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Mensajes del libro «Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Un»
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CAPÍTULO CUATRO

ANDAR CONFORME AL ESPÍRITU

  Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17-18; 1 Co. 6:17; 2 Ti. 4:22; 4, Ro. 8:16

LA REVELACIÓN MARAVILLOSA HALLADA EN LA BIBLIA

  En los tres capítulos anteriores vimos el asunto de nuestro vivir con el Señor y el que permanezcamos mutuamente con el Señor. En este capítulo, queremos ver el asunto de andar conforme al espíritu. Aparentemente, este capítulo no tiene relación alguna con los capítulos anteriores, pero en realidad es el producto de los capítulos anteriores. La Biblia es el libro más maravilloso, en el cual el asunto más maravilloso es que el Espíritu de Dios está mezclado con nuestro espíritu humano y que deberíamos vivir y andar conforme a tal espíritu mezclado.

  Entre el pueblo chino, El gran saber y La doctrina de la medianía, dos de los Cuatro libros del confucianismo entre los clásicos chinos, podrían considerarse como los libros más altos. El gran saber dice que la doctrina del gran saber yace en el desarrollo de la virtud brillante, mientras que la enseñanza hallada en la Biblia yace en el espíritu y andar conforme al espíritu. La frase desarrollar la virtud brillante pareciera ser muy profunda en cuanto a su terminología, pero en realidad no hay nada misterioso en la misma. Si bien la frase andar conforme al Espíritu es sencilla en cuanto a su terminología, el misterio contenido en ella no se puede agotar. La Biblia es maravillosa en el sentido que, primero, revela una persona maravillosa y, segundo, revela una salvación maravillosa. Aunque esta persona maravillosa vista en la Biblia ha pasado por dos mil años de investigación humana, Él sigue siendo misterioso e insondable. Isaías 9:6 dice que el nombre de esta persona maravillosa es llamado “Maravilloso Consejero”. Este Maravilloso, Jesús, es maravilloso no sólo en la Biblia, sino también en los seis mil años de historia humana. No solamente Su persona es maravillosa, sino que también Sus actos, Su fuerza y Su trascendencia nos son difíciles de comprender.

LA PERSONA MARAVILLOSA DEL SEÑOR JESÚS

  Napoleón ocupó una posición dominante por un periodo en la historia, pero a la postre él fue desterrado a una isla a manera de encarcelamiento. Antes de morir, él confesó que Jesús era el Señor del cielo y de la tierra. Incluso los países ateos utilizan el calendario de Jesucristo. Según la historia china, se utilizaba el calendario de quienquiera que gobernase. Por consiguiente, los países comunistas actualmente también reconocen que toda la tierra está bajo el gobierno de Jesús. Jesucristo es tan maravilloso que Él es inescrutable e inefable.

  Otra cosa maravillosa vista en la Biblia es el asunto del Dios Triuno. En estos últimos dos mil años, entre los teólogos, los eruditos bíblicos y los predicadores estudiosos de la Biblia, ha habido muchos debates acerca de la Trinidad: el Padre santo, el Hijo Santo y el Espíritu Santo. ¿Es Jesucristo el Padre o el Hijo? Por supuesto, la mayoría de los cristianos diría que Él es el Hijo, no el Padre. No obstante, la Biblia dice que Jesucristo es el Hijo y también el Padre. En Juan 14:9, el Señor Jesús dijo: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre”. Algunos dicen que ver al Hijo es ver al Padre porque el Hijo representa al Padre, pero que esto no comprueba que el Hijo es el Padre. Sin embargo, en el versículo 10 el Señor Jesús continuó diciendo: “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”. Esto no se puede explicar al sencillamente decir que el Hijo representa al Padre.

  Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Esta declaración envuelve muchas cosas. Juan inicialmente dijo que la Palabra estaba con Dios; por consiguiente, Ellos deben ser dos. Pero Juan también dijo que la Palabra era Dios, lo que indica que ambos son uno solo. Entonces, ¿son Dios y la Palabra dos o uno? Hasta el día de hoy, nadie puede explicar esto plenamente. En realidad, Él era la Palabra, y Él también era Dios. Entonces Juan dijo que la Palabra se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros (v. 14). Además, él dijo: “He aquí el Cordero de Dios” (v. 29). Él era la Palabra, Dios, la carne, el tabernáculo y el Cordero. Hablando en un sentido doctrinal, ya que Él era Dios, ¿cómo podía Él ser el Cordero? No sólo eso, sino que Él también era el Dios completo, no el Dios parcial. En el principio era la Palabra, y la Palabra era Dios. Esta Palabra era el Señor Jesús; por consiguiente, el Señor Jesús era Dios, incluso el Dios completo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

  Algunos podrían preguntar, puesto que Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu, y el Señor Jesús es el Hijo, entonces, ¿acaso es el Señor Jesús sólo una tercera parte del Dios Triuno, de modo que no es el Padre ni el Espíritu, sino únicamente el Hijo? Sin embargo, en su Evangelio, Juan estableció claramente desde el principio que la Palabra era Dios, y que este Dios era el Dios completo: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por consiguiente, la declaración “la Palabra era Dios” no se refiere solamente al Padre, ni solamente al Hijo, ni solamente al Espíritu, sino que al Dios completo, esto es, al Padre y al Hijo y al Espíritu. Puesto que la Palabra era Dios, esta Palabra tiene que ser el Padre, el Hijo y el Espíritu como el Dios Triuno completo. No podemos decir que el Señor Jesús como Palabra sólo era el Hijo pero no el Espíritu o el Padre; de otro modo, estaríamos contradiciendo la verdad contenida en la Biblia. Es por esto que Isaías 9:6 dice que un hijo nos es dado y que Su nombre es llamado Padre Eterno. En 2 Corintios 3:17 se nos dice: “El Señor es el Espíritu”. Además, 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Todos estos versículos nos muestran que el Señor Jesús es muy maravilloso. No podemos utilizar nuestra mente limitada para restringirlo. Él es todo en todos.

  Colosenses 1:15 nos dice que Cristo es el Primogénito de toda creación. Algunos podrían argumentar diciendo que puesto que Cristo es el Creador, Él no puede ser una criatura. Pero tanto la Biblia como la historia nos dicen que este Creador en un momento dado llegó a ser un hombre de huesos, sangre y carne. Que Él tuviese un cuerpo de sangre y carne comprueba que Él fue creado. Él no sólo es el Creador, sino también una criatura. Es ilógico decir que un hombre no es una criatura. El Señor Jesús es un hombre genuino con sangre humana genuina. Su sangre no es la sangre de machos cabríos ni de becerros, las cuales no pueden obtener redención por los pecados del hombre. La sangre de machos cabríos y de becerros no puede efectuar la redención por los pecados del hombre porque son meramente un tipo y una sombra. En el primer y segundo siglo, había un grupo de personas llamados los docetas, quienes decían que puesto que Jesucristo es santo, Él nunca pudo haber tenido la contaminación de la carne humana. Ellos también decían que Su cuerpo no era de carne y sangre verdaderas, sino que era un fantasma ilusorio y trascendente, por lo cual Él no padeció, murió ni resucitó. Esta herejía tan grande fue condenada por el apóstol Juan en su primera Epístola (4:1-3 y la nota 1 del versículo 3).

  La Biblia no sólo nos dice que el Señor Jesús era un hombre cuando estuvo en la tierra, sino que también Él siguió siendo un hombre incluso después de Su resurrección. En la noche del día de Su resurrección, Él mostró Su cuerpo a los discípulos que dudaban, pues ellos pensaban que Él era una aparición. El Señor Jesús les dijo que Él tenía huesos y que ellos podían poner su dedo en Su costado para tocar las heridas. Hasta el día de hoy, nuestro Señor Jesús todavía es un hombre en los cielos. Cuando Esteban fue apedreado hasta morir, él levantó sus ojos y dijo: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios” (Hch. 7:56). Aquel de quien habla la Biblia es tan maravilloso; por tanto, no debemos limitarlo ni visualizarlo conforme a nuestra imaginación. Deberíamos hablar en conformidad con la Biblia y creer lo que la Biblia dice. Deberíamos hablar, creer y recibir todo lo que la Biblia dice.

LA SALVACIÓN MARAVILLOSA QUE EL SEÑOR EFECTÚA

  En Taipéi, hace más de veinte años, hablé acerca de lo que Cristo es. Había descubierto aproximadamente trescientos puntos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, con respecto a lo que Cristo es. Él verdaderamente es muy maravilloso; Él es la maravilla de todas las maravillas. De hecho, Él lo es todo; Él es el Señor, Dios, el Dios Triuno, el Padre Santo, el Hijo Santo y el Espíritu Santo. Si existe Dios en el universo, entonces Él es Dios. Si existe el hombre en el universo, entonces Él es el hombre más distinguido y el hombre verdadero. Si existe un Salvador en el universo, Él también es el Salvador. Si Dios necesita sacrificios y corderos, entonces Él es los sacrificios y el Cordero. Él es todo en todos. Puesto que Él es tan maravilloso, la salvación que Él efectuó también es maravillosa.

  Lamentablemente, la mayoría de los cristianos entiende la salvación de Jesucristo según sus conceptos humanos. Ellos piensan que nosotros necesitamos un Salvador primeramente por causa de nuestros pecados, y segundo, debido a nuestras aflicciones y problemas. Por consiguiente, necesitamos un Salvador misericordioso que nos libre de nuestros pecados y nuestras aflicciones. En China, no son muchos los que creen en el Señor Jesús únicamente debido a los pecados, pero una gran cantidad cree en Él debido a los sufrimientos. Las personas chinas tienen el concepto budista de tener mucha misericordia y compasión. Por lo tanto, los nuevos creyentes del Señor Jesús usualmente tienen el pensamiento de que Jesús tiene mucha misericordia y compasión, aunque quizás no lo digan. En el pasado, he orado con algunos después que ellos oyeron el evangelio por primera vez. Cuando abrían sus bocas, a menudo decían: “Oh, Salvador de gran misericordia y compasión”. Gradualmente, ellos dejaron de orar de este modo porque observaron que nosotros no orábamos así. Según el concepto humano, siempre pensamos que necesitamos un Salvador debido a que somos tan malvados, pecaminosos y estamos llenos de sufrimientos.

LOS DOS ASPECTOS DE LA SALVACIÓN QUE EL SEÑOR EFECTÚA

  En la actualidad, la salvación que el Señor efectúa tiene dos aspectos. El primer aspecto tiene como meta principalmente resolver el problema de nuestros pecados. Por medio de Su crucifixión, el Señor Jesús resolvió este problema. Ya que Dios es justo, el pecado llegó a ser un problema ante Él. Como nuestro Redentor, el Señor Jesús murió en la cruz y solucionó el problema del pecado. La Biblia nos muestra que en la cruz el Señor Jesús como Cordero llegó a ser nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda por las transgresiones a fin de tomar medidas con respecto a nuestro pecado doble, a saber, nuestra naturaleza pecaminosa internamente y nuestros actos pecaminosos externamente. En la cruz Él fue juzgado por Dios en representación nuestra y derramó Su sangre preciosa; de este modo, Dios pudo perdonarnos. Su sangre preciosa no sólo nos limpia de nuestros pecados, sino que también es eternamente eficaz.

  Existe otro aspecto de la salvación, el cual es mucho más profundo que el primer aspecto, y no solamente está relacionado con lo que el Señor Jesús logró por nosotros en la cruz. Con base en la redención efectuada en la cruz, Él ha entrado en nosotros para ser nuestra vida, nuestra naturaleza e incluso todos los elementos propios de nuestro ser interior en su totalidad, a fin de que podamos vivir no por nosotros mismos, sino por Él. Algunos podrían entender que el hecho de que nosotros vivamos por Él significa que tenemos que vivir externamente de una manera que sea apropiada, buena, brillante, santa y vencedora. Este entendimiento es superficial y está incompleto. La intención principal que el Señor Jesús tiene al vivir en nosotros es transformarnos.

  Con frecuencia utilizo el té a modo de ilustración. Los chinos hacen té al añadir agua a las hojas de té. Cuando las hojas de té se sumergen en el agua, el agua se transforma. Originalmente, era una taza de agua solamente, pero cuando usted coloca las hojas de té en ella y la cubre, al pasar cinco minutos el agua pura queda completamente transformada. La naturaleza, el color y el sabor de las hojas de té entran al agua y la transforman en té. El agua llega a ser té porque el elemento del té ha entrado en el agua. Cristo es el té y nosotros somos el agua. Cuando el elemento del té entra en el agua, el agua llega a ser té. Del mismo modo, cuando Cristo entra en nosotros, llegamos a ser cristianos. Por consiguiente, el término cristiano significa “Cristo-hombre”. Todos nosotros somos Cristo-hombres porque Cristo ha entrado en nosotros y Él nos transforma con Su elemento. Esto es muy misterioso.

  Confucio habló acerca de desarrollar la “virtud brillante”, que equivale a desarrollar y magnificar la virtud brillante que teníamos originalmente. Sin embargo, la salvación del Señor no consiste en desarrollar y magnificar lo que originalmente teníamos. Más bien, Él mismo entra en nosotros para ser nuestra esencia y nuestro elemento. Esto verdaderamente es un misterio. Inicialmente, no hay ningún otro elemento excepto el agua, pero después que se colocan las hojas de té en el agua, el elemento del té es añadido al agua. De este modo, el agua llega a ser té. En un principio no teníamos a Cristo en nosotros, pero ahora Cristo ha entrado en nosotros. La entrada de Cristo en nosotros añade un nuevo elemento a nuestro ser. Cristo, el elemento nuevo, es Dios, el Señor, vida, santidad, justicia y luz. Él es todo en todos. Él es el Hijo con el Padre. Además, en realidad, el Hijo es el Espíritu. Por lo tanto, Él es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Él es todo en todos.

EL MISTERIO DE QUE DIOS LLEGA A SER CARNE

  No sólo eso, sino que la Biblia primero habla del hecho de que Cristo es Dios, y luego del hecho de que Cristo llega a ser hombre. Que Dios llegue a ser hombre verdaderamente es un misterio. En el universo, existe tal Persona que vivió en la tierra hace dos mil años por treinta y tres años y medio. Hoy en día, mientras leemos los Evangelios en el Nuevo Testamento, quizás no percibamos que estos relatos son muy maravillosos. Pero si consideramos calladamente que un día el Creador de los cielos y la tierra en realidad llegó a ser un hombre y creció en la ciudad menospreciada de Nazaret, en el hogar de un pobre y humilde carpintero, ¡nos daríamos cuenta de cuán maravilloso es esto! El Creador de todas las cosas no vino a la tierra para una corta visita, al igual que lo hizo con Abraham en Génesis 18. Más bien, Él vivió en la tierra por treinta y tres años y medio.

  En Génesis 18, cuando Abraham se refrescaba a la entrada de la tienda, vinieron tres hombres, dos de los cuales eran ángeles y el tercero era Jehová Dios. La mayoría de la gente sólo sabe que Jesús llegó a ser carne para ser un hombre hace dos mil años. Pero en realidad, Él vino a visitar a Abraham en semejanza de hombre hace cuatro mil años, aun antes de llegar a ser carne. Abraham lavó Sus pies y le sirvió una comida de flor de harina y un becerro. Los Bautistas del Sur publicaron un artículo acerca de su fe, citando muchos versículos de las Escrituras como la base para su fe. Con respecto a Cristo, uno de los versículos citados es Génesis 18:1. Ellos dijeron que el Jehová en Génesis 18:1 era Jesucristo. Algunos podrían preguntar: “¿Cómo pudo Él tener la forma de hombre en aquel entonces y, no sólo eso, incluso tener la realidad de un hombre?”. Él estaba allí y Abraham lavó Sus pies; Él incluso comió la comida que la esposa de Abraham, Sara, le preparó. La Biblia verdaderamente es misteriosa, y Dios también es misterioso. Ni tan siquiera los teólogos pueden explicar estas cosas.

EL POSTRER ADÁN LLEGA A SER EL ESPÍRITU VIVIFICANTE

  Nosotros podemos recibir las cosas espirituales y misteriosas únicamente según las palabras claras de la Biblia. La Biblia establece claramente que Él era Dios que llegó a ser un hombre. Luego, en la plenitud de los treinta y tres años y medio, según el día, mes y año profetizados en las Escrituras, es decir, en el decimocuarto día del primer mes cuando el cordero de la Pascua fue inmolado, el Señor Jesús fue muerto en la cruz. Al ser crucificado, Él realmente era el Cordero pascual quien murió por nosotros para tomar medidas con respecto a nuestros pecados. Él fue sepultado y fue resucitado al tercer día, y en el momento en que fue resucitado, llegó a ser el Espíritu vivificante. Primero, Él era Dios que llegó a ser hombre, es decir, el postrer Adán. Él pasó por treinta y tres años y medio de vivir humano y finalmente murió en la cruz. Después de pasar por la muerte y la resurrección, el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante. El primer paso consistió en que Dios llegó a ser hombre, y el segundo paso consistió en que este hombre llegó a ser el Espíritu. En la noche del día de Su resurrección Él estuvo en medio de Sus discípulos como espíritu, pero con huesos y carne. Esto ciertamente trasciende nuestro entendimiento. No solamente Dios es un misterio, sino que nosotros mismos también somos un misterio que no podemos comprender.

  Por un lado, la Biblia nos dice que el Señor Jesús era Dios que llegó a ser hombre como nuestro Salvador a fin de llevar nuestros pecados en la cruz. Por otro, la Biblia nos dice que Él murió y resucitó, y en Su resurrección Él llegó a ser el Espíritu vivificante para entrar en nosotros. Ahora que le tenemos en nuestro interior, podemos estar a cara descubierta ante Él. En 2 Corintios 3:18 se nos dice que somos como espejos que continuamente miramos y reflejamos al Señor. No sólo eso, sino que este reflejar hace que seamos transformados a Su imagen, como por el Señor Espíritu. Este Señor ahora es el Espíritu, quien está en nosotros transformándonos a Su imagen gloriosa. En 1 Corintios 6:17 se nos dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Somos un solo espíritu con el Señor en nuestro espíritu, no en nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Por consiguiente, Pablo le dijo a Timoteo: “El Señor esté con tu espíritu” (2 Ti. 4:22). Quizás esto sea una declaración sencilla, pero es una gran bendición. Esta declaración trae consigo dos puntos importantes. Primero, el Señor tiene que ser Espíritu. Si el Señor no fuera Espíritu, ¿cómo podría Él estar en nuestro espíritu, y cómo podría Él estar con nosotros? Segundo, nosotros también debemos tener un espíritu en nuestro interior. Nuestro espíritu es el lugar donde el Señor está con nosotros. Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Hay dos espíritus en nuestro interior: uno es nuestro espíritu y el otro es el Espíritu, el Señor Jesucristo.

NO ANDAR CONFORME A LA CARNE, SINO CONFORME AL ESPÍRITU

  Queridos hermanos y hermanas, creo que todos ustedes ahora están claros. Hoy en día nuestro Señor Jesús, quien era Dios, llegó a ser un hombre que murió en la cruz para ser nuestro Salvador a fin de resolver el problema de nuestros pecados. Además, Él fue resucitado de los muertos y llegó a ser el Espíritu vivificante para morar en nosotros y mezclarse con nuestro espíritu regenerado. Por consiguiente, en nosotros no hay dos espíritus, puesto que en realidad estos dos espíritus se han mezclado para ser uno solo, tal como el té y el agua se mezclan para formar una sola entidad. Si queremos beber té, no nos tomemos el agua primero y luego el té. Cuando bebemos, recibimos tanto el té como el agua puesto que se han mezclado para formar una sola entidad. Ahora el Señor como Espíritu se ha unido y mezclado con nuestro espíritu, formando así un solo espíritu. Es por esto que Romanos 8:4 dice: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Somos aquellos que andan conforme al espíritu. En el griego, no hay un artículo definido antes de la palabra espíritu; por tanto, es difícil para los traductores de la Biblia determinar si el espíritu aquí se refiere al Espíritu o a nuestro espíritu. ¿Por qué? Esto se debe a que ambos han llegado a ser uno solo: los dos espíritus han llegado a ser un solo espíritu. Es igual que cuando se hace té, que es difícil decir si lo contenido en la taza es té o agua.

  La palabra griega traducida “andamos” en la frase andamos [...] conforme al espíritu denota nuestro vivir, nuestro mover, nuestra conducta, nuestras acciones y nuestra existencia. La Biblia nos enseña y nos dice que todos los que son salvos saben que Dios existe en el universo. Este Dios llegó a ser un hombre para morir por nuestros pecados y fue resucitado para ser el Espíritu que mora en nuestro espíritu. Ahora lo que Él requiere de nosotros es que en nuestro vivir, nuestro andar, nuestra conducta y en cada palabra y acción nuestra tengamos nuestro ser en conformidad con el espíritu mezclado que está en nuestro interior. Si nos acordamos de esto y lo ponemos en práctica, seremos realmente bendecidos. Andar conforme al espíritu no equivale a andar según el esfuerzo humano. Siempre que andamos conforme al espíritu, el Espíritu emana y el Señor Jesús es expresado en nuestro vivir debido a que Él está en nuestro espíritu. Por consiguiente, todos deberíamos practicar el vivir conforme al espíritu. Andar conforme al espíritu debería ser el lema de nuestro vivir. ¡Cuán bueno es hacerlo todo, sea grande o pequeño, conforme al espíritu!

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