
Oración: Oh Señor, te necesitamos. Necesitamos que como el Espíritu vengas a derramarte sobre nosotros externamente y a llenarnos interiormente. Señor, sin el Espíritu no tenemos ninguna esperanza ni salvación; Aquel a quien acudimos es el Espíritu. Te damos gracias por haberte procesado y consumado como este Espíritu, que es Tu mismo ser. Oh Señor, abre los ojos de nuestro corazón para que podamos ver claramente.
Hemos visto que la visión que nos rige y nos regula, la cual se halla en la Biblia, es la economía de Dios. El primer paso en la economía de Dios es que Dios llegó a ser carne; después de éste, tenemos los pasos del vivir humano de Cristo, Su muerte en la cruz y Su resurrección; y por último, tenemos la Nueva Jerusalén. Esto es una declaración completa de la economía de Dios. El nacimiento de Cristo, Su vivir en la tierra, Su muerte por medio de la crucifixión y Su resurrección de entre los muertos son términos con los cuales el cristianismo está familiarizado. Sin embargo, desafortunadamente a lo largo de la historia de la iglesia en los pasados dos mil años, tanto aquellos que enseñan como los que han recibido la enseñanza únicamente han escuchado estos términos. Son muy pocos los que han escudriñado las profundidades del significado intrínseco de cada uno de ellos. No fue sino hasta cuando el Señor levantó el recobro en China, empezando con el hermano Nee, que los significados intrínsecos de estos asuntos nos fueron dados a conocer uno por uno.
El primer paso en la economía de Dios fue la encarnación. Hemos estudiado este asunto por más de setenta años, pero sólo hasta hace poco captamos su significado cristalizado. El significado cristalizado de la encarnación no solamente es que la divinidad se introdujo en la humanidad, sino también que Dios mismo se introdujo en el hombre a fin de mezclarse con el hombre a fin de llegar a ser un Dios-hombre. Dios mismo se introdujo en el hombre para mezclarse con él como una sola entidad; éste es un asunto colosal en el universo. En el cristianismo este asunto comúnmente es llamado “el nacimiento de Cristo”. Sin embargo, los lectores de la Biblia deben saber que Dios mismo es el Verbo y que este Verbo se hizo carne (Jn. 1:1, 14). “El Verbo se hizo carne” es una frase mucho más profunda que la frase superficial el nacimiento de Cristo.
En el cristianismo se celebra la “Navidad” y se cantan “villancicos” acerca del “nacimiento de Cristo”. El común de los cristianos sólo conoce el acontecimiento que se menciona en Lucas 2, donde, en la noche del nacimiento de Cristo, un ángel del Señor apareció a los pastores que pasaban la noche en los campos y les anunció buenas nuevas de gran gozo, que sería para todo el pueblo, porque en la ciudad de David les había nacido un Salvador (vs. 8-14). Cualquier persona que lea la Biblia puede ver esto y entenderlo sin necesidad de ninguna explicación. Cristo ciertamente nació para ser un Salvador, pero éste no es aún el significado cristalizado de Su nacimiento. El significado cristalizado del nacimiento de Cristo es que Dios se hizo carne en Cristo, es decir, que Dios mismo entró en el hombre y se mezcló con el hombre.
Después de encarnarse, Cristo llevó un vivir humano por treinta y tres años y medio. La teología cristiana no presta mucha atención a este asunto ni escudriña su significado cristalizado. El hecho de que Dios llegara a ser carne significa que Él mismo se introdujo en el hombre. El hecho de que Dios pasara por el vivir humano en la vida humana significa que Él llevó la vida de un Dios-hombre en la carne, a fin de expresar los atributos divinos en las virtudes humanas. Algunos tal vez tengan el entendimiento de que el Señor Jesús expresó a Dios cuando estuvo en la tierra, pero no saben cómo lo hizo. En realidad, el Señor Jesús expresó a Dios en la tierra al hacerse hombre y llevar una vida humana en la cual expresó en Su vivir todo lo que Dios es en Sus atributos divinos para que sean Sus virtudes humanas. Éste es el significado cristalizado de que Cristo pasara por un vivir humano.
Después de experimentar el vivir humano, Cristo fue a la cruz y allí fue crucificado. En general, la mayoría de los cristianos dice que debido a que Jesús nos amó, Él llevó nuestros pecados y murió por nosotros para redimirnos. Aunque esto es correcto, es muy superficial. El significado cristalizado de la crucifixión de Cristo es que la muerte que él experimentó fue una muerte todo-inclusiva. En el aspecto negativo, Su muerte puso fin a la vieja creación (Ro. 6:6), incluyendo a todas las personas y cosas relacionadas con la vieja creación, como son: Satanás (He. 2:14), el pecado (Ro. 8:3b; Jn. 1:29; He. 9:26b, 28a), el mundo (Jn. 12:31; Gá. 6:14b), la carne del hombre (5:24; Ro. 8:3b), la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas (Ef. 2:15a) y todo lo demás que no es Dios. Así, la muerte de Cristo quitó y eliminó completamente la contaminación y corrupción que había en el universo, la cual se introdujo por medio de la rebelión de Satanás y la caída del hombre.
En el aspecto positivo, la muerte de Cristo liberó la vida divina que estaba en Él, la cual es el factor básico de la nueva creación de Dios. La muerte de Cristo no sólo puso fin a la vieja creación, sino que también liberó la vida divina. Su muerte fue semejante a la muerte de un grano de trigo, como se menciona en Juan 12:24. Aparentemente, Cristo como un grano de trigo cayó en la tierra y murió; no obstante, en aquella muerte Él fue vivificado. Las riquezas de la vida contenidas en la semilla únicamente son liberadas por medio de la muerte. De igual manera, cuando Cristo como un grano de trigo cayó en la tierra y murió, el elemento vital que estaba en Él se hizo muy activo para liberar la vida divina —la cual es Dios mismo— que estaba escondida en Él y para impartirla en los muchos granos. Éste es el significado cristalizado de la muerte de Cristo.
La resurrección de Cristo, que marca el comienzo de la nueva creación, tiene un significado cristalizado triple. En esta resurrección, el Hijo primogénito de Dios fue producido, los muchos hijos de Dios fueron producidos simultáneamente con Él y Cristo mismo fue hecho Espíritu vivificante. Hechos 13:33 dice: “Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy”. La palabra hoy se refiere al día de la resurrección de Cristo (Sal. 2:7). En la resurrección, Cristo fue engendrado por Dios como Hijo primogénito (Ro. 1:4). Luego, 1 Pedro 1:3 dice: “Dios [...] nos ha regenerado [...] mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”. Por lo tanto, mediante la resurrección de Cristo, Dios también regeneró a todo Su pueblo escogido para que llegaran a ser Sus muchos hijos. De este modo, el Hijo primogénito de Dios y los muchos hijos de Dios constituyen un nuevo hombre corporativo y universal, cuya Cabeza es el Hijo primogénito y cuyo Cuerpo lo componen los muchos hijos.
Además, en esta resurrección que fue semejante a un gran parto, el Cristo encarnado pasó por la resurrección y llegó a ser el Espíritu vivificante. Este Espíritu vivificante, el Espíritu del Primogénito, quien también es llamado el Espíritu de Jesucristo, entra en los muchos hijos para ser su abundante suministración (Fil. 1:19). Éste es Dios que entra en los creyentes para regenerarlos, santificarlos, renovarlos, transformarlos, conformarlos a la imagen del Hijo primogénito de Dios, y finalmente glorificarlos. Todos estos asuntos los lleva a cabo Cristo como el Hijo primogénito, quien llegó a ser el Espíritu vivificante y entró en nosotros.
En el proceso por el cual Dios pasó, “llegó a ser” dos cosas. Primeramente, llegó a ser carne (Jn. 1:14) a fin de estar entre los hombres para estar con ellos. Sin embargo, Él aún no podía entrar en ellos. Él tenía que llegar a ser algo más, a saber, llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En Juan 14:3 el Señor dijo: “Si me voy [...] vendré otra vez”. Su ida consistía en pasar por la muerte y la resurrección; Su venida consistía en venir a Sus discípulos y entrar en ellos. En la resurrección Él fue engendrado como el Hijo primogénito de Dios, y en ese nacimiento los muchos hijos de Dios también fueron engendrados; además, Él mismo llegó a ser el Espíritu vivificante a fin de entrar y morar en los muchos hijos como su suministro de vida. Éste es el significado cristalizado de la resurrección de Cristo.
Mediante estos cuatro pasos de la economía de Dios, los muchos hijos de Dios fueron producidos. En el aspecto corporativo, los muchos hijos de Dios son la iglesia; y en el aspecto orgánico, ellos son el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo es la iglesia, la casa de Dios, el reino de Dios y la novia, el complemento de Cristo. En cada uno de estos aspectos, la iglesia depende del Cuerpo de Cristo como su factor orgánico. Sin el Cuerpo de Cristo, la iglesia carecería de vida y no sería más que una organización humana. Sin el Cuerpo de Cristo y, por ende, sin la vida de Cristo, no podría existir la casa de Dios, la cual está conformada por los hijos nacidos de Dios el Padre, ni tampoco podría existir el reino de Dios, que es la esfera de la vida de Dios. Sin la vida de Cristo, tampoco podría existir la novia de Cristo quien, como Su complemento, debe ser igual a Él para ser Su pareja idónea. Eva procedió de Adán y era su pareja idónea, por lo cual podía ser el complemento de Adán. Asimismo, la iglesia también debe tener la vida de Cristo para que ella pueda ser el complemento de Cristo. La iglesia como la casa de Dios, el reino de Dios y la novia de Cristo, depende del Cuerpo de Cristo como su factor orgánico.
Hemos visto que la visión hallada en la Biblia que nos rige y nos regula es la visión de la economía de Dios. También hemos visto el significado cristalizado de los diferentes pasos de la economía de Dios. Espero que los hermanos y hermanas puedan ver que nuestras expresiones son absolutamente diferentes de las expresiones tradicionales que usa el cristianismo. Hemos sido iluminados por el Señor para tener estas nuevas expresiones; por tanto, debemos aprender todas estas nuevas expresiones y términos. Incluso cuando vayamos a tocar a las puertas para visitar a las personas, debemos empezar hablándoles de la economía de Dios. Ya sea que reciban nuestro hablar o no, eso depende de ellos; a nosotros simplemente nos corresponde hablar. No debemos hablar de las mismas cosas viejas que la gente ya ha escuchado; debemos hablar de los significados cristalizados de la economía de Dios. Únicamente estas cosas pueden salvar por completo a las personas; por lo tanto, debemos aprender a hablar de ellas.
Ahora, quisiéramos ver el significado cristalizado del Cuerpo de Cristo. En toda la Biblia, únicamente el apóstol Pablo habló acerca del Cuerpo de Cristo. En Mateo 16 y 18 el Señor Jesús claramente se refirió a la iglesia, pero sólo habló de Su Cuerpo de una manera escondida e implícita sin usar explícitamente la expresión el Cuerpo de Cristo. Los escritores de las demás Epístolas, incluyendo a los apóstoles Pedro y Juan, nunca usaron esta expresión; ésta sólo fue usada por Pablo.
Cada una de las catorce epístolas de Pablo nos hablan de la iglesia, pero sólo cuatro de ellas tratan sobre el Cuerpo de Cristo: Romanos, 1 Corintios, Efesios y Colosenses. Entre ellas, Efesios trata los asuntos más cruciales, básicos y fundamentales. Efesios 1 dice que Cristo en Su ascensión derramó el Espíritu Santo y que de ese modo produjo la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (v. 23). Ésta es una definición muy sencilla de la iglesia. Luego en el capítulo 4 Pablo, con base en la revelación presentada en los primeros tres capítulos, exhorta a los santos, diciendo: “Yo pues, prisionero en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (v. 1). Lo primero que Pablo menciona en su exhortación es el asunto de guardar la unidad del Espíritu (v. 3). Luego los versículos del 4 al 6 continúan mencionando los siete asuntos que componen la unidad del Espíritu. “Un Cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación”; estos tres asuntos componen un grupo. “Un Señor, una fe, un bautismo”; éstos tres asuntos componen otro grupo. “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”; éstos componen el tercer grupo. Efesios 4:4-6 constituye el hablar cristalizado del apóstol Pablo con respecto al Cuerpo de Cristo. Estos tres versículos nos muestran que el Dios Triuno y nosotros, los redimidos, nos mezclamos hasta formar una entidad orgánica, y esta entidad es el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo está constituido del Dios Triuno y Sus redimidos, a fin de que el Dios Triuno pueda forjarse en la constitución intrínseca de Sus redimidos hasta ser una sola entidad.
El versículo 4a dice: “Un Cuerpo, y un Espíritu”. El Cuerpo de Cristo toma al pueblo escogido y redimido de Dios como su estructura, y al Espíritu como su esencia constitutiva. Así como nuestro cuerpo tiene una estructura y también tiene sangre y carne, también el Cuerpo de Cristo tiene su estructura y su esencia constitutiva. La estructura del Cuerpo de Cristo es el pueblo escogido de Dios y redimido de Cristo, con quienes el Espíritu consumado del Dios Triuno se mezcla para constituir el Cuerpo de Cristo. Los creyentes fueron escogidos por Dios y redimidos por Cristo; esto es algo que los cristianos en general conocen y que la Asamblea de los Hermanos recalcó. Sin embargo, quizás ni siquiera los Hermanos vieron lo relacionado con el Espíritu como la esencia constitutiva para mezclarse con los creyentes.
El versículo 4b dice: “Como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación”. Aquí, la esperanza se refiere a la transformación de los redimidos. Desde el día en que fuimos llamados, hemos tenido la esperanza de que seremos transformados. El Antiguo Testamento dice que somos como larva y como gusanos (Job 25:6). Pablo también dijo que él era el primero entre los pecadores (1 Ti. 1:15b). El Señor nos salvó; ahora, ¿cuál es nuestra esperanza? ¡Nuestra esperanza es que seremos transformados! ¿Quién nos transformará? El Espíritu. El Espíritu viene primeramente para regenerarnos; luego nos santifica, nos renueva, nos transforma, nos conforma a la imagen del Primogénito de Dios y, por último, nos glorifica para que nuestro cuerpo sea saturado de gloria y así resplandezca con la gloria divina. Ésta es nuestra esperanza. El proceso que va de la regeneración a la glorificación es el proceso de transformación; esta transformación es nuestra esperanza.
En el Cuerpo de Cristo, además del pueblo escogido y redimido, tenemos el Espíritu que transforma. Este Espíritu que transforma es la consumación del Dios Triuno, y también la totalidad del Dios Triuno; pues no sólo incluye al Espíritu, sino también los elementos del Hijo y del Padre. Por lo tanto, Efesios 4:5, que está relacionado con el Hijo, dice: “Un Señor, una fe, un bautismo”. Este versículo no dice “un Hijo”, sino “un Señor”. En el Evangelio de Juan vemos que el Hijo es Aquel en quien creemos (3:16); el Hijo nos es dado principalmente para que tengamos vida (1 Jn. 5:12). Sin embargo, aquí en Efesios, al Hijo se le llama Señor, al igual que en el libro de Hechos (2:36); el Señor tiene que ver con el ejercicio de Su autoridad, con la autoridad como cabeza. Así que, como el Hijo, Él es nuestra vida; como el Señor, Él es la Cabeza que ejerce Su autoridad en el Cuerpo. La relación que el Cuerpo tiene con Él es una de fe y bautismo. Por medio de la fe creemos en el Señor (Jn. 3:36), y por medio del bautismo somos bautizados en Él (Gá. 3:27; Ro. 6:3) y llegamos a nuestro fin en Adán (v. 4). Tanto la fe como el bautismo implican la acción de entrar y salir. Nosotros salimos de Adán y hemos entrado en Cristo. Por lo tanto, por medio de una fe y un bautismo fuimos bautizados para salir de Adán, es decir, fuimos sepultados y separados de Adán. Al mismo tiempo, en un solo Espíritu entramos en Cristo para unirnos a Él.
Como resultado, Cristo ha llegado a ser el elemento que nos transforma. El Espíritu que nos transforma opera gradualmente desde nuestro interior con Cristo mismo como el elemento, a fin de que nosotros, los redimidos, seamos uno con Cristo y nos mezclemos con Él como una sola entidad. Por esta razón, Pablo dice en 1 Corintios 6:17: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Este Señor es Aquel que llegó a ser el Espíritu consumado y vivificante por medio de la resurrección (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). Este Espíritu, quien es la consumación del Dios Triuno y quien también es el Cristo pneumático, está en nosotros (1 Co. 6:19) y es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16), para transformarnos con Cristo mismo como el elemento.
Efesios 4:6 dice: “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. En el Cuerpo de Cristo, no solamente tenemos al Espíritu que nos transforma y a Cristo como el elemento que nos transforma, sino también a un Dios y Padre. Como Dios, Él nos creó; y como el Padre, Él nos regeneró. Tanto en la creación como en la regeneración Dios es nuestra fuente. En la vieja creación nosotros provenimos de Dios y fuimos creados por Él. En la nueva creación fuimos regenerados por el Padre. Por lo tanto, las palabras Dios y Padre aluden a la fuente. Este Dios y Padre como la fuente incluye tres aspectos: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Él es sobre todos, lo cual se refiere al Padre, la fuente; Él es por todos, lo cual se refiere al Hijo, Cristo; y Él está en todos, lo cual se refiere al Espíritu. El Padre está sobre todos; el Hijo, Cristo, es por todos; y el Espíritu mora en todos. Éstos no son tres, sino uno solo. Cuando la fuente viene, el elemento también viene; éste es el Hijo quien es por todos. Además, el Espíritu vivificante viene a morar en todos. Así pues, vemos que el Dios Triuno y Su pueblo escogido y redimido llegan a ser una sola unidad, una sola entidad, la cual es el Cuerpo de Cristo. Éste es el significado cristalizado del Cuerpo de Cristo.
Nuestro hablar aquí constituye la cristalización de nuestro estudio de la Biblia durante varias décadas. Estos términos y expresiones provienen de Dios. Cuando estudiamos por primera vez Efesios 4:3-6, procuramos encontrar la explicación apropiada de este pasaje; pese a que estudiamos los escritos de otros, no pudimos encontrar la clave. Poco a poco, Dios nos fue abriendo este pasaje. Sin embargo, sentimos que ni el idioma chino ni el inglés ni ningún otro idioma puede expresar adecuadamente lo que el Señor nos ha revelado en Su Palabra. Por esta razón, el Señor nos llevó a crear nuevas expresiones.
Debemos saber que el idioma proviene de la cultura. Anteriormente palabras como teléfono y computadora no existían porque tales cosas aún no habían sido inventadas. Esto nos muestra que si determinada cultura no existe, tampoco pueden existir las palabras que la expresan. Cuando yo vine a los Estados Unidos, no sólo traje conmigo la verdad del Señor, sino también la cultura del Señor. Debido a esto, me vi obligado a crear algunos nuevos términos en inglés. Aunque el inglés no es mi idioma materno, tuve que crear algunas nuevas palabras en inglés para expresar los conceptos divinos y espirituales cuando di a conocer las verdades en los Estados Unidos. Por ejemplo, la palabra sonize [hijificar] no se encuentra en el idioma inglés. En 1963, hubo tres grupos en Los Ángeles que respondieron positivamente a nosotros y propusieron que todos debíamos unirnos. En aquel tiempo decidimos publicar un breve anuncio de nuestra práctica en el periódico, en el cual usé la expresión church practice [la práctica de la iglesia]. Ésta no era una expresión común en inglés, pero finalmente la adoptamos porque a los hermanos, después de mucha consideración, no se les ocurrió otra mejor expresión.
En el recobro del Señor somos un grupo especial de personas, pues tenemos nuestra propia cultura. Puesto que tenemos esta cultura, necesitamos del lenguaje que corresponda a ella. Expresiones tales como processed [procesado] y ultimate consummation [consumación máxima] han llegado a ser expresiones muy comunes entre nosotros, pero son expresiones nuevas tanto en inglés como en chino. Si no hubiéramos estado sopesando y considerando la verdad para inventar términos nuevos, ¿cómo podríamos explicar nuestra cultura particular? Ésta es una cultura espiritual, una cultura celestial y una cultura en la economía de Dios. No puede ser explicada con ningún idioma en la tierra, sino sólo con el idioma espiritual y celestial. En cuanto a la verdad de la Trinidad, W. H. Griffith Thomas, fundador del Seminario Teológico de Dallas, señaló que, debido a lo inadecuado que es nuestro idioma, podíamos tomar prestado el término persona para definir a la Trinidad, pero que si hacíamos demasiado hincapié en este término, ello podría conducirnos al triteísmo. Por tanto, es necesario inventar términos nuevos que definan la cultura espiritual.
Cuando los misioneros occidentales empezaron a traducir la Biblia al chino, no pudieron traducir expresiones tales como en Cristo porque en la cultura china sólo tenemos expresiones como por, por medio o por causa de. Sin embargo, la Biblia muchas veces utiliza expresiones tales como en gracia, en poder, en la luz y en la verdad. Por ejemplo, la versión popular de la Biblia en chino traduce Filipenses 3:1: “Regocijaos por el Señor”, mientras que otra versión lo traduce: “Regocijaos por causa del Señor”; sin embargo, en el texto original dice: “Regocijaos en el Señor”. Las ocho personas que componían la familia de Noé entraron en el arca y fueron salvas en el arca, no externamente por medio del arca; ellas sólo pudieron hallar paz dentro del arca. Debido a este problema, algunos misioneros occidentales crearon la nueva expresión en Cristo en chino para hablar de la nueva cultura con el nuevo idioma. Hoy en día los que aprenden de computadoras tienen su terminología técnica que no es comprensible para el común de la gente. Cada mensaje que hemos dado en los dos años recientes casi totalmente contienen un nuevo idioma, pero nuestro entendimiento aún no es el adecuado. Debemos esforzarnos por estudiar el nuevo idioma espiritual a fin de poder expresar las verdades espirituales de manera cristalizada.
El significado esencial y cristalizado del Cuerpo de Cristo es que el Dios Triuno se mezcla con Su pueblo escogido y redimido hasta formar una sola entidad orgánica. A menos que comprendamos este significado cristalizado y esencial del Cuerpo de Cristo, no podremos llevar a cabo lo que deseamos hacer hoy en la iglesia. Si comprendemos dicho significado esencial, no encontraremos ninguna dificultad.
El Nuevo Testamento no nos habla de la unidad de la iglesia; la unidad no es algo que corresponde a la iglesia, sino al Cuerpo. La oración que el Señor hizo por los creyentes en Juan 17 era acerca del Cuerpo. Él oró diciendo: “Padre santo, guárdalos en Tu nombre, el cual me has dado, para que sean uno, así como Nosotros [...] para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros” (vs. 11b, 21). Los creyentes pueden experimentar esta unidad únicamente si están en el Padre Santo, en el Hijo Santo y en la Trinidad Santa.
La unidad a la cual el Señor aspiraba y por la cual oró en Juan 17 es la unidad del Espíritu descrita en Efesios 4:3-6. Es imprescindible ver que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, el cual es una entidad constituida del Dios Triuno y aquellos que Él escogió y redimió. En este Cuerpo se halla la realidad de la unidad. La unidad genuina no corresponde a la iglesia, sino al Cuerpo, es decir, la verdadera unidad es la unidad orgánica del Cuerpo. En la localidad, esta unidad es llamada unanimidad. Sin la unidad del Cuerpo, no sería posible experimentar unanimidad en la iglesia.
La unanimidad se menciona por primera vez en Hechos 1. Los ciento veinte habían llegado a ser uno en el Cuerpo, y en esa unidad perseveraron unánimes en la oración (v. 14). Si la iglesia en Taipéi está simplemente en unanimidad, ello aún no será la unidad, porque la unidad corresponde al Cuerpo. Si usted está en unanimidad únicamente en la iglesia en Taipéi, pero no le importa en lo más mínimo las demás iglesias, esa clase de unanimidad es un pequeño grupo sectario.
Antes de la tormenta reciente que tuvimos en el recobro del Señor, cierto hermano que asumía el liderazgo dijo que su “núcleo” tenía algo que las iglesias de Taiwán y otros lugares no tenían. No sólo las iglesias de otras localidades fueron excluidas del “núcleo” del cual hablaba, sino también los hermanos y hermanas de su localidad; dicho núcleo sólo incluía a un pequeño grupo de hermanos. Esta clase de unanimidad es una gran división. Dicho hermano que llevaba la delantera estaba edificando una supuesta unanimidad, pero a la postre su edificación produjo una gran división. Esto sucedió porque él no vio el Cuerpo. Si vemos el Cuerpo, nos será imposible causar división.
Quisiera referirme al modelo del hermano Nee. En primer lugar, la manera en que el hermano Nee estudiaba la Palabra dejó una profunda impresión en mí y cambió mi manera de estudiar la Palabra. Segundo, él me confirmó que yo debía abandonar mi empleo para servir al Señor a tiempo completo. Esto sucedió en 1933. En aquel tiempo, sostuve una tremenda lucha por un total de tres semanas, del 1 al 21 de agosto, en la cual consideraba si debía o no dejar mi empleo y servir al Señor a tiempo completo. Luego en septiembre recibí una carta de parte de él en la que me decía brevemente: “Hermano Witness, en cuanto a su futuro, me parece que usted debe servir al Señor a tiempo completo. ¿Qué le parece? Que el Señor lo guíe”. Él me envió aquella carta el 17 de agosto, exactamente en el momento en que yo experimenté la lucha más intensa delante del Señor. El hermano Nee y yo no nos escribíamos cartas con frecuencia y él no tenía ni idea de la lucha en que me encontraba. Por consiguiente, sentí que debía ir a verlo. Más tarde, cuando fui a Shanghái y estuve hospedado en su casa, le pregunté respecto a este asunto. Me dijo que cuando escribió esta carta estaba regresando de Inglaterra en un barco que navegaba por el mar Mediterráneo. Mientras el mar estaba calmado y sereno, se puso a considerar delante del Señor con respecto a la obra en China. Fue en ese momento que tuvo el sentir de escribirme esa carta tan breve. Por medio de esa carta fuimos edificados el uno con el otro como nunca antes.
Cuatro meses después de haber llegado a Shanghái, un día el hermano Nee vino y me dijo: “Hermano Witness, todos los colaboradores aquí en Shanghái sentimos que usted debería mudarse aquí con su familia para quedarse”. Él quería que yo le presentara este asunto al Señor. Cuando le presenté este asunto al Señor y oré al respecto, el Señor usó Hechos para mostrarme que respecto a Su mover había una sola corriente en la tierra; es decir, que en Su mover en China no debía haber dos corrientes, dos fuentes. Por lo tanto, me mudé allí con mi familia, y desde entonces he permanecido en esta corriente.
En tercer lugar, el hermano Nee verdaderamente conocía a Cristo y Su Cuerpo. La obra que Él llevó a cabo no era para su beneficio en absoluto; él no llevó a cabo su propia obra. Él jamás intentó “echarse al bolsillo” a ninguna de las iglesias que fueron levantadas por él. El hermano Nee fue un pionero en cuanto a esto, y yo soy su seguidor. Gracias al Señor, él verdaderamente fue un excelente modelo para mí, y por ello puedo aún estar ministrándoles aquí hoy. Yo fui usado grandemente por el Señor. La iglesia en Chifú fue establecida por medio de mí, pero yo no mantuve dicha iglesia “en mi bolsillo”. Cuando el ministerio del hermano Nee fue interrumpido, yo fui usado considerablemente por el Señor para restaurar a la iglesia en Shanghái, pero en todo lo que hice, siempre me mantuve en comunión con el hermano Nee. Más tarde, fui a Taiwán. Hoy en día también puedo testificarles que nunca llegué a echarme “al bolsillo” a las iglesias de Taiwán. Ni el hermano Nee ni yo llevamos a cabo una obra de índole personal; antes bien, llevamos a cabo la obra del recobro del Señor. El recobro del Señor tiene como fin la edificación del Cuerpo de Cristo.
Debido a que el recobro del Señor se extendió tanto en los Estados Unidos, algunos me condenaron diciendo que yo ejercía control. La mayoría de ustedes hermanos son de Taiwán. ¿Quién entre ustedes podría presentar pruebas de que yo los controlaba? Desde 1984 hasta 1989 yo recibí la carga de parte del Señor de regresar a Taiwán para estudiar la manera en que el recobro del Señor podría proseguir. Sin embargo, unos pocos tenían el concepto equivocado y pensaban que yo quería mantener toda la iglesia en mis manos, así que empezaron a propagar rumores y a causar problemas. El concepto que tenían era completamente natural, y no vieron el Cuerpo. Después de mi estancia de cinco años en Taiwán, dejé establecido un entrenamiento que ha producido cientos de obreros de tiempo completo, quienes luego fueron a las aldeas y establecieron docenas de iglesias. ¿Está este entrenamiento en mis manos hoy en día? ¿En manos de quién están las iglesias en Taiwán hoy?
Gracias al Señor, después de que regresé a los Estados Unidos en 1989, decidí establecer un entrenamiento en Anaheim. El recobro del Señor fue estabilizado después de cinco o seis años. El Señor también confirmó este entrenamiento. Después de la guerra en el Golfo Pérsico, inmediatamente algo dentro de mí me recordó, diciendo: “¿Por qué no empiezas la obra en Rusia? Ese territorio con una población de 350,000,000 habitantes ha estado en manos de los comunistas por setenta años y ahora está abierto. ¿Por qué no ir allí?”. Esto ocurrió en abril de 1991. Luego, en mayo, durante la Conferencia del Día de Conmemoración, declaré que íbamos a ir a Rusia. En octubre de ese mismo año, más de treinta personas fueron allí. La mayoría de ellos fueron producidos por el entrenamiento en los Estados Unidos. Ahora que están en Rusia, aun si yo quisiera mantener el control, no sería posible. Perdónenme por decirles esto: aunque un gran número de iglesias ha estado a mi cuidado, ninguna de ellas se quedó en mis manos.
Cualquiera que tenga la visión fácilmente puede darse cuenta de que ni el hermano Nee ni yo llevamos a cabo una obra personal; nuestra obra es la obra de recobro que el Señor realiza a favor de la edificación del Cuerpo de Cristo. Digo esto con la esperanza de poder influenciarlos. El hermano Nee ejerció una gran influencia sobre mí, y espero que él también pueda ejercer tal influencia sobre ustedes. En marzo de este año fue necesario que ocho hermanos se encargaran de dar los mensajes en la conferencia internacional de compenetración que tuvimos en Indonesia. Ellos vinieron a preguntarme: “¿Qué debemos hacer allí?”. Les respondí que deberían realizar la obra en el Cuerpo y no proceder como lo hicieron en el pasado, esto es, que cada uno realizaba su propia obra, cada uno poseía una pequeña región que se había convertido en su propia fortaleza, y como resultado de ello, cada uno se había convertido en un príncipe feudal, que edificaba su propia fortaleza y ocupaba la cima de su propia montaña.
Ésa fue la razón por la que a partir de 1984 decidí convocar varias reuniones urgentes para ancianos y colaboradores. Convoqué estas reuniones urgentes debido a que observé que entre nosotros había una tendencia hacia la división. Ministré una serie de verdades que más tarde fueron impresas en una colección de varios tomos (véase Entrenamiento para ancianos, libros 1—11). Todos ustedes deberían leer estos libros. Yo dije que la era del feudalismo había pasado, y que no debíamos continuar realizando la obra de los príncipes feudales. Los colaboradores deben salir, pero nunca deben hacer la obra de edificar sus propias fortalezas, la obra de los príncipes feudales; ellos deben hacer únicamente la obra del recobro del Señor. Si todos hacemos la obra del recobro del Señor, existirá un solo Cuerpo. Pero si tres o cinco individuos que tienen el mismo sentir salen a laborar en una pequeña región, el resultado de lo que hagan no será la unidad ni la unanimidad; más bien, ese resultado creará división. Ésta es la razón por la que en años recientes se han presentado tantos disturbios.
Si miramos en retrospectiva, ¿cuál fue el fruto de la labor del hermano Nee, y cuál ha sido el fruto de mi labor? Todo este fruto queda aquí para que el Señor pueda mostrar gracia a Sus hijos; la obra que llevamos a cabo es el recobro del Señor. Espero que todos podamos ver esto. Tenemos que ver el Cuerpo de Cristo y ver esta visión con toda claridad. Esta visión debe convertirse en la visión que nos rige y nos regula. Debemos hacer la obra del recobro del Señor bajo esta visión. La obra del recobro del Señor es la obra de Su economía, la obra del Cuerpo de Cristo.
En los primeros días de la iglesia en Taipéi, estábamos subdivididos en cuatro o cinco salones de reunión. En cierto salón un grupo de personas se había unido en unanimidad para llevar a cabo su propia obra. Así pues, su unanimidad incluía únicamente a quienes estaban unidos a ellos y excluía a todos los que se congregaban en los demás salones. Como resultado de ello, aquel salón se convirtió en una pequeña fortaleza en la que ellos mismos eran los príncipes feudales. Si a una iglesia local no le importa las demás iglesias locales, tal iglesia se convertirá en una fortaleza donde gobierna un príncipe feudal. Todo el que realice la obra de edificar una fortaleza para regir como un príncipe feudal no tendrá una vida espiritual duradera. Aunque el hermano Nee murió hace más de veinte años, hoy aún podemos ver que su ministerio permanece entre nosotros ministrando a las iglesias para que sigan adelante. Es preciso que todos veamos el Cuerpo y realicemos la obra que es propia del Cuerpo. Todos nuestros problemas, ya sea en la iglesia o en nuestra vida personal, se deben a que no hemos visto el Cuerpo. Aun nuestras actitudes incorrectas para con nuestra esposa se deben a que no conocemos el Cuerpo. Conocer el Cuerpo no sólo cambia nuestra vida de iglesia, sino también nuestra actitud para con nuestra esposa.
De ustedes depende, no de mí, que realicen la obra de edificar una fortaleza o la obra del recobro del Señor. ¿Laboran ustedes en su localidad simplemente para resguardar su local, simplemente para laborar en beneficio de sus reuniones de distrito o en beneficio de su localidad? Entre nosotros no debiera haber príncipes feudales; únicamente debemos tener una Cabeza, quien es Cristo, la Cabeza del Cuerpo. La obra que realizamos hoy es la obra del Cuerpo de Cristo. El cristianismo está lleno de fortalezas; la Iglesia Católica es una gran fortaleza; la Iglesia Presbiteriana y la Iglesia Bautista también son fortalezas. Incluso todo pequeño grupo independiente es un pequeño fortín. El Cuerpo de Cristo no puede ser visto entre ellos.
Es preciso que veamos que el Cuerpo de Cristo no es la unidad que se halla en una localidad, sino más bien la unidad del Cuerpo, la unidad del Espíritu. Aunque hay miles de iglesias locales, el Espíritu es uno solo. Es imprescindible que en el Cuerpo guardemos la unidad del Espíritu, y que en la iglesia y entre las iglesias locales seamos unánimes. En esto consiste la unidad genuina.