
La historia del tabernáculo con el Arca es de vital importancia para comprender lo que Dios desea con respecto a Su edificio. En el capítulo previo vimos que al concluir la edificación del tabernáculo, ello dio lugar a seis cosas importantes. En primer lugar, la gloria de Dios mismo se manifestó en la tierra y llenó el tabernáculo. El pueblo de Dios pudo ver claramente la gloria de la presencia de Dios; ciertamente esto no es algo insignificante. En segundo lugar, Dios habló a Su pueblo desde el tabernáculo. Ello indica que si hemos de recibir la palabra de Dios, tenemos que acudir al edificio de Dios. En tercer lugar, se formó un cuerpo de sacerdotes, un sacerdocio. En cuarto lugar, este sacerdocio era también un ejército cuyo fin era pelear las batallas por Dios. En quinto lugar, todas las batallas fueron ganadas a fin de poder obtener el terreno requerido para el edificio de Dios. Y en sexto lugar, el tabernáculo fue establecido como centro de adoración en un lugar llamado Silo (Jos. 18:1). Desde aquel tiempo, todo el que buscara al Señor, como es el caso de los padres de Samuel (1 S. 1:3-9), contaba con un lugar específico adonde podía ir. ¡Cuán maravillosa era tal situación! Sin embargo, esto no duró por mucho tiempo.
Durante los tiempos del sacerdote Elí, el pueblo de Israel le falló a Dios. Fueron pecaminosos delante de Sus ojos. Ellos estaban mal con Dios, pero aun así fueron a pelear la batalla. Por supuesto, fueron derrotados (4:1-2). Debemos comprender que cada vez que los hijos de Dios son derrotados por el enemigo, ello demuestra que están mal con Dios. Si tenemos una buena relación con Dios, jamás podremos ser derrotados. Pero si estamos mal con Él, es imprescindible que seamos derrotados, pues habremos perdido el terreno. Es preciso que aprendamos esta crucial lección.
Pese a que los israelitas fueron derrotados, rehusaron aprender su lección; no estuvieron dispuestos a que el Señor los juzgara y disciplinara. En vez de ello, desarrollaron cierta actitud supersticiosa con respecto al poder del Arca de Dios. Debido a que estaban mal con Dios, ellos usaron el Arca indebidamente. En su superstición, ellos planearon dejar que el Arca peleara la batalla por ellos (vs. 3-9).
El Arca no ayudó a los israelitas. Ellos fueron derrotados, el Arca fue capturada, y los dos hijos del sacerdote Elí, los dos líderes, fueron muertos (vs. 10-11). La gloria de Dios se apartó de Israel (vs. 19-22), y el tabernáculo quedó vacío. Israel mantuvo la expresión externa, pero el tabernáculo era un receptáculo vacío, pues el contenido de esta vasija se había ido. El Arca no los protegió, debido a que ellos no habían aprendido su lección.
En un sentido, los israelitas no fueron completamente supersticiosos al depender del Arca para ganar la batalla. El Arca era sin duda poderosa, puesto que se protegió a sí misma. Los filisteos, después de derrotar al pueblo de Israel en la batalla, colocaron el Arca que capturaron en su propio templo, y al hacerlo su ídolo fue derrotado. Finalmente, el Arca aun derrotó y sojuzgó a los filisteos (cap. 5). Los filisteos habían derrotado a miles de israelitas en la batalla, pero no pudieron derrotar la pequeña Arca. Ellos sencillamente no sabían cómo tratarla o qué hacer con ella. Así que finalmente decidieron devolverles a los israelitas aquella Arca que les causaba tantos problemas e hicieron esto (6:1-16), enviándola a Bet-semes. Al recibir el Arca, los de Bet-semes no fueron cuidadosos con ella, y en consecuencia el Señor hirió a muchos de ellos. Los bet-semesitas enviaron entonces mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim, pidiéndoles que llevaran el Arca a su lugar. Así pues, los hombres de Quiriat-jearim fueron por el Arca y la trajeron a la casa de un sacerdote llamado Abinadab, donde estuvo por veinte años (6:12—7:2).
La situación era sin duda anormal, pues mientras el tabernáculo con el altar estaba en Silo, el Arca estaba en Quiriat-jearim. El contenido fue separado de la vasija, y ésta quedó vacía. Esta situación continuó hasta que el pueblo de Israel llevó a cabo un recobro completo. El Arca tiene que estar en el tabernáculo. A fin de llevar una vida de iglesia normal, es imprescindible que Cristo, el Arca, esté en la iglesia, el tabernáculo. Todos estos acontecimientos de la historia de Samuel, Saúl y David ocurrieron con un sólo objetivo y propósito: el edificio de Dios.
Este estado anormal en el que el Arca y el tabernáculo estuvieron separados el uno del otro, duró veinte años. Dios sufrió por mucho tiempo porque Su Arca no estaba en el tabernáculo. El deseo del corazón de Dios era Su edificio. Finalmente, Dios halló a David, un hombre conforme al deseo de Su corazón (1 S. 13:14). Saúl no fue esta clase de hombre, pues anduvo conforme a su carne, sus concupiscencias y sus propios propósitos. Por lo tanto, Dios levantó a David y lo puso por rey sobre Israel.
Después que David ascendió al trono como rey, prácticamente lo primero que se propuso en su corazón fue dar al Arca el lugar que le correspondía. Fue con respecto a esto que fue escrito el salmo 132. “[David] juró a Jehová / e hizo voto al Fuerte de Jacob: / No entraré a la tienda de mi casa; / ni subiré al lecho de mi cama; / no daré sueño a mis ojos, / ni a mis párpados adormecimiento; / hasta que halle un lugar para Jehová, / un tabernáculo para el Fuerte de Jacob. / He aquí, oímos de ella en Efrata; / la hallamos en los campos de Jaar [forma poética abreviada de Quiriat-jearim]. / Entraremos en Su tabernáculo; / adoraremos ante el estrado de Sus pies. / Levántate, oh Jehová, al lugar de Tu reposo, / Tú y el Arca de Tu poder [...] / Jehová ha jurado con verdad a David [...] / Porque Jehová ha escogido a Sion; / la desea como morada para Sí. / Éste es Mi lugar de reposo para siempre; / aquí moraré, porque lo he deseado” (2-8, 11, 13-14). El salmo 132 revela el Arca y el Señor, los cuales son identificados como uno solo. El Arca no puede separarse del Señor mismo. La presencia del Señor siempre acompaña el Arca, puesto que el Arca es la corporificación misma del Señor y el testimonio Suyo.
David era un hombre así, un hombre conforme al corazón de Dios; pero antes de ascender al trono, no tenía ninguna autoridad para actuar. Sin embargo, una vez que subió al trono, tenía la base para hacer la voluntad de Dios e intentó traer el Arca de Quiriat-jearim a Sion (1 Cr. 13:5). Sion era el mejor lugar en Jerusalén, y Jerusalén era el mejor lugar de toda la tierra de Canaán. Esto significa que David preparó el mejor lugar y el más elevado, el lugar más excelente, para el Arca de Dios. El corazón de David realmente estaba centrado en la morada de Dios. Él era un hombre conforme al corazón de Dios, la clase de hombre que Dios busca para Su edificio. Espero que podamos ser esos hombres hoy. ¡Procuremos lo que Dios desea a fin de que Su morada pueda existir de una manera concreta entre Su pueblo en la tierra hoy!
Si bien David siguió a Dios con un corazón sincero, demostró no tener la suficiente iluminación cuando mandó traer el Arca. Aunque deseaba de todo corazón agradar a Dios, carecía de luz de parte de Dios, y fue por ello que actuó equivocadamente. Los filisteos anteriormente habían usado una carreta para devolver el Arca a Israel. David pensó que esto era bastante apropiado, y por ello usó una nueva carreta para trasladar el Arca a Sion. Dios toleró a los gentiles ignorantes, pero David tenía que aprender la lección. Él tenía que aprender a no proceder como lo hace la gente mundana, sino conforme a la santidad de Dios. Así que mientras se transportaba el Arca, uno de los hombres de David tuvo un accidente. Los bueyes que tiraban la carreta tropezaron, y el Arca empezó a caer; y en ese momento Uza, uno de los hombres, extendió su mano para sostener el Arca. La mano carnal hizo lo posible por ayudar, pero Dios jamás necesita este tipo de ayuda. Si Dios desea que algo se caiga, nunca debemos intentar agarrarlo. Es mejor que lo dejemos caer; entonces seremos bendecidos. Uza trató de impedir que el Arca cayera; sin embargo, resultó que no sólo el Arca cayó, sino que Uza mismo cayó muerto. Esta muerte estorbó el mover del Arca, y a David le perturbó mucho. Él se llenó de temor a causa del Arca y desistió de su intento de transportar el Arca en una carreta.
Sin duda alguna, David había actuado equivocadamente al transportar el Arca conforme a la manera mundana, y también estaba equivocado en su opinión humana. No debemos tocar a Cristo conforme a la manera mundana; jamás debemos tocar el testimonio de Dios a la manera de los filisteos. Hacer esto acarrea muerte espiritual. Debemos aprender a abandonar el sistema mundano y a retirar nuestras manos. David debió haber sido iluminado al leer lo que estaba escrito en la Palabra de Dios. Él debió haber visto la revelación de Dios y aprendido la manera divina de hacer las cosas en lugar de usar métodos mundanos. Debemos siempre tocar a Cristo, el testimonio de Dios, conforme a la manera divina revelada en la Palabra. En relación con el Arca, no debemos proceder jamás conforme a lo que nos parece bueno, es decir, no debemos tratar de hacer algo bueno para Dios, ni siquiera con una motivación buena y un corazón sincero. Debemos ser muy cuidadosos, no sea que traigamos muerte espiritual. Que seamos fieles a Dios y aprendamos a temerle, no procediendo conforme a la manera mundana ni ejerciendo nuestro esfuerzo humano, sino más bien aprendiendo lo que nos dice la Palabra de Dios, el mandamiento de Dios, para hacer lo correcto de la manera correcta. No es suficiente simplemente saber lo que es correcto; debemos también hacerlo de la manera correcta. Alabado sea el Señor por las buenas intenciones y motivaciones, pero ¿hace usted las cosas empleando el método de “la carreta” o según la manera en la que los sacerdotes llevan el Arca? ¿Procede usted conforme al sistema mundano o conforme a lo que Dios ha revelado?
La práctica de la Navidad es un ejemplo de cómo los cristianos tratan de hacer algo bueno para Dios de una manera mundana. Muchos abogan por esta fiesta. Dicen que enviar tarjetas de Navidad ayudará a otros a conocer a Cristo. Ellos “predican el evangelio” por medio de estas tarjetas de Navidad. Pero hacer esto equivale a obrar conforme a la manera de los filisteos. Esa tarjeta que envían es comparable a la carreta. Necesitamos de un testimonio vivo para predicar el evangelio de Cristo. Necesitamos a los sacerdotes vivientes que lleven a Cristo a las personas. Entonces el resultado de ello será vida y no muerte. Podríamos usar muchas otras cosas como ejemplo del mismo principio.
Al cristianismo de hoy le encanta emplear muchísimos sistemas mundanos, muchos sistemas filisteos. Ellos discuten, diciendo: “¿Qué tiene de malo usar una carreta para transportar el Arca?”. Esto tal vez esté bien para el mundo, pero no está bien para nosotros. Si queremos ser hombres conforme al corazón de Dios, entonces debemos ser hombres conforme a la mente de Dios, conforme al proceder de Dios, y no valernos de nuestra mente ni de nuestros métodos. No debemos tener la mente de la gente del mundo ni emplear sus métodos. Usar una carreta acarrea muerte.
Después del incidente ocurrido con Uza y del fracaso resultante, David dejó el Arca en la casa de un hombre llamado Obed-edom (2 S. 6:1-10). Él pensaba que con ello había resuelto el dilema y ahora estaría en paz. Pero después de un breve período de tiempo, se le informó a David que Dios había bendecido grandemente a Obed-edom. Ante ello, David se conmovió tanto que procedió a trasladar el Arca de la casa de Obed-edom a su propia ciudad (vs. 11-12). Sucede siempre lo mismo con respecto a las bendiciones espirituales: las personas descubren dónde está la bendición del Señor y desean participar de ella. David ahora había aprendido su lección con Dios. Para entonces él ya sabía que el Arca no podía ser transportada en una carreta, sino por personas vivientes. Además, no la debía llevar cualquier persona, sino aquellos que habían sido designados, apartados y santificados para ello. Únicamente los sacerdotes podían cargar el Arca (1 Cr. 15:1-5), es decir, varios sacerdotes juntos de una manera coordinada. Un sacerdote solo no podía llevar el Arca sobre sus hombros, sino que tenía que llevarla en coordinación con otros. Si un sacerdote era de estatura baja, debía estirarse un poco; y si otro era alto, debía agacharse un poco. Si otro caminaba rápido, él debía andar más despacio; y si otro era muy lento para caminar, tenía que apresurar el paso. Si no eran capaces de coordinar juntos, no podrían asumir la responsabilidad de llevar el Arca. David comprendió esta lección de responsabilidad. Personas vivas, los sacerdotes, deben llevar el Arca en coordinación a su destino. Finalmente, David logró trasladar el Arca al monte Sion, el mejor lugar de Jerusalén (v. 25; 16:1).
En el monte Sion, David preparó una tienda para poner allí el Arca. ¿Fue eso lo correcto? No, no fue del todo correcto. Este arreglo aún no trajo una satisfacción completa. Un día David vio la necesidad de que fuera edificado un templo apropiado y bien establecido, para poner allí el Arca del Señor.
Muchas veces deseamos hacer algo para Dios. La primera vez que intentamos hacerlo, erramos completamente. Entonces aprendemos nuestra lección y empezamos a intentarlo nuevamente. Sin embargo, en nuestro segundo intento lo hacemos bien, pero sólo en parte; es decir, el cincuenta por ciento de lo que hacemos todavía está mal. Pero Dios es un Dios muy tolerante. Él toleró la debilidad de David cuando puso el Arca en una tienda escogida por él mismo, en Sion. David debió haber puesto el Arca en el tabernáculo original hecho conforme al modelo revelado por Dios. Por lo tanto, él todavía no tenía paz. Muchas veces después de realizar algo por Dios, no obtenemos completa paz y descanso; no hallamos plena satisfacción. La razón es que no hemos actuado totalmente de la manera correcta.
Después de esto David concibió la idea de edificar un templo para Dios. Esto sin duda era bueno, pero Dios le respondió que no lo hiciera. La razón por la que Dios le respondió de esta manera era, en primer lugar, que David había sido un hombre de guerra (28:3). Solamente un hombre de paz podía edificar la casa de Dios. En segundo lugar, Dios le prometió a David que daría completa paz al pueblo de Israel. Es únicamente en paz que la casa de Dios puede ser edificada. Tercero, Dios le dijo a David que primero le edificaría a David una casa, y a partir de dicha casa le levantaría un hijo, el cual le edificaría una casa para Sí mismo (2 S. 7:1-13; 1 Cr. 28:5-6). Dios no permite que el hombre tenga ninguna base para gloriarse de hacer primero algo para Dios. El testimonio debe ser que el hombre puede hacer algo para Dios sólo a partir de lo que Dios ha hecho primero por él. Por lo tanto, David no le edificó una casa a Dios; más bien, preparó los materiales (v. 2; 29:1-9) y el terreno (21:18-30; 2 Cr. 3:1). Finalmente, preparó a Salomón, el edificador, y a todos los que le ayudarían. A la postre, después de hacer todos estos preparativos, Salomón recibió la autoridad cuando subió al trono, y edificó el templo (1 R. 6:1-2)
El templo que Salomón edificó no correspondía a ningún diseño humano, pues Dios mismo le mostró claramente a David el diseño del edificio (1 Cr. 28:11-19). De la misma manera, en el monte Sinaí, Dios le mostró a Moisés el modelo del tabernáculo. Tanto el tabernáculo como el templo fueron edificados conforme al diseño dado por Dios. Por lo tanto, Salomón edificó el templo sobre el terreno apropiado conforme al diseño que le fue revelado a David su padre.
El templo fue mucho más grande en tamaño que el tabernáculo. El tabernáculo medía treinta codos de largo por diez de ancho, pero el templo era de sesenta codos de largo por veinte de ancho, es decir, era el doble del tamaño del tabernáculo. El tabernáculo era de diez codos de altura, pero el templo era de treinta codos de altura (1 R. 6:2). Todo en el templo era agrandado y aumentado. Además, el tabernáculo estaba hecho de madera recubierta de oro, mientras que el templo fue edificado con piedras y madera recubierta de oro. El tabernáculo era portátil y no tenía piso, pero el templo tenía un firme fundamento y un piso de madera revestido de oro. No sólo la madera de acacia se usó en el templo, tal como en el tabernáculo, sino que además se usó la madera de ciprés, cedro y olivo. Estas tres diferentes clases de madera representan la muerte, la resurrección y la ascensión de Cristo. Todo lo que se hallaba en el templo era más sólido, más estable y más establecido (vs. 7-22, 29-36). Finalmente, el Arca y todo el tabernáculo, incluyendo el altar de bronce y todos los demás utensilios, fueron traídos al templo (8:1-4). Todo lo del viejo tabernáculo fue traído al templo para mezclarse con éste como una sola entidad.
Entonces la gloria de Dios llenó el templo, tal como había llenado el tabernáculo anteriormente (vs. 10-11). Nuevamente, la gloria de la presencia de Dios pudo ser vista aquí en la tierra, sólo que esta vez se manifestó en mayor medida. ¡Las obras de Dios son victoriosas! Dios avanza todo el tiempo. Independientemente de cuánto perjuicio y cuántos obstáculos el enemigo pueda causar a la obra de edificación que Dios realiza en la tierra, Dios siempre consigue producir algo mejor, algo más grande que aquello que es dañado o estorbado. El enemigo consiguió hacer daño al tabernáculo e impedir que éste retornara a su estado normal; pero, a la postre, Dios edificó una morada más grande, el templo, cuya condición era más normal. ¡Dios jamás puede ser derrotado en lo que se refiere a Su propósito!
La historia del tabernáculo junto con el Arca es una prefigura de la historia de la iglesia, y nos presenta un cuadro completo del desarrollo y condición de la iglesia desde sus comienzos hasta el tiempo presente. Resaltan aquí cinco aspectos principales de la historia de la iglesia.
Al comienzo el tabernáculo contenía el Arca. Como la morada de Dios, ambos eran uno solo. Esto era lo normal. El tabernáculo era la expresión misma, y el Arca, el contenido. Esto nos muestra una prefigura de la primera etapa de la iglesia. Cristo estaba en la iglesia; la iglesia era la expresión de Cristo, y Cristo era el propio contenido de la iglesia. En el día de Pentecostés, vemos que Cristo estaba en la iglesia. Ese día Cristo era el Arca, y la iglesia era el tabernáculo. Ésta es sin duda la condición normal.
La historia revela que esta situación tan maravillosa, tan agradable, en la que el Arca estaba en el tabernáculo, no duró por mucho tiempo. El Arca fue capturada debido al fracaso del pueblo de Dios. El Arca fue separada del tabernáculo, y el tabernáculo quedó vacío. Esto nos muestra un cuadro de los fracasos de los cristianos que han hecho que la iglesia pierda la realidad de Cristo y Su presencia. Éste es el segundo aspecto, la segunda situación. Cristo, el propio contenido de la iglesia, fue separado de la iglesia; y ésta llegó a ser un receptáculo vacío, simplemente una expresión externa carente de la realidad interna. En principio, esta situación anormal ha durado muchos siglos. Incluso hoy en día, muchas de las así llamadas iglesias cristianas son tabernáculos vacíos, pues no experimentan a Cristo en su interior como su realidad. El mayor problema hoy en día es la existencia de la así llamada iglesia sin la presencia de Cristo. ¿Cuánto de Cristo percibe usted cuando asiste a algunos cultos de “la iglesia”? Cuando yo era joven, asistí a dos diferentes clases de supuestas iglesias, y debo confesarles que ni una sola vez llegué a tener la sensación de que me encontraba con Cristo en esos cultos. Debido a los pecados de los cristianos y a los fracasos de las iglesias, Cristo se ha ido de muchas de las así llamadas iglesias, y lo único que queda es un tabernáculo vacío.
La tercera situación que se ve prefigurada en el Antiguo Testamento es la del Arca sin el tabernáculo. En primer lugar, vemos el Arca separada del tabernáculo en la casa de Abinadab en Quiriat-jearim por veinte años (1 S. 7:1-2) y luego en la casa de Obed-edom el geteo por tres meses (2 S. 6:10-12). La bendición de Dios vino sobre la casa de Obed-edom a causa de la presencia del Arca, pero el tabernáculo todavía estaba en Silo, separado del Arca. Esta tercera condición, cuando la comparamos con la segunda, es mucho mejor; sin embargo, sigue siendo anormal. La historia de la iglesia revela que desde el siglo II hasta el presente ha habido muchos hombres como Obed-edom. Ha habido muchas personas con la realidad de la presencia de Cristo en su vida personal. El Arca estaba con ellas, pero ésta no era la condición normal. A lo largo de la historia de la iglesia han subsistido estas dos condiciones. Siempre ha estado la situación de Silo, es decir, la del tabernáculo sin el Arca. Ésa es la condición de las así llamadas iglesias formales; ellas son el tabernáculo sin la realidad, sin Cristo. Y también han existido muchos queridos hermanos como Obed-edom, es decir, personas que tienen a Cristo en sus vidas y a Cristo en sus hogares.
Si tuviera delante de usted estas dos condiciones, ¿cuál escogería? ¿Iría a Silo, al tabernáculo que está vacío, o escogería el Arca? Cuando Salomón era un rey joven, él pensaba que si adoraba al Señor trayéndole sus ofrendas, debía ir al tabernáculo. Por esta razón, fue a Gabaón (que probablemente es otro nombre dado a Silo) con su pueblo para ofrecer sacrificios a Dios. Él estaba valiéndose de su entendimiento natural y no de una revelación o visión. En Gabaón (Silo) el Señor apareció a Salomón en la noche y le preguntó lo que deseaba. Salomón le pidió al Señor que le diera sabiduría, y el Señor ciertamente le concedió su petición. A la mañana siguiente, cuando Salomón se despertó, tenía sabiduría; y por ello entendió claramente que no estaba en el lugar correcto. Así que, tuvo que regresar a donde estaba el Arca. Él había recibido sabiduría en una visión (2 Cr. 1:3-13; 1 R. 3:15).
Ambas condiciones, el tabernáculo sin el Arca y el Arca separada del tabernáculo, son anormales. Pero comparativamente hablando, la primera condición es peor que la segunda. Si usted tuviera que escoger entre estas dos condiciones, debería ir a donde está el Arca, en lugar de ir al tabernáculo vacío. Sin embargo, el Arca por sí sola no nos traerá plena satisfacción, puesto que es sólo la mitad del cuadro completo. La mejor situación, la situación normal que nos satisface, es la del Arca dentro del tabernáculo. Muchos cristianos de buen grado aceptarían ir a la casa de Obed-edom, al lugar donde está Cristo. Ellos piensan que mientras tengan a Cristo, todo estará bien. Pero eso no es completamente cierto. Usted tendrá el contenido, mas no la vasija; tendrá la realidad, mas sin una expresión. Aún necesitará la iglesia apropiada, el tabernáculo apropiado. El Arca es importante, pero usted aún necesita de un tabernáculo. Cristo es la realidad, pero usted aún necesita de la iglesia que es la expresión de Cristo. Si Cristo está separado de la iglesia, es preferible que escoja a Cristo; pero ésta aún será una condición anormal. Por lo tanto, es preciso que tengamos la iglesia con Cristo en su interior.
La cuarta condición es la del Arca en un tabernáculo inapropiado e inadecuado. El rey David había preparado un tabernáculo en Sion, pero éste no era conforme al modelo que Dios reveló en el monte. Era una tienda erigida conforme a la opinión de David. La historia de la iglesia está llena de casos así. Hay muchos cristianos fieles que en efecto tienen el Arca, tienen a Cristo solamente. Luego, ellos con el tiempo sintieron la necesidad de la vida de iglesia a fin de expresar a Cristo, así como David sintió también la necesidad de un tabernáculo que contuviera el Arca. Por consiguiente, ellos “levantaron un tabernáculo”, es decir, establecieron una reunión según su propio entendimiento, conforme al mismo principio practicado por David. Algunos cristianos erigen un tabernáculo en su propio “Sion”, mientras que otros erigen otro en el terreno escogido por ellos mismos. ¿No es ésta la situación actual? Hay muchísimos “Siones”. Todos dicen que su lugar es Sion, el más elevado y el mejor de todos. Otros cristianos incluso han renunciado a su vida familiar y a sus trabajos a fin de erigir una pequeña tienda para el Arca. Muchos tienen reuniones en sus hogares. Quizás usted pregunte: “¿Y qué tiene eso de malo? ¿No es eso muy bueno?”. Sí, así es; David también hizo algo bueno con un buen corazón y con buenas intenciones; pero ello no era conforme a la revelación del Señor, por lo cual no trajo plena satisfacción. Lo que él hizo era bueno, pero no adecuado; pues quedó lejos de cumplir el propósito de Dios en su totalidad.
Debemos entender con toda claridad los principios que nos presentan estas cuatro condiciones de la historia. La primera es la condición normal de la iglesia en la cual está Cristo. La segunda es la de la iglesia sin Cristo; una situación completamente anormal. La tercera es la de Cristo sin la iglesia. Aunque esto es mejor, sigue siendo anormal. Hay muchas personas hoy en día que están en esta condición. Están cansadas de una vida de iglesia carente de contenido, así que desisten por completo del pensamiento de tener cualquier vida de iglesia. Sin embargo, después de cierto tiempo, sienten la necesidad de congregarse con otros y empezar cierta iglesia conforme a su propia sabiduría y elección. Esto no es apropiado. Ésta es la cuarta condición: Cristo en una “iglesia” inapropiada. Esta situación es correcta sólo en parte. Tales cristianos saben en lo profundo de su ser que no tienen completa satisfacción. Aunque es cierto que hacen cosas buenas, ayudan a las personas y tratan de reunirse para glorificar al Señor, con todo, no encuentran plena satisfacción en su práctica. Todavía tienen la profunda sensación de que necesitan algo más apropiado. Tienen cierta clase de vida de iglesia, pero no la vida apropiada de iglesia, el tabernáculo apropiado. Aunque no conocen el camino apropiado, sienten que lo que tienen no es tan apropiado. No tienen absoluta seguridad de que lo que practican es completamente correcto. No es necesario discutir ni debatir al respecto: si sentimos paz en cuanto a nuestra práctica de iglesia, entonces sigamos adelante; sin embargo, la mayoría de personas que se halla en esta condición tan deplorable no tiene plena paz ni satisfacción, debido a que, de hecho, están lejos de cumplir el propósito a cabalidad de Dios en lo que se refiere a la vida de iglesia.
La quinta condición es la del Arca con el tabernáculo apropiado, agrandado y aumentado. Es en esta situación, en la que Cristo tiene una iglesia apropiada que lo expresa, que nosotros nos sentimos completamente en casa. ¡Alabado sea el Señor, pues he estado en casa ya por más de treinta años! A pesar de que las personas critican y argumentan, yo sé que la mayoría de ellas en cierta medida sienten un vacío en su interior. Puedo afirmarles confiadamente que yo estoy en casa; sé que estoy en la iglesia que contiene a Cristo, y sé que tengo a Cristo con una vida de iglesia apropiada. En los próximos capítulos veremos más acerca de la vida de iglesia apropiada.
Todos nosotros debemos tener claridad en cuanto a estas cinco condiciones en la historia. La primera es correcta desde todo punto de vista, mientras que la segunda se halla completamente vacía, la tercera condición es buena pero anormal, y la cuarta condición es satisfactoria sólo en parte; la quinta posición es la de Cristo como realidad con una iglesia apropiada como expresión. No llegaremos a estar completamente satisfechos sino hasta que lleguemos a la quinta condición. Creo que en estos últimos días el Señor no solamente va a recobrar la condición original y normal, sino que además de esto va a agrandar la vida de iglesia y la hará más sólida. Son múltiples los ataques del enemigo, pero el Señor es fiel; la fidelidad del Señor hará que esto se cumpla, pues Él no puede negarse a Sí mismo. ¡Él es victorioso y jamás podrá ser derrotado! Finalmente, Él hará todo lo necesario para cumplir Su propósito de una manera más sólida y completa. ¡Alabémosle!