Al enterarse que José estaba vivo, Jacob no culpó a nadie por haberlo perdido. Esto es indicio de que Jacob no solamente había sido transformado, sino que también era maduro, o sea, que estaba completamente lleno con la plenitud de la vida divina.
Al enterarse que José estaba vivo, Jacob no culpó a nadie por haberlo perdido. Esto es indicio de que Jacob no solamente había sido transformado, sino que también era maduro, o sea, que estaba completamente lleno con la plenitud de la vida divina.
La intención de Dios era que los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob le edificaran un tabernáculo (Éx. caps. 25—30; 35—40) para que Él estableciera Su reino en la tierra. Dios envió a José a Egipto para conservar vidas a fin de que un remanente del linaje escogido y llamado por Él pudiera sobrevivir para el cumplimiento de Su propósito.
José no tuvo que perdonar a sus hermanos porque no les echaba la culpa (cfr. nota Gn. 45:281). Él recibió como procedente de Dios todo cuanto sus hermanos le hicieron y consoló a quienes le ofendieron (vs. 5-8; 50:15-21). ¡Cuánta gracia y cuán excelente espíritu tenía José!
Cuando los hermanos de José lo vendieron, le aborrecían y no tuvieron consideración por su padre ni por su hermano menor. La actitud y el espíritu con que Judá le habló a José sobre su padre y su hermano (Gn. 44:18-34) convencieron a José de que Judá había sido subyugado y quebrantado. Éste era el momento apropiado para que José se revelara a sus hermanos.