
Lectura bíblica: Mt. 3:16-17; Hch. 2:32-33; Ro. 5:5-6; 2 Co. 1:21-22; 5:5-6; Ro. 15:16; 2 Co. 3:3; Jn. 4:10; 1 Jn. 5:6-9; Ap. 4:2—5:6; 1 Co. 3:10-16; 1 Ts. 1:4-7
En este capítulo queremos continuar nuestra comunión acerca de las porciones del Nuevo Testamento que revelan a la Trinidad Divina en el mover divino y en nuestra experiencia.
Mateo 3:16 y 17 revela la Trinidad Divina en Su mover divino. Estos versículos nos muestran a Jesús en las aguas del bautismo, al Espíritu de Dios que descendía como una paloma sobre Jesús [el Hijo], y al Padre que hablaba desde los cielos diciendo: “Éste es Mi Hijo, el Amado, en quien tengo complacencia”. Que el Espíritu de Dios descendiera como paloma y viniera sobre Cristo puede considerarse como el ungimiento de Cristo efectuado por Dios para que fuese Su Mesías mismo, a fin de que llevase a cabo Su propósito eterno. Esta acción de ungirlo sirvió para confirmar que Dios había designado a Su Hijo para que fuese el Cristo que iba a venir para llevar a cabo la economía de Dios. La designación de Cristo por Dios aconteció antes de la fundación del mundo. En la eternidad pasada Dios designó al Hijo para que fuese Su Cristo, Su Mesías y, como tal, llevase a cabo lo que Dios había planeado realizar con miras a Su propósito eterno. Después, Cristo se encarnó y Él fue quien pasó por el vivir humano en la tierra. Al cumplir treinta años de edad, Él vino a Juan para ser bautizado; fue en ese entonces que Dios lo ungió con la misma consumación del Dios Triuno como el aceite de la unción.
En tiempos antiguos, los reyes y los sacerdotes debían ser ungidos para asumir su oficio. La acción de ungirlos era la confirmación de su nombramiento o designación. El Cristo designado por Dios estaba en el agua bajo un cielo abierto y fue ungido por el Dios Triuno con el Espíritu en Su aspecto económico. Para ese entonces, Jesús ya había nacido del Espíritu en Su aspecto esencial. Antes que el Espíritu de Dios descendiera y viniera sobre Él, el Señor Jesús ya había nacido del Espíritu (Lc. 1:35), lo cual era prueba de que Él ya tenía al Espíritu de Dios en Él; esto fue para Su nacimiento. Ahora, con miras a Su ministerio, el Espíritu de Dios descendió sobre Él. Éste fue el cumplimiento de Isaías 61:1; 42:1; y Salmos 45:7 para ungir al nuevo Rey y presentarlo ante Su pueblo. Él fue concebido con el Espíritu en Su aspecto esencial para que naciese de modo que Él pudiera ser un Dios-hombre y existir como tal sobre esta tierra. Treinta años después Él fue bautizado por Juan. Mientras estaba allí en las aguas del bautismo, Dios vino a ungirlo con el Espíritu Santo como el Espíritu en Su aspecto económico a fin de que la economía de Dios fuera llevada a cabo.
Hechos 2:32 y 33 revela al Dios [Triuno] que resucitó a Jesús [el Hijo], a Jesús que fue exaltado a la diestra de Dios [el Padre] y a Jesús que recibió el Espíritu Santo del Padre. Esta porción de la Palabra nos muestra a la Trinidad Divina en Su mover para Su economía neotestamentaria después de la ascensión de Cristo. Que el Hijo recibiera el Espíritu del Padre fue el inicio de la operación de Dios en Su economía neotestamentaria. Por medio de este recibimiento del Espíritu comenzó la obra de Dios para Su economía neotestamentaria.
Romanos 5:5-6 muestra que el amor de Dios [el Padre] ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado y que Cristo [el Hijo] murió por los impíos. El derramamiento del amor de Dios lo llevó a cabo el Espíritu Santo que Dios nos dio. Dios nos dio el Espíritu Santo, y por medio del Espíritu Santo fue derramado el amor de Dios en nuestros corazones. Además, Cristo, el Hijo, murió por nosotros, los impíos. Primero, el Hijo murió por nosotros, los impíos. Con base en esto, el Espíritu nos fue dado, y mediante este Espíritu dado a nosotros, el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. Ahora disfrutamos el amor de Dios por el Espíritu Santo que nos fue dado sobre el fundamento de la muerte de Cristo por nosotros, los impíos.
En 2 Corintios 1:21-22 se revela que el Dios [Triuno] nos ungió y nos adhirió a Cristo [el Hijo]. Estos versículos también nos muestran que Dios es quien nos ha sellado y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones. Primero, Dios ungió al Hijo en el río Jordán. Después, Dios ungió a los creyentes. En realidad, nuestro ungimiento es la continuación del ungimiento de Jesús. De hecho, Dios tiene una sola unción, y ésta es la unción de Cristo. El Cristo personal, el Cristo individual, fue expandido, extendido e incrementado en Su resurrección para llegar a ser el Cristo corporativo. Cristo como una persona individual era simplemente Jesucristo como la Cabeza; como tal, Él fue ungido cuando tenía treinta años de edad. Pero después de Su resurrección, este Cristo, la persona de Cristo, se expandió, se propagó, fue incrementado para ser el Cuerpo de Cristo, el Cristo corporativo. Este Cristo corporativo incluye a Jesucristo como la Cabeza y a todos Sus miembros como el Cuerpo. La Cabeza fue ungida primero, y el Cuerpo fue ungido después, pero éstos no deben ser considerados como dos ungimientos. De hecho, son dos pasos de un solo ungimiento. Finalmente, debemos decir que Dios ha ungido a Aquel que es “el Cristo”, esto es, el Cristo corporativo, para llevar a cabo Su economía neotestamentaria. Este Cristo corporativo incluye tanto la Cabeza como el Cuerpo.
El Señor Jesús, quien es la Cabeza de este Cristo corporativo, fue ungido en el bautismo de Jesús en el río Jordán. El Cuerpo de este Cristo corporativo fue ungido el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio. En todo el universo sólo hay una unción, y el ungimiento del Cristo corporativo tuvo lugar en dos etapas. Todos los ungimientos en el Antiguo Testamento fueron tipos. Aarón fue ungido por Moisés y David fue ungido por Samuel. Todos los reyes y sacerdotes fueron ungidos. Ellos eran tipos que señalaban al ungimiento único. Este ungimiento único incluye al Cristo corporativo quien es tanto la Cabeza como el Cuerpo. Todos los creyentes judíos fueron ungidos en el día del Pentecostés (Hechos 1:5; 2:4), y todos los creyentes gentiles fueron ungidos en la casa de Cornelio (10:44-47; 11:15-17). Todos nosotros, los creyentes, fuimos ungidos para ser el Cristo corporativo con el propósito de llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios. Somos socios del Cristo individual (He. 3:14a). Somos los socios de Cristo en una corporación divina. Esta corporación es “Cristo y la iglesia incorporada”. No somos empleados de esta corporación, sino socios junto con Cristo. Ésta es una gran corporación universal que lleva a cabo el propósito eterno de Dios. Nosotros, como el Cristo corporativo, somos los socios de Cristo, cooperando con Él para llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios.
El Dios Triuno nos ha adherido firmemente a Cristo. Él ha adherido a cada miembro del Cristo corporativo al Cristo individual. Él nos ha ungido y nos ha hecho uno con la Cabeza. Hemos sido adheridos a Cristo por la conexión orgánica a través del aceite de la unción. El aceite de la unción es el Espíritu consumado como la consumación del Dios Triuno. Él es el Espíritu compuesto, todo-inclusivo y vivificante que pasó por un proceso, fue intensificado siete veces y mora en nuestro ser. Todos hemos sido adheridos a Cristo, la Cabeza, mediante este Espíritu. Somos el Cristo corporativo para llevar a cabo la gran y universal voluntad de Dios de llevar a cabo la economía de Dios y edificar el Cuerpo de Cristo de una manera orgánica.
Dios nos ha sellado y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones para este propósito. El ungir es el sellar. Ya que Dios nos ha ungido con Cristo, Él también nos ha sellado en Él. Las arras del Espíritu son el Espíritu mismo como las arras. El sello es una marca que declara que somos la herencia de Dios, la heredad de Dios y Su posesión particular. Las arras es la garantía de que Dios es nuestra herencia, o heredad, que nos pertenece a nosotros. El Espíritu dentro de nosotros es las arras, la prenda que nos garantiza que Dios en Cristo es nuestra porción.
Pablo escribió su segunda Epístola a los Corintios basado en esta revelación del Dios Triuno. El Padre ha ungido a Sus hijos y los ha adherido a su Hermano mayor, el Hijo primogénito de Dios. El Hijo primogénito de Dios es la Cabeza del Cristo corporativo y los muchos hijos son el Cuerpo del Cristo corporativo. Dios, mediante el ungir y adherir efectuados por Dios el Padre, ha hecho a todos Sus hijos uno con Su Primogénito a fin de que sean una sola entidad corporativa, un solo y único Cuerpo, que lleva a cabo Su propósito eterno. El Padre, para Su propósito, nos ha sellado y nos ha dado el Espíritu que sella como la arras internas que garantizan que Dios es nuestra herencia.
En 2 Corintios 5:5 y 6 se nos muestra que el Dios [Triuno] se ha formado en nosotros para que seamos transfigurados; el Espíritu nos fue dado como las arras; y que nosotros estando en el cuerpo estamos lejos del Señor [el Hijo]. En esta porción, la palabra traducida “hizo” es una palabra difícil de definir. Dios nos hizo, nos formó, con miras a nuestra transfiguración. Esta palabra significa elaboró, formó, preparó y dispuso. Dios nos ha elaborado, formado, preparado y dispuesto o diseñado con el propósito de que nuestro cuerpo mortal sea completamente sorbido por Su vida de resurrección. Esto será nuestra transfiguración. La palabra “hizo” en la traducción de habla china significa sembrar una semilla en la tierra y regarla para que crezca, florezca y de fruto. Para que esta semilla cumpla su propósito de florecer y dar fruto, será necesario que yo primero la cultive. Primero, se siembra. Luego, se riega para que crezca. Estos pasos preparan la semilla para que ésta lleve a cabo mi propósito. De igual manera, Dios nos formó con miras a nuestra transfiguración.
Nosotros fuimos regenerados en el momento en que nos arrepentimos, creímos en el Señor e invocamos Su nombre. El Dios Triuno fue puesto dentro de nosotros. Dios comenzó a elaborarnos y realizar Su obra en nosotros desde el momento en que fuimos regenerados. Dios quiere usarnos para cumplir Su propósito. Es por esta razón que continuamos siendo el objeto de la labor de Dios y Él continúa moldeándonos; y estaremos bajo su labor hasta que seamos completamente maduros. El apóstol Pablo finalmente maduró y llegó a estar listo para ser transfigurado. Debemos permitirle a Dios que labore en nosotros hasta que nuestro cuerpo mortal sea completamente sorbido por Su vida de resurrección. Dios necesita trabajar en nosotros para prepararnos, para moldearnos y para hacernos aptos para Su propósito.
Forjar un metal es golpearlo con ciertas herramientas para darle forma. Entonces el metal habrá sido forjado. Sin embargo, el metal no tiene nada orgánico; mientras que la obra que Dios realiza en nosotros es íntegramente orgánica. Por ejemplo, sembrar una semilla en la tierra es algo orgánico; después, si regamos esta semilla orgánica, esto la ayudará a crecer y obtener paulatinamente el crecimiento de su vida interna. El hierro puede ser moldeado y formado, pero no es un material orgánico. Cuando Dios nos moldea por el crecimiento en vida, eso es orgánico. Él nos da forma transformándonos con el elemento de vida. Un pedazo de hierro no puede ser transformado. Podemos cambiar su forma, pero ese cambio no es transformación. La transformación no es simplemente un cambio externo, sino un cambio interno, metabólico y orgánico. Somos transformados interior y orgánicamente mientras la vida divina crece y aumenta dentro de nosotros. Dios nos esta elaborando con Él mismo como el elemento orgánico que se añade a nuestro ser a fin de ser transformados; no solo en forma sino también en naturaleza, un proceso que es metabólico y orgánico. Su vida divina es añadida dentro de nuestro ser, y Su elemento de vida nos cambia mientras aumenta dentro de nosotros. Entonces seremos moldeados, formados y preparados para que seamos transfigurados.
Frutas diferentes tienen formas diferentes. Una manzana, un plátano y un coco, todos tienen formas diferentes. Las formas de estas frutas no se logran por regulaciones externas. No necesitamos hacer una caja redonda para dar forma a una manzana. Más bien, mientras la vida de la manzana crece, ésta espontáneamente toma la forma propia de su vida. Cuando sembramos una semilla y la regamos, la vida en su interior crece. Con el tiempo, la vida en crecimiento forma la fruta según su apariencia. Por tanto, la figura, la forma, surge; pero no por regulaciones externas, tales como golpes de martillo, sino por el crecimiento de vida con el elemento de vida. Toda clase de fruta tiene su propia forma, de acuerdo a la esencia misma de su elemento. De la misma manera, nosotros tenemos la vida divina y esta vida divina tiene su propia forma.
El pensamiento de Pablo en 2 Corintios 5:5 y 6 es que fuimos hechos a la imagen de Dios, y que Él se ha añadido a nuestro ser como un elemento que crece. Ahora Dios opera en nosotros para que crezcamos. El crecimiento de la vida divina en nosotros nos dará la forma que encaje con nuestra transfiguración venidera. En su totalidad, la enseñanza de 2 Corintios es una enseñanza que moldea, que forma y que opera. Dios opera continuamente en nosotros a fin de moldearnos, formarnos, de modo que seamos aptos para la transfiguración venidera. Hoy en día estamos aquí siendo moldeados, trabajados por Él.
Todo el libro de 2 Corintios es un “libro de trabajo”. Dios trabaja en todos nosotros día tras día durante toda nuestra vida. Él trabaja en nosotros del mismo modo que un agricultor trabaja cultivando una plantita día tras día. Finalmente, la planta florece y da fruto. El Dios Triuno nos hizo o forjó, con miras a nuestra transfiguración. En nuestra transfiguración, todo nuestro ser será completamente lleno de Cristo. Dios nos ha dado el Espíritu para que sea las arras, la prenda, el anticipo, de esta etapa maravillosa y admirable de Su salvación completa que ha sido provista para nosotros en Cristo. Las arras nos garantizan que seremos transfigurados. Seremos transfigurados por la vida de resurrección que sorberá toda la muerte que haya en nuestro cuerpo mortal (1 Co. 15:54). Nuestro nuevo cuerpo, en realidad, será nuestro viejo cuerpo que habrá sido transfigurado con el elemento divino bajo la obra divina.
Al presente, nuestro cuerpo es nuestro domicilio y estamos lejos del Señor, el Hijo, hasta el día en que Él regrese y seamos arrebatados con Él. Entonces todos estaremos en casa con Él. Nuestra casa es el Dios Triuno (Sal. 90:1). Hemos sido regenerados mediante el elemento divino del Dios Triuno; ahora, crecemos día tras día con este elemento divino. Finalmente, este elemento divino, que es en realidad el propio Dios Triuno, llegará a ser nuestra morada eterna en nuestra transfiguración.
En Romanos 15:16 Pablo dijo que él era ministro de Cristo Jesús [el Hijo] a las naciones, que ministraba como sacerdote del evangelio del Dios [Triuno], para que los gentiles fueran ofrenda aceptable y grata, santificada por el Espíritu Santo. Pablo fue un sacerdote del evangelio del Dios Triuno, que ministraba a Cristo Jesús, el Hijo, a los gentiles. Finalmente, el resultado de su obra era poder ofrecer a los gentiles a Dios como una entidad santificada por el Espíritu Santo.
En 2 Corintios 3:3 Pablo les dice a los corintios que ellos son una carta de Cristo [el Hijo] ministrada por los apóstoles, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo [el Dios Triuno]. Aquí nuevamente vemos la Trinidad Divina en el mover divino y en nuestra experiencia. Finalmente, los creyentes llegan a ser una carta que comunica al Hijo, escrita con el Espíritu como la tinta. Este Espíritu es el elemento mismo del Dios vivo, el Dios Triuno, para escribir esta carta que transmite a Cristo.
En Juan 4:10 el Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le habrías pedido y Él te habría dado agua viva”. En este versículo vemos el don de Dios [Dios el Padre] y al Hijo como el Dador del agua viva [el Espíritu]. Incluso en este versículo tan breve vemos a los Tres de la Trinidad Divina. El Padre es el Poseedor del don, el Hijo es el Dador del don y el Espíritu es el don. Todo el Nuevo Testamento nos habla de la Trinidad Divina con expresiones distintas y desde perspectivas diferentes.
En 1 Juan 5:6-9 se nos dice que el Espíritu, como la verdad, testifica (v. 6) que el testimonio de Dios [el Padre] es más grande que el testimonio de los hombres (v. 9a) y que Dios ha testificado acerca de Su Hijo (v. 9b). Los Tres de la Trinidad Divina están involucrados en este testimonio. El Espíritu testifica y el testimonio Suyo es el testimonio del Padre, y el testimonio del Padre es acerca del Hijo.
Apocalipsis 4:2—5:6 nos presenta una escena universal. En esta escena, vemos a Dios [el Dios Triuno] sentado en el trono (4:2), a los siete Espíritus de Dios y siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios (v. 5), y en medio del trono así como en medio de los seres vivientes y los ancianos vemos al Cordero que está de pie (5:6). El trono del Dios Triuno es el centro. Delante del trono hay siete lámparas de fuego ardiendo, que son los siete Espíritus de Dios. Y en medio del trono, en medio de los cuatro seres vivientes y de los ancianos, está un Cordero en pie. En esta escena, el Padre, el Hijo y el Espíritu operan todo el tiempo para llevar a cabo la economía eterna del Dios Triuno. Su economía fue un misterio. Nadie en el universo es digno de abrir este misterio excepto el Cordero que fue inmolado. Él reúne los requisitos y tiene la posición que le facultan para abrir el libro, para abrir el misterio del universo, el misterio de la economía de Dios.
En 1 Corintios 3:10-16 Pablo nos dice que la gracia de Dios [el Dios Triuno] le fue dada (v. 10), que Jesucristo [el Hijo] es el fundamento que ha sido puesto (v. 11), y que el Espíritu de Dios es quien mora en nosotros, el templo de Dios (v. 16). Esta porción de la Palabra describe cómo se produce la iglesia y cómo ésta existe. Aquí se nos muestra el mover de la Trinidad Divina a fin de obtener la iglesia para Su expresión corporativa.
En 1 Tesalonicenses 1:4-7 Pablo le dijo a los creyentes que ellos eran amados por Dios [el Padre], que el evangelio les llegó a ellos en poder y en el Espíritu Santo, esto es, con el gozo del Espíritu Santo, y que ellos habían llegado a ser imitadores del Señor [el Hijo]. Nosotros llegamos a ser imitadores del Señor después de haber recibido el evangelio en el poder del Espíritu y con el gozo del Espíritu. Esta porción nos muestra la actividad de la Trinidad Divina en el servicio del evangelio.
Todas las porciones del Nuevo Testamento que hemos señalado deben darnos una perspectiva clara de que el Nuevo Testamento está íntegramente compuesto de la Trinidad Divina y estructurado con la Trinidad Divina. La Biblia nos presenta un cuadro del mover de la Trinidad Divina para el cumplimiento de Su economía de que seamos formados de modo que encajemos en Su economía.