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Mensajes del libro «Vida humana bendita, Una»
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CAPÍTULO DOS

CONOCER EL MISTERIO DEL UNIVERSO Y EDIFICAR EL CUERPO DE CRISTO

  Lectura bíblica: Col. 2:2b; Ef. 3:4; Jn. 1:1, 4; 14:9-11, 16-17; 4:24; 6:63; 15:1-5, 16; 21:15-17; Ro. 12:1

BOSQUEJO

  1. El misterio de Dios—Col. 2:2b.
  2. El misterio de Cristo—Ef. 3:4.
  3. Dios es vida—Jn. 1:1, 4.
  4. Dios es una persona—14:9-11, 16-17.
  5. Dios es Espíritu—4:24.
  6. Dios es el Verbo—1:1; 6:63.
  7. Dios requiere de un organismo para impartir vida—15:1-5.
  8. Ir y llevar fruto—v. 16.
  9. Pastorear a las ovejas del Señor—21:15-17.
  10. Prepararse para servir a tiempo completo—Ro. 12:1.

LA BIBLIA NOS REVELA EL MISTERIO DEL UNIVERSO

  En el folleto evangélico titulado El misterio de la vida humana se nos explica que la vida humana es un verdadero misterio. El misterio de nuestra vida humana, sin embargo, es únicamente un componente del misterio del universo. El universo encierra un misterio. Toda persona razonable y que posea cierto conocimiento, independientemente de su procedencia, comparte este pensamiento y reconoce que el universo es una entidad que resulta difícil, incluso imposible, de entender. Hasta el día de hoy, nadie ha podido explicar con claridad qué es el universo, de dónde procede y qué historias encierra. ¿Por qué es que solamente nuestro planeta está poblado por seres humanos, animales, plantas, toda clase de aves, bestias, ganado y peces? ¿Qué historias encierran todas las cosas que existen en el universo? Algunos afirman que tales cosas no son sino meros fenómenos naturales y que dichos fenómenos fueron ocurriendo desde tiempos inmemoriales en el ámbito del mundo natural. Esta clase de explicación, en el mejor de los casos, apenas servirá para “anestesiarnos” un poco; pero, en realidad, no habrá resuelto esta cuestión, y nuestras preguntas seguirán sin ser respondidas.

  Desde mi juventud he leído no solamente libros de texto, la Santa Biblia y libros basados en la Biblia, sino también ciertos libros seculares. Según lo que he conseguido comprender, si bien encontramos muchos libros en este mundo, hay sólo un libro —la Biblia— que puede ser considerado como el más completo, claro y útil en lo que concierne a desentrañar la verdad subyacente al universo. Podríamos afirmar que, en lo que respecta a su contenido, la Biblia no es demasiado extensa ni excesivamente breve, pues ella se compone de un total de sesenta y seis libros escritos en el transcurso de unos mil seiscientos años por más de cuarenta escritores diferentes. Por ser un libro escrito en un periodo tan extenso de tiempo y por un grupo de individuos tan diferentes entre sí, su contenido naturalmente tiene que ser multifacético. Sin embargo, cuanto más estudio este libro y más medito en su contenido, más transparente y claro me parece el universo.

  Aun cuando en el mundo hay tantos académicos, estadistas experimentados y empresarios, es probable que ninguno de ellos entienda el universo con tanta claridad como nosotros. La esfera de sus conocimientos se limita a lo que ellos pueden ver con sus ojos y a lo que deducen al leer libros. Bajo tales circunstancias, ellos son propensos a adoptar una perspectiva estrecha y a carecer de visión. Por esto, aun cuando se trata de grandes estadistas y empresarios, algunos de ellos dan la impresión de encontrarse sumidos en confusión. Esto se debe a que poseen un entendimiento incompleto del misterio del universo.

CONOCER EL MISTERIO DEL UNIVERSO DURANTE LOS AÑOS DE NUESTRA JUVENTUD

  Este mensaje está dirigido principalmente a aquellos que tienen menos de veinte años de edad. Cuanto antes una persona conozca el misterio que encierra el universo, más temprano ella podrá darle a su vida la debida orientación. Sin embargo, si usted tiene más de veinte años de edad, por favor no se sienta desalentado, porque usted puede ser rejuvenecido. Ciertamente tengo que dar gracias al Señor que cuando yo apenas tenía diecinueve años de edad, Él me asió a fin de que también yo pudiera asirlo a Él. Lo que sí lamento es no haber creído antes; si hubiese sido salvo varios años antes, ello hubiese sido aún mucho mejor.

  Algunas personas quisieran casarse muy jóvenes, pero en realidad, cuanto más temprano se casa una persona, más problemas acarrea para sí. Todos aquellos que se casan demasiado temprano en sus vidas siempre se lamentan de ello, pues sufren una pérdida de incalculables proporciones. Si ustedes quieren casarse, es mejor que se casen a los treinta años de edad; no se casen a los veintiocho años de edad, si bien casarse a los veintiocho es mejor que casarse cuando se tiene apenas veinticinco años de edad. Un matrimonio prematuro representa una gran desventaja. Sin embargo, tampoco deben casarse demasiado tarde. Demorarse hasta que uno se hace demasiado viejo, tampoco es apropiado. Esto es en lo que concierne a la experiencia humana.

  En lo que respecta al conocimiento del universo, puesto que el hombre es el comienzo del misterio del universo, conocer el misterio de la vida humana cuando se tiene cuarenta años de edad resulta demasiado tarde. Yo fui salvo cuando tenía diecinueve años de edad, y desde entonces he aprovechado toda oportunidad para amar al Señor y conocer al Señor. Por tanto, espero que todos los jóvenes reciban este mensaje y profundicen en él, puesto que cuanto más pronto lleguen a conocer el misterio del universo y cuanto antes reciban al Señor, más benditos serán.

LA VIDA DE IGLESIA LE DA EL EQUILIBRIO APROPIADO A NUESTRA VIDA HUMANA

  Los jóvenes siempre están en busca de placer. Les encanta toda clase de deportes y entretenimientos. Por supuesto, el hombre necesita alegrarse, y tal necesidad fue creada por Dios, pero esta necesidad debe ser mantenida bajo control. Para darles un ejemplo de esto podemos hablar de la necesidad que tenemos de alimentarnos; Dios nos creó con esta necesidad inherente. Dios nos creó con un estómago capaz de digerir alimentos y con un cuerpo que asimila todos los nutrientes de dichos alimentos. Estos son hechos irrefutables. Sin embargo, Dios también dejó establecidas una serie de restricciones con respecto a la cantidad de alimentos que podemos ingerir. No debemos comer en exceso, pues esto nos conducirá a la obesidad, la cual resultará en enfermedades. Hay un viejo proverbio chino que dice: “Come un bocado menos a la hora de cenar y vivirás hasta los noventa y cinco años de edad”. Si una persona desea prolongar sus días, tiene que comer menos a la hora de la cena. Si uno come en exceso antes de acostarse, estará destruyéndose a sí mismo. Esto responde a la ley que rige nuestra vida biológica.

  Por un lado, tenemos que atender a las necesidades con las cuales Dios nos creó; por otro, no debemos caer en excesos, pues esto es perjudicial para nuestra salud. Si bien es necesario alimentarse, alimentarse en exceso es perjudicial para nuestra salud. Si bien el entretenimiento es necesario, el entretenimiento excesivo resulta perjudicial para nuestra salud mental. Tanto el relajamiento como el equilibrio apropiado son indispensables para la vida humana. Cuanto más equilibrados seamos y más relajados nos encontremos, más sanos estaremos de una manera natural. Como cristianos, también necesitamos entretenimiento, pero no nos referimos al entretenimiento desmesurado o excesivo, sino al entretenimiento apropiado. Hoy en día, en los Estados Unidos, toda clase de entretenimiento ha sido llevado más allá de sus límites apropiados y, a causa de ello, todos ellos se han convertido en entretenimientos corruptos y perversos. En dicho país se realizan muchas cosas oscuras, caóticas y deshonrosas, y constantemente se escucha de casos de personas que caen en inmoralidad, descuidan sus familias, ignoran a sus padres y no respetan sus propios matrimonios. Todo esto tiene su raíz en los entretenimientos desmesurados. En los Estados Unidos, en ciertos lugares dedicados a los entretenimientos, uno no puede ni siquiera abrir los ojos, pues todo cuanto sucede en el interior de tales establecimientos es pecaminoso.

  La vida que llevamos al reunirnos como iglesia constituye el más noble y equilibrado de los entretenimientos. No solamente celebramos reuniones en el día del Señor, sino también a lo largo de la semana. Nos reunimos a fin de adorar al Señor y regocijarnos en Él. Esto le da el equilibrio más saludable a nuestra vida humana. Por tanto, la vida cristiana es la vida más equilibrada y relajada. Jóvenes, les aconsejo que mientras estén jóvenes procuren progresar en la vida, pero es aún más importante que se esfuercen por conocer al Señor. Si crecen en el conocimiento del Señor, podrán comprender el misterio del universo y conocerán el origen del universo y, en consecuencia, sabrán cómo vivir su vida humana. Por tanto, no piensen que asistir a diversas reuniones sea una pérdida de tiempo y de energías. Nuestra vida humana requiere de cierto equilibrio y relajamiento, y la vida de iglesia nos da el equilibrio que nos permitirá disfrutar debidamente de la vida humana. La vida de iglesia verdaderamente da equilibrio a la totalidad de nuestra vida humana. Si ustedes se rigen por este principio desde su juventud, ciertamente, a lo largo de sus vidas, disfrutarán de la más grande de las bendiciones y obtendrán el más grande de los beneficios.

EL MISTERIO DE DIOS ES CRISTO

  Quiera el Señor concederles gracia a todos y cada uno de ustedes a fin de que a una temprana edad les sean abiertos los ojos para comprender el misterio del universo. En el centro mismo del misterio del universo, está Dios. En otras palabras, el misterio del universo es Dios. Si Dios no formara parte de este universo, en este universo no habría misterio alguno. Es decir, si Dios no existiera, no habría universo; el universo no existiría. Dios mismo es el núcleo, el centro, en torno al cual gira el universo como una gran rueda. Si Dios —quien es el núcleo, el centro— fuese quitado, la gran rueda del universo simplemente no existiría. Por tanto, Dios mismo es el misterio del universo. El misterio del universo es Dios.

  Colosenses 2:2 dice que el misterio de Dios es Cristo; esto indica que sin Cristo, no habría Dios. La historia de Dios, el misterio de Dios, es Cristo. Cristo es el misterio de Dios, la historia de Dios. Cristo es Dios. Sin Cristo, Dios sería únicamente un término; pero, puesto que Cristo existe, Dios es una realidad concreta, un hecho. ¿Dónde está Dios? Dios está en Cristo. ¿Quién es Dios? Dios es Cristo. A esto se debe que afirmemos que Dios no está en una mera religión, porque sin Cristo, no hay Dios.

  Las religiones no tienen a Dios porque no tienen a Cristo. Asimismo, el confucianismo chino está carente de Dios porque no tiene a Cristo. La religión nos habla de moralidad en la conducta y de cultivar cierta clase de comportamiento, mientras que el confucianismo nos habla de las relaciones humanas y de la ética. En ninguna de ellas encontramos a Cristo, por lo cual ambas carecen de Dios. Lucas 15 nos cuenta la historia del hijo pródigo. Cuando el hijo pródigo regresó a casa, le dijo a su padre: “He pecado contra el cielo y ante ti” (v. 21). En realidad, esta traducción podría ser aún más precisa. Una traducción más exacta sería: “Padre, he pecado contra ti en presencia de los cielos”. Muchos estudiosos de la Biblia indican que en esta historia la referencia hecha al cielo hace alusión a Dios mismo que está en los cielos. Esto sería similar a aquel proverbio del confucianismo chino que dice: “No tenemos a quién orar cuando hemos ofendido al cielo”. La filosofía de Confucio es bastante pura; ella habla sobre ética y sobre las relaciones entre seres humanos, y por deducción, enseña que en el universo hay un Ser soberano al que se hace alusión como “el cielo”. Si bien esto es muy significativo, dicha filosofía todavía se encuentra carente de Cristo y de Dios.

  La religión más apropiada y ortodoxa es el cristianismo, el cual se deriva del judaísmo. Además del judaísmo y del cristianismo, existe otra derivación, la cual es el Islam de Mahoma. La religión islámica se produjo al plagiar las historias del Antiguo Testamento y añadirles algunas historias de “Isa” procedentes del Nuevo Testamento. En el mahometanismo a Jesús se le llama “Isa”, porque ambos nombres —Jesús e Isa— tienen una pronunciación parecida en su lenguaje original. El Islam dice que “Isa” no murió en la cruz, sino que, en lugar de ello, cuando personas perversas intentaron crucificar a “Isa”, una multitud de ángeles vino a rescatarlo y se lo llevó a los cielos. Por tanto, “Isa” es más importante y ocupa una posición más elevada que Mahoma. Hoy en día, “Isa” está en los cielos a la diestra de Dios. Podemos afirmar, pues, que el Corán es por completo una falsificación de la Santa Biblia. En el Corán hay historias de Abraham, Isaac e Ismael, pero tanto Cristo como Dios están ausentes.

  La religión cristiana ortodoxa es la única religión que habla acerca de Cristo. Quizás algunos sientan que nos estamos jactando al considerar que ninguna otra religión cuenta, y que sólo la religión cristiana cuenta. Sin embargo, tenemos que decir que aquello que verdaderamente cuenta, siempre cuenta, y no puede ser reemplazado por falsificación alguna. Tomemos el oro como ejemplo. Puesto que sólo el oro es oro, no puede ser reemplazado por ninguna otra cosa, ni por el cobre u otra clase de metal dorado, ni con alguna clase de recubrimiento de oro; nada de esto podrá reemplazar al oro sólido, pues sólo el oro es oro. Asimismo, Cristo es Dios, y Cristo simplemente es Dios; éste es el misterio de Dios.

  No hay un solo maestro religioso que osaría afirmar ser Dios. Confucio dijo: “Cuando hemos ofendido al cielo, no tenemos a quién orar”; él no se atrevió a llamarse a sí mismo Dios y jamás lo hizo. Confucio era muy humilde. Incluso el propio fundador del Islam, Mahoma, admitió que “Isa” es el Hijo de Dios y que es mayor que Mahoma. En cuanto al budismo, éste enseña que “un carnicero se convierte en buda en cuanto suelta su cuchillo de carnicero”; esto quiere decir que una persona puede lograr progreso espiritual al practicar el ascetismo. En el budismo no se nos dice nada acerca de Dios, y el budismo carece de todo lo relacionado con Dios.

  Si consideramos todos los escritos religiosos, sólo encontraremos una sola persona que dijo ser Dios. ¿Quién es esta persona? Jesucristo (Mt. 26:63-64). Algunos de los judíos estaban convencidos de que Él debía ser condenado y muerto debido a que Él les dijo ser Jehová, a quien ellos adoraban y consideraban como el único Dios. La Biblia nos muestra que esta persona, aun a riesgo de perder su vida, le dijo a la gente que Él era Dios. ¡Esto es asombroso! Más aún, ninguno que sea solamente simpatizante o adepto a cierta religión podría ser llamado un creyente del Señor. Únicamente aquellos que creen en Jesús son llamados los creyentes del Señor debido a que Jesús es el Señor.

EL MISTERIO DE CRISTO ES LA IGLESIA

  El misterio de Dios es Cristo (Col. 2:2), y el misterio de Cristo es la iglesia. Leyendo desde Efesios 3:3 y 4 en adelante, podemos ver que el misterio de Cristo es la iglesia. Hoy en día, todo aquel que quiera encontrar a Cristo tiene que encontrar la iglesia. Dios mora en Cristo, y Cristo mora en la iglesia; éste es un esbozo del misterio que encierra el universo. El misterio del universo estriba en Dios, el misterio de Dios radica en Cristo, y el misterio de Cristo se encuentra en la iglesia. Sin embargo, lo que hoy en día se ha dado en llamar “iglesia” es muy diferente de la iglesia a la que se refiere la Biblia. Ella se ha desviado y se ha tornado vacía, carente de toda realidad. En la Biblia, el Señor Jesús también habló en parábolas con respecto a este asunto (Mt. 13:24-33; 23:25-28). Quiera Dios que todos los jóvenes puedan ver claramente que aun cuando este universo es un misterio, la revelación de este misterio está con Dios; este Dios está en Cristo, este Dios es Cristo, y este Cristo lo podemos encontrar en la iglesia apropiada.

DIOS ES VIDA

  Hablando de otro aspecto, este Dios que constituye el núcleo mismo del misterio que encierra el universo, es vida. Sabemos que en este mundo hay cinco religiones principales, sin embargo, ninguno de los fundadores de dichas religiones, a excepción de uno, tuvo la osadía de decirle a la gente que él era Dios; únicamente Jesucristo afirmó ser Dios. Asimismo, ninguno de los fundadores de estas religiones se atrevería a decirle a la gente que él es vida; únicamente Jesucristo dijo: “Yo soy ... la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn. 11:25).

  De todas las filosofías que abordan el tema de las relaciones humanas normales y apropiadas, la filosofía que Confucio enseñó en China podría considerarse la mejor y la más elevada; más aún, la filosofía china también puede ser considerada como la más pura y apropiada, pues ella no contiene mito alguno, ni defiende ideas raras o absurdas. Todos sabemos que la filosofía griega, por ejemplo, contiene muchos mitos; asimismo, la filosofía egipcia también recurre a muchos mitos, y lo mismo sucede con la filosofía babilónica. Únicamente la filosofía del confucianismo chino habla única y exclusivamente de la ética y de las relaciones humanas. Aun así, el confucianismo jamás afirma ser vida para los hombres.

  En la historia de la humanidad y en los escritos de la Biblia, únicamente hubo una persona que reiteró ante los demás que Él es vida (v. 25). Esta persona no es otra que Jesucristo. El Evangelio de Juan afirma que Jesús es el Hijo de Dios y que Él vino para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia (3:16, 10:10). Los escritos de Juan son descripciones completas de lo que es la vida, específicamente de lo que es la vida eterna (3:16). Esta vida no se refiere a la vida mortal que anima a todo hombre, una vida que ha sido creada y que es temporal, sino que se refiere a la vida eterna de Dios. Aquel que cree en el Hijo tiene vida eterna (v. 36).

El hombre fue creado a imagen de Dios

  En la Biblia encontramos el relato de la creación de los cielos y la tierra realizada por Dios. Génesis 1:1 y 2 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Esto nos muestra que Dios, después de haber depurado gradualmente el universo paso a paso, hizo que la tierra emergiera de las aguas (v. 9) a fin de que en ella pudiera surgir toda clase de vegetación. En esto consistió la manifestación de la vida vegetal (v. 11). Aunque las plantas tienen vida, su vida es una vida poco desarrollada; es la vida en la más elemental de sus formas, pues se trata de vida carente de conciencia. Dios creó después los peces para que llenaran las aguas, aves que poblaran los cielos y toda clase de bestia en la tierra, e hizo que se multiplicasen (vs. 21-25); así fue producida la vida animal. Aunque la vida animal presenta formas inferiores así como superiores, aun así, no es la vida en su forma más elevada. Por tanto, Dios hizo al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza (v. 26). Fue entonces cuando la vida humana vino a existir.

  Un grupo de así llamados “científicos” considera que tanto la vida humana como la vida animal pertenecen a la misma categoría. Éste es un gran insulto para nosotros los seres humanos. Entre ellos hubo una persona, Darwin, que consideró que los seres humanos y los monos pertenecen a la misma categoría, afirmando que los seres humanos son monos que han evolucionado. Si tal teoría es aceptada, entonces hoy en la tierra no habría seres humanos, sino monos, o de lo contrario, sólo debería haber seres humanos y no monos; pero en los hechos, esto no es verdad. La Biblia considera que entre las vidas que son fruto de la creación, la vida humana es la más elevada, porque al crear todas las cosas, Dios no creó ninguna otra que reflejara Su imagen y fuese conforme a Su semejanza. Únicamente al crear al hombre, Dios lo creó a Su imagen y conforme a Su semejanza (v. 26). Por tanto, cuando nos miramos en el espejo y examinamos nuestro rostro, esto debe recordarnos que nos parecemos a Dios. No importa lo que la gente diga, existe un hecho inmutable: nos parecemos a Dios. Todos fuimos hechos a imagen de Dios y conforme a Su semejanza.

  La Biblia es ciertamente un libro de misterios. No fue sino hasta los tiempos del Nuevo Testamento que Dios se hizo carne y tomó forma humana (Jn. 1:14). Sin embargo, en tiempos del Antiguo Testamento, un día Dios, acompañado de dos ángeles, visitó a Abraham (Gn. 18). Estoy seguro que quienes han leído la Biblia recordarán tal relato. Cuando Abraham vio a tres hombres que se acercaban, salió a recibir a estos tres desconocidos; pero uno de ellos era Jehová. En aquella ocasión Jehová ciertamente portaba la imagen del hombre y se vistió de un cuerpo humano, pues dejó que le lavaran los pies y comió los alimentos que Abraham hizo preparar para Él (vs. 4-8). Éste fue Dios que se presentó en forma de hombre incluso antes de Su encarnación. Ciertamente, es difícil explicar esto con palabras humanas.

  En la obra creadora de Dios no hay otra vida más elevada que la vida humana. Si reuniéramos algunas vacas, ovejas, cerdos, perros y pollos, y luego pidiéramos a alguna persona que se parase en medio de todos estos animales, ¿cuál de todos sería el más hermoso? Ciertamente, el hombre se vería como el más hermoso entre todas esas criaturas. El hombre no sólo es el más hermoso, sino también el más sabio e inteligente; más aún, las capacidades inherentes a todo ser humano en virtud de las cuales éste comprende y juzga su entorno, son muy superiores a las de todas las demás criaturas. Por ejemplo, es notable que el hombre haya conseguido llegar a la luna; entre todas las criaturas existentes, ¿cuál de ellas podría alcanzar semejante logro? ¿Acaso un tigre, o un león, o tal vez un águila o una paloma? No, ningún otro animal podría alcanzar tal logro, a excepción del hombre. El hombre es la criatura más sabia y notable entre todas las criaturas debido a que fue hecho a imagen de Dios y conforme a Su semejanza.

La vida que todo lo trasciende, la vida de Dios, es la vida eterna

  Aun cuando el hombre fue hecho a imagen de Dios y conforme a Su semejanza, todavía no poseía la vida de Dios. Esto es semejante a una estatua con la forma de una persona; si bien dicha estatua posee la imagen de un ser humano, carece de la vida humana. Por tanto, Génesis 2 nos muestra que después de que Dios creó las plantas, los animales y al hombre, Él puso al hombre frente al árbol de la vida a fin de que el hombre pudiese recibir el árbol de la vida (vs. 8-9). Si bien la vida humana es la vida más elevada, no es la vida que todo lo trasciende. La vida que trasciende todo es la vida de Dios, la vida eterna.

  Algunos científicos definen la eternidad como tiempo más espacio. El tiempo más el espacio es la eternidad, la cual es ilimitada e infinita. En el universo hay una vida que es eterna y que todo lo trasciende; ésta es la vida de Dios. La vida del hombre es muy elevada; sin embargo, no llega a trascenderlo todo, pues es meramente una vida que, por ser creada, es breve y efímera. Únicamente la vida de Dios lo trasciende todo, pues ella no es creada y es eterna. Esta vida es simplemente Dios mismo.

  La creación de Dios en el universo es absolutamente un asunto de vida. Tomemos nuestro planeta como ejemplo: si no hubieran plantas, animales o seres humanos que poblasen este planeta, éste sería un planeta carente de vida y sin sentido alguno, y nadie querría vivir en él. Por tanto, la creación nos muestra que el universo es la historia de la vida misma.

  Más aún, sabemos que las plantas y los animales tienen como fin el mantenimiento de la vida humana. Toda planta del mundo natural es para el hombre. Algunas existen para ser ingeridas por los hombres, como es el caso del trigo, el arroz y diversos granos; otras existen para despertar la admiración de los hombres, como sucede con las hermosas flores y praderas; otras son para ser utilizadas por el hombre, tales como ciertas cortezas de árboles, ciertas raíces y algunas hojas. Lo mismo podemos decir de los animales. Algunos existen para servir de alimento a los hombres, como en el caso del pollo, el pato y los peces, mientras que otros existen para ser usados por los hombres, como sucede con el caballo, el burro y el camello. Todos éstos existen para beneficio nuestro. En otras palabras, los cielos fueron creados para la tierra, la tierra fue creada para el hombre, y el hombre fue creado para Dios.

Dios desea entrar en el hombre para ser la vida del hombre

  Puesto que el hombre fue hecho a imagen de Dios y conforme a Su semejanza, la vida del hombre es muy similar a la vida de Dios. Aquellos familiarizados con la botánica saben que un injerto sólo puede ser hecho entre dos plantas que posean vidas similares. Debido a que nuestra vida y la vida de Dios son muy similares entre sí, ambas pueden unirse en un injerto; la vida de Dios puede ser impartida en la vida humana.

  Cuando las religiones hablan acerca de Dios, enfatizan las señales milagrosas y las obras de poder. Estos portentos no nos hablan acerca de la vida. En cambio la Biblia, cuando habla sobre Dios, con mucha frecuencia hace referencia a la vida. Para nosotros, Dios es vida; Él viene a nosotros para ser nuestra vida. En el cristianismo incluso hay un grupo, los pentecostales, que se concentran mayormente en cómo es que Dios realiza milagros pero que jamás hablan sobre la vida. Ello constituye una gran desviación. En la Biblia Dios viene a nosotros primordialmente como vida, no como poder ni como señales milagrosas. El énfasis está en el hecho de que Él viene a nosotros para llegar a ser nuestra vida.

DIOS ES UNA PERSONA

  Además, este Dios es una persona. En el así llamado mundo religioso, circula una enseñanza que afirma que Dios no es una persona. Según dicha enseñanza, Dios es meramente un concepto que existe en la mente del hombre, y dicha idea sirve como objeto de adoración. Esta clase de enseñanza con respecto a Dios es una gran herejía.

  La Biblia nos muestra que el Dios en quien creemos es una persona y que, como tal, es una persona maravillosa. Nuestro Dios es tres y es uno. Aunque Él es uno, tiene tres aspectos: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Padre se refiere a Sí mismo como “Yo”, y el Hijo también se refiere a Sí mismo como “Yo”; el pronombre “Yo” denota una persona. En Juan 14:10 el Señor dice: “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”. En los versículos 16 y 17, Él dice: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad”. Estos dos pasajes nos muestran que el Hijo, al referirse a Sí mismo, usa el pronombre “Yo”; el Hijo pedirá al Padre, y el Padre nos dará el Espíritu. En este pasaje las expresiones el Padre, Yo y el Espíritu denotan la persona divina. Por ser una persona, Él posee personalidad propia. Por tanto, nuestro Dios no es una idea, un concepto, sino una persona viviente.

  Puesto que Dios es una persona con personalidad propia, Él es capaz de manifestar amor, misericordia, bondad, e incluso, ira; Él posee la más amplia gama de sentimientos. Por tanto, Él es Dios en calidad de persona, y no como alguna abstracción. Espero que todos ustedes recuerden esta verdad mientras sean jóvenes. Nuestro Dios no es una abstracción ni una idea que es objeto de adoración; más bien, nuestro Dios es una persona con personalidad propia. Debido a esto, nosotros los seres humanos también somos personas, y nuestra persona es una reproducción de Dios. Somos personas porque Dios es una persona, y fuimos creados conforme a Él. Por tanto, puesto que Él es una persona, nosotros también lo somos. Nuestro Dios es una persona con personalidad propia.

DIOS ES EL ESPÍRITU Y LA PALABRA

  Más aún, este Dios es el Espíritu (Jn. 4:24). Esto es verdaderamente maravilloso. Dios es Espíritu, y Él también nos creó con un espíritu. Hoy en día, todos los seres humanos poseemos un espíritu. Cuán maravilloso es que Dios sea vida, que Dios sea una persona con personalidad propia y que, además, Dios sea el Espíritu. Este Espíritu no está bajo ninguna restricción o limitación; Él trasciende toda realidad física.

  Nuestro Dios no es solamente Espíritu, sino que, además, es la Palabra (1:1). Quizás no todos los jóvenes estén enterados que en este universo existe un libro llamado la Biblia que es la Palabra de Dios. Si la Biblia no existiera, la humanidad entera se encontraría sumida en la más profunda oscuridad, pues no conocerían que fue Dios quien creó los cielos y la tierra, ni tampoco conocerían la historia del universo ni el sentido de la vida humana; es decir, no le habría sido revelado al hombre qué significa ser un hombre y cuál es la manera apropiada en que los hombres debieran comportarse. Pero alabamos al Señor porque hay un libro llamado la Biblia que es la Palabra de Dios. Cuando el Señor Jesús fue tentado por el diablo, éste le pidió que convirtiera las piedras en panes, pero el Señor Jesús le respondió: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). En la Biblia encontramos las palabras que salen de la boca de Dios.

  La Biblia es verdaderamente preciosa. Al comienzo de mi vida cristiana, la primera guerra europea acababa de concluir. En aquel tiempo los cristianos en el mundo occidental, especialmente en Europa, eran muy aficionados a interpretar las profecías contenidas en la Biblia. En el libro de Daniel encontramos un esbozo de casi todas las profecías de la Biblia. Puesto que yo recién había sido salvo, comencé a estudiar la Biblia, y casi todos los libros de consulta que adquirí estaban relacionados con el estudio de las profecías. Como resultado de esto, desde mi juventud y por más de sesenta años, he venido leyendo extensamente acerca de las profecías del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en Daniel hay una profecía con respecto a una lucha sostenida entre un carnero y un macho cabrío (8:3-7). Si leemos todo el libro de Daniel, nos daremos cuenta de que ambos animales son simbólicos. El carnero se refiere al Imperio persa, que hoy es Irán (v. 20), y el macho cabrío se refiere al Imperio griego, particularmente al Imperio griego en tiempos de Alejandro Magno (v. 21).

  Posteriormente, avancé gradualmente en mis estudios y, poco a poco, adquirí mayor conocimiento. En particular, leí The Great Prophecies [Las grandes profecías], una colección de libros escritos por el hermano G. H. Pember, que incluye las grandes profecías con respecto a los judíos, los gentiles, la iglesia y el mundo entero. Pember dice que las profecías en la Biblia son maravillosas. Una de las diez grandes profecías nos muestra que Persia es un carnero, mientras que Grecia es un macho cabrío, y que ambos animales lucharon encarnizadamente entre sí. La historia nos dice que los ladrillos con los que se construyó la ciudad capital de Persia llevan grabada la imagen de un carnero; así pues, la marca del carnero estaba por todas partes en dicha ciudad.

  Más aún, después que Alejandro Magno fue coronado, fue hecho el comandante en jefe del ejército griego cuando apenas tenía veintiún años. Al desempeñar su función como general de dicho ejército, él usaba un yelmo que tenía cuernos; los cuernos que él llevaba sobre su cabeza eran cuernos de un macho cabrío. Aquellos que han estudiado la historia del mundo occidental deben haber visto el retrato de Alejandro Magno en algún libro. Además, el mar ubicado entre las costas griegas y turcas se llama el Mar Egeo. La palabra Egeo procede de la palabra griega que significa “macho cabrío”; incluso el estrecho ubicado entre ambas costas es conocido como “el estrecho del macho cabrío”. Esto nos muestra que la Biblia es verdaderamente el hablar de Dios.

  Además, la historia también nos cuenta que Alejandro Magno, habiendo vencido en Europa, propagó su imperio en las regiones de Asia Menor e, incluso, llegó a Palestina, a la tierra de Judá. Si bien encontró oposición, finalmente obtuvo la victoria y ocupó dicho territorio; al acercarse a Jerusalén, los sacerdotes judíos le mostraron el libro de Daniel. Alejandro Magno adquirió cierto conocimiento con respecto a este libro y, al comprender que allí se hacia referencia a él mediante el símbolo de un macho cabrío, se sintió complacido. Por esta razón, manifestó un trato favorable hacia los judíos. Sin embargo, a la postre, Alejandro Magno se dedicó a celebrar sus victorias y a comer en exceso hasta que, finalmente, encontró una muerte repentina. Esto es lo que nos cuenta la historia. En Daniel 2 la profecía de la gran imagen nos revela la situación mundial desde Babilonia, que se encuentra a la cabeza de dicha imagen, hasta los “diez dedos” de los pies de dicha imagen, lo cual corresponde exactamente con la situación mundial a lo largo de la historia.

  Inmediatamente después que fui salvo, comencé a estudiar las profecías de la Biblia. Una de ellas nos dice claramente que la nación de Israel habría de ser restaurada. En aquel tiempo, yo era un joven en el cual bullían muchas preguntas. Cuando leí esa profecía en particular, por un lado estaba dispuesto a aceptarla como veraz; pero, por otro, me parecía que era imposible que dicha profecía se cumpliese. La nación de Israel había sido destruida por más de dos mil años, sus territorios estaban ocupados, y el pueblo de Israel se encontraba disperso en gran diversidad de naciones alrededor del mundo, donde se había asimilado a diferentes culturas. Debido a esto, la restauración de Israel no sería tarea fácil. A los ojos de los hombres, las posibilidades de que esto sucediera eran prácticamente inexistentes.

  En 1948, mientras laboraba para el Señor en Shanghái, me mantenía pendiente de las noticias mundiales. Un día, el periódico trajo las noticias de que los judíos habían conseguido restaurar su nación. Incluso, hubo un incidente en el que los egipcios procuraron impedir el avance de los israelitas, pero enjambres de abejas brindaron ayuda a los israelitas, atacando a los egipcios y dejándolos malheridos. Yo había leído la Biblia desde que fui salvo y, por eso, recordé de inmediato que había una profecía en la Biblia que decía que Dios cuidaría de Israel incluso enviando avispas en su defensa (Dt. 7:20; Jos. 24:12). En conformidad con tales profecías, en 1948 la nación de Israel fue restaurada. Al ver las fotografías que atestiguaban de este hecho, comprendí que la palabra de Dios verdaderamente se había cumplido.

  Aunque Israel había sido restaurado como nación, la antigua ciudad de Jerusalén todavía estaba ocupada por los jordanos, los árabes. En 1967, diecinueve años después, los israelitas recobraron Jerusalén. En aquellos días yo me encontraba enfermo, pero recuerdo haberme regocijado sobremanera. Había leído profecías bíblicas desde la década correspondiente al año 1920, y ahora, más de cuarenta años después, Jerusalén regresaba a manos de los israelitas. Por tanto, la profecía se cumplía delante de mis ojos; ¿cómo no habría de regocijarme? (Mt. 24:32; cfr. Jer. 24:2, 5, 8; Os. 9:10). En las fotografías que mostraban la toma de la antigua ciudad, pude ver cómo los árabes huían ante el avance del ejército israelí. Esto era exactamente lo que el Antiguo Testamento había anunciado: que cuando Dios interviniera para salvar a Israel, Él infundiría gran temor a sus enemigos (Dt. 11:25). ¡Esto es maravilloso! La pequeña nación de Israel es apenas distinguible en los mapas, pero las muchas naciones árabes que la rodean se encontraron indefensas al tratar de retener para sí un territorio tan reducido. Ciertamente podemos ver la mano de Dios en todo esto.

  Hemos querido tener comunión sobre estos asuntos simplemente a manera de ilustración, para demostrarles que las palabras de la Biblia son las palabras de Dios. Estas palabras no sólo son proféticas, sino que, sobretodo, son espirituales. Las palabras de índole profética se refieren a hechos concretos que vienen cumpliéndose, mientras que las palabras de índole espiritual son revelaciones que traen consigo el suministro de la vida divina y que, asimismo, se vienen cumpliendo. Sabemos que Dios es vida para nosotros; Él es una persona, es el Espíritu y es la Palabra. Cuando tenemos contacto con Él, tocamos el Espíritu y la Palabra y recibimos la vida divina misma. Esta vida es Dios mismo.

DIOS REQUIERE UN ORGANISMO PARA LA IMPARTICIÓN DE VIDA

  Este Dios requiere un organismo. Valgámonos del cuerpo humano como ejemplo. Nuestro cuerpo es un organismo; no es una entidad organizada, sino una entidad orgánica. Cuando comemos, nuestro cuerpo digiere aquello que ingerimos; después de digerirlo, el cuerpo absorbe los nutrientes y elimina el resto. Todo nutriente que sea beneficioso para nuestro cuerpo es trasladado a todas las partes del mismo a fin de que dichas partes del cuerpo puedan manifestar sus respectivas funciones. Por ejemplo, nuestros oídos pueden oír y nuestros ojos ver. Incluso mientras hablamos, nuestros oídos ejercen su función a fin de facilitar las operaciones orgánicas propias del cuerpo humano. Si nuestros oídos fueran artificiales y no pudiesen contribuir a las operaciones orgánicas de nuestro cuerpo, no podríamos oír. Si nuestros ojos fueran artificiales y no desempeñasen la operación orgánica correspondiente, no podríamos ver. Así pues, nuestro ser entero es un solo organismo.

  Puesto que Dios es la vida eterna, Él requiere un organismo que lo exprese como tal. En Juan 15 el Señor dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” (v. 5). El Señor es la vid, y quienes creemos en Él somos los pámpanos. Esta gran vid es un organismo que expresa la vida de la vid. Cristo con la iglesia constituyen el organismo de Dios, el cual, al operar y laborar en la tierra, da expresión a Dios como vida eterna.

IR Y LLEVAR FRUTO

  Hoy en día, todos formamos parte del organismo de Cristo. Aquellos que no comprenden este organismo no pueden comprender tampoco lo que hacemos al reunirnos. Algunos de nosotros tenemos setenta u ochenta años de edad, otros son más jóvenes y tienen veintitantos años de edad o menos; pero, cuando nos reunimos, todos cantamos y elevamos nuestras voces, actuando como si estuviéramos locos. No nos reunimos para ver películas, ni para cantar canciones populares; más bien, al reunirnos, simplemente invocamos el nombre del Señor, cantamos y oramos. A los incrédulos esto les resulta incomprensible. Sin embargo, nosotros conformamos un organismo único. Cuando este organismo se mueve, nosotros no podemos permanecer quietos; cuando este organismo avanza, nosotros no nos podemos quedar atrás. Hoy en día, cuando este organismo actúa y opera, nos insta a ir y llevar fruto. Además, no hacemos esto conforme a la vieja manera sino conforme a la nueva manera, en la cual llamamos a las puertas de casa en casa buscando a los hijos de paz.

  Anteriormente, predicábamos el evangelio principalmente al publicar anuncios en los que informábamos a las personas de nuestras reuniones de evangelización y las invitábamos a asistir y escuchar el evangelio; pero el resultado no fue muy bueno. Nos esforzábamos en invitar a las personas, llamándolas por teléfono e incluso esperando por ellas en estaciones de tren o a la puerta de sus casas, y les preparábamos banquetes de amor, ágapes, a fin de darles la bienvenida a nuestras reuniones. Sin embargo, no muchos vinieron. En los últimos dos años el Señor nos ha mostrado una nueva manera de proceder, que consiste en llamar a las puertas de casa en casa llevando el evangelio a las personas. Como resultado de ello, cuando salimos, Dios sale con nosotros; y cuando Dios sale, el evangelio es propagado.

  Cuando salgamos a llamar a las puertas, tal vez nos encontremos con “manadas de lobos”, pero entre ellos hay algunos hijos de paz que Dios eligió antes de la fundación del mundo. Al ir de puerta en puerta, salimos en busca de los hijos de paz. Después que los encontramos, debemos buscar tener comunión con ellos. Al hablarles, les impartiremos a Dios mismo, pues Juan 1:1 dice que el Verbo era Dios. Las palabras que les hablamos a los hijos de paz imparten a Dios mismo en ellos. El Señor Jesús también dijo: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (6:63). Así pues, cuando salgamos a hablar con los hijos de paz, cada frase que les digamos servirá para comunicarles Dios, el Espíritu y vida. Es así como opera este organismo en la tierra, y mediante tal operación produce fruto; finalmente, esta gran vid dará fruto que llene toda la tierra.

  Es nuestra expectativa que todos nuestros jóvenes, después de graduarse de la universidad, salgan a llamar a las puertas a fin de llevar fruto. ¿Dónde deberán ir? Vayan al África, a Sudamérica a Norteamérica y a Europa; vayan a todos los confines del mundo habitado y a todas las naciones y prediquen el evangelio de puerta en puerta. ¡Cuánto anhelo que tuviéramos diez mil jóvenes, entre hermanos y hermanas, que hayan sido entrenados, de modo que todos pudieran llamar a las puertas en busca de los hijos de paz! ¡Cuán glorioso sería esto! Después de haber concluido sus estudios, estos jóvenes se dedicarán a hacer una sola cosa: llamar a las puertas hasta alcanzar todos los confines de la tierra. Después que ustedes hayan terminado de llamar a las puertas en Sudamérica, salgan y llamen a las puertas en Centroamérica. Después de llamar a las puertas en Centroamérica, vayan a Norteamérica. Después de llamar a las puertas en Norteamérica, vayan a Europa. Deben llamar a las puertas en todos y cada uno de los continentes de esta tierra; hagan esto hasta que en toda la tierra habitada hayan jóvenes “héroes” taiwaneses que van de puerta en puerta predicando el evangelio.

PASTOREAR A LAS OVEJAS DEL SEÑOR

  Soñamos con aquel día en que habrá quinientos mil jóvenes taiwaneses dedicados a llamar a las puertas en toda la tierra habitada, con lo cual ellos harán que el Señor Jesús retorne. Creo firmemente que todos ustedes tienen corazones dispuestos y que, por ello, están deseosos de ir y aprender a llamar a las puertas en busca de los hijos de paz para hacer que todos ellos lleguen a ser corderitos de Dios, incluso en rebaños. En la última parte del Evangelio de Juan, el Señor le preguntó a Pedro: “¿Me amas?”. Pedro respondió: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo” (21:16). A lo cual, el Señor respondió: “Pastorea Mis ovejas ... Apacienta mis ovejas” (vs. 16-17).

  Si salimos a llamar a las puertas, encontraremos hijos de paz, los cuales serán salvos a fin de llegar a ser las ovejas del Señor que necesitan ser alimentadas por nosotros. ¿Cómo hemos de alimentar a estos nuevos creyentes? Hemos de alimentarlas por medio de las reuniones de hogar, al establecer muchos “centros de pastoreo”. El resultado no sólo será que todo Taiwán será evangelizado y que en todos los hogares habrá alimento, sino que, además, esta práctica se propagará por toda la tierra habitada hasta que en el mundo entero se haga esto mismo. Por tanto, al ir de casa en casa por causa del Señor, lo hacemos con una visión y meta determinada. No estamos simplemente pasando el tiempo; ello carecería de sentido. Debemos salir a llamar a las puertas todos los días, en búsqueda de los hijos de paz, a fin de que ellos se conviertan en fruto, sean regenerados y lleguen a ser el rebaño del Señor. Entonces podremos establecer reuniones en los hogares en las que estos nuevos creyentes sean pastoreados y alimentados.

PREPARARSE PARA SERVIR A TIEMPO COMPLETO

  Para llevar a cabo esta tarea, es necesario que nos preparemos, es decir, que nos preparemos para servir al Señor a tiempo completo. ¿Cómo podemos prepararnos? Todos los días debemos tener contacto con el Señor, ser llenos del Espíritu y ser llenos de la palabra del Señor. Nosotros no sólo conocemos la Biblia y el Espíritu, sino que estamos empapados de la palabra del Señor y estamos llenos de las riquezas en el Espíritu Santo. De este modo, cada vez que salgamos a llamar a las puertas, ciertamente podremos impartir al Señor a nuestros oyentes.

  Hace algún tiempo, algunos estudiantes de secundaria me preguntaron qué debían estudiar una vez que se graduaran de la escuela. Si tomamos en cuenta la situación actual, aquellos que quieren prepararse para salir a llamar a las puertas en el nombre del Señor o que quieren prepararse para pastorear el rebaño del Señor, deberían estudiar medicina. Si estudiar medicina les quita demasiado tiempo, pueden estudiar idiomas. Hay algunos idiomas que deben aprender. Puesto que ustedes ya hablan el idioma chino, yo les aconsejaría estudiar griego, inglés, español, alemán y francés. Si tienen capacidad para ello, deben estudiar algunos otros idiomas más, como el hebreo. Aprender el griego y el hebreo tiene como finalidad el estudio de la Biblia, la Palabra de Dios. En lo que respecta al español y al inglés, estos son los idiomas más difundidos en el mundo de hoy. Además, a fin de atender las necesidades en la región asiática, algunos entre nosotros debieran aprender japonés o coreano.

  Abrigo la esperanza de que un día nuestros jóvenes irán a otras naciones a predicar el evangelio entre aquellos que hablan español, inglés, alemán, francés, japonés o coreano. Quiera el Señor que en todos los confines de esta tierra haya jóvenes que formen parte del organismo del Señor, cada uno de ellos dedicado a llamar a las puertas de casa en casa buscando a los hijos de paz a fin de que éstos sean salvos y lleguen a ser el rebaño de Dios. Luego, los jóvenes que pueden conversar con estos hijos de paz en su propio idioma y leer la Biblia con ellos en el mismo idioma, podrán alimentarlos y pastorearlos. Ésta es la nueva manera.

  Ésta ha sido una comunión muy amplia, la cual abarcó desde el misterio del universo hasta la predicación del evangelio de puerta en puerta, el llevar fruto, el establecimiento de reuniones de hogar y la alimentación del rebaño del Señor. Abordé estos temas para que tomen la determinación de aprehender y conocer el misterio de Dios a fin de que puedan salir y laborar conforme a esta nueva manera de proceder con miras a realizar la obra del ministerio neotestamentario, la cual consiste en la edificación del Cuerpo de Cristo.

  (Un mensaje dado en una conferencia para jóvenes celebrada en Taipéi, Taiwán, el 13 de julio de 1987).

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