Mensaje 45
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Lectura bíblica: 1 Co. 9:1-15
Los creyentes de Corinto, quienes eran griegos filosóficos, todo lo complicaban. Al contestar sus preguntas, Pablo lo simplificó todo. Les animó a tomar al Señor y lo que éste había dispuesto. Se dio cuenta de que si vivimos a Cristo siendo un solo espíritu con El, si nos sometemos a El y nos comprometemos con El, se simplificarán muchas situaciones complejas. Las complicaciones en la vida humana provienen de la mente filosófica. Por ejemplo, filosofar acerca del matrimonio puede traer dificultades a la vida matrimonial. En la sociedad actual existen muchos enredos relacionados con el matrimonio. En la vida de iglesia en el recobro del Señor, debemos seguir los principios neotestamentarios que simplifican las situaciones y eliminan las complicaciones. Una vez que analizamos nuestra vida matrimonial y nuestra vida familiar, nos volvemos complejos. Pero cuando acudimos a nuestro espíritu, todo se simplifica.
Valoro el capítulo siete de 1 Corintios porque nos muestra a una persona, Pablo, quien estaba llena de Dios, era uno con Dios y estaba totalmente sujeto a El; no había ninguna discusión ni discrepancia entre ellos. Pablo estaba contento con cualquier situación que Dios le proporcionaba. Sabemos esto no porque él lo dijera explícitamente, sino por las instrucciones que dio a los corintios tocante a la vida matrimonial, las cuales revelan la clase de persona que él era. Lo que escribe en este capítulo muestra que él era un verdadero Dios-hombre.
En el capítulo ocho Pablo afronta el problema de comer de lo sacrificado a los ídolos. Aparentemente, este problema se resuelve con un sí o un no, pero él no contestó así. La manera en que manejó esta pregunta muestra que él no era una persona que vivía conforme al árbol del conocimiento del bien y del mal, sino conforme al árbol de la vida. En cuanto al árbol de la vida no es cuestión de dar un sí o un no; todo depende de la vida, la vida de Dios, la vida divina y eterna que se expresa por el amor, el cual edifica. Esta vida siempre nos hace recomendables ante Dios.
En 8:8 Pablo presenta el concepto de ser recomendables ante Dios. Esta expresión es excelente y extraordinaria, y dudo que se encuentre en otro pasaje de la Biblia. Al responder en el capítulo ocho, Pablo no da un sí ni un no, sino que habla de actuar de modo que nos haga recomendables ante Dios. El se daba cuenta de que si algo no nos hace recomendables ante Dios, no debemos participar de ello.
Pablo era uno con Dios y estaba lleno de El de tal manera que todo su ser estaba sumergido en Dios. Debido a esto, al contestar las preguntas de los corintios no lo hizo con un sí ni con un no, sino en conformidad con lo que él era y lo que vivía. Para él, llevar una vida en perfecta unidad con Dios era una normalidad. Todos debemos recibir esta visión y experimentarla, como lo hizo Pablo.
En el capítulo ocho Pablo habla de amar a Dios (v. 3), de ser recomendables ante Dios (v. 8), del “hermano por quien Cristo murió” (v. 11) y de pecar contra Cristo (v. 12). Finalmente, concluye este capítulo diciendo: “Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (v. 13). La expresión mi hermano indica que cada hermano era muy querido para Pablo; los amaba a todos. El era uno con Dios y uno con el Cuerpo de Cristo. A esto se debe que al contestar las preguntas, no lo hiciera con un simple sí o con un no, lo cual pertenece al árbol del conocimiento. Si en una iglesia local cada miembro llevase una vida y una práctica que correspondiesen con las de Pablo, no habría preguntas, problemas ni complicaciones. Las preguntas surgen de la mente filosófica. Pero cuando nos volvemos al Cristo que mora en nuestro espíritu, todo se simplifica.
El capítulo nueve es un suplemento insertado en esta sección, cuyo tema es el comer de lo sacrificado a los ídolos. En este suplemento, el apóstol se presentó a sí mismo como ejemplo para los creyentes corintios a fin de que ellos no pusieran tropiezo a otros, sino que los edificaran practicando el principio del amor, el cual toma en cuenta a otros, y del cual se habla en 8:13.
Leamos el versículo 1: “¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?” El apóstol Pablo era libre de todos, y no era esclavo de nadie (v. 19). Al igual que todos los creyentes de Cristo, Pablo era libre de la esclavitud de tener cierta manera de comer, aunque practicó el principio del amor que toma en cuenta a otros.
Al presentarse como ejemplo a los creyentes, Pablo habló de su apostolado, el cual le daba la autoridad de encarar todos los problemas serios con respecto a la vida de iglesia y a la comunión de ésta que se mencionan en esta epístola. El abordó los problemas basándose no solamente en su enseñanza, sino también en la autoridad inherente a su apostolado, y tuvo que mantenerse firme en su postura y aclararla a los creyentes corintios. Ellos habían puesto en duda su apostolado y estaban en una situación caótica, debido principalmente a la necedad de su sabiduría mundana, a su confianza en sí mismos y a su orgullo.
La palabra griega traducida apóstol significa enviado. Un apóstol del Señor es un creyente que El envía con Su autoridad a predicar el evangelio de Dios, enseñar la verdad divina y establecer iglesias. En la primera sección de Hechos, Pedro y Juan eran esta clase de apóstoles entre los judíos, y en la segunda, Pablo y Bernabé lo eran entre los gentiles. Otros también llegaron a ser apóstoles, tales como Silas (es decir, Silvano) y Timoteo (1 Ts. 1:1; 2:6). Mientras uno tenga el poder de predicar el evangelio, el don de enseñar la verdad divina y la habilidad de establecer iglesias, está calificado y confirmado para ser un apóstol enviado por el Señor con Su comisión y autoridad.
En el versículo 1 Pablo pregunta: “¿No he visto a Jesús, el Señor nuestro?” Esto se refiere al hecho de que Pablo había visto al Señor en Su glorioso cuerpo resucitado (15:5-8). Esto es un privilegio especial; pues confiere algo de dignidad y gloria al que lo ve, pero no es un requisito ni una condición para ser apóstol del Señor. Esto se comprueba claramente con el caso de Bernabé, quien era uno de los apóstoles (Hch. 14:14) pero que no había visto al Señor de esta manera. No obstante, para ser apóstol es absolutamente necesario conocer al Señor en espíritu por revelación espiritual.
En el versículo 1 Pablo pregunta también: “¿No sois vosotros mi obra en el Señor?” El resultado fructífero de su obra en el Señor era una comprobación de su apostolado, más no un requisito.
En el versículo 2 Pablo añade: “Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor”. Ya que los había engendrado en el Señor por medio del evangelio (4:15), Pablo indudablemente era un apóstol para ellos. El fruto de su labor era la evidencia de su apostolado. El resultado de la obra eficaz del apóstol no sólo evidenciaba, comprobaba su apostolado, sino también era un sello del mismo; proporcionó a su labor apostólica una marca distintiva que autenticó y certificó su apostolado.
En el capítulo nueve Pablo habla de sí mismo y de su apostolado de manera directa, lo cual indica que otro de los problemas de los creyentes corintios se relacionaba con el apostolado de Pablo. Tal vez algunos dudaban que fuera verdaderamente apóstol. Puede ser que hayan discutido el asunto y cuestionado la autenticidad de su apostolado. Pablo debe haberse enterado de las dudas de ellos, y en el capítulo nueve habla al respecto de manera firme, directa y franca. Las cuatro preguntas que hace en el versículo 1 muestran su franqueza. El espíritu de Pablo, el cual se percibe en los interrogantes que hizo, es sumamente puro. Esto se ve en el hecho de que no fue diplomático en absoluto, pues si lo hubiera sido, esto lo habría hecho impuro. Cuando nos proponemos hablar con cortesía, corremos el riesgo de volvernos diplomáticos. Las preguntas que hace Pablo no contienen nada de diplomacia. ¿Escribiría usted una carta en la cual hace esas preguntas? Pablo no se mostró diplomático, sino que fue puro y sincero. Pero puede ser que nosotros seamos diplomáticos. Esto se debe a que nuestras intenciones no son puras.
En el versículo 2 Pablo también se muestra franco y directo. Dice a los santos que si no es apóstol para otros, lo es ciertamente para ellos. El les había engendrado y ellos eran el sello de su apostolado en el Señor. Pablo parecía decirles: “Para otros quizás no sea el padre que los engendró, pero ciertamente lo soy para ustedes. Yo los engendré por medio del evangelio, y su propia existencia es un sello de mi apostolado. Yo tengo el apostolado, y ustedes son el sello”.
En el versículo 3 Pablo escribe: “Contra los que me examinan, ésta es mi defensa”. Las palabras examinan y defensa deben llamar nuestra atención. En realidad, los corintios estaban examinando a Pablo; lo investigaban para determinar si efectivamente era apóstol. ¡Qué vergüenza para ellos! Es como si los hijos examinasen a su padre para ver si lo es en verdad.
Los dos puntos al final del versículo 3 indican que los versículos siguientes presentan la defensa de Pablo. Algunas personas supuestamente espirituales piensan que un creyente jamás debe presentar su propia defensa y afirman que los cristianos siempre deben sufrir, llevar la cruz y no defenderse. No obstante, el Señor Jesús se defendió en algunas ocasiones, y en este pasaje, Pablo presenta su defensa ante los corintios.
En el versículo 4 Pablo pregunta: “¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber?” La palabra griega traducida derecho significa literalmente autoridad, igual que en 8:9 y 9:18. El derecho se refiere a comer y beber del evangelio (v. 14), es decir, a expensas de los santos y las iglesias.
En el versículo 5 Pablo añade: “¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los demás apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?” Una vez más, Pablo habla de manera firme. Los creyentes corintios, quienes eran personas filosóficas y complicadas, obligaron a Pablo a hablar en un tono firme y directo.
Leamos el versículo 6: “¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de no trabajar?” No trabajar significa dejar el empleo. Algunos apóstoles dejaban sus empleos y eran sostenidos por la iglesia o por los creyentes. Pablo y Bernabé tenían este derecho, pero trabajaban con sus manos para suplir sus necesidades.
En el versículo 7 Pablo pregunta: “¿Quién ha servido jamás de soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño?” La referencia que Pablo hace del soldado que sirve implica que anteriormente los corintios eran cautivos y que Pablo había peleado por ellos para que fuesen librados de Satanás y puestos en libertad. Pablo parecía decirles: “Hemos librado una batalla para liberarles de la cautividad. ¿Deberíamos servir de soldado a nuestras propias expensas? ¿Creen que esto sea justo?” Además, lo dicho por Pablo acerca de la viña y del rebaño indica que los creyentes corintios eran una viña que produce fruto y un rebaño pastoreado por los apóstoles.
Leamos los versículos 8-10: “¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: ‘No pondrás bozal al buey que trilla’. ¿Será que Dios tiene cuidado de los bueyes? ¿O lo dice enteramente por nosotros? Sí, por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de participar del fruto”. Pablo cita el Antiguo Testamento maravillosamente y lo aplica a la situación actual. El dice también que el que ara debe arar con esperanza, y el que trilla, con esperanza de participar del fruto. El vuelve a asemejar la iglesia de Corinto a una labranza. En 3:9 les dijo que son la labranza de Dios. Pablo aró la tierra y trilló con la esperanza de participar del fruto.
En el versículo 11 Pablo dice: “Si nosotros hemos sembrado entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segamos de vosotros lo material?” Vemos una vez más que Pablo se muestra bastante firme. Los corintios no pudieron decirle nada ante todo esto.
En el versículo 12 Pablo dice: “Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, para no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo”. La palabra griega traducida soportamos significa literalmente aguantamos, contener (como una vasija), encerrar; por tanto, cubrir (como un techo). Pablo era como una vasija que contenía todo lo que los corintios le habían hecho, y como un techo que los cubría. Pero ellos le obligaron a quitar el techo y a derramarles el contenido de la vasija. En todo esto, la preocupación de Pablo era no ponerle ningún obstáculo al evangelio de Cristo.
En el versículo 13 Pablo se refiere de nuevo al Antiguo Testamento, al preguntar: “¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar reciben su porción?” En el versículo 14 él aplica este principio a los que predican el evangelio: “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”.
En el versículo 15 Pablo dice: “Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; antes, mejor me fuera morir que ... Nadie hará vana ésta mi gloria”. El apóstol se había entregado con todo su ser a los intereses del Señor. No sólo estaba dispuesto a sacrificar todos sus derechos (vs. 12, 15a, 18), sino que estaba dispuesto a sacrificar aun su vida. Definitivamente él no escribió estas cosas para recibir apoyo u ofrendas de los creyentes corintios, sino que estaba dispuesto incluso a morir por Cristo y la iglesia.
Si penetramos las profundidades de 1 Corintios 9 veremos que Pablo no sólo era uno con Dios, sino que su corazón y su espíritu eran puros. Ningún otro pasaje de la Biblia nos presenta el cuadro de una persona limpia y pura como éste. Si Pablo no hubiese sido puro, no habría podido escribir estos versículos.
Los problemas de los cristianos se deben más a su falta de pureza que a sus complicaciones. En general, las complicaciones quedan en la superficie, pero la impureza va más profundo. Es posible que las intenciones de los ancianos, los colaboradores y los santos no sean puras. Ser puro es ser auténtico, singular y no ser diplomático en absoluto.
En este capítulo, lo que debe quedar grabado profundamente en nosotros es la pureza y sinceridad de Pablo. A diferencia de él, los corintios eran impuros. Examinaban a Pablo y tenían dudas respecto a su apostolado. No eran puros en sus motivos, pensamientos ni sentimientos. Algunos pensaban incluso que Pablo les estaba engañando, que les estaba estafando sutilmente. Si hubiesen sido puros como lo era él, no habrían dudado de él ni de su apostolado.
El hermano Nee dijo una vez que el ladrón siempre anda preocupado de que otra persona lo hurte. Si una persona sospecha que alguien que se sienta a la par suya le va a robar, esto puede indicar que la persona misma es un ladrón. Si nunca ha robado, no temería ser hurtado por los demás. En el mismo principio, debido a que los corintios no eran puros, sospechaban que Pablo no era puro y que se estaba aprovechando de ellos. El hecho de que pensaran así muestra que no eran puros. La impureza es un mal escondido en cada uno de nosotros. Debido a que nuestra naturaleza es caída, todos somos impuros.
Supongamos que un hermano se presenta a mí con un regalo, y sospecho que lo hace con la intención de pedirme algo. Este no es un pensamiento pecaminoso, pero sí impuro. En cuanto a recibir regalos, el Señor me ha enseñado un principio importante: cuando alguien nos obsequia algo, debemos creer que lo hace de manera auténtica, no debemos pensar que pudiera tener otra intención ni debemos hacer nada para corresponderle, de lo contrario, esto podría indicar que nos hemos dejado sobornar. En ocasiones, algunas personas me han dado algo con intenciones impuras, pero en el momento de recibirlo ni me cruzó por la mente que así fuera, sino que me enteré más tarde. Repito: pensar que algo se da con intenciones impuras muestra que nosotros mismos somos impuros. Si somos personas puras, no pensaremos así.
Aprecio lo que Pablo dice en el versículo 15: “Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo”. Estas palabras pusieron de manifiesto a los corintios, quienes pensaban que Pablo escribía de esa manera para recibir algún apoyo o suministro. Pablo cerró la puerta a estos pensamientos impuros diciendo claramente a los corintios que la intención con la que les escribía no era recibir algo de parte de ellos. Una vez más vemos que Pablo era un solo espíritu con el Señor y que era absolutamente puro. Debido a esto, podía ser franco, directo y sincero. Si su propósito al escribirles en el capítulo nueve hubiera sido recibir algún apoyo material de los corintios, habría obrado de modo impuro. No obstante, al escribirles esta epístola, él fue puro.
Muchos de los problemas que se dan en la vida de iglesia actual aparentemente se deben a complicaciones, pero en realidad son provocados por la impureza. Hablar u obrar con el propósito de recibir algo a cambio es un acto impuro. También lo es la idea de que los demás quieren aprovecharse de nosotros. En la vida de iglesia, debemos cerrar la puerta a los pensamientos impuros. Si somos impuros, perderemos el denuedo y no seremos francos, sino personas diplomáticas.
En 1 Corintios 9 vemos que lo que motivaba a Pablo y le interesaba eran Cristo y el Cuerpo. El era sumamente puro. Si fuésemos puros en la vida de iglesia en todo el sentido de la palabra, no habría ningún problema. La impureza es la causa fundamental de los problemas en la vida de iglesia. Por una parte, los corintios le hicieron preguntas a Pablo; por otra, le examinaron. Sí, lo acogieron, pero también dudaban de él. Esto sacó a relucir la impureza de ellos. Aunque los corintios no eran puros, Pablo se conducía con pureza como padre que los había engendrado. Al escribirles se revela a sí mismo como una persona que estaba unida a Dios y que era completamente pura. En la obra del Señor, su único interés eran Cristo y el Cuerpo.