Mensaje 40
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Lectura bíblica: 1 Co. 6:13-20
Cuando Pablo escribió esta epístola seguramente ejercitó mucho su espíritu para considerar en qué secuencia debía abordar los diferentes problemas que existían entre los creyentes corintios. El no lo hizo a la ligera ni sin reflexión, sino que empleó una secuencia muy significativa. Primero, aborda el tema de los deseos y las aspiraciones del alma; segundo, habla de las concupiscencias de la carne; tercero, trata del reclamo de derechos; y cuarto, comenta sobre el abuso de libertad humana en dos asuntos que Dios ordenó, que son: la comida y el matrimonio. Como veremos, en el capítulo siete Pablo aborda el tema de la vida matrimonial, y en los capítulos ocho, nueve y diez, el de comer de lo sacrificado a los ídolos. Estos seis temas forman una categoría, y cada uno está relacionado con la vida. El alma, la carne, los derechos, la libertad, el matrimonio y la comida están relacionados con la vida humana.
En los capítulos del once al dieciséis, Pablo hace frente a cinco problemas más. En el capítulo once, se aborda el tema de cubrirse la cabeza y de la mesa del Señor. Cubrirse la cabeza está relacionado con Cristo como Cabeza, y la mesa del Señor, con la iglesia como Cuerpo de Cristo. En los capítulos doce, trece y catorce, Pablo habla de los dones espirituales; en el capítulo quince, abarca la doctrina de la resurrección; y en el capítulo dieciséis, llega al último punto, la recolección del donativo. Estos cinco temas forman una segunda categoría y tienen que ver con cosas espirituales relacionadas con la administración de Dios. Cuanto más consideramos la secuencia en la que Pablo abordó los problemas en esta epístola, más nos damos cuenta de la importancia de la misma. Vemos que los primeros seis problemas forman una categoría relacionada con la vida humana, y que los cinco últimos conforman una categoría relacionada con cuestiones espirituales, específicamente, los intereses de Dios en la tierra.
Una manera de estudiar 1 Corintios es seguir la secuencia de los once problemas que se abarcan en esta epístola. No se trata de estudiar simplemente la Biblia según las letras impresas, sino de ver la luz que nos trae vida. Cuando vemos la luz en la Palabra y recibimos vida, crecemos.
En los capítulos del cinco al seis, Pablo habla del pecado abominable, del reclamo de derechos y del abuso de libertad. Al abordar estos temas, usa expresiones excelentes para presentar asuntos que no se abarcan en ningún otro libro del Nuevo Testamento. Por ejemplo, en 5:8 Pablo escribe: “Así que celebremos la fiesta”. Vimos que esta fiesta se refiere a la fiesta de los panes sin levadura como continuación de la Pascua (Ex. 12:15-20). La fiesta duraba siete días, un período completo, que representaba todo el curso de nuestra vida cristiana, desde el día de nuestra conversión hasta el día del arrebatamiento. Esto indica que toda nuestra vida debe ser una fiesta, en la cual disfrutamos a Cristo como nuestro banquete.
Celebrar la fiesta de los panes sin levadura es algo de gran importancia, pero los cristianos en su mayoría prestan muy poca atención a lo que Pablo dice al respecto. Más bien, le dan atención a las exhortaciones de Pablo cuando le dice a las casadas que estén sujetas a sus maridos, y a los maridos que amen a sus mujeres. Estos conceptos forman parte del entendimiento natural de los creyentes y también de los incrédulos. Los chinos empezaron a practicar estas cosas hace miles de años. Si usted usa la Biblia para enseñarle a los chinos éticos que las casadas deben estar sujetas a sus maridos y que los maridos deben amar a sus mujeres, ellos le dirán que ya conocen estas cosas y que las practican.
Los cristianos prestan atención a los versículos que tratan de la sumisión y del amor, pero ¿quién le da la debida atención a lo que dice Pablo con respecto a celebrar la fiesta? En los seminarios e institutos bíblicos, ¿enseñan los profesores a sus estudiantes el significado de guardar la fiesta y cómo hacerlo? Es muy dudoso que lo hagan. Además, dudo que alguien le haya explicado a usted alguna vez lo que significa que su cuerpo sea miembro de Cristo, que usted está unido al Señor en un solo espíritu y que su cuerpo es templo del Espíritu Santo. Hoy los creyentes han sido distraídos y se han apartado de estas verdades tan cruciales. ¡Cuán triste es esto! La influencia de nuestro trasfondo religioso también ha impedido que veamos estas cosas. Por consiguiente, es necesario que estudiemos los versículos 15, 17 y 19. No podemos seguir descuidándolos, pues figuran entre los versículos más profundos de la Biblia.
En 6:13-14 Pablo escribe: “La comida para el vientre, y el vientre para la comida; pero Dios reducirá a nada tanto al uno como a la otra. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará mediante Su poder”. Nuestro cuerpo fue creado para el Señor, y el Señor es para el cuerpo. Dios levantó al Señor corporalmente, y nuestro cuerpo participará del cuerpo glorioso del Señor en resurrección (Fil. 3:21) y será resucitado incorruptible. Esto será la redención de nuestro cuerpo.
Hechos 2:24 habla del Cristo resucitado: “Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella”. Según Romanos 6:9, “Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de El”. En 2 Corintios 4:14 Pablo dice claramente que el que resucito al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros: “Sabiendo que El que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará aprobados juntamente con vosotros”. Además, en Juan 6:39-40, el Señor Jesús promete que nos levantará en el día postrero. Esto no sólo tiene que ver con el futuro, sino que actualmente el Espíritu del Cristo resucitado da vida a nuestro cuerpo, y lo hace así miembro de Cristo y templo de Dios, donde mora el Espíritu Santo.
Si queremos comprender cómo el Señor hoy es para nuestro cuerpo y cómo resucitará nuestro cuerpo en el futuro, debemos entender Romanos 8:11, que dice: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”. Este versículo, uno de los más importantes de la Biblia, nos muestra que mediante el Espíritu del Dios que levantó de los muertos a Jesús, la vida nos es impartida en nuestro cuerpo mortal. Esta experiencia está disponible para todos los que buscan más del Señor. Si verdaderamente buscamos al Señor, se produce algo maravilloso dentro de nosotros: el Espíritu del Dios de resurrección imparte la vida a nuestro cuerpo.
La trasmisión de electricidad nos provee un ejemplo de cómo se imparte la vida. La corriente eléctrica es la electricidad en movimiento. Si usted ve el contador de electricidad instalado en el salón de reuniones, se dará cuenta de que la electricidad está siendo transmitida al edificio. Nosotros nos reunimos en el salón para orar y tener comunión, y al mismo tiempo, la electricidad está fluyendo en el edificio. En el mismo principio, la electricidad celestial, la vida de resurrección de Cristo, está fluyendo en nuestros cuerpos mortales. Al venir al Señor día tras día, podemos tener la plena certeza de que la corriente divina está fluyendo en nosotros. Esta corriente es la vida de resurrección que el Espíritu que mora en nosotros imparte a nuestro ser.
A menudo experimento esta trasmisión cuando estoy cansado físicamente. Muchas veces me toca hablar cuando mi cuerpo se siente agotado. Pero mientras hablo, el Espíritu me es infundido, y el Cristo resucitado viene a ser mi provisión de vida. Como resultado, mi espíritu es fortalecido, y mi cuerpo débil y cansado es avivado.
Leamos lo que dice Pablo en el versículo 15: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?” Observe que Pablo no dice simplemente que somos miembros de Cristo; él afirma que nuestros cuerpos son miembros de Cristo. El tema de estos versículos es el abuso de libertad en cuanto a los alimentos y al cuerpo. Por eso, Pablo habla específicamente del cuerpo de los creyentes.
Puesto que estamos unidos orgánicamente a Cristo, y ya que Cristo mora en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22) y hace Su hogar en nuestro corazón (Ef. 3:17), todo nuestro ser, incluyendo nuestro cuerpo purificado, viene a ser miembro de El. El versículo 17 indica que estamos unidos orgánicamente a Cristo. Ser un solo espíritu con el Señor equivale a entrar en una unión orgánica con El, es decir, unirnos a El orgánicamente. Esta unión orgánica permite que nuestros cuerpos sean miembros de Cristo. Cristo mora en nuestro espíritu, y desde él se extiende a todo nuestro ser, haciendo así Su hogar en nuestros corazones. Además, según Romanos 8:11, El desea distribuirse como vida a partir de nuestro ser interior y extendiéndose a nuestro cuerpo. Así que, Cristo se extiende del espíritu al alma, y del alma al cuerpo. De esta manera, nuestros cuerpos llegan a ser Sus miembros.
Este asunto es profundo, misterioso y abstracto. ¡Alabado sea el Señor por la sólida palabra de 1 Corintios 6, la cual revela este misterio! Es crucial que profundicemos en estas palabras.
En 6:17 Pablo escribe: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Quisiera recalcar una vez más que esto se refiere a la unión orgánica que los creyentes tienen con el Señor al creer en El (Jn. 3:15-16). Tal unión con el Cristo resucitado sólo puede efectuarse en nuestro espíritu, pues ahora Cristo es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) y está ahora con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22).
Hemos visto que en los versículos 15, 17 y 19, Pablo abarca tres asuntos cruciales, a saber, que nuestros cuerpos son miembros de Cristo, que estamos unidos al Señor en un solo espíritu, y que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. En la realidad y en la práctica, estos tres asuntos se refieren a lo mismo, y la clave de ellos se encuentra en el versículo 17. Sin estar unidos al Señor en nuestro espíritu, es imposible que nuestros cuerpos pecaminosos y lujuriosos pudieran llegar a ser miembros de Cristo. Otro punto crucial relacionado con esto mismo es lo que escribe Pablo en 6:14, donde dice que el Señor “nos levantará mediante Su poder”. Hemos hecho notar que aun ahora, el Espíritu del Cristo resucitado que mora en nuestro espíritu da vida a nuestro cuerpo. La impartición de vida hace de nuestros cuerpos miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo. ¿Se ha preguntado usted alguna vez cómo nuestros cuerpos pueden convertirse en miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo? La clave yace en que el Espíritu del Cristo resucitado que mora en nosotros imparta vida a nuestros cuerpos mortales.
Habiendo descubierto la clave, debemos ejercitarnos para experimentar al Señor como Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu. Así experimentaremos el hecho de que somos un solo espíritu con el Señor. Si experimentamos y disfrutamos esto, haremos posible que el Señor imparta vida a nuestros cuerpos físicos. Entonces nuestros cuerpos estarán llenos de la vida de resurrección de Cristo y llegarán a ser los miembros de Cristo. Cuando nuestro cuerpo se convierte en miembro del Cristo que mora en nosotros, automáticamente llega a ser el templo, la morada, del Espíritu Santo. En resumen, cuando experimentamos estos tres puntos (que nuestros cuerpos son miembros de Cristo, que somos un solo espíritu con el Señor y que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo) descubrimos que son tres aspectos de una misma realidad.
Pablo no afronta los problemas que existían entre los creyentes corintios de manera superficial. Al contrario, lo hace de manera profunda. Al mismo tiempo que hace frente a los diversos problemas, nos trae de nuevo a la visión central de la economía de Dios: el Dios Triuno como Espíritu vivificante que todo lo incluye mora en nuestro espíritu. Hoy el Espíritu es el Dios Triuno procesado que mora en nuestro ser. Todos los problemas que ocurren entre los creyentes se deben a que no experimentamos al Espíritu que mora en nosotros. Lo repito: los cristianos tienen problemas porque no experimentan al Espíritu vivificante que lo es todo, el cual mora en ellos. Pablo, consciente de esto, nos lleva a este Espíritu, el cual está en nuestro espíritu.
En 6:20 Pablo dice: “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo”. La manera de glorificar a Dios en nuestro cuerpo es permitir que éste sea ocupado por Dios y completamente impregnado de El. Entonces le expresaremos en nuestro cuerpo. Al distribuirse el Señor, partiendo de nuestro espíritu y extendiéndose a nuestra alma y luego a nuestro cuerpo, glorificamos a Dios en dicho cuerpo. Así que, glorificar a Dios en nuestro cuerpo equivale a que éste sea uno con el Dios Triuno. Este entendimiento de lo que dice Pablo en el versículo 20 concuerda con la visión central de la economía de Dios.
No debemos pensar que 1 Corintios es una epístola superficial que trata de los problemas que existen en la iglesia. Sí, en ella Pablo hace frente a muchos problemas, pero a la vez nos trae a la visión central de la economía de Dios, pues nos hace volver al Espíritu, quien es la máxima consumación del Dios Triuno procesado.
Si usted entra a las profundidades de estos versículos, la vida, el ministerio y el servicio que usted lleva en la iglesia se verán afectados de manera radical. Su ser y toda su vida de iglesia serán transformados radicalmente. Quiera el Señor que todos oremos en cuanto a estos versículos hasta que se produzca dicho cambio en nosotros.