Al igual que los primeros apóstoles y los creyentes judíos en el día de Pentecostés (Hch. 2:4), los creyentes gentiles que estaban en la casa de Cornelio también recibieron el Espíritu Santo en el aspecto económico directamente de la Cabeza ascendida. Únicamente estos dos ejemplos del Nuevo Testamento son considerados como el bautismo en el Espíritu Santo (Hch. 1:5; 11:15-16). Mediante estos dos pasos la Cabeza del Cuerpo bautizó a todos Sus creyentes, tanto judíos como gentiles, de una vez por todas en un solo Cuerpo (1 Co. 12:13). Por consiguiente, el bautismo en el Espíritu es un hecho ya cumplido que el Cristo ascendido llevó a cabo en el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio. Ninguno de los otros casos —los creyentes samaritanos en el Hch. 8 , Saulo de Tarso en el Hch. 9 y los doce creyentes efesios en el Hch. 19 — es considerado el bautismo en el Espíritu Santo conforme a la revelación del Nuevo Testamento. Estos casos solamente fueron experiencias que los creyentes tuvieron del bautismo efectuado una sola vez y para siempre en el Espíritu Santo.
En este libro solamente se mencionan cinco casos relacionados con el hecho de que los creyentes recibieran el Espíritu Santo en el aspecto económico, es decir, con el hecho de que el Espíritu Santo cayera sobre ellos. Dos de ellos tienen como fin la realización del bautismo en el Espíritu Santo. Estos casos ocurrieron el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio. Los otros tres —el caso de los creyentes samaritanos, el de Saulo de Tarso y el de los doce creyentes en Éfeso— son considerados extraordinarios, dado que fue necesario que algunos miembros del Cuerpo de Cristo, mediante la imposición de manos, los identificaran con el Cuerpo. Aparte de estos cinco casos, en muchas conversiones, no se hace mención de que los creyentes recibieran el Espíritu Santo en el aspecto económico —esto es, de que el Espíritu Santo cayera sobre los creyentes—, como por ejemplo en los casos de los tres mil (Hch. 2:41), los cinco mil (Hch. 4:4), el eunuco etíope (Hch. 8:36, 38-39a), la multitud de Antioquía que creyó (Hch. 11:20-21, 24), los diversos casos de los Hch. 13 y Hch. 14 bajo el ministerio de la predicación de Pablo, a saber, Lidia en Filipos (Hch. 16:14-15), el carcelero de Filipos (Hch. 16:33), los creyentes de Tesalónica (Hch. 17:4), los creyentes de Berea (Hch. 17:10-12), los creyentes de Atenas (Hch. 17:34), el principal de la sinagoga y muchos otros creyentes de Corinto (Hch. 18:8), y los creyentes de Éfeso (Hch. 19:18-19). No se habla de que recibieran el Espíritu Santo en el aspecto económico debido a que en todos esos casos los creyentes fueron introducidos en el Cuerpo de Cristo de una manera normal al creer y no había necesidad de que algún miembro del Cuerpo de Cristo los ayudara a identificarse con el Cuerpo mediante la imposición de manos. Conforme al principio de la economía neotestamentaria de Dios, todos debieron haber recibido el Espíritu Santo en el aspecto esencial de vida y en el aspecto económico de poder de una manera normal al creer en Cristo.