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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Corintios»
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Mensaje 4

CRISTO Y SU CRUZ: LA UNICA SOLUCION PARA TODOS LOS PROBLEMAS QUE HAY EN LA IGLESIA

(1)

  Lectura bíblica: 1 Co. 1:10-13

  En el primer mensaje de este estudio-vida dijimos que después de que Pablo presenta un maravilloso esquema de la vida cristiana, la vida de iglesia y la vida del Cuerpo en Romanos, ofrece un vivo ejemplo de éstas en 1 Corintios. Sin embargo, no debemos pensar que esta epístola ejemplifica la vida cristiana, la vida de iglesia y la vida del Cuerpo ideales. Antes bien, presenta un cuadro de la experiencia típica. Por consiguiente, jamás debemos cometer el error de decir que 1 Corintios presenta la vida de iglesia normal. Lo que vemos ahí es la vivencia común y típica de la iglesia.

CRISTO, EL UNICO CENTRO

  En 1:1-9 Pablo deja muy claro que Cristo es el único centro en la economía de Dios. Dios desea que Su Hijo Cristo sea el centro de Su economía y el todo para los creyentes. De ahí que Pablo dice en el versículo 9 que fuimos llamados a la comunión del Hijo, Jesucristo nuestro Señor, y en el versículo 2, que Cristo es de ellos y nuestro. La intención de Dios es que Cristo sea el todo en Su economía, darnoslo como porción y forjarlo en nosotros.

  En el versículo 10 Pablo comienza a enfrentar la división que existía entre los corintios, y basa su exhortación en el nombre de nuestro Señor. El nombre del Señor está sobre todo nombre (Fil. 2:9) y debe ser el único nombre que exaltan los creyentes. Sin embargo, los facciosos corintios ubicaron los nombres de Pablo, Apolos y Cefas en el mismo rango que el de Cristo, y repitieron así el error que cometió Pedro en el monte de la transfiguración, cuando clasificó a Moisés y a Elías en el mismo nivel que a Cristo (Mt. 17:1-8). Si queremos guardar la unidad en el Señor y evitar la división tenemos que elevar y exaltar el supremo nombre de nuestro Señor y renunciar a todos los demás nombres.

  Cuando los corintios creyeron en Cristo, ellos no recibieron nada de parte de Pablo, de Apolos ni de ningún otro siervo de Dios. Sin duda Pablo y Apolos ayudaron mucho a los creyentes de Corinto, pero al que éstos recibieron fue a Cristo. En 1:13 Pablo les pregunta: “¿Acaso fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” Por supuesto Pablo no fue crucificado por ellos, ni ellos fueron bautizados en el nombre de Pablo. El que fue crucificado por los creyentes fue Cristo, y el nombre en que fueron bautizados fue el nombre de Cristo. Pablo parecía decirles: “Usted realmente no han recibido nada de parte de Pablo, de Apolos ni de Cefas. Tampoco deberían limitarse a un Cristo estrecho. Deben dar toda su atención al Cristo que no es solamente de ustedes y nuestro, sino que también pertenece a todos los creyentes. Cristo es de ellos y nuestro, pues El es la porción de los santos en todo lugar. Dios nos dio a Cristo, y nos llamó a Su comunión”.

LLAMADOS A LA COMUNION DEL HIJO DE DIOS

  La comunión del Hijo de Dios es algo maravilloso y no es fácil definirla adecuadamente. La comunión no solamente incluye la unidad entre nosotros y el Dios Triuno, sino también lo que existe entre los creyentes. Además, implica el disfrute que tenemos del Dios Triuno, el disfrute que El tiene de nosotros, y el disfrute que los creyentes tienen los unos de los otros. En esta comunión, disfrutamos al Dios Triuno, y el Dios Triuno nos disfruta a nosotros. Además, gozamos a todos los creyentes, y ellos a nosotros. ¡Qué deleite más maravilloso, universal y mutuo! Fuimos llamados a lo que la Biblia llama la comunión del Hijo de Dios. Esta comunión es universal y mutua. Su mutualidad se disfruta no sólo entre los creyentes y el Dios Triuno, sino también entre los creyentes mismos.

  Puesto que se nos llamó a esta comunión, no debemos decir que somos de Pablo, de Cefas, de Apolos o de ninguna otra persona. Tampoco debemos decir que somos de determinada doctrina o de cierta práctica. Dios no nos llamó a la comunión de personas, doctrinas, ni prácticas. No fuimos llamados a la comunión de Pablo ni de ninguna otra persona; tampoco fuimos llamados a una comunión relacionada con alguna doctrina o práctica. Fuimos llamados únicamente a la comunión del Hijo de Dios, lo cual significa que se nos llamó a la realidad, a la corporificación del Dios Triuno. En esta comunión, disfrutamos al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En ella disfrutamos también a todos los creyentes, y ellos a nosotros. Además, el Dios Triuno disfruta de nosotros y de todos los creyentes que se encuentran en cualquier lugar.

  ¿No sería maravilloso si todos los cristianos se dieran cuenta de que fueron llamados a esta comunión? De ser así, el mundo se convertiría en un huerto de Edén. No se necesitaría esperar el milenio, pues ya estaría presente. No obstante, la actual situación de los cristianos es completamente diferente. Se han introducido muchas cosas que reemplazan a Cristo quien es la única porción de los creyentes; han entrado inclusive cosas demoniacas y satánicas. Pero Dios ha determinado que una persona debe serlo todo en Su economía: Su Hijo, el Señor Jesucristo. El es el Padre, el Hijo y el Espíritu, y debe forjarse en nosotros y llegar a ser usted y yo. Como lo indicamos en el estudio-vida de Colosenses, en la iglesia en calidad de nuevo hombre, Cristo debe ser todas las cosas y todos los miembros. El debe ser la realidad de la iglesia así como de toda doctrina y práctica. La realidad de nuestro bautismo es Cristo, y la substancia de nuestra comunión también es Cristo. ¡Cuán excelente sería la condición de los cristianos si ésta fuera nuestra experiencia!

  La actual situación de los creyentes es muy triste, y aun trágica. Los cristianos tienen muchas prácticas, pero carecen de la realidad de Cristo, de Su persona viviente. En el cristianismo de hoy existen millones de cosas. Pero ¿dónde está la realidad de Cristo, la persona viviente? La situación que prevalecía entre los creyentes de Corinto demuestra esta terrible carencia. De ahí que Pablo les expresa en 1 Corintios que es erróneo que dijeran que eran de Pablo, de Apolos, de Cefas o incluso de un Cristo limitado. Esto contradice absolutamente la economía de Dios, pues en ella hay lugar únicamente para Cristo.

  Valoro mucho lo que dice Pablo en el versículo 2: “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, los santos llamados, con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. Pablo menciona a todos los que invocan el nombre del Señor en cualquier lugar. Luego dice que Cristo es de ellos y nuestro. Con relación a los creyentes y a los lugares no existe ninguna diferencia. Cuando usted invoca el nombre del Señor Jesús, sin importar donde esté, Cristo le pertenece a usted y El es también la porción de todos los santos. En cualquier lugar, Cristo es de ellos y nuestro.

  A Dios le interesa únicamente Cristo. Entonces, ¿por qué nosotros le damos atención a tantas otras cosas y a tantas otras personas? Algunos creyentes de Corinto le daban mucha atención a Pablo. A ellos él les diría: “¿Por qué se centran en mí? Yo no soy digno de su atención. ¿Por qué algunos de ustedes prefieren a Cefas o a Apolos? Ellos tampoco deberían ser el centro de su atención. Además, tampoco deberían dar énfasis a las prácticas ni a las doctrinas. Ninguna persona, práctica o doctrina debe ser su centro. Su atención debe estar centrada única y exclusivamente en Cristo, a cuya comunión Dios nos llamó”.

LA INVOCACION DEL NOMBRE DEL SEÑOR

  Tal vez usted se pregunte cómo podemos disfrutar de esta comunión. Podemos disfrutarla sencillamente invocando el nombre del Señor Jesús. Pero al decir que somos de Pablo, en efecto invocamos el nombre de él. Expresar que somos de determinada persona significa que invocamos el nombre de ella. Debemos desechar todo nombre que no sea el de Cristo y exaltar un solo nombre: el de nuestro Señor Jesucristo, el nombre de la maravillosa persona a cuya comunión nos llamó Dios, la cual disfrutamos invocando el nombre del Señor. Cuanto más invocamos Su nombre, más disfrutamos de la comunión. Quiero reiterar algo que mencionamos anteriormente, a saber, que Dios nos llamó para que invocáramos el nombre del Señor Jesús. Al invocar Su nombre, disfrutamos de Su comunión y participamos de ella. ¡Qué maravilloso! Animo a todos los santos a aprender a invocar el nombre del Señor Jesús.

APRENDER A NO TENER PREFERENCIAS

  Es vital que los santos que están el recobro del Señor aprendan a no tener preferencias. Los santos de determinada iglesia no deberían preferir a un anciano sobre otro. Todas estas preferencias deben ser condenadas. Además, quiero que quede bien claro que usted no debe preferir ni a Witness Lee ni el lugar donde está ubicado el ministerio. Algunos me han preguntado si pretendo mudarme a otra ciudad. Los que me hicieron esta pregunta añadieron que ellos también se mudarían allí y vivirían donde yo estuviese. Esto constituye una preferencia personal y deber ser condenada. No debe haber ninguna preferencia por Witness Lee ni por el ministerio. Nuestra única preferencia debe ser Cristo. Todos debemos decir que nuestra preferencia es Cristo, el Cristo que lo es todo y que lo abarca todo.

  Algunos dirán: “Siga usted prefiriendo a cierto hermano o incluso al ministerio, pero yo prefiero Cristo”. Aun esta preferencia es incorrecta, ya que se trata de una preferencia por un Cristo limitado, y no por el Cristo que lo abarca todo, según se revela en los escritos de Pablo. Tal vez el Cristo suyo sea un Cristo limitado, pero el de Pablo no lo es. Lejos de serlo, el Cristo de Pablo es tan extenso como el universo.

  Tampoco debemos tener ninguna preferencia con respecto a las iglesias. No debemos preferir nuestra iglesia local por encima de otras, ni ninguna otra sobre la nuestra. Debemos estar satisfechos de estar en la iglesia donde Dios nos puso. Es cierto que 1:2 habla de la iglesia de Dios que está en Corinto, pero en este versículo Pablo añade: “En cualquier lugar”. Debemos estar dispuestos a ser parte de la iglesia de Dios en cualquier lugar. Si el viento del Espíritu lo lleva a determinada localidad, usted sencillamente debe permanecer en esa iglesia, sin tener ninguna preferencia. Después de algún tiempo, si el viento espiritual le lleva a otra ciudad, debe sentir la misma satisfacción de estar en la iglesia allí. En cuanto a las iglesias, no debemos tener preferencias. Jamás debemos decir que preferimos la iglesia de nuestra localidad o de cualquier otra. Antes bien, debemos decir: “Mi preferencia está solamente en Cristo, y estoy dispuesto a dejar que el viento del Espíritu me lleve en cualquier dirección, pues Cristo es el mismo en cualquier lugar”.

  No debemos tener el concepto de que podemos disfrutar a Cristo más en una localidad que en otra, como por ejemplo, en el lugar donde se encuentra el ministerio. De hecho, si el Señor le envía a una ciudad, quizás con el fin de empezar la vida de iglesia allí, es posible que usted disfrute más a Cristo en ese lugar que en la ciudad donde está localizado el ministerio. Pero si va a esa ciudad porque la prefiere, usted está equivocado. No vaya a ningún sitio por preferencia personal. Sencillamente permita que el Señor le dirija en todo lo que emprenda.

  Si el Cristo que lo es todo fuera la única preferencia de todos los cristianos, ganaríamos al mundo para el Señor. Incluso ganaríamos el sur de California, una región considerada como centro de diversiones. Además, la región de Nueva Inglaterra, considerada como el cementerio de la religión, sería avivada por medio del disfrute que los santos tendrían de Cristo.

TOMAR A CRISTO COMO EL TODO

  Deseo que todos entendamos qué es realmente el recobro. La intención de Dios en Su recobro es recuperar a Cristo como el todo, es decir, recobrarlo como centro único de la economía de Dios y como el todo para nosotros; como la porción que disfrutamos.

  Al examinar 1 Corintios nos damos cuenta de que Pablo presenta un vivo ejemplo de la vida cristiana, la vida de iglesia y la vida del Cuerpo. Sin embargo, esto no significa que debemos seguir a los corintios en su manera de llevar estas vidas; más bien, significa que no deberíamos quejarnos de la iglesia de nuestra localidad. No pensemos que la iglesia local donde estamos es inferior, y que conforme a nuestra preferencia debemos mudarnos a un lugar donde, según nosotros, la vida de iglesia es mejor. Debemos ver que dondequiera que estemos, la vida de iglesia se parece a la que describe 1 Corintios. Ya que todos nos encontramos en esta situación, ¿qué debemos hacer? Primero, debemos abandonar todo nombre que no sea el de Cristo. Debemos abandonar los nombres de las personas o siervos de Dios que preferimos, así como los nombres denominacionales. Además, es necesario dejar toda doctrina y práctica y tomar a Cristo, el único centro de la economía de Dios, como el todo para nosotros.

  En los primeros nueve versículos, Pablo pone a Cristo como el único fundamento, el único centro. En este centro tenemos una comunión y un disfrute únicos que lo incluyen todo. Tenemos la comunión de Cristo. En 1:10 Pablo empieza a hacer frente a los once problemas que se mencionan en 1 Corintios. Al hacerlo, aclara que la única solución para todos los problemas que hay en la iglesia es Cristo y Su cruz. La única respuesta es Cristo y éste crucificado. Al presentar a Cristo como la única solución para los problemas que había en la iglesia de Corinto, y que hay en cada iglesia local, Pablo elevó y exaltó a Cristo. El veía claramente que lo único que puede solucionar nuestros problemas es Cristo y la cruz. Por consiguiente, en el buen fundamento que Pablo puso en 1:1-9, se aprecia que Cristo y la cruz constituyen la única solución para todos los problemas que hay en la iglesia.

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