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Capítulos de libros «Isaías»
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  • Se refiere a Isaías, el profeta de Jehová, quien tipifica a Cristo como Siervo de Jehová (Mr. 10:45) que trae el hablar de Dios (Dt. 18:15; Jn. 3:34; 14:24). Isaías sirvió a Jehová como Su portavoz a fin de proclamar Su palabra, la cual es la corporificación de Dios mismo (vs. 1-4). El profetizar de Isaías contribuyó a la liberación de Israel así como a la reedificación del templo y la ciudad. Ciro, el rey gentil, Israel, el pueblo escogido por Dios, e Isaías, el profeta que Dios estableció como tal, todos ellos hicieron lo mismo para agradar a Dios: ellos sirvieron para la liberación del pueblo de Dios, la edificación de la casa de Dios y la edificación del reino de Dios, representado por la ciudad de Jerusalén. Por tanto, todos ellos tipifican a Cristo como siervo de Dios (Lc. 4:18; Mt. 16:18-19). Todos los que están en Cristo (1 Co. 1:30) y que, por tanto, son uno con Cristo para la liberación del pueblo de Dios y la edificación de Su casa y Su reino, son siervos de Dios.

  • Jehová consideró al profeta Isaías, quien formaba parte de Israel, como Su siervo para Su glorificación. Isaías formaba parte de Israel; por ende, era uno con Israel, el siervo de Jehová. Cristo también forma parte de Israel (Os. 11:1; Mt. 2:15b). Que Jehová vaya a ser glorificado en Su siervo tipifica el hecho de que Dios es glorificado en Cristo (Jn. 13:31b), el Israel de Dios. Véase la nota Is. 43:71.

  • Aquí Isaías tipifica a Cristo. La gente juzgó equivocadamente a Cristo, pensando que Sus palabras eran nada y eran vanas. Sin embargo, Cristo estaba seguro de que el derecho que se le debía vendría de Dios (1 P. 2:23). Dios valora la palabra de Cristo (cfr. Mt. 24:35) y le recompensará por Su hablar.

  • Algunas versiones dicen: Tus edificadores sobrepasan a tus destructores.

  • Probablemente se refiere a los chinos.

  • A causa de que Cristo fue hecho un pacto para el pueblo de Israel (v. 8; 42:5-7), los cautivos retornarán.

  • Véase la nota Is. 42:61b, párr. 2.

  • La restauración de la tierra es principalmente con miras al establecimiento del reino de Dios que, a la postre, tendrá por consumación la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. En términos de la experiencia de los creyentes, restaurar la tierra significa tener a Cristo como la tierra (véase la nota Dt. 8:71) ensanchada o expandida, o sea, ocupar a Cristo, quien es la tierra, con miras a la edificación del reino de Dios para que, así, Su templo, Su testimonio, pueda ser establecido (cfr. 1 Cr. 4:10; Ef. 3:14-21; Fil. 3:7-14).

  • Cristo era Aquel que fue despreciado, abominado por la nación de Israel, Aquel que estuvo sujeto a tiranos, esto es, a los funcionarios romanos (Mt. 27:11-26). Desde Su resurrección hasta el presente, Él no solamente ha sido glorificado, honrado, por Dios (v. 5c), sino que también ha sido respetado por reyes humanos y adorado por príncipes humanos.

  • Cristo, como Siervo de Jehová, sirve a Dios al ser un pacto y una luz para el pueblo escogido de Dios a fin de ser la salvación completa de Dios que se extiende hasta los confines de la tierra (Is. 42:5-7; 49:6, 8-9a). La salvación completa provista por Dios tiene por fundamento Su justicia y es consumada en Su vida (Ro. 5:17, 21). La justicia conforme a la equidad de Dios y la vida mediante la luz de Dios son los dos factores básicos de la salvación provista por Dios (Ro. 1:16-17; 5:18b; Tit. 3:7). La salvación de Dios en sus dos aspectos está compuesta de Cristo como pacto para justificación y de Cristo como luz para vida (Ro. 5:10). Mediante Su muerte, Cristo en calidad de pacto satisface la justicia de Dios para nuestra justificación, que es la base de la salvación completa de Dios; y en Su resurrección, Cristo en calidad de luz nos imparte la vida, que es la consumación de la salvación completa de Dios. Por último, la salvación completa provista por Dios está corporificada en la Nueva Jerusalén, la cual tiene que ver con la vida edificada sobre el fundamento de la justicia (Ap. 22:1-2; 21:14, 19-20 y la nota Ap. 21:191a, párr. 2).

    Mediante Su muerte y en Su resurrección, Cristo ha llegado a ser el nuevo pacto como el nuevo testamento (He. 8:10-12; 9:15-17) conforme a la justicia de Dios para ser la base de la salvación completa de Dios. Dios dio a Cristo como luz para las naciones a fin de que Él fuese para el mundo entero la salvación de Dios (Mt. 4:16; Lc. 2:30-32). La vida de esta luz (Jn. 1:4; 8:12), que es la vida indestructible (He. 7:16b), la vida incorruptible (2 Ti. 1:10b) así como la vida eterna y real de la cual debemos echar mano y asirnos (12, 1 Ti. 6:19), ha llegado a ser para nosotros la salvación de Dios en Su justicia (Ro. 5:10, 17). Además, esta vida nos asegura, nos garantiza —a quienes somos herederos de Dios en Su vida— el derecho a heredar a Dios mismo con todas Sus riquezas como nuestra herencia eterna (Hch. 26:18). Tal vida de luz crece continuamente en nuestro ser, lo cual produce como fruto nuestra vida de iglesia hoy (Ef. 5:8) y tiene por consumación la Nueva Jerusalén en la eternidad (Ap. 21:2-3, 9-11, 18-23; 22:1-5).

  • Véase la nota Is. 42:62c.

  • Dios formó a Jesús desde el vientre para que fuese Su Siervo, formándolo con Su divinidad mezclada con Su humanidad (Mt. 1:18-20; Lc. 1:35). Por tanto, cuando Él salió del vientre de Su madre, Él era un Dios-hombre.

  • Los vs. 5-9a se refieren a Cristo, el Siervo de Jehová (Is. 42:1-7). En este capítulo, todo cuanto se dice sobre Isaías e Israel es dicho también con respecto a Cristo. Esto quiere decir que Cristo, en calidad de Siervo de Jehová, cumple todo lo que Isaías e Israel representan como siervo de Jehová.

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