
Pablo escribe en 1 Timoteo 1:3: “Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Efeso, para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes”. Este versículo muestra que Pablo, en su interior, sabía claramente que en Éfeso había algunos que enseñaban cosas diferentes. Por esta razón, él exhortó a Timoteo, uno de sus colaboradores más cercanos, a que se quedase en Éfeso para ayudar a los creyentes efesios e incluso para mandarles que no enseñaran doctrinas o enseñanzas diferentes. Esto comprueba que enseñar cosas diferentes es un asunto muy grave.
En 1 Timoteo 6:3 Pablo escribe otra vez: “Si alguno enseña cosas diferentes, y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la enseñanza que es conforme a la piedad”. Ésta es una de las últimas palabras de Pablo en este libro, lo cual nos recuerda de sus palabras de introducción. ¿Qué significa enseñar cosas diferentes? Significa no conformarse a las sanas palabras. Las sanas palabras son las palabras de nuestro Señor Jesucristo. Debemos darnos cuenta de que aquellos que enseñaban cosas diferentes lo hacían basándose en el Antiguo Testamento. Aunque las palabras del Antiguo Testamento son parte de las Escrituras, no son “las sanas palabras”. Las palabras que no son sanas son aquellas que no suministran ni suplen vida a otros. ¿Cuáles son entonces “las sanas palabras”? Las sanas palabras son las palabras que el Señor Jesús habló en la era del Nuevo Testamento y también la enseñanza que es conforme a la piedad.
En 1 Timoteo 3:15-16 dice: “...La casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne...”. Si juntamos todos los versículos anteriores, podemos ver que la sana enseñanza se compone de dos partes. La primera parte consta de las palabras que el propio Señor Jesús habló. La segunda parte consta de las palabras que hablaron los apóstoles después que el Señor resucitó y ascendió; estas palabras son “la enseñanza que es conforme a la piedad”. La enseñanza que es conforme a la piedad se refiere al hecho de que Dios se hizo carne, pasó por el vivir humano, murió y resucitó para producir la iglesia, la cual es Dios manifestado en la carne. La iglesia es columna y fundamento de la enseñanza que es conforme a la piedad, a saber, que Dios se manifiesta en la carne por medio de la iglesia. En realidad, la sana enseñanza abarca todo el Nuevo Testamento; dicha enseñanza consta de las palabras de vida que el Señor Jesús habló y de la predicación de los apóstoles, que es la palabra del misterio de la piedad, esto es, que Dios se hizo carne para producir la iglesia. La sana enseñanza abarca desde Mateo hasta Apocalipsis.
La carga de Pablo al escribir su primera epístola a Timoteo, era exhortarle a que permaneciera en Éfeso a fin de que mandara a los disidentes a que no enseñaran nada aparte de la enseñanza neotestamentaria. Si alguien enseña algo aparte de la enseñanza neotestamentaria, está enseñando cosas diferentes y no se conforma a las sanas palabras. Si estudiamos este libro detalladamente, veremos que en aquella época había algunos cristianos judaizantes que propagaban cosas tales como las genealogías y el conocimiento antiguotestamentarios, no sólo entre los creyentes judíos en Jerusalén sino también entre las iglesias en todo el mundo gentil. Aunque dicho hablar se conformaba al Antiguo Testamento, no era las sanas palabras. Consideremos el caso de la circuncisión. Según el relato de Génesis 17, Dios estableció la circuncisión con Abraham como señal de un pacto eterno e inmutable. Los cristianos judíos argumentaban que incluso en la era neotestamentaria el pueblo de Dios, o sea Sus hijos, no estaban exentos de la circuncisión. Visto superficialmente, tal enseñanza parece bíblica; pero en realidad, era completamente contraria a la economía neotestamentaria de Dios, la cual enseñaban los apóstoles.
Además, tales predicaciones, que eran superficialmente bíblicas, no impartían vida a los hombres, es decir, no suministraban vida a las personas. Por el contrario, tales predicaciones causaron que algunos naufragaran en cuanto a la fe (1 Ti. 1:19). Por tanto, éstas no eran enseñanzas sanas. Las sanas palabras no sólo son bíblicas, sino que también se conforman a la revelación del Señor Jesús. Las sanas palabras abarcan el nacimiento del Señor Jesús, Su muerte y Su resurrección; además, incluyen las palabras que los apóstoles hablaron después de Su ascensión, con respecto a cómo Dios se hizo carne y pasó por la muerte y la resurrección para liberar la vida de Dios y producir la iglesia, a fin de que ella sea la manifestación corporativa de Dios en la carne. Estas palabras, que se conforman al misterio de la piedad, son la revelación invariable y completa de Dios en el Nuevo Testamento.
Si deseamos entender 1 Timoteo, primero debemos comprender el contexto en el cual fue escrito este libro. En Hechos vemos que Pablo, mientras iba camino a Jerusalén, hizo llamar a los ancianos de la iglesia en Éfeso y les habló unas palabras solemnes y cruciales. Les recordó cómo por tres años él estuvo con ellos y no rehuyó anunciarles todo el consejo de Dios (vs. 20, 27, 31). Esto significa que Pablo les explicó de una manera plena y cabal la revelación de Dios contenida en el Nuevo Testamento. Luego les dijo: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (v. 29). Los lobos aquí se refieren a los creyentes judaizantes, quienes hacían una obra dañina en la iglesia, hablando palabras malsanas. Las palabras malsanas son palabras venenosas, o sea palabras que matan. Los que hablaban estas palabras malsanas destruían a los hombres y los envenenaban, en vez de suministrarles vida; en este sentido, ellos eran como lobos. En Juan 10 el Señor dijo que Él era el buen Pastor y que había venido para dar Su vida a fin de que el hombre pudiera tener la vida divina (vs. 10-11). También dijo que el lobo no viene para dar vida sino para arrebatar y dispersar a las ovejas (v. 12). Por consiguiente, todo aquel que causa daño y destrucción en la iglesia, es un lobo. Externamente, aquellos que enseñan cosas diferentes forman parte del pueblo de Dios, pero las enseñanzas diferentes que ellos trasmiten no son sanas. El hecho de que la enseñanza no sea sana significa que no suministra vida a los hombres, lo cual causa daño y destruye. Esto se puede comparar con los alimentos que comemos: si la comida no es saludable, nos perjudicará. Si comemos alimentos que no sean saludables, no sólo no nos beneficiarán, sino que perjudicarán nuestro cuerpo e incluso podrán matarnos.
La Biblia fue escrita como un rompecabezas, y no de manera sistemática. Dice un poco aquí, y otro poquito allá. Es necesario invertir tiempo para juntar todos los pedazos. En Hechos 20, Pablo sabía que la iglesia en Éfeso tenía un grave problema. Le preocupaba mucho la situación, y por eso le pidió a los ancianos que vinieran a él; en esa ocasión, les mandó que velaran, que fueran sobrios y que estuvieran alertas. Después de esto, se fue a Jerusalén. Una vez que llegó a Jerusalén, surgieron problemas. Allí los cristianos estaban profundamente involucrados en guardar la ley. Jacobo y los ancianos fueron a ver a Pablo y le dijeron: “Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley” (21:20). Ellos no sólo guardaban la ley, sino que incluso hacían el voto nazareo y se purificaban (vs. 23b-24; Nm. 6:2-5). Esto indica que los creyentes judíos en Jerusalén aún guardaban la ley de Moisés y permanecían en la era antiguotestamentaria. Al estar bajo la fuerte influencia del judaísmo, ellos mezclaron la economía neotestamentaria de Dios con la obsoleta economía antiguotestamentaria.
Sin embargo, Jacobo pensó que esta mezcla era buena. Incluso le dijo a Pablo: “Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés ... ¿Qué hay, pues? Ciertamente oirán que has venido” (Hch. 21:21-22). Jacobo argumentaba que había millares de creyentes en Jerusalén que no estaban de acuerdo con lo que había hecho Pablo. Consecuentemente, el nombre de Pablo había adquirido mala fama. ¿Qué debía hacer Pablo? Jacobo le aconsejó diciendo: “Haz, pues, esto que te decimos: Tenemos aquí cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley” (vs. 23-24). Estos cuatro hombres habían hecho un voto nazareo. A fin de que un nazareo cumpliera su voto, tenía que pagar por el sacrificio (Nm. 6:13-17). Era una cantidad importante de dinero, así que según la tradición judía, los que pagaban en nombre de un nazareo pobre no sólo eran considerados piadosos, sino que, de hecho, participaban también del voto nazareo.
Pablo declara rotundamente en los libros de Romanos y Gálatas que la ley había terminado, o sea, ya no estaba vigente. Si ese era el caso, ¿por qué aceptó Pablo en Jerusalén la oferta de Jacobo y regresó otra vez a cumplir la ley? Quizás Pablo pensaba: “Aunque escribí los libros de Romanos y Gálatas, también escribí el libro de 1 Corintios. Allí dije que me he hecho a los judíos como judío para ganar a los judíos (9:20). Puesto que todas las personas aquí en Jerusalén son judías, tengo que ser un judío”. Si somos amables, diríamos que Pablo hizo esto para no ser diferente de los demás.; pero si no somos tan amables, diríamos que Pablo transigió.
Aunque Pablo intentó hacerse como judío a los judíos y como gentil a los gentiles, el Señor no le permitió que transigiera. Era algo muy grave que él participara en ese voto nazareo, ya que puso en peligro la economía neotestamentaria de Dios. Ésta es la razón por la cual después de que Pablo permaneció con los cuatro hombres en el templo por seis días, mientras esperaban a que vinieran los sacerdotes el séptimo día para concluir el voto nazareo, repentinamente se suscitó un disturbio. Unos judíos de Asia vieron a Pablo en el templo, y alborotaron a la multitud para echarle mano (Hch. 21:27-30). Aparentemente, fueron los alborotadores los que echaron mano de Pablo, pero realmente, a los ojos de Dios, Pablo estaba siendo rescatado.
Pienso que mientras Pablo permanecía en el templo por casi siete días consecutivos, interiormente él estaba avergonzado y disgustado con todo el asunto, pero no se atrevió a decir nada; él no sabía qué hacer. Es muy posible que haya orado desesperadamente: “Señor, sálvame de esta situación problemática. He dicho a todos en los libros de Romanos y de Gálatas que Cristo es el fin de la ley y, además, que he muerto a la ley y que ya no tengo nada que ver con ella. He dicho esto claramente. Incluso es posible que la tinta de mis escritos aún esté fresca. ¿Cómo puedo ahora volver a ofrecer sacrificios y guardar la ley? Es verdad que he resuelto ser como judío entre los judíos, pero no permaneceré en tierra judía por mucho tiempo. Tengo que ir a las tierras de los gentiles a laborar. Para entonces esta noticia se habrá divulgado a dichas tierras. Los creyentes gentiles me preguntarán: ‘Pablo, ¿qué has ha hecho? ¿Qué te sucedió? ¡Tus acciones no concuerdan con tus palabras! Hemos leído tus epístolas. ¿Cómo explicas lo que has hecho? ¿Por qué volviste otra vez a Jerusalén y guardaste las ordenanzas de la ley? ¿Cómo te justificarás?’”. Es muy posible que Pablo haya orado: “¡Señor, rescátame de esta situación problemática!”. El Señor usó aquel alboroto para rescatar a Pablo de esa situación.
Para los judíos, el propósito del alboroto era matar a Pablo, pero Dios en Su soberanía lo protegió. Las noticias de aquel alboroto llegaron hasta el tribuno de la cohorte (v. 31). Éste inmediatamente envió soldados para rescatar a Pablo de mano de los judíos y mantenerlo bajo custodia. Eso fue una gran protección para Pablo, pues no sólo salvó su vida de la persecución de los judíos, sino que también lo salvó del peligro de destruir la economía neotestamentaria de Dios. Al final, Pablo no concluyó el voto nazareo; esto evitó que la iglesia sufriera los estragos del judaísmo, pero también terminó la primera parte del ministerio de Pablo. Ya hemos abordado este asunto detalladamente en el Estudio-vida de Hechos (véase los mensajes del 56 al 59). Los acontecimientos en Jerusalén finalmente llevaron a Pablo a Cesarea, donde permaneció cerca de dos años. Sin duda alguna, esos dos años fueron un tiempo muy provechoso y excelente para Pablo, pues le proporcionaron la paz para reconsiderar todo lo sucedido. En la prisión, él estaba separado de todos los obstáculos, distracciones, impedimentos e influencias. Ciertamente se habrá dado cuenta de que había sido un gran error ir a Jerusalén. Tales consideraciones deben haberlo ubicado bajo un cielo claro.
De hecho, después de la conferencia en Jerusalén, en Hechos 15, el espíritu de Pablo ya estaba bastante inquieto. Él no tenía paz acerca de la situación que prevalecía en la iglesia en Jerusalén. Él entendía claramente que la iglesia en Jerusalén se encontraba en una situación ambigua, pues no estaba entregada incondicionalmente a la economía neotestamentaria de Dios y contenía una abundante mezcla de elementos antiguotestamentarios. En tal iglesia, las influencias judías y cristianas estaban completamente mezcladas. Pablo no podía estar en paz respecto a esa situación. Puesto que su carga era tan pesada, él no podía olvidarse de Jerusalén, incluso durante su tercer viaje ministerial. Esa debe haber sido la razón por la cual leemos en Hechos 19:21 que Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén. Creo que debió haber tenido un fuerte deseo de tener comunión con Jacobo y confrontar el asunto de la mezcla que prevalecía allí. Poco sabía que no sólo no dispondría de tiempo para tener comunión con Jacobo, sino que sería forzado por Jacobo y los ancianos de Jerusalén a involucrarse en una situación embarazosa. Finalmente, Pablo se dejó someter por Jacobo y cayó en su trampa.
Sin embargo, Dios no permitió que dicha situación continuara e intervino. Primero, Él rescató a Pablo de la mezcla que prevalecía en la iglesia en Jerusalén. Al mismo tiempo, lo rescató de mano de los judíos que intentaban matarle. Finalmente, Pablo fue custodiado por los romanos y quedó aislado de aquel disturbio y alboroto. Él permaneció en la cárcel en Cesarea por dos años, lo cual le proporcionó tiempo para reflexionar quietamente; y esto también lo preparó para escribir sus últimas epístolas, especialmente la epístola a los Efesios. Dos años más tarde, apeló al César. Esto lo condujo a Roma, donde permaneció en prisión por otros dos años. Durante ese período él escribió las epístolas de Efesios, Filipenses y Colosenses. El pensamiento en esos tres libros es muy profundo. Tal pensamiento no había estado en Pablo antes de ser puesto en la cárcel; ni tampoco él había escrito nada acerca de esto anteriormente. En esos tres libros él reveló la economía de Dios, la cual consiste en que Dios, en Su Trinidad Divina, se imparte en Su pueblo escogido para que ellos ganen a Cristo —quien es el propio Dios Triuno—, con miras a que sean producidos los miembros de Cristo y que estos miembros sean constituidos como el Cuerpo orgánico de Cristo, a fin de que lleguen a ser la iglesia del Dios viviente y lo expresen.
Desde el tiempo de Hechos 20, Pablo había estado muy preocupado por la condición de la iglesia en Éfeso. Por eso le escribió a la iglesia en Éfeso, incluso mientras estaba en prisión, revelándoles la economía de Dios, la cual consiste en que Dios, en Su Trinidad Divina, se forje en el hombre, para que el hombre disfrute de las riquezas de Cristo y llegue a ser Sus miembros, a fin de que estos sean constituidos como el Cuerpo de Cristo con miras a que el Dios Triuno sea expresado. Ésta es la visión central de Dios en toda la Biblia; ésta es la consumación de la visión del Antiguo y del Nuevo Testamento. Después, Pablo fue liberado de la cárcel romana; él pasó por Macedonia y escribió la primera epístola a Timoteo, diciéndole que en Éfeso había algunos que causaban problemas. Le dijo a Timoteo que se quedara en Éfeso para mandarles que no enseñaran cosas diferentes de la economía de Dios. Éste es el contexto en el cual fue escrita la primera epístola a Timoteo.
Poco más de un año después que Pablo fuera liberado de la prisión, Nerón, el césar romano, comenzó a perseguir a los cristianos. Él puso a líderes tales como Pedro y Pablo en la cárcel. Después que Pablo fue puesto en la cárcel otra vez, él escribió la segunda epístola a Timoteo. Antes del segundo encarcelamiento de Pablo, había muchos judíos entre las iglesias en tierras de los gentiles que comenzaron a enseñar cosas del Antiguo Testamento, las cuales eran diferentes de la enseñanza neotestamentaria. En el tiempo en que Pablo fue encarcelado nuevamente, los cristianos judaizantes se volvieron aún más agresivos. Quizás le dijeron a otros: “¿Ven? Pablo está en la cárcel. Si sus enseñanzas fueran correctas, ¿por qué habría permitido Dios que él acabara en la cárcel?”. El encarcelamiento de Pablo dio una base a los cristianos judaizantes y a los que enseñaban cosas diferentes, para dar a conocer su parecer. Ésta es la razón por la que Pablo escribió la segunda epístola a Timoteo. Las dos epístolas a Timoteo fueron escritas en un intervalo de aproximadamente dos años. Por tanto, Timoteo no permaneció en Éfeso durante mucho tiempo. En 2 Timoteo 1:13 Pablo dijo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y el amor que son en Cristo Jesús”. Pablo le recordó a Timoteo que retuviera “las sanas palabras”. Ya le había hablado a Timoteo sobre esto en 1 Timoteo 6. Como hemos visto, estas sanas palabras son las palabras que el Señor Jesús habló en el Nuevo Testamento y, además, la predicación de los apóstoles del Señor respecto a asuntos tales como el misterio de la piedad y cómo Dios se hizo carne. Pablo le mandó a Timoteo retener esas palabras. Eso comprueba que en aquel tiempo, algunos creyentes no retenían dichas palabras; éste es un asunto muy grave.
En 2 Timoteo 1:14 dice: “Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. Ésta es la comisión del Señor a los apóstoles; y también es el mandato de los apóstoles a los creyentes. Tenemos que depositar en nuestro ser las sanas palabras del Señor, incluyendo las riquezas de la vida contenidas en las palabras del Señor, del mismo modo que depositamos dinero en el banco. El versículo 15 dice: “Ya sabes esto, que me han vuelto la espalda todos los que están en Asia”. Pablo se hallaba en prisión en Roma. ¿Cómo pudieron entonces los creyentes de la lejana provincia de Asia volverle la espalda a Pablo? Esto comprueba que los creyentes de Asia no le volvieron la espalda a la persona de Pablo, sino a su ministerio. La palabra “me” aquí no se refiere a la persona de Pablo, sino a su enseñanza. Al llegar a Apocalipsis 2 y 3, vemos que el Señor le escribe a las siete iglesias en Asia, y que la primera carta fue escrita a la iglesia en Éfeso. Esto comprueba que la iglesia en Éfeso tomó la delantera para abandonar el ministerio y enseñanza de Pablo. Éste es el contexto en el que fue escrita la segunda epístola a Timoteo.
La carga en este capítulo no es exponer las epístolas de Pablo a Timoteo, sino continuar lo que se presentó en el capítulo anterior y hablar de nuestra visión y práctica actuales.
Primero tengamos un poco de comunión sobre nuestra historia. En 1955 el hermano Austin-Sparks fue invitado por primera vez a Taiwan; y en 1957 regresó por segunda vez. Durante su segunda visita, él planteó un asunto crucial. Él consideraba que el camino que seguíamos era bueno en todos los aspectos excepto uno; el único asunto que él consideraba que estaba extremadamente mal y que le era absolutamente intolerable, era el terreno de la iglesia, es decir, el aspecto práctico de la iglesia. En aquella época, él era la única persona en toda la tierra que podía hacer eco de lo que nosotros veíamos respecto a los principios espirituales de la vida divina. Él hizo eco de lo que nosotros habíamos visto, y nosotros respondimos a lo que él había visto. En aquella época, el rechazo que él enfrentaba en el Occidente era más severo que el rechazo que nosotros enfrentábamos en el Lejano Oriente. En todo el mundo occidental, él era el único que veía los principios gobernantes de la vida divina, y era el único que hablaba acerca de las verdades más profundas en cuanto a la vida divina. Casi nadie aceptaba sus enseñanzas. En el Oriente, nosotros también hablábamos sobre estos asuntos profundos. Por tanto, con respecto a los principios gobernantes de la vida, teníamos la misma visión; pero en cuanto a la práctica de la iglesia y el terreno de la iglesia, no podíamos tener comunión en mutualidad. Nosotros veíamos que el terreno de la iglesia no puede separarse de la práctica de la iglesia. Sin el terreno no puede haber la práctica. Para poner en práctica la vida de iglesia, debe existir el terreno. Sin embargo, él no estaba de acuerdo con nosotros respecto al terreno de la iglesia, y tampoco estaba de acuerdo con nosotros en cuanto al aspecto práctico de la iglesia.
De 1937 a 1938, el hermano Watchman Nee visitó varios países en Europa y se quedó allí por más de un año y medio. La mayor parte del tiempo él se quedó en Londres con el hermano Sparks. Después que regresó a China, me cablegrafió inmediatamente para que estuviera con él en Shangai. En aquel entonces, convocó una reunión especial de comunión y nos informó detalladamente respecto a su comunión con el hermano Sparks en Londres. Al final nos dijo que en casi todos los aspectos ellos estaban en armonía uno con el otro. La única excepción era el aspecto práctico de la iglesia, acerca de lo cual nunca pudieron concordar en su comunión. El hermano Nee, en cierta manera, era algo comprensivo sobre el asunto. Él sentía que en Inglaterra, la Asamblea de los hermanos había estropeado el asunto de la práctica de la iglesia por más de cien años; debido a esto, la mayoría de los buscadores del Señor no estaban dispuestos a hablar sobre este tema. El hermano Nee se compadeció de sus frustraciones y nos lo transmitió de esa manera, pero también precisó que ese era exactamente el problema que había entre el hermano Sparks y nosotros.
Después de oír la comunión del hermano Nee, preguntamos si debíamos invitar al hermano Sparks para que nos visitara, puesto que el hermano Nee había hablado tan bien de él. El hermano Nee respondió de una manera sabia: “No ha llegado el tiempo”. En aquel entonces no entendíamos cabalmente lo que quiso decir. Cerca de quince años más tarde, en 1954, nuestra labor en Taiwan había sido muy bendecida por el Señor. En aquel tiempo un hermano visitó Inglaterra y Estados Unidos y se encontró con el hermano Sparks. Después de su visita, escribió tres cartas —una a Manila, una a Hong Kong y otra a Taipei— promoviendo enfáticamente al hermano Sparks. Él nos dijo que el hermano Sparks era un gigante espiritual y que tenía una fuerte carga de venir al Lejano Oriente para testificar por el Señor.
A comienzos de 1955, yo estaba conduciendo el entrenamiento de estudio-vida en Taipei. Los hermanos Chang Yu-lan y Chang Wu-cheng tomaron la carta y me la mostraron. Después de leer la carta, la consideré un poco. Entonces les dije que por muchos años habíamos aprendido cierto asunto ante el Señor, esto es: a fin de conocer a una persona, no debemos considerar los asuntos grandes, sino los asuntos pequeños. No es fácil detectar los defectos de una persona en las cosas grandes; los problemas siempre se manifiestan en las cosas pequeñas. El hermano Sparks publicaba una revista bimestral llamada “A Witness and a Testimony” [Un testigo y un testimonio]. En la edición de enero de 1955 había una sección en la cual agradecía las tarjetas de Navidad que había recibido de los lectores. Su revista sólo contenía temas espirituales; no obstante, publicó tal sección de agradecimiento. Ese era un punto pequeño. Por la dirección del Señor, nosotros ya habíamos abandonado totalmente la celebración de la Navidad, pero el hermano Sparks, a quien siempre habíamos respetado tanto, publicó una sección agradeciendo a sus lectores por las tarjetas de Navidad que había recibido. Debido a este asunto pequeño, comprendí que aún había cierta distancia entre él y nosotros. Si le invitábamos a venir, sería difícil garantizar que no habría fricción; quizás lo mejor sería guardar nuestra distancia y mantener una relación cordial con él.
En aquel entonces los dos ancianos estaban de acuerdo con lo que dije, pero dos semanas más tarde dijeron: “Hermano Lee, consideramos que por el lado espiritual, todavía necesitamos la ayuda espiritual del hermano Sparks”. Fue difícil decirles que no a ellos al oír la frase ayuda espiritual. Puesto que los hermanos sentían que las diferencias pequeñas no importaban y que necesitaban ayuda espiritual, ¿cómo podía yo insistir en no invitarlo? Entonces sugerí que si lo invitábamos, sería mejor que no se mencionara el aspecto práctico de la iglesia, puesto que el hermano Nee ya había discutido este asunto en detalle con el hermano Sparks y no pudieron estar de acuerdo. Los dos hermanos Chang concordaron y dijeron: “Solamente recibiremos la ayuda espiritual de él”. Entonces le escribí una carta en inglés, y los hermanos de Taipei la firmaron y la enviaron a Hong Kong y a Manila para ser firmada allí. Esa fue la manera en la que vino el hermano Sparks.
Al final de 1955 el hermano Sparks nos visitó por primera vez. Él limitó sus pláticas a temas espirituales. Sus mensajes ayudaron a muchos. Todos estaban felices y decidimos invitarle otra vez. En la primavera de 1957, él vino otra vez, respondiendo a nuestra invitación, pero esta vez fue diferente, pues nos expresó abiertamente su sentir. Después de estar con nosotros cerca de un mes, una mañana le pedimos que tuviera comunión con los cien o más colaboradores que había entre nosotros. Un hermano entre nosotros tomó la delantera para preguntarle: “Hermano Sparks, ya ha estado con nosotros por un tiempo, y ha observado nuestra situación. ¿Qué piensa sobre nosotros?”. Tan pronto oí eso, supe enseguida que ese hermano tenía pensamientos disidentes. Mi sentir resultó correcto. Inmediatamente después que ese hermano hiciera la pregunta, el hermano Sparks respondió: “La primera vez que vine, tuve algún sentir al respecto, pero me propuse no decir nada. Quería venir en otra ocasión y hablar de ello”. Descubrí más tarde que ese hermano disidente apoyaba al hermano Sparks. Él tomó la iniciativa de hacer esa pregunta, para darle la oportunidad al hermano Sparks de hablar lo que había preparado.
La primera cosa con la que el hermano Sparks no estaba de acuerdo era la manera en que celebrábamos la reunión para partir el pan. Él pensaba que nuestra reunión del partimiento del pan era muy desordenada. No había un orden apropiado; una persona pedía un himno, y otra oraba. No dije mucho acerca de eso puesto que yo era el traductor. Sin embargo, sí hablé en detalle sobre el segundo asunto con el cual no estuvo de acuerdo. Tenemos que darnos cuenta de que si alguien no tiene una visión clara, aunque puede ser una persona muy espiritual, aún es posible que esté confundido en ciertos asuntos. La segunda cosa que el hermano Sparks mencionó, mostró que él estaba algo confundido. Él dijo: “Por favor díganme, ¿por qué los hermanos que están en el servicio militar se ponen el gorro del uniforme antes de salir del salón de reunión?”. En aquel entonces había muchos hermanos entre nosotros que estaban en las fuerzas armadas; todos ellos venían a las reuniones vestidos con sus uniformes militares. Después de las reuniones, se ponían sus gorros y tenían comunión con los hermanos y hermanas en el salón de reunión. Cuando el hermano Sparks vio eso, comenzó a criticarlos. Cuando eso sucedió, un hermano le respondió al hermano Sparks diciendo: “Según la tradición china, un soldado no se quita el gorro si está de pie, ya sea que esté dentro de un edificio o no. Estos hermanos se quitan los gorros cuando se sientan en las reuniones a fin de estar en concordancia con la enseñanza bíblica de no cubrirse la cabeza, pero cuando se anuncia que la reunión ha terminado, de nuevo se ponen el gorro”. Cuando el hermano Sparks oyó eso, enseguida su rostro cambió. Él preguntó: “¿Están aquí para guardar sus tradiciones, o para guardar los mandamientos de la Biblia?”. Cuando oí eso, no me sentí contento interiormente. Sabía que él no tenía la razón; era él quien seguía las tradiciones occidentales y no nosotros los que desobedecíamos la Biblia. La Biblia dice que cuando un hombre ora o enseña, no debe cubrirse la cabeza (1 Co. 11:4, 7), pero no dice que un hombre no puede ponerse un gorro dentro de la casa. Quitarse el gorro al estar dentro de un edificio es una costumbre occidental. El hermano Sparks nos estaba imponiendo una tradición con la que cumplen los incrédulos en el Occidente.
Yo no tenía ningún prejuicio en contra del hermano Sparks. Antes de aquel día, yo apoyaba a ese hermano mayor en casi un cien por cien. En verdad nos ayudó bastante, y él también recibió cierta ayuda de nosotros. Por mucho tiempo sostuvimos buena comunicación y tuvimos comunión, pero desde ese día en adelante, me sentí inquieto. Primero que todo, el hecho de que él dijera tales palabras bajó el nivel de su ministerio espiritual. ¿Por qué tuvo que tocar tales asuntos externos? En respuesta a su invitación, fui a Londres en 1958 y me reuní con su grupo por cuatro semanas. Su reunión para partir el pan duró una hora. Durante ese tiempo, el hermano Sparks tomó la delantera. Al principio tomó la iniciativa para orar, pedir un himno y hablar. Después, todos oraron por cerca de diez minutos. En cierto momento, él partió el pan y lo dio a la congregación. Primero se lo daba a los siete diáconos; y luego los siete diáconos lo distribuían a los demás. Después que todos tenían el pan en sus manos, el hermano Sparks decía: “Ahora podemos comer”. Solamente después que él había dicho eso, se le permitía a los demás comer. Después de comer, hacían lo mismo para distribuir y beber la copa. Al final volvía a actuar y a monopolizar la reunión anunciando: “Ahora el tiempo para la adoración pública ha terminado”, lo cual quería decir que nadie podía hacer nada más. Esa era su manera de hacer las cosas. No es de extrañar que considerara que nuestra reunión para partir el pan era algo desorganizada.
El hermano Sparks vino a nuestras reuniones y comenzó a hacer preguntas respecto de las prácticas entre nosotros, tales como el partimiento del pan; incluso tocó asuntos insignificantes como el uso de gorros militares. ¿Acaso no fue un exceso mencionar tales asuntos? Esos fueron indicios que nos dieron a entender que la manera de él y la nuestra no se podían reconciliar debido a que nuestra visión era diferente.
Recientemente me he percatado de la gran importancia que tiene la unanimidad. Mientras tengamos diferentes opiniones sobre un punto pequeño, no podemos tener la unanimidad. Ésta es la razón por la cual en este entrenamiento, desde el comienzo, hablé sobre la visión que tenemos en el recobro del Señor. Creo firmemente que todos los hermanos y hermanas aman al Señor, y que todos desean estar en unanimidad, pero si nuestra visión no está actualizada, es imposible que seamos uno. En cuanto al hermano Sparks, nunca habría pensado que un ministerio espiritual tan elevado como el suyo tocaría e incluso se entrometería en serio con cosas de menor importancia. Realmente lo que hizo no valía la pena. Guardé todas estas cosas en mi corazón y no se las dije a nadie, porque no quise dañar la atmósfera allí. En aquel entonces, estaban presentes más de quinientos colaboradores de toda la isla. Cada mañana estábamos bajo el entrenamiento y ministerio del hermano Sparks. Así que me preocupé por mantener una atmósfera apacible.
Una noche tuvimos otra comunión con el hermano Sparks. La atmósfera estaba un poco tensa, y nadie sabía qué decir. Pensamos que quizás tendríamos un poco de comunión sobre algo relacionado con los principios espirituales. Repentinamente, un hermano preguntó: “Hermano Sparks, supongamos que aquí en Taipei hay cinco asambleas que se reúnen en el nombre del Señor. Por favor, díganos ¿cuál tiene la razón y cuál está equivocada, o están todas equivocadas?”. Tan pronto oí esa pregunta, sonó una alarma dentro de mí. Sabía que esto causaría problemas, pero tenía que traducir lo que él decía. El hermano Sparks estaba bien preparado para responder a esa pregunta. Él dijo: “Ninguno está mal, y ninguno tiene la razón; todo es relativo”. Otro hermano se inquietó bastante, así que él y el primer hermano juntos preguntaron: “¿Relativo a qué?”. El hermano Sparks respondió inmediatamente: “Relativo a la medida de Cristo. Los que tienen mayor medida de Cristo están mejor; los que tienen menos medida de Cristo no están tan bien; y los que no tienen nada de la medida de Cristo, están mal”. Todos los hermanos se inquietaron mucho. Yo era el traductor, pero tuve que calmarlos.
La tercera vez que nos reunimos con el hermano Sparks, seguimos en el mismo tema. En las dos reuniones anteriores, permanecí absolutamente neutral y serví solamente como traductor. Esta vez sentí que ya no podía seguir siendo neutral. Nadie decía nada, así que abrí mi boca y dije: “En las últimas dos ocasiones que hemos estado juntos, hemos hablado del asunto de la iglesia y del terreno local de la iglesia. El hermano Sparks nos ha dicho que ninguno tiene toda la razón, y que ninguno está totalmente incorrecto, y que el grado en que un grupo tiene la razón depende de la medida de Cristo que ellos tengan”. No tenía la apariencia de estar agitado, pero me volví a un hermano de Dinamarca y le dije en una voz tranquila: “Hermano, permítame hacerle una pregunta. Dios ordenó que los hijos de Israel fueran llevados cautivos a Babilonia por setenta años, después de lo cual volverían a su patria y reconstruirían el templo sobre el cimiento original. Supongamos que un profeta muy influyente apareciera en aquella época y les dijera a las personas que no importaba si uno volvía o no a Jerusalén. Supongamos que dijera: ‘¿Ven? Daniel es una persona muy espiritual, pero él no volvió a Jerusalén. Por tanto, no importa si uno regresa o no, lo importante es que seamos espirituales’. Les pregunto a todos aquí si eso es correcto o no”. El hermano Sparks era un hombre inteligente. Él sabía que yo estaba reaccionando a sus palabras sobre la medida espiritual. Expliqué más: “Daniel tenía la medida espiritual más grande de su época; en términos actuales, diríamos que su medida de Cristo era la más elevada. La razón por la que no volvió fue que no había llegado el tiempo para que él lo hiciera. Ya para el tiempo cuando los israelitas empezaron a volver, él murió. No pudo ir mientras estaba vivo, pero en su corazón anhelaba estar en Jerusalén. Se arrodillaba tres veces al día y oraba teniendo una ventana abierta hacia Jerusalén. Durante su tiempo con nosotros aquí, por lo menos algunas veces nuestro hermano Sparks ha recomendado altamente al Dr. F. B. Meyer. He leído los libros del Dr. Meyer y he recibido alguna ayuda de él. Pero todos nosotros sabemos que el hermano Meyer todavía está en las denominaciones, es decir, que él participa en el así llamado “cristianismo organizado” que nuestro hermano Sparks censura en sus mensajes. Puesto que el Dr. Meyer todavía permanece en el cristianismo organizado, la misma organización que el hermano Sparks censura, ¿podemos decir que tiene razón en cuanto a la iglesia ya que su estatura espiritual es elevada?”.
Continué diciendo: “Por más de trescientos años, todos los que han ido en pos de la vida interior han recibido ayuda de madame Guyón. Ella debe ser considerada como una persona que tenía una gran medida de Cristo. En cuanto a la medida espiritual de Cristo que ella poseía, probablemente ninguno de entre nosotros esté a la altura de ella. Pero madame Guyón, una persona con semejante estatura espiritual en Cristo, aún permanecía en el Catolicismo. Hoy cualquier cristiano que tenga algo de luz censuraría el Catolicismo, pero madame Guyón, a quien respetamos tanto, nunca dejó la Iglesia Católica. No podemos decir que puesto que su estatura espiritual era tan elevada, ella tenía razón en cuanto al asunto de la iglesia”.
Luego dije: “Estos ejemplos nos demuestran que una cosa es ser espiritual, y otra es estar firmes sobre el terreno apropiado de la iglesia. La espiritualidad tiene que ver con nuestra condición personal. El terreno de la iglesia, por otra parte, es un asunto corporativo; es la posición corporativa que mantenemos. No todos los que dejaron Babilonia para regresar a Jerusalén eran personas espirituales. Ni tampoco es cierto que todos los que permanecieron en Babilonia no eran espirituales. De hecho, entre los que volvieron a Jerusalén, encontramos a muchos que no eran muy espirituales, puesto que algunos se casaron con esposas gentiles. Sin embargo, en cuanto al terreno que tomaron, Dios los aprobaba. En tal terreno, ellos podían edificar el templo. No importa qué tan pobre era su situación, ellos estaban firmes en el terreno correcto. Cuando el templo fue edificado, la gloria de Dios llenó la casa”.
Finalmente, di la siguiente conclusión: “Hoy, al ir en pos del Señor, tenemos que preocuparnos por ambos aspectos. La espiritualidad tiene que ver con nuestra condición, mientras que el terreno de la iglesia tiene que ver con nuestra posición. Un hombre no puede preocuparse sólo por tener una condición apropiada, sino que debe también estar correcto en cuanto a su posición. El hecho de que una persona tenga una posición justificable o no, no se basa en su condición sino en el terreno que toma. No importa lo espiritual que haya sido una persona, con tal que permaneciera en Babilonia y estuviera sobre el terreno del cautiverio, estaba equivocada. Por otra parte, no importa la pobre y confusa condición en que se encontraban los cautivos que regresaron, ellos estaban firmes sobre el terreno apropiado que Dios les había ordenado y que les habían legado sus antepasados. La aprobación de Dios se basó en el terreno y no en la condición personal de ellos. Por supuesto, la situación confusa de ellos no agradaba al Señor, y ésta es la razón por la cual Dios levantó a Esdras para que les enseñara la ley, los iluminara y los redarguyera; consecuentemente, ellos lloraron, se arrepintieron, y confesaron sus pecados. De todos modos, no podemos desdeñar el terreno de los cautivos que regresaron sólo porque la condición espiritual de ellos era pobre; tampoco podemos justificar el terreno de los que se quedaron en Babilonia sólo porque ellos eran espirituales”.
En el mensaje anterior dijimos que Dios siempre ha dado una visión a los hombres, incluso en la era del Antiguo Testamento. No podemos decir que aquellos que permanecen bajo las visiones del Antiguo Testamento no han recibido ninguna visión en absoluto. Sin embargo, la visión de ellos no está actualizada, pues no corresponde a la era presente. En el Nuevo Testamento, después de los cuatro evangelios, tenemos el libro de Hechos, y después de Hechos vienen las primeras epístolas de Pablo. Pablo fue encarcelado, liberado, volvió a la cárcel y finalmente fue martirizado. Para aquel entonces, él ya había escrito sus epístolas, y cada una de sus epístolas se centraba en las visiones de Dios. Aproximadamente treinta años después de su martirio, por el año 90 d. C., el apóstol Juan —siendo de edad ya avanzada— escribió el libro de Apocalipsis, el cual también es un libro de visiones. Podemos afirmar que toda la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, constituye una compilación de visiones. En todas las edades, muchos santos han amado al Señor y lo han temido, pero no podemos decir que todos ellos tenían la visión que correspondía a su era. Algunos, como Gamaliel, se quedaron atascados en la era del Antiguo Testamento. Pienso que hasta cierto punto Apolos también pertenece a esta categoría de personas, porque Hechos 18 declara que él era poderoso al exponer las Escrituras (v. 24). Es verdad que conocía muy bien el Antiguo Testamento, pero no conocía completamente los cuatro evangelios; sólo conocía el bautismo de Juan (v. 25b). Su visión estaba limitada, pues no recibió ninguna visión posterior a Juan el Bautista.
En Hechos 15 vemos que Jacobo llegó a ser el hermano que tomaba la delantera en la iglesia en Jerusalén. Aunque era un hombre que vivía en la era del Nuevo Testamento, tenía un pie en el Nuevo Testamento y el otro en el Antiguo Testamento. Sus dos pies estaban colocados en dos diferentes “barcas”, y sus manos sostenían dos “remos” distintos. Él era un hombre piadoso y temía a Dios. La historia narra que él era tan piadoso que la piel de sus rodillas se hizo más gruesa que la piel de un elefante, ya que se arrodillaba mucho. Era su piedad la que atraía a muchas personas al Señor; también era su piedad la que lo hizo el principal apóstol en la iglesia en Jerusalén. Sin embargo, aunque era muy espiritual, no tenía una visión adecuada. La historia narra que los fariseos y los sacerdotes pensaban que Jacobo estaba a favor del judaísmo. Incluso congregaron a los judíos y a los cristianos alrededor de Jerusalén, y le pidieron a Jacobo que les hablara. Sin embargo, Jacobo temía mucho al Señor, y en esa ocasión habló acerca del Nuevo Testamento. Esto perturbó a los judíos, y lo mataron allí mismo. Así fue cómo Jacobo sufrió el martirio. Es difícil decir si el martirio de Jacobo fue algo que agradó al Señor. ¿Cómo podía Dios recompensarlo por su condición ambigua? Lo único que podemos decir es: “Sólo el Señor sabe”. Aunque Jacobo había avanzado más que Gamaliel, no por eso podemos decir que tenía la visión que correspondía a la era.
Luego apareció Bernabé. Él fue quién introdujo a Pablo en su ministerio apostólico (Hch. 11:25-26). En Hechos 13, cuando el Espíritu Santo comisionó a Bernabé y a Pablo para el ministerio, Bernabé era el líder entre los dos. Sin embargo, a mitad de camino hubo un giro en el ministerio. Cuando se presentó el momento crítico en el que alguien debía hablar por Dios, Bernabé no tuvo nada que decir, y Pablo tomó su lugar. Desde ese día en adelante, Pablo era el líder. En otras palabras, la visión y la revelación ya no estuvieron más con Bernabé, sino que estaban con Pablo. Al final del capítulo quince, se suscitó un conflicto entre ellos, y se separaron el uno del otro. Desde ese momento en adelante, la Biblia no vuelve a mencionar nada sobre la comunión y la obra de Bernabé. Esto significa que Bernabé desapareció del mover de Dios en aquel tiempo. El ya no desempeñaba un papel en esa etapa. Aunque aún estaba en el Nuevo Testamento, su visión no era adecuada.
En Hechos 18, Apolos apareció en la escena. Él era una persona que estaba parcialmente en el Antiguo Testamento y parcialmente en el Nuevo Testamento. Como hemos visto, cuando él fue a Éfeso, la iglesia en Éfeso recibió ayuda primeramente de él. Al final, la obra de Apolos dominó Éfeso debido a que él llegó allí primero. Una vez que la semilla de Apolos echó raíz en la iglesia en Éfeso, fue difícil erradicarla. Podemos detectar mediante ciertas evidencias de que la causa del deterioro de Éfeso fue la semilla sembrada por Apolos. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, la enseñanza de Apolos era una enseñanza diferente; era una doctrina diferente. La obra de Apolos dejó una marca permanente, la cual consistía en que enseñanzas diferentes prevalecían en la iglesia en Éfeso. Por esta razón, Pablo siempre estuvo preocupado por la iglesia en Éfeso, como se ve en Hechos 20.
Entre los dos primeros encarcelamientos de Pablo transcurrieron aproximadamente tres años. Durante ese tiempo, Pablo le encargó a Timoteo que permaneciera en Éfeso a fin de cuidar la iglesia, porque había surgido un problema allí: algunos enseñaban cosas diferentes. Durante su segundo encarcelamiento, Pablo escribió la segunda epístola a Timoteo para informarle que todas las iglesias en Asia habían abandonado su ministerio. Aquí podemos remontarnos a la fuente del deterioro de las iglesias. Las iglesias decayeron porque habían abandonado la enseñanza de los apóstoles; habían abandonado el ministerio de los apóstoles. Debido a este abandono, en la iglesia se introdujeron una tras otra las enseñanzas de Balaam, las de los nicolaítas y las de Jezabel (Ap. 2—3). Estas tres clases de enseñanzas representan todas las herejías. Cuando la iglesia se aleja de la enseñanza de los apóstoles, es invadida por toda clase de doctrinas. Esto es algo muy evidente.
Aproximadamente treinta años después, el apóstol Juan, ya de edad avanzada, escribió el libro de Apocalipsis. Cuando él concluyó sus escritos sobre la Nueva Jerusalén y el cielo nuevo y la tierra nueva, se completaron las visiones de Dios. Al final del libro de Apocalipsis, el cual queda al final de toda la Biblia, hay una advertencia en contra de cualquier añadidura o eliminación: se habían completado todas las visiones de Dios. Una vez que el libro de Apocalipsis fue terminado, transcurrieron trescientos años hasta que en 397 d. C. —en el Concilio de Cartago— fue reconocida la autoridad del canon completo de los santos escritos, incluyendo los libros de Apocalipsis y Hebreos. En el año 325 d. C., cuando el emperador Constantino convocó el Concilio de Nicea, los libros de Apocalipsis y Hebreos aún no habían sido reconocidos como parte del canon. Estos dos libros ocupan una posición fundamental en la visión concerniente a la economía neotestamentaria de Dios. Por tanto, el credo producido en el Concilio de Nicea no incluía la revelación que se da a conocer en esos dos libros. Hoy muchos grupos protestantes y católicos recitan el credo de Nicea cada domingo en sus servicios. Cuando yo estaba en el Occidente luchando a favor de la verdad respecto al Dios Triuno, les dije a las personas: “El credo en el que creen es defectuoso, puesto que no dice nada sobre los siete Espíritus”. Ellos no podían responder nada en cuanto a esto.
Ya para el año 397 d. C., toda la Biblia fue reconocida. La Palabra santa que tenemos delante de nosotros está llena de visiones. El hecho de alcanzar o no la norma de dichas visiones, depende totalmente de nuestra comprensión de las visiones que se hallan en estos sesenta y seis libros. En los primeros dieciséis siglos de historia de la iglesia, se levantaron innumerables personas que amaban al Señor. Desgraciadamente todos ellos, quienes amaban al Señor y servían a Dios, no pudieron ser unánimes. La razón se debe a que tenían visiones totalmente distintas. Algunos sólo tenían la visión de los cuatro evangelios, les gustó esa visión y se adhirieron fielmente a ella, pero no avanzaron. Otros progresaron un poco más y recibieron la visión del libro de Hechos. Esto espontáneamente les diferenció del primer grupo, y se dieron cuenta de que no podían tener comunión con el grupo anterior. Otras personas alcanzaron las diferentes visiones reveladas en las distintas epístolas; asimismo se diferenciaron de los grupos anteriores debido a sus diferentes puntos de vista. A lo largo de los dieciséis siglos pasados, se levantaron muchas personas que amaban al Señor; sin embargo, no pudieron ser unánimes. La razón de ello no se debía a que tuvieran cierto pecado o maldad, sino a que la visión que cada uno había recibido no era completa. Cada uno permanecía en un estado correspondiente a la visión que recibió, la cual no era completa. Debido a que se hallaban en diferentes niveles de visiones, espontáneamente no hubo unanimidad.
En el siglo diecinueve, Hudson Taylor recibió una visión. Él sintió que debía ir a China para predicar el evangelio. No podemos decir que su visión era incorrecta; solamente podemos decir que su visión no alcanzaba la norma de esa era. Durante las últimas tres décadas, perdimos la unanimidad varias veces en Taiwan. La situación que tuvimos con el hermano Austin-Sparks fue un ejemplo de esto. ¿Acaso podemos decir que él no amaba al Señor o que no era espiritual? Claro que no. Incluso hoy aún recomiendo sus libros. En verdad vale la pena leer algunos de ellos. Sin embargo, él no vio lo que el hermano Nee nos llevó a ver en el recobro del Señor. Obviamente, todas nuestras diferencias con él no fueron causadas por la carne, sino porque nuestras visiones eran distintas. En 1958, había algunos jóvenes prometedores que fueron salvos y perfeccionados por mi ministerio. Les confié las obras cruciales en la isla de Taiwan, incluyendo el salón tres de la iglesia en Taipei y las iglesias en Taichung, Chiayi, Tainan, y Kaoshung. Posteriormente, ellos se enorgullecieron, y debido a la influencia del hermano Sparks, decidieron no hablar más sobre el terreno de la iglesia sino que hablaban solamente acerca de la plenitud de Cristo, el Cristo completo. Ellos proclamaban audazmente que habían recibido una visión. En aquel tiempo, realmente se perdió la unanimidad.
Aunque el hermano Sparks era espiritual, él mismo se limitó al alcance de su visión. Su problema era que no estaba dispuesto a ver más. Además, consideraba que todos los que veían algo diferente, estaban equivocados. Hizo todo lo posible por anular el “terreno de la iglesia”, el cual había sido recobrado entre nosotros. Me confesó personalmente en una reunión que él había dado mensajes por varias décadas, pero que en toda su vida nunca había encontrado un lugar con tan buena audiencia como nosotros. También habló conmigo acerca de la posibilidad de emigrar a Taiwan para establecer una estación del ministerio. Sin embargo, finalmente él y nosotros no éramos iguales debido a que nuestras visiones eran diferentes.
¿Cuál entonces es nuestra visión? Un hermano joven dijo una vez: “El hermano Nee solía hablar acerca de la cruz, pero nosotros ya no hablamos de eso”. Ese es el comentario de alguien corto de vista. ¿Quién dice que ya no hablamos acerca del quebrantamiento que nos proporciona la cruz? Si leen los mensajes sobre la Nueva Jerusalén, verán que para llegar a ser las puertas de perla tenemos que experimentar la muerte del Señor. Tenemos que disfrutar, mediante la muerte del Señor, la secreción de Su vida de resurrección. Sólo de esta manera podemos llegar a ser las perlas. Cada uno de los diecinueve puntos en el libro La experiencia de la vida implica tratos que tienen que ver con la cruz. Debemos hablar sobre el quebrantamiento que realiza la cruz, pero no debemos hacer que esta verdad nos limite ni que sea nuestro tema principal. En el Occidente, algunas personas le dan mucho énfasis al hablar en lenguas. No nos oponemos al hablar en lenguas, pero si alguien le da demasiado énfasis, al punto de promoverlo activamente, llegará a causar mucho daño. Quizás alguien pueda promoverlo con celo inofensivo, pero si los oyentes lo recalcan demasiado, causarán problemas en la iglesia. Debemos recordar que la visión que hemos recibido no le da importancia a estos pequeños asuntos. Ese no es el enfoque de nuestra visión.
¿Cuál es entonces nuestra visión? Nuestra visión es que Dios amó tanto al mundo que dio a Su Hijo para que muriera por nosotros los pecadores y nos redimiera, a fin de que tengamos la vida de Cristo, seamos regenerados por Él para ser hijos de Dios, disfrutemos de las riquezas del Dios Triuno y lleguemos a ser el Cuerpo de Cristo. En la práctica, el Cuerpo se expresa como las iglesias locales en diferentes localidades, las cuales practican la vida del Cuerpo de una manera apropiada. Este Cuerpo, la iglesia de Dios, es el enfoque de la economía de Dios.
En la teología de los padres de la iglesia existía el término “economía”, pero en el recobro de Señor, durante el tiempo cuando estábamos en China continental, no usábamos ese término. Fue hace veinte años que usé por primera vez este término en Taiwan, pero fue sólo hace dos años que vimos toda la economía neotestamentaria de Dios. Al mismo tiempo vimos la mezcla de Dios y el hombre y vimos la impartición divina, que consiste en que el Dios Triuno imparta dentro de nosotros todas Sus riquezas en Cristo como el Espíritu, a fin de constituirnos como el Cuerpo de Cristo. Ésta es la economía de Dios.
Durante los últimos siglos, nadie más ha visto la economía de Dios; y si algunos la vieron, no hablaron sobre ello. No han hablado sobre la mezcla de Dios y el hombre ni sobre la impartición divina. Algunos han hablado sobre la santificación, pero ese hablar fue algo ambiguo. En la Biblia vemos que la santificación consta de tres etapas: la santificación que separa, la santificación en cuanto a nuestra posición, y la santificación en cuanto a nuestra manera de ser. La santificación en cuanto a nuestra manera de ser es la transformación, y la transformación incluye la disciplina y el quebrantamiento efectuados por la cruz. Pero incluso los cristianos de la vida interior, incluyendo los que asistieron a las conferencias de Keswick y los muchos gigantes espirituales que han escrito sobre el tema de la vida espiritual, no han explicado claramente qué es la transformación. La enseñanza acerca de la transformación es un elemento característico del recobro del Señor.
La visión que el Señor ha dado a Su recobro es todo-inclusiva: incluye la economía de Dios, la mezcla de Dios con el hombre, la impartición de la Trinidad Divina y la salvación de los creyentes en Cristo, la cual abarca la elección efectuada por Dios a favor de ellos, Su llamamiento, y Sus obras de regeneración, santificación, renovación, transformación, conformación y glorificación realizadas en ellos. En la historia del desarrollo de la doctrina cristiana, todo este conjunto de verdades ha sido plenamente recobrado únicamente entre nosotros. Antes de nosotros, las verdades tales como la elección, el llamamiento, la regeneración, la santificación, la renovación, la transformación, la conformación y la glorificación, no se habían recobrado mucho, y después de nosotros, el recobro de estas verdades tampoco incrementará mucho. Este conjunto de verdades ha encontrado su pleno recobro entre nosotros.
El problema que existe entre nosotros radica en que algunos hermanos están limitados por la poca experiencia y visión que tienen. Algunos han dicho que ahora yo, el hermano Lee, soy diferente del hermano Nee. Este comentario no provino solamente de personas fuera del recobro del Señor o de algunos hermanos que nos han dejado, sino de algunos santos que aún están entre nosotros. En realidad, si alguien conoció bien al hermano Nee en esta tierra, esa persona soy yo. El hermano Nee me compartió todo lo que él había visto y me ayudó sobremanera. Aquel que diga que mi labor es diferente a la del hermano Nee, se encuentra fuera de la visión. Claro que el hermano Nee no tuvo la oportunidad de desarrollar la visión como lo hice yo; un ejemplo de esto es la Versión Recobro del Nuevo Testamento. Yo dediqué doce años, día tras día, a escribir las notas de pie de página de la Versión Recobro, pero no escribí más de lo que el hermano Nee sembró en mí anteriormente. Lo único que puedo decir es que la semilla ha brotado y ha crecido, aunque aún no ha llegado a su pleno desarrollo. Le pido al Señor que me conceda más años para que esta semilla se desarrolle dentro de mí. Si el Señor me concediera otros doce años más para volver a escribir los mensajes de los estudios-vida, tendría otra colección de estudios-vida, que no sería diferente, sino nueva. El que piense que soy diferente del hermano Nee no ha alcanzado la norma de la visión de la era.
Quisiera que los colaboradores, los ancianos y todas las iglesias en el recobro del Señor se dieran cuenta de que hoy en día no hemos cambiado. Lo que nos podría diferenciar de otros, es que nos asimos de todas las visiones de la Biblia, desde la primera visión de Adán en Génesis hasta la última visión consumada en Apocalipsis. Aquellos que sólo ven parte de la visión y nos condenan por ser diferentes, no lo hacen únicamente porque somos diferentes de ellos, sino porque ellos no poseen la visión que corresponde a la era.
No podemos culpar a aquellos cuya visión no corresponde a la era por hacer lo que ellos hacen. Por ejemplo, Jacobo era muy piadoso. No podemos criticarlo por su piedad, pero es un hecho que no poseía la visión que correspondía a la era. Al final no solamente se destruyó a sí mismo, sino que destruyó la obra de Dios y trajo problemas a todos los santos en la tierra de Judea. Debido a su inercia y renuencia, el príncipe romano Tito marchó con su ejército en el año 70 d. C. y saqueó Jerusalén. El templo fue destruido, y no quedó piedra sobre piedra. El historiador Josefo cuenta la tragedia de este evento. Mataron a muchos cristianos, e incluso mataron a niños. ¿Quién habría deseado que el asunto terminara de esta manera? Sin embargo, Dios se vio forzado a hacer esto. Si Dios no hubiera hecho esto, la situación estaría fuera de control, pues el cristianismo se habría mezclado del todo con el judaísmo. Frente a una situación tan turbia, Dios tuvo que hacer algo para despejar la atmósfera. El hecho de que Jerusalén haya sido totalmente quemada y que miles de personas murieran, fue culpa de Jacobo; esto no es algo insignificante. Esto es lo a lo que se refieren los chinos cuando dicen: “Errar por una fracción de pulgada equivale a desviarse por mil millas”. Un paso mal dado dio lugar a que se perdieran decenas de miles de vidas. La historia presenta un testimonio trágico de eso.
Hoy el Señor, en efecto, ha tenido misericordia de Su recobro. Dentro de un período corto, un período de sesenta años, Él nos ha llevado a la consumación máxima de todas las visiones. Espero que todos nosotros estudiemos detalladamente los mensajes que han sido publicados, especialmente aquellos en la serie de Adiestramiento para ancianos y Lecciones de la verdad. Si las estudian adecuadamente, recibirán la visión completa; recibirán la visión que el Señor nos ha dado en Su recobro, y entenderán en qué consiste la máxima consumación de todas las visiones: la Nueva Jerusalén. Dentro de esa máxima consumación todo está incluido, tal como la predicación del evangelio, amar al Señor, la disciplina y el quebrantamiento efectuado por la cruz, la vida de resurrección y el derramamiento del Espíritu Santo.
Lamentablemente, hoy en la tierra, cuando los creyentes ven un poco de revelación en el Nuevo Testamento, empiezan a tener una opinión muy elevada de sí mismos y se vuelven muy celosos de lo que han visto. Así que piensan naturalmente que nuestras acciones y palabras son demasiado radicales. No cabe la menor duda de que muchos grupos cristianos están muy activos en la tierra hoy, pero no pueden ser uno con nosotros ni tampoco pueden ser uno entre ellos mismos. Ellos no pueden ser uno principalmente porque su visión es diferente; ven cosas diferentes. Se trata de una diferencia de nivel, aunque la base sigue siendo la misma. Tenemos la misma Biblia, el mismo Dios y el mismo Salvador, y hemos recibido el mismo Espíritu y la misma salvación. Todos creemos en la sangre del Señor y todos compartimos la misma fe, pero todo lo que va más allá de eso causa diferencias. Algunos avanzan un poco y se detienen; otros caminan unos pasos más; y otros avanzan aún más. Le agradecemos al Señor por proporcionarnos la misma base. Todos somos salvos y todos tenemos la vida y la naturaleza de Dios. Todos nos hallamos en la misma posición. Sin embargo, mientras el Espíritu Santo avanza, tal vez nosotros permanezcamos donde estamos. En el instante en que el Espíritu Santo prosigue, algunos deciden proseguir y otros deciden quedarse. Cuanto más avanza el Espíritu Santo, menos personas lo siguen. Finalmente, aquellos que le hemos seguido hasta el fin, nos quedamos solos.
Frente a tal situación, ¿qué debemos hacer? Le damos gracias al Señor porque al final de la Biblia hay un llamamiento a los vencedores. A pesar de la degradación y la condición de pobreza en que se encontraban las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3, el Señor aún reconoció que eran iglesias. El Señor no llamó a los vencedores a que salieran de las siete iglesias. ¿Por qué? Porque el terreno sobre el que estaban todavía era el correcto. No se reunían como muchas iglesias en una localidad, sino como una sola iglesia en cada localidad. A pesar de que la condición en Tiatira era pobre, aún así era una sola iglesia en una localidad. Su terreno era el terreno correcto. La iglesia era corrupta y su condición era pobre, pero su terreno seguía siendo era el terreno correcto. Podemos comparar esto con el caso de un miembro de la familia; ya sea que la familia sea buena o no, ese miembro sigue perteneciendo a la familia. Si ese miembro se separa de la familia para empezar otra y cambia de nombre, entonces dividiría a la familia. Según su condición, quizás él sea muy bueno, moral y educado. Sin embargo, en cuanto a su posición o su terreno, causaría una división. De la misma manera, podemos decir que Tiatira estaba en una condición muy pobre, pero el Señor no le pidió a nadie que saliera de la iglesia en Tiatira, puesto que ésta todavía se mantenía firme sobre el terreno apropiado. Por el contrario, el Señor llamó a algunos hermanos a que fueran vencedores en medio de esa situación.
En la actualidad, la situación es la misma. Muchos han recibido la visión inicial y se quedan satisfechos con lo que han visto, pero no deberían detenerse allí. Tenemos que seguir al Espíritu Santo y avanzar, pero cuanto más prosigamos, habrán menos personas que avanzarán juntamente con nosotros. Así que no es cierto que rehusamos ser uno con otros. La verdad es que ellos no quieren avanzar. Nosotros no sólo vamos en pos del Espíritu Santo, sino que ponemos en práctica lo que hemos visto y lo que seguimos, lo cual consiste en la impartición del Dios Triuno, la mezcla de Dios con el hombre, para que lleguemos a ser el Cuerpo de Cristo a fin de ser la manifestación del Dios Triuno. En el proceso de convertirnos en eso, pasamos por las experiencias de regeneración, santificación, renovación, transformación, conformación y, finalmente, glorificación.
En la práctica, tenemos que cuidar del aumento entre nosotros. Lo primero que tenemos que hacer es propagar el evangelio elevado y conducir a las personas a la salvación. Después tenemos que establecer reuniones de hogar y nutrir a los nuevos creyentes. Luego tenemos que establecer grupos pequeños y enseñar la verdad. Finalmente, tenemos que edificar y perfeccionar a los nuevos creyentes para que sean iguales que nosotros, de modo que practiquen la vida del Cuerpo en todas las iglesias locales a fin de que el Señor obtenga un Cuerpo plenamente maduro. Esas son las cuatro cosas que tenemos que lograr en nuestra práctica. Si todos vemos eso claramente, estaremos en unanimidad. No podemos permanecer en el pasado; no tendremos futuro si mantenemos esa posición, ya que tal posición y práctica son inadecuadas. Si sólo tenemos esa visión, no habrá predicación del evangelio ni enseñanza de la verdad; sólo se hablará de llevar la cruz y de la disciplina y el quebrantamiento de la cruz. ¿Qué clase de futuro puede proporcionarnos esta visión tan estrecha? Entiendo claramente la responsabilidad que el Señor me ha dado. En cierta manera soy uno que toma la delantera, y llevo gran responsabilidad por las cosas que digo y hago, porque afectan a centenares, incluso a decenas de miles de personas. En el futuro tendré que rendirle cuentas al Señor. Por esta razón siempre observo cuidadosamente la situación. Algunos le dan mucho énfasis a la predicación de la cruz, pero realmente no lo aplican en sus vidas. Cuando deciden enfadarse, simplemente lo hacen; no predican el evangelio, no nutren ni perfeccionan a otros y tampoco profundizan en la verdad. La cruz es simplemente una doctrina para ellos. A nosotros no nos interesa simplemente la doctrina; nos interesa tener la visión. Como hemos visto, la visión que corresponde a la era es la visión que abarca desde Génesis hasta Apocalipsis.
Ahora consideremos cuál es la práctica apropiada. Mateo 24:14 dice: “Y será predicado este evangelio del reino en toda la tierra habitada, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. Esto significa que hoy tenemos que hacer todo lo posible por propagar el evangelio. Debemos gastar cada centavo y cada gota de nuestro sudor, lágrimas y sangre en el evangelio. Sólo esto agradará al Señor y llevará adelante Su evangelio. La pequeña isla de Taiwan tiene veinte millones de personas, pero solamente hay quinientos mil cristianos. ¿Acaso nos hemos quedado cómodamente sentados y no estamos dispuestos a arder por el evangelio? Si nos conducimos de esta manera, ¿cómo podremos rendirle cuentas al Señor? Pienso que un día, cuando estemos ante el tribunal del Señor, Él nos preguntará: “Han estado en Taiwan por tanto tiempo, pero ¿cuál ha sido su actitud respecto a Mi evangelio?”. Él nos dirá que no fue un Amo duro, ya que nos entregó un talento. ¿Pero cómo lo utilizamos, y cuánto invertimos? ¿A cuántas personas hemos conducido al Señor? ¿A cuántas personas hemos nutrido y cuidado? ¿A cuántas personas hemos enseñado? En el futuro tendremos que responder a estas preguntas una por una.
Mateo 24 y 25 nos muestra que un día hemos de comparecer ante el Señor y hemos de rendirle cuentas punto por punto. Admito que mi responsabilidad es mayor que la de ustedes. Tendré que comparecer ante Él también para rendirle cuentas respecto a mi persona, pero no puedo rendirle cuentas a Él por ustedes. Ahora ustedes se han levantado y han respondido a mi liderazgo, y agradezco y alabo al Señor por esto. Adoro al Señor por todos ustedes, pero tienen que entender que no me siguen a mí; más bien, ustedes siguen la visión máxima y consumada, y propagan el evangelio conforme al mandamiento del Señor. Nadie debe decir que no sabe cómo predicar el evangelio. Mateo 28:19 dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”. Este mandamiento es dado a todos los creyentes. La Biblia jamás dice que alguien está exento de predicar el evangelio. Si somos fieles al Señor en cuanto al evangelio, y si somos diligentes, el número de creyentes en las iglesias aumentará considerablemente en un país tan densamente poblado como Taiwan; pero si no hacemos nada, no tendremos nada que decir cuando nos presentemos ante el Señor.
Los que están sentados aquí hoy son colaboradores, ancianos u obreros de tiempo completo que están aprendiendo a servir al Señor. Por favor consideren lo siguiente con calma: Si no pueden salvar a una o dos personas en un año, en una isla tan poblada como Taiwan, ¿cómo podrán rendirle cuentas al Señor cuando se encuentren con Él? Si cada uno de nosotros conduce una persona al Señor en un año, en poco tiempo alcanzaremos la meta de evangelizar a Taiwan; pero si en vez de esto retenemos nuestras energías, ¿cómo podremos evangelizar este país? En la parábola de Mateo 20, el dueño de la casa les dijo a los obreros desocupados: “¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?” (v. 6). Todos aquellos que no participan en el mover del evangelio, incluso si van en pos de la “espiritualidad” y conocen la verdad, están desocupados a los ojos del Señor. Hoy cuando hablamos sobre la unanimidad, no estamos hablando sobre cierto método que tenemos que practicar. Más bien, nos estamos refiriendo a que debemos estar en armonía con el corazón del Señor. El Señor desea en Su corazón que entremos en la viña y laboremos para Su evangelio. Si estamos en armonía con el corazón del Señor y si impartimos al Dios Triuno en otros, de modo que les impartamos la vida del Señor para que ellos lleguen a ser Sus miembros y constituyan Su Cuerpo, el cual es Su plena expresión, entonces automáticamente seremos unánimes.
La predicación del evangelio es el primer paso en la propagación. Después de eso tenemos que establecer reuniones en los hogares y nutrir a los nuevos creyentes. También tenemos que establecer grupos pequeños y enseñar la verdad. Finalmente tenemos que lograr la manifestación práctica de la vida del Cuerpo. Estas cuatro cosas deben llegar a ser la “tradición familiar” entre las iglesias en el recobro del Señor. Para desarrollar esta “tradición”, tenemos que tener la misma visión y estar en unanimidad. Debido a esto les he presentado la visión máxima y completa. Ya no debemos dar énfasis a diferentes caminos; no debemos tomar diferentes direcciones. Todos estamos en el recobro del Señor, y todos hemos recibido la visión actual y completa. Incluso si algunos no pueden seguir y no ven claramente, no deben decir nada. En tanto que prosigan, obtendrán la bendición. Los hijos de Noé no vieron la visión que él vio; sin embargo, eran unánimes con su padre. Lo único que hicieron fue seguirlo de cerca, y por ello fueron salvos de la misma manera en que lo fue su padre. Pedro también fue uno que seguía a ciegas al Señor. No sabía nada; sólo sabía que el Señor tenía la visión, y le siguió. Al final recibió la bendición.
Si tenemos diferentes énfasis así como diferentes maneras de hacer las cosas, nuestra energía se desvanecerá y nuestra fe se debilitará. Perderemos la unanimidad y nuestra moral decaerá. Sin embargo, si somos unánimes y si predicamos desesperadamente el evangelio, seremos cada vez más ardientes; el fervor de todos mutuamente elevará nuestra determinación. Aun los nuevos creyentes llegarán a ejercer su función correctamente. Tendremos una moral invencible y superaremos todos los obstáculos. Adondequiera que vayamos, seremos más que vencedores. Esto es nuestra necesidad hoy.
No me pregunten por qué no hicimos esto hace diez años. Hace diez años no teníamos la claridad que tenemos hoy respecto a la manera de llevar a cabo la obra. Gracias al Señor que Su dirección siempre es progresiva. Si un niño no crece en diez años, debe padecer de una enfermedad terrible. Si sigo enseñando lo mismo que enseñé hace diez años, tal vez ustedes piensen que no he crecido. No estamos cambiando nuestra manera. Durante los últimos veintitrés años que he estado en Estados Unidos, no he cambiado mi tono. Me he mantenido firme sobre la base de la verdad, confrontando toda clase de oposición y ataques. Sin embargo, estamos avanzando y propagándonos. Actualmente nuestra obra tiene que avanzar, puesto que la visión que el Señor nos ha dado ha avanzado.