
Cuando Pablo se encontró con el Señor de camino a Damasco, el Señor le dijo: “Para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto de Mí, y de aquellas en que me apareceré a ti” (Hch. 26:16). Dos “cosas” se mencionan en este versículo: las cosas que Pablo vio del Señor y las cosas en que el Señor se le aparecería a Pablo. No es fácil ver el contenido de estas dos “cosas” con leer Hechos solamente. Sin embargo, en las epístolas de Pablo es más fácil ver que las cosas que Pablo vio de Cristo tienen que ver con Cristo mismo, y que las cosas en las cuales el Señor se le aparecería más adelante tienen que ver con la iglesia. El testimonio principal de Pablo era de Cristo y la iglesia.
En Colosenses vemos las cosas propias de Cristo, y en Efesios vemos las cosas propias de la iglesia. En Colosenses 2:2 Pablo habla del “misterio de Dios, es decir, Cristo”. Las cosas acerca de Cristo tienen que ver con el misterio de Dios. Dios es un misterio y nadie puede conocerle o entenderle. Aunque Dios es un misterio, Cristo es la historia de este misterio. Cristo es la historia de Dios; los detalles de Dios se revelan por medio de Cristo. Es por esto que Colosenses habla de Cristo como el misterio de Dios. En Efesios 3:4-6 Pablo se refiere a la iglesia como “el misterio de Cristo”. La historia y los detalles de Dios se revelan por medio de Cristo, y la historia y los detalles de Cristo se revelan por medio de la iglesia. Por tanto, estos dos libros revelan dos misterios, a saber, el misterio de Dios y el misterio de Cristo. El misterio de Dios es Cristo; el misterio de Cristo es la iglesia. Hemos hablado de estos misterios por más de veinte años aquí en Taiwán, y hemos publicado numerosos mensajes relacionados con ellos en la revista titulada The Ministry of the Word.
No obstante, tengo que mencionar algo. Aunque hemos hablado de estos asuntos por muchos años, tal parece que los mensajes de los colaboradores y su obra, y los resultados de dicha obra no tienen relación alguna con el hablar del ministerio acerca de Cristo y la iglesia. Los mensajes del ministerio y la obra que llevan a cabo los colaboradores parecieran estar desconectados e incluso muy distantes el uno del otro. Esto pone en evidencia el que no hemos entrado en la visión del misterio de Dios y del misterio de Cristo; esta visión no regula nuestra obra. Aunque hemos oído mensajes y leído libros acerca de estos dos misterios, nuestra verdadera obra está muy distante de la visión central de Cristo y la iglesia. Tenemos que inclinar nuestras cabezas para reconocer que no hemos entrado en esta visión aunque hemos oído estas expresiones. Esta visión no nos regula.
Los cristianos se encuentran en una condición lamentable, pues por siglos ellos no han permitido que el Señor los introduzca en esta visión. El hablar en las denominaciones hoy en día nos muestra que los cristianos en realidad están muy lejos de esta visión en su vivir. Ellos ni siquiera saben cómo hablar acerca de esta visión de manera clara y precisa. Cualquier discurso relacionado con Cristo y la iglesia está combinado con conceptos humanos, culturales, morales y religiosos. Aunque ésta es la condición del cristianismo hoy en día, nosotros tampoco estamos completamente alejados de esta condición. En nuestros mensajes todavía combinamos versículos y porciones de los libros del ministerio con nuestros conceptos culturales, morales y religiosos. Aquellos que hablan entre nosotros no tienen un cielo despejado, y aquellos que oyen no tienen un fuerte discernimiento. Por consiguiente, todos siguen sin ver claramente esta visión. La obra de los colaboradores igualmente carece de claridad; tal parece que el azul no es azul, el verde no es verde, el negro no es negro y el blanco no es blanco. No hay delimitaciones claras. Tal condición mixta y poco clara dificulta a Dios bendecirnos; ésta es la razón por la cual no tenemos mucho fruto en varias localidades.
Según la situación en todas las iglesias locales, necesitamos ser plenamente entrenados. El entrenamiento puede compararse a un doctor que le habla a su paciente. Es la responsabilidad de un doctor decir palabras veraces, no palabras placenteras; sin embargo, las palabras veraces muchas veces son amargas y difíciles de recibir. Necesitamos estar calmados y preguntarnos delante del Señor acerca del testimonio que tienen las iglesias en el sudeste de Asia. Ha habido iglesias en Indonesia, las Filipinas, Singapur, Malasia y Tailandia por tres o cuatro décadas, pero nadie puede decir que está satisfecho con el número de santos y el número de iglesias. Deberíamos inclinar nuestras cabezas y reconocer que nuestra visión no está clara ni es fuerte. Hablando con más exactitud, estamos carentes de visión. Igualmente, no tenemos una visión fuerte en nuestra obra; por tanto, no tenemos mucho fruto.
Conforme a nuestra naturaleza humana creada por Dios, cada hombre tiene una inclinación y un deseo de lograr algo. Independientemente de la profesión que uno tenga, todos tienen una meta. Incluso los bandidos tienen una meta. Tener una visión y una meta es esencial para lograr algo. Es difícil que otros consideren muy seriamente a alguien que no ha logrado nada. El hombre fue creado por Dios, y en su naturaleza humana creada hay una inclinación por ir en pos de una meta. No obstante, nuestra obra es como un barco sin timón que está a cargo de capitanes que no tienen una brújula; por consiguiente, estamos a la deriva. Ésta es una verdadera representación de nuestra obra. Nuestra obra no tiene meta y nuestros mensajes no tienen una dirección establecida; hablamos lo que nos parezca acerca de un asunto hoy y otro asunto la próxima semana. Al final, ni los que llevan la delantera ni los santos saben adónde vamos. Ciertamente ésta es una situación deplorable.
Recientemente algunos santos de las iglesias en Manila, Singapur y Hong Kong visitaron un distrito para la reunión del partimiento del pan. Tan pronto como fueron pasados el pan y la copa, un hermano responsable se puso de pie y dijo: “Doy gracias y alabo al Señor por los hermanos que nos visitan hoy. Escuchemos alguna comunión de parte suya”. Tan pronto como él dijo esto, el barco fue entregado a otros. Esto nos muestra que el hermano responsable dirigía el barco sin tener una brújula. Durante una reunión reciente del día del Señor, un hermano responsable me vio y dijo: “Gracias al Señor, el hermano Lee está aquí hoy; tenemos esperanza”. Yo respondí, diciendo: “No hablaré. Usted está dirigiendo el barco aquí y está haciendo un buen trabajo. Si usted me entrega el barco sólo porque yo esté aquí, no habrá dirección alguna”. A veces entregamos el barco a otros y ni siquiera nos percatamos cuando ellos lo encallan. Esto perjudica el propósito de la reunión y no lleva a cabo nada. Una reunión sin dirección puede compararse a una sopa picante y ácida que ni pica ni es ácida. ¿Quién querría tal sopa insípida? Los creyentes que vienen a tal reunión sentirán que han sido defraudados y nunca regresarán. Si nuestras reuniones no logran nada ni tienen meta, visión, revelación ni espíritu alguno, las personas no tendrán el deseo de regresar.
Los colaboradores tienen que postrarse delante del Señor y esforzarse por lograr algo definido. La Nueva Jerusalén tiene un muro que mide ciento cuarenta y cuatro codos de altura (Ap. 21:17); tiene delimitaciones y especificaciones definidas. Sin embargo, nosotros hemos creado una atmósfera de indiferencia hacia nuestros mensajes, nuestra obra y nuestras reuniones. Aún más doloroso, algunos colaboradores están contaminados por el pecado, pero ellos no sienten nada. Otros pecan una y otra vez, mas no reciben la debida disciplina. Tales colaboradores deberían irse, y los demás colaboradores deben ser reprendidos por ser indiferentes al pecado. Ésta no es una condición apropiada.
Durante una reunión para el servicio de la iglesia en Taipéi, un hermano de otra localidad se sentó en la parte trasera del salón y se puso de pie para hablar tres veces. Era una reunión para los hermanos y las hermanas de los diferentes distritos en Taipéi, pero este hermano se unió a la reunión y expresó sus opiniones abiertamente. Esto fue un grave error que nos muestra que no tomamos la iglesia y la obra del Señor seriamente. ¿Cómo podemos esperar la bendición del Señor en tal condición? Las bendiciones del Señor son como la lluvia. Aunque la lluvia viene del cielo, tiene que haber vasos apropiados para recibirla. Si nuestras reuniones dedicadas al servicio no son apropiadas, no es de dudar que nuestra obra y nuestras reuniones carezcan de logros definidos. Muchos de nosotros nos hemos consagrado para servir a tiempo completo, incluso abandonando nuestros futuros, pero en realidad abandonamos nuestra consagración cuando obramos sin tener una visión y una meta.
Tenemos que ver que el misterio de Dios es Cristo y que el misterio de Cristo es la iglesia. Hemos hablado del misterio de Dios y del misterio de Cristo por muchos años. No obstante, no he visto que los colaboradores en el Lejano Oriente tomen en serio la visión del misterio de Dios y del misterio de Cristo. Si doy un mensaje en los Estados Unidos, los hermanos y las hermanas se centrarán en él por mucho tiempo, pero tal parece que aquí hay una actitud de indiferencia. Es como si lo pudiéramos tomar o dejar. La bendición de Dios depende de nuestra cooperación, y el grado de nuestra cooperación determina el grado de la bendición de Dios. Si tenemos una actitud indiferente hacia las bendiciones de Dios, no tendremos éxito en ninguna cosa que hagamos. Todo lo que hacemos tiene que importar y tiene que producir resultados.
Necesitamos orar pidiendo al Señor que nos conceda ver la visión del misterio de Dios y del misterio de Cristo. El misterio de Dios es la historia del Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Cristo, el Hijo, también es el Padre y el Espíritu (Is. 9:6; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). Como fuente, Dios es el Padre; como expresión, Dios es el Hijo, y en el sentido de que Él es la realidad, la aplicación y Aquel que entra en el hombre, Dios es el Espíritu. Cristo es el misterio de Dios; Él lo es todo —el Padre, el Hijo y el Espíritu— a fin de forjar en nosotros Su mismo ser, como Aquel que es místico, Aquel que es maravilloso y Aquel que es rico. El enfoque de nuestra obra tiene que ser ir a las iglesias y forjar este asunto en los hermanos y las hermanas para que ellos puedan ver que el Dios Triuno desea forjar Su propio ser en nosotros. Tenemos que hablar esto independientemente de nuestra aptitud a fin de que los hermanos y las hermanas en cada localidad puedan ver que el Dios Triuno —el Padre como fuente, el Hijo como expresión y el Espíritu como realidad— desea forjarse en nosotros. Debemos dar mensajes acerca de este tema cada semana por un año completo. Además, tenemos que hablar de manera viviente y cabal hasta que los santos sean tocados interiormente. Después de hablar del misterio de Dios, tenemos que hablar del misterio de Cristo, que es la iglesia. Necesitamos hablar mensaje tras mensaje acerca de que el espíritu humano es un vaso para contactar a Dios, para contener a Dios, para digerir a Dios y desde el cual Dios puede propagarse hasta alcanzar cada parte de nuestro ser. Deberíamos enumerar todos los versículos acerca del espíritu humano vistos en el Nuevo Testamento y concentrarnos en ellos versículo tras versículo, hablando continuamente por un año o dos hasta que los santos sean introducidos en el espíritu. Los hermanos en Hong Kong han hecho esto en cierta medida a lo largo de los años, pero hablando con propiedad, no he visto colaboradores en ningún otro lugar que hablen lo mismo y hagan la misma cosa.
En nuestra obra dar mensajes es semejante a dar clases en una escuela, pero estamos extremadamente faltos de preparación. Cuando es la “hora de la clase”, no sabemos si enseñamos literatura, historia o geografía. No sé qué las personas han aprendido al reunirse con nosotros a lo largo de los años. En tal condición, ¿cómo puede ser bendecida nuestra obra? ¿Cómo pueden venir los que buscan más del Señor? La condición de los colaboradores y nuestra condición en general es una de indiferencia. Discúlpenme por decir esto, pero en principio nuestra condición es igual que la del cristianismo. Levantamos el estandarte de Jesucristo, pero estamos completamente indiferentes y no sabemos qué estamos haciendo. Los colaboradores, los ancianos e incluso los hermanos responsables en los distritos están indiferentes; todo el mundo está indiferente.
Había un hermano llamado John Sung quien, desde el punto de vista de la verdad, no predicaba el evangelio de manera tan precisa. No obstante, él tenía una meta, a saber, se ponía a hablar hasta que las personas se arrepintieran, hasta que las personas fuesen redargüidas en su consciencia y confesaran incluso con lágrimas y mucho llanto. Él hablaba dos veces al día por dos horas cada vez a fin de impartir en las personas un sentimiento de pecado, de modo que ellas se arrepintieran. Sus mensajes en realidad no eran completamente conformes a la verdad, pero él tenía una meta y una dirección. Por lo tanto, él fue fructífero.
En Filipenses 3:14 Pablo dice: “Prosigo a la meta”. Esto indica que Pablo tenía una visión. En los versículos 5 y 6, Pablo se describe a sí mismo como alguien “del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, llegué a ser irreprensible”. Hubo un tiempo en que Pablo fue más religioso que todos los demás fanáticos religiosos. No obstante, él estimó todas esas cosas como pérdida a fin de proseguir a la meta de vivir a Cristo. Si miramos toda la Epístola a los Filipenses, veremos que la meta de Pablo era el Cristo que vive en nosotros. Pablo también advirtió a los filipenses, diciendo: “Guardaos de los perros”. Los perros eran aquellos que los inyectaban con su veneno religioso (v. 2). Estos “perros” estaban en contraste con “los que servimos por el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (v. 3). Nunca debemos ser atrapados por ninguna religión; debemos considerar la religión como basura (v. 8). Pablo consideraba a todos los fanáticos religiosos como perros que mordían; por un lado, debemos temerles y guardarnos de ellos, y por otro, debemos ir en pos de Cristo. Si aplicamos este principio a nosotros mismos, podríamos descubrir que las cosas rutinarias que hacemos en nuestro servicio posiblemente hayan sido afectadas por la religión. Por ejemplo, aunque es posible que tengamos una vigilia matutina, quizás no estemos en Cristo. Tenemos que guardarnos de la religión porque es posible que incluso nosotros mismos lleguemos a ser “perros religiosos”. Por tanto, tenemos que huir de nuestra religión. Sólo una visión puede verdaderamente tocar los sentimientos de otras personas; los mensajes religiosos o naturales no significan nada.
Si vemos esta visión, seremos librados de nuestras perspectivas y nuestro entendimiento naturales, incluso en nuestra lectura de la Biblia. Recientemente, estuve en una reunión del partimiento del pan donde una hermana tuvo comunión acerca de 1 Juan 3:1, que dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. Cuando ella habló del amor del Padre, lo dicho por ella estaba basado en un entendimiento natural. Ella entendió el significado literal del versículo, pero no su revelación interior. El versículo de hecho dice que Dios nos ama y que debemos ser llamados hijos de Dios, pero el énfasis principal del versículo se centra en que Dios está en nosotros hoy como nuestra vida, nuestra comunión y nuestra unción. Su naturaleza ha llegado a ser nuestra naturaleza, Su comunión de vida ha llegado a ser nuestra comunión de vida y Él es la unción interior que nos unge constantemente. Es fácil leer la Biblia de manera literal, pero es un asunto distinto ver los puntos más profundos. Cuando, por ejemplo, el Señor Jesús se refirió a Dios como “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Mr. 12:26), Él les hablaba a los saduceos acerca de la resurrección. Aunque la palabra resurrección no se usa en este versículo, el Señor utilizó el nombre el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob para revelar el asunto de la resurrección. Esto es visión.
Nuestras reuniones y nuestra obra en la iglesia carecen de peso porque estamos cortos de visión. Si una escuela es administrada con seriedad, serán producidos buenos estudiantes. Si dependemos solamente del celo, produciremos algo que carece de visión, luz y revelación, y las personas no permanecerán. Éste es nuestro problema.
Aunque algunos hermanos han visto un poco de revelación, su descuido perjudica su hablar. Por ejemplo, una vez un hermano dijo: “Después que el aliento de vida fue soplado en el hombre en Génesis 2:7, el hombre recibió el elemento de Dios, la vida de Dios”. Lo que dijo trataba acerca de la vida, pero fue algo descuidado y no era conforme a la verdad. Cuando Dios sopló el aliento de vida en el hombre, el hombre no recibió el elemento de Dios, la vida de Dios; más bien, él sólo llegó a ser alma viviente. Por tanto, él aún necesitaba ser puesto frente al árbol de la vida para recibir a Dios como vida (vs. 7-9). Debemos ser cuidadosos y no hablar acerca de cosas de las cuales no tenemos plena certeza. A fin de ser un experto en cualquier cosa, es imprescindible que seamos disciplinados y sigamos concentrados. En cuanto somos descuidados, ya no hay normas ni directrices. Ya sea en nuestra obra o en nuestra lectura de la Biblia, muchos de nosotros somos muy descuidados porque comenzamos pero nunca terminamos. Esto es suficiente evidencia de nuestro descuido en la obra del Señor y al guiar la iglesia. A fin de liberar la palabra del Señor con las expresiones apropiadas, tenemos que estar concentrados y ser disciplinados.
Muchas personas tienen un problema relacionado con el descuido y una falta de enfoque, pero no deberíamos servir al Señor de tal manera. Cuando liberamos la verdad, tiene que haber una introducción y una conclusión. Si somos descuidados, hablaremos de forma liviana. Sin embargo, a fin de liberar la verdad, tenemos que ser serios. Debemos tratar cada cosa seriamente, aun en nuestros propios asuntos personales. Si algunos colaboradores obran en Tailandia por tres años, ellos o no deberían mencionar el misterio de Dios en lo absoluto o tomarlo tan en serio que todos los santos en Tailandia conozcan el misterio de Dios. Aunque todos nosotros hemos oído y visto un poco de la visión que Dios nos ha dado a lo largo de los siglos, no la hemos tomado seriamente. Como resultado de ello, sólo podemos hacer un poco aquí y un poco allá en nuestra obra.
La revista The Ministry of the Word comenzó a ser publicada en 1951, tres años después que llegamos a Taiwán. En los más de veinte años desde entonces, debían haber sido levantadas más personas que suministraran la palabra. Pero luego de más de veinte años, no vemos muchos que puedan suministrar la palabra que el Señor nos ha dado. Dios es la fuente y el suministro de la palabra, y debemos entrar en el suministro que Él ha provisto. En mi obra en la China continental, estaba muy consciente de que el suministro de la palabra no se hallaba conmigo, sino con el hermano Nee. Me entregué por completo para estar en el suministro de su ministerio. Hoy en día deberíamos sumergirnos en el suministro de la palabra; si hacemos esto, no habrá carencia alguna.
Las iglesias en los Estados Unidos sirven a los santos al introducirlos en este suministro de la palabra. Cuando algunos de los que llevaban la delantera a nivel local sintieron que ellos tenían algo, yo no los obligué a que recibieran de este suministro. No tengo miedo de que las personas comparen los bienes, aunque comprendo que algunos no tienen un “buen ojo” para los bienes. Luego de varios años haciendo esto por su propia cuenta, los ojos de estos hermanos fueron abiertos, y ellos reconocieron su necesidad. Ésta es una fortaleza que tienen los santos americanos, ellos son muy directos. En cuanto ellos ven una carencia, están dispuestos a recibir de parte de otros. Cuando ellos vieron que otros tenían oro y que ellos mismos sólo tenían bronce, abandonaron lo suyo y los siguieron de manera absoluta. Esto es parte de su carácter. El carácter de los chinos no es tan estricto, y tolera dilaciones. Esto es dañino.
No obstante, creemos que el Señor no está sin esperanzas hoy en día. Tenemos que postrarnos delante del Señor y dar un giro cabal a fin de que la visión del Señor llegue a ser nuestra meta. Necesitamos consagrarnos a esta visión y aferrarnos a ella como si fuese un asunto de vida o muerte. Ésta será una fuente de esperanza entre nosotros. Si no somos disciplinados de este modo, creo absolutamente que el Señor no tendrá la manera de ir adelante con nosotros.
Debemos adorar al Señor por una cosa: según nuestra observación de la historia y la condición del cristianismo actual, podemos decir que Dios nos ha revelado Su intención. Por tanto, de hecho hemos recibido una visión. Yo fui salvo a una edad muy temprana, y aspiraba mucho a ir en pos del Señor e hacía todo lo posible por comprar libros espirituales para leer. Estaba familiarizado con todas las famosas figuras cristianas en el Este y en el Oeste. No obstante, cuando comparé esos libros con los mensajes que el Señor liberaba por medio del hermano Nee, vi de manera clara lo que era superior y lo que era inferior. Una comparación de bienes nunca es un problema a menos que una persona no pueda reconocer la calidad superior de los bienes. Cuando leí los mensajes del hermano Nee, creí firmemente que el camino del Señor y la visión del Señor estaban con él. Desde aquel día, hice la resolución de seguir al Señor conforme a lo que vi, y hasta el día de hoy no me arrepiento.
Cuando el Señor me trajo al extranjero, todavía tenía la esperanza de que otros pudiesen ser levantados para hablar esta visión. Sin embargo, han pasado más de veinte años y ningún otro ministerio de la palabra ha sido levantado por el Señor en el Este o en el Oeste. En el Reino Unido por un tiempo hubo una liberación considerable de riquezas espirituales, pero su presente no se puede comparar con su pasado. En los Estados Unidos el contenido de muchas de las supuestas revistas cristianas es bastante variado. Por tanto, sólo podemos postrarnos y adorar a Dios por la visión que Él ha liberado entre nosotros. Como resultado de esto, en cuanto el testimonio del Señor alcanzó los Estados Unidos, atrajo a muchas personas; entre éstas hay hermanos y hermanas que eran pastores, misioneros y egresados de seminarios.
Recientemente, un par de hermanos en la sangre comenzó a reunirse con nosotros. El hermano mayor era un predicador ambulante, y el hermano menor le acompañaba como director del coro. Durante uno de sus viajes, ellos invitaron a un predicador americano a que hablara, y lo que este predicador habló procedió completamente del libro La economía de Dios. Este predicador reconoció abiertamente que su hablar se basaba en este libro. Cuando los dos hermanos lo llevaron al aeropuerto, el predicador les dio La economía de Dios y El Cristo todo-inclusivo. Los hermanos se llevaron los libros a la casa, los leyeron y comprendieron que lo que habló el predicador ciertamente fue tomado de estos libros. Poco después, los dos hermanos comenzaron a reunirse con nosotros, aunque el predicador no siguió este camino. Más adelante, cuando estos dos hermanos compartieron su testimonio con el predicador, él dijo que este ministerio era el ministerio más elevado en la tierra.
Esto nos muestra que el recobro del Señor no es un asunto de doctrina, sino de visión. Hoy en día no hay ningún libro en el cristianismo que hable claramente acerca del misterio de Dios y del misterio de Cristo. Es una gran misericordia que el Señor nos haya mostrado tanto. Por consiguiente, no debemos dar por sentado lo que el Señor nos ha mostrado, que Cristo es el misterio de Dios y la iglesia es el misterio de Cristo. Estos dos misterios son la historia del Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Espero que invirtamos una cantidad considerable de tiempo y energía para proseguir y orar acerca de este asunto a fin de conocer a Cristo como el misterio de Dios y la iglesia como el misterio de Cristo. Primero, tenemos que abrir nuestro espíritu y entrar en esta visión. El Señor no está en procura de la santidad, la espiritualidad o la victoria. El Señor desea introducirnos en esta visión para que veamos que el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es el Espíritu todo-inclusivo que ha entrado en nosotros para ser nuestro todo. Nosotros somos el misterio de Cristo, la iglesia, porque Él está en nosotros. El Espíritu todo-inclusivo está mezclado con nuestro espíritu humano; por tanto, tenemos que vivir en este Espíritu.
La historia del recobro del Señor, la historia de la iglesia, tiene que ver con dos espíritus —el Espíritu divino y el espíritu humano— que se mezclan como un solo espíritu (1 Co. 6:17). El Espíritu divino todo-inclusivo se ha mezclado con nuestro espíritu humano. Nunca en la historia se ha revelado esta visión tan claramente. Aunque los santos entre nosotros aparentemente entienden esto, a ellos no les importa mucho. Es como si se les hubiera entregado un tesoro, pero ellos están dispuestos a ponerlo a un lado mientras se ocupan de otras cosas en su vivir y su obra. Hemos descuidado de este tesoro, y por tanto, hemos perdido la meta y la bendición.
La carga de este capítulo consiste en llamarnos para que regresemos a este tesoro. Nada es más precioso que este tesoro. No me estoy jactando, pero por más de cincuenta años he estudiado en este campo. He estudiado y abordado verdades acerca de la santidad, la santificación y el llevar la cruz. Estas verdades no están equivocadas, pero no están actualizadas. El asunto del Espíritu todo-inclusivo no era tan claro hace treinta años. Si descuidamos del Espíritu hoy en día y volvemos a preocuparnos por la santificación, la victoria, la espiritualidad y la cruz, estamos retrocediendo. Tenemos que ver que el Espíritu, este tesoro, según Dios nos lo revela en Su palabra, es todo-inclusivo. Al vivir en este Espíritu, hay santificación; al vivir en este Espíritu, hay victoria; al vivir en este Espíritu, está la cruz. Si estamos en el Espíritu, aun el problema de nuestra carne es resuelto; todo se suministra al vivir en el Espíritu.
Los hermanos en el Lejano Oriente debían haber prestado atención a esto hace diez años, pero no lo hicieron, y la bendición se ha ido fugando. Aunque ellos han comenzado a prestar más atención en años recientes por la influencia de los hermanos americanos, todavía no es suficiente. Los ancianos y los colaboradores deben valorar esta visión, entrar en esta visión y vivir en esta visión para que las riquezas puedan rebosar de ellos a otros.
Yo oro por esto y espero que nuestros ojos sean abiertos para que veamos que a lo largo de los siglos Dios ha deseado forjar el misterio del Dios Triuno en nosotros. Este misterio puede expresarse con una sola palabra: Espíritu. El Espíritu todo-inclusivo es la totalidad del Padre, el Hijo y el Espíritu. Dentro de este Espíritu está la redención, la divinidad, la humanidad, la santificación y todas las riquezas espirituales. Pablo dice que a él se le encomendó “anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo como evangelio” (Ef. 3:8). Estas riquezas son el Espíritu todo-inclusivo. Este Espíritu ha entrado en nuestro espíritu, ha regenerado nuestro espíritu y vive en nuestro espíritu para ser nuestra vida y nuestra persona a fin de transformar todo nuestro ser. Tenemos que vivir en este Espíritu.
Debemos ver que el Espíritu todo-inclusivo está en nuestro espíritu a fin de ser el todo para nosotros; por tanto, tenemos que vivir en este Espíritu. No deberíamos meramente liberar nuestro espíritu estruendosamente, sino también ver esta visión y vivir en ella. Aun si hemos visto esta visión, nos es fácil llegar a ser descuidados y negligentes. Es posible ver algo, pero no concentrarnos en ello ni ser disciplinados. No necesitamos discutir si nuestros métodos están bien o mal; más bien, tenemos que concentrarnos en ver este Espíritu y permitir que Él sea real en nuestra experiencia. Debemos hablar esto en cada mensaje y vivir en esto. Entonces tendremos resultados.
Un supuesto colaborador entre nosotros una vez me condenó severamente. Él dijo que yo retenía las iglesias del Lejano Oriente en mis “manos controladoras”. Pero tengo que preguntarles a los hermanos responsables de las diversas localidades: “¿Qué yo he controlado?”. El ministerio no es un asunto de control, sino de visión. La visión está en este ministerio; la iglesia es bendecida cuando sigue esta visión, y no hay bendición cuando no sigue esta visión. La verdadera pregunta ni siquiera tiene que ver con el asunto del control; es un asunto de si estamos dispuestos a seguir la visión que el Señor nos ha mostrado. Tenemos que seguir la visión. En lugar de seguir a cualquier persona, tenemos que preguntar dónde está la visión, y entonces debemos seguirla.
Nuestro Dios es vivo y verdadero (1 Ts. 1:9), y Él está operando. Puesto que Él tiene que hablar hoy, ¿acaso Él daría direcciones distintas por medio de dos o tres personas simultáneamente? No creo que Dios sería tan necio. La Biblia nos muestra que la dirección de Dios vino por Moisés y luego por medio de David. Incluso en el Nuevo Testamento, la dirección de Dios era conforme a la visión dada a Pablo. Dios no habla cosas distintas por medio de personas distintas al mismo tiempo; esto sería algo caótico. Además, el mundo ha llegado a ser más pequeño. Con la conveniencia del transporte y las comunicaciones avanzadas, algo se puede extender de un lugar a otro con facilidad. Las iglesias en América están bendecidas porque cuanto más los hermanos en varias localidades avanzan, más abiertos y brillantes llegan a ser sus ojos. Por tanto, ellos están resueltos a seguir esta visión. Ellos creen firmemente que éste es el único camino, la única visión, y ellos se ocupan de ella de forma seria, disciplinada y cuidadosa a fin de recibir la bendición del Señor.
Todos conocemos nuestra situación aquí. Hubo una tormenta hace más de diez años, pero la situación ahora está estable. Conocemos el camino y la visión, pero somos descuidados y no estamos concentrados. Estamos cortos de disciplina y enfoque, y somos en cierto modo indiferentes. Todos tenemos que ver esta visión, y tenemos que estar concentrados luego de ver la visión. Si estamos concentrados como las iglesias en América, vendrá la bendición.
Durante nuestros primeros quince años en la isla de Taiwán, los ancianos y los colaboradores avanzaron en unanimidad. La condición entonces era igual que la de América hoy en día. De hecho, era más elevada. Sin embargo, el testimonio del Señor ha estado en los Estados Unidos por un poco más de una década, y ahora hay aproximadamente seis mil que están tomando este camino. De este número, entre uno y dos mil ejercen su función y son absolutos para este camino. Ellos creen firmemente en este camino y están en serio acerca de tomar este camino. Su vida familiar y su vida personal tienen como meta este camino. Aunque los opositores aquí se han ido y la situación ha llegado a ser más estable en años recientes, aquellos que han permanecido parecen ser más descuidados. Es como si hubiéramos alcanzado el fondo y no podemos ir más bajo.
El Señor, en Su misericordia, nos ha mostrado la necesidad de estar más concentrados y ser más disciplinados en relación con que Cristo es el misterio de Dios y las iglesias son el misterio de Cristo. Estos dos misterios son dos lados de un solo misterio, que se relaciona completamente con nuestro espíritu mezclado. La mezcla del Espíritu divino con nuestro espíritu humano es el misterio. Tenemos que vivir en este espíritu. Además, tenemos que centrarnos en nuestro servicio, en nuestras reuniones y aún más, en nuestra vida de iglesia. Que el Señor nos bendiga.