Mensaje 19
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Lectura bíblica: 1 Co. 1:9-12, 17-31; 2:1-16
Según el orden de los libros del Nuevo Testamento, Romanos figura antes de 1 Corintios. Pablo escribió ambos libros, no obstante, estos tienen diferentes estilos. Romanos sigue una secuencia basada en el aspecto doctrinal; comienza con pecadores y concluye con iglesias locales. En 1:18-32 describe a los pecadores, quienes están condenados delante de Dios. Pero en el capítulo dieciseis leemos acerca de las iglesias. Por ejemplo, en el versículo 1 Pablo dice: “Os recomiendo nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia que está en Cencrea”. Es maravilloso que los que eran pecadores puedan ser justificados, santificados y finalmente llevados a experimentar plenamente al Espíritu como las primicias y a deleitarse en El. Como resultado, ellos llegan a ser el Cuerpo de Cristo expresado de manera práctica como iglesias locales. Romanos 16 no solamente habla de la iglesia de Cencrea, sino también de la iglesia que estaba en la casa de Prisca y Aquila (v. 5). La iglesia que estaba en Roma se reunía en la casa de esta pareja. Es muy interesante que un libro doctrinal como Romanos empiece con pecadores y concluya con iglesias locales.
Romanos y 1 Corintios se componen de dieciséis capítulos cada uno. A diferencia de Romanos, 1 Corintios no gira en torno a las doctrinas, sino a la experiencia. A pesar de esto, este libro está lleno de complicaciones. Por lo general, los temas difíciles son los doctrinales, y pareciere que cada vez que los discutimos experimentamos complicaciones. Pero lo extraño es que en un libro tan doctrinal como Romanos no haya complicaciones. Es por esto que lo he disfrutado mucho desde que era un creyente joven. Por otro lado, 1 Corintios no me llamaba mucho la atención. En ocasiones, cuando leía la Biblia lo saltaba, pues quería evitarme las complicaciones y los problemas que contiene.
Algunos ejemplos de las complicaciones que encontramos en 1 Corintios se hayan en los capítulos uno, cinco y quince. En 1:10 Pablo ruega a los creyentes de Corinto que no haya divisiones entre ellos. Luego, en los versículos 11-12 habla en cuanto a contiendas y divisiones: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de la casa de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. No hay duda que el informe que Pablo recibió alude a una situación complicada.
En el capitulo cinco Pablo se enfrenta al repugnante pecado de la fornicación. Este pecado es tan terrible que no quiero ni hablar de él. En el capítulo quince vemos que algunos creyentes afirmaban que no había resurrección. Al examinar estos tres capítulos vemos las serias complicaciones que existían entre los creyentes de Corinto.
Puesto que 1 Corintios incluye las complicaciones que se dan en la práctica de la vida de iglesia, en cierto sentido este libro no es de mi agrado, aunque en otro sentido me encanta. Tal vez parezca contradictorio, pero en realidad lo que vemos en él es dos aspectos diferentes del mismo libro. La Biblia contiene muchos temas que al parecer se contradicen. Por ejemplo, Dios es uno, pero es triuno. El Espíritu de Dios es uno, pero el libro de Apocalipsis habla de siete. Decir que Cristo es tanto Dios como hombre también parece una contradicción. En conformidad con el principio bíblico que consiste en ver ambos lados de la verdad, puedo decir que cuando veo 1 Corintios de un ángulo, no me agrada, pero al verlo de otro ángulo, me encanta.
En el pasado comenté que podemos asemejar la Biblia a la mano de una persona, el Nuevo Testamento al anillo que está en la mano y el libro de Romanos al diamante del anillo. ¡Cuán excelente y valiosa es la epístola de Pablo a los Romanos! Ciertamente es un diamante. Aunque puedo usar este ejemplo para presentar el gran valor que tiene Romanos, no se cómo mostrar la preciosidad de 1 Corintios. En cierto sentido, esta epístola es de mayor valor que aquella.
En 1 Corintios Pablo abarca muchos temas que ni siquiera se mencionan en Romanos. Por ejemplo, en 1:9 dice que fuimos llamados por el Dios fiel a la comunión de Su Hijo. Esto no lo expresa Romanos en ningún lugar. En 1:24 añade que para nosotros los que creemos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. Romanos ni siquiera hace alusión a esto.
El libro de Romanos revela que nosotros estamos en Cristo, pero en 1 Corintios 1:30 Pablo declara algo más: “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús”. Dios nos puso en Cristo. Romanos presenta el hecho de estar en El, pero no nos dice que fue Dios quien nos puso ahí. Antes de ser salvo, ¿soñó usted que estaría en Cristo? ¿Se imaginó siquiera que Dios lo pondría en El? Sabemos por 1:30 que el hecho de que estemos en Cristo provino de Dios. En la eternidad pasada, antes de que Dios creara cosa alguna, El pensó en ponernos en Cristo. Hasta podemos decir que Dios soñó con nosotros, soñó que, según el deseo de Su corazón, nosotros estaríamos en Cristo. Dios deseaba tenernos y lo deseaba tanto que soñó con nosotros. Así que, estamos en Cristo no por casualidad, sino porque Dios lo decidió en la eternidad pasada. Cada vez que medito que en la eternidad pasada Dios soñó conmigo y que decidió ponerme en Cristo, reboso de regocijo. ¡Oh, es un asunto de tremendo significado el que Dios haya soñado con nosotros en la eternidad! ¡Cuán agradable y atractivo es esto! ¡Cuán preciosa es la afirmación: “Por El estáis en Cristo Jesús”!
En 1 Corintios Pablo también habla de las profundidades de Dios y de beber del único Espíritu. En Romanos 11:33 él dice: “¡Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y de la ciencia de Dios!”, pero no menciona las profundidades de Dios ni tampoco hace referencia en cuanto a beber del Espíritu. Las expresiones que se hallan en 1 Corintios no sólo son valiosas, sino también deliciosas a nuestro paladar. Romanos también contiene muchas cosas preciosas, pero no se comparan con las de 1 Corintios. En este mensaje vamos a examinar con más detalle muchas de las preciosidades contenidas en 1 Corintios 1 y 2.
Cuando de joven leí 1 Corintios, la expresión: “Las cosas del hombre” contenida en 2:11 me dejó perplejo. ¿No le pasó a usted lo mismo? ¿Por qué dice Pablo que sin el espíritu del hombre no podemos saber las cosas del hombre? ¿Por qué es tan difícil conocerlas? Según mi concepto, saber las cosas del hombre era fácil, pues pensaba que Pablo se refería a cosas tales como el alimento, la vestimenta, la vivienda y la vida familiar. En aquel entonces yo no conocía el espíritu humano. ¿Sabe usted qué es el espíritu humano y dónde se ubica? Cuando yo era nuevo en la fe no conocía ni el espíritu del hombre ni las cosas del hombre, las cuales se pueden conocer únicamente por el espíritu humano. Esto me preocupaba, pero lo que Pablo dice en cuanto a que nadie sabe las cosas de Dios sino el Espíritu de Dios, me parecía obvio, pues ya que yo no era Dios, era lógico que no supiera las cosas de Dios. Entendía con facilidad que sólo el Espíritu de Dios sabía las cosas de Dios, pero no fue así en cuanto a las cosas del hombre y del espíritu de éste.
¿Cuáles son las cosas del hombre a las que Pablo se refiere en 2:11? Sin duda no se refiere a cosas externas, tales como su edad, lugar de nacimiento, el nombre de su mujer y el de sus hijos, su profesión, las escuelas de las cuales se graduó y la clase de automóvil que conduce. Conocer a una persona de esta manera no tiene nada que ver con las cosas del hombre a las que Pablo alude en 1 Corintios.
Según Juan 6:42, los judíos decían: “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?” Ellos sabían algunos detalles exteriores en cuanto al Señor: que era de Galilea, que era carpintero y que tenía hermanos y hermanas, pero en realidad no lo conocían en absoluto (Mr. 6:3; Jn. 7:41). Esto indica que lo que podamos saber en cuanto a un hombre no significa nada. Es posible que lo conozcamos objetivamente sin conocer sus verdaderas características. Por una parte, conocemos al hombre; por la otra, no conocemos las cosas del hombre. No podemos negar que conocemos algo acerca del hombre, pero tampoco podemos afirmar que sabemos todas las cosas de él. ¿Podría usted decir que tiene el pleno conocimiento en cuanto a su persona? ¿Sabe cuál es su origen y cuál es su destino? ¿Conoce la esencia de su amor y de su vida? Tal vez sepa muchas cosas de usted mismo, pero es posible que no conozca aquellas que están en lo más recóndito de su ser.
En principio, tanto las cosas del hombre como las de Dios mencionadas en 1 Corintios 2:11 deben referirse a los temas que Pablo trató en los primeros dos capítulos. Esta es la manera de entender no sólo la Biblia, sino también cualquier clase de escritos. Suponga que su padre le escribe una carta extensa en la que le habla de muchas cosas y al llegar a cierto punto, le dice: “Si no tienes el debido conocimiento no podrás entender estas cosas”. La frase “estas cosas” seguramente debe referirse a todos los temas previamente mencionados en la carta. De igual manera, las cosas del hombre en 2:11 tienen que referirse a lo que Pablo dijo en cuanto al hombre en los versículos anteriores. Lo mismo aplica a las cosas de Dios. Por medio de esto vemos que 1 Corintios 1 y 2 presenta una revelación, una clara visión, del hombre y de Dios. En estos capítulos vemos un cuadro de ambos.
Estos dos capítulos presentan simultáneamente un cuadro de Dios y del hombre. En 1 Corintios 1 y 2 vemos dos aspectos de una visión, una visión de las cosas de Dios y de las cosas del hombre. ¿Ha tenido usted esta visión? ¿Ha visto que en el cuadro que Pablo presenta del hombre tenemos también un cuadro de Dios? ¿Ha visto que al observar las cosas del hombre en estos capítulos, vemos también las cosas de Dios? ¡Qué maravillosa revelación está contenida allí!
Hicimos notar que, en principio, tanto las cosas del hombre como las de Dios en 2:11 se refieren a lo que Pablo ya escribió en esta epístola acerca del hombre y de Dios. Así que, si queremos conocer las cosas del hombre y las cosas de Dios, debemos examinar lo que Pablo abarcó en estos capítulos.
En 1:10-12 Pablo habla de las cosas del hombre. Por ejemplo, en el versículo 10 dice: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa”. Hablar una misma cosa ciertamente constituye un aspecto de las cosas del hombre. Tal vez pensemos que hablar lo mismo sea un asunto común y ordinario, pero ¿ha visto usted alguna vez a un grupo de personas que siempre hablen lo mismo? ¿Conoce por lo menos un matrimonio en el que los cónyuges verdaderamente hablen una misma cosa? Resulta muy difícil que un marido y su mujer hablen lo mismo. Hermanos, ¿con cuánta frecuencia hablan lo mismo usted y su mujer? En 1:10 Pablo ruega a todos los creyentes de Corinto que hablen la misma cosa. Hablar de esta manera no es característico de la vida del hombre caído, sino de personas salvas. Cuando leí este versículo hace muchos años, sacudí mi cabeza en señal de incredulidad. Me parecía imposible que todos los creyentes de una localidad llegaran a hablar la misma cosa. En la localidad donde usted se reúne, ¿hablan todos lo mismo? Es un hecho que a menudo hablamos cosas diferentes tanto en la vida de iglesia como en la vida matrimonial. Hablar diferentes cosas es una característica predominante del hombre caído. Esto causa muchos problemas tanto en la vida conyugal como en la vida de iglesia. Aunque a nosotros nos parezca común hablar cosas diferentes, Dios desea que Su pueblo salvo y redimido hable lo mismo. Así que, en conformidad con este deseo, Pablo rogó a los creyentes de Corinto que hablasen la misma cosa.
En 1:10 Pablo añade: “Que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. En este versículo tenemos otras cosas del hombre: la división, la mente y el parecer. A menudo es posible que no hablemos cosas diferentes, pero interiormente nos aferramos a diferentes opiniones. Por ejemplo, es posible que cierto hermano diga que las hermanas deben cubrirse la cabeza. Aunque su mujer tal vez no diga nada, es probable que interiormente no esté de acuerdo con él. Esto muestra que el hermano y su mujer no son de la misma opinión. Según lo dicho por Pablo en 1:10, no sólo debemos hablar la misma cosa, sino también estar perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer.
A menudo tenemos diferentes opiniones en la vida de iglesia. Por ejemplo, tal vez un hermano sienta preferencia por un anciano inteligente, otro por un anciano amable y un tercero por un anciano pausado y ponderado. Esto pone de manifiesto que entre estos hermanos existen diferentes opiniones, las cuales pertenecen a las cosas del hombre.
En 1:11 Pablo dice: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de la casa de Cloé, que hay entre vosotros contiendas”. Las contiendas también forman parte de las cosas del hombre. En el versículo 12 Pablo añade: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. En estas palabras se ven las preferencias que tenían los corintios, las cuales también conforman las cosas del hombre.
En los versículos 17-25 Pablo habla de las cosas de Dios. En 1:18 menciona la palabra de la cruz. Dijo que para los que se salvan, la palabra de la cruz es poder de Dios. El poder de Dios también pertenece a las cosas de Dios. Según los versículos 19-20, Dios destruirá la sabiduría de los sabios, desechará el entendimiento de los entendidos y hará necia la sabiduría de este mundo. Esto también debe incluirse entre las cosas de Dios. En el versículo 21 Pablo dice: “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios, agradó a Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación”. Incluso la necedad de la predicación forma parte de las cosas de Dios. El versículo 24 agrega: “Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios”. El poder y la sabiduría de Dios también son aspectos de las cosas de Dios. Finalmente, en el versículo 25 Pablo dice: “Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”. Entre lo que figura en las cosas de Dios, Pablo también incluye lo insensato de Dios y lo débil de Dios.
En el versículo 26 Pablo vuelve a hablar de las cosas del hombre: “Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento, que no hay muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles”. Según el concepto humano, nosotros debemos creernos sabios, y no insensatos.
En los versículos 27-28 Pablo habla nuevamente de las cosas de Dios: “Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo innoble del mundo y lo menospreciado, lo que no es, escogió Dios para deshacer lo que es”. En estos versículos se habla de los que Dios seleccionó. Las cosas de Dios incluyen lo que El hizo al escoger lo necio para avergonzar a los sabios, lo débil para avergonzar a lo fuerte, lo innoble, lo menospreciado y lo que no es, para deshacer lo que es. Todo esto tiene como fin que ninguna carne se jacte ante Dios (v. 29).
El versículo 30 dice: “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. El hecho de que Dios nos haya puesto en Cristo Jesús también es parte de las cosas de Dios.
Al estudiar el libro de 1 Corintios vemos que las cosas del hombre incluyen su posición, su situación, su condición, su necesidad, su origen y su destino. La mente natural no es apta para conocer estas cosas. Ni siquiera los profesores universitarios las conocen. Confucio conocía la filosofía ética, pero no sabía ni las cosas de Dios ni las del hombre. El dijo que si alguien peca contra el cielo, o sea, contra Dios, no puede ser perdonado. Esto indica que él no conocía ni a Dios ni al hombre. No conocía el origen, la condición, la posición, la situación, la necesidad ni el destino del hombre. Sabía que había Dios, pero no lo conocía.
Los fariseos y los saduceos pensaban que por conocer el Antiguo Testamento conocían también a Dios. Pese a que se esforzaron por guardar el Antiguo Testamento hasta cierto punto, no poseían el verdadero conocimiento de Dios. ¿Cree usted que los sacerdotes que adoraban a Dios en el templo lo conocían en verdad? No, ellos no lo conocían ni en lo más mínimo. Asimismo, los sacerdotes, los fariseos y los escribas no conocían las cosas del hombre; no conocían su posición, su condición ni su necesidad. El Señor Jesús era el único que sabía las cosas del hombre y las de Dios. Los religiosos no las conocían debido a que ejercitaban su mentalidad natural, pero el Señor Jesús ejercitaba Su espíritu. Según Marcos 2:8, El conocía en Su espíritu los pensamientos y las intenciones de los fariseos. Puesto que ejercitaba Su espíritu en unión con el Espíritu de Dios, podía conocer las cosas del hombre y las cosas de Dios.
En 1 Corintios 1-2 vemos que Pablo es un ejemplo de uno que sabe las cosas del hombre y las de Dios. El conocía la posición, la condición, la situación y el destino de los creyentes de Corinto. Ellos ejercitaron su mentalidad griega y filosófica, y por ende, no conocían las cosas del hombre. No se conocían a sí mismos, pero Pablo los conocía muy bien, pues era una persona que ejercitaba su espíritu, lo cual lo unía al Espíritu de Dios. Por medio de los dos espíritus, Pablo adquirió un detallado conocimiento de los corintios.
Pablo además tenía el debido conocimiento en cuanto a Dios. Al mismo tiempo que exponía la condición que prevalecía entre los griegos filosóficos de Corinto, nos presentaba a Dios. ¿No le parece maravilloso que mientras describía la condición de los creyentes, él presentaba las cosas de Dios? Pablo manifiesta que por un lado los corintios procuraban exaltar la sabiduría humana, mientras que por el otro, Dios pretendía destruirla. Así que, en esto vemos una doble revelación: primero, que los corintios exaltaban su sabiduría; segundo, que Dios la derribaba. Según el mismo principio, en el capítulo tres vemos que los creyentes corintios por su lado destruían la iglesia, mientras que Dios, por el Suyo, la edificaba. Una vez más se presenta una doble revelación: la visión de la destrucción realizada por el hombre y de la edificación realizada por Dios. Además, al mismo tiempo que nos muestra cuánto los corintios necesitaban a Cristo, Pablo también nos revela cuánto Dios infundía a Cristo en ellos. Vemos de nuevo un cuadro con dos visiones. En estos dos capítulos vemos cuánto necesitamos a Cristo y también cuánto Dios nos lo suministra. Vemos tanto las cosas del hombre como las cosas de Dios.