Mensaje 52
Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; 12:13; 2 Co. 3:6, 17-18; 1 Co. 11:3, 20, 23-25; 12:1; 15:12; 16:1-2
En este mensaje presentaremos un repaso, una vista panorámica de 1 Corintios, pero antes de hacerlo analicemos cuatro versículos; los primeros dos están en 1 Corintios y los dos restantes en 2 Corintios. Leamos 1 Corintios 15:45b “el postrer Adán [fue hecho] Espíritu vivificante”. En 12:13, Pablo expresa: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. En 2 Corintios 3:6 dice que somos “ministros competentes de un nuevo pacto, ministros no de la letra, sino del Espíritu”. Por último, 2 Corintios 3:18 dice: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. ¿Ha pensado usted alguna vez en la relación que tienen estos cuatro versículos? Dos representan la primera epístola, y dos, la segunda. Estas dos epístolas, así como los cuatro versículos que las representan, tratan del Espíritu. Muchos cristianos no han visto la importancia de estos versículos.
Según 1 Corintios 15:45, Cristo, el postrer Adán, fue hecho Espíritu vivificante. Antes de venir al recobro del Señor, ¿sabía usted que existía un versículo en el Nuevo Testamento que dijera que el postrer Adán, o sea, Cristo, fue hecho Espíritu vivificante? Este versículo no dice que el postrer Adán fue hecho el Redentor, el Salvador ni el Señor todopoderoso, sino el Espíritu vivificante.
Los creyentes de hoy conocen hasta cierto punto lo que Pablo dice en 12:13. Algunos lo citan con mucha frecuencia. No obstante, ellos suelen recalcar la palabra bautizados: en un solo Espíritu fuimos todos bautizados. Pero ¿ha oído usted alguna vez un mensaje que haga hincapié en la palabra beber, y que le diga que usted fue bautizado en el Espíritu para beber del Espíritu? Fuimos bautizados para beber. Así que, no debemos detenernos en la palabra bautizados, sino avanzar y comprender que fuimos bautizados para beber. Ser bautizados ocurre una vez y para siempre, pero beber es perpetuo. Aun en la eternidad seguiremos bebiendo del Espíritu.
El Señor Jesús como postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante para que fuésemos bautizados en El. ¿En qué Espíritu fue bautizado usted? No fuimos bautizados simplemente en el Espíritu de Dios, sino en el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19), quien es el Espíritu vivificante.
Sin ser bautizados en el Espíritu vivificante, ¿cómo podríamos ser bautizados en un solo Cuerpo? El Cuerpo no es cuestión de poder ni de organización; es un organismo vital. Nosotros fuimos bautizados orgánicamente en un solo Cuerpo al ser bautizados en el Espíritu vivificante, el Espíritu de Jesucristo, y no solamente en el Espíritu de Dios. Si no tuviésemos la vida, el elemento orgánico, ¿cómo podríamos ser miembros vivientes del Cuerpo? Sería imposible. Bautizar a un creyente en agua no involucra la vida. Después de que la persona es sumergida en agua, sigue siendo un individuo separado. Pero a nosotros se nos bautizó no solamente en agua, sino también en el Espíritu vivificante. El agua simboliza al Espíritu, en quien somos bautizados. Una vez que la persona es bautizada en el Espíritu vivificante, llega a formar parte del Cuerpo de manera orgánica.
Ya que todos fuimos bautizados en un solo Espíritu, somos orgánicamente un solo Cuerpo. El hecho de que amemos a todos los santos sin importar su cultura o nacionalidad, obedece a que estamos unidos en vida. Tenemos dentro de nosotros un elemento orgánico, y somos uno en la vida del Espíritu vivificante.
El Dios Triuno, después de pasar por un proceso, se hizo el Espíritu vivificante, y en este Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo. ¿Qué hace posible que seamos un solo Cuerpo? El que hayamos sido bautizados en el Espíritu vivificante y maravilloso, el cual es la consumación máxima del Dios Triuno.
Fuimos bautizados en este maravilloso Espíritu para beber del Dios Triuno, lo cual significa que el bautismo no es el final, sino solamente el comienzo. Nosotros fuimos bautizados una sola vez, pero beberemos del Espíritu vivificante por la eternidad.
Existe una relación maravillosa entre 1 Corintios 12:13 y Apocalipsis 22:1, donde dice que el río de agua de vida procede del trono de Dios y del Cordero. Este río fluirá por toda la Nueva Jerusalén para que cada uno de nosotros beba del agua de vida. En la eternidad, el agua de vida será nuestra bebida. Fuimos bautizados para beber del Espíritu, el agua de vida, por la eternidad.
La primera epístola a los Corintios enseña que el postrer Adán, el Dios encarnado, se hizo Espíritu vivificante, y que en este Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo. Ahora, como personas bautizadas en el Espíritu vivificante, debemos beber del Espíritu, y debemos hacerlo continuamente. Bebemos cada vez que oramos, oramos-leemos, o invocamos: “Oh Señor Jesús”. Cuando tenemos comunión con los santos, debemos también beber del Espíritu. A veces, cuando bebo del Espíritu, el gozo me transporta fuera de mí mismo. ¡Aleluya, fuimos bautizados en un solo Cuerpo para beber del Espíritu vivificante! ¡Qué revelación tan maravillosa!
Finalmente, al beber del Espíritu, somos llenos de El y llegamos a ser ministros del nuevo pacto, “no de la letra, sino del Espíritu” (2 Co. 3:6). El nuevo pacto no es de la ley, sino del Cristo que fue hecho Espíritu vivificante.
El hecho de que Cristo se hizo el Espíritu vivificante alude a las etapas del proceso por el cual pasó, a saber, la encarnación, la vida humana, la crucifixión y la resurrección, incluyendo también la redención. La meta de dicho proceso no es la encarnación, la crucifixión ni siquiera la resurrección, sino el Espíritu vivificante. Este es el nuevo pacto. Por consiguiente, el nuevo pacto hace alusión a la encarnación, es decir, que Dios se hizo hombre y que como tal, vivió en la tierra. Además, el nuevo pacto implica que Aquel que se encarnó, también fue a la cruz, murió por nuestros pecados, e incluso por nosotros mismos, para eliminar la primera creación. Después de derramar Su sangre en la cruz y morir por nosotros, Cristo fue sepultado, y posteriormente entró en la resurrección, llegando así a Su destino: el Espíritu vivificante.
En este Espíritu maravilloso fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo. Ahora, al beber del Espíritu y ser impregnados de El, nos convertimos espontáneamente en ministros del nuevo pacto, un pacto del Espíritu. Por consiguiente, no debemos ministrar meras doctrinas ni letras, sino el Espíritu. Debemos servir a los demás la bebida celestial con la cual nos hemos llenado. Quiera el Señor que todos seamos ministros, no de doctrinas ni de letras, sino de vida y del Espíritu.
En 2 Corintios 3 vemos que no sólo debemos ser ministros del Espíritu, sino que también debemos ser “transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu” (v. 18). En todo lo que hagamos en la vida de iglesia, sea en las reuniones, en la comunión, en el servicio, al dar y recibir hospitalidad, debemos experimentar la transformación. Todos estamos siendo transformados en la imagen del Señor, de gloria en gloria, es decir, de un grado de gloria, a otro. Esto proviene del Señor Espíritu.
Aprecio mucho estos cuatro versículos. En ellos vemos que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante, que fuimos bautizados en el Espíritu y ahora bebemos de El, y que al ser llenos del Espíritu nos convertimos en ministros del Espíritu, que están en el proceso de ser transformados de gloria en gloria como por el Señor Espíritu. No cabe duda de que 1 y 2 Corintios abordan el tema del Espíritu.
A estas alturas, nos sería útil analizar 1 Corintios en conjunto, o sea, repasarla para tener una vista panorámica de toda la epístola. Cuando Pablo la escribía, había un deseo profundo en su espíritu. En ella se hace frente a los problemas que prevalecían entre los santos de una iglesia sumamente perturbada y desordenada. Los santos de Corinto se habían extraviado y entre ellos reinaba el desorden. Así que, el apóstol Pablo, en quien pesaba la carga de dicha iglesia, escribió esta epístola para aclarar la situación al hacerle frente a los problemas uno por uno.
Después de leer con detenimiento y estudiar mucho esta epístola, he descubierto que 1 Corintios contiene once problemas a los cuales hace frente el apóstol (algunos maestros sólo reconocen diez). Estos once problemas se presentan en dos categorías. La primera categoría consta de seis problemas, los cuales se abordan en los capítulos del uno al diez. El primero de ellos es la división, la cual es el resultado de vivir en el alma. Entre los corintios había divisiones porque eran personas naturales que vivían conforme a su sabiduría filosófica. Llevaban una vida anímica, y como resultado había divisiones entre ellos.
El segundo problema era el abominable pecado de incesto, que Pablo confronta en el capítulo cinco. Este pecado tiene que ver con la concupiscencia de la carne, la cual proviene de una vida regida por el alma. Las personas anímicas tarde o temprano satisfarán los apetitos carnales.
El tercer problema, el cual se abarca en el capítulo seis, es el de los litigios, y está relacionado con el reclamo de derechos.
El cuarto problema, que se encuentra también en el capítulo seis, es el del abuso de los derechos humanos. En la creación, Dios estableció que el hombre debe comer para subsistir y debe casarse para propagarse. Por tanto, el comer y el matrimonio, los cuales Dios ordenó, constituían derechos humanos. Pero los santos de Corinto, quienes eran anímicos y carnales, abusaban de ellos. Abusar del derecho a comer lleva a la glotonería, mientras que abusar del derecho a casarse, conduce a la fornicación.
En el capítulo siete Pablo aborda el quinto problema: el matrimonio. Este problema está relacionado con la vida anímica y con la carne. Cuanto más sabia y filosófica sea una persona, más problemas tendrá en la vida matrimonial. Por el contrario, las personas con menos educación, suelen tener menos problemas en la vida conyugal.
El sexto problema, lo tocante a comer de lo sacrificado a los ídolos, se trata en los capítulos del ocho al diez. Entre los corintios, algunos practicaban esto. No ejercían ninguna restricción; no se preocupaban por los demás, ni por el Cuerpo de Cristo ni por el testimonio de Dios. Lo único que les interesaba era comer. El problema de comer de lo sacrificado a los ídolos también está relacionado con la mesa del Señor. Uno no puede comer libremente de lo sacrificado a los ídolos y luego venir a la mesa del Señor. Por esta razón, Pablo, cuando habla de comer de lo sacrificado a los ídolos, aborda también el tema de la mesa del Señor.
Estos seis problemas corresponden a la esfera de la vida humana, y cualquier creyente que los resuelva, será verdaderamente santo; vivirá de manera santificada. Para él, ni la división, ni la concupiscencia de la carne, ni el reclamo de derechos personales, ni el abuso de los derechos con relación al comer y al matrimonio, ni la vida conyugal misma, representarán ninguna problema. Además, en su vida cotidiana, específicamente en lo que tiene que ver con el comer, se restringirá y se preocupará por los demás, por la iglesia y por el testimonio de Dios.
Cristo es el factor necesario para solucionar los problemas que nos impiden llevar una vida cristiana adecuada. El es el centro de Dios y quien nos fue dado como nuestra porción. Si disfrutamos a Cristo de la manera que se presenta en los diez primeros capítulos de esta epístola, nos apropiaremos del factor que soluciona estos seis problemas. Resolveremos los problemas de la división, la concupiscencia de la carne, el reclamo de los derechos personales y el abuso de nuestros derechos. Además, dispondremos de la solución a los problemas que experimentamos en nuestra vida matrimonial. Si usted tiene problemas en su vida conyugal, esto indica que a usted le falta Cristo, que no está debidamente alimentado de El. Pero si usted lo disfruta plenamente, no tendrá ninguna dificultad en la vida matrimonial, ni en los otros cinco problemas que menciona 1 Corintios 1-10. Puesto que Cristo es el factor que resuelve estos problemas, estos diez capítulos giran en torno a El. Cristo lo es todo. El es el poder de Dios, la sabiduría de Dios y las profundidades de Dios. El es el factor que soluciona los problemas que se hallan en la esfera de la vida humana.
Los problemas que existían entre los corintios no se relacionaban únicamente con la vida humana, sino especialmente con la administración de Dios. Entre los corintios no había orden, es decir, autoridad, y por consiguiente, no sólo abusaban del derecho a comer y a casarse, sino también de los dones espirituales. Tomaban los dones que Dios les había otorgado y los usaban excesivamente para satisfacer sus propios intereses. Esto no sólo frustró la administración de Dios entre ellos, sino que hasta cierto punto, la anuló.
Algunos erraron respecto a la administración de Dios de tal modo que llegaron hasta el punto de afirmar que no había resurrección (15:12). Si no hay resurrección en el universo, entonces Dios es reducido a nada, pues El mismo es la resurrección. Cuando vino en carne, El dijo: “Yo soy la resurrección” (Jn. 11:25). Por tanto, si no hubiese resurrección, no habría Dios, pues no existiría Aquel que es la fuente de la vida, el poder de la vida, la forma de la vida y la función de la vida. Si no hubiera resurrección, el universo entero estaría vacío. Por consiguiente, decir que no hay resurrección es sumamente delicado. Decir esto equivale a negar a Dios y anular el poder divino que obra para llevar a cabo Su administración en el universo. Es imprescindible que reconozcamos que hay resurrección, y que Dios está administrando el universo con miras a cumplir Su propósito eterno por medio de la resurrección y en la esfera de la misma.
Si verdaderamente estamos bajo la administración de Dios en resurrección, venceremos con relación al dinero y a las posesiones materiales. No tendrán ningún poder sobre nosotros ni nos poseerán, sino que venceremos y reinaremos sobre ellos.
En el capítulo quince, Pablo aborda el tema de la resurrección. Luego, empieza el capítulo dieciséis hablando respecto a la colecta de ofrendas materiales que se hace en el primer día de la semana, el cual representa la resurrección, pues en ese día resucitó el Señor.
El hecho de que lo material se ofrezca en el primer día de la semana indica que esto debe hacerse en resurrección, y no en nuestra vida natural. Hay personas mundanas que son ricas y que pueden expedir cheques por considerables sumas de dinero. Pero cuando ofrecen una donación cuantiosa, lo hacen para ganar fama y publican el hecho. Dar de esta manera no es hacerlo en resurrección. Cuando damos dinero o cosas materiales debemos hacerlo en resurrección. Esto es un claro indicio de que estamos bajo la administración de Dios en resurrección y que hemos vencido el poder de las riquezas materiales. Como resultado, podrá llevarse a cabo la administración de Dios entre nosotros.
El primero de los cinco problemas que tienen que ver con la administración de Dios es lo referente al orden que hay en el universo. Pablo habla de ello en 11:2-16, cuando aborda el tema de cubrirse la cabeza. Este tema está relacionado con el orden en la administración gubernamental que Dios tiene en el universo.
En este grupo, el segundo problema está relacionado con la cena del Señor, la cual está ligada al Cuerpo de Cristo. Dios necesita al Cuerpo para administrar el universo; necesita un grupo de personas que conformen el Cuerpo al ser edificadas orgánicamente. Este Cuerpo es el vehículo por el cual Dios lleva a cabo Su administración.
En esta categoría, el tercer problema es el abuso de los dones espirituales. En el capítulo once, Pablo habla del orden establecido en el universo y del Cuerpo de Cristo, mientras que en los capítulos del doce al catorce aborda el tema de los dones. El Cuerpo desarrolla su función a través de los dones. Si el Cuerpo ha de llevar a efecto la administración de Dios, cada miembro del Cuerpo debe recibir un don y ejercer su función en conformidad con la operación de Dios. Dios administra operando, y esta operación puede cumplirse solamente a través de nuestra función. Además, podemos ejercer nuestra función únicamente por medio de los dones. Cuando tenemos algún don, podemos funcionar, y de esta función se produce el servicio. Este servicio hace posible que Dios opere, y esta operación lleva a cabo la administración de Dios. Por consiguiente, primeramente tenemos el orden divino en el universo, luego el Cuerpo y posteriormente los dones por los cuales se produce el servicio para que se lleve a cabo la administración de Dios.
El cuarto problema relacionado con la esfera de la administración de Dios tiene que ver con la resurrección. El orden que hay en el universo, el Cuerpo y el funcionamiento de los miembros por medio de los dones, deben llevarse a cabo en resurrección. Jamás debemos negar el hecho de la resurrección. Si no hubiera resurrección, no habría ningún don ni el poder para que se lleve a cabo la administración divina.
Finalmente, Pablo aborda el tema de las posesiones materiales. Si guardamos el orden, si estamos en el Cuerpo y si tenemos los dones para ejercer nuestra función en resurrección, seguramente venceremos la atadura a las cosas materiales. Estas quedarán bajo nuestros pies. Ni el dinero ni las posesiones materiales impedirán que desarrollemos nuestra función en el Cuerpo, sino que serán usados para la administración de Dios, la cual se lleva a cabo mediante las iglesias. Si tal es el caso, el Señor Dios podrá ejecutar Su administración.
Ahora tenemos ante nosotros una visión panorámica de 1 Corintios, la cual nos permite recordar lo que abarcan los dieciséis capítulos de esta epístola: del capítulo uno al cuatro se habla de la división; el capítulo cinco habla del incesto; el capítulo seis, del reclamo de derechos y del abuso de libertad en cuanto al comer y al matrimonio; el capítulo siete trata de la vida matrimonial; los capítulos del ocho al diez, del comer de lo sacrificado a los ídolos; el capítulo once, del orden que hay en el universo, y de la cena del Señor, la cual está relacionada con el Cuerpo; los capítulos del doce al trece abordan el tema de los dones espirituales; el capítulo quince, de la resurrección; y el capítulo dieciséis, de la victoria sobre el poder de las cosas materiales.
Hemos dicho que los once problemas mencionados en 1 Corintios constan de dos categorías. Para solucionar los seis problemas de la primera categoría necesitamos a Cristo como factor único, mientras que para los cinco problemas de la segunda categoría, necesitamos a la iglesia como elemento decisivo. Así que, esta epístola primeramente pone énfasis en Cristo, en los capítulos del uno al diez, mientras que en los capítulos del once al dieciséis hace hincapié en la iglesia como Cuerpo de Cristo. Por tanto, en 1 Corintios vemos a Cristo y la iglesia. Cristo es el factor que soluciona todos los problemas relacionados con la esfera de la vida humana, y la iglesia es el factor que resuelve todos los problemas que tienen que ver con la esfera de la administración divina. Es menester que veamos a Cristo en la esfera de la vida humana, y a la iglesia en la esfera de la administración divina.
Los santos de Corinto tenían problemas en ambas esferas, lo mismo que muchos cristianos de hoy. Estos confrontan problemas relacionados con la esfera de la vida humana, y con la esfera de la administración divina. Así que, todos los creyentes, incluyéndonos a nosotros, necesitamos 1 Corintios. Todos debemos estar bajo el orden establecido en la administración gubernamental de Dios; debemos estar bien con el Cuerpo de Cristo para que Dios tenga el medio por el cual llevar a cabo Su administración; debemos saber cómo usar los dones para ejercer nuestra función debidamente y servir al Señor con un ministerio que lleve a cabo la operación de Dios a fin de que la administración divina resulte eficaz sobre la tierra. Además, también debemos conocer la vida de resurrección, el poder de la resurrección y los principios de la resurrección a fin de ejercer nuestra función bajo el orden apropiado y en el Cuerpo como se debe. Entonces, tendremos la victoria con relación al dinero y las cosas materiales, es decir, venceremos toda atadura terrenal. Así, viviremos verdaderamente a Cristo, y al vivirlo, llevaremos una vida humana apropiada y ejecutaremos la administración de Dios. Esto es lo que el Señor desea y espera hoy, y esto era precisamente la carga que Pablo sentía en su espíritu y en su corazón cuando escribía esta epístola. La epístola a los Corintios no consta de meras enseñanzas, sino que se escribió en conformidad con el deseo que había en el espíritu de Pablo, el cual consistía en presentar a Cristo con relación a la esfera de la vida humana y a la iglesia en torno a la esfera de la administración divina.