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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Corintios»
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Mensaje 36

LO TOCANTE AL HERMANO PERVERSO

  Lectura bíblica: 1 Co. 5:1-13

  En 5:1-13 Pablo afronta el caso del hermano perverso. El primer problema del que trata esta epístola, en los capítulos del uno al cuatro, es la división, la cual está relacionada principalmente con la vida natural del alma. El segundo problema, abordado en el capítulo cinco, la segunda sección de 1 Corintios, es el pecado de fornicación, el cual tiene que ver con los deseos de la carne. Este problema, que consiste en que un hombre cometió incesto con su madrastra, es moralmente más grave que el anterior. El primero está relacionado con las contiendas que surgen por causa del orgullo; el segundo es un pecado grave que proviene de la concupiscencia.

  El capítulo cinco de 1 Corintios contiene algunas características especiales. Primero, nos muestra que hasta un creyente auténtico puede cometer pecados graves. Es posible que muchos que leen el Nuevo Testamento piensen que puesto que los creyentes poseen la gracia de Dios, son incapaces de cometer maldades, en particular las que se narran en el Antiguo Testamento. Pero en este capítulo leemos acerca de un hermano de la iglesia de Corinto que cometió el pecado de incesto con su madrastra. Por supuesto, la intención de Pablo era ayudar a la iglesia a disciplinar al hermano perverso. Al leer este capítulo, nos damos cuenta definitivamente que una persona verdaderamente salva, un auténtico hermano en el Señor, puede cometer dicho pecado. Si el Nuevo Testamento no contuviera un caso así, nos resultaría muy difícil creer que una persona salva pudiese cometer un pecado como éste. Más bien, pensaríamos que una vez que somos salvos, es imposible llegar a ser así de pecaminosos.

  Este capítulo muestra también que cuando una iglesia se desvía de la visión central de la economía de Dios y cae en la esfera del alma, da lugar a las concupiscencias de la carne. No sólo se introducen los celos y las contiendas, sino también los pecados graves. Así que, es sumamente peligroso permanecer en el alma. En esta epístola, Pablo toca primeramente el asunto del alma, luego, el de las concupiscencias de la carne. El alma está relacionada con el problema de la división, a la cual se afronta en los primeros cuatro capítulos de esta epístola. La división procede del alma, y específicamente de la mente. La mente es el origen de la opinión y ésta da por resultado la división. Los capítulos del uno al cuatro muestran esto claramente. Al leerlos, descubrimos que el hecho de que hubieran divisiones entre los corintios se debía a que ellos permanecían en su mente natural. Habían abandonado su espíritu y ejercitaban su alma. Se habían apartado de la visión central, y eso dio lugar a las concupiscencias de la carne.

  En la vida de iglesia no debe prevalecer el alma. Más bien, todos debemos aprender a negarla, renunciar a ella y vivir en el espíritu. Debemos permanecer en nuestro espíritu y ejercitarlo en cada circunstancia. Esto impide que se introduzcan las concupiscencias de la carne.

I. SE JUZGA AL PERVERSO

  En 5:1 Pablo dice: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aún se da entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre”. En este versículo vemos que un hermano cometió incesto con la esposa de su padre, es decir, con su madrastra. Ningún pecado perjudica más la humanidad que el incesto. Como veremos, aunque este capítulo afronta este terrible pecado, también habla de celebrar la fiesta.

  Pablo era una persona llena de Cristo, uno que lo conocía en la experiencia y no solamente de manera doctrinal. Aun mientras hacía frente a este grave pecado, podía disfrutar al Cristo que estaba en él.

  En el versículo 2 Pablo escribe: “¡Y vosotros estáis hinchados de orgullo! ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” En lugar de lamentarse por tan grave pecado que se había cometido entre ellos, los corintios estaban hinchados de orgullo. No cabe duda de que las palabras del versículo 2 son una reprimenda. Además, Pablo indica que el que cometió tan pecaminosa acción debería ser quitado de entre ellos, o sea, excomulgado de la comunión de la iglesia.

  Quitar a alguien de la comunión de la iglesia se puede comparar a retirar de un edificio un pedazo de madera podrido. Supongamos que en una casa se pudre un pedazo de madera; la parte podrida debe ser quitada. Del mismo modo, el hermano perverso del versículo 1 debía ser retirado de la comunión de la iglesia. Sin embargo, los corintios no estaban conscientes de esto debido a que permanecían hinchados de orgullo. Por ello, Pablo les dice que estaba profundamente preocupado por la situación que allí se vivía.

  Este capítulo, que trata del hermano perverso, contiene dos asuntos muy positivos y maravillosos. El primero tiene que ver con el hecho de que Pablo ejercitaba su espíritu humano, y el segundo, con la fiesta. En los versículos 3-5 Pablo dice: “Pues yo, por mi parte, aunque ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho. En el nombre de nuestro Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor”. En el versículo 3 Pablo dice que aunque estaba ausente en cuerpo, estaba presente en espíritu. El apóstol, una persona espiritual, actuaba en su espíritu, en contraste con los corintios, los cuales actuaban o en el alma o en la carne. Aunque Pablo estaba ausente de ellos en cuerpo, él estaba con ellos en espíritu, ejercitando su espíritu para juzgar al perverso que estaba en medio de ellos. En el versículo 4 Pablo dice que su espíritu estaba reunido con ellos. El espíritu del apóstol era tan fuerte que asistió a la reunión de los creyentes corintios. Su espíritu se reunió con ellos para llevar a cabo el juicio sobre aquella persona perversa.

  En los versículos 3-4 Pablo parecía decir: “Vosotros no quitasteis de vuestro medio a la persona perversa, pero yo, ejercitando mi espíritu, ya lo juzgué. Aunque no esté con vosotros físicamente, lo estoy en mi espíritu. Incluso asisto a vuestras reuniones en mi espíritu. Así que, por medio de él ya he juzgado al tal”.

  En el versículo 4 Pablo dice claramente: “Reunidos vosotros y mi espíritu”. Por medio de esto sabemos que el espíritu de Pablo asistía a las reuniones en Corinto. Pero esto no significa que su espíritu viajaba literalmente a Corinto, ni tiene ninguna relación en absoluto con la brujería, la cual profesa que el alma de una persona puede dejar su cuerpo y visitar a otras personas. Lo que enseña este versículo es que el espíritu de Pablo era tan fuerte que podía de alguna manera asistir a las reuniones en Corinto. Cuando los creyentes corintios se reunían, el espíritu de Pablo estaba con ellos para entregar a la persona perversa a Satanás. Este es un asunto totalmente espiritual, algo que se experimenta en el espíritu.

  Nunca deberíamos pensar que el espíritu de Pablo fue literalmente a Corinto y asistió a las reuniones. No obstante, mientras los creyentes corintios se hallaban reunidos, Pablo ejercitó su espíritu para estar con ellos, juzgar al perverso y quitarlo de en medio de ellos. Nosotros también podemos aprender a visitar a un hermano en nuestro espíritu. Mientras permanecemos en casa, nuestro espíritu puede visitarlo. Esto es lo que hizo el espíritu de Pablo con respecto a la situación que se daba en Corinto.

  En el versículo 4 Pablo habla del nombre de nuestro Señor Jesús y del poder de nuestro Señor Jesús. Las dos expresiones modifican a sea entregado del versículo 5. El apóstol, en su espíritu, aplicó el poderoso nombre del Señor y Su poder para entregar a la persona malvada a Satanás para destrucción de la carne. Yo creo que esto sucedió en realidad y que el perverso fue entregado a Satanás.

  El propósito de entregar a una persona pecaminosa a Satanás es que sea disciplinada. La destrucción mencionada en el versículo 5 se refiere principalmente a la aflicción de cierta enfermedad (2 Co. 12:7; Lc. 13:11, 16). La carne alude al cuerpo lujurioso, el cual debe ser destruido. Ciertas enfermedades provienen de Satanás y pueden provocar la destrucción de la carne para que el espíritu sea salvo en el día del Señor. Esto indica que el pecador que estaba entre los creyentes corintios era un hermano que había sido salvo de una vez y para siempre (Jn. 10:28-29). Nunca podía perecer por causa de algún pecado. No obstante, debido a su pecaminosidad tuvo que ser disciplinado con la destrucción de la carne pecaminosa, a fin de ser mantenido en una condición en que su espíritu pudiera ser salvo en el día del Señor. Así que, la destrucción de la carne constituye una preparación necesaria para la salvación del espíritu.

  Al estudiar estos versículos vemos que Pablo se relacionaba con la iglesia no solamente por escrito y mandándoles a Timoteo, sino también por el ejercicio de su espíritu. Esto demuestra que él era una persona que vivía en el espíritu, y revela lo fuerte que era su espíritu. Era tan fuerte que podía asistir a una reunión de la iglesia celebrada muy lejos de allí. El ejercitó su espíritu para condenar al perverso y entregarlo a Satanás, y retirarlo así del templo santo de Dios.

  Todos debemos aprender de Pablo y hacerlo todo con nuestro espíritu. Son muchas las cosas que hacemos sin el espíritu. Pero Pablo manejó la situación que se describe en el capítulo cinco totalmente con su espíritu. Por su espíritu condenó al hermano malvado, y por su espíritu le entregó a Satanás.

II. GUARDAR LA FIESTA DE LOS PANES SIN LEVADURA

  En el versículo 6 Pablo dice: “No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” A pesar de la confusión y del terrible pecado de incesto que había entre ellos, los creyentes corintios se jactaban. La epístola del apóstol debía volverlos a la humildad, al señalarles las cosas pecaminosas que había entre ellos, y así hacerles comprender que su jactancia no era buena.

  Cuando Pablo habla de un poco de levadura, posiblemente lo que él tiene en mente es que no hace falta tener un pecado tan horrible como el que existía entre ellos; sólo un poco de levadura, un poco de pecado, podía leudar y corromper toda la masa, toda la iglesia.

  En el versículo 7 Pablo añade: “Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada”. En este versículo, la palabra nueva literalmente significa joven, nueva con respecto al tiempo. Las palabras nueva masa aluden a la iglesia, la cual está compuesta de los creyentes en su nueva naturaleza.

  Al decir que Cristo es nuestra Pascua, Pablo consideraba a los creyentes el pueblo escogido de Dios, quien ya había celebrado su Pascua, tipificada por la pascua descrita en Exodo 12. En esta Pascua, Cristo no sólo es el Cordero pascual, sino toda la Pascua. Para esto, El fue sacrificado en la cruz a fin de que nosotros fuéramos redimidos y reconciliados con Dios. De esta manera, podemos disfrutarle como una fiesta delante de Dios, en la cual no se permite que haya ninguna levadura. El pecado y el Cristo redentor no pueden coexistir.

  En el versículo 7 Pablo dice que los creyentes corintios son nueva masa sin levadura. ¿No le resulta difícil creer esto? ¿Cómo podían los creyentes corintios no tener levadura? En los cuatro primeros capítulos de esta epístola, Pablo les reprendió por sus divisiones. ¿Acaso la división no forma parte de la levadura? ¿Acaso los celos, las contiendas y el orgullo no son cosas pecaminosas? Entonces, ¿cómo podía Pablo decir que los creyentes no tenían levadura? Esto parece contradictorio, pero en realidad no lo es. La Biblia nos presenta siempre el panorama completo de un asunto, en especial, el de nuestra historia como creyentes, o sea, que revela los dos aspectos del hecho. Por una parte, está lo que somos desde la perspectiva de Cristo; por otra parte, está nuestra condición desde el punto de vista de nuestra naturaleza caída. Conforme a una perspectiva, la de Cristo, somos santos, santos en Cristo. En 1:2 Pablo dijo que somos “santificados en Cristo Jesús, los santos llamados”. Por consiguiente, en Cristo no tenemos levadura. Pero desde el punto de vista de nuestra naturaleza, estamos llenos de levadura. No obstante, lo que importa es si comemos pan sin levadura o pan con levadura. En otras palabras, ¿vivimos a Cristo o vivimos por nosotros mismos? Si vivimos a Cristo, esto muestra que comemos pan sin levadura. Pero si nos expresamos a nosotros mismos, queda comprobado que comemos pan con levadura.

  En el versículo 7 Pablo nos exhorta a limpiarnos de la vieja levadura para que seamos nueva masa, sin levadura, como somos. Debemos ser la nueva masa que ya somos desde la perspectiva de Cristo. En Cristo no tenemos levadura, y debemos vivir según El, y no conforme a nosotros mismos.

  En el versículo 8 Pablo escribe: “Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. La fiesta se refiere a la fiesta de los panes sin levadura, la cual, como continuación de la Pascua (Ex. 12:15-20), duraba siete días, un período completo que representa todo el curso de nuestra vida cristiana, desde el día de nuestra conversión hasta el día del arrebatamiento. Esta es una fiesta extensa que debemos celebrar, no con el pecado de nuestra vieja naturaleza, la vieja levadura, sino con panes sin levadura, que son el Cristo de nuestra nueva naturaleza como nuestro alimento y disfrute. Sólo El es el suministro vivo de sinceridad y verdad, absolutamente puro, sin mezcla, y lleno de realidad. La fiesta es un tiempo en el que se disfruta el banquete. Toda la vida cristiana debe ser tal fiesta, en la que disfrutamos en grande a Cristo como nuestro banquete, la rica provisión de vida.

  En los versículos 7-8 nos damos cuenta de que tenemos dos fiestas. Cuando fuimos salvos, disfrutamos de la fiesta de la Pascua. Pero ahora, debemos disfrutar de la fiesta de los panes sin levadura a lo largo de nuestra vida cristiana. En tipología, los siete días de la fiesta de los panes sin levadura representan toda nuestra vida cristiana. Sin 1 Corintios 5 no pensaríamos que la vida cristiana es tal fiesta. No obstante, según el versículo 8, la vida cristiana es una fiesta de panes sin levadura, una fiesta que consiste en disfrutar a Cristo como nuestra provisión de vida sin levadura.

  En esta epístola Pablo compara a los creyentes corintios, y a sí mismo, con los hijos de Israel. Usa la historia de ellos como trasfondo de esta epístola. Esto nos proporciona la base para afirmar que la historia de los hijos de Israel constituye la tipología completa de la vida cristiana que experimentamos en la iglesia. En el versículo 7 Pablo habla de nuestra Pascua, que es Cristo. Si Cristo era la Pascua de Pablo, entonces debe serlo de cada creyente. Los hijos de Israel no vivían de manera individual; por el contrario, vivían, acampaban, viajaban y libraban batallas juntos. Su vida corporativa tipifica la vida que llevamos en la iglesia. Por consiguiente, cuando leemos la historia de los hijos de Israel debemos darnos cuenta de que estamos leyendo nuestra propia historia. Lo que les ocurrió a ellos es la tipología de nuestra experiencia hoy. Ellos comieron el maná en el desierto, y nosotros también comemos el maná; ellos bebieron del agua de vida, y nosotros también bebemos el agua de vida; una roca les acompañaba, y nosotros también tenemos la roca; ellos experimentaron la Pascua, y nosotros también tenemos la Pascua, la cual es Cristo mismo. Además, después de la Pascua, ellos celebraron la fiesta de los panes sin levadura, lo cual indica que nosotros también debemos guardar dicha fiesta. La vida de iglesia es la fiesta de los panes sin levadura. Por esta razón, toda levadura debe ser eliminada de la iglesia.

  El pan sin levadura alude a una vida sin pecado, sin levadura. En nosotros mismos no es posible llevar una vida así, pero en Cristo si lo es. Fuimos puestos en Cristo, y ahora debemos aprender a vivir en El y por El. De esta manera El se convertirá en nuestro suministro de vida sin levadura, en la fuente de donde se originan la vida y el vivir que son sin pecado. Ya que tenemos tal fuente y suministro, podemos llevar una vida sin pecado.

  Si queremos llevar una vida sin pecado, cada día debemos comer a Cristo, quien es el pan sin levadura. Los dietéticos afirman que somos lo que comemos. Si comemos pan sin levadura, finalmente asimilaremos dicho pan. Entonces llevaremos una vida sin levadura. Aunque en nosotros mismos nunca podríamos dejar de pecar, en Cristo sí se puede, si uno se alimenta de El, quien es la fuente y el suministro de la vida que no tiene pecado. Puesto que Cristo, nuestra fuente, no tiene levadura, si lo comemos diariamente, podremos llevar una vida de iglesia sin levadura.

  Al escribir esta epístola, Pablo deseaba que los distraídos corintios volvieran a la visión central de la economía de Dios. Sabía que una vez que volvieran, todo estaría bien. Pero si permanecían alejados de dicha visión, seguirían llevando una vida pecaminosa. Este principio aplica a la iglesia corporativamente y a los creyentes individualmente.

  Debemos aprender a hacer que otros vuelvan a la visión central, y no solamente ayudarles con relación a sus fracasos y pecados. En los dos primeros capítulos de esta epístola Pablo pone el fundamento sólido sobre el cual desarrolla los asuntos que abarca más adelante. Estos dos capítulos constituyen la base de todo lo que él trata en esta epístola, lo cual indica que toda relación con la iglesia y los santos debe basarse en la necesidad de volver a Cristo y a la visión central. Debemos ayudar a los que están distraídos, diciéndoles que su distracción se debe a que se apartaron de la visión central. Si vuelven a Cristo, regresarán a la fiesta de los panes sin levadura.

III. QUITAR DE LA IGLESIA AL PERVERSO

  En los versículos 9-13 vemos que el perverso debe ser excomulgado de la iglesia. En el versículo 13 Pablo escribe: “Quitad a ese perverso de entre vosotros”. Esto significa cortarlo de la comunión de la iglesia, según es tipificado por la exclusión de un leproso de en medio del pueblo de Dios (Lv. 13:45-46). Este es un asunto sumamente grave. Pablo ya había juzgado al perverso, y esperaba que los creyentes corintios hiciesen lo mismo, quitándolo de entre ellos.

  Leamos el versículo 11: “Pero ahora os he escrito que no os mezcléis con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o viva de rapiña; con el tal ni aun comáis”. Pablo no sólo menciona una clase de persona perversa, sino varias. Además, no sólo condena el pecado en sí, sino a la persona que vive en el pecado. Debemos hacer una distinción importante. Por ejemplo, cometer fornicación no es lo mismo que ser fornicario. Un fornicario no es aquel que comete fornicación como en el caso de David en el Antiguo Testamento, sino uno que vive y permanece en dicho pecado, uno que practica la fornicación de tal manera que lo constituye un fornicario. En este capítulo, Pablo se ocupa de pecador, y no sólo del pecado; no quita simplemente el pecado de la iglesia, sino que juzga y quita a la persona pecaminosa. Supongamos que por una debilidad, un hermano cae en cierto pecado. Debemos ayudarle a arrepentirse, a abandonar dicho pecado y a volver al Señor. Si el hermano está dispuesto a hacer esto y produce fruto de arrepentimiento, la iglesia lo perdonará. No obstante, si permanece en el pecado y llega a ser una persona que vive en ello, se le debe quitar de la comunión de la iglesia. De otro modo, toda la iglesia será leudada.

  Este capítulo contiene muchos puntos importantes. Primero, la iglesia debe ser pura, sin levadura, y no debe tolerar a personas pecaminosas. Segundo, debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu y usarlo en cada situación. Tercero, debemos entender que nosotros, habiendo experimentado la Pascua, debemos disfrutar la fiesta de los panes sin levadura de manera continua. Finalmente, si alguien se convierte en una persona perversa y rehusa arrepentirse, debe ser quitada de la vida de iglesia. Pero si con el tiempo se arrepiente y da frutos de arrepentimiento, la iglesia debe perdonarle y reintegrarle a la comunión. Si meditamos sobre todos estos asuntos, entenderemos claramente cómo actuar con una persona perversa en la vida de iglesia.

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