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Mensajes del libro «Vivir necesario para la edificación de las reuniones de grupos pequeños, El»
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NOTAS DEL MENSAJE TRES

UN VIVIR QUE EXTERIORMENTE ES BAUTIZADO EN EL ESPIRITU SANTO E INTERIORMENTE ESTA SATURADO CON EL, Y EN EL CUAL TODO NUESTRO SER ESTA CONSTITUIDO CON LOS ELEMENTOS DE CRISTO

  Lectura bíblica: 1 Co. 12:12-13

LA TERCER CLASE DE VIVIR

  En los mensajes anteriores tratamos dos clases de vivir. La primer clase de vivir es una que procede del Espíritu Santo y que es mediante el espíritu humano. La segunda clase de vivir es una que anda únicamente conforme al espíritu. En este mensaje llegamos a la tercer clase de vivir. En realidad, estas tres clases de vivir son simplemente tres aspectos de un solo vivir. En los dos mensajes anteriores no vimos los constituyentes de este vivir. Esto es como decir que una cierta clase de té es buena, que apaga la sed y es vigorizador sin decirle a la gente cuáles elementos están en el té.

  En este mensaje queremos profundizar más para considerar el vivir cristiano normal. Sin duda el vivir cristiano normal es un vivir que procede del Espíritu Santo y que es mediante el espíritu humano, y sin duda es un vivir que anda conforme al espíritu. Pero eso no es suficiente. Necesitamos pasar a ver cuáles son los constituyentes de este vivir. Esta es mi carga en este mensaje. Por esto, el sujeto de este mensaje es: “Un vivir que exteriormente es bautizado en el Espíritu Santo e interiormente está saturado con El, y en el cual todo nuestro ser está constituido con los elementos de Cristo”.

EL SERVICIO EN ROMANOS

  El servicio adecuado en la iglesia se basa en Romanos 12 y 1 Corintios 12. Romanos 12 habla del servicio a Dios en la iglesia, es decir, en el Cuerpo de Cristo. En este servicio, lo primero es que debemos presentar nuestros cuerpos (12:1). Presentar nuestros cuerpos es presentar nuestro tiempo. Si su cuerpo viene, su tiempo viene también. Esto es muy práctico. Pero cuando el cuerpo viene, los problemas vienen también. Esto es porque cuando el cuerpo está aquí, las opiniones están aquí también. No hay nadie en el mundo que no tenga opinión. Todos, ya sean viejos o jóvenes, tienen sus opiniones. La opinión es un gran problema para la iglesia. Por esta razón, Pablo dice que necesitamos presentar nuestros cuerpos y no ser conformados a este siglo (12:2).

  Recientemente yo estaba dando una conferencia en cierta ciudad. Una hermana en la congregación era una médica. Al oír mi mensaje, se impresionó mucho. Después de la reunión ella vino a verme y me dijo: “Hermano Lee, nuestra iglesia es muy buena. Falta sólo una cosa. Yo siento que debiéramos tener un hospital”. Por esto se puede ver que el cuerpo de ella vino y su opinión vino también. Esto es ser conformado al siglo. Si permitimos que cien personas hablen en la reunión, puede haber cien opiniones. Puede que algunos sugieran que se pongan plantas de casa por toda la sala de reuniones. Puede que otros sugieran que tengamos un coro de cuatro partes. Esta es la conformación al siglo, es decir, al mundo.

  La iglesia es celestial y espiritual. Es por eso que inmediatamente después de que Pablo mencionó el presentar del cuerpo, él pasó a decir que la mente debe ser renovada (12:2). Este renovar de la mente es un cambio de nuestros conceptos. No somos un club social, ni somos una sociedad ni una asociación. Somos los hijos de Dios que se reúnen en espíritu. Por esta razón, cuando venimos para servir en la iglesia, debemos tomar nuestros conceptos de la Biblia y no del mundo. Es correcto que ustedes presenten su cuerpo, pero las opiniones en su mente no deben acompañarlo. Su mente debe ser renovada y transformada. Además, su espíritu debe estar ardiente (12:11). Nuestro servicio a Dios en la iglesia debe ser uno en el cual se presente el cuerpo, la mente sea renovada y el espíritu esté ferviente. Esto es el servicio descrito en Romanos 12.

EL SERVICIO EN 1 CORINTIOS 12

  El servicio mencionado en 1 Corintios 12 tiene un fundamento. Este fundamento es los constituyentes de la vida espiritual de un cristiano. Estos constituyentes pueden encontrarse en los versículos 12 y 13 de ese capítulo. La sección del 12:12 al final del capítulo trata sólo un tema: el Cuerpo. Aquí vemos que la iglesia es un cuerpo. La iglesia no es una organización; es un organismo. Una organización no tiene vida, mientras un cuerpo tiene vida porque es orgánico. Por ejemplo, una silla puede considerarse como una organización. Está muy bien ordenada, pero no tiene vida. Nuestro cuerpo, por el contrario, no es meramente ordenado, también tiene vida. La iglesia es el Cuerpo de Cristo. No es una organización, sino un organismo.

  En 1 Corintios 12 también habla del servicio de los miembros de este Cuerpo en la iglesia. En este servicio cada cual funciona conforme a su parte. Sin embargo, este servicio del Cuerpo tiene un fundamento. Este fundamento se ve en los versículos 12 y 13. En este fundamento vemos los constituyentes de la vida diaria de los que sirven. Este es un punto más profundo. El hablar de la función exterior es más fácil y se entiende más rápido, pero el hablar del constituyente interior es más profundo y más difícil, porque el hombre no tiene este concepto dentro de él.

  Estos dos versículos nos muestran los constituyentes del vivir de los que aman al Señor, le siguen y le sirven. El primer constituyente es el Espíritu, y el segundo es Cristo. El versículo 12 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”. Este Cristo no es meramente la Cabeza; El es todo el Cuerpo. Por tanto, este Cristo no es el Cristo individual, sino el Cristo corporativo. Este versículo revela que Cristo no es sólo la Cabeza sino el Cuerpo también. Aquí tenemos a Cristo y la iglesia. Cristo y la iglesia juntos constituyen el único hombre universal. La Cabeza de este hombre es Cristo mismo, y el Cuerpo es los santos que son los miembros. Pablo dice que este Cuerpo que está compuesto de todos los santos también es Cristo.

  Después de esto, en el versículo 13 Pablo dijo: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Por una parte, todos fuimos bautizados en un Cuerpo. Esto trata de lo exterior. Después de ser bautizados, a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Esto trata de lo interior. Fuimos bautizados de una vez en el agua, pero bebemos agua todos los días. Esto no significa que el agua en la cual fuimos bautizados y el agua que bebemos son dos clases diferentes de agua. Ellas son la misma clase de agua, pero esta agua tiene dos funciones. Hoy el Señor es sólo un Espíritu, El no es dos Espíritus. Pero este único Espíritu tiene dos funciones. Una función es bautizarnos. Este Espíritu nos ha bautizado en un Cuerpo. Después de ser bautizados, seguimos adelante para beber de este Espíritu. El beber es tomar algo dentro de su ser. El bautismo es la función exterior, y el beber es la función interior. Entramos en el agua y el agua entra en nosotros. Todas éstas son ilustraciones. Debido a que los asuntos espirituales son muy profundos, la Biblia usa ilustraciones para describirlos a nosotros.

  Cuando tomamos agua dentro de nosotros, ella apaga nuestra sed. Además, tiene la función de mojar y disolver nuestro alimento. Después de que ustedes han comido alguna comida sólida, la única manera para que los elementos nutritivos en la comida entren en las células y en la corriente sanguínea es disolverlos con agua. Esto también es una ilustración. Por favor no piensen que, debido a que el Espíritu es misterioso, por lo tanto El es abstracto. Más bien, El es muy práctico. Diariamente debemos beber de este Espíritu. Solamente entonces seremos capaces de vivir una vida cristiana adecuada.

UN VIVIR QUE ESTA SATURADO CON EL ESPIRITU SANTO Y CUYO CONSTITUYENTE ES CRISTO

  Si ustedes estudian a fondo los versículos 12 y 13, verán que el funcionar de todos los miembros del Cuerpo de Cristo no es nada más que un vivir. Y este vivir está compuesto de dos clases de elementos. Uno es el Espíritu, quien es como el agua; el otro es Cristo, quien es como la comida. El crecimiento de la vida humana depende de estos dos elementos. La comida es sólida, y el agua es líquida. Dentro de estos dos elementos hay muchos nutrientes ricos. La nutrición en la comida es mayor que la nutrición en el agua. Sin embargo, la comida es seca. Cuando entra en ustedes, sin que el agua la disuelva, es difícil que la nutrición en la comida sature sus células y su corriente sanguínea. Necesitamos la comida sólida, y también necesitamos el agua líquida. La comida es Cristo, y el agua es el Espíritu.

  Mi cuerpo puede estar derecho porque está sostenido por la comida y el agua. Todos nosotros crecemos y vivimos por el suministro de comida y agua. Ellas mantienen nuestro trabajo y nuestras actividades. Para que nuestro ser físico crezca de una manera sana, necesitamos comer comida rica y tomar bebidas nutritivas. Los chinos que nacen en los Estados Unidos son altos y fuertes. Esto es porque la comida americana es sumamente rica. La leche americana, el bistec americano, el pollo americano, las frutas americanas y muchas otras clases de comida americana se comen y son constituidas dentro de su ser. Como resultado, están constituidos con la comida americana. Pero si ellos no comen las riquezas de la comida americana, entonces naturalmente serán pequeños, flacos y enfermizos. Hoy día muchos cristianos están pequeños, flacos y huesudos. Esto es porque no han estado comiendo a Cristo y bebiendo del Espíritu. Cristo y el Espíritu son los dos constituyentes necesarios para el crecimiento en vida de los creyentes. Ellos son también el fundamento para el servicio de los creyentes.

LOS PROBLEMAS DE LAS REUNIONES DE LOS GRUPOS PEQUEÑOS

  En este mensaje estamos considerando las reuniones de los grupos pequeños. No tenemos ningún deseo de reunir a los hermanos y hermanas meramente para que una persona hable mientras todos los demás escuchan. Deseamos ver a todos los santos funcionando en las reuniones. Pero si tenemos unos centenares o unos millares de personas reunidas, ¿cómo sería posible que todos funcionaran? Es por esta razón que la Biblia menciona tanto las reuniones grandes en el templo como las reuniones pequeñas de casa en casa. Aquí es donde radica nuestra dificultad. Supongamos que ustedes han empezado a reunirse en su hogar, y tienen siete u ocho personas reunidas como un grupo pequeño. Puede ser que las dos primeras reuniones sean muy buenas. Pero en la tercera se acaba el contenido; no hay más provisión. Puede ser que un hermano diga: “Voy a casa”, y que otros digan: “Ya me voy”. Por fin ustedes encontrarán que ya no pueden continuar tales reuniones.

  Esta situación puede compararse con un grupo de niños que crecen en los Estados Unidos que rehúsan comer hamburguesas o tomar leche. No quieren comer nada ni tomar nada. Si se les pone a cinco de ellos en un equipo y les pide que jueguen a la pelota, por supuesto no tendrán la fuerza para jugar. La razón por la cual las reuniones de nuestros grupos pequeños no son atractivas es que todos estamos secos y flacos, débiles y muertos. No actuamos como personas vivas. En una condición así está bien que vengamos para asistir a un “servicio” o para sentamos en un banco de iglesia. Allí puede que tengamos a varios que puedan cantar profesionalmente y que puedan dirigirnos en el cantar. Puede que también tengamos a varios que están entrenados en el orar que nos puedan dirigir en oración. Claro, hay también el predicador que nos predicará. Es fácil asistir a un “servicio” de esa manera. Sin embargo, si se nos pone juntos a siete u ocho de nosotros solos, ¿qué debemos hacer? ¿Quién orará para nosotros? ¿Quién nos predicará? En tal situación puede que nos miremos unos a otros, o simplemente hablemos entre nosotros acerca de muchas cosas no pertinentes. Al final no hay nada más que decir, y la reunión no puede proseguir más. Por esta razón, no podemos hablar de propagación o de aumento. Sólo podemos quedarnos donde estamos, arreglárnoslas con lo que tenemos y pasar por alto nuestras verdaderas necesidades. Es por eso que todo mi ser está sobrecargado con esta carga pesada. Mi esperanza es que en todas las iglesias locales veamos una movilización total de todos los miembros. A fin de tener una movilización total, no hay otra manera más que tener los grupos pequeños. Solamente en los grupos pequeños todos podrán funcionar.

CRISTO EN EL ESPIRITU COMO EL SUMINISTRO DEL HOMBRE

  Debemos tener una clase de vivir que se inicia por el Espíritu Santo y que pasa por el espíritu humano. En otras palabras, debemos tener un vivir en el cual andamos conforme al espíritu. Sin embargo, eso no es todo. Esta noche el Señor nos ha mostrado los constituyentes de esta clase de vivir. El primer constituyente es la comida, el segundo es el agua. La comida es Cristo, y el agua es el Espíritu. Según la Biblia, Cristo está en el Espíritu. Esto es como estar en el agua toda la nutrición de la comida. En Apocalipsis 22 podemos ver que el árbol de vida crece en el río de vida (vs. 1-2). Adondequiera que fluya el río de vida, allí crece el árbol de vida. El fruto del árbol sale de los dos lados del río para llenar la necesidad del hombre. Cristo debe estar en el Espíritu antes de poder ser nuestra porción.

LA FORMA DE BEBER DEL ESPIRITU

  Entonces, ¿cómo bebemos de esta agua espiritual? Ni la leche ni la miel son sólidas, sino que son comida líquida. Hay rica nutrición en la leche, pero toda ella está en el líquido. Del mismo modo, todas las riquezas de la miel están en el líquido. Hoy día todas las riquezas de Cristo están en el Espíritu. Sin embargo, en el cristianismo la cuestión del Espíritu nunca se ha resuelto durante los últimos dos mil años. Esto es porque el Espíritu es demasiado misterioso y profundo. Muchos cristianos no tienen un conocimiento adecuado concerniente al Espíritu; por tanto, no tienen la forma de experimentar al Espíritu. Por esta razón están en pobreza continuamente.

Creer lo que la Biblia Dice

  Le doy gracias al Señor que por Su misericordia yo fui salvo hace sesenta años. Después de ser salvo, yo amé la Biblia a lo sumo. Casi no hubo ningún día cuando la Biblia no estuviera en mi mano. La leía todos los días. Más tarde, el Señor me llamó y me dio la gracia para dejar mi empleo, y desde entonces casi no hice más que estudiar la Biblia. Después de todo mi estudio más mi experiencia, llegué a esta conclusión: primero, para disfrutar de este Espíritu, tenemos que creer lo que la Biblia dice.

  La Biblia nos dice en primer lugar que el Dios en quien creemos y a quien adoramos, servimos y disfrutamos, es un Dios Triuno. En el Dios Triuno tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu. El Padre es la fuente, el Hijo es el curso y el Espíritu es la consumación. Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu son distintos, ellos no son tres Dioses. Todavía son un Dios. Existe el Padre, el Hijo y el Espíritu, con una fuente, un curso y una consumación. En la consumación no está solamente el Espíritu, sino el Hijo y el Padre también. El Padre, el Hijo y el Espíritu no son solamente coexistentes; sino también son coinherentes. El Padre está en el Hijo, y el Hijo está en el Padre. Tanto el Padre como el Hijo están en el Espíritu, y el Espíritu está tanto en el Padre como en el Hijo. El Señor Jesús dijo claramente en Juan 14 que El está en el Padre y el Padre está en El. Por tanto, Su hablar es el obrar del Padre. El dijo que cuando los hombres le ven a El, ven al Padre, porque el Padre está en El, y El está en el Padre (vs. 9-11). Por lo tanto, el Padre y el Hijo no pueden ser separados. Aunque hay una distinción entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, son inseparables.

  Dios es triuno porque desea forjarse dentro de Su pueblo creado y redimido, es decir, dentro de nosotros los que hemos creído. Entonces, ¿cómo se forja el Dios Triuno dentro de nosotros? En primer lugar, El efectuó la creación. En Su creación, el Padre, el Hijo y el Espíritu estaban juntos. El Dios Triuno trabaja juntos para efectuar la creación. En la creación Su meta principal era crear al hombre como el centro, para que el hombre llegara a ser el objeto de Su dispensar. Pero después que creó al hombre, el hombre cayó. Debido a la caída del hombre, el Dios Triuno se hizo carne (Jn. 1:1, 14). No fue meramente el Hijo de Dios quien se hizo carne. El Señor Jesús nos dijo que cuando El vino, El trajo consigo al Padre (Jn. 8:29). Esto es contrario al concepto de la mayoría de los cristianos. Su concepto es que cuando Cristo vino para ponerse la carne, El dejó al Padre en el cielo. El hecho es que cuando el Hijo vino para encarnarse, el Padre vino también. Además, el Hijo se hizo carne en el Espíritu, es decir, El fue concebido del Espíritu Santo mediante María (Mt. 1:18, 20). Por esto, el Padre, el Hijo y el Espíritu, estuvieron todos envueltos en la encarnación. Por esta razón, la Biblia no dice que el Hijo se hizo carne. Más bien dice: “Dios fue manifestado en la carne” (1 Ti. 3:16). No era un Dios parcial, sino un Dios completo, quien fue encarnado.

  El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— se hizo carne y vivió en la tierra durante treinta y tres años y medio. El pasó por la vida humana y probó todos los gozos y sufrimientos del vivir humano. Al final de Su vida humana El fue a la cruz para efectuar la muerte todo-inclusiva. Luego fue sepultado. El entró en el Hades, pero la muerte no pudo retenerlo (Hch. 2:24); el Hades tampoco pudo retenerlo, porque El es vida (Jn. 11:25). El salió triunfalmente de la muerte, y en resurrección El se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). Este Espíritu ha pasado por la creación, la encarnación, el vivir humano y la muerte, y ha entrado en resurrección. Este Espíritu, quien es la misma consumación del Dios Triuno, ha pasado por tantos procesos y pasos para llegar a ser el Espíritu vivificante. En este Espíritu vivificante está el Hijo, y está también el Padre; está Dios y está también el hombre. La Biblia nos dice que este Espíritu en resurrección es el Cristo resucitado (Jn. 14:17, 20), quien es el Cristo neumático. Fue este Cristo neumático quien entró en medio de los discípulos en la noche de Su resurrección para soplar en los discípulos, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo”. Desde ese entonces, el Dios Triuno ha entrado en Su pueblo escogido. Esto es lo que sucedió en el día de la resurrección.

  Hablando de lo esencial, el Dios Triuno entró en los discípulos aquel día para llegar a ser su vida y su esencia de vida. Hablando de lo económico, cuarenta días después El ascendió al cielo (Hch. 1:9). Esto no significa que en Su ascensión El dejó a Sus discípulos. Todavía estaba dentro de los discípulos como su esencia. Diez días después de que ascendió, El se derramó desde el trono (Hch. 2:1-4, 16-18). Este es el Espíritu en Pentecostés. En este tiempo, se puede ver que este Dios Triuno se ha hecho el Espíritu vivificante todo-inclusivo. Por una parte El entró en Sus creyentes para ser su esencia de vida. Por otra, El cayó sobre ellos para ser su poder para obrar.

  ¿Qué debemos hacer con tal relato de la Escritura? ¡Debemos creerlo! Necesitamos decir: “Amén” a cada punto registrado en la Biblia. La Biblia dice que este Dios es triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. A esto debemos decir “Amén”. La Biblia dice que este Dios Triuno creó los cielos, la tierra y todas las cosas, incluso a nosotros. A esto también debemos decir “Amén”. La Biblia también dice que el Dios Triuno se hizo carne y vivió en la tierra treinta y tres años y medio. Otra vez debemos decir “Amén”. La Biblia dice que este Dios Triuno murió en la cruz por nuestros pecados, y trató con el pecado, el mundo, Satanás y todas las cosas negativas. Debemos decir “Amén” a esto. La Biblia dice también que El se levantó de los muertos para hacerse el Espíritu vivificante, y que El ha entrado en los que creen en El. Otra vez debemos decir “Amén”. Si ustedes creen en El, El entrará en ustedes. No es necesario analizar con la mente. Simplemente digan “Amén” a lo que la Biblia dice desde lo más profundo de su ser. No sean engañados por sus sentimientos inestables. Si dicen “Amén”, se darán cuenta de que El está en ustedes. Esto es real.

  Hebreos 11:1 dice que “la fe es la comprobación de las cosas que se esperan, la convicción de las cosas que no se ven” (lit.). ¿Qué es la fe? La fe es la comprobación de la sustancia. Permítanme explicarlo con una ilustración. Supongamos que en cierta casa hay una fragancia dulce, pero no se puede ver ni se puede tocar. Entonces, ¿cómo se puede comprobar esta fragancia? Lo único que se necesita es ejercitar la nariz un poco, y la fragancia se comprobará. Hay que utilizar el órgano correcto para comprobar una sustancia particular. Por ejemplo, hay que usar el oído para oír. La audición del oído es la comprobación del sonido. De igual manera, la fe es la comprobación de las cosas espirituales. Todas las cosas espirituales son substanciales, pero debemos usar nuestro espíritu para creer en ellas. Este creer es la comprobación de la sustancia de las cosas espirituales.

  Cuando ustedes oren, no ejerciten su mente tal como lo hacen cuando recitan algo de memoria. Tampoco deben predicar al Señor en su oración. La Biblia no tiene ninguna oración predicadora, sino que tiene oraciones de confesión, en las cuales una persona confiesa sus fracasos. D. L. Moody dijo desde hace cien años que oraciones largas matan las reuniones de oración. Las oraciones más vivientes son aquéllas de dos o tres frases. Todavía yo puedo recordar un relato acerca de Moody. Una vez en una reunión, una persona empezó a orar una oración larga. Moody dijo: “Mientras nuestro hermano continúa orando, sigamos adelante y hagamos esto y el otro”. A veces yo creo que ésta es una buena forma. Si alguien orase sin cesar en nuestra reunión de oración, deberíamos decir: “Mientras nuestro hermano está orando, tengamos comunión”. No queremos ninguna oración larga.

  Una vez un hombre ciego vino al Señor y gritó: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” El Señor dijo: “¿Qué quieres que te haga?” La respuesta fue sencilla: “Señor, que reciba la vista” (Le. 18:35-43). Eso es suficiente. Si el Señor les pregunta hoy: “¿Qué quieres?” y dicen: “Señor, tengo sed hoy; quiero el Espíritu”, eso es muy bueno. Lo único que ustedes necesitan orar en la reunión de oración es: “Señor, quiero el Espíritu! ¡Señor, yo tengo tanta sed! Quiero algo de beber”. No digan: “Señor, Tú sabes que yo tengo mucha sed, y debido a que yo tengo sed, necesito algo de beber. La bebida hoy es el Espíritu, y sin el Espíritu no hay bebida. Sólo cuando tengo el Espíritu puedo tener la bebida”. Esta es una oración predicadora. Ustedes están orando como si Dios necesitara que le predicaran. Cuando Dios les pregunta: “¿Qué necesitan?” deberían decir ustedes: “Señor, ¡necesitamos un avivamiento! Estamos todos casi muertos. Queremos estar vivos. No somos ni calientes ni fríos. Queremos ser calientes. ¡Señor, quémanos!” No digan: “Señor, Tú sabes que a menos que Tú hagas el incendio, nadie puede arder. Aun si intentamos estar ardientes, no podemos. Sólo Tú puedes ser ardiente. Si Tú no nos quemas, ¿qué podemos hacer? Para esto venimos a Ti”. Simplemente digan: “Señor, quémanos ahora mismo”. No prediquen tanta doctrina. El Señor hará el incendio.

  Cuando estábamos en Shanghái teníamos un lema que se había desarrollado durante los años. Algunos hermanos y hermanas solían ir a todas las reuniones, y en todas las reuniones oraban. Además, cada oración que oraban era larga. Tratábamos por algún tiempo de encontrar una forma de ayudar a esos santos. Con el tiempo encontramos la manera por medio de la historia de Moody. No necesitamos orar por tantas cosas. Dios sabe que nos falta ropa o comida. Debemos buscar primero el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas nos serán añadidas. Debemos evitar especialmente orar por casas grandes o coches de lujo. Debemos decir: “Señor, no estoy ardiente hoy. ¡Quémame!” o, “Señor, estoy medio muerto. ¡Hazme vivo!”

  Si ustedes sienten que hay escasez de aire en un cuarto particular, abran las ventanas. Una vez que abran las ventanas, el aire entrará. Aunque no pueden ver el aire, pueden sentirlo. Del mismo modo, cuando se despiertan en la mañana, simplemente abran la ventana de su ser al Señor y digan: “Señor, estoy abierto a Ti. Sopla sobre mí. Señor, yo quiero que me llenes. Quiero andar este día conforme al Espíritu”. Si ustedes oran de esta manera unas frases, sentirán que el Espíritu se está moviendo en ustedes. Hermanos y hermanas, si han respirado profundamente, ¿cómo no pueden sentir nada? Seguramente que se sentirán refrescados. El Señor Jesucristo hoy día es el Espíritu (2 Co. 3:17). Es por eso que la Biblia dice: “Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:13). ¡Pruébenlo! Ustedes recibirán el Espíritu. Necesitan creer las palabras de la Biblia, y necesitan reclamarlas por oración viviente.

Oren según las Palabras de la Biblia

  Entonces deben orar conforme a las palabras de la Biblia. Mientras más hagan esto, mejor es. Deben hacer esto diez veces, aun veinte veces al día. Necesitan pasar tiempo en esto, mientras más mejor. Nuestra oración al Señor es nuestro respirar del Señor. Dediquen cinco minutos ante el Señor para respirar y orar, y se sentirán como una llanta cuando se le inyecta el aire en la gasolinera. Serán llenos del pneúma espiritual. El Espíritu dentro de ustedes llegará a ser su constituyente interior, y en este Espíritu Cristo viene y se añade a su ser. En otras palabras, la realidad del Espíritu es Cristo. Por tanto, Cristo hoy día es el Cristo neumático. Este Espíritu les llenará desde el interior, y los elementos de Cristo serán constituidos dentro de su ser. Ya no serán hombres naturales. Más bien, serán hombres de Cristo. Serán los que están constituidos con Cristo. Solamente entonces serán miembros vivientes del Cuerpo de Cristo y solamente entonces serán partes de Cristo como Sus miembros.

  Por esta razón, 1 Corintios 12:12 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”. Debemos ser constituidos con los elementos de Cristo para que lleguemos a ser miembros de Cristo. Los elementos de Cristo son constituidos dentro de nosotros por el Espíritu. ¿Cómo recibimos este Espíritu? Para recibir este Espíritu necesitamos creer las palabras de la Biblia, y cada día necesitamos venir ante el Señor y abrirnos a El. Necesitan abrirse a sí mismos como abren una ventana. Dejen que el Espíritu entre; luego respírenle por medio de oración. Mientras más oran, más llenos serán.

  La estrofa 3 de Himnos, #359 dice:

  Tu Espíritu unge,     Me empapará, Mi alma por completo     Tú saturarás...

  Cuando este Cristo pneumático opera en ustedes, se mudará a su mente, a su emoción y a su voluntad. Cuando El se mueve, y si ustedes ceden terreno a Su mover, El se infiltrará en todo su ser con Sus elementos, y ustedes serán transformados en Su imagen, llenos de Su estatura. Eso es como ingerir la comida. Después de unas horas de ablandamiento por agua, y digestión por el estómago, la comida se infiltrará en sus células y en su corriente sanguínea. Después de terminar este proceso la comida llegará a ser el constituyente de ustedes. Esto es nuestra necesidad hoy día. Espero que todos ustedes se ejerciten de esta manera, para que estén llenos del Espíritu y llenos de Cristo por dentro. De esta manera nuestras vidas estarán llenas del Espíritu y con Cristo, y si asistimos a la reunión de un grupo pequeño o a oreas reuniones, iremos con el suministro. De hecho, todos nos convertiremos en un suministro a otros. Esta es mi carga en este mensaje. Que el Señor sea misericordioso con nosotros.

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