Mensaje 53
Lectura bíblica: 1 Co. 11:2-16
En este mensaje analizaremos los versículos 2-16 del capítulo 11, donde Pablo aborda el tema de cubrirse la cabeza.
En 11:2 Pablo dice: “Os alabo porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué”. Pablo alaba a los corintios porque se acordaban de él en todas las cosas y porque retenían las instrucciones tal como él se las había entregado. La palabra “instrucciones” alude a lo que se comunica oralmente o por escrito (2 Ts. 2:15).
En el versículo 3 Pablo escribe: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”. Los versículos 3-16 tratan del séptimo problema, el asunto de cubrirse la cabeza. Los primeros seis problemas, tratados en los capítulos del uno al diez, pueden considerarse un grupo y giran en torno a cuestiones relacionados con la esfera de la vida humana. Los últimos cinco problemas, que se afrontan en los capítulos del once al dieciséis, forman otro grupo y atañen a la esfera de la administración de Dios. El primer problema de este último grupo está relacionado con la posición que ocupan Cristo y Dios en el gobierno divino. En Efesios 1:22-23 vemos que Cristo tiene autoridad sobre todas las cosas y que es dado a Su Cuerpo, la iglesia. En el contexto de 1 Corintios, la autoridad que El tiene sobre todo varón tiene que ver con individuos. Corporativamente, Cristo es la Cabeza del Cuerpo, la iglesia, e individualmente, es la Cabeza de los creyentes. El es la Cabeza de cada uno de nosotros directamente. La posición de Cristo y de Dios constituía la primera preocupación de Pablo al hacer frente a los problemas que los corintios experimentaban con relación a la administración de Dios.
En el versículo 3 Pablo dice que la cabeza de la mujer es el varón. En la disposición gubernamental divina, la mujer está sujeta al hombre. Dios creó a la mujer de esta manera (Gn. 2:18-24; 1 Ti. 2:13). Conforme a la naturaleza (v. 14) creada por Dios, la mujer está subordinada al hombre.
En el versículo 3 Pablo añade que la cabeza de Cristo es Dios. Cristo es el Ungido de Dios, Aquel a quien Dios designó. Así que, El está sujeto a Dios, y Dios, como el que da origen a todas las cosas, es Su Cabeza. Esto se refiere a la relación que existe entre Cristo y Dios en el gobierno divino.
Al abordar el asunto de cubrirse la cabeza, el apóstol tomó como base sólida para su instrucción la posición que Dios, Cristo y el hombre ocupan en la administración gubernamental. Su instrucción con respecto a cubrirse la cabeza no se basaba en ninguna práctica religiosa ni costumbre humana, sino en el orden que Dios estableció en Su administración gubernamental. Esta base firme no deja lugar para discusiones sobre la cuestión de cubrirse la cabeza.
Poco después de ser salvo, oí hablar mucho acerca de cubrirse la cabeza. Algunos argumentaban que Pablo hablaba de ello porque en su tiempo existía esta costumbre entre las personas. Más tarde, un estudio exhaustivo reveló que dicha costumbre no existía ni entre los griegos ni entre los judíos. De hecho, según la costumbre judía, a los que se les requería cubrirse la cabeza era a los sacerdotes. Lo que Pablo enseña en 1 Corintios 11 no se basa en ninguna costumbre de la región mediterránea; su enseñanza concuerda con la revelación divina.
La práctica de cubrirse la cabeza debe existir en la iglesia porque tiene relación con la autoridad de Dios. A esto se debe que Pablo hable como lo hace en 11:3, donde dice que quiere que sepamos que Cristo es la cabeza de todo varón, que el varón es la cabeza de la mujer, y que Dios es la cabeza de Cristo. Así que, cubrirse la cabeza está relacionado con la autoridad que existe en el gobierno de Dios. En el universo, y particularmente en la administración gubernamental de Dios, existe un orden. Dios es la cabeza de Cristo, Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer. Por consiguiente, en las reuniones de la iglesia, las hermanas deben usar algo que cubra su cabeza para manifestar que reconocemos la autoridad de Dios, que respetamos Su preeminencia y que no somos un pueblo rebelde, sino que nos sometemos absolutamente a El; esto es lo que testifica la prenda que cubre la cabeza de las hermanas. No obstante, aunque hemos practicado esto por más de cincuenta años, nunca hemos obligado a nadie a que lo haga. No queremos que esto se convierta en una mera formalidad externa. Sin embargo, es un hecho que la Biblia revela que la iglesia debe llevar esta señal, con la cual testifica que somos un pueblo que se somete a la autoridad de Dios.
En el versículo 4 Pablo añade: “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza”. En este pasaje, profetizar es hablar por Dios. Puesto que el hombre es cabeza de la mujer e imagen y gloria de Dios (v. 7), cuando toca el trono de la administración divina al orar a Dios o hablar de parte de El, debe mantener su cabeza manifiesta, descubierta, expuesta. De otra forma, afrenta o avergüenza su cabeza.
No debemos pensar que orar o hablar por Dios (profetizar) son asuntos insignificantes. Ambos son de suma importancia, pues están relacionados con la administración de Dios, es decir, con Su autoridad y preeminencia. Por consiguiente, los hombres, por ser la imagen y la gloria de Dios, no deben cubrirse la cabeza cuando oran o profetizan. Si lo hicieran, afrentarían su cabeza.
En el versículo 5 Pablo dice: “Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado”. Puesto que la mujer está sujeta al hombre, ella debe tener su cabeza cubierta, no expuesta, cuando toca la administración divina al orar a Dios o hablar de parte de El. De otra manera, mientras toca la autoridad de Dios afrenta o avergüenza su cabeza, como si se hubiese rapado, pues niega el arreglo gubernamental divino al exponer su cabeza a los ángeles que estén observando (v 10).
Pablo dice que una mujer que afrenta su cabeza es como si se hubiese rapado. Esto es una clara indicación de que es vergonzoso que la mujer tenga la cabeza rapada o que lleve el cabello corto (v. 6).
Leamos el versículo 6: “Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra”. Esto indica que lo que la mujer usa para cubrirse la cabeza es algo además del pelo largo. La mujer que se deja crecer el cabello demuestra que no rechaza el arreglo gubernamental de Dios; y la mujer que se cubre la cabeza, además de llevar el pelo largo, demuestra que dice amén a la ordenanza divina.
En el versículo 7 encontramos una razón por la cual se debe cubrir la cabeza: “Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón”. El hombre fue hecho a la imagen de Dios (Gn. 1:26) para expresar a Dios y glorificarle. Puesto que él tiene la imagen y gloria de Dios y representa a Dios, no debe cubrirse la cabeza. Si lo hace, la imagen y gloria de Dios estarán ocultas. Puesto que la mujer es la gloria del varón, no debe exponer su cabeza sino cubrirla. No debe expresarse a sí misma, sino al varón, a quien está sujeta. El apóstol también tomó esto como base para su enseñanza con respecto a cubrirse la cabeza.
Cuando el hombre ora o profetiza, tocando así el trono de la autoridad de Dios, no debe cubrirse la cabeza. Pero cuando la mujer ora o profetiza, ella debe estar cubierta.
En el versículo 8 Pablo presenta una segunda razón por la cual la mujer se debe cubrir la cabeza: “Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón”. Como costilla tomada del hombre, la mujer fue hecha del hombre (Gn. 2:21-23). Dios no creó a la mujer, sino que del polvo de la tierra formó un cuerpo de varón e infundió en él el soplo de vida. De esta manera, un hombre, a quien se le llamó Adán, fue hecho alma viviente. Posteriormente, Dios hizo que cayera en un sueño profundo, abrió su costado, tomó una costilla y la usó para hacer una mujer. Así vemos que la mujer no fue creada, sino que procedió del hombre, lo cual indica que ella debe complementar al hombre.
El hombre, sin embargo, no debe sentirse orgulloso de su posición con relación a la mujer. Observe lo que Pablo dice en los versículos 11-12: “Pero en el Señor, ni la mujer es sin el varón, ni el varón sin la mujer; porque así como la mujer procede del varón, también el varón mediante la mujer; pero todo procede de Dios”. Según lo planeó y dispuso el Señor, ni la mujer es sin el varón ni el varón sin la mujer. El hombre es la fuente de la existencia de la mujer. Por tanto, la mujer procede del hombre. Pero la mujer es el medio por el cual nace el hombre. Así que, el hombre proviene de la mujer.
En cuanto a la relación entre el hombre y la mujer, la perspectiva de Pablo es equilibrada. Por una parte, él dice que la mujer procede del hombre, pues fue hecha de una costilla de Adán. Por otra parte, dice que el hombre proviene de la mujer, pues el hombre nace por medio de su madre. Nuestra perspectiva también debe ser equilibrada, siendo conscientes de que la mujer procede del hombre y el hombre mediante la mujer.
Leamos el versículo 9: “Y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón”. El apóstol toma el propósito por el cual Dios creó al hombre y a la mujer como una base adicional para enseñar respecto a cubrirse la cabeza. Cubrirse la cabeza no se basa en ninguna costumbre humana, sino en el propósito divino visto en la creación del hombre y la mujer. La mujer fue hecha con el propósito de complementar al hombre (Gn. 2:18, 24).
En el versículo 10 Pablo añade: “Por lo cual la mujer debe tener señal de sumisión a la autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles”. La “señal de sumisión” se refiere a la prenda que cubre la cabeza, la cual significa que el hombre es cabeza de la mujer.
En este versículo tenemos una base adicional para la enseñanza respecto a cubrirse la cabeza. Cubrirse la cabeza está estrechamente relacionado con la autoridad de Dios. El arcángel, junto con sus subordinados, se rebeló contra la autoridad de Dios (Ez. 28:13-18; Is. 14:12-15; Mt. 25:41), estableció su reino de tinieblas (Mt. 12:26; Col. 1:13), y llegó a ser Satanás, el adversario de Dios. Después de que Dios creó al hombre, Satanás lo sedujo para que lo siguiera y se rebelara contra Dios. Luego, Dios envió a Su Hijo para que destruyera a Satanás y rescatara al hombre, sacándolo de la autoridad de Satanás y restaurándolo al reino de Dios (1 Jn. 3:8; He. 2:14; Col. 1:13). Ahora, cuando los creyentes adoran a Dios al orar o hablar por El, deben llevar algunas señales de que ellos están sujetos al orden divino, a la autoridad divina, mostrando así a los ángeles que estén observando (cfr. 4:9), los cuales están involucrados en este asunto, que ellos (los creyentes) guardan el orden que Dios dispuso en Su administración. Por esto, las hermanas deben tener una señal, algo que cubra su cabeza.
Pablo dice que por causa de los ángeles, la mujer debe tener señal de sumisión a la autoridad sobre su cabeza, lo cual es muy significativo. Satanás, un ángel principal, tenía la comisión de controlar el universo a favor de Dios. Sin embargo, él se rebeló, y algunos ángeles le siguieron. Por supuesto, un buen número de ángeles permaneció fiel a Dios. Dios creó al hombre para que se encargara de los ángeles rebeldes. Sin embargo, Satanás sedujo al hombre, y éste le siguió. Luego, Dios vino y efectuó la redención para traer de vuelta a Sí mismo al hombre caído. El pueblo que Dios redimió, o sea, nosotros, es ahora la iglesia, y como tal debemos proclamar a los ángeles, tanto a los que se rebelaron como a los que permanecieron sumisos, que como pueblo que Dios redimió, nosotros no nos rebelamos contra El, sino que nos sometemos a Su autoridad. No sólo nos someteremos a Su autoridad en el reino venidero en la eternidad, sino también en la edad rebelde en la que vivimos. La prenda que se ponen las hermanas sobre su cabeza es una señal que testifica de esto a los ángeles.
Pablo pregunta en el versículo 13: “Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?” Pablo indica que, juzgando según las razones que él ha presentado, no es propio que una mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza.
Leamos los versículos 14-15: “La naturaleza misma ¿no os enseña que si el varón tiene el cabello largo le es una deshonra, pero que si la mujer tiene el cabello largo, le es una gloria? Porque en lugar de velo le es dado el cabello”. Cuando Pablo habla de la naturaleza, él se refiere a nuestra constitución natural conforme a la creación de Dios. La naturaleza misma nos dice que el hombre no debe tener pelo largo, pero que la mujer sí. Por su constitución femenina, la mujer se da cuenta de que es una gloria tener pelo largo con el cual cubrirse la cabeza. Esto también es una base firme para la enseñanza del apóstol con respecto a cubrirse la cabeza.
Por más fuerte que sea una hermana, no se sentiría bien si asumiera autoridad sobre su marido. No es necesario enseñarle a sentirse incómoda al respecto. Por su constitución natural, la cual fue creada por Dios, ella sabe que no debe ejercer autoridad sobre su marido. No cabe ninguna duda de que la constitución femenina es diferente de la masculina. Por tanto, aun los sentimientos que provienen de nuestra constitución natural apoyan la enseñanza de Pablo referente a cubrirse la cabeza.
En el versículo 15 Pablo dice que a la mujer le fue dado el cabello largo por velo. Algunos de entre los que debaten acerca de cubrirse la cabeza, afirman que en el capítulo once, el velo se refiere simplemente al cabello largo de la mujer. Según su opinión, si la mujer tiene el cabello largo, eso es suficiente. Pero si leemos estos versículos detenidamente, veremos que el velo es algo adicional al cabello largo. Una mujer que tiene cabello largo demuestra que reconoce la autoridad de Dios sobre ella. Y cuando se cubre la cabeza, indica con ello que dice amén al arreglo gubernamental de Dios.
En el versículo 16 Pablo concluye el pasaje que trata del cubrirse la cabeza: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”. La palabra “costumbre” se refiere a la costumbre de tener contiendas, disputas y debates. Ni los apóstoles ni las iglesias toleraban ninguna disputa con respecto a la enseñanza de los apóstoles. Además, la palabra “iglesias” en plural indica que todas las iglesias locales son independientes una de otra, y que sin embargo, todas actúan de la misma manera en cuanto a la enseñanza de los apóstoles.
Al hablar de cubrirse la cabeza, no pretendemos que las hermanas adopten una práctica meramente externa de manera doctrinal. Desde que el recobro del Señor llegó a este país, jamás he dado un mensaje en el que exhorte a las hermanas a cubrirse la cabeza. De haberlo hecho, habría fomentado una mera formalidad, y eso no es lo que queremos. En el catolicismo las mujeres acostumbran mucho a usar velo. Entre los árabes, a las mujeres también se les pide que lo usen. Sin embargo, en los casos mencionados no creo que las personas entiendan lo que significa cubrirse la cabeza. Cuando una hermana se cubra la cabeza, debe estar consciente de lo que esto significa.
La autoridad que tiene Cristo como cabeza es algo que atañe a todos los santos, tanto a hermanos como a hermanas. En 11:3 Pablo dice: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”. Primero, es necesario que los hermanos comprendan que deben estar sumisos a la autoridad de Cristo. En particular, si los ancianos de una iglesia local no están sujetos a la autoridad de Cristo, no deben esperar que las hermanas o alguien más se sometan a su autoridad. En el versículo 3 Pablo primeramente dice que Cristo es la cabeza de todo varón, y después, que el varón es la cabeza de la mujer. Además, él remonta el origen de cubrirse la cabeza hasta Dios, quien es cabeza de Cristo.
Debemos unir lo que dice Pablo acerca de cubrirse la cabeza en 11:2-16 con el libro de Apocalipsis. En Apocalipsis vemos que Cristo, el Cordero inmolado, está totalmente sumiso a la autoridad de Dios para llevar a cabo la administración divina. Apocalipsis 4 y 5 muestran que el Cordero inmolado, resucitado y ascendido está ahora en los cielos llevando a cabo la administración divina bajo la autoridad de Dios.
Recientemente publicamos algunos mensajes acerca del ministerio celestial de Cristo, que está relacionado con la administración celestial del gobierno divino. Cristo es el Administrador que lleva a cabo la administración divina, y lo hace estando sujeto a la autoridad de Dios.
Según Apocalipsis 4-5, en los cielos no hay rebelión ante el trono de Dios. Por el contrario, como ya hemos mencionado, el Cordero inmolado, resucitado y ascendido es el primero en estar sujeto a la autoridad que Dios tiene en los cielos. No obstante, la tierra está llena de rebelión. Satanás fue el primero en rebelarse contra Dios. Pero ¡alabado sea el Señor porque en medio de toda esta rebelión, hay un Cuerpo que conforman aquellos que fueron redimidos y bautizados en el Dios Triuno! El bautismo no es una formalidad. Fuimos bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt. 28:19). Según Romanos 6:3 y Gálatas 3:27, fuimos bautizados en Cristo. Ser bautizados en Cristo como Espíritu vivificante nos introduce orgánicamente en el Cuerpo. Por tanto, hay un organismo, el Cuerpo integrado por los que han sido redimidos y bautizados en el Dios Triuno, el Cuerpo de Aquel que en los cielos está sumiso a la autoridad de Dios. Ahora, en la tierra, dicho Cuerpo debe reflejar la sumisión de Cristo.
El Cuerpo de Cristo debe reflejar en la tierra al Cristo que como Cabeza de dicho Cuerpo, se somete a la autoridad de Dios. Debemos ser una televisión celestial que expresa en la tierra lo que acontece en los cielos. Cristo se hizo hombre, fue inmolado por nuestros pecados y resucitó para llegar a ser el Espíritu vivificante a fin de que tuviéramos vida. Ahora, este Cristo está en los cielos, sumiso a la autoridad de Dios con el fin de llevar a cabo la administración divina. Nosotros, como miembros del Cuerpo, tenemos instalada una televisión celestial con la cual podemos ver lo que sucede en los cielos. Ahora debemos ser la televisión misma que refleja lo que ocurre en los cielos de manera que los demás vean en nosotros lo que pasa allá. Esto significa que en cada localidad, la iglesia debe reflejar la visión celestial y expresar la sumisión que Cristo ofrece a la autoridad de Dios para que se lleve a cabo Su administración.
¿Existe una televisión celestial en la iglesia de su localidad? ¿Refleja la iglesia la sumisión que Cristo ofrece en los cielos? Alabamos al Señor porque en muchos lugares se refleja apropiadamente la sumisión de Cristo a la autoridad de Dios. Pese a que la tierra está llena de rebelión, debemos ser un pueblo sumiso a la autoridad de Dios, un pueblo que se somete a Cristo y que con ello refleja la sumisión que El rinde a Dios.