Mensaje 28
Lectura bíblica: 1 Co. 3:10-15
En 1 Corintios 3:10-11 Pablo dice: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como sabio arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. Si queremos recibir el debido y profundo entendimiento de estos versículos es necesario que conozcamos el contexto histórico al que hacen alusión. ¿Qué ocurriría entre los corintios que llevó a Pablo a decir que, además de Cristo, no hay ningún otro fundamento? Lo que pasaba era que los creyentes filosóficos de Corinto comenzaban a fijar su atención en la cultura, la filosofía y la sabiduría griegas en lugar de Cristo. Además, según su mentalidad filosófica, apreciaban a algunos gigantes espirituales. Sentir aprecio por alguien o preferirlo equivale a ponerlo como fundamento en lugar de Cristo.
Muchos líderes y maestros cristianos citan lo que Pablo dice en 3:11 acerca de no poner otro fundamento que no sea Cristo, pero tal vez no conozcan el contexto de dichas palabras ni se den cuenta que ellos mismos pudieran estar echando otro fundamento. Para algunos, la sanidad o hablar en lenguas es el fundamento, mientras que para otros, el evangelismo o la obra misionera. Al estudiar la condición del cristianismo actual vemos que existe toda índole de fundamentos que uno se puede imaginar. Casi cualquier cosa puede convertirse en un fundamento que reemplaza a Cristo como fundamento único.
Si tocamos las profundidades de la verdad contenida en 3:11 y entendemos este versículo según su contexto, recibiremos la visión de que Cristo es el único fundamento. Esta verdad, esta visión, nos dirigirá y nos guardará. Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena (Pr. 29:18). Hoy la mayor parte de los cristianos no tienen la visión que lo dirige a uno, es decir, la visión acerca de Cristo como único fundamento. Lo que vemos más bien es que muchos ministros y obreros “desenfrenados” ponen otros fundamentos. Por una parte, citando lo dicho por Pablo en 3:11, afirman que Cristo es el fundamento, pero por otra parte, aun mientras exponen este versículo, ponen otro fundamento. Esto debe advertirnos a no entender 3:11 únicamente de manera doctrinal.
En estos mensajes he pedido a los santos repetidas veces que no estudien 1 Corintios según la doctrina. No obstante, muchos sólo pueden recibir la leche de la doctrina, y no el alimento sólido de las verdades profundas y prácticas reveladas en esta epístola. Si leemos esta epístola únicamente según las letras impresas, sin preocuparnos de su contenido histórico, nuestro entendimiento de ella no será práctico, sino una simple doctrina.
El hecho de que Pablo hable del único fundamento en 1 Corintios, y que no lo haga en sus otras epístolas es importante. Por ejemplo, en Colosas el trasfondo era diferente, por lo cual no fue necesario mencionarlo en la epístola a los Colosenses. Los filosóficos creyentes corintios estaban poniendo diversos fundamentos; a personas y prácticas. Esto se puede ver en lo que Pablo dijo en 1:12: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. Esto indica que unos ponían a Apolos como fundamento, mientras que otros hacían lo mismo con Cefas y Pablo. Un tercer grupo ponía la opinión o la sabiduría como fundamento. Así que, entre los creyentes de Corinto habían muchos fundamentos. Este antecedente llevó a Pablo a decir: “No pongan ningún otro fundamento además de Cristo. Como sabio arquitecto, yo puse a Cristo como el único fundamento. Cuando fui a vosotros, lo único que les traje fue a Cristo. Les advierto que no pongan ningún otro fundamento, sino que edifiquen sobre el que ya está puesto. Además, miren cómo edifican. No lo hagan con la cultura griega, con sus opiniones o filosofías ni con la apreciación o preferencia que ustedes sientan por alguien. Edificar con estos materiales equivale a edificar con madera, heno y hojarasca”. Entender 1 Corintios según esta perspectiva es tocar las profundidades de esta epístola.
El problema que existía en Corinto era que los creyentes griegos exaltaban la filosofía y a los gigantes espirituales. Al hacer esto, ponían otros fundamentos además de Cristo. Entender 3:11 de esta manera es avanzar más allá del nivel de la doctrina y captar el significado práctico de las palabras de Pablo. También equivale a ejemplificar la doctrina con la verdadera situación que prevalecía entre los creyentes. Pablo conocía la situación de los corintios y parecía decirles: “No pongan ni la cultura ni la filosófica griegas como fundamento. Tampoco exalten a ninguna persona ni pongan a nadie como fundamento en lugar de Cristo”. Si damos énfasis al bautismo por inmersión o a hablar en lenguas, estaremos poniendo otro fundamento en lugar de Cristo. Según 1:2 y 9, Cristo es Señor de ellos y nuestro, y todos fuimos llamados a Su comunión. Este Cristo, el centro único de Dios y la porción nuestra, constituye el único fundamento.
En 3:10 Pablo nos exhorta a que miremos cómo edificamos sobre Cristo, el único fundamento. Los creyentes de Corinto no debían edificar con su cultura, filosofía ni carácter, los cuales eran griegos. Edificar de esta manera sería edificar con madera, heno y hojarasca, y no con oro, plata ni piedras preciosas. ¿Qué significa edificar con materiales preciosos? Se puede decir que es edificar con el propio Cristo. Pero debemos ir más allá y ver que Cristo es la corporificación del Dios Triuno. Al tener al Dios Triuno tenemos a Dios el Padre como el oro, la redención de Dios el Hijo como la plata y la obra transformadora de Dios el Espíritu como las piedras preciosas. Como ya dijimos, en la experiencia, las piedras preciosas son la totalidad del oro y de la plata, lo cual significa que el Espíritu se vale de la naturaleza divina y de la cruz de Cristo para transformarnos. Experimentar la obra transformadora del Espíritu equivale a sufrir un cambio metabólico provocado por la vida divina que está en nosotros.
Una vez más deseo recalcar que los capítulos uno, dos y tres de esta epístola son muy profundos. Su énfasis no es doctrinal, sino experimental. Pablo no los redactó con base en la doctrina ni en la teología, sino según la verdadera condición en la que se hallaba la iglesia de Corinto. La vida que llevaban aquellos creyentes estaba impregnada de la cultura, la filosofía y la sabiduría griegas. Esto debe impresionarnos. Ellos llevaban un estilo de vida absolutamente griego. Fue por esa razón que Pablo sintió la preocupación de mostrarles que esa no era la manera de llevar la vida cristiana, la vida de iglesia ni la vida del Cuerpo. En la economía de Dios, únicamente Cristo debe ser el centro. A nosotros se nos llamó a Su comunión, y El es Señor de ellos y nuestro. Esto quiere decir que Cristo es nuestra única porción, la porción de todos los que hemos creído en El y hemos invocado Su nombre. Ya que esto es así, no debemos tener ninguna otra predilección. No debemos exaltar a nadie ni nada que no sea Cristo. El es la porción única dada a todos los santos, y El debe serlo todo en nuestra vida. Cristo nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia, santificación y redención para nuestro vivir cotidiano. Este es el pensamiento central que presentan estos tres capítulos.
En 2:10 Pablo dice: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios”. Cristo es las profundidades de Dios, las profundidades de Su ser. Lo único que puede comprender y discernir estas profundidades es nuestro espíritu regenerado en el cual mora el Espíritu de Dios; nuestra mente filosófica es incapaz. Sólo por el espíritu mezclado podemos discernir las profundidades de Dios, los diversos aspectos de Cristo como porción nuestra para que los disfrutemos.
Con base en la revelación dada en los capítulos uno y dos, Pablo muestra a los corintios en el capítulo tres que la meta de Dios consiste en obtener un edificio, el templo, donde El pueda morar. La intención de Dios no es tener un grupo de personas sabias ni filósofas; Su meta es la iglesia. La iglesia es una edificación llamada el templo, que sirve como habitación de Dios. Alcanzar dicha meta requiere que Dios primeramente obtenga la iglesia como labranza donde se cultiven los materiales para el edificio. El crecimiento que se experimenta en la labranza produce el edificio, el cual es el templo de Dios.
En el capitulo tres Pablo parece decir: “Creyentes corintios, deberían dejar de afanarse por ser sabios y sencillamente ser plantas que crecen en la labranza de Dios. No es necesario que filosofen. Sean sencillos y únicamente conozcan a Cristo. Si hacen esto, crecerán en El, con El, y hasta lo cultivaran a El. Con el tiempo, serán transformados y llegarán a ser el oro, la plata y las piedras preciosos; los materiales aptos para que se edifique el templo de Dios. Lo que necesitan urgentemente no es filosofar, sino crecer; no necesitan ejercitar mucho su mente, sino permanecer continuamente en su espíritu, donde reside el Espíritu de Dios. En el espíritu, ustedes podrán absorber a Cristo, el cual se convertirá en su alimento, y en unión con El crecerán hasta convertirse en los materiales preciosos aptos para el edificio de Dios. No es necesario que filosofen, sencillamente necesitan crecer y edificar. Pero al edificar, no pongan otro fundamento. Cristo es el único fundamento, y El ya fue puesto. No pongan por fundamento a Pablo, a Cefas, a Apolos ni ningún aspecto de la cultura o filosofía griegas. Hagan a un lado a todos estos personajes y asuntos, y sencillamente edifiquen sobre Cristo, el único fundamento. Yo les ministré a Cristo. Ahora deben edificar sobre El, pero háganlo con oro, plata y piedras preciosas, no con la naturaleza, el ser ni las obras de ustedes”.
La madera se refiere a nuestra naturaleza, nuestra composición natural; el heno, a nuestro ser; y la hojarasca a nuestras obras. Nunca debemos emplear nuestra naturaleza, lo que somos, ni nuestras obras para edificar la iglesia. Más bien, debemos renunciar a todo esto y rechazarlo. Para edificar debidamente debemos disfrutar, experimentar y poseer la naturaleza de Dios el Padre y la obra redentora del Hijo. Al experimentar al Padre y al Hijo de esta manera, estaremos en nuestro espíritu, el cual está unido al Espíritu de Dios, y espontáneamente se producirán las piedras preciosas. Al edificar con oro, plata y piedras preciosas, edificaremos sobre Cristo, el único fundamento, con los materiales apropiados.
En 3:13-15 Pablo dice: “La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego mismo la probará. Si Permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. Cuando regrese el Señor Jesús, el santo fuego de Su juicio probará la obra de edificación que hayamos realizado. Solo la obra llevada a cabo con oro, plata y piedras preciosas podrá resistir el fuego y pasar la prueba. La obra de madera, heno y hojarasca será consumida. Si nuestra obra pasa la prueba del fuego, seremos recompensados. Según la enseñanza del Nuevo Testamento, la recompensa consiste en disfrutar el reino venidero. A los fieles, el Señor les dirá: “Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:21, 23). No obstante, si nuestra obra es consumida por el fuego, sufriremos pérdida. Obviamente esto no quiere decir que perderemos nuestra salvación, pues ésta es eterna y nunca la perderemos. Pero los versículos muestran que podemos perder la recompensa y todavía ser salvos, aunque así como pasados por fuego. Esto constituye una seria advertencia.
Debemos tomar lo dicho por Pablo en cuanto a mirar cómo edificamos sobre el único fundamento y aplicarlo a la situación que actualmente prevalece entre los cristianos. Entre ellos se practica con mucha frecuencia una de dos cosas: o ponen otro fundamento en lugar de Cristo o edifican con madera, heno u hojarasca, o sea, con su naturaleza, su ser o sus obras. Los cristianos han puesto miles de fundamentos. Prácticamente cada grupo tiene su propio fundamento. Con frecuencia se ve que incluso los obreros hacen justamente esto. Por ejemplo, suele suceder que un líder reúne a sus colaboradores y juntos forman una organización. Hacer esto equivale a poner otro fundamento.
Además, en la actualidad es muy común para los cristianos edificar con madera, heno y hojarasca, lo cual da por resultado que el Señor no obtenga el edificio que desea, y por consiguiente, no pueda regresar. Con todo y eso, El volverá. Cuando esto suceda, ¿cree usted que la mayoría de creyentes tendrá una cantidad considerable de oro, de plata y de piedras preciosas? Yo no lo creo. Sin duda, los materiales preciosos serán pocos. Lo que si abundará será las grandes cantidades de madera, de heno y de hojarasca. Entre los cristianos abundan las cosas naturales, pero hay muy pocos materiales preciosos aptos para el edificio de Dios. Así que, cuando el Señor regrese y pruebe nuestra obra, muchos sufrirán pérdida. Sin embargo, algunos serán recompensados.
Espero que no reciban estos mensajes de manera doctrinal. No es suficiente aprender todos los puntos y luego repetirlos. Lo que se necesita es que los digiramos y que sean abiertos nuestros ojos para ver la revelación contenida en estos capítulos. Entonces podremos expresar algo de manera práctica y según nuestra experiencia. Necesitamos ver urgentemente que la meta de Dios es tener la iglesia, la cual primeramente debe ser la labranza de Dios donde todos los creyentes, como plantas, crecen en vida para producir a Cristo. Finalmente, por el crecimiento en vida seremos transformados y llegaremos a ser materiales preciosos, o sea, oro, plata y piedras preciosas, aptos para el edificio de Dios.
Todos debemos aceptar la advertencia en cuanto a no poner otro fundamento. El único fundamento, Cristo, ya fue puesto. En el recobro del Señor ya tenemos el debido fundamento, y no es necesario iniciar nada ni tener un nuevo comienzo. Además, no debemos exaltar a nadie ni preferir ningún asunto. Más bien, debemos tomar al Cristo todo-inclusivo como fundamento y edificar sobre El. No debemos edificar con nuestra naturaleza, nuestro ser ni con nuestras obras, sino con la naturaleza de Dios, la obra redentora del Hijo y la obra transformadora del Espíritu Santo. Si por el espíritu mezclado edificamos con estos materiales preciosos, estaremos realizando una obra apropiada en pro del recobro del Señor. Como resultado, el Señor regresará, nuestra obra pasará la prueba y nosotros recibiremos la recompensa, la cual consiste en disfrutar el reino venidero. Si nuestra obra es hecha en Cristo, con Cristo, para Cristo e incluso es el propio Cristo, pasará la prueba del fuego. De lo contrario, si edificamos con materiales que se pueden consumir, perderemos la recompensa. ¡Oh, qué todos veamos esta verdad! Esto nos llevará a las profundidades del recobro del Señor, hará que comprendamos donde estamos y que sepamos que el recobro no es una obra cristiana ordinaria, muchos menos una réplica de la historia del cristianismo. El recobro del Señor consiste en llevarnos al Cristo que es las profundidades de Dios, con el fin de que Dios obtenga Su edificio. Acudamos todos al Señor para que por Su misericordia veamos esta maravillosa visión.