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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 54

DESIGNADOS POR LA RESURRECCIÓN

  Lectura bíblica: Ro. 1:1; 1 Co. 15:26; Ro. 8:11

  Hemos visto que Pablo dice en Romanos 1:1 que él fue “apartado para el evangelio de Dios”, y luego añade que el tema del evangelio de Dios es el Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor (1:3). Esto indica que el evangelio de Dios es el evangelio de la filiación. La meta de este evangelio es transformar pecadores en hijos de Dios con miras a la formación del Cuerpo de Cristo.

EL PROCESO DE LA RESURRECCIÓN

  Al estudiar el tema de la filiación, ciertas palabras cruciales llaman nuestra atención, a saber: designación, resurrección,santificación, transformación, conformación, glorificación y manifestación. Nosotros somos designados hijos de Dios mediante el proceso de la resurrección, y este proceso comprende varias etapas, tales como la santificación, la transformación, la conformación y la glorificación. La glorificación será también la manifestación. Es posible que actualmente las personas no noten que somos cristianos, pero en el día de nuestra glorificación no tendrán necesidad de averiguarlo, porque entonces seremos manifestados como hijos de Dios. Tal manifestación será la consumación del proceso de designación, que se lleva a cabo por la resurrección.

  La santificación, la transformación, la conformación y la glorificación no son cuatro etapas totalmente separadas. Por el contrario, mientras avanza el proceso de santificación, también vamos siendo transformados. Y mientras somos transformados, el proceso de la conformación empieza a efectuarse en nosotros. Con el tiempo, y como espontáneo avance y consumación de estos procesos, alcanzaremos la etapa de nuestra glorificación o manifestación. Seremos glorificados cuando la santificación, la transformación y la conformación alcancen su consumación. La glorificación será nuestra manifestación como hijos de Dios. Actualmente estamos experimentando el proceso de ser designados por la resurrección, lo cual finalmente nos conducirá a nuestra manifestación. La clave para este proceso es la resurrección. Por esto decimos que la designación se lleva a cabo mediante la resurrección.

LA EXPERIENCIA DE LA RESURRECCIÓN

  En este mensaje necesitamos examinar en detalle el tema de la resurrección, y no sólo desde el punto de vista objetivo y doctrinal, sino también desde el punto de vista subjetivo, el de la experiencia de vida. Romanos 6:5 habla de la experiencia de la resurrección, afirmando que participamos de la semejanza de la resurrección de Cristo. Algunos estudiantes de la Palabra han dicho que la resurrección mencionada aquí se refiere a la primera resurrección, la cual se menciona en Apocalipsis 20:4-5. Pero yo no creo que aquí éste haya sido el entendimiento de Pablo acerca de la resurrección. Pablo no dice que debamos esperar hasta el milenio para participar de la resurrección de Cristo. En 6:5 Pablo dice que hemos crecido juntamente con Cristo en la semejanza de Su muerte y que también lo seremos en la semejanza de Su resurrección. Esto no se refiere a la resurrección objetiva que tendrá lugar en el futuro, sino a nuestra experiencia actual de la vida de resurrección de Cristo. No debemos considerar la resurrección meramente como un evento futuro, tal como lo hizo Marta en Juan 11, cuando el Señor Jesús le dijo que Él era la resurrección y la vida (v. 25). Lo dicho por el Señor aquí, indica que no es necesario esperar hasta un día futuro para conocerle a Él como la resurrección. La resurrección no es un asunto relacionado con el tiempo ni con cierto lugar, sino con la persona de Cristo. Si le tenemos a Él, tenemos la resurrección; pero si no, tampoco tenemos la vida de resurrección, ni ahora ni en el futuro. ¡Aleluya! ¡La resurrección es Jesús, el Hijo de Dios! Si tenemos a Jesucristo, tenemos la resurrección, no importa dónde estemos.

  ¡Qué diferencia tan grande existe entre la enseñanza doctrinal acerca de la resurrección y la revelación subjetiva de Cristo como nuestra resurrección! Lo que necesitamos hoy no es recibir una enseñanza objetiva acerca de la resurrección, sino experimentar a Cristo como resurrección de manera subjetiva, viviente y actual.

CRISTO COMO PODER DE VIDA

  Afirmar que Cristo es la resurrección quiere decir que Él es el poder de vida, pues la resurrección es el poder de vida. Juntamente con la vida tenemos la esencia de vida, la forma de vida y el poder de vida. Primero recibimos la esencia de vida y luego el poder de vida. Más tarde nos conformamos a la vida, o sea, obtenemos la forma, la figura, de vida. La resurrección es el Cristo que es nuestro poder de vida. Éste es un asunto muy significativo.

  Cuando visité una de las universidades más importantes de China en 1936, uno de los estudiantes me confesó que le era difícil creer en la resurrección. Me dijo que debido a su conocimiento científico moderno no podía creer en ella. Para él la resurrección estaba en contra de la verdad científica. Afuera del salón donde estábamos reunidos había un campo de trigo. Llamando su atención hacia el campo de trigo, le indiqué que ese trigo se había producido a partir de unas semillas que fueron sembradas. Le dije que, en cierto sentido, esas semillas habían muerto y que ahora habían salido en resurrección manifestándose como el trigo. Mediante este ejemplo de la muerte y la resurrección, aquel joven fue salvo. Ahora él es uno de los colaboradores principales de Taiwán. Este ejemplo muestra que la resurrección es un asunto del poder de vida.

LAS FUNCIONES QUE CUMPLE LA RESURRECCIÓN

Derrota todas las cosas negativas

  Este poder de vida cumple varias funciones. La primera es la de derrotar todo lo negativo. La resurrección es capaz de derrotar toda cosa negativa, incluso la muerte. Aparte de Dios, lo más poderoso que existe en el universo es la muerte. Siempre que la muerte visita a una persona, ésta no puede resistirla; al contrario, tiene que rendirse ante su poder. A pesar de que la muerte es tan poderosa, la resurrección es aún mucho más poderosa. La resurrección no puede ser retenida por la muerte (Hch. 2:24). Por el contrario, la resurrección domina la muerte y vence sobre ella.

  En 1 Corintios 15:26 Pablo dice que “la muerte, el último enemigo, es abolida”, indicando con esto que la muerte es el enemigo más poderoso. Un enemigo tan fuerte sólo puede ser derrotado por la resurrección. Por lo tanto, la primera función que cumple la resurrección, que cumple el poder de vida, consiste en derrotar las cosas negativas, en particular, la muerte. Mientras más la resurrección tiene contacto con una situación de muerte, más oportunidad tiene para ejercer su función de derrotar la muerte.

Sorbe la muerte

  La segunda función que cumple el poder de vida es la de sorber la muerte. La resurrección no solamente derrota la muerte y la vence, sino que también la consume. En Números 14:9 Caleb dijo que los enemigos de los hijos de Israel serían su comida. La muerte, el último y mayor enemigo, viene a ser un comestible para la resurrección. A veces, aunque se haya conquistado al enemigo, éste sigue existiendo. Pero mediante la función del poder de vida, la muerte no sólo es vencida, sino también consumida hasta el punto que se desaparece. Cuando el poder de vida sorbe la muerte, la desvanece.

Produce el crecimiento, la transformación y la conformación

  Las funciones de derrotar y de sorber la muerte conllevan un sentido negativo, pero la resurrección también cumple muchas funciones positivas. Primeramente produce el crecimiento y la transformación. Cuanto más algo crece, más cambios experimenta, o sea, más se transforma. Una vez más nos valemos del crecimiento de una flor de clavel para ejemplificar esto. El clavel tiene su origen en una pequeña semilla. Después de que esta semilla se siembra, empieza a crecer: primero sale como un pequeño brote, y luego, poco a poco, llega a ser una planta plenamente crecida y floreciente. Cuando el clavel es apenas un brote, es difícil distinguirlo de otros tipos de plantas. No obstante, cuanto más crece, tanto más cambia y se transforma. Es transformada por medio del crecimiento.

  En principio, semejante cambio tiene lugar en los niños. Cuando un niño crece, su cuerpo adquiere cierta forma. Mientras el poder de vida lo transforma, también lo conforma. Cuanto más crecemos, más moldeados o conformados somos. Por consiguiente, la resurrección nos hace crecer, nos cambia y nos moldea hasta darnos cierta forma.

Libera lo positivo

  La resurrección también libera todo lo positivo. El hecho de llevar fruto es una especie de liberación producida por esta función de la resurrección. Cuando un árbol da fruto, la esencia de vida que está en su interior es liberada, lo cual indica que las riquezas de la vida del árbol son liberadas mediante la fructificación. Mediante la función liberadora del poder de vida, todo lo que la semilla contiene —raíz, tallo, ramas, hojas, flor y fruto— es liberado. A medida que la semilla brota en resurrección, todo lo positivo que procede de ella es liberado.

  A menudo hablamos de las riquezas de Cristo. En este respecto Cristo, como semilla, se ha sembrado a Sí mismo en nosotros junto con todas Sus riquezas. Podemos ver esto en la parábola del sembrador en Mateo 13. Conforme a esta parábola, Cristo se ha sembrado a Sí mismo en nosotros como semilla de vida, y esta semilla incluye todo lo positivo: el amor, la santidad, la justicia, la humildad, la paciencia y la perseverancia. En dicha semilla se encuentran tanto los atributos divinos como las virtudes humanas; lo único que falta por efectuarse es su liberación. La resurrección libera la esencia de todas las riquezas de Cristo desde el interior de la semilla.

Posee el poder innato para levantarse por encima de todo

  La resurrección también posee el poder innato para levantarse por encima de todo. La resurrección, así como el cálamo usado en la preparación del aceite de la unción en Éxodo 30, se levanta surgiendo por encima del “pantano” de toda situación adversa. Dicho cálamo es un cuadro del poder en Cristo que es capaz de levantarse por encima de todo.

LA EXPERIENCIA QUE TENEMOS DE LA RESURRECCIÓN

  Cristo está dentro de nosotros los creyentes como resurrección, y esta resurrección es nuestro poder de vida. Día tras día este poder cumple la función de derrotar a la muerte. Los numerosos aspectos de la muerte incluyen la debilidad, el rencor, las tinieblas, el orgullo, la crítica y las murmuraciones. Aun si usted murmura y participa un poco en los chismes, tocará la muerte. Todo lo negativo se incluye en la muerte. Sin embargo, la resurrección dentro de nosotros vence y sorbe todo tipo de muerte, incluyendo nuestro orgullo, nuestra crítica y nuestra falsa humildad. Además, este poder vital causa el crecimiento, la transformación y la conformación. También libera lo positivo y nos hace trascender toda situación “pantanosa”.

  Aun si no percibimos que este poder de vida se encuentra en nosotros, de todos modos poseemos la realidad de este poder. Si analizamos nuestra experiencia pasada con el Señor al paso de los años, veremos que dentro de nosotros la resurrección ha ido venciendo la muerte y sorbiendo todo lo negativo. Por nuestra experiencia también testificamos que este poder de vida nos ha hecho crecer, ser transformados, y hasta cierto punto ser conformados y amoldados a la imagen de Cristo. Además, nuestra experiencia revela que el poder de vida ha liberado muchos elementos positivos desde nuestro interior. A medida que la resurrección nos libera, se levanta en nuestro ser.

  Satanás siempre hace todo lo posible por mantenernos oprimidos; se empeña en atormentarnos, deprimirnos y reprimirnos. ¡Pero alabado sea el Señor porque está en nosotros “el cálamo” que se levanta por encima de todo! A veces el Señor permite que el enemigo nos derribe en una situación “pantanosa”, sólo para que la resurrección tenga la oportunidad de ejercer su función de levantarnos por encima de aquella situación. Esta resurrección subjetiva es la que se menciona en el libro de Romanos, en la cual Cristo en Su humanidad fue designado Hijo de Dios. Por medio de dicha resurrección, nosotros también nos encontramos en el proceso de ser designados hijos de Dios.

EL ESPÍRITU ES LA REALIDAD DE LA RESURRECCIÓN

  Romanos 8:11 dice: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”. En este versículo la resurrección está relacionada con el Espíritu, quien es la realidad misma de la resurrección. El Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en nosotros como la realidad de la resurrección. Si cierta persona no tiene al Espíritu Santo, es imposible que tenga la resurrección. La resurrección que experimentamos es de hecho el Espíritu Santo mismo. Si tuviéramos Romanos 6 sin Romanos 8, no podríamos participar de Cristo como la resurrección de una manera práctica. En Romanos 8 tenemos la realidad de la resurrección, o sea, experimentamos que el Espíritu Santo mora en nosotros. Nunca debemos separar la resurrección y el Espíritu.

EL PROCESO DE DESIGNACIÓN

  Los creyentes somos designados hijos de Dios por medio de la resurrección. Diariamente nos encontramos en el proceso de designación, la cual se lleva a cabo mediante la resurrección. Todos debemos ver que lo que el Señor está haciendo hoy en nosotros tiene que ver con nuestra designación.

  Quisiera continuar con el ejemplo de la semilla de clavel. No es por una etiqueta que la semilla es designada, sino al ser sembrada en la tierra y al crecer poco a poco hasta convertirse en una planta plenamente crecida y floreciente. La semilla es designada por su crecimiento. Cuanto más crece, más se manifiesta su designación. Cuando está en pleno florecimiento, es designada de modo completo, lo cual significa que el pleno florecimiento de la planta de clavel constituye su designación completa. Al igual que la semilla de clavel, todos nosotros nos encontramos en el proceso de designación. Cuanto más crecemos y somos transformados, más somos designados hijos de Dios.

CONFORME AL ESPÍRITU

  Cuando vivimos conforme a la carne, todos causamos problemas tanto para la iglesia como para aquellos con quienes vivimos. Los esposos son una molestia para las esposas, y las esposas para los esposos. Pero no tenemos por qué vivir conforme a la carne, porque tenemos la opción de andar conforme al Espíritu. Cuando los hermanos y las hermanas viven conforme al Espíritu, son maravillosos y gloriosos. El hecho de vivir conforme a la carne o conforme al Espíritu nos toca a nosotros decidir. Por nuestra propia voluntad podemos optar por vivir conforme a la carne o conforme al Espíritu. Que el Señor tenga misericordia de nosotros a fin de que nuestra elección sea vivir conforme al Espíritu. Urgentemente necesitamos aprender a andar conforme al Espíritu. Si andamos conforme a la carne, la vida de iglesia se volverá muy desagradable; pero si andamos conforme al Espíritu, la vida de iglesia estará en los cielos.

  La filiación es llevada a cabo por medio de la resurrección y en el Espíritu. El Espíritu que mora en nosotros es el Espíritu que nos hace trascenderlo todo. Día tras día este Espíritu nos designa cada vez más hijos de Dios.

  Si nosotros, como Pablo, queremos servir a Dios en el evangelio de Su Hijo, debemos saber qué es la filiación y cómo se realiza. ¡Gracias al Señor porque Pablo escribió esta epístola a los romanos! Este libro revela que debemos ayudar a otros no solamente para que sean salvos, sino también para que experimenten la filiación. Esto quiere decir que debemos ayudarles a ver en qué consiste la designación que se lleva a cabo mediante la resurrección, así como la santificación, la transformación, la conformación y la glorificación.

LA MANIFESTACIÓN DE LOS HIJOS DE DIOS

  El universo aguarda la manifestación de los hijos de Dios (8:19), la cual no tendrá lugar por casualidad, sino en forma de la consumación del proceso de designación, tal como la flor de clavel florece como la consumación de un largo proceso de crecimiento y cambio. Cuanto más crecemos, más somos designados por la resurrección. Un día, en el momento de nuestra glorificación, floreceremos plenamente y seremos manifestados como los hijos de Dios en plenitud.

  Muchos creyentes dedican toda su atención a las enseñanzas objetivas acerca de las llamadas dispensaciones que se hallan en las Escrituras. Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, la palabra dispensación no denota una era, sino la acción de impartir, de dispensar, en el sentido de distribuir, repartir y suministrar. La revelación del Nuevo Testamento debe llegar a ser muy subjetiva para nosotros. No creo que una persona que vive alejada de la presencia del Señor, repentinamente será arrebatada y llevada a Su presencia. El hecho de ser introducidos en la presencia del Señor envuelve un proceso que incluye la santificación, la transformación, la conformación y la glorificación.

LA SANTIFICACIÓN SUBJETIVA

  Ningún creyente en Cristo ha sido santificado por casualidad. Entendemos que, en cierto sentido, todos nosotros fuimos santificados en el momento en que fuimos salvos. Sin embargo, aún necesitamos pasar por el proceso de la santificación con el fin de ser santificados en nuestra manera de ser. En la Biblia las palabras santificación, santo y santidad denotan separación. Por lo tanto, ser santificados significa ser separados, ser hechos diferentes, de todo lo común o mundano.

  Cuando una planta de clavel es apenas un pequeño brote, no podemos diferenciarlo de muchos otros tipos de brotes. No obstante, cuanto más crece, más se distingue y se separa de todas las demás plantas. Y cuando florece, es totalmente diferente y separada de todas las demás flores. Éste es un buen ejemplo de la santificación subjetiva, o sea, la santificación de la manera de ser de la persona.

LA CONSUMACIÓN DE LA TRANSFORMACIÓN

  La santificación que se encuentra en Romanos no se refiere simplemente a un cambio de posición, sino a un cambio en nuestra manera de ser. Esto incluye un cambio en forma, el cual es resultado de un cambio interno en vida. Esto indica que la conformación, el cambio en cuanto a forma, está relacionada con el crecimiento y la transformación. La planta de clavel también es buen ejemplo de esto. Mientras dicha planta crece y es transformada, adquiere una forma particular. Por causa del crecimiento, su forma cambia constantemente y sigue cambiando hasta que la planta florezca. En efecto, el florecimiento es la consumación de la transformación.

AMOLDADOS A LA FORMA DE LA VIDA

  Ser transformados equivale a ser amoldados a la forma propia de la vida por medio del poder de vida y con la esencia de vida. Supongamos que en un jardín crecen dos tipos de plantas, un clavel y un lirio. A medida que estas plantas crecen, el clavel toma una forma, y el lirio toma otra. Cada una llega a su debida forma por el poder de vida y con la esencia de vida que están dentro de ella.

  Cada tipo de vida tiene su propia forma. Por ejemplo, un perro tiene una forma y una gallina, otra. El crecimiento de cierta clase de vida determina la forma consumada de esa vida. Ahora somos hijos de Dios, pero aún no tenemos la forma consumada, la apariencia completa, de hijos de Dios. Por lo tanto, necesitamos ser conformados a la imagen de Cristo por medio del crecimiento y la transformación. Finalmente, seremos plenamente conformados a Su imagen. En aquel entonces poseeremos la plena forma de vida que proviene del poder de vida y la esencia de vida. El clavel, la gallina y el perro tienen distintas formas de vida según la esencia de vida de cada cual. Un clavel toma la forma del clavel porque tiene la esencia de la vida del clavel. La esencia del clavel se desarrolla en la forma del clavel por medio del poder de vida que está en su interior. ¡Alabado sea el Señor porque tenemos la esencia de vida y el poder de vida dentro de nosotros! Este poder de vida está conformándonos a la imagen del Hijo de Dios. Mediante la función moldeadora del poder de vida, seremos plenamente conformados a la imagen de Cristo.

DISFRUTAMOS AL ESPÍRITU QUE NOS DESIGNA

  ¡Alabado sea el Señor porque en lugar de tener simples enseñanzas objetivas, tenemos en nosotros al Espíritu que realiza la designación! El Cristo que nos designa hijos de Dios, el Cristo que es la resurrección, está en nosotros. No debemos esforzarnos por mejorarnos ni por ser perfectos y sin pecado. En lugar de eso debemos disfrutar y experimentar al Espíritu que efectúa la designación. Si por el Espíritu hacemos morir los hábitos de nuestro cuerpo, viviremos (8:13). Debemos andar conforme al Espíritu, poner nuestra mente en el Espíritu, y por este Espíritu hacer morir los hábitos del cuerpo. Si andamos diariamente conforme al Espíritu, estaremos totalmente en el proceso de designación mediante la resurrección. Por medio del poder de la resurrección seremos transformados, conformados y finalmente glorificados.

  Cuanto más tengamos contacto con el Señor invocando Su nombre, más sentiremos Su presencia y más percibiremos Su unción interior. Al invocar el nombre del Señor, somos regados, refrescados, santificados, satisfechos y fortalecidos. De esta manera somos introducidos en Su presencia y estamos preparados para Su regreso. La clase de enseñanzas que necesitamos hoy no son las enseñanzas objetivas acerca de la profecía o las dispensaciones. Al contrario, necesitamos las que se centran en el hecho de que somos designados hijos de Dios al disfrutar y experimentar a Cristo como el poder de vida. Si tenemos esta clase de enseñanza, nos daremos cuenta de que por nuestro propio esfuerzo no podemos lograr nada, que somos un caso perdido y que, por lo tanto, no debemos tratar de mejorarnos; más bien, debemos ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con el Señor de modo que podamos disfrutar de Su unción y participar en el proceso de designación mediante la resurrección.

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