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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 17

LA SANTIFICACIÓN EN VIDA

  Lectura bíblica: Ro. 1:17; 5:10, 17, 21; 6:4-5, 11, 19, 22-23; 8:2, 6, 10-11, 13, 8:29; 15:16

  Antes de llegar a la sección sobre la glorificación, tengo la carga de dar un mensaje adicional sobre la santificación en vida.

LA JUSTICIA, LA SANTIDAD Y LA GLORIA DE DIOS

  Pablo era un escritor excelente, y sus pensamientos eran muy profundos. En el libro de Romanos, Pablo primero presenta el tema de la condenación y luego continúa con la justificación, la santificación y la glorificación. En todo lo que Dios hace con nosotros, Él siempre tiene presente tres de Sus atributos divinos: Su justicia, Su santidad y Su gloria. Dios es justo, Dios es santo y es un Dios de gloria. La justicia se relaciona con los hechos de Dios, con Sus caminos, Sus actos y Sus actividades. Todo lo que Dios hace es justo. La santidad es la naturaleza de Dios; no se trata de la conducta de uno, sino de su propia naturaleza. Así como la madera es la naturaleza de una mesa, y el papel, la de un libro, así también la santidad es la naturaleza de Dios. Los hechos de Dios se rigen por la justicia, y Su naturaleza, por la santidad; pero, ¿qué es la gloria? La gloria es la expresión de Dios. Cuando Dios se expresa, se ve la gloria. Por lo tanto, en la justicia vemos los caminos de Dios; en la santidad vemos Su naturaleza; y en la gloria vemos Su expresión. Tres de las secciones de Romanos —las que tratan sobre la justificación, la santificación y la glorificación— fueron escritas en conformidad con estos tres atributos divinos: la justificación que está en conformidad con la justicia de Dios, la santificación que está en conformidad con la santidad de Dios, y la glorificación que está en conformidad con la gloria de Dios.

  En la primera etapa de la salvación que Dios nos otorga, participamos de la justicia de Dios. Ésta es la justificación en la que obtenemos la justicia de Dios. En la segunda etapa nos encontramos en el proceso de la santificación, en el cual Dios forja Su naturaleza divina en nosotros. En la justificación, la justicia de Dios es contada como nuestra, pero no es forjada en nosotros. Pero, en la santificación que Dios realiza en nosotros, Su santidad es forjada en nuestro ser. Aunque externamente ya obtuvimos la justicia de Dios y participamos de ella, nos hace falta que la santidad de Dios sea forjada internamente en nuestro ser. La segunda etapa de la salvación que Dios nos otorga consiste en que Dios forje Su naturaleza divina en nuestro ser.

  A fin de efectuar esto, Dios pasó por un proceso y se hizo disponible a nosotros como el Espíritu de vida (8:2). Antes de ser procesado, Él no estaba disponible para efectuar la obra subjetiva de la santificación. Antes de pasar por este proceso, Él había creado todo el universo, pero no pudo entrar en Su criatura. Aunque Él podía hacer muchas cosas fuera de nosotros, no pudo entrar en nosotros, sino hasta que hubo pasado completamente por los procesos de encarnación, crucifixión y resurrección. Habiendo sido procesado, Él llegó a estar disponible para nosotros en calidad de Espíritu de vida. Ahora, como el aire que se puede respirar (Jn. 20:22), Él fácilmente entra en nosotros. Dios, como Espíritu de vida, el Espíritu que está tan disponible para nosotros, entró en nuestro espíritu y lo hizo vida. Ya que Cristo, el Espíritu vivificante, está en nosotros, nuestro espíritu es vida a causa de la justicia (8:10). Es por medio de la regeneración que el Señor ha hecho que nuestro espíritu sea vida. Ahora, el Señor, quien es el Espíritu de vida que está en nuestro espíritu, se está extendiendo de nuestro espíritu a nuestra alma, es decir, a nuestra mente, a nuestra parte emotiva y a nuestra voluntad. Finalmente, Él se extenderá a nuestro cuerpo mortal. Ésta es la forma en la que Dios nos satura consigo mismo. Esta saturación es llamada la santificación. Es por medio de esta saturación que Dios se forja a Sí mismo con Su naturaleza santa en todo nuestro ser, es decir, en nuestro espíritu, en nuestra alma y en nuestro cuerpo (1 Ts. 5:23). Así que, con Su naturaleza santa Él completamente impregnará y santificará todo nuestro ser. Actualmente nos encontramos en este proceso de santificación, que es la segunda etapa de la salvación que Dios nos otorga.

  En la próxima etapa seremos arrebatados y glorificados, lo cual será la redención de nuestro cuerpo. La glorificación es la etapa en la que nuestro cuerpo vil será transfigurado en un cuerpo glorioso (Fil. 3:21). En ese tiempo seremos inmersos completa y absolutamente en el propio Dios que es nuestra gloria. Entonces seremos plenamente glorificados.

  La primera etapa de la obra salvadora de Dios, la justificación, se relaciona con nuestro espíritu. La segunda etapa, la santificación, principalmente tiene que ver con nuestra alma y efectúa una pequeña cantidad de saturación en nuestro cuerpo. Y la tercera etapa, la glorificación, se relaciona principalmente con nuestro cuerpo físico. En Romanos 8:10 Pablo dice que si Cristo está en nosotros, nuestro espíritu es vida a causa de la justicia, lo cual quiere decir que en la etapa de la justificación realizada por Dios hemos obtenido la justicia. Por medio de esta justicia nuestro espíritu ha sido vivificado y en realidad llega a ser vida. Sin embargo, la vida divina aún no ha saturado nuestra alma. Por lo tanto, necesitamos cooperar con el Cristo que mora en nuestro interior al poner nuestra mente en el espíritu, lo cual permitirá que el Espíritu de vida sature nuestra mente consigo mismo. Entonces nuestra mente será vida. Si continuamos cooperando con este Dios que nos satura y se propaga, Él se extenderá desde nuestro espíritu hasta nuestro cuerpo mortal. Entonces, sólo necesitaremos esperar el tiempo en que nuestro cuerpo sea introducido plenamente en Su gloria, lo cual será nuestra glorificación.

  Ahora podemos entender por qué Pablo escribió Romanos en el orden en que lo hizo, presentando primero la justificación, después la santificación y, por último, la glorificación. Estas tres secciones abarcan las tres etapas de la salvación completa y corresponden a las tres partes de nuestro ser. En la justificación nuestro espíritu es vivificado; en la santificación nuestra alma es hecha vida; y en la glorificación aun nuestro cuerpo estará lleno de vida. Cuando este proceso se haya completado, no sólo seremos justificados y santificados, sino también glorificados. Actualmente nos encontramos en el proceso de la santificación. Ésta es la razón por la cual tengo la carga de dar este mensaje acerca de la santificación en vida. Aunque usted nunca haya oído la expresión santificación en vida, es un hecho innegable.

  Desde el inicio del libro de Romanos hasta el versículo 13 del capítulo 8, se presentan dos temas principales: la justificación y la santificación. En la justificación Dios nos concede Su justicia, la cual es Cristo mismo. Dios ha hecho a Cristo justicia para nosotros. Sin embargo, esto es un hecho objetivo, porque la justicia es Cristo como nuestra cubierta. Por lo tanto, la justicia es objetiva; es semejante a un techo que nos protege. Pero en la segunda etapa, la santificación, Dios forja a Cristo en nosotros para hacer que Él sea nuestra santificación subjetiva. Finalmente, todo nuestro ser será saturado con la naturaleza santa de Dios. En esto consiste la santificación en vida.

LA VIDA Y LA SANTIFICACIÓN EN ROMANOS

  En los primeros siete y medio capítulos de Romanos la palabra vida se usa muchas veces. La finalidad de esta vida es la santificación, pues es por ella que Cristo nos impregna, nos satura e infunde la naturaleza santa de Dios en nosotros, haciéndonos santos en nuestra manera de ser. En otros libros de la Biblia se menciona la santificación que se efectúa mediante la sangre, y se nos dice que la sangre de Cristo nos ha santificado (He. 13:12). Sin embargo, en el libro de Romanos no encontramos este aspecto de la santificación. En Romanos no tenemos la santificación objetiva que se efectúa mediante la sangre, sino la santificación subjetiva que se realiza en la vida divina. Así que, este mensaje trata de la santificación en vida. Por eso, necesitamos leer y analizar algunos versículos relacionados con la vida.

  En Romanos 1:4 Pablo dice que Cristo “fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”. El “Espíritu de santidad” aquí mencionado está en contraste con la “carne” mencionada en 1:3. Tal como ésta se refiere a la naturaleza humana de Cristo, así también el Espíritu que se menciona en este versículo alude a la esencia divina de Cristo, la cual es “la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9), y no a la persona del Espíritu Santo de Dios. Esta esencia divina de Cristo, Dios el Espíritu mismo (Jn. 4:24), está constituida de santidad y llena de la naturaleza y de la calidad de ser santo. Cristo tiene dos naturalezas: la humana y la divina. Cada naturaleza tiene esencia. La esencia de Su naturaleza humana, Su humanidad, es carne; y la esencia de Su divinidad es el Espíritu de santidad. De manera que, el Espíritu de santidad aquí mencionado es la esencia divina de la persona de Cristo. Esta esencia es la santidad.

  La última parte de 1:17 declara: “Mas el justo por la fe tendrá vida y vivirá”. ¿Con qué propósito tendremos vida? La tendremos para nuestra santificación. Aunque ya estamos justificados, todavía necesitamos la vida divina para ser santificados, esto es, para que la naturaleza santa de Dios sea forjada en nuestro ser. Esto es la santificación.

  En 5:10 Pablo dice que “seremos salvos en Su vida”. No somos salvos en Su vida para ser justificados, pues Su muerte ya efectuó nuestra justificación. Aunque ya obtuvimos la justificación mediante la muerte de Cristo, aún nos hace falta ser santificados en Su vida salvadora. Por lo tanto, la finalidad de ser salvos en vida no es la justificación, sino, principalmente, la santificación.

  En 5:17 se habla de reinar en vida. Aquí Pablo dice: “Reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. Hemos recibido la justicia objetivamente, pero aún no tenemos la santidad subjetivamente. Necesitamos reinar en vida a fin de obtener la santidad subjetiva para nuestra santificación. Por lo tanto, la vida mencionada en este versículo se necesita para una etapa adicional de la salvación, a saber, la santificación.

  En 5:21 Pablo dice que “... la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”. La gracia reina por la justicia para vida eterna, pero ¿con qué propósito? Puesto que este versículo se encuentra en la sección sobre la santificación, debemos deducir que la gracia reina por la justicia para vida eterna con el objetivo principal de santificarnos.

  Romanos 6:4 dice que “como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”. No andamos en novedad de vida para ser justificados, sino para ser santificados, como lo indican los versículos 19 y 22 con las palabras para santificación. Luego, en 6:5 leemos: “Porque si ... hemos crecido juntamente con Él en la semejanza de Su muerte, ciertamente también lo seremos en la semejanza de Su resurrección”. Este versículo habla del crecimiento, el cual se tiene sólo por la vida. Hemos crecido juntamente con Cristo en la semejanza de Su muerte, y ahora estamos creciendo con Él en la semejanza de Su resurrección, es decir, “en novedad de vida”. Este crecimiento con Cristo en novedad de vida también tiene como fin principal la santificación.

  Cuando predicamos el evangelio de una manera adecuada y viviente, el Cristo viviente es transfundido en otros. Las personas no sólo reciben la capacidad para creer, sino que también al creer reciben la semilla de la vida. Cuando bautizamos a los recién convertidos, en ese bautismo la semilla de vida dentro de ellos crece juntamente con Cristo. Esto es precisamente lo que Pablo quiso decir en Romanos 6:5. Cuando bautizamos a cada persona recién convertida, la semilla de vida sembrada en ella crece juntamente con Cristo en la semejanza de Su muerte, esto es, en “el bautismo”. De ahí en adelante esa persona recién convertida debe crecer juntamente con Cristo en la semejanza de Su resurrección, esto es, “en novedad de vida”. Por lo tanto, desde que Cristo es sembrado en dicha persona, ella debe empezar a crecer en vida. Este crecimiento no se relaciona con la justificación, sino principalmente con la santificación.

  Ahora debemos leer 6:11: “Así también vosotros, consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús”. Podemos traducir este versículo como “viviendo para Dios en Cristo Jesús”. Debemos considerarnos de esta manera: estamos en Cristo y vivimos para Dios. Esto significa que después de ser justificados, empezamos a vivir para la santificación.

  Romanos 6:19 dice que debemos “presentar [nuestros] miembros como esclavos a la justicia para santificación”. Así como anteriormente presentamos nuestros miembros como esclavos a la inmundicia para iniquidad, ahora se nos requiere que los presentemos como esclavos a la justicia para santificación. La santificación no implica solamente un cambio de posición, es decir, que uno es separado de una posición común y mundana para estar en una posición de utilidad a Dios, como se describe en Mateo 23:17 y 19 (donde el oro es santificado por el templo, y la ofrenda es santificada por el altar, al experimentar ellos un cambio de posición) y en 1 Timoteo 4:3-5 (donde la comida es santificada por la oración de los santos); más bien, la santificación implica una transformación de la manera de ser, es decir, es una transformación de la inclinación natural a un modo de ser espiritual, como se menciona en Romanos 12:2 y en 2 Corintios 3:18. Esto se lleva a cabo mediante un largo proceso, el cual comienza con la regeneración (1 P. 1:2-3; Tit. 3:5), sigue llevándose a cabo durante toda la vida cristiana (1 Ts. 4:3; He. 12:14; Ef. 5:26), y culmina con la madurez en vida en el momento del arrebatamiento (1 Ts. 5:23).

  Las palabras griegas ágios, agiosúne, agiázo y agiasmós, que se usan en el libro de Romanos, provienen de la misma raíz, la cual esencialmente significa “separado, apartado”. La palabra ágios se traduce “santo” [la forma adjetival] en 1:2; 5:5; 7:12; 9:1; 11:16; 12:1; 14:17; 15:13, 16 y 16:16; y “santos” [la forma sustantival] en 1:7; 8:27; 12:13; 15:25, 26, 31 y 16:15. La palabra agiosúne se traduce “santidad” en 1:4. La palabra agiázo es un verbo usado como participio y se traduce “santificada” en 15:16. La palabra agiasmós se traduce “santificación” en 6:19 y 22. Por lo tanto, santo significa “separado o apartado” (para Dios). El término santos denota los separados, los que han sido apartados (para Dios). La santidad es la naturaleza y característica de ser santo. La santificación es el efecto práctico que se produce, el carácter en actividad, y el estado final que resulta de ser santificado (para Dios).

  Ahora leamos 6:22: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos esclavos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”. Aquí no dice: “tenéis por ... fruto la justificación, y como fin, los cielos”, sino: “tenéis por ... fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”, refiriéndose a la santificación en vida. La santificación produce las riquezas de la vida y nos lleva a disfrutar las riquezas de la vida divina.

  Luego 6:23 dice: “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. La vida eterna como la dádiva gratuita de Dios se nos da principalmente para santificarnos, y la santificación nos lleva a participar de las riquezas de esta vida.

  Ahora avancemos al capítulo 8. Aunque nos hemos familiarizado mucho con los versículos respecto a la vida en Romanos 8, tengo la carga de que estos versículos causen en usted una impresión tan profunda que nunca más se olvide de ellos. Romanos 8:2 declara: “Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte”. La ley del Espíritu de vida no nos libra para que seamos justificados, sino principalmente para que seamos santificados.

  Leemos en 8:6 que “la mente puesta en el espíritu es vida y paz”. El hecho de que la mente puesta en el espíritu sea vida, es algo relacionado con la santificación, es decir, su finalidad es que seamos saturados en la vida divina con la naturaleza santa de Dios.

  Veamos lo que dice 8:10: “Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. Debemos prestar atención a la palabra aunque. Si Cristo está en nosotros, “aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. Cuando Cristo entra en nosotros, nuestro cuerpo aún está muerto a causa del pecado. Sin embargo, debido a que hemos obtenido la justicia de Dios, nuestro espíritu es vida. Este versículo no representa un avance adicional en nuestra vida espiritual, sino el propio inicio de ella. Se refiere al momento en que fuimos justificados y Cristo entró en nosotros. En el momento en que fuimos justificados, obtuvimos la justicia de Dios, y Cristo entró en nuestro ser. A pesar de que nuestro cuerpo permaneció muerto a causa del pecado, nuestro espíritu llegó a ser vida a causa de la justicia de Dios. En 8:11 encontramos una conjunción muy significativa: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”. Desde el momento en que Él entra en nosotros, Él debe morar en nosotros, esto es, hacer Su hogar en nuestro ser. Si le permitimos hacer esto, Él dará vida a nuestros cuerpos mortales. Nuestros cuerpos, que estaban en muerte, serán vivificados por Su Espíritu que mora en nuestro ser. Cuando 8:10 dice que Cristo está en nosotros, se refiere a la primera etapa de nuestra experiencia espiritual, pero cuando 8:11 habla del Espíritu que mora en nosotros, hace referencia a una etapa adicional. Cuando Cristo entra en nosotros, Él vivifica nuestro espíritu y lo hace vida. Pero cuando Él mora en nosotros, haciendo Su hogar en nuestro interior, Él vivifica nuestro cuerpo y lo satura de la vida divina. Recordemos que 8:10 se refiere a la etapa inicial, cuando Cristo entra en nosotros. En la etapa inicial Cristo entra en nosotros y nuestro espíritu es vivificado, pero nuestro cuerpo permanece muerto. No obstante, si desde ese tiempo permitimos que Cristo haga Su hogar en nosotros, lo cual significa que le damos la libertad para extenderse a nuestra mente, a nuestra parte emotiva y a nuestra voluntad, Él se impartirá a Sí mismo como vida aun a nuestro cuerpo. Entonces nuestro cuerpo será saturado con Su vida principalmente para nuestra santificación.

  Romanos 8:13 dice a continuación: “Porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo, viviréis”. Si por el Espíritu hacemos morir los hábitos del cuerpo, viviremos principalmente con el fin de ser santificados, o sea, de ser saturados de Cristo de manera cabal y completa. El versículo 11 dice que si el Espíritu hace Su hogar en nosotros, Él impartirá vida a nuestros cuerpos mortales. El versículo 13 dice que si hacemos morir todos los hábitos de nuestro cuerpo, viviremos. Esto significa que se requiere nuestra cooperación. Interiormente necesitamos permitir que Cristo, el Espíritu vivificante, haga Su hogar en nuestro corazón para que Él pueda impartir la vida divina a nuestro cuerpo. Exteriormente, necesitamos hacer morir todos los hábitos del cuerpo para así ser vivificados, lo cual equivale a aplicar la cruz de Cristo de una manera práctica a todos los hábitos de nuestro cuerpo. Si hacemos esto, viviremos y disfrutaremos a Cristo como vida. Además empezaremos a disfrutar de las riquezas de Cristo como vida. Dicha vida entonces saturará todo nuestro ser con todo lo que Dios es, nos impregnará de Su naturaleza santa, y seremos santificados. En 15:16 Pablo aun dice “que los gentiles sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo”. Los gentiles, es decir, las naciones, incluyendo a muchos que eran adoradores de ídolos y sodomitas, experimentarán la santificación de su manera de ser, una santificación efectuada con la naturaleza de Dios. Ésta es la santificación en vida. Como hemos visto, las palabras santificación y vida son usadas varias veces en esta sección sobre la santificación; por lo tanto, tenemos que ver la relación entre ellas.

  El pensamiento de Pablo era muy profundo. En dicho pensamiento se incluía la justicia de Dios, Su santidad y Su gloria. Estos atributos divinos deben ser nuestros: la justicia de Dios debe ser nuestra justicia; Su santidad debe ser nuestra santidad; y Su gloria debe ser nuestra gloria. Pablo se refiere a estos tres atributos en 1 Corintios 1:30, donde dice que Dios nos ha hecho a Cristo sabiduría: justicia, santificación y redención. (La redención de 1 Corintios 1:30 equivale a la glorificación). Así que, en 1 Corintios 1:30 Pablo une estas tres cosas en una sola oración, pero en el libro de Romanos él usa ocho capítulos para presentarlas. Romanos, del capítulo 1 al 8, constituye una clara exposición de 1 Corintios 1:30.

  ¿Cómo podemos poseer la justicia de Dios? Para poseer Su justicia, necesitamos cuatro aspectos de la obra de Dios: la propiciación, la redención, la justificación y la reconciliación. Estas cuatro palabras indican la obra de Dios, la cual consiste en impartir Su justicia a nosotros. Con esto vemos que Dios trabajó mucho a fin de concedernos Su justicia; no fue nada fácil. Dios tuvo que efectuar la propiciación, la redención, la justificación y la reconciliación. Debemos recordar la definición de estos cuatro términos y la diferencia que existe entre ellos, los cuales abarcamos en el mensaje 5.

  Después de trabajar objetivamente para darnos Su justicia, Dios está ahora laborando subjetivamente para impartirnos Su santidad. Dios transmitirá e infundirá Su naturaleza santa en nuestro ser. Así que, dentro de nuestro ser tendremos Su esencia santa y divina. Seremos completamente saturados e impregnados con Su naturaleza santa. Ésta es la santificación que se presenta en el libro de Romanos. Aunque uno de los aspectos de la santificación tiene que ver con un cambio en nuestra posición objetiva, éste no es el aspecto que nos presenta Romanos. La santificación presentada en Romanos es subjetiva y afecta nuestra manera de ser, porque la naturaleza de Dios está siendo forjada en la nuestra. Su naturaleza será aun forjada en lo que somos en nuestra persona, lo cual cambiará todo nuestro ser.

EL PROPÓSITO DE DIOS EN LA SANTIFICACIÓN

  ¿Cuál es el propósito de esta clase de santificación? El propósito consiste en que Dios produzca muchos hijos (Ro. 8:29). Juan 1:12 nos dice que fuimos hechos hijos de Dios, es decir, nacimos de Él. Sin embargo, quisiera hacer esta pregunta: ¿Cree que en realidad usted tiene la apariencia propia de un hijo de Dios? ¿De quién parece ser hijo? Aunque algunos cristianos quieren argumentar conmigo doctrinalmente, yo prefiero averiguar qué tipo de personas son ellos. Sí, todos los cristianos auténticos nacieron de Dios, pero necesitan crecer en la santificación para que parezcan Sus hijos. Muchos cristianos genuinos, después de ser regenerados, siguen viviendo de una manera mundana. Ellos necesitan ser santificados en la vida divina para crecer hacia la madurez de la filiación divina.

  El Señor nos trajo a Su recobro, y Su recobro persigue la realidad y lo práctico. Acudamos al Señor y pidámosle Su misericordia para que Él nos rescate de nuestro conocimiento vano. Todo lo que necesitamos es la realidad y lo práctico. Lo que escribió Pablo en el libro de Romanos tiene que ver con la realidad y lo práctico. Dios realizó una gran obra para que pudiéramos participar de Su justicia, y ahora Él sigue trabajando dentro de nosotros para que podamos ser santificados, es decir, para forjar plenamente Su naturaleza santa en nuestro ser. No solamente seremos santificados externa y objetivamente, sino también interna y subjetivamente. Finalmente, seremos saturados de Su naturaleza santa. En estos mensajes no quiero meramente hacer otra exposición del libro de Romanos. Lo que el Señor está haciendo hoy entre nosotros es abrir nuestros ojos para que podamos ver lo imprescindible que es Su obra santificadora. Necesitamos Su vida que santifica. Necesitamos que Su vida eterna imparta Su santo ser en nuestra naturaleza para que verdadera y prácticamente podamos ser Sus hijos, no sólo de palabra sino en realidad. Aunque nacimos como hijos de Dios, no tenemos la apariencia propia de hijos de Dios. Así que, necesitamos ser santificados en vida subjetivamente.

  La santificación nos trae la transformación. Necesitamos ser transformados de una forma a otra. No obstante, no sólo nuestra forma externa debe ser cambiada, sino también la sustancia interna, la esencia interna. Este cambio de la sustancia interna requiere el proceso de la santificación. ¡Alabado sea el Señor porque Él está obrando en nosotros! Fuimos justificados y ahora estamos siendo santificados. Dios está forjando Su santidad dentro de nosotros, y seremos santificados en vida.

  El Cristo crucificado está estrechamente ligado con nuestra justificación, y el Cristo resucitado con nuestra santificación. Cristo murió en la cruz principalmente para nuestra justificación. Cristo, el Redentor en la carne, se ofreció para nuestra justificación, pero ahora, como Espíritu vivificante en nuestro espíritu, Él vive dentro de nosotros para santificarnos. Él fue el Crucificado, pero ahora Él es el Resucitado. Él fue nuestro Redentor en la carne, pero ahora Él es el Espíritu vivificante en nuestro espíritu. Como tal, Él es nuestra vida y está saturando nuestro ser con Su naturaleza santa hasta que seamos totalmente santificados en nuestra manera de ser. Ésta es la razón por la cual en Romanos, a diferencia de otros libros del Nuevo Testamento, la santificación no consiste en que la posición de uno cambie mediante la sangre derramada, sino en que la manera de ser de uno sea cambiada por la vida, incluso por el Cristo viviente. El Señor obra en nuestro espíritu, el centro de nuestro ser, desde el cual se extiende infundiéndose a cada una de nuestras partas internas hasta llegar a la circunferencia. De esta manera seremos completamente saturados de Su naturaleza santa. Así que, todo nuestro ser será santificado por Cristo, el Espíritu vivificante, y por Su vida cuádruple. Hemos visto que Su vida tiene cuatro aspectos: es vida en el Espíritu Divino, en nuestro espíritu humano, en nuestra mente y en nuestro cuerpo mortal. Por lo tanto, como Espíritu vivificante, Él nos santifica con las riquezas de Su vida. ¡Él es tan rico! Él es lo suficientemente rico como para suministrar vida a nuestros cuerpos mortales.

  La finalidad de la justificación es la santificación, y la de la santificación es la glorificación. En el próximo mensaje veremos la meta de la obra de glorificación llevada a cabo por Dios.

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