria resplandecía en su rostro. No obstante, era mejor que Moisés no supiera que su rostro resplandecía, pues de haberlo sabido, el resplandor se hubiese desvanecido. Por tanto, debemos permitir que los demás sean quienes determinen si tenemos algún don.
Pregunta: Si hacer mal uso de los dones o enterrarlos provocará el juicio de Dios, ¿no sería mejor que no pidiéramos dones para evitar ser objeto del juicio de Dios?
Respuesta: Cuanto más dones posea un creyente, más probabilidades tendrá de recibir la recompensa. Cuanto más sea recompensado un creyente, más gloria recibirá. Si un creyente jamás ha sido disciplinado, ciertamente sería mejor que no pidiera dones para evitar ser desaprobado en el juicio venidero. Pero aquellos que conocen a Dios deben pedir más dones, a fin de usarlos en beneficio de la iglesia y no para ellos mismos. Yo ciertamente abrigo la esperanza de que Dios hará surgir más personas dotadas.
Pregunta: ¿Cómo sabemos que estamos haciendo mal uso de los dones?
Respuesta: En la parábola de los talentos relatada en Mateo 25 se mencionan tres clases de dones: el de cinco talentos, el de dos talentos y el de un talento. Estos dones fueron otorgados a tres esclavos, a quienes se les encargó negociarlos. Así pues, los dones son el capital que estos esclavos poseen. Cuando los esclavos se dedican a negociar con tales dones, pueden obtener ganancias o incurrir en pérdidas. Si ellos obtienen ganancias, su amo no sufrirá pérdida alguna; pero si ellos incurren en pérdida, su amo sufrirá perjuicio. Los hermanos que poseen el don de evangelizar ciertamente pueden salvar a las personas. Pero si sus labores no son realizadas en conformidad con la voluntad de Dios y ellos realizan sus labores procurando gloria para ellos mismos, buscando satisfacer ciertas necesidades personales o simplemente en respuesta al afecto de los hombres, su poder espiritual se verá menoscabado y sólo tendrán el poder de sus dones. En nuestros días, muchos siervos de Dios conducen conferencias y avivamientos, y consiguen ayudar a los hombres y salvarlos. Entre ellos, algunos son verdaderos dones dados por Dios. Pero tal vez ustedes descubran que aunque ellos poseen los dones, ellos mismos no están dispuestos a permanecer en el terreno en el cual Dios desea que permanezcan. Probablemente ustedes se sorprenderán al ver que ellos todavía pueden salvar a las personas, ser de ayuda para los demás y hacer que las personas sean reavivadas, aun cuando no están basados en el terreno establecido por Dios. En realidad, esto es hacer uso inadecuado de los dones. Ellos pueden hacer que las personas sean salvas y reavivadas debido a que poseen los dones divinos. Son los dones divinos los que hacen que las personas se salven, sean reavivadas y reciban ayuda. Hacer mal uso de los dones de esta manera es muy peligroso. En el presente, Dios no interfiere ni hace nada al respecto. Pero cuando comparezcamos ante el tribunal de Cristo, Dios nos llamará a rendir cuentas. Tal como en la parábola relatada en Mateo 25, Dios arreglará cuentas con nosotros según el monto de los dones que Él nos ha dado como capital y conforme a la manera en que nosotros hicimos negocios en el mundo con estos dones.
Jamás debemos creer que siempre y cuando nuestra obra prospere y sea exitosa y que a los demás les encante escucharnos, entonces estamos en lo correcto. Tenemos que tener mucho cuidado en no hacer mal uso de nuestros dones. Muchas veces, un creyente predica motivado por su deseo de obtener fama entre los hombres y ser elogiado por ellos. Pero nuestra conciencia sabe que esto es erróneo. En cierta ocasión, un hermano viajó a cierto lugar a fin de predicar el evangelio. Cuando regresó, yo le pregunté acerca de su labor en aquel lugar. Él me dijo que si bien él había ido y regresado y unas cuantas personas habían sido salvas, él mismo no estaba seguro de que era la voluntad de Dios que él haya ido. Esto es hacer mal uso de los dones. Dios nos ha confiado ciertos dones, pero no arreglará cuentas con nosotros hasta el día en que comparezcamos ante Su tribunal. Sin embargo, debemos actuar como si Dios nos fuera a pedir cuentas todos los días. Si consideramos que Dios no nos va a pedir cuentas sino hasta después de muchos años, es probable que usemos nuestros dones de manera irresponsable.
Un don es una especie de aptitud, capacidad, poder o conocimiento, en el ámbito espiritual, que nos capacita para trabajar. Por ejemplo, yo puedo ser una persona que es muy hábil en caligrafía. Ya sea que disfrute o no de comunión apropiada con Dios, la calidad de mi caligrafía no varía. Si sigo la voluntad de Dios, escribo con caligrafía excelente, y si no sigo Su voluntad, todavía escribo con caligrafía excelente. Lo mismo sucede con los dones. Cuando seguimos la voluntad de Dios, tenemos la capacidad de ayudar a los demás por medio del ejercicio de nuestros dones. Pero cuando no seguimos la voluntad de Dios, seguimos teniendo la misma capacidad de ayudar a otros mediante el ejercicio de nuestros dones. (Por supuesto, tendríamos que preguntarnos si tal clase de ayuda verdaderamente tiene algún valor espiritual.) Pero, cuando comparezcamos ante el tribunal de Cristo, tendremos que rendir cuentas por el pecado de haber hecho mal uso de nuestros dones. Por eso tenemos que tener mucho cuidado de no laborar procurando obtener gloria para nosotros mismos, ni en procura del elogio y la aprobación de los hombres, ni buscando ser famosos u obtener alguna ganancia, ni siquiera procurando satisfacernos a nosotros mismos. Si hiciéramos esto, estaríamos haciendo mal uso de los dones.
Pregunta: ¿Todo creyente tiene un don?
Respuesta: Sí. Todo creyente tiene por lo menos un talento. No hay un solo esclavo que no tenga ningún talento. En 1 Corintios 12 dice que a uno se le da una clase de don y a otro se le da otra clase de don. Por tanto, todos tienen algún don. Toda persona que ha sido regenerada, posee un don. Pero no todos poseen la misma clase de don. Según Efesios 4, solamente hay cinco clases de dones que edifican a toda la iglesia. Pero, en lo que concierne a los dones que contribuyen al crecimiento de la iglesia local, podemos identificar los dones mencionados en 1 Corintios 12 y en Romanos 12. No todos los creyentes poseen alguno de los dones mencionados en Efesios 4, pero ciertamente poseerán alguno de los dones mencionados en Romanos 12 y en 1 Corintios 12.
Pregunta: ¿Cómo podemos asegurarnos de no hacer mal uso de los dones?
Respuesta: A fin de no hacer mal uso de los dones, tenemos que aceptar la cruz de Cristo. La cruz de Cristo, la cual cercena la carne, es la base para todo. El motivo por el cual hay problemas en las asambleas locales y en la iglesia en general, es que los hermanos y hermanas no están dispuestos a aceptar la cruz de Cristo. Todo lo que es producto de la resurrección de Cristo pertenece al Cuerpo de Cristo; todos los problemas de la iglesia surgen cuando los hombres procuran hacer uso de algo que pertenece a la sepultura. Si estamos dispuestos a aceptar la cruz de Cristo y permitimos que ella opere más profundamente en nosotros y nos despoje de nuestras ambiciones y grandiosas aspiraciones, entonces no haremos mal uso de nuestros dones. Por ejemplo, ayer tocamos el tema de los ancianos. ¿Quiénes son aquellos que no son aptos para ser ancianos? Aquellos que, al escuchar lo relativo a la posición de anciano, abrigan la esperanza de llegar a ser ancianos. ¿Quiénes pueden ser aptos para ser ancianos? Aquellos que, al escuchar lo que implica ser anciano, se consideran a sí mismos como indignos de ocupar tal posición. Así pues, aquellos que aspiran a constituirse en autoridades, no son aptos para ser autoridades y jamás podremos confiarles autoridad alguna. Únicamente aquellos que no aspiran a constituirse en autoridades, son aptos para serlo.
Pregunta: Entonces, ¿por qué dice 1 Timoteo 3 que uno debe aspirar al cargo de anciano?
Respuesta: Esto se debe a que probablemente muchos quieran retraerse. Hoy en día hay muchos que, como Pedro, se rehúsan a ser lavados. Tanto jactarse según la carne como retraerse según la carne son actos de la carne y constituyen las dos caras de una misma realidad. En 1 Timoteo 3 dice que un recién convertido no debe ocupar el cargo de anciano, no sea que cegado por el orgullo caiga en la condenación del diablo. Al decir estas cosas, el Señor les estaba diciendo a los neófitos que no aspirasen a ser ancianos, no vaya a ser que caigan en la trampa del diablo al ser cegados por su orgullo. Pero aquellos que se consideran inútiles, que conocen la debilidad de su carne, que se consideran indignos y que, por ende, tienden a retraerse, son alentados por el Señor cuando Él les dice que si alguno aspira al cargo de vigilar, buena obra desea. Así pues, Dios desalienta a quienes se ofrecen como voluntarios para ser ancianos al decirles que ellos no son dignos; sin embargo, da palabras de aliento a aquellos que son dignos de ser nombrados ancianos pero que prefieren retraerse. Quiera Dios que todos los hermanos puedan ver que la carne se manifiesta de ambas maneras: se gloría o se retrae. Jamás debemos considerar que es de valientes gloriarse según la carne, ni tampoco que es señal de humildad retraerse según la carne. Si consideramos nuestras virtudes, caemos en el orgullo; pero si consideramos nuestras debilidades y fracasos, no nos atrevemos a hacer nada y nos retraemos. Jamás debemos confundir la valentía con la vana jactancia, ni la humildad con el retraimiento. En realidad, la verdadera humildad consiste en no tomar en cuenta nuestras propias virtudes o flaquezas. De allí que alguno haya dicho que la verdadera humildad consiste en no tomarse en cuenta uno mismo. Por otro lado, la verdadera valentía es la de quien ha sido fortalecido en el Señor y depende únicamente de Él. Por eso Efesios 6 nos insta a que nos fortalezcamos en el Señor. Todo aquel que tiene gran autoestima de sí mismo y llega a adquirir confianza propia es una persona jactanciosa; ésta no es la verdadera valentía. Por un lado, tenemos que fijar nuestra mirada en el Señor y, por otro, no debemos mirarnos a nosotros mismos. De este modo, seremos valientes y humildes. En esto consiste la verdadera victoria. Son muchos los que fracasan simplemente porque se fijan ya sea en aquello en lo cual son fuertes según su carne o son débiles según la carne. Como resultado de ello, se convierten ya sea en personas que se jactan según la carne o que se retraen según la carne. Al hablar estas cosas estamos haciendo alusión a un principio general, el mismo que puede ser aplicado a muchos otros asuntos diarios y no sólo a lo relacionado con el nombramiento de los ancianos y los diáconos.
Pregunta: Los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros que se mencionan en Efesios 4, ¿hacen referencia a las personas mismas o se refieren a ciertas capacidades o títulos?
Respuesta: Efesios 4 se refiere a las personas, mientras que 1 Corintios 12 se refiere a las capacidades. En Efesios 4 se nos dice que Dios dio a unos como apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Aquí podemos distinguir cinco categorías de personas. En 1 Corintios 12 se nos dice que Dios dio a algunos la capacidad para profetizar o para hablar en lenguas. Pablo era un don dado por Dios a la iglesia; él era un apóstol. Pero Pablo también poseía otros dones, tales como el de profetizar, hablar en lenguas y sanar.
A mi entender, el hermano Chi Yung-tung tiene todas las características de un pastor. Permítanme usarlo como ejemplo. Dios ha dado un don a la iglesia en Su-chia-tsui, el cual es Chi Yung-tung. Por ello, toda la iglesia de Su-chia-tsui debe recibir al hermano Chi como un don que les ha sido dado por Dios. Al mismo tiempo, el hermano Chi posee el don pastoral. Su don es el don de pastorear. Si alguno pregunta cuál es el don que Pablo tenía, tendríamos que responder que Pablo tenía el don que corresponde a un apóstol. Pero si nos preguntaran cuál era el don que Dios había dado a la iglesia, responderíamos: “el apóstol Pablo”. Las cinco categorías de personas en Efesios 4 son dones dados por Dios a la iglesia y son para toda la iglesia. En 1 Corintios 12 se mencionan varios dones que son concedidos por Dios a los creyentes individualmente; estos dones son dados en beneficio de la iglesia local. Pablo era un don dado por Dios a toda la iglesia. Efesios 4 menciona personas que son dones dados por Dios a la iglesia con el propósito de edificar a toda la iglesia. Por tanto, el don que fue impartido por medio de Pablo benefició a los hombres de toda época y lugar, pues la labor de Pablo continúa vigente y no se ha desvanecido hasta el día de hoy.
Pregunta: ¿Cómo debemos tratar a hermanos insumisos que se comportan desordenadamente en las reuniones?
Respuesta: Si algún individuo constantemente siembra discordia en las reuniones pero no manifiesta ningún pecado que lo haga merecedor de ser excomulgado, debemos ser severos con él según la enseñanza de Romanos 16:17. Debemos señalar a tales individuos y apartarnos de ellos. “Ahora bien, os exhorto, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos”. Jamás debemos confiar los asuntos de la iglesia a esta clase de persona. Independientemente de lo que la iglesia esté realizando, estas personas deben ser excluidas de ello.
Pregunta: ¿Qué medidas debemos tomar con un anciano que se ve enredado en algún problema?
Respuesta: En la Biblia, el cuerpo de ancianos es una entidad plural. Si un anciano se ve enredado en problemas, los otros ancianos deben intervenir y tratar con él.
Pregunta: Si los ancianos lo son extraoficialmente, ¿esto quiere decir que podemos acusarlos únicamente de manera extraoficial?
Respuesta: Correcto. Si un anciano ha cometido un error, los otros ancianos pueden intervenir. Es por esto que la Biblia jamás usa el término “anciano” en singular, sino que siempre lo hace en plural: “ancianos”. Por tanto, esto no representa mayor problema.
Según la Biblia, los diáconos son servidores. En la iglesia no debiera haber solamente hermanos que asumen la responsabilidad como ancianos, sino también debe haber servidores como los diáconos. La iglesia necesita de personas que hagan propuestas, que administren y que velen por los hermanos, tal como lo hacen los ancianos. La iglesia también necesita de servidores que se encarguen de una diversidad de asuntos, tal como lo hacen los diáconos. Aquellos que toman decisiones, administran la iglesia, hacen propuestas, supervisan y vigilan de arriba abajo, son los ancianos. Aquellos que realizan una serie de tareas, hacen gestiones, reciben órdenes y ayudan a dirigir a los demás, son los diáconos. Dios necesita que los ancianos sean los guardianes y que los diáconos hagan trabajos y gestiones en beneficio de los santos. Por ejemplo, los diáconos son responsables de custodiar el dinero de la asamblea, y los ancianos son los que tienen la autoridad de administrarlo. Todas las decisiones relativas a los asuntos de los hermanos son tomadas por los ancianos y son anunciadas por los diáconos. Mientras los ancianos son los capataces, los diáconos son los obreros. Los diáconos no tienen propuestas propias, sino que se limitan a laborar en conformidad con las direcciones recibidas de los ancianos. Los diáconos son aquellos que ayudan a los ancianos a realizar ciertas gestiones. (Con respecto a los diáconos, encontramos muchos detalles en las epístolas a Timoteo y a Tito.) Esperamos que entre nosotros más hermanos desempeñen la función de diáconos y más hermanas cumplan la función de diaconisas. En la Biblia encontramos diaconisas. Los diáconos y las diaconisas se encargan de una diversidad de asuntos.
Pregunta: Los diáconos, ¿pueden ser elegidos mediante votación?
Respuesta: No. Durante los primeros años de la iglesia no había suficientes pergaminos en los cuales llevar registros exhaustivos. La selección de los diáconos en el tiempo de los apóstoles no se realizó mediante votación. Los diáconos fueron aprobados primero por los apóstoles y manifestaron su función de la manera más natural. El método bíblico de seleccionar a los diáconos es dejar que los diáconos sean manifestados espontáneamente. Aquellos que son aptos para ser diáconos fueron seleccionados por la iglesia y reconocidos por los apóstoles. Nosotros debemos poner esto mismo en práctica.
Pregunta: ¿Por qué se echaron suertes para elegir a Matías?
Respuesta: El Espíritu Santo todavía no había sido derramado, y los discípulos no sabían quién debía ocupar tal posición. Ellos seleccionaron dos candidatos y decidieron que uno de los dos debía asumir el apostolado.
Pregunta: ¿Acaso no se nos dice en Hechos 6 que fueron los discípulos quienes designaron a siete diáconos?
Respuesta: Hechos 6 no afirma explícitamente que estos siete hayan sido diáconos. Este pasaje únicamente dice que ellos desempeñaban labores propias de los diáconos. Por tanto, únicamente podemos aseverar que ellos eran diáconos por lo que hacían. Cuando Hechos menciona a Felipe, dice que él era uno de los siete, pero no dice que era uno de los siete diáconos. Por tanto, aun cuando en la Biblia se menciona a los diáconos, no se nos dice claramente que los diáconos sean elegidos. Personalmente creo que el nombramiento de los diáconos debe ser realizado de la misma manera en que se realiza el nombramiento de los ancianos, es decir, deben ser nombrados por los apóstoles y enviados por los apóstoles. Debemos tener cuidado de no investigar aquello que la Biblia deliberadamente ha ignorado y dejado sin explicar.
Pregunta: ¿Cuándo deben ser nombrados los ancianos y los diáconos?
Respuesta: Cuanto antes, mejor.
Pregunta: Si en un local de reunión solamente se reúnen tres hermanos, ¿quiénes deben ser los ancianos y quiénes los diáconos?
Respuesta: Lo único que se puede hacer en este pequeño grupo de hermanos es que todos ejerzan tanto la función de ancianos como la de diáconos simultáneamente. En toda la Biblia, únicamente el libro de Filipenses nos da una descripción completa de una iglesia local, conformada por los santos, los ancianos y los diáconos. Allí se nos dice que una iglesia está compuesta por los santos, los ancianos y los diáconos: “Pablo y Timoteo, esclavos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los que vigilan y los diáconos” (Fil. 1:1).
Pregunta: ¿Por qué en 1 Timoteo dice que una persona primero tiene que ser aprobada antes de poder ser designada como diácono?
Respuesta: Los diáconos se encargan de una serie de asuntos; casi siempre son bastante jóvenes, así que podrían actuar en la carne. Por tanto, ellos primero tienen que ser puestos a prueba. Primero se les tienen que encargar ciertos asuntos en diversas ocasiones para luego decidir si ellos son aptos o no.
Pregunta: Si unos cuantos hermanos comienzan a reunirse en un determinado lugar, ¿a quiénes se debe nombrar primero, a los diáconos o a los ancianos?
Respuesta: Primero debieran haber algunos hermanos responsables y, entonces, se puede iniciar la reunión del partimiento del pan. Primero deben haber ancianos y luego diáconos. Esto es lo que enseña el libro de Hechos. Antioquía es un buen ejemplo de ello. Antes de poder iniciar las reuniones del partimiento del pan debe haber por lo menos un hermano que pueda asumir responsabilidades. De otro modo, la reunión del partimiento del pan no será apropiada. Además, desde el comienzo se debe enseñar sujeción a los ancianos y sujeción mutua una vez iniciadas las reuniones. De otro modo, en una reunión de cinco personas, cada una de ellas se convertirá en una denominación. Cuando esto sucede, estas cinco personas tal vez recuerden al Señor durante la reunión del partimiento del pan, pero ciertamente no serán capaces de discernir el Cuerpo; no tomarán conciencia de formar parte del Cuerpo de Cristo aquí en la tierra. Ellos estarán preocupados únicamente por ellos mismos y serán sus propias cabezas. Por tanto, debemos aprender a sujetarnos a los ancianos y también a sujetarnos mutuamente entre los miembros de la iglesia.